domingo, 14 de julio de 2019

Beautiful Oblivion: Capítulo 5

—Jesucristo, Calvin —dijo Peter. Miraba el gran mural chino en la pared, tratando de no percibir el que Calvin no pudiera arreglárselas para mirar a otra parte que no fueran mis pechos. La gorra roja de Peter se encontraba girada, y sus botas desamarradas. En cualquier otra persona, ese estilo habría parecido desaliñado y el de un imbécil, pero de alguna forma, hacía lucir a Peter aún más atractivo. Se sentía incorrecto notar cualquier cosa sobre él, pero no podía evitarlo.

No tenía el pecho más voluptuoso del mundo, pero mi pequeño cuerpo hacía que mis pequeñas copas C parecieran más grandes de lo que eran. Odiaba admitirlo, pero ayudaban a obtener propinas extras en el Red, y ahora podrían ayudarme a conseguir un segundo trabajo. Era un círculo vicioso de no querer ser un objeto, usando los regalos que Dios me dio en mi ventaja.

—¿Cuándo dijiste que podías comenzar? —dijo Calvin distraídamente, enderezando una foto de una belleza morena en la pared detrás del mostrador. Sus tatuajes cubrían casi todo su cuerpo; la tinta y una sonrisa eran las únicas cosas que tenía mientras yacía sobre otros cuerpos desnudos, aparentemente de mujeres durmiendo. La mayoría de las paredes se encontraban cubiertas de arte o de fotografías de modelos tatuadas sobre potentes autos o acostadas de la forma en que mejor se exhibía el arte en su piel. El mostrador era un desastre de papeles, bolígrafos, recibos, sujetadores de papeles, pero el resto del lugar parecía limpio, incluso aunque pareciera que Calvin hubiera comprado la decoración en una subasta realizada por un fracasado restaurante chino.

—Ahora mismo. Puedo trabajar lunes y martes, del mediodía hasta cerrar, pero de miércoles a viernes solo puedo trabajar hasta las siete. Los sábados debo estar fuera a las cinco. No puedo trabajar los domingos.

—¿Por qué no? —Preguntó Calvin.

—Debo estudiar y hacer tarea a veces, y luego tengo una reunión de trabajo en el Red, antes de trabajar en la barra.

Calvin miró hacia Peter en busca de aprobación. Peter asintió.

—Está bien. Dejaré que Peter y Hazel te entrenen para atender el teléfono, la computadora y el papeleo. Es muy simple. La mayor parte es servicio al cliente y limpiar —dijo, saliendo de detrás del escritorio—. ¿Tienes algún tatuaje?

—No —dije—. ¿Es un requisito?

—No, pero apuesto a que tendrás uno dentro del primer mes —dijo, caminando a lo largo del pasillo.

—Lo dudo —dije, pasándolo para pararme detrás del mostrador.

Peter se acercó y descansó los codos en el escritorio. 

—Bienvenida a Skin Deep.

—Esa es mi línea —bromeé. El teléfono sonó, y lo levanté—. Tatuajes Skin Deep —dije.

—Sí… Eh… ¿a qué hora cierran hoy? —Quién sea que fuera, sonaba borracho a más no poder, y solo eran las tres de la tarde.

Observé la puerta. 

—Cerramos a las once, pero deberías desembriagarte primero. No te harán un tatuaje si estás intoxicado.

Peter hizo una mueca. No estaba segura de si era una regla o no, pero debería serlo. Estaba acostumbrada a tratar con borrachos, y probablemente también vería muchos de ellos aquí. De una manera extraña, me sentía más  cómoda con los borrachos. Mi padre abría una lata de cerveza Busch cada mañana en el desayuno desde antes de que yo naciera. El mal pronunciamiento, el tambaleo, los comentarios inapropiados, las risitas, e incluso la rabia era todo lo que conocía. Trabajar en un cubículo con un montón de creídas chicas discutiendo memos podría ser más inquietante para mí que escuchar a un adulto llorar sobre su cerveza debido a su ex novia.

