A la
altura de la multitud de un viernes por la noche en El Red, Thiago Lanzani se
dirigió hacia su lugar usual en mi estación, pavoneándose a través del bar como
lo hacía siempre: sexy, confiado y al mando de la habitación. Shepley estaba
con él, también la novia de Shepley, América, y otra chica —asumí que era de
quien hablaban el fin de semana anterior: la de primer año. Le hice saber al
tipo que se hallaba sentado en su asiento habitual, que él se acercaba. Su
amigo y él se corrieron sin ninguna protesta.
Thiago subió a su taburete. Ordenó
una cerveza, bebió la mitad en un par de tragos y luego se volvió para ver la
pista de baile. La de primer año se encontraba allí, bailando con América.
Tres
chicas se situaban de pie detrás de Thiago, rondando como admiradoras, esperando a que se volteara.
América
y su amiga regresaron, sonriendo y sudando. La de primer año era impresionante,
en eso concuerdo con Thiago. Tenía esa cosa especial que uno podría esperar de
una chica que por fin atrapara la atención de Thiago Lanzani, pero no lograba
precisar qué era. Había cierta confianza en sus ojos. Ella sabía algo que nadie
más sabía.
—Así va a ser toda la noche, Mare. Sólo ignóralas
—dijo Shepley.
América gruñó
y les echó un vistazo
a las tres mujeres que miraban a Thiago
y susurraban algo entre ellas.
No me sentía segura del por qué América estaba
tan enojada. No miraban a Shepley.
—Parece que hay una bandada de buitres —dijo
América.
Thiago
miró sobre su hombro para ver de quién hablaba América y en seguida se volvió,
tomando su cerveza. Encendió un cigarrillo y sopló una nube de humo. Me miró y
levantó dos dedos.
Esto
será interesante. Tomé dos Bud Lights
de la refrigeradora, quité las tapas
y las coloqué frente a Thiago.
Una de los buitres
tomó una, pero Thiago se la quitó.
—Uh… no es tuya — dijo,
dándosela a la de primer año.
Las esquinas de la boca
de la de primer año
se levantaron sólo
un poco antes de que tomara de la cerveza
durante unos segundos.
—¿Puedes
hacer un…? —comenzó Marty, el regular de Cande. Cande se hallaba al otro lado
del bar, teniendo una conversación intensa con Vico.
—Sí
—dije, interrumpiéndolo—. No te preocupes, Marty. Yo te cuidaré. — Mientras
servía el particularmente difícil trago de Warkinks para Marty, Thiago y la de primer año disfrutaban en la pista
de baile, haciendo una escena. Para el momento en que Marty terminó su trago, Thiago
ya la había enojado y ella se alejaba de él, dirigiéndose al bar.
Me
ofreció una media sonrisa y levantó un dedo. Tomé una cerveza, le quité la tapa
y la coloqué delante de ella. Se había tomado más de la mitad en el momento que
Thiago llegó hasta el bar. No era de extrañar que estuviera tan infeliz sobre
sus sentimientos. Los dos ya me cansaron y ni siquiera conocía su nombre.
Megan, el probado y verdadero plan
B de Thiago, apareció junto a él. — Vaya, pero si es Thiago Lanzani.
Megan no
causaba mucho drama, pero no era mi favorita. Además de Thiago había un par de
chicos a los que les gustaba perseguir. Pero nunca cuando ellos la querían y
nunca cuando estaban solteros. A ella le gustaba el reto de quitarle el hombre
a su novia y mujeres como esa son las enemigas de las parejas en todas partes.
—¿Qué está pasando? —dijo Cande en voz baja.
Justo
entonces, Thiago tomó a Megan de la mano hacia la pista de baile y comenzaron a
hacer el amor con ropa enfrente de Dios y todos los demás.
—Oh, Thiago —dije, decepcionada—. ¿Qué demonios
estás haciendo?
Thiago
no tenía cinco minutos de haberse ido antes de que Ethan Coats se acercara y
apropiara del taburete de Thiago. Se inclinó, inmediatamente poniéndose encantador. La de primer año apreció
la atención. No la habría culpado, si
la atención no proviniera de Ethan.
—Oh, eso no es correcto. ¡Aleja a ese baboso de
ella! —siseó Cande.
Todos
sabíamos lo que hizo Ethan y de lo que era capaz. Intentamos echarle a la
policía mientras estaba en el bar, pero no todas las chicas escuchan nuestras
advertencias.
Vi a Thiago aproximándose al bar y sus ojos fijos
en Ethan.
—No creo que tenga que hacerlo —dije.
Thiago
casi se paró en medio de ellos y después de un breve intercambio, Ethan se
alejó con la cola entre las piernas y Thiago y la de primer año iban de salida,
ambos aparentemente al borde de una guerra.
Cande sonrió.
—Creo que Thiago Lanzani acaba de encontrar
a su pareja.
