—Tengo entendido que éste es tu primer juego de fútbol —dijo mi madre, sonriendo desde el lavabo de la cocina, donde se encontraba de pie, escurriendo fideos en forma de lazos.
Me encogí de hombros.
—Supongo.
Alzó la mirada para verme.
—¿Y saldrás con el mariscal cuando termine? —Comencé a responderle, cuando un alma entró a la cocina por las puertas cerradas que dan al patio. Me puse rígida. Había pasado un largo tiempo desde que un alma había vagado por nuestra casa. El alma parecía joven. Su cabello colgaba por su espalda en largas ondas rubias. Parecía que flotara alrededor de su cintura. Comencé a hacer lo acostumbrado y actué como si no la hubiese visto, pero se detuvo directamente frente a mí y empezó a estudiarme detenidamente. Sus ojos parecían translúcidos y sus pestañas eran increíblemente largas, pero tan rubias que parecían casi indetectables. Su cabeza se inclinó a un lado mientras se acercaba hacia mí, como si yo fuera algún tipo de experimento científico que le llamaba la atención.
—¿Cariño? —La voz de mamá me despertó de mi trance. Quité mi mirada del alma, lo cual era un poco difícil ya que se encontraba tan cerca de mí que podía estirar la mano y tocarla.
—Um, sí, lo siento. —Mamá ya no parecía divertida.
Me frunció el ceño, con el colador de fideos en las manos ya olvidado.
—¿Te encuentras bien, Lali? Tal vez deberías quedarte en casa y descansar. Toda una semana de clases debió haber sido difícil después de todo lo que has pasado. —Me forcé a mi misma a no temblar cuando una fría mano tocó mi cabello.
—Es lindo. —El musical sonido de la voz del alma me sorprendió. Salté lejos de ella.
—¿Lali? —Tomé una gran bocanada de aire para calmarme, y forcé una sonrisa que esperaba fuera normal.
—Estoy bien, solo un poco nerviosa. Necesito terminar de arreglarme antes de que Nico y Euge lleguen.
Mamá asintió y su sonrisa regresó.
—De acuerdo, entonces. Supongo que los nervios son entendibles cuando uno va a tener una cita con un chico tan guapo. —Guiñó e intenté mantener mi sonrisa falsa antes de girarme y salir de la cocina. Cerré la puerta de mi habitación y me giré para ver si el alma me había seguido.
—¿Estás buscándome? —La musical voz provino detrás de mí. Me volteé sorprendida y dejé salir un audible chillido.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunté, confundida. ¿Por qué las almas habían comenzado a hablarme? Dejó salir una risita que sonó similar al repique de las campanas.
—Ya está fijado —dijo simplemente y caminó más cerca de mí. Tendí ambas manos al frente como si eso evitaría que se acercara.
—No te acerques más —dije, dándome cuenta que, por primera vez en mi vida, me sentía completamente aterrorizada de un alma.
Frunció el ceño.
—No eres muy amigable.
Dejé escapar una pequeña risa.
—¿Qué? ¿No soy amigable con una fantasma que flota en mi casa y comienza a tocarme? Bueno, disculpa mi mala educación, pero esto es un poco perturbador.
Su ceño parece tomar una expresión comprensiva.
—Ah, sí. Bueno, supongo que solo asumí que ya estabas acostumbrada a nosotros.
Así que sabía que podía ver almas.
—¿Quién eres? —Pregunté de nuevo, deseando que mi voz sonara firme en vez de, sin lugar a dudas, temblorosa. No respondió, pero volvió a estudiarme detenidamente—. Necesito arreglarme para salir antes de que mis amigos lleguen. Si no tienes ningún propósito al estar aquí, entonces, ¿podrías encontrar otra casa por la que vagar?
Su risa cantarina llenó la habitación nuevamente.
—No vago por las casas de personas. —Como si yo hubiese dicho la cosa más tonta que alguna vez hubiese escuchado—. Está fijado —dijo de nuevo, sonriendo ampliamente.
Empecé a preguntarle a lo que se refería cuando, una vez más, me quedé sola en mi habitación. Me giré en círculos, esperando verla caminando por allí, pero se había ido.
