Después de sándwiches de jamón y queso, una película y un
corto viaje a Chicken Joe´s, Peter y Olive tomaron el camino a su casa y yo me dirigí
al Red. Podía ver mi aliento
mientras caminaba hacia
la entrada lateral
para empleados y mantuve mi abrigo puesto hasta que me atravesó
el calor de la multitud
del bar.
—¡Santa mierda!
—dijo Blia, frotándose sus manos mientras
pasaba—. ¡Está más frío que el culo de una rana en enero!
—Y sólo es octubre —me quejé.
La multitud del sábado por la
noche nunca llegó y tres horas después de que
nos presentamos a trabajar, continuaba muerto. Cande apoyó su barbilla en su
puño y golpeteó con las uñas de su otra mano en la barra. Dos chicos jugaban
billar junto a la pared oeste. Uno de ellos usaba una camiseta de la Leyenda de
Zelda y la ropa del otro chico se hallaba tan arrugada que parecía que se
vistió directamente del cesto de la ropa sucia. No eran del tipo que asistían a
una lucha clandestina, por lo que no era difícil adivinar lo que robó nuestro negocio.
Marty,
un cliente regular de Cande, se encontraba sentado solo en su extremo de la barra.
Los chicos y él, con la cara llena de acné, en las mesas de billar, eran nuestros únicos clientes y
eran las diez.
—Malditas
sean. Malditas esas peleas. ¿Por qué no las hacen durante la semana cuando no
afecten nuestras propinas? —dijo Cande.
—Vendrán
después, luego toda la barra será una gran pelea y desearás que no hubieran
venido —dije, barriendo el suelo por tercera
vez.
Vico
caminaba mirando a Cande por el rabillo de su ojo. Él dependía de mantenerse
ocupado para soportar una noche entera con Cande al otro extremo de la habitación. Estuvo deprimido por dos
semanas y descargaba su frustración con los borrachos idiotas que se atrevían a
pelear en su lado de la barra. El miércoles anterior, Gruber tuvo que apartar a
Vico del montón. Hank ya habló con él
en una ocasión y yo temía que si él no reaccionaba pronto, sería despedido.
Cande lo miró, sólo por un momento,
cuando se hallaba segura de que él no la miraba.
—¿Has
hablado con él? —pregunté.
Cande se encogió de hombros.
—Trato de no
hacerlo. Me hace sentir como una idiota cuando no hablo con él, así que no ansío empezar una conversación.
—Se
encuentra molesto. Te ama.
El rostro de Cande
decayó.
—Lo sé.
—¿Cómo van las cosas con Agustín?
Su rostro se iluminó.
—Se halla ocupado
con el fútbol y Sig Tau, pero tenemos una cita para una fiesta de San Valentín.
Ayer me pidió ir.
Levanté
una ceja.
—Oh. Eso es algo... serio.
Cande hizo una mueca,
miró a Vico y luego
bajó la mirada.
—Agustín fue mi
primer amor, Lali.
Extendí
la mano y toqué su hombro.
—No te envidio. Qué situación de mierda.
—Hablando de primeros amores...
Creo que tú eres el suyo —dijo, asintiendo hacia la entrada.
Peter
caminaba con una gran sonrisa en su rostro. No pude dejar de copiar su
expresión. Por el rabillo de mi ojo, pude ver a Cande observándonos, pero no me importaba.
—Oye —dijo, inclinándose hacia adelante contra la
barra.
—Pensé que estarías en la
pelea.
—A diferencia de los
novios en California, tengo mis prioridades en orden.
—Muy gracioso —dije, pero
mi estómago dio un vuelco.
—¿Qué harás después?
—preguntó.
—Dormir.
—Hace mucho frío afuera.
Pensé que tal vez necesitarías una capa extra.
Intenté no sonreír como una idiota, pero
no pude evitarlo. Últimamente tenía ese
efecto en mí.
