Lali.
Lo primero que vi a través de
los cristales tintados de la limusina fueron las centelleantes luces blancas. Había miles de ellas.
Me deslicé para mirarlas de cerca y ver a donde nos trajo el conductor. Acababa de pasar más de
diez minutos en el regazo de Peter, besándolo y siendo besada sin sentido.
El
enorme lugar parecía un campo con un mirador cubierto de luces blancas
reposando en medio de él. Las luces fueron colgadas de la glorieta a los árboles que lo rodean, dando una
sensación luces de dosel. ¿Qué era
este lugar?
La
limusina se detuvo y miré a Peter, quien me miraba en lugar de mirar por la
ventana.
—¿Dónde estamos? —Le pregunté.
Peter sonrió con esa sexy sonrisa
que sólo Peter podía tener y el conductor abrió la puerta. Salí y me siguió.
Peter le dio las gracias al hombre alto y moreno que luego volvió a subir al
auto y se marchó.
Miré
alrededor, al aislado lugar que Peter me había traído, obviamente, hicieron
un gran esfuerzo
para hacerlo parecer
impresionante.
—No es
el Jardín de Hespérides, pero entonces, quién quiere comer manzanas de oro y
esquivar a un dragón. Este jardín es una opción mucho mejor.
¿Acaso
este rockero comparó este lugar con el jardín Hara? Impresionante. Pero, de
nuevo, con frecuencia él conseguía sorprenderme.
—Es una
preciosidad. ¿Cómo hiciste todo esto? —pregunté mientras él tomaba mi codo y me
guiaba hacia el mirador.
—Tengo mis contactos.
Siempre
era muy reservado. No debí haber esperado que realmente me dijera cómo se las
había arreglado para conseguir un elaborado y gran mirador en el medio de un
campo desierto y luego cubrir el lugar con las luces.
Los tres escalones en el mirador se encontraban llenos de luces blancas.
Una pequeña mesa redonda se situaba en el centro del área cubierta. Un mantel
plateado cubría la mesa y había dos sillas colocadas alrededor. Un ramo de
algún tipo de flores exóticas que nunca había visto ubicadas en el centro de la
mesa. El florero de cristal incluso tenía luces
en el interior. Había realmente puesto
mucho esfuerzo en esto. De repente, me sentí muy agradecida de no haberme
puesto jeans.
—¿En qué
estás pensando? —preguntó en mi oído. Me estremecí por el calor de su aliento
contra mi piel.
—Estoy
pensando en que realmente quieres impresionarme o bien, este es tu plan para
todas las primeras citas —Fue una broma, por supuesto, y le sonreí mientras lo
decía para que supiera que no hablaba en serio.
—Nunca
noté lo sexy que podría ser una boca inteligente — respondió.
La suave
música comenzó a tocar desde unos altavoces ocultos en los rincones del mirador.
Peter me tendió la mano.
—¿Bailas conmigo?
Deslicé
mi mano en la suya y me apretó contra su pecho. Esto era diferente a nuestro
primer baile en el club. Era más dulce, más sincero. Menos sobre la atracción y
más sobre la conexión.
—¿Lali? —preguntó Peter suavemente contra mi oído.
—Sí —respondí apoyando mi barbilla
en su hombro gracias a la altura de mis tacones.
—¿Me prometerás algo?
Esa era una extraña petición. Lo pensé un momento y
luego asentí.
—Sí.
Dejó escapar otro suspiro. Algo le molestaba esta
noche.
—Un día necesitarás recordar esto. Recordar cómo se
sintió esto. Necesito que dejes este recuerdo cerca,
dentro de ti, y te aferres a él.
Eso era
como mucho la cosa más extraña que nadie me había dicho o me había pedido. Casi
sonó como si estuviera muriendo.
—Uhm,
bien —respondí titubeante. Dejó escapar una suave risa.
—Lo siento. A veces me pongo un poco demasiado
serio.
Sin
bromear. Me tomó la mano y la levantó en el aire y me dio vueltas a mí
alrededor. Decidí olvidar su siniestra solicitud por el momento y disfrutar
de la cita más romántica
en la que jamás había tenido.
Después
de que la canción terminó, Peter se acercó y sacó una silla para mí.
—Sé que parece que estamos aquí solos, pero no tengo la intención de
morir de hambre.
