miércoles, 10 de julio de 2019

Existence #3: Capítulo 22

Peter.

El cuarto estaba oscuro cuando llegué. Rochi me había llamado aquí.

Todo lo que ella había dicho era: 


—Es Lali. —Yo había venido de inmediato, pero no esperaba que fuera el dormitorio de Lali desde donde me estaba llamando. Recorrí la habitación, y encontré a Lali acurrucada en la cama durmiendo. Ni siquiera era la hora de comer todavía. Las cortinas estaban cerradas y las luces apagadas. ¿Estaba enferma?



—Recordó —dijo Rochi desde la esquina de la habitación donde ella estaba sentada, mirándome.

—¿Qué es exactamente lo que recuerda? —Le pregunté dando un paso hacia la cama donde Lali dormía.


—Todo, me parece. Infiernos, no lo sé. Ella no ha hablado. No qué tan afectada está aún. Si está herida, mentalmente, espero que me extingas. No puedo vivir con la culpa.


El pánico se apoderó de mí y corrí a un lado de la cama y me arrodillé a su lado. ¿Qué había hecho Rochi? Ella no debía recordarlo todo hasta que la Deidad decidiera que era el momento adecuado. Yo había esperado que un pequeño recuerdo volviera a ella, pero nunca había querido hacerle daño.


—¿Qué... has... hecho? —Levanté mi mirada del cuerpo todavía pálido de Lali y miré a Rochi.


—Enójate. Por favor. Quiero que lo hagas. Si ella está en mal estado porque tomé una decisión estúpida no voy a ser capaz de vivir con eso.


La expresión solemne de Rochi no sirvió de nada. Rochi nunca era seria. Extendí la mano y le aparté el pelo de la cara con suavidad.  El  color natural rosado de sus mejillas había desaparecido. 


—Dime lo que hiciste, Rochi —Le supliqué. Yo no podía ayudarla si no sabía lo que había sucedido. Necesitaba una explicación.


—No estabas luchando. Sólo la dejabas ir. Al diablo con eso. Yo no iba a dejar que ella se marchara tan fácil. No es feliz con la llamada alma gemela que crearon para ella. Está perdida sin ti. Yo... yo le di el broche.


El broche. El que yo había guardado para ella. El que le había devuelto el pasado día de San Valentín. Ella recordó la época en que yo  vine por ella cuando era niña. Había pertenecido a su abuela. Quería que   yo lo guardara y que  se lo regresara  en su próxima vida. Pero ella no murió entonces. El broche me había hecho recordar el nombre de la chica. Así que cuando Lali Esposito estuvo de nuevo en los libros para morir, yo  la recordé. Fui a verla. Tenía curiosidad. Entonces, se convirtió en algo más. Mucho más.


—¿Qué pasó? —Le pregunté, temeroso de apartar los ojos de ella. Quería despertarla. Asegurarme de que todo estaba bien. Que su mente no sufrió un trauma que su cuerpo no pudiera soportar.


—La dejé con él. Entonces me preocupé y me di la vuelta y regresé. Estaba... Estaba acurrucada  en  el  piso  con  lágrimas  corriendo  por  su  rostro diciendo: "Me olvide de él. ¿Cómo podría olvidarlo?" La llevé hasta aquí y no se ha movido ni dicho nada desde entonces. Sólo duerme.


No podía hacer frente a Rochi ahora. No la quería cerca de mí. 


—Vete. Sólo vete —dije sin mirarla.


—Me dirás si se despierta. Necesito saber que está bien.


—Te dije que te vayas, Rochi. Ya has hecho suficiente. Déjanos. 


Ella no discutió. Se fue.


Tomé la mano de Lali y la sostuve en la mía. Estaba fría al tacto. Vi su alma. No fue dañada. Su cuerpo no estaba enfermo. Todo era mental. Me llevé su mano a los labios y la besé suavemente. No debí haber confiado en Rochi. Sabía que haría algo estúpido cuando ella me exigió que luchara anoche. No pensé que haría algo tan perjudicial. Yo había estado ideando un plan. Uno más, uno que realmente funcionara. Intentaría hacer que se enamorara de mí otra vez. Solucionaría esto.


También iba a asegurarme de que ella supiera que yo nunca tuve sexo con otra chica. Quería aclararlo. No me gustaba que eso nos ensuciara.


