Domir no hizo las cosas más fáciles, parecía que había tenido un muy mal sueño. Me di la vuelta para ver la cama vacía de Euge. Otra noche con Tacho. Tenía dos amigas aquí, una estaba en celo y siempre ausente y la otra no era humana. Estaba realmente sola. Cogí el teléfono y desplacé hacia abajo mis contactos hasta que encontré el número de mi madre. Necesitaba oír su voz, debía ser nostalgia lo que sentía.
―¿Lali? Hola, cariño, ¿estás bien?
―Estoy bien ―Le aseguré. Yo no era de llamar mucho a casa. La única vez que hablamos la semana pasada fue cuando ella llamó para ver cómo estaba estableciéndome.
―Son las siete de la mañana. No sabía que fueras capaz de estar despierta a las siete de la mañana.
―Ja. Ja. Tengo tres clases a las ocho a la semana, muchas gracias.
―Oh, bueno, eso lo explica todo. Esto es algo nuevo. Tenía que convencerte con tocino por las mañanas para que te levantaras antes de las siete y media.
―Soy una niña grande ―Le respondí sintiendo un nudo en la garganta. El hablar con mamá no mejoraba la situación. Quería acurrucarme en el sofá con ella y ver las repeticiones de CSI.
―¿Estás segura? Porque algo suena mal.
―Te extraño ―Me las arreglé para decir sin llorar.
―Oh, nena. ¡También te extraño! ¿Estás nostálgica? Podría visitarte. ¿Quieres que te visite?
No, yo no quería que ella viniera a visitarme porque no podría dejar que se vaya.
―No. Estoy bien, solo quería oír tu voz esta mañana y decirte que echo de menos tus panqueques. Un latte acaramelado simplemente no es lo mismo.
Mamá se echó a reír en el teléfono.
―Bueno, tan pronto llegues a casa para las vacaciones de Acción de Gracias tendrás panqueques esperándote.
―Gracias. Puedo seguir adelante con esto, necesito irme ahora. Tengo que vestirme.
―Está bien. No llegues tarde a clase. Llámame en cualquier momento que desees. Eres una chica hermosa, inteligente y encontraras tu lugar allí realmente pronto.
―Bueno, hablaré contigo pronto. Te amo.
―Te amo, cariño. Adiós.
―Adiós.
Dejé caer el teléfono sobre la cama y me levanté para ir a tomar una ducha. Mis ojos se posaron en el nudo Celta de plata que había visto colgando una vez alrededor del cuello de Peter. Estaba colocado sobre la portada de mi libro. Comencé a cogerlo y me detuve. No estaba segura de cómo llegó hasta aquí y por qué estaba allí. Le dije que me dejara en paz. No me gustaba pensar que podía estar en mi habitación mientras yo dormía, así qué corrí al baño. Necesitaba salir de esta habitación y entrar en el mundo real donde las personas tenían cuerpos y no eran inmortales, esa era mi opinión final.
Cuando abrí la puerta principal de la residencia de estudiantes para dirigirme a clase me detuve al ver Gastón, se apartó de la barandilla donde había estado apoyado. Tenía café en sus manos, pero yo sabía que no era para él.
―Buenos días ―dijo sonriendo y extendiendo el café hacia mí―. Latte acaramelado con leche.
―Gracias ―respondí tomando el café―. ¿Qué he hecho para merecer servicio de café por la mañana?
Gastón se encogió de hombros.
―Me dio una razón para verte. Euge me dijo a qué hora te ibas esta mañana y pensé que podría conseguir algunos puntos extras. Empezar mi día contigo es un buen comienzo.
Sonriendo, tomé un sorbo de café y luego suspiré en aprobación.
―Bueno, gracias. Eso es muy dulce.
―Pero tengo otro motivo por el cual vine ―dijo, frotándose las manos. Ese era su gesto nervioso. Lo conocía bien.
―De acuerdo, ¿pero podemos hablar camino a mi clase, así no llegaré tarde? ―pregunté caminando a su lado.
