Peter.
El alma que amenazaba mi éxito recuperando a Lali apareció caminando fuera de su dormitorio mientras
yo esperaba a que
ella saliera. Levanté mi pierna sobre mi Harley y me puse de pie. ¿Qué demonios hacía él en su dormitorio?
—Rochi
—dije en voz baja, sabiendo que me escucharía sin importar dónde se encontraba.
Miré hacia la ventana de la habitación de Lali y parecía tener una buena razón
para la tonta sonrisa en su cara. Ambas manos
se volvieron puños y me dirigí hacia él. No estaba seguro
de lo que iba a decir
o hacer pero tenía que saber por qué
estuvo en su habitación.
—Guau,
disminuye la velocidad, vaquero. ¿A dónde vas? —Rochi me agarró del brazo
cuando apareció a mi lado.
—A
patear su arrepentido trasero —contesté y sacudí mi brazo de su agarre.
—No, no lo harás. Se supone que esto debe suceder,
¿Recuerdas? Sus almas tienen que conectarse, Peter.
Tranquilízate de una jodida vez.
Lo
sabía. Lo odiaba, pero lo sabía.
—¿Por qué está saliendo de su dormitorio tan
temprano en la mañana y en donde estabas tú, de todos modos?
Rochi
sonrió.
—Estoy segura de que no es nada parecido a lo que estás pensando. Lali ni siquiera está
interesada en él. Y en cuanto a donde estaba… digamos que tu baterista
es un chico feliz esta mañana.
—No te
dejes llevar de nuevo. No puedes encariñarte, Rochi —advertí. Mis pensamientos
fueron interrumpidos cuando la puerta de su edificio se abrió y Lali salió. Mi
corazón saltó contra mi pecho por ella. Llevaba un par de pantalones demasiados
cortos como para que los usara en público y su camiseta no dejaba nada a la
imaginación. La vi fruncir el ceño y seguí
su mirada al chico que estaba esperándola. Al diablo las reglas. No me
quedaría de pie aquí y la dejaría
irse con él, especialmente vestida
así.
—No,
Peter —gritó Rochi detrás de mí, pero la ignoré y seguí caminando. No
necesitaba un sermón cuando había estado jodiendo con el baterista, otra vez.
La mirada de Lali giró y sus ojos se encontraron con los míos. Una
pequeña sonrisa tocó sus labios y mi pecho quería explotar en señal de alegría.
Estaba feliz de verme. No le sonreía a él. Me sonreía a mí.
—¿Peter?
—La sorpresa en su voz fue acompañada por un brillo de satisfacción en sus
ojos.
—Buenos
días —contesté tratando de pensar en una manera de convencerla a entrar y
cambiarse sin sonar como un idiota.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Esperando verte.
Sus ojos
se abrieron ampliamente y descubrí que involuntariamente hablé de nuevo con su
alma. Tenía que dejar de hacer eso.
—Me
levanté temprano y pensé en pasar por aquí y ver si querías desayunar conmigo.
Su
sonrisa se desvaneció mientras su cerebro trabajaba a través de la confusión por haberme oído en su cabeza.
—¿Lali?
¿Vienes? —preguntó Gastón, manteniendo su distancia de nosotros. Lo puse
nervioso, podía sentir su miedo.
Lali
frunció el ceño y miró por encima de su hombro.
—¿Ir a dónde?
Esa es mi chica.
Buena respuesta.
—Pensé que iríamos a tomar un café
y hablar, mientras ellos ya sabes… —Y
apuntó hacia su cuarto.
Lali me
miró y consideré seriamente la mendicidad. Ella apretó los labios y luego
volvió los ojos hacia Gastón.
—Uh, en
realidad pensé que ya te ibas. Estoy segura de que Tacho encontrará una manera
de regresar. Euge tiene un coche.
Me
elegía a mí. La necesidad de extender mi mano y abrazarla para enviarle una
posesiva advertencia al chico era abrumadora, pero me mantuve a raya.
—¿Te vas
con él? —preguntó con rudeza. Entrecerré mis ojos en su dirección y se puso
rígido. Sí, esto era mejor que la advertencia.
—Sí, Gas, yo… eso no es asunto tuyo.
La
estaría besando tan pronto como el infierno nos dejara solos. Gastón abrió la
boca y un gruñido salió de mis labios. Se detuvo. Chico inteligente. Sacudiendo
la cabeza, dio media vuelta y se alejó.
Alargué mi mano y entrelacé mis dedos con los de ella.
—Vamos a comer.
Sonrió
viendo nuestras manos y luego miró hacia mí.
—Está bien. ¿A dónde?
La acerqué más a mí.
—A donde quieras.
Miró alrededor y vio mi Harley aparcada al otro
lado de la calle.
—¿Vamos a subir en eso? —preguntó.
—Sí, ¿te
parece bien? Te prometo que estarás completamente segura.
Se
mordió el labio inferior varias veces mientras contemplaba la Harley.
Finalmente, asintió.
—Sí, está bien, vamos.
Había
traído conmigo un casco por si acaso accedía a acompañarme. Tirando de él desde
el compartimiento trasero, lo puse en su cabeza y se lo até. Ella era adorable.
En serio, debí haberle conseguido uno de estos antes. Se hubiera visto sexy
montando conmigo cada mañana.
—¿Cómo me veo? —preguntó.
—Buena y ardiente.
Un rubor
cubrió sus mejillas y agachó la cabeza para ocultarlo. Subí a la motocicleta y sostuve mi mano hacia
ella.
—Ven aquí.
