Cande no llegó a casa hasta después de las seis, así que tuve que apresurarme a explicarle mi plan para que supiera exactamente cómo alejar a Peter. A las 19:05 me puse mi sudadera favorita de Eastern State y pantalones grises de chándal a juego. A las 19:10, Cande cayó en el sillón con su tazón de palomitas, hundiéndose en los cojines azules, usando sus pantalones de yoga azul marino y una blusa floral.
—Pienso que lo convenciste de lo contrario.
—Bien —dije, sentándome en un apenas cubierto brazo
del sillón.
—Dices bien, pero hay un poco de decepción en tu
rostro.
—Eres
una sucia mentirosa —dije, agarrando una mano llena de palomitas, y lanzándolas
a mi boca.
Apenas comenzaba a relajarme mientras
la odiosa voz de Padre de Familia
parloteaba, cuando sonó el timbre. Cande salió en desbandada hacia la
puerta, botando palomitas por todos lados,
y me escurrí a mi habitación. Quitó el seguro del perno de la puerta, y luego
escuché su voz apagada. Después de una corta pausa, otra voz que era mucho más profunda
resonó a través
del apartamento. La de Peter.
Tras una
corta conversación, Cande gritó mi nombre. Me paralicé, insegura de qué hacer.
¿Intentaba probarle que no me encontraba allí? La puerta de mi habitación se
abrió. Instintivamente salté hacia atrás antes de que la madera me golpeara la
cara.
Cande se paró frente a mí, con un ceño en su
rostro.
—Pelea sucio.
Negué con la cabeza, insegura de si debería hablar.
Inclinó su cabeza hacia un
lado, señalando a la puerta delantera.
—Ve a ver tú misma.
La rodeé
y luego crucé el pasillo para ver a Peter parado en la sala, sosteniendo un
abrigo afelpado rosa en miniatura, y al lado de una pequeña niña. Era hermosa.
Sus enormes ojos verdes eran como telescopios, desapareciendo detrás de sus
pestañas largas y oscuras cada vez que parpadeaba. Grandes cascadas de cabello platinado
caían por su espalda y hombros. Pellizcaba y tiraba de los hilos de su suéter
verde menta, pero no quitaba sus curiosos ojos de mí.
Peter asintió a la pequeña y perfecta persona a su
lado.
—Ella es Olive. Sus padres compraron la casa de al lado de mi padre
hace dos años. Es mi amiga.
Olive se pegó casualmente a
la pierna de Peter. No parecía asustada o intimidada, solo lo bastante cómoda
para aferrarse a él.
—Hola, Olive —dije—.
¿Cuántos años tienes? —¿Era esa una pregunta normal para hacerle a un niño? No
estaba segura.
—Tengo cinco —dijo con confianza.
Su animosa y dulce voz era probablemente el sonido más adorable que hubiera
escuchado alguna vez. Levantó la mano, sus pequeños pero regordetes dedos
estirándose tanto como pudieron, sus palmas hacia afuera. Cuando estuvo
segura de que entendí, la mano regresó detrás de los vaqueros de Peter—. Pitt
dijo que me llevalías a Chicken Joe’s pero no podemos ir hasta que estés lista.
—Parpadeó pero no sonrió. Era seria, y de veras me hacía responsable por cada
segundo que tenía que esperar.
Lo miré.
—Ah, ¿lo hizo?
Peter simplemente se encogió de hombros y sonrió.
—¿Estás lista?
Miré mi sudadera.
—Claramente no, pero supongo que no debería tener esperando a Olive.
—No. No deberías —dijo Peter. Ni siquiera pretendió
apenarse. Bastardo.
Intentando
no gruñir, maldecir, o hacer algo más que pudiera asustar a Olive, regresé a mi habitación. Reemplacé
mi sudadera con una Henley térmica color óxido, y los pantalones de chándal con
un par de vaqueros bien entallados. Mientras me deslizaba en mis botas, Cande
abrió la puerta de mi habitación y la cerró detrás de ella.
—Olive quiere
que te pida que te apresures, por favor —dijo,
intentando no sonreír.