—Entonces, si es una llamada personal, y es para uno de nosotros, puedes transferirla así —dijo Peter, presionando esperar, el botón de transferir, y luego uno de los cinco botones enumerados de arriba—. El cien es para la oficina de Cal. El ciento uno para mi habitación. El ciento dos para la de Hazel. El ciento tres es para la de Bishop… lo conocerás más tarde… y si cuelgas, está bien, llamarán de nuevo. La lista está sobre la base del teléfono —dijo, empujando la base a un lado.

—Fantástico —dije.

—Soy Hazel —dijo una pequeña mujer al otro lado de la habitación. Caminó hacia mí y me extendió una mano. La oscura piel bronce de sus brazos se hallaba cubierta desde su muñeca hasta su hombro con docenas de piezas de colorido arte. Sus orejas brillaban con perforaciones que abarcaban por completo el borde del cartílago, y un diamante de fantasía brillaba en el lugar de una marca de belleza. Era morena natural, pero su falso mohicano era de un rubio dorado—. Soy perforadora corporal —dijo, sus gruesos labios diciendo las palabras con elegancia y una mínima pizca de acento. Para ser tan pequeña, su agarre era firme, sus brillantes uñas turquesas largas, y me pregunté cómo hacía las cosas, especialmente la complicada tarea de perforar áreas del cuerpo.

—Lali. Desde hace dos minutos, soy la recepcionista.

—Genial —dijo con una sonrisa—. Si alguien pregunta por mí, siempre pregunta su nombre y toma el mensaje. Si es una chica llamada Alisha, dile que se atragante con una polla.

Se alejó, y miré a Peter, las cejas levantadas. 

—Está bien, entonces.

—Rompieron hace unos pocos meses. Aún está molesta.

—Entendí eso.

—Así que, aquí están los formularios —dijo Peter, tirando del último cajón de un gabinete de metal. Hablamos sobre ellos entre llamadas telefónicas y clientes, y cuando Peter se encontraba ocupado, Hazel venía a ayudarme. Calvin permaneció en su oficina la mayor parte del tiempo, y no se me ocurrió molestar.

Después de que Peter terminara con un cliente, le enseñó la salida, y luego asomó la cabeza a través de las puertas dobles de vidrio. 

—Probablemente tienes hambre, ¿quieres que te compre algo al  lado?

Al lado se hallaba Pei Wei's, y el delicioso, salado y sabroso olor de su comida entraba cada vez que alguien abría las puertas, pero me estaba trabajando en dos sitios para ayudar a Coby a juntar dinero. Comer no era un lujo que pudiera permitirme.

—No, gracias —dije, sintiendo mi estómago gruñir—. Es casi hora de cerrar. Comeré un emparedado en casa.

—¿No tienes hambre? —preguntó Peter.

—No —dije.

Asintió. 

—Bueno. Iré a comprar. Dile a Cal que ya regreso.

—No hay problema —dije, sintiendo mis hombros hundirse un poco cuando la puerta se cerró.

Hazel se encontraba en su cuarto con un cliente, así que regresé atrás y la vi atravesar el tabique de la nariz de algún chico. Él ni siquiera se inmutó.

Retrocedí.

Hazel notó mi expresión y sonrió. 

—Los llamo los Toros. Son bastante populares porque puedes colocar el aro justo en los orificios nasales y esconderlo, así.

Hice una mueca. 

—Eso es… fantástico. Pitt fue al lado a cenar. Ya regresa.

—Será mejor que me traiga algo —dijo—. Estoy jodidamente famélica.

—¿Cómo te entra comida en ese cuerpo? —dijo el cliente—. Si como arroz, aumento como cinco kilos, y todas ustedes, las chicas chinas, son diminutas. No lo entiendo.

—Soy filipina, jodido idiota —dijo ella, golpeándole la oreja, con fuerza. Él gritó.

Presioné mis labios con fuerza y retrocedí hacia el vestíbulo. Unos minutos después, Peter entró con dos grandes bolsas de plástico en sus manos. Las colocó en el mostrador y comenzó a sacar diferentes cajas.

Hazel se acercó con su cliente. 

—Ya le di las instrucciones de cuidado, así que ya se puede ir —dijo. Le echó un vistazo a las pequeñas cajas en el mostrador y sus ojos brillaron—. Te amo, Peter. En serio, te amo, joder.

