domingo, 7 de julio de 2019

Existence #3: Capítulo 13

Peter.

El alma que amenazaba mi éxito recuperando a Lali apareció caminando fuera de su dormitorio mientras yo esperaba a que ella saliera. Levanté mi pierna sobre mi Harley y me puse de pie. ¿Qué demonios hacía él en su dormitorio?


—Rochi —dije en voz baja, sabiendo que me escucharía sin importar dónde se encontraba. Miré hacia la ventana de la habitación de Lali y parecía tener una buena razón para la tonta sonrisa en su cara. Ambas manos se volvieron puños y me dirigí hacia él. No estaba seguro de lo que iba a decir o hacer pero tenía que saber por qué estuvo en su habitación.

—Guau, disminuye la velocidad, vaquero. ¿A dónde vas? —Rochi me agarró del brazo cuando apareció a mi lado.

—A patear su arrepentido trasero —contesté y sacudí mi brazo de su agarre.

—No, no lo harás. Se supone que esto debe suceder, ¿Recuerdas? Sus almas tienen que conectarse, Peter. Tranquilízate de una jodida vez.

Lo sabía. Lo odiaba, pero lo sabía. 

—¿Por qué está saliendo de su dormitorio tan temprano en la mañana y en donde estabas tú, de todos modos?

Rochi sonrió. 

—Estoy segura de que no es nada parecido a lo que estás pensando. Lali ni siquiera está interesada en él. Y en cuanto a donde estaba… digamos que tu baterista es un chico feliz esta mañana.

—No te dejes llevar de nuevo. No puedes encariñarte, Rochi —advertí. Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de su edificio se abrió y Lali salió. Mi corazón saltó contra mi pecho por ella. Llevaba un par de pantalones demasiados cortos como para que los usara en público y su camiseta no dejaba nada a la imaginación. La vi fruncir el ceño y seguí  su mirada al chico que estaba esperándola. Al diablo las reglas. No me quedaría de pie aquí y la dejaría irse con él, especialmente vestida así.

—No, Peter —gritó Rochi detrás de mí, pero la ignoré y seguí caminando. No necesitaba un sermón cuando había estado jodiendo con el baterista, otra vez.

La mirada de Lali giró y sus ojos se encontraron con los míos. Una pequeña sonrisa tocó sus labios y mi pecho quería explotar en señal de alegría. Estaba feliz de verme. No le sonreía a él. Me sonreía a mí.

—¿Peter? —La sorpresa en su voz fue acompañada por un brillo de satisfacción en sus ojos.

—Buenos días —contesté tratando de pensar en una manera de convencerla a entrar y cambiarse sin sonar como un idiota.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Esperando verte.

Sus ojos se abrieron ampliamente y descubrí que involuntariamente hablé de nuevo con su alma. Tenía que dejar de hacer eso.

—Me levanté temprano y pensé en pasar por aquí y ver si querías desayunar conmigo.

Su sonrisa se desvaneció mientras su cerebro trabajaba a través de la confusión por haberme oído en su cabeza.

—¿Lali? ¿Vienes? —preguntó Gastón, manteniendo su distancia de nosotros. Lo puse nervioso, podía sentir su miedo.

Lali frunció el ceño y miró por encima de su hombro. 

—¿Ir a dónde?

Esa es mi chica. Buena respuesta.

—Pensé que iríamos a tomar un café y hablar, mientras ellos ya sabes… —Y apuntó hacia su cuarto.

Lali me miró y consideré seriamente la mendicidad. Ella apretó los labios y luego volvió los ojos hacia Gastón.

—Uh, en realidad pensé que ya te ibas. Estoy segura de que Tacho encontrará una manera de regresar. Euge tiene un coche.

Me elegía a mí. La necesidad de extender mi mano y abrazarla para enviarle una posesiva advertencia al chico era abrumadora, pero me mantuve a raya.

—¿Te vas con él? —preguntó con rudeza. Entrecerré mis ojos en su dirección y se puso rígido. Sí, esto era mejor que la advertencia.

—Sí, Gas, yo… eso no es asunto tuyo.

La estaría besando tan pronto como el infierno nos dejara solos. Gastón abrió la boca y un gruñido salió de mis labios. Se detuvo. Chico inteligente. Sacudiendo la cabeza, dio media vuelta y se alejó.

Alargué mi mano y entrelacé mis dedos con los de ella. 

—Vamos a comer.

Sonrió viendo nuestras manos y luego miró hacia mí. 

—Está bien. ¿A dónde?

La acerqué más a mí. 

—A donde quieras.

Miró alrededor y vio mi Harley aparcada al otro lado de la calle.

—¿Vamos a subir en eso? —preguntó.

—Sí, ¿te parece bien? Te prometo que estarás completamente segura.

Se mordió el labio inferior varias veces mientras contemplaba la Harley. Finalmente, asintió. 

—Sí, está bien, vamos.

Había traído conmigo un casco por si acaso accedía a acompañarme. Tirando de él desde el compartimiento trasero, lo puse en su cabeza y se lo até. Ella era adorable. En serio, debí haberle conseguido uno de estos antes. Se hubiera visto sexy montando conmigo cada mañana.

—¿Cómo me veo? —preguntó.

—Buena y ardiente.

Un rubor cubrió sus mejillas y agachó la cabeza para ocultarlo. Subí   a la motocicleta y sostuve mi mano hacia ella. 

—Ven aquí.