Necesitando escuchar la normalidad que era escuchar el canto desafinado de mi madre mientras preparaba la cena, fui y abrí la puerta de mi habitación. Necesitando ver a Peter. Quería respuestas. Antes de Peter, las almas no hablaban conmigo. Me había gustado de esa manera. Me gustaría mantenerlo de esa manera. No me agradaba la idea de que las almas caminaran hacia mí, me tocaran y me hablaran. Podía lidiar con su presencia, pero prefería ignorarlas y, en respuesta, ser tratada como todos los demás. Di otra rápida vuelta en mi habitación y en silencio cerré la puerta. Caminé al otro lado del cuarto, poniendo distancia entre la puerta y yo. Lo último que necesitaba era que mi mamá escuchase lo que estoy a punto de hacer.
—Peter —dije en voz alta. Me había hablado desde el otro lado de un pasillo lleno de gente. Me imaginaba que podía escucharme en cualquier lugar. Pero igual no era ninguna experta en las señales de las almas. Nunca había sentido la necesidad de contactar alguna. Esperé, pero nada sucedió. Me giré para revisar detrás de mí—. ¿Peter? —dije nuevamente, sintiéndome estúpida. La habitación se mantuvo vacía. Con un suspiro de derrota, volví hacia la puerta y la abrí. Necesitaba de dejar de jugar con lo sobrenatural y arreglarme.
***
—¡Vaaaaaaamos PIRATAS! —Euge anima altísimo desde su asiento a mi lado. Íbamos ganando por dos touchdowns y la multitud comenzó a celebrar locamente. Al juego solo le faltaban cuatro minutos para terminar y no había visto a Peter por ningún lado. Aparentemente, María no lo había visto tampoco, ya la había estado observando mientras animaba en el campo de fútbol. Seguía buscando entre la multitud, por él. Por supuesto, sus razones de querer verlo eran completamente distintas a las mías. Sin mencionar el hecho de que las de ella no eran ni de cerca tan importantes. Con cada ceño en su rostro, supe que no había visto al elusivo Peter Lanzani. Necesitaba encontrarlo antes que el juego terminara. Salir con Pablo a celebrar la victoria más tarde sería obstaculizado por las preguntas sin respuestas en mi cabeza.
—¿Podrías dejar de buscar en la multitud a la estrella de rock y mirar a tu novio? —Siseó Euge en mi oído. Debía haber sabido que me descubriría.
Fruncí el ceño.
—No estoy buscando a la estrella de rock. El fútbol simplemente me aburre.
Euge rió y rodó sus ojos.
—Solo tú saldrías con el mariscal ardiente y luego admitirías que te aburre el fútbol.
Me encogí de hombros y luego volví mi atención a la acción que ocurría en el campo. En el momento en que mis ojos se fijaron en María, vi como su rostro se iluminaba mientras veía a alguien abajo en las gradas. No podía verlo desde donde me encontraba, pero sabía que había llegado. Esa sería la única razón por la que María cambiaría su irritada expresión por una de encanto total. Miré hacia Euge y Nico, quienes se encontraban observando el juego. La expresión de María no era algo a lo que prestaban atención.
Busqué mi bolso.
—Voy a comprar algo de tomar, ¿quieren algo? —Pregunté, deseando que dijeran que no. No quería ser apresurada. Necesitaba encontrarme a solas con Peter y obtener algunas respuestas.
—No, el juego ya casi termina y vamos al Grill a celebrar. Podemos tomar algo allí.
Deslicé mi bolso sobre mi hombro.
—Tengo sed ahora. Nos vemos en el campo cuando todo esto termine —Euge busca a mi alrededor por entre la multitud. No tenía que preguntar para saber que buscaba a Peter. Por suerte, él no se había aparecido a la vista.
Euge me miró nuevamente y se encogió de hombros.
—De acuerdo. —Me giré y caminé rápidamente antes de que viera a Peter o decidiera que quería algo de la tienda.
Peter se encontraba de pie mirando el juego en el campo con los brazos cruzados, como si estuviese aburrido. Sus ojos se encontraron con los míos en el momento en que aparecí por la esquina. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. No tenía tiempo para lidiar con sus astutos comentarios sobre yo queriendo encontrarlo.
—Necesito hablar contigo a solas, ahora —dije susurrando mientras pasaba a su lado y me dirigía hacia el oscuro estacionamiento. No me giré para ver si me seguía. Podía sentir su presencia. Una vez que supe que nos encontrábamos fuera de la vista de todos, me giré para mirarlo—. ¿Quién es ella? —Demandé.