—¿A dónde demonios se
escapó Can? —dijo Hank.
Me encogí de hombros.
—Es
noche de pelea, Hank. Nos hallamos muertos. Puedo manejarlo.
—¿A
quién mierda le importa dónde está? —dijo Vico. Sus brazos se encontraban
cruzados mientras apoyaba su espalda contra la barra. Veía la sala casi vacía con el ceño fruncido en su rostro.
—¿Obtuviste ese trabajo? —preguntó Hank.
—No —dijo Vico, cambiando.
Hank se
llevó las manos a cada lado de la boca en un intento de amplificar lo que se encontrara a punto de gritar y
luego tomó aliento:
—¡Oye, Gruby! Envía a
Blia aquí para cubrir a Cande mientras
está fuera, ¿quieres?
Gruber
asintió y se dirigió hacia el quiosco. Me estremecí, deseando que Hank no les
recordara a Vico y a todos los demás que Cande probablemente se hallara afuera,
hablando con Agustín.
Toda la cara de Vico se arrugó.
Me sentí
mal por él. Odiaba el trabajo que una vez amó y ninguno de nosotros podía
culparlo. Hank incluso le dio una buena referencia para el trabajo en la ferretería donde aplicó Vico.
—Lo siento —dije—. Sé que es duro para ti.
Vico se giró a mirarme con una
expresión herida en su rostro.
—No sabes una mierda, Lali. Si lo hicieras,
habrías hablado con ella para que entrara en razón.
—Oye
—dijo Peter, dándose la vuelta—. ¿Qué carajos, amigo? No le hables de esa
manera.
Le hice
un gesto a Peter para que no interviniera y crucé los brazos, lista para la
fuerza completa de la frustración que Vico haría explotar hacia mí.
—Can hace
lo que quiere, Vico. Tú lo sabes más que nadie.
Un
músculo de su mandíbula palpitaba bajo su piel y bajó la mirada.
—Yo sólo... no
lo entiendo. Estábamos bien. No peleábamos. Nada serio. Mierda estúpida sobre
su padre a veces, pero la mayoría del tiempo nos divertíamos. Me encantaba
pasar tiempo con ella, pero le daba su espacio cuando lo necesitaba. Me amaba.
Quiero decir... dijo que lo hacía.
—Lo hizo
—le dije. Era duro verlo hablar. Se apoyaba en la barra como si fuera difícil
mantenerse de pie.
Me
incliné para poner mi mano sobre su hombro.
—Vas a tener que aceptar que no
tiene nada que ver contigo.
Se encogió de hombros, alejándose de mí.
—Él la
usa. Esa es la peor parte. La amo más que a mi vida y ella a él no le importa
una mierda.
—No sabes eso —dije.
—Sí, lo sé. ¿Crees
que los chicos
de Sig Tau no hablan, Lali? ¿No crees que
también debatan sobre tu drama? Son peores que las chicas Cap Sig, sentados y
chismeando sobre quién folla a quién. Y luego llega hasta mí y tengo que oír
hablar de todo eso.
—Mi drama.
—Miré a mí alrededor—. No tengo un drama.
Vico
señaló a Peter.
—Te encuentras corriendo hacia él a más de ciento cuarenta
kilómetros por hora. No debes meterte en eso, Lali. Ya hablan suficiente de ti.
Vico se alejó y permanecí de pie,
aturdida durante unos momentos.
Peter hizo una mueca.
—¿Qué mierda
significa eso?
—Nada —dije. Mantuve mi cara seria,
fingiendo que mi corazón no trataba
de salir a través de mi pecho. P.J. y yo no éramos exactamente un secreto, pero no
divulgamos nuestra relación. Era la única
de nuestro pequeño
pueblo que conocía la naturaleza de su trabajo y era
importante para él que eso lo mantuviéramos
de esa forma. Un poco de conocimiento llevaba a preguntas y evitarlas
significaba mantener los secretos.