La mano de Lali se movió en la mía y me tranquilizó. Esperé para ver si pasaba de nuevo. ¿Estaba despertando? ¿Podría despertar? Su mano apenas apretó la mía y la miré desesperadamente, esperando por más. Después de unos minutos, no se movió de nuevo. Alcé los ojos para mirarla a la cara. Sus párpados parecían azules. Estaba demasiado  pálida.


Tenía que hacer algo. Yo había pasado semanas sin abrazarla. Ella  no había querido. Pero ahora, lo necesitaba. Necesitaba a Lali a salvo en mis brazos. No podía quedarme aquí mientras ella yacía acurrucada en una bola, fría y pálida. Lo único que podía hacer era esperar y darle calor.


Me quité las botas y retiré la sábana antes de deslizarme detrás de ella. Ella inmediatamente rodó hacia mí y puso sus manos en puños en mi camisa. Dejó escapar varios suspiros pequeños, luego calló una vez más.




Lali.


Estaba caliente. Muy caliente y algo olía maravillosamente. Enterré mi cara en el calor. El olor se hizo más fuerte. Me apreté más a eso y recorrí mis manos por el calor para tocarlo.


—Dime que esto significa que estás bien, por favor —susurró una profunda voz en la oscuridad. El calor comenzaba a hablar. Luché duramente para abrir los ojos. Eran tan pesados.


—Esa es mi chica, abre esos ojos y mírame —dijo la voz de nuevo. Conocía esa voz. El pánico me atravesó y extendí la mano y le agarré. Me estaba dejando. Lo había olvidado. Le dije que se fuera. No sé, no lo sabía. Luché por abrir mis ojos y encontrar frenéticamente una forma de retenerlo aquí. Cuando abriese los ojos, ¿se habría ido ya?


—Shhh, está bien. Te tengo. Tranquilízate, nena. —Me calmó y sus brazos me rodearon, acercándome a él.


Mis ojos finalmente se abrieron y me quedé mirando al pecho contra el que estaba presionada. Inhalé profundamente. Este era Peter. Mi Peter. Este era mi Peter. Estaba aquí. Oh, gracias a Dios que él estaba aquí. Retrocedí hasta que pude mirarle a los ojos.


—Estás aquí. —Mi voz sonó áspera.


—Seh, estoy aquí —respondió. Sus ojos azules brillaban en la oscuridad. Conocía ese brillo. También sabía que brillarían mucho más después de que tomara un alma.


—No te vayas —supliqué, apretando mi agarre en la camiseta que tenía entre mis manos.


—No lo haré —Me aseguró, luego me miró a los ojos—. ¿Te acuerdas?


Sí. Lo recordaba todo. Los dos últimos meses se repetían en mi cabeza. Esas dos semanas con Peter. Fue él mismo y no recordé nada. Se había esforzado tanto por llegar a mí. Espera… La chica… La biblioteca.


—Explica a la chica fuera de la biblioteca —dije, necesitando escuchar una explicación porque sabía que existía una. Mi Peter nunca haría eso.


—Está este… chico al que no recordarás, pero que cree que te tomé de él. Así que lo planeó para hacer que me odiaras. Quería que te perdiese también. Él sabía que no eras tú misma y se aprovechó de eso.


—¿Pablo?


Los ojos de Peter se abrieron como platos. —Sí, Pablo, pero Lali… Supuestamente no deberías ser capaz de recordar. No tiene alma.


Porque era un espíritu Vudú. 


—Ya lo sé, pero le recuerdo.


Peter apartó el pelo lejos de mi cara y sonrió. 


—Nunca encajaste en  el molde. Esto no debería sorprenderme. Te he echado tanto de menos.


El alivio y el amor en sus ojos hicieron que me rompiera. Lo había tratado tan cruelmente. 


—Lo siento mucho. Te quiero, Peter. Te quiero muchísimo. No sé qué ocurrió. No puedo creer que te olvidase.


Peter bajó su boca y presionó un beso en mi frente. —No te disculpes. Está bien. No tenías nada que ver con esto. Es la Deidad la que hizo esto. Tomaron tus recuerdos.


¿Por qué? ¿Qué había hecho mal?


—¿Hice que se enojaran?


Peter negó con la cabeza y apretó su agarre sobre mí. Noté que mis manos seguían agarrando puñados de su camisa y las liberé, alisando la camisa con ellas.


