Lali.
Euge estacionó su nuevo y deslumbrante Land Rover plateado en un lugar vacío del estacionamiento frente a Jemison Hall, nuestro hogar durante los próximos nueve meses.
—¿Puedes creer que estamos aquí? —murmuró Euge con asombro mientras contemplábamos el edificio de ladrillo histórico en frente de nosotras. Mi mamá era una alumna de la Universidad de Boone. Boone era una pequeña universidad privada en Weston, Tennessee. Cuando Euge y yo fuimos aceptadas aquí, pensé que éste era el lugar donde yo estaba destinada a estar. Ir a una universidad estatal más grande me aterraba. Me gustaba más la sensación íntima y pequeña en este lugar.
—Aún estoy tratando de creerme que estamos en la universidad —le respondí mientras abría la puerta del auto.
—Lo sé, ¿verdad?
Las dos salimos de la camioneta y nos dirigimos al compartimiento trasero de carga para empezar a descargar nuestras cajas. Mi madre no pudo venir con nosotras porque tenía que asistir a una conferencia de escritores en Chicago. Euge y yo acordamos que era una mala idea tener a sus padres con nosotras. Sus padres podrían ser un poco embarazosos. Ya que hacíamos esto juntas, decidimos ser independientes y hacerlo sin ayuda de nadie. Nos teníamos la una a la otra.
Ahora, mirando la pila de cajas y maletas amontonadas en la parte trasera del Land Rover de Euge, me pregunté si eso fue un error. Nos tomaría horas llevar todo esto a nuestro dormitorio.
—Esto tomará una eternidad —gimió Euge en frustración.
Comencé a responder cuando el fuerte y vibrante sonido de unos, realmente buenos, altavoces llamó mi atención. La fuente de la música era un pequeño convertible negro que justamente había aparcado en el espacio de estacionamiento junto a nosotras. Lo primero que llamó mi atención de la conductora del coche fue su salvaje cabello rubio con brillantes puntas rosadas.
La conductora apagó el motor, lo cual agradeció instantáneamente mis oídos. Abrió la puerta y saltó del coche. Era obvio, desde el maquillaje hasta el atuendo, que era emo. Llevaba puesto grueso delineador negro y botas negras de combate. La única cosa que me confundió un poco fue su cabello. El rosa chillón no era realmente una cosa emo, ¿verdad?
Se puso una mano en la cadera y sopló un gran globo con su chicle, mirándonos descaradamente a las dos. Explotó la burbuja con fuerza y sonrió.
—Esta mierda será divertida —dijo en tono burlón, luego se giró y caminó hacia el dormitorio.
Una vez que estuvo fuera del rango auditivo, Euge me agarró del brazo con firmeza.
—Por favor, Dios, no dejes que viva cerca de nosotras. Me da miedo.
No podía estar en desacuerdo con ella en este asunto. Asintiendo, alcancé la caja más cercana a mí.
—Dudo que la veamos mucho. Es un edificio grande. Lo más probable es que ni siquiera estemos en el mismo piso. Ahora, toma una caja y comienza a descargar.
—Espero que tengas razón. ¿Debería escoger otra plaza de aparcamiento? Ya sabes, lejos de ella. —Preguntó Euge.
—Sólo toma una caja y deja de preocuparte —Le contesté resueltamente en dirección al dormitorio.
La rubia de aspecto salvaje estaba de pie en el último escalón, me miró cundo llegué a las puertas dobles de la entrada. Genial. No había entrado. Moví mis ojos de ella hacia el suelo para no tropezar y caerme.
Un fuerte estruendo hizo al suelo vibrar. Tropecé y dejé caer la caja de zapatos que llevaba. A pesar de mis esfuerzos para atraparlos, los zapatos se desparramaron sobre el pavimento. Prácticamente gruñí en frustración. Puse mis manos en mis caderas y en silencio me maldije por no pedirle a los padres de Euge que vinieran con nosotras. Era sólo mi primera caja descargada y ni siquiera podía hacerlo bien.
