miércoles, 10 de julio de 2019

Existence #3: Capítulo 24

Lali.

Esperé fuera de la cafetería en una mesa con paraguas a que Gastón llegara. Pensé que si lo escupía todo aquí fuera y le daba  un tiempo para procesarlo entonces eso se resolvería. La Deidad lo había arruinado con este encuentro de almas gemelas. Si Gastón no me quería y yo no quería a Gastón, entonces no había ningún problema.


Peter estaba en algún lugar al otro lado de la calle, mirándome. Estuvo de acuerdo en que esto podría funcionar. Especialmente, si Gastón salía con otra chica. Pero Peter quería estar cerca y  sinceramente  me  sentía como si él acabara de regresar después de una separación  muy  larga. No quería que fuera a ninguna parte.

―Hola, Lali. Ya ordenaste. Te hubiera conseguido tu café ―dijo Gastón mientras sacaba la silla frente a mí.

―Necesitaba cafeína ―contesté.

―Te extrañé en la casa de la fraternidad anoche. No es nada divertido cuando no vienes conmigo.

Dejé mi taza sobre la mesa y lo miré con ojos fríos.

―Gas. Sé que te diviertes cuando no estoy allí. También sé que tienes toda esa diversión en la cama o donde sea que decidas hacerlo con Victoria. Está bien. No estoy enojada. Sólo quiero exponer todo aquí y llegar a algún tipo de conclusión.

Gastón se sentó allí con una mirada aturdida en su rostro. ¿Realmente no pensó que lo descubriría?

―No quiero terminar. Te quiero a ti. Sí, pude haberme enredado un poco con Victoria algunas veces pero eso es porque nunca vienes a nada relacionado con ATO. Soy el único hombre allí sin una cita. Victoria está siempre sobre mí. Después de unos tragos es difícil de rechazar.

Estoy segura de que en algún lugar de todo eso él tenía razón.

―Nuestros deseos y necesidades son muy diferentes. Necesitas cosas que no puedo darte o que no te quiero dar. Está perfectamente bien que las necesites. Conseguirlas de Victoria está bien para mí. Pero no quiero fingir que tenemos una relación cuando tienes sexo con otra persona.  No  tenemos una relación. Si alguien me invita a salir y quiero aceptar,  aceptaré.

Gastón frunció el ceño. 

―¿Quién te invitó a salir?

―Eso no viene al caso. Esto se trata del hecho de que tienes sentimientos hacia Victoria, porque me resulta difícil creer que sólo puedes querer acostarte con ella una y otra vez y no sentir nada.

Gastón puso los codos sobre la mesa y hundió la cabeza entre sus  manos. 

―No sé lo que está mal conmigo. Te quiero, Lali. Lo hago. Pero ella se me lanza y no puedo rechazarla.

Pobre hombre; él no tenía ni idea.

Estiré la mano y acaricié la suya. 

―Está bien. Tú la quieres; ella te quiere. Todo está bien. Simplemente disfruta de ser libre para estar juntos. No hay razón para ocultármelo.

Gastón levantó la cabeza y me miró. 

―Nunca has sido normal. La mayoría de las chicas estarían gritándome y vertiendo el café sobre mi cabeza. Tú sólo acaricias mi mano y me dices que mi actividad sexual está bien. Que vaya y disfrute.

Me eché a reír y me levanté. 

―Fuiste quién quiso que hubiera algo entre nosotros. No yo. Nunca sentí nada parecido al amor. Si lo hubiera sentido, entonces sí, estaría devastada. Pero sólo me gustas como un amigo, Gas. Quiero que seas feliz.

Gastón se echó hacia atrás en su silla. 

―Esto significa que no tengo otra oportunidad, ¿no?

¿Estaba bromeando? 

Negué con la cabeza. 

―No, yo diría que te quedaste sin oportunidades. Ese barco ha zarpado.

―¿Podemos seguir siendo amigos?

Eché un vistazo al otro lado de la calle y vi a Peter apoyado contra   un árbol. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y nos observaba de cerca. Sabía que él escuchó cada palabra.

―Podemos ser amigos desde lejos. No pasando el rato, simplemente saludándonos el uno al otro al pasar.

―Nunca voy a perdonarme por haberte perdido ―dijo Gastón.

―Creo que lo superarás. Hay alguien por ahí para ti. Alguien quien no te va a aburrir y que amará las mismas cosas que tú.

Él negó con la cabeza. 

―Es seguro que no es Victoria.

En cierto modo no estaba de acuerdo con él, pero no dije nada.

―Adiós, Gas ―dije por última vez, luego me volví y me dirigí a cruzar la calle. Peter me esperaba en el otro lado. Su sonrisa hizo todo perfecto. Saber que estaba allí y siempre lo estaría hizo que todo se sintiera bien.

