Lali.
¿Él habló en mi cabeza, o me volví completamente loca? No fui capaz de
concentrarme en nada de lo que mi
profesor de cálculo dijo. Por suerte, era una breve
bienvenida y una visión general del plan de
estudios. Luego nos despidió. Estaba segura de que me perdí algo importante,
pero Peter Lanzani se encontraba a mí lado. Todas las miradas femeninas en la habitación se
centraron en él y mi cuerpo
cosquilleaba cada vez que rozaba su brazo contra el mío, y a mí parecer pasaba
mucho. Casi como si fuera a propósito, se aseguró de hacerlo lo suficiente como
para mantenerme agotada.
Mi
mochila seguía colgada en su brazo cuando nos fuimos, por lo que me vi obligada
a soportar a todas los fans que lo detuvieron para preguntarle acerca de su
concierto, deslizarles su número y prometerle todo, desde una garganta profunda
a un espectáculo de desnudos. Si no fuera por el hecho de que él cargaba mi
mochila y que yo quería ver si seguía hablando en mi cabeza, me hubiese ido y
lo habría dejado con sus admiradoras.
—Sígueme —dijo Peter mientras me
tomaba del brazo y me apartó una chica en mitad de su frase. Tuve que correr
para seguirle el paso mientras me conducía hacia un gran árbol de roble detrás
del edificio. Había una mesa de picnic debajo de él. ¿Se está escondiendo?
—No me
notarán desde aquí atrás —explicó, asegurándose que el árbol bloqueara la vista
de los demás antes de sentarse en la mesa de picnic. Algo sobre verlo allí
sentado me pareció familiar. Casi como si estuviera experimentando un déjà vu. Sonrió como si hubiera leído mi pensamiento.
—Me
sorprende que te hayas ido y huido de la última chica. Si la hubieras traído
aquí, seguramente hubieras conseguido algo de acción. Ella se disponía a ofrecerte tu primogénito.
Peter rió y sacudió la cabeza.
—Voy a pasar. No es mi tipo.
Hasta
ahora no estaba segura de cuál era su tipo. No sólo parece acecharme, sino que
no lo había visto con nadie más. ¿Era porque yo era un desafío?
—¿Por qué el interés en mí? Si te ofrezco desnudarme, ¿huirás? ¿Soy el
único juguete con el cual nunca has jugado? —Me aseguré de sonreír mientras
hice la pregunta. No quería sonar como una idiota, pero realmente
quería saber por qué yo. Había un montón de chicas disponibles
más que dispuestas a hacer lo que él quisiera, cuando quiera. Peter dejó caer mi mochila en los tablones de madera
de la mesa y lentamente se puso de pie. Sus ojos se fijaron en mí y la
intensidad de su mirada casi me asustó. A veces sus ojos no parecían reales.
Parecían antinaturales… maravillosamente antinaturales e inquietantes.
—Entiende
esto, Mariana Espósito —comenzó con una voz sexy y profunda—, si alguna vez te
ofreces a desnudarte para mí, entonces tendrás mi completa atención.
Oh Dios mío.
Tragando
saliva me las arreglé para dar un asentimiento de cabeza. Peter no retrocedió,
sino que se acercó más hasta que quedé presionada contra el árbol.
—No eres un
juego. Nunca serás un juego para mí —dijo mientras trazaba mi mandíbula con la
punta de su dedo. El anhelo en sus ojos era demasiado fuerte. No tenía ningún
sentido. Acabábamos de conocernos ayer. ¿Por qué reacciono de esta manera
con él? ¿Y por qué mi
corazón se vuelve loco cuando está cerca?
—Ha pasado mucho tiempo. No
debería besarte —susurró antes de que su boca cubriera la mía. Sus palabras no
tenían sentido, pero desaparecieron en el fondo de mi mente, cuando su lengua
se deslizó en mi boca y el rico sabor extraño y decadente se burló de mis
sentidos. Mis manos volaron hasta
sus hombros y me aferré por mi querida vida. Mis rodillas se debilitaron y
necesité ayuda, pero sobre todo, sólo quería mantenerlo allí. Justo así. Aspiré el aroma cálido
y oscuro que me envolvió mientras su cuerpo me llenó. Sus
dientes rozaron mi labio inferior y gemí cuando sus labios empezaron a besar el
lugar detrás de mi oreja. El calor de su aliento cosquilleó mi piel. Agarrando
con fuerza su camisa, lo acerqué más. Una de sus rodillas se deslizó entre mis
piernas y se instaló entre ellas, causando que chispas de placer se dispararan
a través de mí.
—Ah
—grité cuando movió su rodilla hacia arriba. Mi cuerpo se estremeció en respuesta. Peter hundió la cabeza en la curva de mi cuello y el hombro. Su respiración pesada
acompañado por su repentino silencio me dijo que esto iba a terminar. No quería
que terminara pero por otra parte, la forma en que reaccioné ante un inocente
beso podría significar que no estaba lista para los besos de Peter Lanzani.
Empecé a moverme y sus brazos apretaron su agarre en mi cintura.
—No. Por
favor. Todavía no. Déjame disfrutar esto. —El sonido suplicante en su voz mientras
sus palabras fueron pronunciadas contra mi piel me obligó a hacer lo que me
pedía. ¿Quién podía decirle que no?