Peter frunció el ceño.
—Se más específica, por favor.
Suspiré y cerré los ojos contra la distracción que su voz siempre me significaba. Costaba concentrarme, viéndolo a la luz de la luna.
—El alma que vino a mi casa y me tocó y habló conmigo. Me dijo "está fijado" dos veces.
Peter se tensó visiblemente y se acercó a mí.
—¿Qué? —Preguntó con expresión sorprendida en su rostro.
—Un alma vino a mi casa. Me tocó y habló conmigo. Las almas nunca me hablaban, antes de que llegaras. Incluso entró a mi habitación. —Murmuré, con miedo de que alguien pudiese escucharme.
—¿Dijo "está fijado"? —Preguntó, con voz tensa. Podía darme cuenta que trataba de controlar su temperamento, simplemente, no sabía por qué se molestó. Asentí, mirándolo de cerca.
Caminó más dentro en la oscuridad, y luego subió su mirada enojada al cielo.
—No jodas conmigo —dijo en voz alta y fuerte. Retrocedí, sin estar segura de a qué le gritaba. Se quedó de pie con la espalda hacia mí, tomando profundas bocanadas de aire, y esperé, deseando no haberlo traído sola aquí en la oscuridad.
Lentamente se giró. Incluso en la oscuridad, claramente podía ver sus ojos azules. Me recordaban a brillantes zafiros reflejando los rayos del sol.
—Voy a estar vigilando. —Su voz sonaba aún más intensa que antes. Di un paso atrás, aterrorizada por el creciente brillo en sus ojos, saliendo desde la profundidad de su pecho—. Si se acerca a ti, o cualquier otra...alma se acerca a ti, adviérteles que vas a decirme. ¿Entiendes? —Me encontraba asustada. No de Peter, pero de...algo.
—¿Quién es ella? —Pregunté de nuevo.
En su rostro se reflejó una mirada torturada antes de girarse lejos de mí.
—Alguien que ha venido a enmendar algo malo —Caminé más cerca de él, necesitando saber más, pero sacudió su mirada en protesta y luego desapareció. Me quedé de pie, sola en el estacionamiento. Debido a los recientes acontecimientos, no me gustaba estar aquí afuera, sola. Aun sabiendo que Peter se encontraba lo suficientemente cerca, que vendría si lo llamaba. Las celebraciones se escuchaban desde el campo, señalando que el juego había terminado.
Mis preguntas todavía no tenían respuestas. Caminé rápidamente de vuelta al estadio iluminado, frustrada con Peter y su determinación por ser evasivo, incluso cuando él mismo parecía ser la causa de mi vida hecha desastre. El campo lleno de piratas celebraba mientras caminaba por entre las masas de estudiantes y padres. Comencé a buscar a Euge y a Nico. Una risa familiar llamó mi atención y me giré para ver a María con sus manos en el pecho de Peter mientras él bajaba la mirada hacia ella con una sonrisa en su rostro. Me congelé.
Él parecía contento y despreocupado con la atención de la animadora rubia, cuando hace solo momentos se encontraba maldiciendo hacia el cielo y diciéndome que amenazara a cualquier otra alma parlanchina que tuviera contacto conmigo. La urgencia de acercarme a María y jalarla por los cabellos hasta que estuviera a unos buenos tres metros lejos de Peter, era difícil de resistir. Sus ojos se apartaron de los de María y me encontraron. Asintió como saludando antes de volver su mirada a la chica en sus brazos. Tragué la sensación de traición y retiré mi mirada lejos de ambos. Peter no me pertenecía, así que, en realidad, no me traicionaba. Ese recordatorio no me hizo sentir para nada mejor. En ocasiones, parecía como si Peter Lanzani y el alma fueran dos seres completamente distintos. Confiaba en el alma. Peter Lanzani me confundía.
—Ve con ellos. Estoy aquí. Te encuentras a salvo. —La voz de Peter llegó fuerte y clara por entre las voces de la multitud. Justo como antes, nadie más pareció escucharlo. Busqué su familiar rostro entre aquellos de las personas a mi alrededor.