Deslizó su mano junto con la mía y
la agarré mientras levantaba su pierna por encima de la motocicleta,
deslizándose contra mi espalda. Cuando deslizó su brazo alrededor mí y sus
manos se agarraron con fuerza de la camiseta que cubría mi estómago cerré los
ojos y suspiré. Sí, esto era bueno. Realmente
bueno.
Lali.
Montar
en la parte trasera de una motocicleta
presionada fuertemente contra Peter
Lanzani era una de esas experiencias que todas las mujeres deberían tener antes
de morir. Nada comparado con él. Un olor exótico que sólo era suyo invadió mis
sentidos. Mis manos y palmas se mantenían rozando sus abdominales y, oh, sus
abdominales eran candentes. A diferencia de otros abdominales que había visto, los
suyos eran muy, muy marcados.
Tenía más que un simple paquete de seis. Luché contra la necesidad de deslizar mis manos debajo de su camisa
sólo para ver cómo se sentía su piel perfecta cubriendo su estómago.
Por desgracia, nuestro viaje terminó demasiado pronto. Peter detuvo la
motocicleta en un pequeño café que tenía un cartel anunciando su menú de
desayuno al aire libre en una pizarra.
Peter
descendió de la moto y me ayudo a bajar. Yo estaba un poco inestable, pero todo
salió a mi favor porque él tomó mi cintura y
me levantó contra su pecho. Ahora sabía cómo se sentía su pecho. Estaba muy emocionada por conseguir estar cerca del estómago y su pecho.
—Me gustó eso… y mucho —dijo con un susurro sexy y
bajo.
Tragué
con dificultad y asentí. Bien, yo podría ser honesta. También me gustó mucho.
—Sí, a
mí también —Miré hacia su estómago. Tenía muchas ganas de verlo desnudo.
—¿Qué
estas mirando, Lali? —El tono divertido de su voz no ocultaba el hecho de que
estaba excitado.
Decidí ser valiente.
—Me preguntaba cómo se ve tu
estómago. Después de nuestro paseo tengo algunas ideas pero…
—Me interrumpió.
Las manos de Peter apretaron mi
cintura y tomó una respiración profunda.
—Si quieres que me quite la camisa
estaré más que feliz de hacerlo. Sin embargo, ¿podemos hacerlo cuando no haya
gente alrededor de nosotros?
Asentí y
presioné mis labios para evitar reírme. Le pedí a un hombre que se quitara la
camisa. ¿Alguna vez hice algo así? Sencillamente se me escapó.
Él tomó
mi mano y entramos en el pequeño y lindo café envuelto en deliciosos aromas. Peter
eligió una mesa para dos en un rincón. Sacó la silla para mí y estaba segura
que nadie me había hecho eso antes. Una vez que estuvo sentado se inclinó hacia
el frente y sus ojos azules parecían a punto de tener esa mirada brillante que él casi siempre tenía.
—No sé
cómo voy a comer ahora. Todo lo que puedo pensar es que tú quieres que me quite mi camisa.
Riendo
tontamente, me cubrí la boca y miré alrededor. El lugar estaba lleno, pero no demasiado.
Teníamos un poco de intimidad donde nos encontrábamos sentados.
—Lo siento. No debí haber dicho nada.
Los ojos
de Peter se dilataron, se acercó y tomó mi mano.
—No, si quieres algo,
pídemelo. Lo que sea.
Um. Bien, Uh. Eso fue un poco intenso. Pero comenzaba a acostumbrarme a
la intensidad de Peter. Definitivamente, él estaba interesado en mí. No había
duda. Me gustó mucho saber que yo le gustaba. Gastón no tenía ninguna
posibilidad contra esto.
—¿Puedo
ofrecerle algo de beber? —preguntó una voz alegre y tiré mi mano hacia atrás,
sorprendida por la interrupción.
—¿Lali?
—preguntó Peter mirándome en lugar de la camarera. Levanté mi atención a la
chica que no me miraba en absoluto. Ella se comía
a Peter con los ojos. No podía culparla. Ni un
poco.
—Jugo de
naranja, por favor —asintió y luego escribió mirando nostálgicamente a Peter.
—Leche —respondió él todavía observándome.
—Aquí
están sus menús. Volveré en unos minutos para tomar su orden —dijo a Peter,
quien la ignoro.
—Gracias —contesté.
Se fue y volví a mirar a Peter.
—Me
estas poniendo nerviosa —dije.
Frunció el ceño y se recostó en su asiento.
—Lo
siento.
Estupendo.
Ahora parecía preocupado. ¿Cómo alguien puede hace un minuto ser fuerte e intocable y en al otro
segundo podía sentirse sensible y herido? Él era una gran contradicción.
—No te disculpes. No he podido
bañarme y no tengo nada de maquillaje. No esperaba verte esta mañana, cuando Euge
me echó del dormitorio sin nada más que esta ropa para ponerme.
Peter
sonrió.
—Te ves perfecta. Siempre lo haces —Luego hizo una pausa y se inclinó
de nuevo—. ¿Por qué te echó Euge?
—Tacho
vino a disculparse esta mañana. Nos despertó golpeando la puerta. Gastón estaba
con él. De todos modos, no estoy segura de lo que le dijo para hacer que nos echaran. Estoy bastante segura de que
iban a estar muy ocupados,
por eso me lanzó la ropa y me dijo que me fuera.
—Eso explica lo de esta
mañana. Me preocupaba que tuviera un poco de
competencia.
¿Una competencia? ¿Por mí?
—No, ahora mismo me interesa pasar más tiempo
contigo que con ellos.
La sonrisa de satisfacción que iluminó su rostro
era digna de presumirse. Nuestras bebidas
se colocaron delante de nosotros y noté que no había visto aún el menú. Peter
explicó que necesitábamos unos minutos más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenten, todas sus opiniones cuentan:3