En realidad, no era gran cosa, porque nunca di a nadie una
razón para hablar de nosotros.
Hasta ahora.
—¿De qué está hablando, Lali? —preguntó Peter.
Puse los ojos en blanco y me encogí
de hombros.
—¿Quién
carajo sabe? Sólo está molesto.
Vico se
dio la vuelta y se tocó el pecho.
—¿No sabes de lo que hablo? ¡No eres mejor
que ella y lo sabes! —Se alejó de nuevo.
Peter
parecía completamente confundido, pero en vez de quedarme ahí para explicar,
levanté la pieza con bisagra de la barra, la dejé caer de golpe detrás de mí y seguí a Vico a través
de la habitación.
—Oye. ¡Oye! —le grité por segunda vez, corriendo para alcanzarlo.
Vico se detuvo, pero no se dio vuelta.
Tiré de
su camiseta, forzándolo a mirarme a la cara.
—No soy Cande, ¡así que deja de
dirigir tu enojo hacia mí! He tratado de hablar con ella. ¡Te he apoyado, maldita sea! ¡Pero ahora te
comportas como un quejica, enfurruñado, intolerable imbécil!
Los ojos de Vico se suavizaron y empezó a decir
algo.
Levanté
la mano, no me interesaba lo que probablemente sería una disculpa. Señalé su
ancho pecho.
—No sabes una polla de
mi vida personal, así que nunca vuelvas a hablarme como lo haces. ¿Nos
entendemos?
Vico asintió y lo dejé de
pie en el centro de la habitación para volver a mi puesto.
—Joder al cuadrado —dijo
Blia, con los ojos muy abiertos—. Recuérdame nunca hacerte enojar. Incluso
asustaste al gorila.
—¡Mariana! —dijo una voz desde el otro lado de la
barra.
—Oh,
demonios —dije en voz baja. Por costumbre, traté de hacerme pequeña, tratando
de no llamar la atención, pero ya era demasiado tarde. Clark y Colin me
esperaban pacientemente en el extremo de la barra de Blia. Me acerqué a ellos y
fingí una sonrisa—. ¿Sam Adams?
—Sí, por favor —dijo Clark. Era el
menos ofensivo de mis hermanos y la mayoría de las veces deseaba que fuéramos
más cercanos. Pero en un día común, encontrarme con uno significaba estar cerca
de todos ellos y ese no era un ambiente que quisiera tolerar nunca más.
—El tío Félix sigue enojado contigo —dijo Colin.
—Cristo, Colin. Estoy en el trabajo.
—Sólo pensé que deberías
saberlo —dijo, con una mirada de suficiencia en su rostro.
—Siempre se encuentra
enojado conmigo —dije, sacando dos botellas de la nevera y destapándolas. Las
deslicé a través de la barra.
El rostro de Clark
cayó.
—No, pero mamá ha tenido que detenerlo para que
no vaya a tu apartamento cada vez que discuten él y Coby.
—Jesús, ¿todavía sigue con lo de Coby? —le pregunté.
—Últimamente ha sido bastante... inestable en su casa.
—No me digas —dije, sacudiendo la cabeza—. No
quiero escucharlo.
—Él no —dijo Colin,
frunciendo el ceño—. Mi papá dijo que Félix juró nunca hacer eso de nuevo.
—No es que me importe si lo hizo —me quejé—. Ella
sigue quedándose.
—Oye, ese es su asunto —dijo Colin.
Lo miré.
—Esa fue mi infancia. Ella es mi madre. Es
mi asunto.
Clark tomó un trago
de su cerveza.
—Está enojado
porque hoy te perdiste el almuerzo familiar de nuevo.
—No me invitaron —dije.
—Siempre estás invitada. Mamá también se
decepcionó.
—Lo siento, pero no puedo lidiar con él. Tengo
otras cosas que prefiero hacer.
Las cejas de Clark se juntaron.
—Eso es cruel.