—¡Jesús, Lali, estás sorda! ¿Dónde has estado? Vámonos. —Euge tomó mi brazo y comenzó a jalarme por entre la gente que celebraba. Le permití llevarme y forcé una sonrisa. Pablo lo esperaría de mí. Euge y Nico lo esperarían de mí. Iba a terminar diagnosticada de loca si no me controlaba.
—¡Allí está! —Me gritó Euge al tirarme hacia Pablo. Él acababa de salir de los vestuarios, recién bañado y con un par de vaqueros descoloridos y un jersey limpio. Tomé una gran bocanada de aire y plasmé una sonrisa en mi cara. Él miró en mi dirección y lo saludé con la mano. Sonrió ampliamente y corrió hacia mí. Antes de poder darme cuenta, me levantaba y presionaba contra su pecho. No tuve tiempo de prepararme para cuando sus labios cubrieron los míos. Sus brazos alrededor de mis costillas todavía sanaban. Él me recordaba la calidez y la seguridad.
Subí mis manos hasta su pecho, esperando poder aferrarme a él un poco más y pretender que de verdad me encontraba a salvo. Sus manos se deslizaron por mi cabello e inclinó mi cabeza hacia atrás al profundizar más el beso. Lo tomé completamente. Necesitaba este sentido de normalidad. Esta falsa sensación de seguridad. Pablo era real y representaba todas las cosas seguras. Necesitaba esa conexión con el mundo. En este momento necesitaba lo que me ofrecía. Sin embargo, bailando peligrosamente en el fondo de mi mente, habían pensamientos de otra boca, lo que parecía revolver cosas aún más intensas dentro de mí. Cerré mis ojos con más fuerza, intentando luchar con el deseo de tener los brazos de Peter presionándome más cerca, con sus perfectamente esculpidos labios contra los míos. Esto era seguro. Pablo era saludable para mí.
Rompió el beso y se separó solo un poco, me di cuenta que su respiración era irregular, no como la mía. Él parecía aturdido.
—Eso fue aún mejor de lo que había imaginado. —dijo, sin aliento. La punzada de culpa que me había estado embargando, desde que Peter se había metido bajo mi piel, me recordó que esta era la decisión correcta.
—De acuerdo, ustedes dos necesitan o conseguir un jodido cuarto, o salir a la superficie por aire para poder ir a buscar algo de comer. Muero de hambre. —La divertida voz de Nico entró al pequeño mundo en el que nos habíamos perdido por entre la multitud de la gente.
Pablo me guiñó y deslizó su brazo alrededor de mi hombro.
—Vamos a comer —dijo, sonriendo como un pequeño niño al que le acababan de dar caramelos. Me aferro a él por lo que representaba en mi vida, no porque lo deseara, pero aparté eso de mi mente. Pensar en el asunto solo hacía que la culpa aumentara.
***
—Después del juego de esta noche no veo cómo los Scouts pueden mantenerse apartados —dijo Nico, sonriendo desde el otro lado de la mesa frente a Pablo y yo.
Pablo rió.
—Un juego no derrotará a los Scouts de la universidad, sabes eso.
Nico llevó una papa frita hasta su boca.
—Un par más como ese y descenderán —dijo, seguro de sí mismo.
El pulgar de Pablo acarició mi mano. Había comenzado a sostenerme la mano cada vez que nos encontrábamos juntos. Era dulce.
—Oh, qué asco. ¿Tenían que venir aquí? Es decir, ¿por qué no simplemente se lleva a la chica pulpo a un hotel y nos dejan comer en paz? —dijo Euge en voz molesta, mientras me daba una expresión de conocimiento. Alcé la mirada, para ver a Peter entrar por la puerta con una muy pegada María a su lado. Alcancé mi soda y decidí estudiar la tarjeta de comercio puesta debajo del vidrio encima de la mesa—. Creo que la única manera en que pueda estar más cerca de él, es si envuelve las piernas a su alrededor y él se ve en la obligación de cargarla —dijo Euge en tono de asco.
Pablo rió.
—De acuerdo, Euge, deja tranquila a la pobre chica. Parece que la estrella de rock tiene sus manos llenas tratando de evitar que lo viole. No necesita que andes haciendo comentarios sarcásticos —Euge rió tontamente y descansó su cabeza en el hombro de Nico.
