Lali.
Estaba harta de este espacio. Incluso aunque las enfermeras fueran realmente agradables, extrañaba mi dormitorio. Me gustaba mi alfombra rosada mullida y mis muñecas Bratz. Le pregunté a mamá si podíamos ir a recogerlas, pero dijo que estaba muy lejos. No quiso dejarme por mucho tiempo, y yo tampoco quise que ella se fuera por durante un rato. Ahora que la Abuela regresó a casa para ver a su doctor, éramos solamente mamá y yo. Ella fue a conseguir algo de café y algo caliente para comer, me dijo. Sé que no durmió muy bien en la silla al lado de mí, que se convirtió en una cama. Pero me alegré de que se quedara.
De noche me da miedo. La habitación era muy oscura y a veces mi puerta se abría y nadie estaba allí. Mamá dijo que los fantasmas no eran reales, pero yo no estoy tan segura.
Ya extrañaba a la Abuela. Ella me lee un cuento cada mañana. Quise preguntarle a mamá si me podía leer una historia, pero sus ojos
se veían muy somnolientos. Metí la mano bajo mi almohada y saqué el bonito
alfiletero en forma de corazón que la abuela me
había dejado. Siempre me gusto
cuando lo llevaba puesto sobre sus camisas. Dijo que mi abuelo se lo dió el día
de su boda. Él le había dicho que ahora ella tenía su corazón. Eso era una
tontería, pero sonaba del tipo de cosas dulces. Yo lo tenía ahora, porque tenía
el corazón de la abuela. Siempre podría recordar que ella me amaba.
La puerta se
abrió y entró un chico que yo no conocía. Él no vestía de blanco o azul, así
que no era un médico o una enfermera. Su cabello negro era un poco largo al
frente, pero se ondulaba al final. Unos ojos realmente azules me estudiaron y lo miré fijamente de
vuelta. Tenía las pestañas largas como una niña, pero él
llevaba una chaqueta negra de cuero y vaqueros desaliñados y un par de botas
negras pero no eran muy femeninas. ¿Era el hermano mayor de alguien y se había perdido?
—Hola, Lali
—dijo con una voz cálida, profunda, que me hizo
sentir a gusto.
—Oye, ¿cómo sabes mi nombre?
Él se rió un poco.
—Porque vine para hablarte de algo.
—Se supone que no debo hablar con extraños —Contesté,
sacudiendo la cabeza y señalando mi dedo
hacia la puerta. A mamá le daría un ataque cuando regresara a la habitación. Le
daría un ataque cuando regresará y lo encontrara aquí.
—Eso está bien, pero yo no soy exactamente un
extraño. Tú me verás otra vez pronto. Estoy aquí para
explicarte algo y necesito que me escuches, ¿bien?
Asentí.
—Tu cuerpo está enfermo. Los médicos no van a ser capaces
de hacerlo mejor. Pero tu cuerpo es
sólo una cáscara. Eres un alma. Cuando éste
cuerpo se esté demasiado enfermo, el alma tendrá que dejarlo
y es aquí donde entraré. Estaré
aquí para sacarte de este cuerpo enfermo y luego te presentaré a una joven muchacha hermosa que te recordará a
una princesa de hadas. Ella te llevará a un lugar donde te darán un nuevo
cuerpo.
—Pero, ¿cómo me conocerá mi mami si estoy en un cuerpo
diferente? Ella solamente conoce este cuerpo.
—Eso es verdad. Ves, la vida que tienes ahora morirá. ¿Te
acuerdas de cuando tu abuelo murió?
Asentí.
—Bueno, su alma dejó ese cuerpo, fue enviado arriba y se
le ha dado un nuevo cuerpo. Una nueva
vida. Su siguiente vida, su alma estará cerca
del alma de su mamá y las almas de todas las personas que amas. Las almas se unen en cada vida. No recordarás
esta vida, pero tu alma recordará las almas que ama.
Entonces, tendría que sentarme y esperar a mami en el
Cielo. ¿La volvería a ver otra vez?
—Bien.
El chico pareció feliz con mi respuesta.
—Buena chica.
Ahora, la próxima vez que me veas sabrás que es la hora. Vendrás conmigo. No
intentes quedarte con tu cuerpo, porque
quieres tener otra vida, ¿bien?
No entendí
realmente, pero asentí. Entonces recordé el bonito corazón de mi abuela. Lo
apreté fuerte y pregunté:
—¿Puedes tomar esto y dármelo después de que mi alma abandone mi cuerpo? Quiero tenerlo conmigo.
El chico
frunció el ceño y alcanzó el corazón de color rosa en mi mano extendida.
—Creo que podría hacer eso —Respondió.
Vi como lo deslizó en sus pantalones vaqueros.
La puerta se abrió y entró mi mamá.