—Estás haciéndome sonrojar —dijo con una sonrisa. Había visto los lados de miedo de Peter más de una vez, en la escuela media, en la secundaria, y más recientemente, en el Red. Ahora tenía la mirada más satisfecha en su rostro, contento de haber hecho feliz a Hazel—. Y esto es para ti —dijo Peter, sacando una caja.

—Pero…

—Lo sé. Dijiste que no tenías hambre. Sólo come, así no lastimas mis sentimientos.

No discutí. Rompí el celofán de los utensilios de plástico y comí, sin importarme si parecía un animal salvaje.

Calvin salió de la parte de atrás, claramente guiado por su nariz. 

—¿Cena?

—Para nosotros. Busca la tuya —dijo Peter, ahuyentando a Calvin con su tenedor de plástico.

—Maldición —dijo Calvin—. Casi deseo tener vagina, así podría ser alimentado gratis. —Peter lo ignoró—. ¿Llegó Bishop?

—Nop —dijo Hazel, su boca llena de comida.

Calvin sacudió la cabeza y empujó las puertas dobles, probablemente de camino a Pei Wei’s.

El teléfono sonó, y respondí, aun masticando. 

—Tatuajes Skin Deep.

—¿Está, eh… Hazel está ocupada? —dijo una voz, aguda pero femenina, como la mía.

—Está con un cliente. ¿Puede decirme su nombre?

—No. De hecho… Eh… sí. Dile que es Alisha.

—¿Alisha? —dije, mirando a Hazel. Comenzó a articular silenciosamente cada maldición que existía, enseñándole el dedo medio de ambas manos al teléfono.

—¿Sí? —dijo, sonando esperanzada.

—¿La Alisha?

Se rió. 

—Sí, supongo. ¿Se pondrá al teléfono?

—No, pero dejó un mensaje para ti. Cómete una polla, Alisha.

Peter y Hazel se congelaron, y el otro lado de la línea permaneció en silencio por unos cuantos segundos.

—¿Disculpa?

—Cómete. Una. Polla —dije, y luego colgué el teléfono.

Después de unos pocos momentos de asombro, Hazel y Peter rompieron a reír. Después de un minuto entero intentando dejar de reír y suspirar cansadamente entre carcajadas, ambos comenzaron a limpiarse los ojos. El grueso rímel de Hazel se encontraba esparcido por sus mejillas.

Hazel se inclinó para sacar un pañuelo de la caja que había al lado de la computadora. Lo pasó por debajo de sus ojos, y luego me palmeó en el hombro. 

—Nos llevaremos muy bien. —Señaló la parte de atrás con su pulgar mientras caminaba hacia su cuarto—. Ten en cuenta eso, Peter. Está justo en tu pasillo.

—Tiene novio —dijo Peter, mirándome a los ojos y sonriendo.

Permanecimos allí por unos cuantos momentos, intercambiando pequeñas sonrisas, y luego me enderecé, buscando un reloj. 

—Debo irme. Necesito leer un capítulo antes de dormir.

—Te ofrecería ayuda, pero la universidad no era lo mío.

Me pasé el bolso rojo por encima de la cabeza. 

—Eso es sólo porque mientras estabas allí, el salir a fiestas y meterte con chicas era lo tuyo. Podría ser diferente ahora. Deberías tomar clases.

—No —dijo, sacándose la gorra de la cabeza y dándole la vuelta. La ajustó un par de veces mientras pensaba en mi sugerencia, como si nunca lo hubiera considerado hasta ese momento.

Justo en ese momento, tres odiosos chicos universitarios entraron, haciendo ruido y riendo. Incluso si no estuvieran borrachos, era fácil para nosotros, los locales, distinguir a los extranjeros. Dos chicos, probablemente de primer año, se acercaron al mostrador, y la chica, usando un vestido rosado y botas altas, los siguió de cerca. Peter llamó inmediatamente su atención, y comenzó a jugar con su cabello.

—Jeremy perdió una apuesta —dijo uno de los chicos—. Necesita un tatuaje de Justin Bieber.

Jeremy dejó que su cabeza cayera contra el mostrador. 

—No puedo creer que me obligues a hacer esto.

—Ya está cerrado —dije.

—Tenemos dinero —dijo el chico, abriendo su billetera—. Estoy preparado para darles a todos aquí una propina que los volverá locos.

