Cuando Peter se detuvo en el estacionamiento de la escuela, hice mi búsqueda diaria por el coche de Pablo. Y tal como los días anteriores, no se encontraba en su lugar. En vez de tomarse el codiciado lugar del aparcamiento del chico más popular de la escuela, se mantuvo vacío. Fue como si todos estuvieran esperándole. Preguntándose. La última vez que había visto a Pablo fue el día que pensé que Peter estaba perdido para siempre. Rochi, una transportadora
que intentaba matar mi cuerpo y forzar la mano de La Muerte, por extraño que
parezca, se convirtió en mi amiga, consiguió
sacar el alma de mi cuerpo sin la ayuda de La Muerte. El problema fue
que ya era demasiado tarde. La Muerte ya había roto las reglas y
tenía que pagar por ello. Me quedaba la
decisión de convertirme en un alma en pena errante o volver a mi cuerpo y
vivir. A pesar de que la única persona que había amado ardía en el infierno como un ángel caído por
no hacer su trabajo cuando llegó el
momento de quitarme la vida. Rochi me había explicado que Peter estaría
atormentado aún más en los abismos del infierno si sabía que yo era un alma
perdida. Él querría saber que vivía. Que su sacrificio fue por algo. Yo haría
cualquier cosa para aliviar su dolor. Así que volví a mi cuerpo por la mañana y elegí la vida. Por él.
Luego,
él estuvo en la escuela esa mañana y yo no tuve ni siquiera un momento para hablar con Pablo y
explicarle. Sólo corrí hacia Peter. Después que Peter me explicó todo y me puso
al tanto del engaño, de que Pablo no era humano, habíamos ido a buscarlo. Pero Pablo
Martínez había desaparecido. Eso fue
hace un mes.
***
—No frunzas el ceño. —La voz de Peter
irrumpió en mis pensamientos mientras su mano ahuecaba mi rostro y me estudiaba.
Podía oír mis miedos. No había razón para explicar mi repentino cambio
de humor.
—¿Alguna vez regresará?
Peter dejó escapar un suspiro
mientras miraba por encima de mi hombro.
—Me temo que sí.
—¿Por
qué te molesta? Sé que dices que Pablo no tiene alma, pero conozco a Pablo. He
pasado tiempo con él. No es malo. Es increíblemente dulce.
Esos
ojos azules que amaba, se encendieron y el resplandor al que me estoy
acostumbrando me advirtió que había dicho algo equivocado. Peter no llevaba
bien la emoción de los celos. Era completamente nuevo para él y no era algo que pudiera manejar.
—Pablo
es lo que debe ser. Fue creado, Lali. Hizo su trabajo. No es dulce. No tiene
alma.
Me
incliné hacia delante y besé su mandíbula luego susurré:
—Tranquilo chico
grande. Los dos sabemos quién es el dueño mi alma.
—Así es
—respondió Peter, luego mordisqueó mi oído—, y no lo olvides.
Me estremecí por su cálido aliento sobre mi piel.
Golpecitos
en mi ventana me sobresaltaron, me aparté de mi sexy novio y me volví para ver
a Euge, mi mejor amiga, mirándome por la ventana con una expresión divertida.
—Salvada por la mejor amiga
—murmuró Peter, presionando un último beso en mi cuello, antes de alcanzarme mi
mochila y abrirme la puerta de su coche. Salió a la luz de la mañana luciendo
como un Dios griego. Los pantalones que colgaban de sus caderas cubrían su
trasero deliciosamente bien. Peter podía verdaderamente lucirse en
una camiseta ajustada al cuerpo y
lo hacía diariamente. Hoy la camisa que exhibía su impresionante pecho era de
un azul oscuro. Sus botas negras nunca cambiaban, pero a mí me gustaban. Eran
algo así como sexys. Parecía un chico malo incluso con mi mochila roja en su
hombro izquierdo. Lo observé en una
inevitable fascinación mientras se dirigía alrededor del frente de su Jeep para
abrir mi puerta. Había aprendido por las malas a no abrir la puerta de mi lado
del coche. No le gustaba. Podía sentir los ojos de Euge en mí, pero no me importaba. Podía verme comerme con los ojos a mi novio. Además, me entendía por
completo. Euge pensaba, al igual que el resto del mundo, que Peter Lanzani era
el vocalista de la banda de rock Cold Soul.