Su respiración pesada hizo correr pensamientos muy malos por mi cabeza. Sus brazos se deslizaron alrededor de mí y me acercó
a él mientras bajaba su rodilla, pero su pierna quedó allí, entre las
mías.
—¿Vendrás el viernes al concierto? Te quiero allí —dijo cuando
por fin levantó
la cabeza para mirarme.
No era
mi tipo. Él no era seguro. Pero no me importaba. Yo era una estudiante
universitaria. Había estado segura lo suficiente en mi vida. Ya era hora irme un poco hacia el lado salvaje.
—Sí, iré.
Peter
cerró los ojos con alivio y una sonrisa tiró de la comisura de sus labios.
—Estaba preparado para sobornarte. Fue más fácil de
lo que pensé —respondió.
—Sobornarme,
¿eh? Tal vez debería haberme hecho la difícil por más tiempo.
Peter bajó la mirada y estudió mis labios.
—¿Qué es lo que quieres, Lali? Sólo
pídelo.
Guau. Otra vez fue un poco intenso.
—Um, bueno, ahora quiero tomar una
siesta porque no dormí suficiente anoche. —Seguro no era la respuesta que él
esperaba, pero era cierto.
Peter dio un paso atrás y de pronto
sentí frío.
—No dejes que Rochi te haga
hacer cosas que no quieres.
Ella no necesita
dormir tanto como tú.
¿Se
relacionaban? Nada tenía sentido. Parecía cercana a él, pero no eran una pareja
o algo remotamente parecido a eso.
—Soy una chica grande. Puedo manejar a Rochi.
Peter dejó escapar una débil risa y asintió con la cabeza.
—Sí. Lo sé.
Peter.
—No te
recuerda tampoco. Esperaba que me olvidara. Pero, ¿por qué no te recuerda a ti?
—Sentí su llegada, pero esperé hasta que Lali estuvo lo suficientemente lejos
para darme la vuelta y mirarlo.
Pablo,
el espíritu vudú que una vez reclamó el alma de Lali, se encontraba de pie a varios metros de distancia de mí. Había
pensado que ir a buscarla con la
advertencia de poner fin a su mundo sería suficiente para mantenerlo alejado.
El chico estaba al borde de la estupidez.
—No te
concierne. Te sugiero que vuelvas a Vilokan y juegues con tus amigos allí. Mi
paciencia contigo se está acabando, príncipe Vudú.
Me miró y cruzó los brazos sobre el pecho.
—No
estoy haciendo nada malo. La dejé en paz. Sólo vine a ver si estaba bien. Antes
de que aparecieras, proteger a Lali era la única vida que conocía.
Pablo
había sido el ángel oscuro de Lali. Uno que ella no sabía que existía. Su
enferma y retorcida reclamación a su alma fue algo que hizo su padre, el vudú
señor de los muertos.
—Has
jodido el futuro de Lali lo suficiente. Ahora está aprendiendo lo que es vivir una vida humana
normal. Soy el único que necesita para asegurar su protección. No toleraré que
estés por aquí. Esto no es asunto tuyo.
Pablo comenzó a decir algo más cuando Rochi
apareció a mi lado.
—Bueno, mira qué demonios
ha traído el agua—dijo con un suspiro y se dejó caer sobre la mesa—.
¿Es necesario que te dé una lección para que aprendas? Porque voy a disfrutarlo
cada segundo.
La
mirada penetrante de Pablo se convirtió en una de odio cuando se enfocó en Rochi.
No había amor entre ellos dos.
—Ella no te recuerda tampoco —gruñó Pablo.
—Oh, mira, Peter. Sigue siendo tan
rápido como lo ha sido siempre. Que afortunados somos, ¿no?
—No me
iré hasta que uno de ustedes me explique lo que
le ocurrió a Lali —exigió Pablo.
Rochi se
rió y supe que su pequeña pelea de sarcasmos terminó. El príncipe Vudú presionó
los límites.
—Lali
está bien. Se está encontrando a sí misma sin la pretensión de la maldad en su
alma.
Pablo comenzó
a dar un paso adelante y Rochi se encontró cerca de su rostro en menos de una
décima de segundo. Se movió a una velocidad inhumana y miré a mí alrededor
rápidamente para asegurarme de que nadie la había visto.
—Da un
paso más en ese camino y te rebanaré en pedacitos —dijo entre dientes.
—Tienes
que irte. Esta
es la última advertencia.
Pablo no discutió. Se fue.
Rochi maldijo y se dio la vuelta para mirarme.
—Maldita sea. Tenía la esperanza de que se quedara aquí. Eso habría sido divertido. He estado esperando
patear su culo vudú desde hace
un año.
—Sería
algo divertido de ver —concordé—. Pero tenemos que irnos a trabajar. Ha habido un terremoto en Haití. Fue muy malo.
Rochi suspiró.
—Supongo que tendré que ir, esta vez.
Sorprendido por su falta de entusiasmo, me detuve y levanté una ceja.
—Oh, no me mires así. Me gusta ser una
universitaria. Es mucho más divertido que tratar con personas muertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenten, todas sus opiniones cuentan:3