—Creo que tienes razón —dije.
Una hora
completa desde la última llamada y ya estaba por delante de las propinas de
hoy. Cande se encontraba de buen humor, a pesar de que Vico se acercaba cada
tanto y detenía lo suficiente para que ella le dijera que no podía hablar.
Eché un
vistazo para ver a Peter tomar su cambio de carga de Tuffy, y le hice un gesto
de saludo y sonreí. Sin perder el pavoneo de los Lanzani, caminó hacia el bar
del este y se sentó directamente frente a mí.
—¿Whisky? —pregunté.
—Agua.
—¿Agua? —pregunté, incrédula.
—Te lo dije. Estoy tratando de ahorrar dinero.
—Agua será —dije.
Peter tomó un sorbo y luego
bajó el vaso, mirando alrededor.
—Vi a Thiago gritándole a una chica en el
estacionamiento.
—¿Oh? ¿Cómo resultó eso?
—Ella también le gritó.
No sé quién es, pero me gusta.
—A mí igual.
Peter miró fijamente el hielo flotando en
el vaso.
—Es algo raro. Verlo tratando de asentar cabeza.
—¿Eso es lo que crees que
está haciendo?
—Te ha hablado sobre ella, ¿cierto?
Asentí.
—Ahí tienes.
Lo miré por un rato. Algo no andaba bien
con él, sin embargo no logré ver que era.
—¿Hay algo de lo que desees hablar?
Meditó
por un momento.
—No. No tiene sentido. —Tomó otro sorbo de agua. Miró detrás de él y notó a alguien de pie junto
a las mesas de billar—.
Iré allí.
—De
acuerdo —dije. No debí haber estado decepcionada de que no se veía tan
interesado de hablar conmigo. Sólo hace unas semanas, había venido al Red por unos tragos, a pasar el rato con sus
hermanos, o a hallar un pedazo de culo. Pero mientras cruzaba la pista de baile
y tomaba un taco de billar, sus brazos se flexionaron mientras pulía la punta
del taco, una extraña sensación se apoderó de mí.
—¿Qué pasa con él? —preguntó Cande.
—No lo sé. Me alegra no ser la única que lo notó.
—¿Qué pasa contigo? Tenías
una mirada en tu rostro cuando él se alejó. ¿Te dijo algo?
—No —dije, negando con la cabeza—. No me lo
creerías si te lo dijera.
—Soy tu mejor amiga. Posiblemente ya lo sé.
—Es difícil de explicar… yo… acabo de tener esta
extraña y triste sensación. Como si Pitt y yo no fuéramos más amigos.
—Quizás es porque sabes que
finalmente él cree que son simplemente amigos.
—Tal vez. Quiero decir no —dije, retractándome.
—Lo
sabía, perra. Ni siquiera sé por qué lo intentas. —Se quedó detrás de mí y
envolvió los brazos alrededor de mi cintura, apoyando su barbilla en mi hombro.
Las dos
miramos mientras un par de chicas que acababan de llegar caminaron hacia la pared
oeste y rondaron alrededor de la mesa de billar de Peter. El par obviamente era
familiar con tinte de caja, pero por más que detestara admitirlo, las dos eran
asombrosamente hermosas. A los veinte minutos, se les unió una tercera chica.
No pasó mucho tiempo antes de que tuviera toda la atención de Peter, y él la
tenía contra la mesa de billar. Ella giraba un mechón de su largo cabello
castaño alrededor de su dedo, riendo como si Peter fuera la persona más
graciosa que había conocido. Sus risas podían escucharse por encima de la
música.
—Jesús Cristo, estoy lista
para ir a casa —dijo Cande, volteándose para colocar su cien en mi hombro.
—Yo también —dije, mirando a Peter inclinarse más
cerca del rostro de la chica.
Incluso
desde el otro lado de la habitación, conseguí ver que tenía labios de súper
modelo y ojos seductores. Él la miraba, sonriendo. Era algo repugnante lo cerca
que se hallaban. Nunca la había visto, así que probablemente venía desde el
Estado Suroeste. Era muy probable que Peter nunca la hubiera visto y en menos
de media hora, estuvieran a centímetros de distancia.
Peter
puso las manos en la mesa de billar y su trasero se recostaba apretadamente
entre ellas. Ella se inclinó hacia su oído y susurró.
Cinco
minutos antes de la última llamada, entró una bulliciosa multitud y vino hacia
el bar este pidiendo bebidas, a pesar de que muchos de ellos ya habían tenido
más de unas cuantas. Mientras comenzaba a volver al modo ocupada, tuve un
vistazo de Peter dirigiendo hacia afuera a la chica. Instantáneamente me sentí mal del estómago.
—¿Estás
bien? —me gritó Cande, quitándole la tapa a varias cervezas al mismo tiempo.
—Bien —dije. No estaba segura de sí podía
escucharme, pero no importaba.
Ella sabía la verdad.
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