Seguimos siendo tu familia. Aún recibiríamos una bala por ti, Mariana.
—¿Y qué acerca de mamá? —pregunté—. ¿Recibirías una
bala por ella?
—Maldita sea, Lali. ¿Puedes superarla? —preguntó
Colin.
Levanté una ceja.
—No, y
Chase, Clark y Coby tampoco deberían. Tengo que trabajar —dije, volviendo a mi
lado de la barra.
Una mano grande se envolvió
alrededor de mi brazo. Peter se puso de pie cuando vio a Clark agarrarme, pero negué con la cabeza y se giró.
Clark suspiró.
—Nunca hemos sido
el tipo de familia que demuestra nuestros sentimientos, pero seguimos siendo
familia. Sigues siendo familia. Sé que en ocasiones él es muy difícil de
soportar, pero aun así debemos seguir juntos. Tenemos que intentarlo.
—Tú no te encuentras en su punto de mira, Clark. No
sabes lo que se siente.
La
mandíbula de Clark palpitó bajo su piel.
—Sé que eres la mayor, Lali. Pero te
has ido por tres años. Si crees que no sé lo que se siente el llevar la peor
parte de su ira, te equivocas.
—Entonces, ¿por qué fingir?
Colgamos de un hilo. Ni siquiera estoy segura de lo que nos mantiene juntos.
—No importa. Es todo lo que tenemos —dijo Clark.
Lo observé durante un
momento y luego les di otra cerveza.
—Tomen. Van por mi cuenta.
—Gracias, hermana —dijo Clark.
—¿Estás bien? —preguntó Peter cuando regresé a mi
puesto.
Asentí.
—Dijeron que papá
sigue enojado con Coby. Supongo que han peleado mucho. Papá amenazó con venir y
alinearme.
—¿Alinearte cómo, exactamente?
Me
encogí de hombros.
—Cuando mis hermanos se salen del redil, de alguna manera
recae sobre mí.
—¿Cómo lo manejas? ¿Cuándo llega todo enojado?
—Él
nunca ha venido a mi casa. Pero, supongo que sí se enoja lo suficiente, un día
de estos lo hará.
Peter no respondió, pero se movió en su silla,
pareciendo muy inestable.
Blia se acercó y me mostró
la pantalla en su celular.
—Acabo de recibir
un mensaje de Laney.
Dijo que la pelea ha terminado y que la mayoría están
viniendo para acá.
—¡Yupi!
—dijo Cande mientras caminaba detrás de la barra. Sacó su tarro de propinas
vacío —un vaso huracán de vidrio— y lo puso sobre la barra. Marty
inmediatamente sacó un billete de veinte y lo dejó caer.
Cande le guiñó un ojo y sonrió.
Peter dio
unas palmaditas en el bar un par de veces.
—Será mejor que me
vaya. No quiero estar aquí cuando lleguen
los estúpidos de la lucha
y yo termine casi matando a alguien. Otra vez.
Le guiñé un ojo.
—Sr. Responsable.
—Mándame un mensaje más tarde. Quiero salir mañana
—dijo, alejándose.
—¿Otra
vez? —preguntó Cande, sus cejas flotando cerca de la línea del cabello.
—Cállate —dije, sin querer oír su opinión.
El
público posterior a la pelea fluía al principio y luego el Red era sólo una
habitación llena de gente. El DJ tocaba música alegre, pero no importaba: los
hombres estaban borrachos y todos pensaban que eran tan invencibles como Thiago
Lanzani.
Al cabo
de media hora, Vico, Gruber y Hank separaban las peleas. En un momento, la
mayor parte del bar se encontró en un enfrentamiento masivo y Hank sacó a
docenas a la vez. Patrullas de la policía se encontraban estacionadas afuera,
ayudando con las masas y arrestando a algunos de los chicos alborotadores por
intoxicación pública antes de que pudieran entrar en sus vehículos.
