Lali.
Tenía miedo de dormir. Euge se
había ido. Rochi era... Rochi era una vieja amiga de Peter. Di un salto y corrí
hacia la puerta del baño y cerré con llave de mi lado. Fui y cerré también con llave la puerta de mi
habitación. No es que no les crea. Peter había hablado en mi cabeza,
controló mi sueño,
y apareció de la nada.
Él es algo. Aceptar que es la Muerte era más fácil que pensar que era
algo así como un fantasma, un mago o Dios no lo quiera —un vampiro. Eran
criaturas míticas. Ellos no eran reales.
Pero la Muerte, la Muerte
era real.
¿Podría la Muerte ser sólo el
tiempo justo en el que un cuerpo muere? El alma tiene que marcharse. ¿Es la
Muerte la que es llamada para tomar
el alma? No tiene mucho sentido. Le creí. Y estaba igualmente aterrorizada de
él. No es sano para un ser humano tener una relación con la Muerte. Era el fin de todo. No
estaba preparada para morir. No quería volver
a verlo hasta que llegara mi hora de irme. Esperaba que no fuera hasta que estuviera muy vieja y arrugada.
Un golpe
en la puerta del baño me sorprendió y agarré la herramienta más cercana que
pude encontrar. Un sacapuntas. No muy amenazante.
—Abre la puerta, Petisa, o voy a entrar. Es muy
fácil para mí.
¿Ella
era también la Muerte? ¿Había más como ellos? ¿Todos cantan en bandas de rock o
visten como emos?
—Está
bien. No voy a suplicarte —dijo Rochi mientras aparecía en mi habitación.
—¿Qué
eres? —Le pregunté tomando rápidamente de vuelta mi sacapuntas delante de mí.
—¿Qué vas a hacer? ¿Agujerearme con un sacapuntas?
¿En serio? —Rochi sacudió la cabeza con
incredulidad y se acercó y se sentó en el extremo de la cama de Euge,
luego saltó de nuevo—. Me olvidé de toda
la acción que esta cosa ha estado recibiendo últimamente. Creo que voy a estar
de pie.
—Por favor, sólo vete lejos —Le supliqué.
—Primero,
necesito que me preguntes acerca de todas esas cosas locas de mierda que están
pasando por tu cabeza. No vas a hablar con Peter, así que habla conmigo.
—¿Eres también la Muerte? —pregunté, porque tenía que saber si debía estar rezando por mi alma y buscando
el rosario de Euge.
—La
muerte es un ser. Juan Pedro es la Muerte. Él ha sido y lo será siempre.
—¿Por qué le llamas Juan Pedro?
—Es su
nombre. Juan Pedro significa "famoso por su espíritu". Encaja. Solía
tener sólo el nombre Muerte. Una vieja señora irlandesa se lo dio justo antes de la partida de su alma. Ella
dijo que se merecía un nombre más apropiado.
¿Su
nombre significaba algo? ¿Por qué me dijo eso? Él era la Muerte, por amor de
Dios.
—¿Por qué es cantante de una banda?
Rochi se rió a carcajadas.
—Esa es una buena pregunta.
Incluso la muerte se aburre. Cada pocas décadas es algo diferente. Todo comenzó
en el primer siglo cuando se convirtió en Gladiador. La lista es larga, pero
los que más me divertían era cuando él fue un pirata en el año 1500, un
proscrito en el 1800 y en 1920 era un gángster. Encontró una música que le
atrajo en los años ochenta. Así que ahora, cuando la Muerte no está tomando las
almas, es un cantante de una banda de rock. Sin embargo, pasado un rato le
pondrá fin a eso también. Buscará otra cosa que ocupe su tiempo. Aunque eso ya
ha cambiado recientemente.
—¿Así
que la muerte sólo camina sobre la tierra? ¿Él no tiene otra residencia? —Tenía series dificultades
para comprenderlo.
—Sip. Sólo llena su escaso tiempo libre con
pasatiempos.
—Entonces, ¿qué eres?
—Soy un transportador. Tomo el alma una vez Peter la quita del cuerpo. Supongo que hacia arriba o
hacia abajo. Cualquiera que sea el lugar al que esté destinado. Los que van a tener
otra vida. Es bastante simple. Los seres humanos
tratan de hacerlo
más complicado de lo que es.
El creador no hace nuevas almas a menudo. Sólo cuando el número de almas malas
superan la cantidad de buenas. Por ejemplo, tú eres un alma nueva.
Yo era
un alma nueva. Qué extraño. La gente vivía su vida sin saber si tenían vidas pasadas. Sin saber si iba a
tener otra. Pero ahora, sabía que
esta era mi primera oportunidad. Mi primera experiencia. No existía pasado para
mí. Eso era todo, sólo tenía futuro.
—¿Es tiempo de irme? ¿Es por eso que Peter y tú
están cerca de mí? ¿Van a tomar mi alma
pronto? —Ese era
mi mayor temor.
No quiero morir. Seguramente si esta era mi
primera vida obtendría más que tan sólo dieciocho cortos años.