—Cállate
—dije, levantándome. Me puse algo de maquillaje, cubrí mis pestañas con rímel,
apliqué ligeramente a mis labios brillo claro, y salí a la sala, donde aún se
encontraban de pie Peter y Olive—. Ya —dije con una sonrisa. Para Olive.
Definitivamente sin sonrisas para Peter.
Olive levantó la mirada a Peter.
—¿Podemos il ya a
Chicken Joe’s?
—Primero te ponemos el abrigo.
Olive asintió y luego se secó la nariz con la parte
trasera de su mano.
—¿Ya?
—Sí, señora —dijo él abriendo la puerta.
La
sonrisa de Olive abarcó el ancho de su rostro cuando la puerta se abrió, y la
expresión de Peter se encendió, claramente complacido de hacerla feliz.
Lo pasé
sin hablar, y mientras caminaba hacia el estacionamiento, los pequeños dedos de
Olive encontraron su camino en mi mano. Su piel era simplemente tan suave y cálida
como parecía.
Peter
desbloqueó la puerta del pasajero de su deteriorado Dodge Intrepid. La pintura roja se encontraba
desvanecida en algunos puntos, y desaparecida en otros.
Peter empujó el asiento hacia
adelante, ayudando a Olive a entrar atrás. La ató en su silla rosa para coches.
Incliné la cabeza e inhalé una bocanada.
—¿No fumas
en tu auto?
—Sí,
pero limpio el auto cada noche antes de tener a Olive, y no fumo hasta después
de que la dejo por el día. No huele. —Regresó el asiento del pasajero a su
posición original y estiró la mano, haciéndome señas de que entrara.
—Te voy a hacer pagar por esto tanto —susurré mientras lo
pasaba para sentarme.
Sonrió.
—Lo espero. —Peter cerró
la puerta, y luego trotó alrededor de la parte delantera del auto y saltó al
asiento del conductor. Pasó el cinturón de seguridad por su pecho y lo abrochó
en el pestillo, y luego me miró expectante.
—Abóchalo o delóchalo—dijo
Olive desde el asiento de atrás.
—Oh —dije, girándome para agarrar el cinturón de seguridad y hacer lo que
Peter acababa de hacer. Cuando
la hebilla hizo
clic, Peter encendió el auto.
Condujimos
casi en silencio por la ciudad hacia Chicken Joe’s, excepto por las ocasionales
peticiones de actualización de Olive. Casi cada semáforo, quería saber cuántas
calles había entre nosotros y nuestro destino. Peter le respondió
pacientemente, y cuando estuvimos a una calle, ambos hicieron una pequeña
celebración, bailando con sus manos.
Cuando Peter
entró en un lugar de estacionamiento en Chiken Joe’s, apagó el motor, salió,
trotó a mi lado, y luego abrió la puerta. Me ayudó a bajar con una mano, y
luego hizo el asiento hacia adelante, liberando a Olive y poniéndola en el suelo.
—¿Tajiste monedas? —preguntó ella.
Peter se
rió una vez, fingiendo un insulto.
—¿Es siquiera legal ir a Chicken Joe’s sin
monedas?
—No lo queo —dijo Olive, negando con la cabeza.
Peter
extendió la mano, y Olive la tomó, y luego ella estiró su mano hacia mí. Cubrí
su mano con la mía y los seguí dentro.
Chicken Joe’s había estado en Eakins
desde antes que yo naciera. Mis padres
nos trajeron una o dos veces cuando niños, pero no había venido desde los noventa. Grasa y especias aún colgaban
espesas en el aire, y saturaban todo lo demás, incluyendo una película delgada
en el azulejo verde del piso.
Olive y
yo seguimos a Peter a una cabina al otro lado del restaurant. Los niños corrían
por todos lados y prácticamente escalaban las paredes. Luces multicolores más
grandes que una rocola y videojuegos parecían incrementar los gritos y risas.
Peter
buscó en sus bolsillos y sacó dos puñados de monedas. Olive tomó una
respiración emocionada, agarró tantas como pudo en su puño regordete, y se
alejó.
—Ni siquiera te sientes mal
por explotar a esa pobre niñita, ¿o sí? — pregunté cruzando mis brazos sobre la
mesa.
Peter se encogió de hombros.
