viernes, 12 de julio de 2019

Beautiful Oblivion: Capítulo 3

A las siete me encontraba inclinada sobre la cintura, secándome el cabello mojado. El vapor que llenaba nuestro pequeño baño compartido empañó el espejo, así que no había punto en intentar ver mi reflejo. La delgada y raída toalla que rodeaba mi pecho apenas lo cubría todo. Necesitábamos toallas nuevas. Necesitábamos todo nuevo.
Cande no llegó a casa hasta después de las seis, así que tuve que apresurarme a explicarle mi plan para que supiera exactamente cómo alejar a Peter. A las 19:05 me puse mi sudadera favorita de Eastern State y pantalones grises de chándal a juego. A las 19:10, Cande cayó en el sillón con su tazón de palomitas, hundiéndose en los cojines azules, usando sus pantalones de yoga azul marino y una blusa floral.

—Pienso que lo convenciste de lo contrario.

—Bien —dije, sentándome en un apenas cubierto brazo del sillón.

—Dices bien, pero hay un poco de decepción en tu rostro.

—Eres una sucia mentirosa —dije, agarrando una mano llena de palomitas, y lanzándolas a mi boca.

Apenas comenzaba a relajarme mientras la odiosa voz de Padre de Familia parloteaba, cuando sonó el timbre. Cande salió en desbandada hacia la puerta, botando palomitas por todos lados, y me escurrí a mi habitación. Quitó el seguro del perno de la puerta, y luego escuché su voz apagada. Después de una corta pausa, otra voz que era mucho más profunda resonó a través del apartamento. La de Peter.

Tras una corta conversación, Cande gritó mi nombre. Me paralicé, insegura de qué hacer. ¿Intentaba probarle que no me encontraba allí? La puerta de mi habitación se abrió. Instintivamente salté hacia atrás antes de que la madera me golpeara la cara.

Cande se paró frente a mí, con un ceño en su rostro. 

—Pelea sucio.

Negué con la cabeza, insegura de si debería hablar.

Inclinó su cabeza hacia un lado, señalando a la puerta delantera. 

—Ve a ver tú misma.

La rodeé y luego crucé el pasillo para ver a Peter parado en la sala, sosteniendo un abrigo afelpado rosa en miniatura, y al lado de una pequeña niña. Era hermosa. Sus enormes ojos verdes eran como telescopios, desapareciendo detrás de sus pestañas largas y oscuras cada vez que parpadeaba. Grandes cascadas de cabello platinado caían por su espalda y hombros. Pellizcaba y tiraba de los hilos de su suéter verde menta, pero no quitaba sus curiosos ojos de mí.

Peter asintió a la pequeña y perfecta persona a su lado. 

—Ella es Olive. Sus padres compraron la casa de al lado de mi padre hace dos años. Es mi amiga.

Olive se pegó casualmente a la pierna de Peter. No parecía asustada o intimidada, solo lo bastante cómoda para aferrarse a él.

—Hola, Olive —dije—. ¿Cuántos años tienes? —¿Era esa una pregunta normal para hacerle a un niño? No estaba segura.

—Tengo cinco —dijo con confianza. Su animosa y dulce voz era probablemente el sonido más adorable que hubiera escuchado alguna vez. Levantó la mano, sus pequeños pero regordetes dedos estirándose tanto como  pudieron, sus palmas hacia afuera. Cuando estuvo segura de que entendí, la mano regresó detrás de los vaqueros de Peter—. Pitt dijo que me llevalías a Chicken Joe’s pero no podemos ir hasta que estés lista. —Parpadeó pero no sonrió. Era seria, y de veras me hacía responsable por cada segundo que tenía que esperar.

Lo miré. 

—Ah, ¿lo hizo?

Peter simplemente se encogió de hombros y sonrió. 

—¿Estás lista?

Miré mi sudadera. 

—Claramente no, pero supongo que no debería tener esperando a Olive.

—No. No deberías —dijo Peter. Ni siquiera pretendió apenarse. Bastardo.