―Sí, si, por supuesto ―Caminamos por las escaleras y me dirigí hacia la acera que conducía a la parte delantera del edificio de Inglés.
―Bueno. ¿Cuál es la otra razón por la que te levantaste para venir a sobornarme con café tan temprano en la mañana?
―Me preguntaba si había alguna posibilidad de darme otra oportunidad para una cita. Solo amigos, pero, bueno, no solo amigos. Quiero pasar tiempo contigo. Tal vez podríamos ir a comer y bolos. Solías patearme el trasero en los bolos.
En circunstancias normales hubiera sido un rotundo no. Sin embargo, me sentía sola. Necesitaba amigos. Gastón había sido mi amigo desde hace varios años. Pasar tiempo con él no era la peor idea del mundo. Eso era sin duda dar un paso adelante, por lo menos era humano. No era tan sexy y sus besos no hacían que mis dedos se curvaran, pero era lo suficientemente agradable. No podía comparar a otros chicos en base a Peter. Era injusto. Él no era un ser humano, por lo tanto un ser humano no podría competir con él.
―Seguro. Suena divertido. ¿Cuándo quieres hacerlo?
Gastón se detuvo y me miró como si no pudiera creer que acabara de aceptar. Empezó a caminar de nuevo, sonriendo como si yo acabara de ofrecerle dinero en lugar de aceptar una cita.
―Uh, mañana por la noche. No tenemos escuela la mañana siguiente.
Bien, necesitaba algo que hacer.
―Suena como un buen plan.
***
Tres semanas más tarde y había
encontrado un cómodo patrón con Gastón. Él me traía cafés tres días a la semana
y me llevaba a clase. Íbamos a comer con Euge y Tacho los martes, a los bolos
los jueves y viernes por la noche era cena o película. Era exactamente como en
el instituto. Todo muy bien organizado y muy
aburrido.
La única
cosa que había aprendido era que tener a alguien contigo todo el tiempo no te quitaba la soledad. Podías estar rodeado de
gente pero igual te podías sentir solo. Algo faltaba. Casi podía recordar lo
que faltaba, pero justo cuando estaba a punto de recordarlo, lo olvidaba. Simplemente se iba.
Esta
noche iba a ir a un grupo de estudio para mi clase de Literatura, a la cual Peter
ya no asistía. Me molestaba echarlo de menos. No debería extrañarlo. La emoción
de entrar a clase sabiendo que podría estar allí, ya no estaba. Agarré mi
mochila y salí por la puerta bajando por las escaleras. El fuerte chirrido de
un metal a todo volumen y bocinas me detuvieron. La gente empezó a salir de los
dormitorios para ver qué pasaba. Me
acerqué a la multitud cerca de la calle donde dos de los coches que habían
chocado estaban inmóviles. El humo salía de los capos. El coche más pequeño se encontraba al revés.
Escuché gente gritando y llamando al 911, mientras otros lloraban.
El rompimiento del vidrio atrajo la atención de todos, provenía del auto
que se había volteado. El peso de la camioneta que estaba en las ventanas había
sido demasiado. Nadie se movía en el vehículo. Oí a las chicas a mi alrededor
en sus teléfonos llamando y diciéndole a la gente acerca del accidente.
Nadie parecía saber de quienes se trataba aun.
Fue
entonces cuando lo sentí. No podía verlo, pero él estaba allí. Nadie parecía
darse cuenta. ¿Por qué yo lo hacía? Miré entre los destrozados, buscando
cualquier señal, pero no había nada. El hecho de que sabía que él estaba
cerca no me asustaba. Si fuera honesta conmigo misma, quería verlo. El calor
corría por mis brazos y me estremecí.
―¿Dónde estás? ―susurré.
No obtuve respuesta.
El calor
sólo duró un corto tiempo y luego se fue. Las sirenas comenzaron a sonar a todo
volumen y la multitud se movió de nuevo. Estaba confundida.
Y él se había ido.