El ruido sordo de un motor se hizo más fuerte y volví mi cabeza para ver una motocicleta negra y plateada detenerse a unos metros de mí y de mi desastre de zapatos. Era su culpa que yo hubiera dejado caer las cosas. ¿Qué hacía alguien conduciendo por el campus en una ruidosa motocicleta? Cuando levanté la vista de la ofensiva motocicleta, mis ojos se encontraron con un par de brillantes ojos azules. Mi consumo rápido de aire fue fuerte, mientras su mirada me recorría lentamente. Era tan... tan... sorprendentemente perfecto. Oscuras pestañas gruesas describían los ojos más locamente azules que jamás hubiera visto. Un oscuro cabello llegaba hasta su cuello y se escondía detrás de sus oídos. Una boca perfecta se torcía en una sonrisa. Espera... una sonrisa. Sacudí mi cabeza para detener la evaluación física que le hacía a este desconocido. Me las arreglé para convertir mi expresión de asombro a una de molestia.
—¿Crees que podrías conseguir una moto más ruidosa? Porque no creo que esa despertara a la gente en Australia —Escupí y me agaché para comenzar a recoger mis zapatos, lo cual era vergonzoso.
—¿Esto es mi culpa? —Preguntó con un sexy acento hipnótico. Imagínate. Los chicos parecían tener voces acordes.
—Me sobresaltaste, así como despertaste a todos los bebés dormidos en los estados vecinos —Le contesté lanzando una de mis botas vaqueras en la caja.
Por el rabillo de mi ojo, lo vi pararse, luego balancear la pierna de su vaquero por encima de su motocicleta y bajarse. Genial. Ahora venía hacia aquí. Justo lo que necesito. Mantuve mi mirada en los zapatos esparcidos por todas parte mientras él caminaba hacia mí. Sus botas negras se detuvieron justo frente a mi montón de zapatos. Se agachó y recogió un tacón de color rosa que casi nunca usaba. Ni siquiera estaba segura de por qué loa había traído. Los había comprado por algo, pero no podía recordar qué. Tomó el otro y noté que sus ojos veían casi con reverencia el contenido en sus manos. Tenía curiosidad y no pude evitarlo. Volví la cabeza para mirarlo. Él miraba mis zapatillas rosas como si algo en ellas le entristeciera. ¿Su ex-novia tenía un par así? ¿O era algo más allá de enloquecedoramente ardiente?
—¿Quieres devolverme mis zapatos? —Le dije, tendiéndole la mano para que me los diera. Levantó la mirada y el color sorprendentemente azul era aún más asombroso de cerca. Había tristeza allí, también. Lo pude ver claramente y le dolía algo sobre mí. Yo ni siquiera conozco a este chico. ¿Por qué me preocupo tan profundamente por el evidente dolor que él sufría?
—Me gustan estos. Apuesto a que se ven hermosos en ti —dijo mientras colocaba los dos con cuidado en la caja.
Casi temblé al escuchar el tono ronco de su voz.
—Gracias. —Contesté torpemente. No sabía qué más decir.
—¿Estás listo para irnos, Peter? —Preguntó la rubia con el pelo de puntas rosa mientras pasaba por encima de mis zapatos y se dirigía a su motocicleta. ¿Estaba con él? ¿Vino a buscarla? ¿A la chica emo? ¿En serio?
—No, Rochi, no lo estoy —le dijo. Su atención era halagadora y un poco estresante al mismo tiempo. Era como si estuviera esperando que yo dijera o hiciera algo. No sabía lo que quería, pero era difícil no querer hacer lo que se necesitara para complacerlo. Tomó otro par de zapatos y los puso en la caja. Continuó hasta que cada zapato estuvo de vuelta en la caja correcta. Luego se agachó y recogió la caja. La ceñida camiseta negra que vestía hacía cosas maravillosas por sus brazos mientras sostenía la caja y se quedaba allí, esperando instrucciones.
—¿A dónde? —Preguntó.
No estaba segura de querer su ayuda, pero definitivamente la necesitaba. Euge hacía justo ahora su camino a través de la calle. Supe el momento en que sus ojos se posaron sobre él. Su boca se abrió y dejó caer la caja que cargaba. ¿Qué diablos? El chico era sexy, pero ¿tenía que soltar la caja y derramar sus productos para el cabello por toda la calle? Diablos. Nunca conseguiríamos mudarnos a nuestra habitación en la residencia a este ritmo.