Irónico, lo sé. Peter si cantaba
con la banda, pero no pasaba tiempo con ellos a menudo. Euge era una
gran fan.
Peter abrió mi puerta y salí por
fin, apartando mis ojos de él para encontrar la mirada de mi amiga.
—Bueno, buenos días a ti también
—Bromeó Euge, deslizando su brazo en el mío—. Me preguntaba
cuánto tiempo te iba a llevar dejar de mirar a tu novio rockero con ojos de cachorro y notarme un poco.
Le di un
codazo.
—Cállate.
Se rió
—Chica, por favor, dime que no trataste de ser
sutil con tu mirada lujuriosa, porque has fracasado. Ese chico sabe que deseas
su cuerpo.
—Ya basta —susurré. Peter
vino detrás de mí, llenando de calidez y hormigueos todo mi interior.
—Es imposible que desee mi cuerpo más de
lo que deseo el suyo.
Euge comenzó a abanicarse con la mano.
—Querido Señor, ten piedad, creo que podría
desmayarme.
La mano
de Peter cubrió la mía y la apretó.
—Nos
encontramos en el interior. Voy a llevar
esto a tu casillero.
Siempre
era tan bueno, procuraba darme tiempo a solas con Euge. Asentí con la cabeza,
sin siquiera importarme que tuviera una sonrisa tonta en mi rostro.
Euge se
quitó sus gafas de sol, apoyándolas
sobre su cabeza. Sus rizos eran perfectamente
armados, sabía por experiencia que le tomaba horas de trabajo. La chica dormía
con los cilindros en su cabeza como si fuese 1980 o algo así. Sus ojos marrones
brillaban mientras observaba el trasero de mi novio mientras se abría camino
dentro de la escuela.
—Ese es un buen pedazo de...
—¡Eugenia!—La
reprendí con una sonrisa, porque por supuesto que tenía razón. Pero aun así, no
tenía que decirlo en voz alta.
—¿Muy celosa? —Bromeó.
Sólo
rodé mis ojos. La mirada de Euge recorrió el espacio vacío de estacionamiento
de Pablo. No podía explicarle a Miranda sobre Pablo. Ni siquiera sabía que veía
gente muerta, o como Peter solía decirles, “almas errantes”. Hasta que conocí a Peter, había tenido que vivir con mi secreto.
—Me pregunto, ¿dónde está?
Cuando Pablo desapareció, Peter y yo
decidimos mantener un perfil bajo con nuestra relación. No fue sino hasta la
semana pasada que habíamos comenzado a estar al aire libre juntos. Cuando las autoridades y los padres de Pablo me habían preguntado
les dije a ambos que Pablo y yo acabábamos de romper. Que fue su decisión. Lo cual
no era una mentira total; desapareció sin dejar rastro. Eso es una forma de
romper las cosas. Al principio, sus padres llamaban a diario para preguntarme
si había oído hablar de él. Se detuvieron después de que Pablo llamó y les
aseguró que se encontraba bien. Al parecer, les había dicho que necesitaba un
tiempo para resolver ciertos
problemas. Curiosamente, después de que llamara a sus padres, ellos parecían
estar completamente a gusto con su desaparición. Ya no venían a buscarme. Había
visto a su madre en la tienda de
comestibles la semana pasada y me sonrió brillantemente como si no tuviera
ninguna preocupación en el mundo. Los chicos en la escuela fueron haciendo poco
a poco la misma cosa. Nadie lo había mencionado demasiado. Era... extraño.
—Entonces,
¿estudiaste para ese examen de trigonometría? —preguntó Euge sonriendo, como
si no acabara de preocuparse por Pablo. Una vez más... extraño.
—Sí.