—Tengo una cena contigo. Ella juega. Sus padres tienen una noche de cita. Es un
ganar/ganar… ganar.
—Negativo. Claramente no
estoy en la categoría de ganar, ya que fui obligada a venir.
—No es mi culpa que yo estuviera un paso por
delante de ti.
—Explotar a una niña no es
una buena primera cita. No es exactamente un recuerdo que quieras compartir
después.
—¿Quién dijo que esto era
una cita? Digo… si quieres llamarlo una cita, está bien, pero pensé que tenías
novio.
Casi me ahogué con mi propia saliva, pero eso era
preferible a sonrojarme.
—Perdóname por pensar que obligar era algo que no
harías por cualquiera.
—No lo hago. Esto es definitivamente un caso
especial.
—Tú eres
un caso especial —gruñí, buscando entre las docenas de pequeños rostros a
Olive. Intentaba estirar su corto brazo por la máquina de pinball, y luego
recurrió a inclinarse de un lado al otro.
—Asumo que aún tienes novio —dijo Peter.
—No es de tu incumbencia, pero sí.
—Entonces, definitivamente
no es una cita. Porque si lo fuera estarías… bueno, no lo diré.
Le entrecerré los ojos.
—Me estiraré sobre la mesa
y te golpearé.
Se rió.
—No, no lo harás. ¿Quieres
que toda la siguiente generación de Eakins, Illinois, piense que eres un ogro?
—No me importa.
—Sí te importa.
La
mesera se contoneó hacia nosotros, inclinándose hacia atrás, exponiendo su
floreciente panza. Parecía embarazada de siete meses, su camiseta polo verde,
apenas cubría su bulto. Dejó una pequeña bebida con una pajilla y una fresa, y
luego un gran vaso lleno de algo café y gaseoso.
—Hola, Pitt.
—Hola, Cindy. Deberías estar en casa con tus pies arriba.
Ella sonrió. —Dices eso cada vez. ¿Qué va a querer tu amiga?
Levanté la mirada a Cindy.
—Solo agua, por
favor.
—La tienes. —Ella miró a Peter—. ¿Olive va a querer lo de siempre?
Él asintió.
—Pero creo que Lali va a necesitar el menú.
—Ya
regreso —dijo ella.
Peter se inclinó.
—Deberías probar el
plato de tres piezas con patatas fritas dulces y ensalada de col. Porque…
demonios.
Un hombre detrás de mí gritó:
—¡Christopher! ¡Dije que traigas tu trasero aquí y te sientes!
Peter se
inclinó para echar un vistazo alrededor de mí, y frunció el ceño. Un pequeño
chico cerca de los ocho años de edad vino corriendo, más cerca de mí que de su
padre, esperando.
—¡Siéntate! —gruñó el padre.
El chico hizo lo que le dijeron, y se giró para observar a los otros chicos
jugando.
Peter trató de ignorar la escena detrás de mí y se
apoyó contra la mesa.
—¿Todavía trabajas en el Red?
Asentí.
—Como cualquier trabajo, no está mal. Hank
es genial.
—¿Por qué no trabajaste este fin de semana?
—Me tomé un poco de tiempo libre.
—¡Quédate quieto! —gruñó el padre a mi espalda.
Después de una pausa, Peter
continuó:
—Solo iba a decirte que si no eras feliz en el bar, hay un lugar disponible
para recepcionista en la tienda.
—¿Qué tienda?
—Mi tienda. Bueno, la tienda en la que trabajo.
—¿Skin Deep está contratando? Creí
que Cal solo hacía que cualquiera que no estuviera ocupado contestara el
teléfono.
—Dice que Thirty-Fourth
Street Ink tiene una chica caliente en el escritorio, así que cree que
necesitamos una también.
—Una chica caliente —añadí sin expresión, no
impresionada.
—Sus palabras, no las mías
—dijo Peter, escaneando la multitud en busca de Olive. No le tomó mucho tiempo.
Sabía dónde estaría.
—Le gusta el pinball, ¿eh?
—Le encanta —dijo, sonriéndole como un padre
orgulloso.