Crucé la calle con los ojos fijos en él. La estridente bocina y el terror que llenó los ojos de Peter fueron la única advertencia que tuve.

―No, Lali. No te atrevas a salir de allí. Quédate ahí. No salgas de tu cuerpo.

Miré a Peter, quien parecía frenético. Sus ojos se llenaron de lágrimas no derramadas.

―¿Por qué estás tan molesto?

―¡NO! Dije que no dejes tu cuerpo. Lali vuelve allí ―rogó Peter.

―Ella lo dejó porque tenía que hacerlo, Peter. Toma el control y piensa en esto. Tú eres la Muerte, cálmate, maldición. ―La voz de Rochi me sorprendió. Tenía un  timbre  angelical que nunca había oído antes. Era casi gracioso escucharla maldecir.

―¿Alguno de ustedes me dirá por qué están molestos?

Las sirenas comenzaron a sonar y me di la vuelta para ver a una ambulancia dirigirse hacia nosotros. Las sirenas de la policía se unieron y de repente nos vimos rodeados por un enjambre de personas. Dos paramédicos corrieron hacia mí y se inclinaron a mis pies. Qué extraño.

Bajé la mirada y me vi a mí misma allí acostada... ¡Oh Dios mío!

―¿Peter? ―pregunté, presa del pánico cuando vi a un hombre bombear mi pecho y respirar en mi boca.

Dos brazos cálidos vinieron a mí alrededor. 

―Está bien, Lali. Vamos a resolver esto. Voy a resolver esto. Esto no debería haber pasado. No estabas en los libros. Yo lo habría sabido.

¿No estaba en los libros?

―Peter, ¿estoy muerta?

Él no respondió de inmediato. 

―Rochi, distrae a los paramédicos y la policía. Distrae a todos. Voy a tomar el cuerpo.

―¿Tu harás qué? ―preguntó Rochi incrédula.

―Dije que los distraigas, maldita sea. Me voy a llevar su cuerpo. Algo está mal. Esto no debería haber pasado.

Rochi asintió y salió corriendo hacia la multitud gritando. 

―Ayúdenme, ayúdenme por favor. ―Los agentes de policía comenzaron a perseguirla y ambos paramédicos miraron hacia atrás para ver de qué se trataba el alboroto. Estaba esquivando a la policía y gritando a los paramédicos que necesitaba respiración boca a boca. Que estaba teniendo una reacción alérgica.

Me volví para echar un vistazo a Peter y él recogía mi cuerpo sin vida. Me agarró la mano y ya no estábamos ahí fuera. Estábamos caminando por un ventoso túnel oscuro que giraba continuamente. Estaba demasiado ocupada tratando de entender qué sucedía como para pensar en preguntarle a Peter dónde nos encontrábamos.

Entonces, salimos del túnel… ¿en mi dormitorio?

Peter puso mi cuerpo en la cama con cuidado, como si eso importara. Ya no estaba allí.

―Bien. Tienes que volver allí dentro ―dijo mirándome.

―Um, no sé cómo ―le contesté. ¿Cuál era el problema?

Peter se acercó a mí y me agarró las manos. Las suyas estaban más frías al tacto ahora. 

―Lali, escúchame. Si tu alma es recogida, entonces, se te dará otra vida. No vas a tener esta edad de nuevo por dieciocho años más. Tendría que esperar hasta que madures para siquiera acercarme a ti. Luego está la posibilidad de que me digas que me vaya. Ya hemos pasado por eso. Por favor, cariño, por favor. No me dejes.

―No puede volver al cuerpo, Juan Pedro ―Una suave voz y profunda llenó la habitación haciendo temblar las paredes.

Peter me empujó detrás de él y se volvió hacia la voz. 

―Esto fue un error. Ella no estaba en los libros. Si te la llevas antes de tiempo entonces una regla se rompería.

El cuerpo de Peter estaba tenso como un arco. Dispuesto a luchar contra cualquiera que estuviera aquí. El hecho de que su voz hiciera temblar la habitación no era un pensamiento reconfortante.

―Te dijimos que ella tenía que elegir ―dijo la voz.

―Ella eligió ―gritó Peter.

Levanté la mano y me asomé por la esquina, un hombre alto de por lo menos dos metros y medio de altura, ya que su cabeza estaba rozando el techo, miró hacia mí con ojos de plata. Completamente plata, no había pupila. 

―Yo elegí ―chillé. Era más grande de lo que pensaba.

―Somos conscientes de su elección, Juan Pedro. Al igual que somos conscientes de otras cosas, también.