Deslizó su mano junto con la mía y la agarré mientras levantaba su pierna por encima de la motocicleta, deslizándose contra mi espalda. Cuando deslizó su brazo alrededor mí y sus manos se agarraron con fuerza de la camiseta que cubría mi estómago cerré los ojos y suspiré. Sí, esto era bueno. Realmente bueno.



Lali.

Montar en la parte trasera de una motocicleta  presionada  fuertemente contra Peter Lanzani era una de esas experiencias que todas las mujeres deberían tener antes de morir. Nada comparado con él.  Un olor exótico que sólo era suyo invadió mis sentidos. Mis manos y palmas se mantenían rozando sus abdominales y, oh, sus abdominales eran candentes. A diferencia de otros abdominales que había visto, los suyos eran muy, muy marcados.

Tenía más que un simple paquete de seis. Luché contra la necesidad de deslizar mis manos debajo de su camisa sólo para ver cómo se sentía su piel perfecta cubriendo su estómago. Por desgracia, nuestro viaje terminó demasiado pronto. Peter detuvo la motocicleta en un pequeño café que tenía un cartel anunciando su menú de desayuno al aire libre en una pizarra.

Peter descendió de la moto y me ayudo a bajar. Yo estaba un poco inestable, pero todo salió a mi favor porque él tomó mi cintura y  me levantó contra su pecho. Ahora sabía cómo se sentía su pecho. Estaba muy emocionada por conseguir estar cerca del estómago y su pecho.

—Me gustó eso… y mucho —dijo con un susurro sexy y bajo.

Tragué con dificultad y asentí. Bien, yo podría ser honesta. También me gustó mucho.

—Sí, a mí también —Miré hacia su estómago. Tenía muchas ganas  de verlo desnudo.

—¿Qué estas mirando, Lali? —El tono divertido de su voz no ocultaba el hecho de que estaba excitado.

Decidí ser valiente. 

—Me preguntaba cómo se ve tu estómago. Después de nuestro paseo tengo algunas ideas pero… —Me interrumpió.

Las manos de Peter apretaron mi cintura y tomó una respiración profunda. 

—Si quieres que me quite la camisa estaré más que feliz de hacerlo. Sin embargo, ¿podemos hacerlo cuando no haya gente alrededor de nosotros?

Asentí y presioné mis labios para evitar reírme. Le pedí a un hombre que se quitara la camisa. ¿Alguna vez hice algo así? Sencillamente se me escapó.

Él tomó mi mano y entramos en el pequeño y lindo café envuelto en deliciosos aromas. Peter eligió una mesa para dos en un rincón. Sacó la silla para mí y estaba segura que nadie me había hecho eso antes. Una vez que estuvo sentado se inclinó hacia el frente y sus ojos azules parecían a punto de tener esa mirada brillante que él casi siempre tenía.

—No sé cómo voy a comer ahora. Todo lo que puedo pensar es que  tú quieres que me quite mi camisa.

Riendo tontamente, me cubrí la boca y miré alrededor. El lugar estaba lleno, pero no demasiado. Teníamos un poco de intimidad donde nos encontrábamos sentados.

—Lo siento. No debí haber dicho nada.

Los ojos de Peter se dilataron, se acercó y tomó mi mano. 

—No, si quieres algo, pídemelo. Lo que sea.

Um. Bien, Uh. Eso fue un poco intenso. Pero comenzaba a acostumbrarme a la intensidad de Peter. Definitivamente, él estaba interesado en mí. No había duda. Me gustó mucho saber que yo le gustaba. Gastón no tenía ninguna posibilidad contra esto.

—¿Puedo ofrecerle algo de beber? —preguntó una voz alegre y tiré mi mano hacia atrás, sorprendida por la interrupción.

—¿Lali? —preguntó Peter mirándome en lugar de la camarera. Levanté mi atención a la chica que no me miraba en absoluto. Ella se comía a Peter con los ojos. No podía culparla. Ni un poco.

—Jugo de naranja, por favor —asintió y luego escribió mirando nostálgicamente a Peter.

—Leche —respondió él todavía observándome.

—Aquí están sus menús. Volveré en unos minutos para tomar su orden —dijo a Peter, quien la ignoro.

—Gracias —contesté.

Se fue y volví a mirar a Peter. 

—Me estas poniendo nerviosa —dije. 

Frunció el ceño y se recostó en su asiento.

—Lo siento.

Estupendo. Ahora parecía preocupado. ¿Cómo alguien puede hace  un minuto ser fuerte e intocable y en al otro segundo podía sentirse sensible y herido? Él era una gran contradicción.

—No te disculpes. No he podido bañarme y no tengo nada de maquillaje. No esperaba verte esta mañana, cuando Euge me echó del dormitorio sin nada más que esta ropa para ponerme.

Peter sonrió. 

—Te ves perfecta. Siempre lo haces —Luego hizo una pausa y se inclinó de nuevo—. ¿Por qué te echó Euge?

—Tacho vino a disculparse esta mañana. Nos despertó golpeando la puerta. Gastón estaba con él. De todos modos, no estoy segura de lo que le dijo para hacer que nos echaran. Estoy bastante segura de que iban a estar muy ocupados, por eso me lanzó la ropa y me dijo que me fuera.

—Eso explica lo de esta mañana. Me preocupaba que tuviera un poco de competencia.

¿Una competencia? ¿Por mí?

—No, ahora mismo me interesa pasar más tiempo contigo que con ellos.

La sonrisa de satisfacción que iluminó su rostro era digna de presumirse. Nuestras bebidas se colocaron delante de nosotros y noté que no había visto aún el menú. Peter explicó que necesitábamos unos minutos más.

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