En poco
tiempo, el bar era un pueblo fantasma
de nuevo. La música del club
volvió al rock clásico y los Cuarenta
Principales, y Cande contaba sus propinas,
refunfuñando y de vez en cuando gritaba
una que otra maldición.
—Entre que ayudas a tu hermano
y estas propinas
de mierda, vamos
a tener suerte de pagar las facturas de este mes. En algún
momento tengo que empezar a ahorrar para un vestido de fiesta.
—Pues apuesta por Thiago —dije—.
Eso son unos cincuenta fáciles.
—Primero tengo que tener dinero para apostarle a Thiago —espetó.
Alguien
se sentó, con fuerza, en uno de los taburetes en frente de mí.
—Whisky —dijo—.
Y no dejes que el vaso se quede vacío.
—¿Te
arden las orejas de que hablen tanto de ti, Thiago? —pregunté, tendiéndole una
cerveza—. No me parece una noche de whisky para mí.
—Ustedes
no serían las únicas mujeres hablando mierda sobre mí. —Echó la cabeza hacia atrás y dejó que el
líquido ámbar se deslizara por su garganta, casi de un trago. La botella de
vidrio se estrelló en la barra y destapé la segunda, colocando la botella frente
a Thiago.
—¿Alguien
está hablando mierda sobre ti? No es muy inteligente por parte de ellas —dije,
mirando a Thiago encender un cigarrillo.
—Esa Pigeon —dijo, cruzando los
brazos encima de la barra. Se inclinó, encorvado, con la mirada perdida. Lo
miré por un momento, sin saber si hablaba
en código o si ya estaba borracho.
—¿Esta
noche te golpearon más fuerte que de costumbre? —pregunté, sinceramente
preocupada.
Entró
otro gran grupo, probablemente rezagados de la pelea. Eran felices y parecía
que todos se llevaban bien, por lo menos. Thiago y yo tuvimos que hacer una
pausa en la conversación. Durante los siguientes veinte minutos más o menos, yo
estaba demasiado ocupada para charlar,
pero cuando el último de la multitud de
después de la pelea salió por la puerta roja para volver a casa, puse un vaso
de Jim Beam en frente de Thiago y luego lo llené. Todavía parecía deprimido.
Tal vez incluso más que antes.
—Está bien, Thiago. Cuéntame.
—¿Qué? —preguntó, inclinándose lejos.
Negué
con la cabeza.
—La chica. —Esa era la única explicación para que Thiago Lanzani
tuviera esa mirada en su cara. Nunca la había visto, por lo que sólo podía
significar una cosa.
—¿Qué chica?
Rodé los ojos.
—¿Qué chica? ¿En serio?
¿Con quién crees que estás hablando?
—Está bien, está bien —dijo, mirando a su
alrededor. Se acercó—. Es Pigeon.
—¿Pigeon? ¿Estás bromeando?
Thiago logró una pequeña risa.
—Mar.
Ella es una paloma. Una paloma demoníaca que me jode tanto la cabeza que no
puedo pensar con claridad. Ya nada tiene sentido, Lali. Cada regla que he hecho
se ha roto una por una. Soy un blandengue. No... peor. Soy Shep.
Me eché
a reír.
—Sé amable.
—Tienes razón. Shepley es un buen tipo.
Le serví otro trago, y lo
estrelló de nuevo.
—Sé amable contigo mismo, también —dije mientras limpiaba la encimera—. Enamorarte no es un pecado, Thiago, Jesús.
Los ojos de Thiago rebotaron de
lado a lado.
—Estoy confundido. ¿Estás hablando conmigo o con Jesús?
—Lo digo en serio —dije—. Así que tienes
sentimientos por ella, ¿y qué?
—Me odia.
—Nah.
—No, la he oído esta noche. Por accidente. Piensa
que soy una basura.
—¿Ella dijo eso?
—Más o menos.
—Bueno, más o menos lo eres.
Thiago frunció el ceño. No esperaba eso.