Hasta tarde anoche. —Euge se quejó, y acomodó su
cabello por encima del hombro. Era uno de sus gestos dramáticos que me
hacía reír.
—Si no
lo apruebo, mis padres me encerrarán en el desván de por vida. Tendrás que ir a
verme y deslizar alimentos por debajo de la puerta.
—Dudo que sea tan malo.
Además, si estudiaste, ¿verdad?
Rodó sus ojos una vez y me miró.
—Un poco. Sí.
—Viste Pequeñas Mentirosas ayer por la noche, ¿no?
Con un
profundo suspiro que hizo que sus hombros subieran y
luego bajaran respondió:
—Sí. El capítulo de la semana pasada y el
de esta
semana. No pude evitarlo. Tengo una cosa por Caleb.
Agarrando
su brazo, la llevé hacia dentro.
—Vamos. A la biblioteca. Tenemos treinta
minutos para que no seas encerrada en un ático de por vida.
Euge me miró.
—Te amo.
—Lo mismo.
Afortunadamente,
el fantasma de la biblioteca se encontraba en otro lugar hoy. El alma que
siempre deambulaba por ahí era una distracción.
Peter.
Vi como Lali
llevó a Euge hasta la biblioteca. Estaría ocupada por un rato y yo tenía un
lugar adonde ir. Había un alma que no quería dejar esperando por mí. Tenía que
estar allí para el momento de esta muerte. Una vez que Lali entró en la
biblioteca y supe que estaba a salvo,
por el momento, me marché.
***
Antes de
Lali no había entendido el amor. Antes de Lali, tomar las almas había
sido fácil. Ahora, conocía las emociones. Sabía del dolor y el sentimiento de pérdida y eso hacía mi
objetivo más difícil. Especialmente con los más jóvenes. A pesar de que
sabía que conseguirían otra vida muy pronto, comprendía
el dolor de su familia, ya que perdían a alguien amado. Porque si bien, el alma
de ese niño regresaría, no sería lo mismo. Ellos no sabrían que el niño que
amaban seguiría con ellos cuando el alma regresara
con una nueva vida.
—Es hora,
¿no? —El niño me miró cuando entré en su habitación del hospital. Había ido a
hablar con él antes. Varias veces, en realidad. Quería que entendiera que
moriría pronto, pero si seguía mis
instrucciones entonces se le daría otra vida. Su alma seguiría viviendo. Solo esta vida acabaría. Su labio
inferior temblaba mientras me miraba fijamente.
—Sí, es hora.
—¿Dolerá?
Negué con la cabeza.
—Te prometí que no lo haría,
¿no?
Asintió
con la cabeza y apretó el dinosaurio verde con más fuerza a su pecho, metiéndolo
debajo de su barbilla. Había pasado una semana desde la última vez que estuve
aquí. Su rostro parecía más pálido y los círculos bajo sus ojos eran más
oscuros. La enfermedad tomaba el
control.
—Mamá cree que voy a mejorar. Traté de decirle que no era así.
La opresión en el pecho
apareció. Esto solía ser tan fácil.
—Aquellos que te aman no quieren
aceptar que tu cuerpo en esta vida está demasiado enfermo para continuar. Pero
recuerda: Vas a volver. Vas a nacer en un cuerpo nuevo y volverás a esta
familia. Tal vez no mañana o al día siguiente,
pero un día volverás.
Él suspiró y se frotó la nariz contra el
animal de peluche que obviamente amaba.
—Sí, pero me dijiste que no
recordaría esta vida. Que olvidaría quién fui antes. No quiero olvidar a mamá y papá. No quiero olvidar
a Jessi, aunque es mala a veces, es mi hermana mayor.
Esta era
la razón por la que La Muerte no estaba destinada a sentir emociones. Quería
abrazar al niño en mis brazos y hacerle
falsas promesas. Cualquier cosa para calmar su miedo, pero éste era su
destino. Estaría de vuelta pronto. Ya me había preguntado por su alma tras
reunirme con él la primera vez. Su hermana tenía dieciséis años. En seis años,
daría a luz a un bebé que iba a nombrar como su hermano y esta alma volvería.