—Ya está cerrado —dije—. Lo siento.

—No quiere tu dinero, Clay —dijo la chica con una sonrisa de satisfacción.

—Claro que quiere mi dinero —dijo Clay, inclinándose—. Trabajas en el Red, ¿no es así?

Lo miré fijamente.

—Trabajando en más de un empleo —dijo Clay, pensativo. Jeremy hizo una mueca. —Vamos, Clay. Solo vayámonos.

—Tengo una propuesta que hacerte para que ganes algo de dinero extra. Obtendrías en una noche lo que probablemente consigues en un mes aquí.

—Tentador… pero no —le dije, pero antes de que pudiera terminar la frase, Peter tenía a Clay sujeto del cuello con ambas manos.

—¿Luce como una puta para ti? —gruñó Peter. Había visto esa mirada en sus ojos antes; justo antes de que le diera una paliza a alguien.

—¡Guau! —le dije, rodeando corriendo el mostrador. Los ojos de Clay estaban abiertos de par en par. Jeremy puso un brazo alrededor de Peter.  Peter bajó la mirada hacia la mano de Jeremy—. ¿Quieres morir esta noche?

Jeremy sacudió la cabeza rápidamente.

—Joder, entonces no me toques, hermano.

Hazel corrió hacia el vestíbulo, pero no parecía asustada. Sólo quería ver el espectáculo.

Peter abrió la puerta de una patada y luego empujó a Clay hacia atrás. Clay aterrizó sobre su trasero, y luego retrocedió, poniéndose de pie. La chica que iba con ellos salió lentamente, observando a Peter, y haciendo girar un mechón de sus largos cabellos dorados.

—No luzcas tan impresionada, Kylie. Es el lunático que mató a esa chica hace un par de años.

Peter se lanzó hacia la puerta, pero me interpuse entre él y el vidrio. Peter se detuvo inmediatamente, respirando con dificultad, y Clay retrocedió rápidamente hacia su brillante camioneta negra.

Mientras los chicos retrocedían en el estacionamiento, mantuve una mano sobre el pecho de Peter. Todavía respiraba con dificultad y temblaba de ira. Podría haber hecho un agujero con sólo mirar la camioneta mientras se alejaba.

Hazel se volvió sobre sus talones y regresó a su habitación sin decir una palabra.

—Yo no la maté —dijo Peter en voz baja.

—Lo sé —le dije. Lo palmeé un par de veces y, a continuación, saqué las llaves de mi bolso—. ¿Estás bien?

—Sí —dijo. Sus ojos perdieron el enfoque, y pude ver que no lo estaba. Sabía con exactitud lo que era el perderse en un mal recuerdo, e incluso cerca de un año después, el sólo mencionar el accidente envió a Peter por el hoyo del conejo.

—Tengo una botella de Crown en mi apartamento y un poco de carne del almuerzo. Vamos a beber mientras nos hacemos bocadillos de jamón.

Una de las comisuras de la boca de Peter se elevó. 

—Eso suena bastante impresionante.

—¿Verdad que sí? Vámonos. ¡Nos vemos mañana, Hazel! —grité.

Peter me siguió hasta mi apartamento y fui directamente al gabinete del licor. 

—¿Crown y Coca-Cola o simplemente Crown? —le dije desde la cocina.

—Sólo Crown —dijo detrás de mí. Salté, y luego se rió—. Jesús, me asustaste.

Peter logró una pequeña sonrisa. 

—Lo siento.

Lancé la botella al aire con la mano izquierda y la atrapé con la derecha, y luego serví tragos dobles en dos vasos.

La sonrisa de Peter se amplió. 

—Es bastante genial tener un barman personal.

—Me sorprende que aún pueda hacerlo. He tenido demasiados días libres. Para el momento en que vuelva a trabajar el miércoles, probablemente olvidaré todo. —Le entregué un vaso y choqué el mío con el suyo—. Por Crown.

—Por arruinar las cosas —dijo, su sonrisa desvaneciéndose.

—Por sobrevivir —dije, presionando el vaso contra mis labios y echando la cabeza hacia atrás.

Peter hizo lo mismo. Tomé su vaso vacío y nos serví otro. 

—¿Quieres emborracharte totalmente, o terminar borracho hasta vomitar?

