La húmeda calle estrecha parecía vacía. Música jazz se oía a distancia, pero el sonido era débil.
Cuanto más me alejaba de las
dispersas luces de la calle y me introducía en la oscuridad, los sonidos de la
risa, los tranvías y la vibrante música tradicional que sólo se encontraba en
el Big Easy se desvanecían. He estado aquí antes, en innumerables ocasiones.
La Muerte se encontraba a menudo en estas calles oscuras. Pero esta noche, no me estoy aquí para tomar un alma. Vine por otras razones. Razones por las que reúno las piezas. La furia dentro de mí era difícil de controlar. Había sido imprudente. ¡Yo! Una maldita Deidad todopoderosa, dejando pasar algo peligroso, más allá de mi radar, sin ser detectado.
¿Cómo pude dejar que esto sucediera? Sabía la respuesta. Lali. Ella me consumía. Mis pensamientos. Mis deseos. Mi propósito. Había sido incapaz de ver nada con el resplandor de Lali, cegándome de todo lo demás. Ahora, tengo que averiguar por qué y luego tengo que arreglar esto. Porque Mariana Espósito era mía. Su vida, su alma, su corazón, era todo mío. Nada se interpondría en mi camino. Ninguna antigua maldición. Ningún chico sin alma. Y absolutamente, ningún Sr. Espíritu Vudú.
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