Intentando no gruñir, maldecir, o hacer algo más que pudiera asustar a Olive, regresé a mi habitación. Reemplacé mi sudadera con una Henley térmica color óxido, y los pantalones de chándal con un par de vaqueros bien entallados. Mientras me deslizaba en mis botas, Cande abrió la puerta de mi habitación y la cerró detrás de ella.

—Olive quiere que te pida que te apresures, por favor —dijo, intentando no sonreír.

—Cállate —dije, levantándome. Me puse algo de maquillaje, cubrí mis pestañas con rímel, apliqué ligeramente a mis labios brillo claro, y salí a la sala, donde aún se encontraban de pie Peter y Olive—. Ya —dije con una sonrisa. Para Olive. Definitivamente sin sonrisas para Peter.

Olive levantó la mirada a Peter. 

—¿Podemos il ya a Chicken Joe’s?

—Primero te ponemos el abrigo.

Olive asintió y luego se secó la nariz con la parte trasera de su mano. 

—¿Ya?

—Sí, señora —dijo él abriendo la puerta.

La sonrisa de Olive abarcó el ancho de su rostro cuando la puerta se abrió, y la expresión de Peter se encendió, claramente complacido de hacerla feliz.

Lo pasé sin hablar, y mientras caminaba hacia el estacionamiento, los pequeños dedos de Olive encontraron su camino en mi mano. Su piel era simplemente tan suave y cálida como parecía.

Peter desbloqueó la puerta del pasajero de su deteriorado Dodge Intrepid. La pintura roja se encontraba desvanecida en algunos puntos, y desaparecida en otros.

Peter empujó el asiento hacia adelante, ayudando a Olive a entrar atrás. La ató en su silla rosa para coches.

Incliné la cabeza e inhalé una bocanada. 

—¿No fumas en tu auto?

—Sí, pero limpio el auto cada noche antes de tener a Olive, y no fumo hasta después de que la dejo por el día. No huele. —Regresó el asiento del pasajero a su posición original y estiró la mano, haciéndome señas de que entrara.

—Te voy a hacer pagar por esto tanto —susurré mientras lo pasaba para sentarme.

Sonrió. 

—Lo espero. —Peter cerró la puerta, y luego trotó alrededor de la parte delantera del auto y saltó al asiento del conductor. Pasó el cinturón de seguridad por su pecho y lo abrochó en el pestillo, y luego me miró expectante.

—Abóchalo o delóchalo—dijo Olive desde el asiento de atrás.

—Oh —dije, girándome para agarrar el cinturón de seguridad y hacer lo que Peter acababa de hacer. Cuando la hebilla hizo clic, Peter encendió el auto.

Condujimos casi en silencio por la ciudad hacia Chicken Joe’s, excepto por las ocasionales peticiones de actualización de Olive. Casi cada semáforo, quería saber cuántas calles había entre nosotros y nuestro destino. Peter le respondió pacientemente, y cuando estuvimos a una calle, ambos hicieron una pequeña celebración, bailando con sus manos.

Cuando Peter entró en un lugar de estacionamiento en Chiken Joe’s, apagó el motor, salió, trotó a mi lado, y luego abrió la puerta. Me ayudó a bajar con una mano, y luego hizo el asiento hacia adelante, liberando a Olive y poniéndola en el suelo.

—¿Tajiste monedas? —preguntó ella.

Peter se rió una vez, fingiendo un insulto. 

—¿Es siquiera legal ir a Chicken Joe’s sin monedas?

—No lo queo —dijo Olive, negando con la cabeza.

Peter extendió la mano, y Olive la tomó, y luego ella estiró su mano hacia mí. Cubrí su mano con la mía y los seguí dentro.

Chicken Joe’s había estado en Eakins desde antes que yo naciera. Mis padres nos trajeron una o dos veces cuando niños, pero no había venido desde los  noventa. Grasa y especias aún colgaban espesas en el aire, y saturaban todo lo demás, incluyendo una película delgada en el azulejo verde del piso.

Olive y yo seguimos a Peter a una cabina al otro lado del restaurant. Los niños corrían por todos lados y prácticamente escalaban las paredes. Luces multicolores más grandes que una rocola y videojuegos parecían incrementar los gritos y risas.

Peter buscó en sus bolsillos y sacó dos puñados de monedas. Olive tomó una respiración emocionada, agarró tantas como pudo en su puño regordete, y se alejó.

