martes, 2 de julio de 2019

Existence #2: Capítulo 25

Lali.

La risa de mi madre subió por las escaleras mientras pesadamente abría mis párpados y observaba a alarma, la cual no había sonado esta mañana. Probablemente porque no la había programado, pero esos eran solo detalles. Una voz baja serpenteó por las escaleras y el tono alto de la voz de mi madre se le unió. Ella no se encontraba en el teléfono. Alguien se encontraba aquí.


Sentándome derecha en la cama, cubrí mi boca. ¿Mi madre dejó que Roger pasara la noche aquí? En toda mi vida, ella nunca dejó que un novio durmiera en la casa. Desenredando mis piernas de las sábanas y deslizándolas por un lado de la cama agarré mi corto albornoz amarillo y me precipité por la puerta para atraparla con las manos en la masa. No  era que en verdad me importara. Tan solo sería divertido ver su cara ruborizada tratando de explicarme la situación. Corriendo por las escaleras, bajándolas de dos en dos, golpeé el último escalón y giré por la esquina y patiné hasta la cocina. Sentado en la mesa de mi cocina con un plato lleno de panqueques y tocino en frente de él, estaba Peter. Sus rizos negros se encontraban perfectamente desordenados y la pálida  camisa azul que le convencí de comprar hacía que sus ojos resaltaran y abrazaba su tonificado pecho. Un toque de humor iluminaba sus ojos y sus labios estaban contraídos en una pequeña sexy sonrisa que era increíblemente besable. Y esos labios eran exactamente los que debería estar disfrutando esta mañana. La última vez que hablé con Peter, me dijo que  me  levantaría con besos.

Deslicé mi mirada hasta mi madre, quien estaba sentada, sonriendo como si conociera un secreto mientras sostenía con sus manos lo que probablemente era su cuarta taza de café de hoy. Había peinado  su cabello sin estilo detrás de sus orejas y sus gafas se encontraban en el puente de su nariz, como una profesora de escuela.

—¿Qué están haciendo? —pregunté incrédula.

—Desayunando y hablando. Lo que podrías estar haciendo si te hubieras levantado a tiempo —replicó mi madre con un poco de acidez en su tono. La sacaba de sus casillas que durmiera hasta tarde.

—Los panqueques están deliciosos, Lali. No puedo creer que no te levantes temprano para disfrutar esto cada mañana. —dijo Peter.

Lo fulminé con la mirada. 

—¿Estás de su parte, entonces?

Él asintió mientras llevaba otro pedazo a su boca. Traidor. Él no pasó a mi habitación para levantarme porque prefirió comer los panqueques de mi madre.

—Espero que disfrutes tus panqueques. Iré a prepararme, ya que   mi despertador no sonó. Deberías preocuparte por algo más —dije y luego me dirigí hacia las escaleras.

La risa ahogada de mi madre me dijo que quizás mi alarma se había descarrilado gracias a ella.

—Apestosos panqueques —Murmuré y me dirigí a la ducha.

                                                         
                                               ***

Parecía como si sólo hubiese sido ayer cuando caminaba por este gimnasio por primera vez. La clase de Orientación de primer año había sido tan emocionante como aterradora. Euge y yo nos habíamos sentado en la cuarta fila de las gradas del lado izquierdo, tomándonos las manos fuertemente mientras el director Cagle nos daba la bienvenida y leía las reglas. Nico había ingresado tarde y se había sentado junto a mí. Todos éramos tan jóvenes. Conocí a Gastón ese día. Él era un estudiante de Segundo año y se sentaba con el equipo de baloncesto. Vino hacia  nosotros y se presentó con Nico. Le preguntó si planeaba unirse al equipo. Él lo había visto jugar en la escuela intermedia. Ganamos el campeonato estatal el año anterior. Nico era así de bueno. Luego, Gas le preguntó si yo era novia de Nico y todos nos reímos como si esa fuera  la cosa más divertida que habíamos escuchado.  Dos  semanas  después, Gastón me pidió salir en nuestra primera cita.

