Lali.
Tenía una cita con Peter. Una cita
de verdad, no un desayuno improvisado,
una cita real. Sólo nosotros. Estaba tan emocionada y nerviosa. Sin embargo, no
estaba segura de que ponerme. Así es como debió haberse
sentido Euge cuando planeaba salir con Tacho.
—Puedes
usar los shorts y sujetador, pero estoy pensando que la ropa será necesaria
para dónde vas a ir esta noche —dijo Rochi mientras entraba en la habitación a
través de nuestro cuarto de baño contiguo sin llamar.
—Graciosa
—le contesté frunciéndole el ceño—. No puedo decidir qué ponerme. Me dijo que
podía vestirme como yo quisiera, pero eso no es muy útil.
—Estoy segura a que no se refería
a que usaras poca ropa —Rochi arrastró las palabras mientras se dejó caer sobre
mi cama.
—¿Tú
crees? Gracias por la pista. Pensaba en desfilar en mi ropa interior toda la
noche.
Rochi se rió.
—Pensándolo
bien, probablemente le gustaría. Sin embargo, me inclino por usar más ropa.
—¿Debo
llevar ropa casual o elegante? ¿Cuál preferirá? —Le pregunté a Rochi escaneado
mi armario limitado.
—¿Quieres mi sincera opinión?
Eché un vistazo hacia ella por encima de mi hombro.
—Sí, la quiero. Lo conoces mejor que yo.
Rochi asintió con la cabeza a los tacones rosa.
—Está bien, usa ese vestido rosa con esos tacones
de color rosa. Será un charco a tus pies.
¿El
vestido rosa? ¿En serio? Ni siquiera estaba segura de por qué tenía ese vestido. Nunca lo usé
antes. Llegué a la percha y lo saqué. Era sexy y a la vez inocente. Podría ser
un poco elegante, pero él no dijo que no podría usar algo elegante. Recordé
cómo él recogió esos tacones y los mantenía como si fueran preciosos. Tal vez
tenía algo con los tacones de color rosa.
—Si te pones eso
él no será capaz de concentrarse. Puedo apostártelo.
Rochi le conocía bien. Me quedé con su opinión.
—Está bien. Si tú lo dices.
Dos
horas más tarde estaba depilada, desplumada, vestida y lista cuando alguien
llamó a mi puerta. ¿Quién era? Tenía que encontrarme con Peter en la sala en cinco minutos. Euge seguía con Tacho.
Habían acordado comer juntos, según sus muchos mensajes de texto. Rochi me
había sacado de apuros después de que empecé a pintar mis uñas de los pies.
Ella me ayudó lo más que había podido.
Abrí la
puerta y Peter se quedó allí, en un par de pantalones color caqui, una camisa
azul marino de vestir que se dejó abierta en el cuello y, por supuesto, sus
botas, con una docena de rosas rojas. Se quedó con la boca abierta. Su expresión de sorpresa cuando vio lo que llevaba
puesto no me pasó desapercibido. ¿Qué era lo que le sorprendió? ¿Qué podía
vestirme bien?
—Lali, tú, uh, guau. Yo, me gustas mucho en rosa.
Me encantó ese lado de él. El lado
no tan fresco y confiado. El que era
vulnerable. Señalé las rosas.
—¿Son para mí?
Miró las flores olvidadas en la mano y se echó a
reír.
—Sí, lo son —Las ofreció
para que yo las tomara y me di cuenta que era la primera vez. Ningún hombre
jamás me había comprado rosas.
—Gracias
—le contesté dando un paso atrás para dejarle entrar. Si hubiera sido visto en la sala, entonces alguien le hubiera dicho
algo a estas alturas. Quería poner mis primeras rosas en agua antes de irnos y
dejarlas en la sala era una mala idea. Podrían llevárselas. No tenía un florero aquí. Recorrí la habitación para
encontrar algo en que poner mis rosas.