—¡Maldición,
Chris! ¿Qué demonios está mal contigo? —gritó el padre detrás de mí, poniéndose
de pie al mismo tiempo. Me giré, observando el vaso derramado del padre, y un
muy nervioso chico mirando el regazo húmedo de su padre—. ¿Por qué siquiera me
molesto en traerte a estos lugares? —gritó.
—Estaba pensando lo mismo —dijo Peter.
El padre se giró, dos profundas líneas horizontales
en el centro de su frente.
—Quiero
decir, no actúes como si de verdad quieres a tu niño corriendo por ahí, jugando
o divirtiéndose. ¿Por qué lo traerías aquí sí solo quieres que permanezca
quieto?
—Nadie te preguntó, imbécil —dijo el hombre,
girándose.
—No, pero si sigues hablándole a tu hijo de ese modo, voy a pedirte
que salgas.
El hombre nos enfrentó de nuevo, comenzó a hablar,
pero algo en los ojos de Peter hizo que el hombre lo pensara mejor.
—Es hiperactivo.
Peter se encogió.
—Oye, hombre, lo entiendo. Estás aquí sólo.Probablemente ha sido un largo día.
Las líneas sobre los ojos de hombre se suavizaron.
—Sí.
—Entonces
déjalo quemar algo de energía. Estará exhausto cuando llegue a casa. Es un poco
tonto traerlo a un parque de juegos y luego molestarte porque quiere jugar.
Vergüenza
oscureció el rostro del hombre, asintió un par de veces, y luego se giró, asintiendo una vez hacia
su hijo.
—Lo siento, amigo.
Ve a jugar.
Los ojos del pequeño se
iluminaron, y saltó de la cabina, mezclándose en la multitud continuamente
moviéndose de niños felices. Después de un par de momentos incómodos de
silencio, Peter inició una conversación con el hombre, y comenzaron a charlar
sobre donde trabajaban. Finalmente supimos que el nombre del hombre era
Randall, y era un padre recientemente soltero. La mamá de Chris era una adicta
y vivía con un novio en el pueblo más cercano, y Chris tenía problemas
adaptándose. Randall admitió que él los tenía, también. Cuando fue momento de
marcharse, Randall extendió su mano y Peter la estrechó. Christopher observó a
los dos hombres, sonrió, y luego tomó la mano del padre. Se fueron, ambos con
sonrisas en sus rostros.
Cuando
se le agotaron las monedas a Olive, tomó asiento en la mesa, el pollo dorado
llegó antes que ella. Peter roció un poco de jabón esterilizador para manos en
las manos de ella, las frotó y luego devoró todo en su plato. Peter y yo
ordenamos la versión para adultos de su comida, y todos terminamos al mismo
tiempo.
—¿Talta? —dijo Olive, limpiándose la boca con la
parte trasera de su mano.
—No sé —dijo Peter—. Tu mamá se molestó bastante
conmigo la última vez.
Me gustaba la forma en la que le hablaba. No era
condescendiente. Le hablaba al igual que lo hacía conmigo, y ella
parecía apreciarlo.
—¿Qué piensas, Lali? ¿Te gusta de
nueces?
Olive me observó con ojos suplicantes.
—Sí.
Los ojos color zafiro de Olive brillaron.
—¿Podemos
compatil una?
Me encogí.
—Podría arreglármela con un tercio de
tarta. ¿Quieres compartir, Pitt?
Peter
hizo contacto visual
con Cindy, y
sostuvo su dedo
índice. Ella asintió, sabiendo exactamente lo
que significaba. Olive aplaudió mientras Cindy le traía el plato en una mano, y
sosteniendo tres tenedores en la otra. El pedazo era casi un tercio de tarta,
con un gran montículo de cubierta blanca.
—Disfruten —dijo Cindy, sonando cansada pero
agradable.
La
devoramos, todos gimiendo cuando el primer mordisco de delicia azucarada
encontró su camino en nuestras bocas. Después de un par de minutos, el plato se
encontraba vacío. Cindy trajo la factura, y traté de pagar la mitad, pero Peter
no me dejaría ni siquiera contemplar la idea.
—Si pagas es una cita —dije.
—¿Alguna vez pagas el almuerzo de Cande?