Miré a mí alrededor
y por supuesto, un hombre
en un smoking venía
caminando por el bosque llevando una bandeja de plata y dos botellas de vidrio
de Coca-Cola.
Sonriéndole a Peter le dije:
—No puedo creer que
hayas hecho todo esto.
Me guiñó un ojo.
—Quería impresionante en nuestra primera cita oficial.
—Bueno, opacaste cualquier otra primera cita que yo
haya tenido, ya puedes sentarte y relajarte.
Peter
rió mientras el camarero colocaba las Coca-Colas en frente de nosotros y las
abría. Levantó la tapa de la bandeja de plata y luego tomó los
dos vasos con hielo y los puso a un lado de las botellas.
—No sé
cómo pudiste siquiera pensar que yo sería capaz de olvidar esto —dije con
asombro mientras el camarero servía fresas cubiertas con chocolate en frente de
nosotros.
—Bien. Esa es la idea —respondió.
***
Había
pasado casi un día entero desde que había visto o escuchado de Peter. Me había
traído a casa después de nuestra cita de anoche y yo medio esperaba que
estuviera esperándome fuera del dormitorio esta mañana cuando salí. Desde
entonces esperé que me estuviera esperando en el exterior del edificio de
nuestra primera clase. Pero no él no se presentó a literatura de nuevo. Después
del almuerzo, cuando todavía no había llamado ni aparecido, empecé a preguntarme si yo había hecho algo malo anoche. Desde el primer día que
nos conocimos se las había arreglado para aparecer por lo menos dos veces al
día. Pensé que después de la noche que habíamos tenido, él estaría alrededor
aún más. Tenía ganas de verlo. Estuve a punto de enviarle mensajes de texto
varias veces, pero me abstuve. Él
tenía mi número.
Ahora
que el sol se ocultaba y no se había molestado incluso en enviarme un texto,
decidí que anoche significó más para mí que para él. Tal vez eso realmente era
un montaje para las primeras citas. Tal vez no significo nada más para él.
Apilé mis libros y los metí en mi mochila. Había pasado las dos últimas
horas en la biblioteca estudiando. Euge se preparaba para otra cita con Tacho y
estaba demasiado habladora para permitirme hacer nada. Esto no había sido mucho
mejor. Mis pensamientos volvían siempre a la
noche anterior y lo que pude haber hecho mal.
La brisa
nocturna era anormalmente fría esta noche. Empujé mis libros más arriba en mi hombro
y me dirigí hacia el dormitorio. Era casi un kilómetro, pero pensé que la caminata
era un buen ejercicio. No me gusta usar la camioneta de Euge. Podía
rayarla.
—Peter,
para —dijo una voz femenina riendo en la oscuridad. Mi sangre se congeló.
Deteniéndome en seco esperé a escuchar más. Seguramente oí mal eso.
—Quiero
una probada —respondió una voz profunda y familiar. Mi estómago se sentía
enfermo.
—No
puedo andar desnuda por aquí. Alguien puede venir —susurró la chica y luego
dejó escapar un pequeño gemido.
—Abre tus piernas —respondió.
Quería
mover las piernas. Quería alejarme de las voces. Pero no podía. Mis piernas no
cooperaban.
—¿Justo aquí? —preguntó la chica sin aliento.
—Sí —dijo, un pequeño gemido salió
de él. Sí, me encontraba a punto de vomitar.
—Ah, Peter. Umm, eso se siente tan bien.
Salí corriendo. No miré hacia atrás.
Peter.
Trabajé todo el día para compensar mi noche con Lali. Esta noche,
sin embargo, tenía la intención de pasarla con ella de nuevo. Entré en el
parque vacío en las afueras de la residencia de estudiantes de Lali antes de
aparecer. Pablo se sentaba en el banco frente a la residencia con una pierna cruzada
sobre la rodilla
y los brazos cruzados sobre el pecho.
¿Qué hacía aquí
todavía? Ella no lo
conoce ni lo desea. Ahora que su alma estaba libre de su demanda ni siquiera
podía incluso recordarlo de una semana a la siguiente. Dentro de una semana
olvidaría al extraño tipo que ordenó su café correctamente y la había interrogado. Tenía un alma. Él no. Nunca podría haber una relación duradera.
Un espíritu nacido de Vudú nunca podía conectar
con el alma que nace del Creador.