—Oye, mi amor, te he
traído un poco de ese zumo de naranja que tanto te gusta —dijo con voz feliz.
Miré al chico y él puso su dedo sobre los labios, negó con la cabeza y luego se
fue.
***
—¿Qué es esto? —Le pregunté, levantando el vestido de seda extraña que había encontrado en mi cama cuando me desperté.
Pablo
dejó una bandeja llena de rosquillas, frutas, crema, pan, queso crema y tocino
antes de contestarme.
—Es el vestido
ceremonial que usarás esta noche.
—Umm, no, yo quiero mis pantalones vaqueros.
Pablo
apretó su mandíbula y se levantó.
—No, Lali, usarás lo que te diga que uses.
Estoy cansado de que seas tan difícil. Acuérdate que, si yo hacía los arreglos
para que el alma de Nico fuera entregada a un transportador, tú harías todo lo
posible para que esto funcione.
Bien,
mierda.
—No sabía que tú tendrías que escoger mi vestuario a partir de ahora,
eso es todo —Me quejé y dejé caer el vestido negro de nuevo a la cama y cogí
una rosquilla llena de crema.
—Lo sé,
y, normalmente, no va a ser así, pero hay ciertos momentos que tienes que usar
ciertas cosas. Este es uno de esos momentos. Estarás conmigo en posición de mi
princesa estando con Ghede.
—Pero parece una camisa de dormir —Argumenté.
—Se verá encantador en ti —respondió Pablo.
Volví a
mirar a la pieza de seda ofensiva. ¿Ghede hacía todo lo que tenía en su mano
para que fuera tan sexual?
—Te
cubrirá adecuadamente. Te lo prometo. Sin embargo, deberías sentirte cómoda con
tu carne. Aquí se venera y aprecia. Hay pocos que la ocultan. Lo único que
cubre la carne, está destinado a aumentar el atractivo, no a ocultarlo.
Quería
mis vaqueros. Ahora. Sólo de oírlo hablar de mi carne, puso mi piel de gallina.
Si esperaba que le enseñara mi cuerpo a su pervertido padre, estaba loco. Accedí
a hacer este trabajo, no en convertirme en una prostituta.
—Sólo hace falta tiempo para acostumbrarse.
—¿Cuándo
vamos a darle el alma de Nico a un transportista? — Realmente quería cambiar de
tema.
—Esta noche.
Bueno. Tenía la esperanza de que
fuera hoy. Tomando la copa de plata, me detuve y la levanté hacia Pablo.
—¿Qué
hay en esto?
—Zumo de uva. Es fresco y no se
parece a nada de lo que hayas probado —dijo Pablo, con una sonrisa divertida.
Dado a que estaría aquí por la
eternidad, tenía que empezar a confiar
en él. Puse la copa en los labios y tomé un sorbo tentativo. El jugo dulce
golpeó mi lengua y rápidamente bebí más. Tenía razón. No se parecía a nada que alguna vez haya probado.
El rico sabor despertó mis papilas gustativas y me sentí un poco mareada. Se
encendió la alarma en mi cabeza y rápidamente dejé la bebida y alcance el tazón de bayas.
—Fue un subidón de azúcar, Lali. Nada más
—dijo Pablo cuando alcanzó su copa.
Yo no
estaba tan segura de eso, pero también me encontraba algo paranoica. Con una
buena causa.
—¿Te gustaría visitar a Nico antes de que él se
marche?
—Sí, por
favor. —Me las arreglé para parecer amable en ese momento.
Evidentemente complacido, Pablo sonrió
intensamente.
Terminé
con mi desayuno, y esperé que Pablo tomara eso como una indirecta para irse. Él
había tocado la puerta y me preguntó si quería el desayuno, y luego me dio
tiempo apenas suficiente para deshacerme de la ropa que me había dado ayer por
la noche como mis pijamas. Las cuáles eran de franela, gracias a Dios.
Tuve un
sueño anoche, de un recuerdo, que absolutamente
no tenían que ver con Pablo. Él no
entró en mi cabeza. Soñé con el día que Peter
fue a mi habitación en el hospital, y yo le había dado mi broche. Las lágrimas
quemaron mis ojos al recordar el broche que ahora se encontraba al lado de mi cama. Era la única
cosa que lamentaba no haber traído conmigo.
—Me
llevaré esta bandeja, y volveré pronto. Tal vez finalmente podamos tener ese
recorrido —dijo Pablo en tono jovial. Tenía mucho para ser feliz. Había ganado.
—¿Podrías
enviar a Nico a verme? —Eso fue todo lo que realmente importaba.
Pablo asintió con la cabeza.
—Por supuesto.
Cerró la
puerta detrás de él y me pregunté si esto alguna vez iba a mejorar.
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