Me encontraba triste. No porqué conocía a alguien en esos vehículos que habían muerto. Estaba triste
porque él había estado cerca, pero no fui capaz de verlo. ¿Por qué quería verlo? ¿Andaba
algo mal conmigo?
Me abrí paso entre la multitud
hasta que estuve libre de los cuerpos que se apretujaban tratando de conseguir
una mirada más cercana del accidente. Tomando una profunda respiración, me
acerqué y me senté en los escalones. Estaba segura de que nuestro grupo de
estudio no se reuniría esta noche. Sólo esperaba que no hubiera alguien
conocido en esos coches.
Mi
teléfono comenzó a sonar y lo saqué para ver el número de Euge parpadear en la
pantalla.
―Hola.
―Oh,
Dios mío. Gracias a Dios que estás bien. Acabo de ver los restos del accidente
en las noticias y solo dijeron que sucedió justo afuera de nuestro dormitorio. No
dieron más información, así que no estaba
segura. Gastón ya va camino para allá. Lo llamé y dejo su trabajo para
ir hasta
allí.
No
estaba de humor para Gastón esta noche. Quería acurrucarme sola en mi habitación y sacar el collar que había escondido en el cajón.
Peter lo dejó conmigo por una
razón y necesitaba entender por qué.
―Estoy
bien. No estoy segura de que lo dejen pasar. Creo que tienen las carreteras
bloqueadas, pero lo llamaré y le diré que estoy a bien. Es malo no saber quiénes son.
―Llámame tan pronto como lo sepas, ve a dentro y
quédate a salvo ―dijo Euge con voz de mando. Sonreí, estuve de
acuerdo y colgué.
Para cuando Gastón llegó, los coches estaban siendo remolcados fuera de
la carretera y el forense declaraba al conductor del coche más pequeño como
muerto y el cuerpo ya se lo habían llevado. El pasajero del otro vehículo
también fue declarado muerto. Todo lo que podía pensar era en Peter y en como
tenía que vivir a través de eso a diario. Era algo de lo que nunca podría escapar. ¿Eso lo molestaba?
¿Sentía alguna emoción?
―Toma,
te he traído algo para comer ―dijo Gastón mientras subía los escalones del
dormitorio y se sentaba a mi lado. No había sido capaz de alejarme del
accidente, sentada viendo cada momento, cada sollozo y lamento de los
familiares que llegaban para que les dijeran que alguien a quien amaban estaba muerto. Lo había visto
todo. Ellos se irían esta noche odiando a la Muerte, pero él sabía que
debía tomar sus almas. Podía entender su dolor, pero mi pecho dolía por Peter.
Él no causó el accidente, no escogió que estas personas murieran. Eran sus
cuerpos lo que no podían sobrevivir. No era su culpa que sus almas no pudieran
permanecer dentro de su cuerpo, pero a causa de su nombre
y su propósito la gente lo odiaba. En este evento, la vida de todos
no era una fiesta en absoluto. Era un ser y si sólo comprendieran que no era
culpa de la Muerte…
―Pensé que no habías comido nada
―dijo Gastón mientras tomaba la bolsa. El olor a hamburguesa y papas fritas
salió desde la bolsa. Él tenía razón,
yo no había comido nada, pero mi estómago no estaba lo suficientemente fuerte
como para comer.
―No creo
que pueda comer algo ―Le dije en tono de disculpa. Fue amable de su parte haber
pensado en mí, pero esta noche
solo quería dormir, olvidar lo que sabía y lo que había visto. Todo dolía demasiado.
―Tienes
que comer algo. Vamos, vamos a entrar. Ver esto no es bueno para ti.
Negué
con la cabeza. Tenía que quedarme hasta que terminara. No podía alejarme
todavía.
―No puedes entrar, es tarde. Nosotros deberíamos
quedarnos aquí.
Gastón
se acercó a mí y tomó mi mano entre las suyas. De pronto, no hubo en ese
instante placer o excitación. Mi cuerpo no reaccionaba de alguna manera, él no
era más que mi amigo.
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