—Lo sabré cuando llegue allí.

Le entregué el vaso, cogí la botella, y conduje a Peter al sofá de dos plazas. Levanté mi vaso. 

—Por los segundos empleos.

—Por pasar más tiempo con gente impresionante.

—Por los hermanos que te hacen la vida imposible.

—Brindo por esa mierda —dijo Peter, bebiéndose su chupito—. Amo a mis hermanos. Haría lo que fuera por ellos, pero a veces me siento como si fuera el único al que le importa una mierda papá, ¿sabes?

—A veces me siento como si fuera la única a la que no le importa una mierda el mío.

Peter alzó la mirada de su vaso vacío.

—Es de la vieja escuela. No puedes responderle. Ni opinar. Ni llorar cuando golpea a mi madre.

Los ojos de Peter se estrecharon.

—Ya no lo hace. Pero solía hacerlo. Eso nos arruinó cuando éramos niños, ¿sabes? El que ella se quedara. El que aún pudiera amarlo.

—Maldita sea. Eso es horrible.

—¿Tus padres se amaban? —le pregunté.

El más pequeño indicio de una sonrisa tocó los labios de Peter. 

—Como locos.

Mi expresión reflejaba la suya. 

—Me encanta eso.

—Así que… ¿qué tal ahora?

—Todo el mundo actúa como si nada hubiera pasado. Ha mejorado, así que cualquiera que no finja que ella no tenía que pasarse tiempo extra en las mañanas cubriendo sus contusiones es el malo. Así que… yo soy la mala.

—No, no lo eres. Si alguien hubiera lastimado a mi madre… incluso si hubiera sido mi padre… Nunca le perdonaría. ¿Se ha disculpado?

—Nunca —le dije sin dudarlo—. Pero debería. Con ella. Con nosotros. Con todos nosotros.

Él extendió su vaso esta vez. Le serví uno solo, y extendimos los vasos de nuevo.

—Por la lealtad —dijo.

—Por huir —le dije.

—Brindo por eso —dijo, y ambos bebimos hasta el fondo.

Empujé las rodillas hasta mi pecho, y apoyé la mejilla en una de ellas, mirando a Peter. Sus ojos se estaban casi ocultos por la visera de la gorra roja. Tenía hermanos que eran gemelos, pero los cuatro más jóvenes podrían haber sido cuatrillizos.

Peter alargó un brazo hacia mi camisa y me atrajo hacia su pecho. Me envolvió en sus brazos y me estrechó. Noté que en el interior de su antebrazo izquierdo había una marcada escritura que deletreaba DIANNE, y unos cuantos centímetros más abajo, en fuente mucho más pequeña cursiva, decía MACKENZIE.

—¿Eso es…?

Peter giró su brazo para que tuviera una mejor vista. 

—Sí. — Permanecimos en silencio por un momento, y luego continuó—. Los rumores no son ciertos, ya sabes.

Me senté y lo despedí con un gesto. 

—No, lo sé.

—Es sólo que no podía volver allí con todo el mundo mirándome como si yo la hubiese matado.

Negué con la cabeza. 

—Nadie piensa eso.

—Los padres de Mackenzie sí.

—Tienen que culpar a alguien, Peter. A alguien más.

El teléfono de Peter vibró. Lo levantó, echó un vistazo a la pantalla y sonrió.

—¿Cita caliente?

—Shepley. Thiago tiene una pelea esta noche. En Jefferson.

—Genial —le dije—. Cada vez que programan una en una noche en la que el Red está abierto, está vacío.

—¿En serio?

—Supongo que no lo sabías, ya que siempre vas con ellos.

—No a todas ellas. No voy a ir esta noche.

Levanté una ceja.

—Tengo mejores cosas que hacer que mirar a Thiago patearle el trasero a alguien. Una vez más. Además, no tiene ningún movimiento que no haya visto.

—Correcto. Le has enseñado todo lo que sabe, estoy segura.

—Una tercera parte de todo lo que sabe. Ese pedazo de mierda. Le pateamos el trasero tantas veces mientras crecíamos que aprendió todo para evitar ser golpeado. Ahora puede ganarnos a todos… al mismo tiempo. No es de extrañar que nadie le pueda ganar.