Era así de simple. También él
lo sabía.
—¿Por qué estás aquí? —No me molesté en anunciar mi
llegada.
—Porque te debía una. —Fue su única respuesta.
¿Qué demonios significa eso? Bajé la mirada hacia
él.
—Explica eso.
Pablo se encogió de hombros.
—No hay
mucho que explicar, Juan Pedro. Te llevaste a Lali de mí. Nunca me recordará.
He perdido todo lo que conocí y amé. Por lo tanto, pensé que merecías la misma cosa a cambio.
Todavía no tenía sentido.
Sabía que Lali se encontraba a salvo. Ya no podía tocar su alma. Sostenía la
vida de su alma en mis manos.
—Nunca te eligió. Me eligió a mí. No tienes poder
aquí.
Pablo se puso de pie y dio un paso
atrás lejos de mí. Ni a él ni a su padre le gustaba acercarse demasiado a mí.
Conocían su lugar en el esquema de las cosas. Mi poder era interminable, los
suyos fueron conjurados por las creencias de los seres humanos. El peso del
poder estaba pesadamente a mi favor.
—Digamos
que estamos a mano ahora. Si tienes suerte, podrás averiguarlo, pero el daño ya
está hecho. Adiós, Juan Pedro. —Pablo miró el dormitorio de Lali una vez más
antes de que desapareciera.
Su tono
solemne era la única cosa que me preocupaba. Parecía preocupado por algo. Inseguro.
Sólo tenía sentimientos hacia una persona. Nadie más pesaba en su
conciencia. Lali.
Tenía
que encontrarla. Cerré los ojos y sentí su alma. Estaba herida. Se encontraba en el dormitorio. Parpadeé abriendo mis ojos para encontrar
a Rochi de pie delante de mí.
—Estás
en grandes jodidos problemas. No puedo imaginar que sea exactamente, pero sé
que todo está jodido. —Rochi negó con la cabeza y señaló hacia la ventana de la
habitación de Lali—. Cree que estabas haciéndolo a lo salvaje detrás de la
biblioteca con una chica. Para ella es evidente que eras tú. La chica te llamó
por tu nombre y tú le contestaste. No es bonito.
Mierda.
—No es como que esté enamorada de ti. Ya que no puede recordar quién
demonios eres, pero obviamente se siente traicionada. Está escupiendo acerca de
escuchar a sus instintos y lo contenta que está de descubrir esto antes. Los
rockeros son imbéciles y son escoria. Creo que eso es todo.
Me dejé caer sobre el banco y hundí mi cabeza en mis manos. ¿Cómo demonios arreglaría
esto? Yo había hecho progresos. Cuando el alma de Gastón comenzó a conectar con
la suya esto hacía que tuviera la sartén por el
mango. Había encontrado un camino en su corazón de nuevo.
¿Pero
ahora? ¿Pensaba que
me había enredo
con otra chica? ¿Afuera? ¿Cuándo?
—¿Cuando sucedió esto? —le pregunté a Rochi.
—Entró
lanzando todo hace unos quince minutos. Llamándote por nombres muy coloridos
que no sabía que ella era consciente de que existían.
Estamos a mano ahora.
Las
palabras de Pablo se repitieron en mi cabeza. Había estado observando la
ventana de su habitación. Había estado actuando como si algo le molestara. Lali se encontraba molesta. Él sabía por qué.
Había hecho esto. Alejé a Lali de él y ahora me lo devolvía.
—Pablo —dije mientras me volvía para mirar hacia su
ventana.
—¿Qué? ¿Crees que ese estúpido
engendro vudú hizo esto? Asentí con la cabeza.
—Yo sé que lo hizo. Me lo está devolviendo.
—A la mierda con eso. Voy a patear su culo —gruñó Rochi.
—Te
necesito allí con ella, Rochi. Te necesito para estar seguro de que está bien.
Vigílala. Tengo que encontrar una manera de arreglar esto, porque no me va a dejar estar cerca de ella en este momento.
Rochi suspiró.
—Quiero ir a patearle su
trasero vudú. No escuchar a una mujer quejándose.
—Por favor, Rochi.
—Está bien. Iré. Pero tienes que pensar
en algo que decirle.
Asentí con la cabeza.
—Lo sé.
Rochi se fue a hacer lo que le había pedido.
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