—Sí, pero…
—¿Es eso una cita?
—No, pero…
—Shh —dijo,
levantando a Olive en sus brazos—. Esta es la parte donde me agradeces. —Puso
dos billetes en la mesa, luego empujó su billetera en su bolsillo trasero.
—Gacias —dijo Olive,
descansando su cabeza en el hombro de Peter.
—De nada, OO. —Se inclinó
y agarró sus llaves de la mesa.
—¿OO? —pregunté.
Olive me miró con
piscinas gemelas soñolientas. No presioné el tema.
El viaje de regreso a mi
apartamento fue silencioso, pero mayormente porque Olive se quedó dormida en su
asiento para coche. Su pequeña mejilla se encontraba aplastada contra el cojín
al lado de su rostro. Parecía tan tranquila, tan felizmente perdida a donde sea
que se hubiera desvanecido.
—¿Sus padres simplemente permiten que el
vecino cubierto de tatuajes cuide a su hija de cinco años?
—No. Esto es nuevo. Apenas
comenzamos con Chicken Joe’s este año en mis días libres. Cuidé a Olive por
Shane y Liza un par de veces por media hora más o menos al principio, y de algún
modos nos movimos
a Chicken Joe’s.
—Raro.
—He sido su Pitt por un
largo tiempo.
—¿Y ella es tu OO?
—Sip.
—¿Qué hay con eso?
—Sus iniciales. Olive
Ollivier. OO. Cuando las juntas, hacen un sonido de “OO”.
Asentí.
—Tiene sentido.
Va a odiarte por eso en seis años.
Peter miró el espejo retrovisor, y luego de regreso
a la carretera.
—Nah.
Los
faros iluminaron la puerta principal de mi apartamento, y Peter finalmente
pareció avergonzado.
—Te acompañaría a la puerta, pero no quiero dejar a Olive
en el coche.
Hice un ademán con la mano.
—Puedo
llegar a la puerta por mi cuenta.
—Tal vez podemos secuestrarte otra vez.
—Trabajo los sábados. Esto fue solo un loco
accidente.
—Podemos cambiarlo a domingos de Chicken Joe’s.
—Trabajo los domingos.
—Yo también. Pero no hasta la una, y no
tienes que ir hasta más tarde, también, ¿cierto? Podríamos almorzar. Un
almuerzo temprano.
Ladeé la boca.
—Simplemente no es una buena idea, Peter. Pero gracias.
—Chicken Joe’s siempre es
una buena idea.
Dejé escapar una risa y
bajé la mirada.
—Gracias por la cena.
—Me la debes —dijo Peter, observándome salir.
Me incliné.
—Me secuestraste, ¿recuerdas?
—Y lo haría de nuevo —dijo cuándo cerré la puerta.
Caminé hacia el edificio y Peter esperó
hasta que entrara antes de comenzar a retroceder.
Cande se encontraba sentada
sobre sus rodillas en los cojines del sofá, agarrando la parte posterior con
sus dedos.
—¿Entonces?
Miré alrededor del apartamento y arrojé mi bolso en
el sofá de dos plazas.
—Entonces… esa fue tal vez la mejor no cita que
alguna vez haya tenido.
—¿En serio? ¿Incluso mejor que cuando conociste a P.J.?
Fruncí el ceño.
—No sé. Esa
fue una noche realmente buena. Pero esta noche fue… diferente.
—¿Diferente bueno?
—Fue algo así como perfecto.
Cande arqueó una ceja y bajó su mentón.
—Esto
podría ser complicado. Solo deberías decirle.
—No seas estúpida. Sabes
que no puedo —dije caminando hacia mi cuarto. Mi teléfono sonó una vez, y luego
otra. Caí en mi cama y miré la pantalla. Era P.J.
—¿Hola? —dije, sosteniendo el teléfono en mi oído.
—Siento que me tomara tanto llamar… recién acabamos… ¿Todo bien? —preguntó P.J.
—Sí, ¿por qué?
—Creí haber escuchado algo en tu voz cuando respondiste.
—Estás escuchando cosas —dije, tratando de no pensar en que tan adorable lucía Peter con una Olive adormilada sobre su hombro.
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