—¿Qué
hay de esto? —dijo Peter caminando hacia mi mesa y tomando un lapicero vacío
que Euge insistió en que compráramos para que coincidiera con nuestros otros
artículos de escritorio. Era perfecto.
—¡Sí!
Finalmente resulta útil —Tomé el lapicero y fui al cuarto de baño para
limpiarlo y llenarlo con agua. Cuando entré a la habitación Peter estaba de pie
frente a mi tablón de anuncios, mirando las fotos que yo había clavado allí desde el instituto. Varias tenían a Nico en
ellas. Pocas tenían a mi madre, pero
la mayoría eran sólo Euge y yo.
No tenía muchas fotos de mis años en el instituto.
Especialmente mi último año. No había nada. A veces ni siquiera podía
recordar cosas como mi fiesta de graduación o que veíamos en clases. Todo parecía
borroso. Mi madre decía que era el trauma de perder a Nico lo que afectaba mis
recuerdos. Euge sentía lo mismo, por lo que
tenía sentido. Ella había perdido a su novio, pero las dos habíamos perdido a
un mejor amigo.
—Ese es Nico
—le expliqué cuando me acerqué a su lado—. Él era el novio de… Euge y un buen amigo mío.
Murió el año pasado.
Peter
asintió con la cabeza. Había una tristeza allí, casi como si entendiera ese
tipo de dolor. ¿Y si hubiera perdido a alguien también?
—Estoy seguro de que fue difícil.
Sí, fue horrible.
—Odio la
muerte. Es algo trágico que viene para todos. Algunos antes que otros.
Peter
tensó los hombros y él se alejó de mí. ¿Qué había dicho? Esto no era de lo que
yo quisiera estar hablando esta noche. La muerte era tan morbosa y triste.
—Lo siento. No debí haber
comenzado un tema tan triste.
Vi como Peter
miraba por la ventana en vez de mirarme. Él lidiaba con algo. Me hubiera
gustado saber qué era lo que quería. Después de lo que parecieron varios minutos, pero fueron sólo segundos, en
realidad, volvió su atención hacia mí.
—La muerte no puede evitar lo que el destino
decide.
Eso fue
mucho más profundo que cualquier cosa que yo esperaba que saliera de su boca.
Tenía razón, pero aun así. Asentí con la cabeza.
—Eso es
cierto. Supongo que no se puede culpar a la muerte de la tragedia. El destino
no es algo que alguien puede controlar.
Peter dejó
escapar un profundo suspiro. El tipo debió haber tenido que lidiar con la
muerte demasiadas veces en su vida. Así se
hace, Lali. Trae a
colación algo molesto y arruina el estado de
ánimo.
—¿Estás
lista? —preguntó finalmente, rompiendo el incómodo silencio.
—Sí.
Peter me hizo señas para que indicara el camino y abrió la puerta para
mí. Me aseguré de que no hubiera nadie cerca antes de que él me siguiera. La
tensión en el ambiente que nos rodeaba era espesa. Sabía que era mi culpa, pero
no sabía que decir. Yo tampoco podía obligarlo a explicarme lo que había dicho
mal o dejar pasar esto por temor a arruinar nuestra noche. Tal vez se abriría
voluntariamente en otra ocasión.
Cuando salimos
al estacionamiento, estaba a punto de ofrecerle
usar el coche de Euge cuando vislumbré una limusina esperando en la
acera. Peter me dedicó una sonrisa torcida.
—No podía
hacer que montaras la parte trasera de una motocicleta en un vestido y tacones.
¿Cómo supo que yo usaría un vestido y tacones?
—Rochi —respondió sin que yo le preguntaba.
—Ah, eso
tiene sentido, pero Euge me dijo que podía usar su coche. Sé que tu moto y mi vestido no harían una buena
combinación.
—Esto será más divertido —me guiñó
un ojo, abrió la puerta, y me ayudó a entrar. El conductor no salió. Pensé que
era extraño, pero yo no lo cuestioné.