—Ni siquiera te sientes mal por explotar a esa pobre niñita, ¿o sí? — pregunté cruzando mis brazos sobre la mesa.

Peter se encogió de hombros. 

—Tengo una cena contigo. Ella juega. Sus padres tienen una noche de cita. Es un ganar/ganar… ganar.

—Negativo. Claramente no estoy en la categoría de ganar, ya que fui obligada a venir.

—No es mi culpa que yo estuviera un paso por delante de ti.

—Explotar a una niña no es una buena primera cita. No es exactamente un recuerdo que quieras compartir después.

—¿Quién dijo que esto era una cita? Digo… si quieres llamarlo una cita, está bien, pero pensé que tenías novio.

Casi me ahogué con mi propia saliva, pero eso era preferible a sonrojarme.

—Perdóname por pensar que obligar era algo que no harías por cualquiera.

—No lo hago. Esto es definitivamente un caso especial.

—Tú eres un caso especial —gruñí, buscando entre las docenas de pequeños rostros a Olive. Intentaba estirar su corto brazo por la máquina de pinball, y luego recurrió a inclinarse de un lado al otro.

—Asumo que aún tienes novio —dijo Peter.

—No es de tu incumbencia, pero sí.

—Entonces, definitivamente no es una cita. Porque si lo fuera estarías… bueno, no lo diré.

Le entrecerré los ojos. 

—Me estiraré sobre la mesa y te golpearé.

Se rió. 

—No, no lo harás. ¿Quieres que toda la siguiente generación de Eakins, Illinois, piense que eres un ogro?

—No me importa.

—Sí te importa.

La mesera se contoneó hacia nosotros, inclinándose hacia atrás, exponiendo su floreciente panza. Parecía embarazada de siete meses, su camiseta polo verde, apenas cubría su bulto. Dejó una pequeña bebida con una pajilla y una fresa, y luego un gran vaso lleno de algo café y gaseoso. 

—Hola, Pitt.

—Hola, Cindy. Deberías estar en casa con tus pies arriba. Ella sonrió. —Dices eso cada vez. ¿Qué va a querer tu amiga? 

Levanté la mirada a Cindy. 

—Solo agua, por favor.

—La tienes. —Ella miró a Peter—. ¿Olive va a querer lo de siempre? 

Él asintió. 

—Pero creo que Lali va a necesitar el menú.

—Ya regreso —dijo ella.

Peter se inclinó. 

—Deberías probar el plato de tres piezas con patatas fritas dulces y ensalada de col. Porque… demonios.

Un hombre detrás de mí gritó: 

—¡Christopher! ¡Dije que traigas tu trasero aquí y te sientes!

Peter se inclinó para echar un vistazo alrededor de mí, y frunció el ceño. Un pequeño chico cerca de los ocho años de edad vino corriendo, más cerca de mí que de su padre, esperando.

—¡Siéntate! —gruñó el padre. El chico hizo lo que le dijeron, y se giró para observar a los otros chicos jugando.

Peter trató de ignorar la escena detrás de mí y se apoyó contra la mesa. 

¿Todavía trabajas en el Red?

Asentí. 

—Como cualquier trabajo, no está mal. Hank es genial.

—¿Por qué no trabajaste este fin de semana?

—Me tomé un poco de tiempo libre.

—¡Quédate quieto! —gruñó el padre a mi espalda.

Después de una pausa, Peter continuó: 

—Solo iba a decirte que si no eras feliz en el bar, hay un lugar disponible para recepcionista en la tienda.

—¿Qué tienda?

—Mi tienda. Bueno, la tienda en la que trabajo.

—¿Skin Deep está contratando? Creí que Cal solo hacía que cualquiera que no estuviera ocupado contestara el teléfono.

—Dice que Thirty-Fourth Street Ink tiene una chica caliente en el escritorio, así que cree que necesitamos una también.

—Una chica caliente —añadí sin expresión, no impresionada.

—Sus palabras, no las mías —dijo Peter, escaneando la multitud en busca de Olive. No le tomó mucho tiempo. Sabía dónde estaría.