—Cuando un alma es creada, también lo es su pareja. Gastón es tu alma gemela. No fuiste creada para ser mi compañera. Tienes que reconectar con Gastón y dejar que tu alma decida si puedes vivir sin él. Tomaron tus recuerdos para que la decisión fuese justa. No sé cómo recordaste sin su ayuda. Pero no podemos dejar que lo sepan. Tendrás que continuar como estábamos. Quieren que elijas y ahora la decisión ya no es justa. No quiero que tomen tus recuerdos otra vez.


¿Podrían llevárselos de nuevo? No. No. No quería eso. 


—¿Entonces qué hago? ¿Salir con Gastón? No quiero salir con Gastón.


Peter esbozó una pequeña sonrisa y bajó su boca a la mía. 


—No quiero eso tampoco, pero no puedo perderte de nuevo. Necesito que me recuerdes.


Su boca cubrió la mía y decidí en ese momento que lo otro no era la cosa más importante. Esta lo era. Deslicé mis manos en su pelo y le acerqué más. El primer contacto con su lengua fue de ensueño. Rodé sobre mi espalda y le puse sobre mí tirando de su cabello. Quería estar cubierta por él. Necesitaba tenerle cerca. Lo había mantenido a distancia porque mi estúpida mente me había traicionado. Peter se desplazó y movió su cuerpo hasta que encajó perfectamente sobre el mío. Sus brazos descansaban a cada lado de mi cabeza mientras sostenían algo de su peso. No quería eso. Lo quería todo de él. Abrí mis piernas, lo que causó que sus caderas cayeran contra mí.


Se detuvo de presionarse completamente. Me aparté del beso. 


—Por favor, Peter. No te mantengas lejos de mí.


Tragó con dificultad, luego lentamente bajó sus caderas hasta que su erección se presionó firmemente contra mí. Gimiendo un poco por la nueva sensación, me mecí contra él. Sus labios estaban sobre los míos instantáneamente y su lengua acariciaba el interior de mi boca con una frenética necesidad. Me mecí otra vez y dejé escapar un pequeño grito de placer mientras el hormigueo entre mis piernas disparaba chispas por todo mi cuerpo.


Peter dejó escapar un gemido mientras nuestras lenguas se enredaban entre sí y esta vez fueron sus caderas las que se mecieron contra las mías. La presión fue más intensa. Eché hacia atrás la cabeza y dejé escapar un sonido que nunca había hecho antes. Los labios de Peter comenzaron a arrastrar besos sobre mi cuello al descubierto y se detuvieron en mi clavícula. Luego la áspera piel de sus dedos tocó la sensible piel justo debajo del borde de la camisa. Comencé a jadear, deseando que no se detuviera. Su mano se deslizó más arriba hasta que encontró el ajuste entre mis pechos y desabrochó el sujetador fácilmente. Empujó el indeseado obstáculo fuera antes de acariciar cada pezón con sus dedos.


—¿Quieres que me detenga? —preguntó en un susurro ronco. Negué. —Quiero tu camisa fuera —dijo, observándome por alguna reacción.


—Bien —contesté elevándome para quitármela.


—No, quiero quitártela —dijo deteniéndome.


Asentí y levantó la camisa por encima de mi cabeza. Sus manos empujaron los tirantes del sujetador de nuevo hasta que no tenía nada cubriéndome.


Su alabanza hizo que mi corazón se disparara.


—Creo que recuerdo haberte dicho que me gustaría verte sin camisa. —Le recordé.


Una sonrisa apareció en sus sensuales labios, cogió el dobladillo de  su camisa y se la sacó.


Oh, mi Dios.


Extendí la mano y paseé los dedos sobre cada músculo definido  de  su abdomen. Ahora, eso era hermoso. 


—Ven aquí —dije recostándome sobre la almohada otra vez.


Los párpados de Peter descendieron y me miraron con avidez. Quería su pecho desnudo presionado contra el mío. Alcanzándole, deslicé mis manos detrás de su cabeza y le traje de vuelta hacia abajo, hasta que pude saborear sus labios. Su pecho rozó el mío y le mordí el labio inferior provocando un gemido de aprobación mientras el toque íntimo de nuestros cuerpos nos unía más.


Este era mi Peter. Ya no me sentía perdida o sola. Esa sensación que me había engullido durante las últimas semanas la entendía ahora. Mi corazón sabía que Peter estaba lejos.

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