Peter.
Tener a Lali
sentada a mi lado y con ese vestido rosado que tanto me gustaba y mostrando sus
piernas alivió el dolor en el pecho causado por sus palabras sobre odiar a la
muerte. Ella no sabía lo que decía, y en su mente la muerte era un evento, no
un ser. La mayoría de los seres humanos lo ven de esa manera. Mi trabajo no
trae fama ni popularidad. Trae las almas.
La cosa que los humanos
más aprecian, sin embargo yo se
las quito.
Lali
perdió a Nico. Odiaba a la muerte, lo culpaba de esa pérdida, a pesar de que no
fue culpa de la Muerte.
—Entonces, ¿puedes decirme a dónde vamos? —preguntó. Pude ver la mirada
de preocupación en sus ojos. Necesitaba deshacerme de toda la tensión. Ella se
sentía mal y yo no quería arruinar la noche sólo porque dijo que me odiaba. No lo había querido
decir. No sabía lo que causaba en mí que no pudiera recordarme. No ser capaz de
ver que el amor y la devoción de sus ojos hacían que todos los días parezcan sombríos.
—Llegaremos
pronto. ¿Siempre eres tan impaciente? —Le sonreí y relajé los hombros para que
supiera que yo le estaba tomando el pelo. Yo la había disgustado con mi reacción antes.
—Sí, de hecho, lo soy —respondió.
—Puedo
hacer que el conductor nos pasee un poco más sólo para divertirme.
Lali me empujó con el hombro.
—No me subestimes. Puedo hacerte pagar
por esto. Y con mucho gusto le creí.
—¿Eso
crees? Quiero verte intentarlo, sería el punto culminante de mi año.
Lali levantó ambas cejas y con una
mirada desafiante, se agachó para quitarse los tacones. ¿Qué diablos? Los puso
en el asiento frente a nosotros y luego volvió su atención hacia mí.
—¿Estás seguro de esto? Porque mi tamaño puede ser
engañoso.
—Si lo
que quieres decir es que estás a punto de saltar sobre mi cuerpo, entonces, por
favor, Lali, por supuesto, adelante.
Su rostro se puso rojo brillante
al instante. Maldición. Iba a retractarse.
—Uh
—dijo mirándome como si no estuviera segura de cuál sería su próximo paso.
—Estabas
a punto de demostrar cuan fácil es hacerme pagar. No te pongas tímida ahora,
después de que me has emocionado.
Lali
agachó la cabeza y dejó escapar una pequeña risa. Me aproveché de la situación y me moví rápidamente y la coloqué
en el asiento mientras me ponía sobre ella antes de que supiera lo
que estaba pasando.
—Te
tengo. ¿Y ahora qué vas a hacer? —Le pregunté cuando la mirada de asombro se
convirtió en un destello calculador.
Ella se inclinó y cubrí mis labios
con los de ella antes de que supiera
lo que planeaba hacer. Sus dientes blancos mordieron mi labio inferior y su lengua
dio un golpe pequeño antes de introducirse en mi boca muy ansiosa. Tenía sus manos sobre
mi pecho y se movieron hacia abajo, ahuyentando cualquier pensamiento lógico.
Sólo
podía concentrarme en una cosa: Lali y cómo se sentía, su sabor, y los pequeños
sonidos viniendo de su garganta.
Sus
manos me empujaron hacia atrás y sus piernas alrededor de mi cintura. Me moví
hacia atrás, trayéndola conmigo, y ella movió su cuerpo hasta que estuvo a horcajadas sobre mí. Enterré mis
manos en su pelo mientras apretaba los costados de su cintura para lentamente
alejarla. La sonrisa triunfante en su rostro era adorable.
—¿Quién
está en la cima ahora? No me subestimes —dijo con voz ronca.
Si no
estuviera ya completamente enamorado por esta mujer, lo estaría ahora. Esta era
mi Lali.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenten, todas sus opiniones cuentan:3