La risa de mi madre subió por las escaleras mientras pesadamente abría mis párpados y observaba a alarma, la cual no había sonado esta mañana. Probablemente porque no la había programado, pero esos eran solo detalles. Una voz baja serpenteó por las escaleras y el tono alto de la voz de mi madre se le unió. Ella no se encontraba en el teléfono. Alguien se encontraba aquí.
Sentándome derecha en la cama, cubrí mi boca. ¿Mi madre dejó que Roger pasara la noche aquí? En toda mi vida, ella nunca dejó que un novio durmiera en la casa. Desenredando mis piernas de las sábanas y deslizándolas por un lado de la cama agarré mi corto albornoz amarillo y me precipité por la puerta para atraparla con las manos en la masa. No era que en verdad me importara. Tan solo sería divertido ver su cara ruborizada tratando de explicarme la situación. Corriendo por las escaleras, bajándolas de dos en dos, golpeé el último escalón y giré por la esquina y patiné hasta la cocina. Sentado en la mesa de mi cocina con un plato lleno de panqueques y tocino en frente de él, estaba Peter. Sus rizos negros se encontraban perfectamente desordenados y la pálida camisa azul que le convencí de comprar hacía que sus ojos resaltaran y abrazaba su tonificado pecho. Un toque de humor iluminaba sus ojos y sus labios estaban contraídos en una pequeña sexy sonrisa que era increíblemente besable. Y esos labios eran exactamente los que debería estar disfrutando esta mañana. La última vez que hablé con Peter, me dijo que me levantaría con besos.
Deslicé mi mirada hasta mi madre, quien estaba sentada, sonriendo como si conociera un secreto mientras sostenía con sus manos lo que probablemente era su cuarta taza de café de hoy. Había peinado su cabello sin estilo detrás de sus orejas y sus gafas se encontraban en el puente de su nariz, como una profesora de escuela.
—¿Qué están haciendo? —pregunté incrédula.
—Desayunando y hablando. Lo que podrías estar haciendo si te hubieras levantado a tiempo —replicó mi madre con un poco de acidez en su tono. La sacaba de sus casillas que durmiera hasta tarde.
—Los panqueques están deliciosos, Lali. No puedo creer que no te levantes temprano para disfrutar esto cada mañana. —dijo Peter.
Lo fulminé con la mirada.
—¿Estás de su parte, entonces?
Él asintió mientras llevaba otro pedazo a su boca. Traidor. Él no pasó a mi habitación para levantarme porque prefirió comer los panqueques de mi madre.
—Espero que disfrutes tus panqueques. Iré a prepararme, ya que mi despertador no sonó. Deberías preocuparte por algo más —dije y luego me dirigí hacia las escaleras.
La risa ahogada de mi madre me dijo que quizás mi alarma se había descarrilado gracias a ella.
—Apestosos panqueques —Murmuré y me dirigí a la ducha.
***
Parecía como si sólo hubiese sido ayer cuando caminaba por este gimnasio por primera vez. La clase de Orientación de primer año había sido tan emocionante como aterradora. Euge y yo nos habíamos sentado en la cuarta fila de las gradas del lado izquierdo, tomándonos las manos fuertemente mientras el director Cagle nos daba la bienvenida y leía las reglas. Nico había ingresado tarde y se había sentado junto a mí. Todos éramos tan jóvenes. Conocí a Gastón ese día. Él era un estudiante de Segundo año y se sentaba con el equipo de baloncesto. Vino hacia nosotros y se presentó con Nico. Le preguntó si planeaba unirse al equipo. Él lo había visto jugar en la escuela intermedia. Ganamos el campeonato estatal el año anterior. Nico era así de bueno. Luego, Gas le preguntó si yo era novia de Nico y todos nos reímos como si esa fuera la cosa más divertida que habíamos escuchado. Dos semanas después, Gastón me pidió salir en nuestra primera cita.