—Te vi pelear con Thiago. Tú ganaste.

—¿Cuándo?

—Hace más de un año. Justo después de que… te dijera que dejaras de beber antes de que murieras intoxicado y lo golpearas por ello.

—Sí —dijo, frotándose la parte posterior del cuello—. No estoy orgulloso de ello. Mi padre todavía no me deja olvidarlo, a pesar de que Thiago me perdonó al segundo en que se terminó la pelea. Amo a ese pequeño bastardo.

—¿Estás seguro de que no quieres ir a Jefferson?

Negó con la cabeza, y luego sonrió. 

—Así que… Todavía tengo Spaceballs

Me eché a reír. 

—¿Cuál es tu obsesión por Spaceballs?

Se encogió de hombros. 

—No lo sé. La vimos un montón de niños. Era algo que hacíamos como hermanos. Simplemente me hace sentir bien, ¿sabes?

—¿Simplemente la mantienes en tu coche? —pregunté con escepticismo.

—No, está en casa. Tal vez puedas ir. Y verla conmigo alguna vez.

Enderecé mi postura, creando más espacio entre nosotros. 

—Creo que esa es una idea horrible.

—¿Por qué? —preguntó con una encantadora sonrisa—. ¿No confías en ti estando a solas conmigo

—Estoy a solas contigo en este momento. Ni siquiera me preocupa eso.

Peter se inclinó, a sólo unos cuantos centímetros de mi cara. 

—¿Es por eso que acabas de alejarte? ¿Porque no estás preocupada por estar cerca de mí?

Sus cálidos ojos castaños cayeron a mis labios, y su aliento era lo único que podía escuchar hasta que la puerta principal se abrió.

—Te dije que no mencionaras a los Vaqueros de Dallas. Papá odia a los Vaqueros de Dallas.

—Son el equipo de fútbol de Estados Unidos. Es antiamericano odiar a los Vaqueros.

Cande giró sobre sus talones y Vico se echó hacia atrás. 

—¡Pero no tenías que decirle eso a él! ¡Jesús! —Cande se volteó para mirarnos a Peter y a en el sofá. Yo me encontraba inclinada hacia atrás, y Peter hacia adelante.

—Oh —dijo con una sonrisa—. ¿Interrumpimos algo?

—No —dije, alejando a Peter—. Para nada.

—Parece como si… —comenzó Vico, pero Cande volvió su ira contra él de nuevo.

—Sólo… ¡Deja de hablar! —gritó, y luego se retiró a su habitación, con Vico siguiéndola rápidamente.

—Genial. Probablemente van a estar peleando toda la noche —le dije.

—Sólo… ¡Vete a casa! —dijo Cande, cerrando de golpe la puerta de su dormitorio. Vico dio vuelta en la esquina, luciendo angustiado.

—Mira el lado bueno —le dije—. Si no le gustaras, ella no estaría molesta.

—Su papá pelea sucio —dijo Vico—. No dije una mierda hasta que habló de Agustín durante una hora. Entonces traté de cambiar de tema; no pude resistirme.

Peter se echó a reír, y luego miró a Vico. 

—¿Puedes darme un aventón a casa? Hemos bebido un poco.

Vico hizo tintinear sus llaves. 

—Claro, hombre. Vendré por la mañana para humillarme, por si deseas recoger tu coche.

—Dulce —dijo Peter. Se puso de pie, revolvió mi cabello con sus dedos, y luego agarró sus llaves—. Nos vemos mañana en el trabajo.

—Buenas noches —le dije, alisando mi cabello.

—¿Llegaste a algún lado con ella, hombre? —dijo Vico, más fuerte de lo necesario.

Peter se rió. 

—Tercera base.

—¿Sabes lo que odio? —le pregunté—. A ti.

Peter corrió hacia mí y me giró, tendiéndose sobre mí y dejando que todo su peso me empujara hacia abajo. 

—De ninguna manera. ¿Con quién más puedes beber Crown directamente de la botella?

—Conmigo misma —le dije, gruñendo contra su pecho. Le di un codazo en las costillas, y se levantó con ayuda del respaldo del sofá, torpe y dramático.

—Exactamente. Nos vemos mañana, Lali.

Cuando la puerta se cerró, traté de no sonreír, pero fracasé.

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