—¡Oh mi Dios! —gritó, cubriéndose la boca y saltando sobre las puntas de sus pies. Esto pasó de vergonzoso a humillante. Tenía miedo de volver a mirar al chico. Euge estaba actuando como una loca.
—Euge —le susurré, intentando que dejara a un lado su modo de chica-fan en este extraño. A continuación, levantó su dedo y empezó a señalarlo. Fantástico. Se había vuelto loca.
—¿Sabes quién es? —Me preguntó, y entonces gritó, todavía sorprendida frente a él.
¿Si sabía quién era? ¿Qué quiso decir? ¿Me estaba perdiendo de algo? Di media vuelta y lo miré de nuevo. Seguía siendo igual de ridículamente sexy, pero no era más que un chico. La sonrisa divertida en su rostro me alertó de que él sabía por qué ella actuaba como si hubiera perdido la razón.
—¿Quién eres? —Le pregunté, estudiándolo de cerca.
El azul de sus ojos empezó a... ¿brillar?
—Peter Lanzani —respondió, sin apartar su mirada de la mía. Era difícil apartar la mirada de sus ojos. Algo en ellos era mangnético. Casi como si mi cuerpo fuera atraído hacia él. No me gustaba. Me asustaba. Estaba mal. No era normal.
—Lali, ¿no sabes quién es? ¡Oh mi Dios! Tienes que estar bromeando. Tengo que sacarte más. No puedo creer que estés realmente parado aquí. Sosteniendo la caja de Lali. ¿Vienes aquí? No sabía que ibas a la universidad. Soy una gran fan. Yet you Stay es mi tono de llamada. ¡La amo!
¿Tono de llamada? Espera..
—Eres el vocalista de esa banda —Hice una pausa, porque no podía recordar su nombre. Sabía que Euge los amaba. Me desconecto la mayor parte del tiempo cuando ella empieza a comenzar con el tema.
—¡Could Soul, Lali! Él es el cantante del maldito Could Soul. ¿Cómo no sabes esto? —Me informó Euge mientras pasaba por encima de sus pinceles y secador de pelo para estar más cerca de Peter Lanzani.
—Soy tu mayor fan —Le dijo, pero tuve la sensación de que él ya había descubierto eso hace mucho.
—Es un placer conocerte —contestó educadamente, pero sólo la miró antes de volver su atención hacia mí. La sonrisa divertida en su rostro me hizo sentir como si él supiera algo que yo no. Eso me molestó.
—Puedo cargar la caja. Gracias por tu oferta de ayudar, pero ya lo tengo —le dije, tomando la caja que tenía en sus manos. Arqueó una ceja y movió la caja fuera de mi alcance.
—Estoy seguro de que puedes hacerlo sola, Lali. Pero quiero llevarlo a tu habitación. Por favor. —No podía ser grosera. Él había dicho por favor.
—Quiere llevarlo ella misma, Peter. Dale la maldita caja y vámonos. Tenemos cosas que hacer. —Lo llamó la chica Emo que ahora estaba sentada en su motocicleta.
Algo de lo que estuve bastante segura fue que la ira brilló en sus ojos. Él ni siquiera miró en su dirección.
—No le hagas caso —me dijo mientras asentía hacia la puerta del dormitorio—. Muéstrame el camino.
Yo no quería que la salvaje y ligeramente aterrorizante chica que vivía en mi dormitorio me aborreciera, pero Euge ya empujaba mi brazo como si fuera una idiota. Quería que dejara a Peter Lanzani llevar mi caja de zapatos y él estaba evidentemente determinado a ayudarme.
—Está bien, de acuerdo, iré a buscar otra caja. Euge, muéstrale donde está la habitación. —Euge me miró y asintió con la apreciación.
La mirada divertida desapareció y Peter Lanzani pareció molesto. Bien. Bueno. No debería coquetear con otra chica mientras tiene una en la parte trasera de su motocicleta. Yo no era estúpida. Sabía que los chicos de las bandas de rock eran infieles. Eso no era lo mío.
Euge comenzó a hablar sin parar mientras echaba a andar hacia el dormitorio, haciendo un gran esfuerzo por mantener la atención de Peter. Podía manejarlo. No tenía ninguna duda. De vuelta al Land Rover, traté de ignorar sus voces y me centré en las cajas que tenía que descargar.
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