Sentí que mi cara y cuello se calentaban. Así que ellos sabían... ¿no había privacidad? Decidí que ocultarme detrás de Peter no era tan mala idea. Me moví fuera de la vista del gigante.

―No la obligué a elegir. Ella nunca lo quiso ―dijo Peter con un tono defensivo. Realmente necesitaba dejar de incitar a este hombre. Peter era grande… pero no tan grande.

―Somos muy capaces de determinar las cosas nosotros mismos. Ahora, si me dejaras terminar un pensamiento completo antes de interrumpirme, Muerte, eso sería muy apreciado.

Peter se puso aún más recto, y se estiró hacia atrás para poner su mano en la mía. Apreté con fuerza, asegurándole que estaba aquí. Nadie se había escapado conmigo. Aún.

―¿Has pensado en el hecho de que es una mortal? Su cuerpo va a envejecer y morir. ¿Te negarás a tomar su alma cuando su cuerpo sea tan viejo que ya no pueda funcionar?

―Me prometieron que si ella me elegía a mí, podría conservarla para una eternidad.

―Sí, lo hicimos y tú también. Pero sólo hay una manera ―Hubo una pausa y luego:―ven aquí, Lali.

Peter sostuvo mi mano con fuerza y me atrajo para estar junto él. No soltó mi mano. 

―¿Qué quieres de ella? ¿Qué vas a hacer?

El hombre miró hacia y luego levantó su mano derecha en el aire. Una espesa niebla llenó la habitación y el sonido del agua corriendo rugió en mis oídos. Apreté la firme mano de Peter. Un cálido cosquilleo comenzó en mis dedos y lentamente se extendió en toda mi alma. No era desagradable, pero era diferente. Algo estaba sucediendo. Un fuerte crujido me hizo saltar y los brazos de Peter me rodearon.

―Ya está hecho. Has luchado duro por ella, Juan Pedro. Creemos que elegiste bien. Ahora, presta atención a estas palabras. Vivirá el tiempo que andes por la tierra. Tu eternidad será la suya. Caminara donde quiera  que tú camines. Su ser ya no es el alma o el cuerpo. Ella es como tú eres, una especie de Deidad. Puede aparecer en cualquier forma. Es tu compañera.  Su alma ya no está. Se ha transformado. Se atendrá a las normas establecidas en el lugar. Puede vivir esta vida cerca de esas almas que   ama. Nunca sabrán que ha cambiado. No pueden. Su apariencia, para los humanos con los que guarda una estrecha relación,  cambiará a  medida que ellos cambien. Una vez que ella esté lista para alejarse de la vida que lleva ahora, puede dejar de lado esas reglas y caminar como lo haces tú, sin cuidado.

No entendía mucho de lo que acababa de decir. Al mirar a Peter lo vi asentir. 

―Gracias.

Una brisa rápida y luego se había ido. Miré de nuevo a la cama, mi cuerpo se había ido, también.

Peter.

—Me he ido, o al menos mi cuerpo se ha ido —dijo Lali en un susurro.

Sí, su cuerpo humano se había ido. Ella ya no lo necesitaría. 

—¿Entendiste lo que él acaba de decir?

Lali comenzó a asentir, luego negó y después se encogió de hombros. 

—Tal vez un poco.

Me eché a reír y me incliné para besar su frente. 

—Aparecerás como yo lo hago. Euge está a punto de entrar por esa puerta en pánico buscándote. Te verá. Nada sobre ti luce diferente para ella. Sólo yo puedo decir que ya no eres humana.

—¿Así que ahora soy como tú?

La puerta se abrió de golpe y Euge entró corriendo y se detuvo en seco cuando vio a Lali.

—¡Lali! Estás viva. Estás aquí. Gracias a Dios. Gastón dijo que habías sido golpeada por un coche y que los paramédicos llegaron y entonces hubo una conmoción y luego desapareciste. Todo el mundo está buscándote. Tenemos que hacerles saber que estas viva. —Euge ahogó en un sollozo y echó los brazos alrededor de Lali—. No podía perderte también. Perdí a Nico, no puedo perderte.

Mis ojos se encontraron con los de Lali por encima del hombro de Euge y una sonrisa curvó hacia arriba las comisuras de sus labios. Lo habíamos logrado. Lali no tenía que renunciar a su vida y yo no tenía que renunciar a Lali.

—Nunca me perderás. Puedo prometerte eso —dijo Lali y me guiñó un ojo antes de apartarse y apretar los hombros de Euge—. Está bien. No recuerdo haber vuelto aquí, pero lo hice. Peter me encontró. Creo que posiblemente pude haber tenido una conmoción cerebral, pero ahora estoy bien. En serio.

Euge asintió y besó su mejilla. 

—Te amo, Lali.

Lali se rió. 

—También te amo.

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