—Muchas
gracias.
Le serví
otro trago. Lo tiró por su garganta antes de que pudiera sacar otra cerveza de
la nevera. Dejé la cerveza en la barra y luego extendí mis manos, con las palmas hacia arriba.
—En base a tu
comportamiento en el pasado, ¿no estás de acuerdo? Mi punto es... tal vez por
ella, no lo serías. Tal vez por ella podrías ser un hombre mejor.
Le serví otro trago. De
inmediato echó la cabeza hacia atrás, abrió su garganta y dejo que todo pasara.
—Tienes razón. He sido un cabrón. ¿Puedo cambiar?
Joder, no lo sé. Probablemente no lo suficiente como para merecerla.
Los ojos
de Thiago ya lucían cristalinos, así que puse la botella de Jim Beam en su
lugar y luego me volví hacia mi amigo. Encendió otro cigarrillo.
—Tráeme otra
cerveza.
—Thiago, creo que ya has
tenido suficiente —dije. Estaba demasiado borracho para darse cuenta de que ya
tenía una.
—Lali, sólo hazlo, maldita sea.
Agarré la botella de vidrio
que ni se encontraba a quince centímetros de distancia y la puse directamente
en su línea de visión.
—Oh —dijo.
—Sí. Como te dije. Has bebido un montón en el poco
tiempo que has estado aquí.
—No hay suficiente alcohol en el mundo que pueda
hacerme olvidar lo que ha dicho esta noche. —Sus palabras eran
arrastradas. Mierda.
—¿Qué fue exactamente lo que dijo?—pregunté.
—Dijo que no era lo
suficientemente bueno. Quiero decir... de una manera indirecta, pero eso es lo
que jodidamente quería decir. Cree que soy un pedazo de mierda y yo... Creo que
me estoy enamorando de ella. No lo sé. Ya no puedo pensar con claridad. Pero
cuando llegué a casa después de la pelea y sabía que estaría allí por un mes —se
frotó la nuca—, creo que eso es lo más feliz que he estado, Lali.
Mis cejas se juntaron. Nunca lo
había visto tan afligido.
—¿Se va a quedar contigo por un mes?
—Hicimos una apuesta esta noche. Si no me
golpeaban, tendría que mudarse un mes.
—¿Eso fue tu idea? —pregunté. Maldita
sea. Ya se enamoró de esta chica y ni siquiera lo sabía.
—Sí. Pensé que era un
puto genio hasta hace una hora. —Inclinó el vaso—. Otro.
—Nop. Bebe tu maldita
cerveza —dije, empujándola hacia él.
—Sé que no la merezco. Ella es… —sus ojos
perdieron el enfoque—, increíble. Hay algo en sus ojos que es tan cálido. Algo
que no puedo identificar, ¿sabes?
Asentí. Sabía exactamente lo que quería
decir. Sentía lo mismo por un par de ojos que se parecían
mucho a los de él.
—Bueno,
tal vez deberías
hablar con ella sobre eso —dije—. Sin tener uno de
esos malentendidos estúpidos.
—Ella
tiene una cita mañana por la noche. Con Parker Hayes.
Mi nariz se arrugó.
—¿Parker Hayes? ¿No le has advertido acerca de él?
—No me lo creería. Solamente pensaría que lo dije porque
estoy celoso. Se balanceaba en su silla. Iba a tener que llamar a un taxi.
—¿No lo estás? ¿Celoso?
—Sí, pero él también es
un cabrón de mierda.
—Es
cierto.
Thiago
inclinó la botella de cerveza y bebió un buen trago. Sus párpados eran pesados. No se balanceaba en absoluto.
—Thiago...
—Esta noche no, Lali. Sólo quiero emborracharme.
Asentí.
—Parece que lo has
logrado. ¿Quieres que llame un taxi? Negó con la cabeza ligeramente.