—¿Qué lo viole? Me gusta esa. Desearía haberla pensando —Nico sacude su cabeza mientras lleva otra papa frita a su sonriente boca.
Pablo suspiró.
—Tiene muchos problemas que hacen que actúe como lo hace. —Lo miré y me di cuenta que parecía más preocupado que divertido.
Euge rodó los ojos.
—Tú lo sabrías. Saliste con ella como por tres años.
Pablo bajó la mirada hacia mí.
—Sí, lo hice, pero solo porque la única chica que quería, parecía que yo no le gustaba completamente.
Sonreí y aparté su mano.
— Era estúpida. —Era verdad. Conocer a Pablo me enseñó que juzgar a otros no era solamente malo, sino que provocaba que me perdiera amistades con personas especiales.
Sus ojos se tornaron serios y se inclinó, pero se detuvo justo antes de que sus labios tocaran los míos.
—Eres brillante. Quizás sólo un poco lenta en la aceptación, pero brillante de todas maneras. —Sus labios tocaron gentilmente los míos. De nuevo, me sentí insegura. Un profundo gruñido me sorprendió y brinqué hacia atrás, mirando a Pablo para ver si había estado gruñendo. El confundido ceño en su rostro me dijo que no había sido él. Su pulgar acarició mi labio inferior y el gruñido comenzó nuevamente. Definitivamente no era Pablo quién hacía esos sonidos de animales—. ¿Estás bien? —Preguntó suavemente.
—Lo siento, pensé que habías dicho algo. —Expliqué, forzando una sonrisa. Sonrió y dejó caer su mano de mi rostro. El gruñido disminuyó y miré alrededor de la habitación.
Peter se encontraba sentado en la mesa de la esquina junto a María, quien parecía estar hablando animadamente con otra animadora al lado de ellos. Sus ojos oscuros me miraron con un brillo posesivo. Había sido él. Él había gruñido. ¿Cómo hacía eso? Podía sentir la mirada de Euge y no quería que me estuviese haciendo más preguntas. Me concentré de nuevo en mi comida y lancé una papa frita en mi boca. Pablo y Nico habían vuelto a hablar del juego, así que tuve tiempo de enfocarme de nuevo en mis amigos y no en Peter. Pablo se inclinó de nuevo contra el sillón y liberó mi mano, deslizando la suya detrás de mis hombros y luego gentilmente apretándome contra él.
Euge sonrió.
—Así que, ¿cuándo vamos a escoger vestidos para el Baile de Bienvenida? —Me preguntó. Fruncí el ceño hacia ella. Pablo y yo no habíamos hablado del baile de bienvenida. Estábamos saliendo exclusivamente, pero no me había dicho nada sobre llevarme al baile. Ya había decidido quedarme en casa a ver películas viejas y comer palomitas de maíz. La mirada de Euge iba de mi hacia Pablo, como valorando la situación—. Le preguntaste, ¿verdad? —Preguntó en tono irritado. Pablo giró su cabeza y me miró.
—Solo asumí que estaba arreglado. ¿Se suponía que debía preguntar? —La mueca de preocupación en su rostro era adorable. Le sonreí, esperando tranquilizarlo. No me gustaba preocuparlo. Parecía muy sensible emocionalmente.
—Pablo, siempre se supone que debes pedirle ir al baile a una chica. Asumirlo es algo malo. —El tono de corrección de Euge me hizo reír. El ceño de Pablo se suavizó y deslizó su dedo debajo de mi barbilla, y gentilmente acarició la línea de mi mandíbula con su pulgar.
—Lali, ¿te gustaría hacerme el honor de ser mi cita para el Baile de Bienvenida? La posibilidad de no ser capaz de sostenerte en mis brazos toda la noche es desgarradora.
Euge suspiró desde el otro lado de la mesa.
—De acuerdo, eso fue hermoso. ¿Por qué no me preguntaste así? —Le preguntó a Nico.
Nico le lanzó a Pablo una mirada irritada.
—Gracias, amigo. La próxima vez que decidas demostrar tu lado romántico, ¿podrías hacerlo a solas?
Me reí y Pablo continuó mirándome. Asentí y se inclinó para besarme. Me preparé mentalmente para el gruñido, y en el momento en que lo escuché, bajo y enfadado en mis oídos, sonreí.
Wow volviste despues de tantoo
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