—Le gusta el pinball, ¿eh?

—Le encanta —dijo, sonriéndole como un padre orgulloso.

—¡Maldición, Chris! ¿Qué demonios está mal contigo? —gritó el padre detrás de mí, poniéndose de pie al mismo tiempo. Me giré, observando el vaso derramado del padre, y un muy nervioso chico mirando el regazo húmedo de su padre—. ¿Por qué siquiera me molesto en traerte a estos lugares? —gritó.

—Estaba pensando lo mismo —dijo Peter.

El padre se giró, dos profundas líneas horizontales en el centro de su frente.

—Quiero decir, no actúes como si de verdad quieres a tu niño corriendo por ahí, jugando o divirtiéndose. ¿Por qué lo traerías aquí sí solo quieres que permanezca quieto?

—Nadie te preguntó, imbécil —dijo el hombre, girándose.

—No, pero si sigues hablándole a tu hijo de ese modo, voy a pedirte que salgas.

El hombre nos enfrentó de nuevo, comenzó a hablar, pero algo en los ojos de Peter hizo que el hombre lo pensara mejor. 

—Es hiperactivo.

Peter se encogió. 

—Oye, hombre, lo entiendo. Estás aquí sólo.Probablemente ha sido un largo día.

Las líneas sobre los ojos de hombre se suavizaron. 

—Sí.

—Entonces déjalo quemar algo de energía. Estará exhausto cuando llegue a casa. Es un poco tonto traerlo a un parque de juegos y luego molestarte porque quiere jugar.

Vergüenza oscureció el rostro del hombre, asintió un par de veces, y luego se giró, asintiendo una vez hacia su hijo. 

—Lo siento, amigo. Ve a jugar.

Los ojos del pequeño se iluminaron, y saltó de la cabina, mezclándose en la multitud continuamente moviéndose de niños felices. Después de un par de momentos incómodos de silencio, Peter inició una conversación con el hombre, y comenzaron a charlar sobre donde trabajaban. Finalmente supimos que el nombre del hombre era Randall, y era un padre recientemente soltero. La mamá de Chris era una adicta y vivía con un novio en el pueblo más cercano, y Chris tenía problemas adaptándose. Randall admitió que él los tenía, también. Cuando fue momento de marcharse, Randall extendió su mano y Peter la estrechó. Christopher observó a los dos hombres, sonrió, y luego tomó la mano del padre. Se fueron, ambos con sonrisas en sus rostros.

Cuando se le agotaron las monedas a Olive, tomó asiento en la mesa, el pollo dorado llegó antes que ella. Peter roció un poco de jabón esterilizador para manos en las manos de ella, las frotó y luego devoró todo en su plato. Peter y yo ordenamos la versión para adultos de su comida, y todos terminamos al mismo tiempo.

—¿Talta? —dijo Olive, limpiándose la boca con la parte trasera de su mano.

—No sé —dijo Peter—. Tu mamá se molestó bastante conmigo la última vez.

Me gustaba la forma en la que le hablaba. No era condescendiente. Le hablaba al igual que lo hacía conmigo, y ella parecía apreciarlo.

—¿Qué piensas, Lali? ¿Te gusta de nueces? 

Olive me observó con ojos suplicantes.