—Bien,
pero consigue un aventón a casa. —Trató de tomar otro trago de su cerveza, pero
me aferré al cuello de la botella hasta que hizo contacto visual—. Lo digo en serio.
—Ya te he oído.
La dejé ir y luego lo miré terminar la botella.
—Peter hablaba de ti el
otro día —dijo.
—Oh, ¿sí?
—Voy a comprarle un perrito —dijo Thiago.
Por lo menos estaba demasiado borracho para seguir con el tema de Peter—.
¿Crees que Peter me lo guardaría?
—¿Cómo voy a saberlo?
—¿No
están unidos por la cadera en estos días?
—En realidad, no.
El rostro de Thiago se contrajo.
—Esto es horrible —dijo, sus palabras se fusionaron—. ¿Quién mierda quiere
sentirse así? ¿Quién iba hacerse esto a sí mismo a propósito?
—Shepley
—dije con una sonrisa.
Levantó
las cejas.
—No estás jodidamente bromeando. —Después de una breve pausa, su
rostro se ensombreció—. ¿Qué hago, Lali? Dime qué hacer, porque no lo sé,
carajo.
Negué con la cabeza.
—¿Estás seguro de
que no te quiere?
Thiago me miró con ojos tristes.
—Eso es lo que dijo.
Me encogí de hombros.
—Entonces intenta olvidarla.
Thiago
miró la botella vacía. Las dos chicas de la universidad que Peter había dejado
la noche anterior comenzaron a comprarle bebidas a Thiago y en poco tiempo,
apenas podía mantenerse en su banquillo. Durante la siguiente hora y media, se
había comprometido plenamente a encontrar el fondo de cada botella que podía tener en sus manos.
Las hermanas
de la Universidad del Sur tomaron un taburete a cada lado de
Thiago. Me alejé, atendiendo a mis clientes habituales por un tiempo. No me
sorprendería si ellas
pensaran que él era Peter.
Los cuatro Lanzani
más jóvenes se parecían
mucho y Thiago
llevaba una camiseta blanca que se parecía mucho
a lo que había estado usando Peter.
Por el rabillo de mi ojo, vi a una
de las chicas enredar su pierna sobre el muslo de Thiago. La otra volvió su
rostro y luego se succionaban la cara de una manera que me hizo sentir como una
pervertida por mirar.
—Uh, ¿Thiago? —dije.
Se puso
de pie y tiró un billete de cien dólares sobre la barra. Se llevó un dedo a los
labios y luego guiñó.
—Este soy yo. Olvidando.
Las chicas caminaban a cada lado de él y él se recargaba
en ellas, apenas capaz de caminar.
—¡Thiago! ¡Mejor que sean tu aventón a casa! —grité. No me hizo caso.
Cande rió.
—Oh, Thiago —dijo—. Es ciertamente entretenido.
Crucé los brazos sobre mi estómago.
—Espero que consigan una habitación de hotel.
—¿Por
qué? —preguntó Cande.
—Porque la chica de la que está
enamorado está en su apartamento. Y si esas chicas universitarias se van a casa
con él, se va a despertar en la mañana y va a odiarse a sí mismo.
—Va a
encontrar una manera de salirse con la suya. Siempre lo hace.
—Sí, pero esta vez es diferente. Estaba
bastante desesperado. Si pierde a esa chica, no sé lo que va a hacer.
—Va a emborracharse y luego a tener sexo.
Eso es lo que hacen todos los chicos Lanzani. —La fulminé con la mirada y me
ofreció una sonrisa de disculpa—. Te advertí hace mucho tiempo que no te mezclaras con
ellos. Todavía tienes que escuchar mis consejos.
—Deberías avisar que vamos a cerrar
—dije, alargando el brazo y tirando del parlante para la última llamada.
Volvisttteeee y te fuiste
ResponderEliminarjajaja si, había vuelto a irme porque pensé que como había pasado tanto tiempo quizás ya nadie miraba mi blog. Se ve que me equivoqué.
Eliminar