—Lo sé,
pero tienes que confiar en mí. Esta es la manera en que funciona la vida. Puede
que no recuerdes esta vida, pero tu alma siempre estará unida a tus seres
queridos. Tu alma será feliz y aunque no
recuerdes, tu alma se sentirá como si estuviera en casa.
El niño asintió con la cabeza y bajó el dinosaurio.
—Mamá
acaba de salir a buscarme un poco de hielo. ¿Podemos esperar hasta que regrese?
Quiero decirle adiós. —Se ahogó en esa última palabra.
Asentí y
retrocedí, mientras la puerta de su habitación se abría. Su madre entró.
También estaba más delgada desde mi última visita y el
dolor y el miedo que la rodeaba era impresionante. Los círculos oscuros debajo
de sus ojos se veían casi como si ella
fuera la que podría morir hoy.
—Lamento
haber tardado tanto, cariño. Tuve que ir al piso de arriba para conseguir el
hielo que te gusta —Se apresuró a su lado. La ropa arrugada colgaba en su
frágil figura. Ya estaba de duelo. Lo sabía. Puede haberle dicho a su hijo que
iba a mejorar, pero sabía que no era así.
—Mamá
—Su débil voz, sonó con más fuerza de lo que esperaba. Vi como el pequeño niño
tomó de la mano a su madre. Se disponía a consolarla. Su cuerpo podría ser
joven, pero su alma no lo era. Tenía un alma madura. Una que había visto muchas
vidas. En el momento de la muerte el alma comenzaba a tomar el relevo. A pesar
de que su mente era la de un niño de cinco años, su alma sabía que su madre lo
necesitaba fuerte en estos momentos.
—Te amo —dijo y un sollozo sacudió
el cuerpo de ella. Quería abrazarla para ayudar a aliviar su dolor, pero no
podía. La Muerte no estaba destinada a confortar.
—También te amo mi dulce niño
—susurró apretando su pequeña mano entre las suyas.
—Nunca me iré, ¿está bien? No te
pongas triste. —Intentó, como tantos otros, explicar a los que dejaban atrás
que iba a volver. Pero al igual que todos los seres humanos,
comenzó a llorar y a sacudir la cabeza en negación. Enfrentar la pérdida de su
pequeño hijo era demasiado para que su mente
comprendiera.
—No hables así, cariño. Vamos a
luchar contra esto —dijo con una fiereza que sólo una madre desesperada podía
reunir en un momento como este.
—No, mamá. Tengo que irme ahora, pero te
prometo, que siempre estaré aquí.
Me
acerqué a su lado mientras su madre cubría su pequeño cuerpo con el suyo. Su
pequeña mano se extendió hacia mí y la agarré. Asintió y tomé su alma.
—Siempre me llamas para los más difíciles. ¿Por qué
es eso? ¿Mmm...? ¿Por qué le agrado a tu novia,
me llamas a mí? —gruñó Rochi mientras se pavoneaba en la habitación del
hospital.
—Esto no trata de ti, Rochi. Se trata del niño.
Toma su alma ahora. No necesita ver el resto. Tiene que ir arriba.
Rochi
miró a la madre llorando sobre el cuerpo que había albergado una vez a aquella
alma. Sus sollozos eran cada vez más intensos y las enfermeras comenzaron a
precipitarse en la sala gritando. Inmediatamente, Rochi tomó la mano del alma y
se fue sin decir una palabra. Podría ser un dolor en el trasero, pero no era
cruel. Es por eso que siempre pedía por
ella cuando se trataba de una muerte como ésta. Con una última mirada a la
afligida madre, salí de la habitación. A ella le encantaría su nieto un día y
lo abrasaría mientras le contaba todo acerca
de su tío. El alma no puede recordar esa vida, pero él sabría lo
luchador que fue su tío y que la vida que sólo había experimentado durante
un corto período de tiempo nunca sería olvidada. En su siguiente vida,
él se haría mayor junto a sus nietos para contarles historias.
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