—Nop, Petisa.
No es tu hora de ir arriba. Estaría dispuesta a apostar que eres el único ser
humano vivo que tiene una vida útil ilimitada.
—¿Qué?
Rochi desechó mi comentario con la mano.
—Nada,
olvida que dije eso. Sólo ten por seguro que no estamos aquí para llevarte. Sin
embargo, Peter está fascinado contigo. Eso no te pone en peligro. Si tuviera
que tomar tu alma, él no sería capaz de hacerlo. Él se rebelaría. El Creador
luego la tomaría. Por lo tanto, no estás en peligro.
Me quedé
sentada, intentando procesar toda esa información. No lo cuestioné. Esto tenía
sentido. Era una locura como el infierno, pero tenía sentido. Sentí una paz completa al respecto. Pero había una cosa
que quería dejar muy claro. Alcé los ojos para encontrarme con los de Rochi.
—No quiero ver a Peter de nuevo.
Tener a La Muerte como pretendiente no es normal. Me doy cuenta
de que no estoy en peligro, pero quiero que me dejen en paz. Quiero salir con chicos
que no puedan hablar en mi cabeza y tomar las almas de los cuerpos.
Me gustaría alguien
que no fuera inmortal. Peter es
atractivo. Es difícil no sentirse tentada. Si se quedase cerca de mí, me derrumbaría y le dejaría
acercarse. No quiero
eso. Así que, por favor, vete.
Rochi no
respondió. No tuvo una respuesta ingeniosa o un comentario inteligente. Después
de unos segundos me miró y se fue. No adiós. No Rochi. Y no Peter.
Peter.
Había jugado y perdido.
Rochi se
sentó en silencio junto a mí. Había hecho lo que le pedí. Lali tomó su elección. Incluso antes de
que supiera que debía tomar una decisión. Nunca tendría posibilidades de ganar.
No me quería cerca de ella. No quería volver a verme. No sería capaz de caminar
en este mundo a menos que estuviera trabajando. No podía hacer frente al
conocimiento de que ella estaba aquí y no podría hablarle. Tocarla.
Deslicé el collar que me había dado y lo sostuve fuertemente en mis manos. Era todo lo que tenía de Lali…
la Lali que me había amado, que me había aceptado por lo que era, y me quería
de todos modos. No podía existir con cualquier recuerdo
de ella. Tenía que dejar mis recuerdos atrás. Tenía que recordar quién
era y lo que estaba destinado a hacer. No vivir más en el mundo humano.
—Quiere
que la dejen en paz —No era una pregunta. Sólo trataba de dejar que la
confirmación se hundiera en mí. Haría cualquier cosa por ella. Quería hacerla
feliz. Ella no era feliz conmigo. No me amaba. ¿Alguna vez podría amarme en
este mundo en el que su vida no estaba en la línea de la muerte y no estuviese
luchando por ello conmigo a su lado? Comenzaba a creer que era imposible. Lali
se había enamorado de mí durante una
época en su vida cuando ella no tenía miedo de las almas. Cuando todo tenía sentido para ella. Ella me
necesitaba y yo había estado allí para protegerla. ¿Y si me amaba por las
circunstancias? ¿Y si esto hubiera sido lo que Dios sabía desde el principio?
—No sabe
lo que quiere, Peter. Está confundida y asustada —dijo Rochi con convicción en
su voz.
Me gustaría creer que tenía razón.
Pero la realidad era que las cosas eran diferentes ahora. El lazo que habíamos
formado ya no era algo que ella sentía. Tenía miedo de mí. Me quería fuera de
su vida. La Lali que no había vivido toda su vida viendo almas y había
experimentado esas cosas, no me quería amar. Darse cuenta de ello fue el peor tipo de dolor.
—No puedo quedarme aquí. No me quiere. Sólo soy la
Muerte para ella.
La habitación de Lali estaba a oscuras
y su lenta respiración me dijo que dormía. Me acerqué a su escritorio y en silencio
puse el collar que una vez
había querido que yo tuviera, porque su amor era interminable como el nudo Celta, sobre su libro. Era de ella, no podía quedármelo, pero tampoco podía dejar que nadie más lo
tuviera. Era de Lali. Éste era un recuerdo de mí que debía dejar con ella. Me
acerqué para estar al lado de su cama por última vez. Me permití verla dormir.
Desde el primer momento en que la había visto, la observé mientras
dormía. Era una tranquilidad que sólo
experimentaba con ella. Me enseñó que yo era capaz de amar. Me enseñó a reír.
Me enseñó lo que significaba apreciar algo o alguien completamente. Me gustaría
seguir adelante y salir de su
vida, pero lo que tuvimos siempre estará ahí, recordándome de lo que alguna vez
tuve. Cuándo llegase el momento de que abandone este cuerpo tendría que
encontrar la fuerza para dejar que el único recuerdo de
mí, en su alma, se perdiera para siempre.
—Adiós, Mariana Esposito —dije en voz baja en la
oscuridad.
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