Los recuerdos volaban por mi mente mientras veía a todos mis compañeros de clase. Todos usábamos la misma toga azul rey y todos teníamos la misma expresión. Alivio, emoción y un toque de incertidumbre. Entramos en este edificio sin saber en qué grupos encajaríamos, cuáles eran los mejores profesores y que almuerzos comeríamos en la cafetería. Ahora sabíamos todas esas cosas y más.
En mi último día en este gimnasio, estaba sentada en medio de dos de las personas más importantes de mi vida. Euge sostenía mi mano derecha y Peter mi mano izquierda. Euge apretaba mi mano tan fuertemente que temía de sufrir pérdidas de sangre y Peter acariciaba mi otra mano con su pulgar. Incluso sentada en medio de ellos, no podía evitar sentirme un poco sola. No teníamos una de las importantes piezas del rompecabezas. Nico también debía de estar aquí. Sabía que Euge pensaba lo mismo. Esa era la razón por la que no me quejé del hecho de que ella prácticamente trituraba los huesos de mi mano. Razoné que si mi mano derecha la ayudaba a pasar a través de todo esto, entonces, felizmente haría el sacrificio.
Asentí y descansé mi cabeza encima de su hombro.
El
orador invitado terminó su discurso seguido por Krissy Lots. Una vez que ella
terminó, pasamos al escenario uno a la vez mientras éramos llamados por
nuestros nombres para recibir nuestros diplomas. Silbidos retumbaban por el
lugar cuando los estudiantes pasaban al escenario.
—Mariana Espósito.
Recibí
un apretón tanto de la mano de Peter como de la mano de Euge mientras me
dirigía al escenario. Aplausos seguidos por un
silbido de Peter y un sonoro “Bravo” de Euge trajeron una sonrisa a mi
cara. Mientras tomaba mi diploma, crucé el escenario y otro grito que venía de
la parte de atrás del escenario captó mi atención. Observándome, vi a Gastón
recostado contra la puerta, aplaudiendo
y sonriendo abiertamente. Me
pregunté si regresó porque sabía que me sería difícil la ausencia de Nico.
Sonriendo en su dirección, hice mi camino fuera del escenario y me dirigí hacia
mi asiento.
—Tienes
un fan en la parte trasera —dijo Peter en un tono frío y serio tono cuando me senté.
—Oh, no. Es sólo Gas. No sabía que estaría aquí
hoy.
La
mandíbula de Peter se tensó y se dio la vuelta para mirar en la dirección de Gastón.
Oh, Dios, esto no era bueno. Un frío y celoso Peter podría ser peligroso. Tiré
del brazo de Peter.
—Está
bien, de verdad. Pienso que probablemente vino porque Nico no está aquí. Para, tú sabes, mostrar
condolencias. Ellos eran cercanos.
Los ojos de Peter pasaron de estar
enojados a estar visiblemente sorprendidos mientras su mirada se posó
directamente sobre mi hombro. Curiosa, volteé mi cabeza y vi a un chico con
cabello rubio, rizado, y una camiseta
polo naranja junto a Gastón.
Hablaban y Gas sonreía a lo que
fuera que el chico le comentaba. Él debió haber traído a uno de sus hermanos de fraternidad. Luego, el
chico se giró para mirar en nuestra dirección y una extraña paz vino sobre mí.
Era una cosa extraña. No era algo que hubiera sentido con un extraño antes.
Su mirada encontró la mía y sonrió. Luego volvió su atención a Euge,
quien ni siquiera miraba en su dirección. Él casi tenía una expresión de
reverencia en su rostro. Los observé un momento, luego me di la vuelta en mi
asiento.
—Lali —Susurró Peter.
—Mmm —Le respondí acercándome para
poder escucharlo mejor.
—¿Recuerdas cuando te dije que el retorno de Nico sería
único?
—Sí.
—Bueno, él está de
vuelta.
Frunciendo
el ceño dejé que mis ojos se encontraran con los suyos.
—¿Quién está de vuelta?
Los ojos de Peter se
deslizaron hacia la puerta, donde estaban los chicos y luego se encontraron con
los míos.
—Nico. Su alma está de vuelta.
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