miércoles, 17 de julio de 2019

Beautiful Oblivion: Capítulo 9

A la altura de la multitud de un viernes por la noche en El Red, Thiago Lanzani se dirigió hacia su lugar usual en mi estación, pavoneándose a través del bar como lo hacía siempre: sexy, confiado y al mando de la habitación. Shepley estaba con él, también la novia de Shepley, América, y otra chica —asumí que era de quien hablaban el fin de semana anterior: la de primer año. Le hice saber al tipo que se hallaba sentado en su asiento habitual, que él se acercaba. Su amigo y él se corrieron sin ninguna protesta.

Thiago subió a su taburete. Ordenó una cerveza, bebió la mitad en un par de tragos y luego se volvió para ver la pista de baile. La de primer año se encontraba allí, bailando con América.

Tres chicas se situaban de pie detrás de Thiago, rondando como admiradoras, esperando a que se volteara.


América y su amiga regresaron, sonriendo y sudando. La de primer año era impresionante, en eso concuerdo con Thiago. Tenía esa cosa especial que uno podría esperar de una chica que por fin atrapara la atención de Thiago Lanzani, pero no lograba precisar qué era. Había cierta confianza en sus ojos. Ella sabía algo que nadie más sabía.


—Así va a ser toda la noche, Mare. Sólo ignóralas —dijo Shepley.

América gruñó y les echó un vistazo a las tres mujeres que miraban a Thiago y susurraban algo entre ellas. No me sentía segura del por qué América estaba tan enojada. No miraban a Shepley.


—Parece que hay una bandada de buitres —dijo América.

Thiago miró sobre su hombro para ver de quién hablaba América y en seguida se volvió, tomando su cerveza. Encendió un cigarrillo y sopló una nube de humo. Me miró y levantó dos dedos.


Esto será interesante. Tomé dos Bud Lights de la refrigeradora, quité las tapas y las coloqué frente a Thiago.


Una de los buitres tomó una, pero Thiago se la quitó. 

—Uh… no es tuya — dijo, dándosela a la de primer año.

Las esquinas de la boca de la de primer año se levantaron sólo un poco antes de que tomara de la cerveza durante unos segundos.

—¿Puedes hacer un…? —comenzó Marty, el regular de Cande. Cande se hallaba al otro lado del bar, teniendo una conversación intensa con Vico.

—Sí —dije, interrumpiéndolo—. No te preocupes, Marty. Yo te cuidaré. — Mientras servía el particularmente difícil trago de Warkinks para Marty, Thiago y la de primer año disfrutaban en la pista de baile, haciendo una escena. Para el momento en que Marty terminó su trago, Thiago ya la había enojado y ella se alejaba de él, dirigiéndose al bar.

Me ofreció una media sonrisa y levantó un dedo. Tomé una cerveza, le quité la tapa y la coloqué delante de ella. Se había tomado más de la mitad en el momento que Thiago llegó hasta el bar. No era de extrañar que estuviera tan infeliz sobre sus sentimientos. Los dos ya me cansaron y ni siquiera conocía su nombre.

Megan, el probado y verdadero plan B de Thiago, apareció junto a él. — Vaya, pero si es Thiago Lanzani.

Megan no causaba mucho drama, pero no era mi favorita. Además de Thiago había un par de chicos a los que les gustaba perseguir. Pero nunca cuando ellos la querían y nunca cuando estaban solteros. A ella le gustaba el reto de quitarle el hombre a su novia y mujeres como esa son las enemigas de las parejas en todas partes.

—¿Qué está pasando? —dijo Cande en voz baja.

Justo entonces, Thiago tomó a Megan de la mano hacia la pista de baile y comenzaron a hacer el amor con ropa enfrente de Dios y todos los demás.

—Oh, Thiago —dije, decepcionada—. ¿Qué demonios estás haciendo?

Thiago no tenía cinco minutos de haberse ido antes de que Ethan Coats se acercara y apropiara del taburete de Thiago. Se inclinó, inmediatamente poniéndose encantador. La de primer año apreció la atención. No la habría culpado, si la atención no proviniera de Ethan.

—Oh, eso no es correcto. ¡Aleja a ese baboso de ella! —siseó Cande.

Todos sabíamos lo que hizo Ethan y de lo que era capaz. Intentamos echarle a la policía mientras estaba en el bar, pero no todas las chicas escuchan nuestras advertencias.

Vi a Thiago aproximándose al bar y sus ojos fijos en Ethan.

—No creo que tenga que hacerlo —dije.

Thiago casi se paró en medio de ellos y después de un breve intercambio, Ethan se alejó con la cola entre las piernas y Thiago y la de primer año iban de salida, ambos aparentemente al borde de una guerra.

Cande sonrió. 

—Creo que Thiago Lanzani acaba de encontrar a su pareja.