Los recuerdos volaban por mi mente mientras veía a todos mis compañeros de clase. Todos usábamos la misma toga azul rey y todos teníamos la misma expresión. Alivio, emoción y un toque de incertidumbre. Entramos en este edificio sin saber en qué grupos encajaríamos, cuáles eran los mejores profesores y que almuerzos comeríamos en la cafetería. Ahora sabíamos todas esas cosas y más.

En mi último día en este gimnasio, estaba sentada en medio de dos de las personas más importantes de mi vida. Euge sostenía mi mano derecha y Peter mi mano izquierda. Euge apretaba mi mano tan fuertemente que temía de sufrir pérdidas de sangre y Peter acariciaba mi otra mano con su pulgar. Incluso sentada en medio de ellos, no podía evitar sentirme un poco sola. No teníamos una de las importantes piezas del rompecabezas. Nico también debía de estar aquí. Sabía que Euge pensaba lo mismo. Esa era la razón por la que no me quejé del hecho de que ella prácticamente trituraba los huesos de mi mano. Razoné que si mi mano derecha la ayudaba a pasar a través de todo esto, entonces, felizmente haría el sacrificio.


—¿Estás bien? —Susurró Peter en mi oído.

Asentí y descansé mi cabeza encima de su hombro.

El orador invitado terminó su discurso seguido por Krissy Lots. Una vez que ella terminó, pasamos al escenario uno a la vez mientras éramos llamados por nuestros nombres para recibir nuestros diplomas. Silbidos retumbaban por el lugar cuando los estudiantes pasaban al escenario.

—Mariana Espósito.

Recibí un apretón tanto de la mano de Peter como de la mano de Euge mientras me dirigía al escenario. Aplausos seguidos por un  silbido de Peter y un sonoro “Bravo” de Euge trajeron una sonrisa a mi cara. Mientras tomaba mi diploma, crucé el escenario y otro grito que venía de la parte de atrás del escenario captó mi atención. Observándome, vi a Gastón recostado contra la puerta, aplaudiendo  y  sonriendo abiertamente. Me pregunté si regresó porque sabía que me sería difícil la ausencia de Nico. Sonriendo en su dirección, hice mi camino fuera del escenario y me dirigí hacia mi asiento.

—Tienes un fan en la parte trasera —dijo Peter en un tono frío y serio tono cuando me senté.

—Oh, no. Es sólo Gas. No sabía que estaría aquí hoy.

La mandíbula de Peter se tensó y se dio la vuelta para mirar en la dirección de Gastón. Oh, Dios, esto no era bueno. Un frío y celoso Peter podría ser peligroso. Tiré del brazo de Peter.

—Está bien, de verdad. Pienso que probablemente vino porque  Nico no está aquí. Para, tú sabes, mostrar condolencias. Ellos eran cercanos.

Los ojos de Peter pasaron de estar enojados a estar visiblemente sorprendidos mientras su mirada se posó directamente sobre mi hombro. Curiosa, volteé mi cabeza y vi a un chico con cabello rubio,  rizado, y una camiseta polo naranja junto a Gastón.  Hablaban  y Gas sonreía a lo que fuera que el chico le comentaba. Él debió haber traído a uno de sus hermanos de fraternidad. Luego, el chico se giró para mirar en nuestra dirección y una extraña paz vino sobre mí. Era una cosa extraña. No era algo que hubiera sentido con un extraño antes. Su  mirada encontró la mía y sonrió. Luego volvió su atención a Euge, quien ni siquiera miraba en su dirección. Él casi tenía una expresión de reverencia en su rostro. Los observé un momento, luego me di la vuelta en  mi  asiento.

—Lali —Susurró Peter.

—Mmm —Le respondí acercándome para poder escucharlo mejor.

—¿Recuerdas cuando te dije que el retorno de Nico sería único?

—Sí.

—Bueno, él está de vuelta.

Frunciendo el ceño dejé que mis ojos se encontraran con los suyos.

—¿Quién está de vuelta?

Los ojos de Peter se deslizaron hacia la puerta, donde estaban los chicos y luego se encontraron con los míos.

—Nico. Su alma está de vuelta.

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