—Sí.
Los ojos color zafiro de Olive brillaron. 
—¿Podemos compatil una?
Me encogí. 
—Podría arreglármela con un tercio de tarta. ¿Quieres compartir, Pitt?
Peter  hizo  contacto  visual  con  Cindy,  y  sostuvo  su  dedo  índice. Ella asintió, sabiendo exactamente lo que significaba. Olive aplaudió mientras Cindy le traía el plato en una mano, y sosteniendo tres tenedores en la otra. El pedazo era casi un tercio de tarta, con un gran montículo de cubierta blanca.
—Disfruten —dijo Cindy, sonando cansada pero agradable.
La devoramos, todos gimiendo cuando el primer mordisco de delicia azucarada encontró su camino en nuestras bocas. Después de un par de minutos, el plato se encontraba vacío. Cindy trajo la factura, y traté de pagar la mitad, pero Peter no me dejaría ni siquiera contemplar la idea.
—Si pagas es una cita —dije.
—¿Alguna vez pagas el almuerzo de Cande?
—Sí, pero…
—¿Es eso una cita?
—No, pero…
—Shh —dijo, levantando a Olive en sus brazos—. Esta es la parte donde me agradeces. —Puso dos billetes en la mesa, luego empujó su billetera en su bolsillo trasero.
—Gacias —dijo Olive, descansando su cabeza en el hombro de Peter.
—De nada, OO. —Se inclinó y agarró sus llaves de la mesa.
—¿OO? —pregunté.
Olive me miró con piscinas gemelas soñolientas. No presioné el tema.
El viaje de regreso a mi apartamento fue silencioso, pero mayormente porque Olive se quedó dormida en su asiento para coche. Su pequeña mejilla se encontraba aplastada contra el cojín al lado de su rostro. Parecía tan tranquila, tan felizmente perdida a donde sea que se hubiera desvanecido.
—¿Sus padres simplemente permiten que el vecino cubierto de tatuajes cuide a su hija de cinco años?
—No. Esto es nuevo. Apenas comenzamos con Chicken Joe’s este año en mis días libres. Cuidé a Olive por Shane y Liza un par de veces por media hora más o menos al principio, y de algún modos nos movimos a Chicken Joe’s.
—Raro.
—He sido su Pitt por un largo tiempo.
—¿Y ella es tu OO?
—Sip.
—¿Qué hay con eso?
—Sus iniciales. Olive Ollivier. OO. Cuando las juntas, hacen un sonido de “OO”.
Asentí. 
—Tiene sentido. Va a odiarte por eso en seis años.
Peter miró el espejo retrovisor, y luego de regreso a la carretera. 
—Nah.
Los faros iluminaron la puerta principal de mi apartamento, y Peter finalmente pareció avergonzado. 
—Te acompañaría a la puerta, pero no quiero dejar a Olive en el coche.
Hice un ademán con la mano. 
—Puedo llegar a la puerta por mi cuenta.
—Tal vez podemos secuestrarte otra vez.
—Trabajo los sábados. Esto fue solo un loco accidente.
—Podemos cambiarlo a domingos de Chicken Joe’s.
—Trabajo los domingos.
—Yo también. Pero no hasta la una, y no tienes que ir hasta más tarde, también, ¿cierto? Podríamos almorzar. Un almuerzo temprano.
Ladeé la boca. 
—Simplemente no es una buena idea, Peter. Pero gracias.
—Chicken Joe’s siempre es una buena idea.
Dejé escapar una risa y bajé la mirada. 
—Gracias por la cena.
—Me la debes —dijo Peter, observándome salir. 
Me incliné. 
—Me secuestraste, ¿recuerdas?
—Y lo haría de nuevo —dijo cuándo cerré la puerta.
Caminé hacia el edificio y Peter esperó hasta que entrara antes de comenzar a retroceder.
Cande se encontraba sentada sobre sus rodillas en los cojines del sofá, agarrando la parte posterior con sus dedos. 
—¿Entonces?
Miré alrededor del apartamento y arrojé mi bolso en el sofá de dos plazas.
—Entonces… esa fue tal vez la mejor no cita que alguna vez haya tenido.
—¿En serio? ¿Incluso mejor que cuando conociste a P.J.?
Fruncí el ceño. 
—No sé. Esa fue una noche realmente buena. Pero esta noche fue… diferente.
—¿Diferente bueno?
—Fue algo así como perfecto.
Cande arqueó una ceja y bajó su mentón. 
—Esto podría ser complicado. Solo deberías decirle.
—No seas estúpida. Sabes que no puedo —dije caminando hacia mi cuarto. Mi teléfono sonó una vez, y luego otra. Caí en mi cama y miré la pantalla. Era P.J.
—¿Hola? —dije, sosteniendo el teléfono en mi oído. 
—Siento que me tomara tanto llamar… recién acabamos… ¿Todo bien? —preguntó P.J.
—Sí, ¿por qué?
—Creí haber escuchado algo en tu voz cuando respondiste.
—Estás escuchando cosas —dije, tratando de no pensar en que tan adorable lucía Peter con una Olive adormilada sobre su hombro.

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