—Creo que tienes razón —dije.

Una hora completa desde la última llamada y ya estaba por delante de las propinas de hoy. Cande se encontraba de buen humor, a pesar de que Vico se acercaba cada tanto y detenía lo suficiente para que ella le dijera que no podía hablar.

Eché un vistazo para ver a Peter tomar su cambio de carga de Tuffy, y le hice un gesto de saludo y sonreí. Sin perder el pavoneo de los Lanzani, caminó hacia el bar del este y se sentó directamente frente a mí.

—¿Whisky? —pregunté.

—Agua.

—¿Agua? —pregunté, incrédula.

—Te lo dije. Estoy tratando de ahorrar dinero.

—Agua será —dije.

Peter tomó un sorbo y luego bajó el vaso, mirando alrededor. 

—Vi a Thiago gritándole a una chica en el estacionamiento.

—¿Oh? ¿Cómo resultó eso?

—Ella también le gritó. No sé quién es, pero me gusta.

—A mí igual.

Peter miró fijamente el hielo flotando en el vaso. 

—Es algo raro. Verlo tratando de asentar cabeza.

—¿Eso es lo que crees que está haciendo?

—Te ha hablado sobre ella, ¿cierto? 

Asentí.

—Ahí tienes.

Lo miré por un rato. Algo no andaba bien con él, sin embargo no logré ver que era. 

—¿Hay algo de lo que desees hablar?

Meditó por un momento. 

—No. No tiene sentido. —Tomó otro sorbo de agua. Miró detrás de él y notó a alguien de pie junto a las mesas de billar—. Iré allí.

—De acuerdo —dije. No debí haber estado decepcionada de que no se veía tan interesado de hablar conmigo. Sólo hace unas semanas, había venido al Red  por unos tragos, a pasar el rato con sus hermanos, o a hallar un pedazo de culo. Pero mientras cruzaba la pista de baile y tomaba un taco de billar, sus brazos se flexionaron mientras pulía la punta del taco, una extraña sensación se apoderó de mí.

—¿Qué pasa con él? —preguntó Cande.

—No lo sé. Me alegra no ser la única que lo notó.

—¿Qué pasa contigo? Tenías una mirada en tu rostro cuando él se alejó. ¿Te dijo algo?

—No —dije, negando con la cabeza—. No me lo creerías si te lo dijera.

—Soy tu mejor amiga. Posiblemente ya lo sé.

—Es difícil de explicar… yo… acabo de tener esta extraña y triste sensación. Como si Pitt y yo no fuéramos más amigos.

—Quizás es porque sabes que finalmente él cree que son simplemente amigos.

—Tal vez. Quiero decir no —dije, retractándome.

—Lo sabía, perra. Ni siquiera sé por qué lo intentas. —Se quedó detrás de mí y envolvió los brazos alrededor de mi cintura, apoyando su barbilla en mi hombro.

Las dos miramos mientras un par de chicas que acababan de llegar caminaron hacia la pared oeste y rondaron alrededor de la mesa de billar de Peter. El par obviamente era familiar con tinte de caja, pero por más que detestara admitirlo, las dos eran asombrosamente hermosas. A los veinte minutos, se les unió una tercera chica. No pasó mucho tiempo antes de que tuviera toda la atención de Peter, y él la tenía contra la mesa de billar. Ella giraba un mechón de su largo cabello castaño alrededor de su dedo, riendo como si Peter fuera la persona más graciosa que había conocido. Sus risas podían escucharse por encima de la música.

—Jesús Cristo, estoy lista para ir a casa —dijo Cande, volteándose para colocar su cien en mi hombro.

—Yo también —dije, mirando a Peter inclinarse más cerca del rostro de la chica.

Incluso desde el otro lado de la habitación, conseguí ver que tenía labios de súper modelo y ojos seductores. Él la miraba, sonriendo. Era algo repugnante lo cerca que se hallaban. Nunca la había visto, así que probablemente venía desde el Estado Suroeste. Era muy probable que Peter nunca la hubiera visto y en menos de media hora, estuvieran a centímetros de distancia.

Peter puso las manos en la mesa de billar y su trasero se recostaba apretadamente entre ellas. Ella se inclinó hacia su oído y susurró.

Cinco minutos antes de la última llamada, entró una bulliciosa multitud y vino hacia el bar este pidiendo bebidas, a pesar de que muchos de ellos ya habían tenido más de unas cuantas. Mientras comenzaba a volver al modo ocupada, tuve un vistazo de Peter dirigiendo hacia afuera a la chica. Instantáneamente me sentí mal del estómago.

—¿Estás bien? —me gritó Cande, quitándole la tapa a varias cervezas al mismo tiempo.

—Bien —dije. No estaba segura de sí podía escucharme, pero no importaba.

Ella sabía la verdad.

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