Lali.
La pequeña margarita amarilla que saqué del ramo de mamá que su novio le trajo parecía un poco triste sin todos sus pétalos. Hice girar el tallo entre mis dedos y le fruncí el ceño. Flores estúpidas. Dulces estúpidos. Estúpidos conejitos de peluche con su estúpida piel morada. Ah, y globos estúpidos, estúpidos en forma de corazón.
Todo era una estupidez.
Arrojé el tallo de mi mano al arroyo detrás de mi casa.
La margarita dañada flotó por un momento, mientras la
rápida corriente se la llevaba hasta que vi que se hundía lentamente
en la superficie barrosa. Se lo
tenía merecido por ser estúpida, pensé en una rabieta. Cruzando mis brazos
vacíos, fulminé con la mirada el agua a medida
que pasaba corriendo. No tenía nada más que hacer.
Así que acabe estando aquí y contando todas las cosas
estúpidas acerca de hoy.
—¿No tienes un buen día? —Preguntó una voz familiar detrás
de mí. Me di la vuelta y vi a un
muchacho con amistosos ojos azules, sonriéndome. Sentí que lo conocía, pero no
pude averiguar de dónde lo había visto antes.
Tal vez jugó en
uno de los otros equipos que habían jugado béisbol este año. Es difícil de
reconocer a las personas cuando no tienen su gorra de béisbol y uniforme. Fuera de allí, todos tienen el mismo
aspecto. Empecé a responder
hasta que noté el perro de peluche blanco y esponjoso en su mano. El animal de
peluche tenía un corazón rojo lleno de dulces de chocolate en sus patas.
Incluso él recibió un estúpido presente de San Valentín.
Decidí que no quería hablar con él y me di la vuelta para mirar hacia el agua.
Tal vez se daría cuenta de que yo era grosera y se iría lejos.
—¿Tienes algo
en contra de los animales de peluche y chocolates? — Preguntó en un tono
divertido. No pensaba que fuera gracioso. Ni un poquito. Chico estúpido con su
estúpido presente de San Valentín. De una chica estúpida.
—Sí, ¿qué pasa si lo tengo? —Le respondí en un tono agrio.
—Bueno, parece cómico que tengas problemas con esas cosas.
Quiero decir hay un montón de cosas que no le gustan a las personas. Serpientes, por ejemplo, o
arañas. —Se estremeció haciéndome poner los ojos en
blanco.
—¿Me puede disgustar lo que quiera, no es así? Es un país
libre.
Se aclaró la garganta y sonaba sospechosamente como si
estuviera ocultando una sonrisa. Tenía muchas ganas de pegarle y ver si pensaba
que era gracioso. Porque sabía que yo podría lanzar un gancho derecho mejor que
la mayoría de los niños de mi calle.
No, él no se reiría de todo después de que lo golpeara.
—Creo que puedes. Tengo curiosidad de por qué odias estas cosas. A la mayoría de las niñas les gustan. —El
hecho de que ya no sonara bromista, sino en realidad confundido, lo salvó de mi puño.
—¿Quieres saber por qué? —Le pregunté, cambiando mi mirada
furiosa a su dirección—. Te diré por qué. —Fruncí el ceño, tragando el nudo en
la garganta. Odiaba que esto realmente me diera
ganas de llorar. Las lágrimas eran para cobardes estúpidos.
—Estoy escuchando. —El chico me convenció.
—Porque eso es lo único de lo que todo el mundo habla hoy.
Todos andan por allí con sus corazones de chocolate y osos de
peluche y conejitos, incluso
estúpidos, mientras caminan por los pasillos. Globos atados a las sillas con
esas cursis líneas estúpidas “Te amo”
en ellos. Quiero decir, realmente, tenemos nueve. No
amamos a nadie todavía. Por lo menos no de ESA
manera. Y para empeorar las cosas, el estúpido trasero de
Jeff le dio a Euge, mi mejor amiga, un conejo de color púrpura con un gran
globo unido y una gran caja de chocolates. ¿Y ella compartió un pedazo
de su dulce conmigo? ¡NO! No lo hizo. Dijo que no sería romántico regalar un
dulce de su San Valentín. Luego, cuando le pedí sentir la suave piel de su
conejo negó con la cabeza y se acurrucó contra ella como si
tuviera una enfermedad que le pudiera contagiar. ¿Qué tan
absurdo es eso? ¿Eh? Ciertamente ridículo. Luego, vuelvo
a casa y mi mamá aún tiene un gran ramo de flores y una caja con forma de
corazón sobre la mesa de parte de su novio. Estaba segura que conseguiría un
caramelo entonces. ¡PERO NO! La
caja se encontraba vacía. Se había comido todo. ¿Por qué mantiene una estúpida
caja vacía?
Dejé mi diatriba furiosa el tiempo suficiente para mirar
sobre mi hombro al niño a través de mi cabello y ver si él me miraba como a un
bebé llorón. Pero él tenía esa sonrisa estúpida en su cara otra vez. Supongo
que dado a que él si recibió chocolates, pensó que el que yo no los recibiera
era divertido.
Me di la vuelta
pensando en pegarle de todas formas o decirle que se fuera y volver a entrar.
Sin embargo, sostuvo el cachorro cuya piel parecía realmente más suave que la
del conejito púrpura que Euge había recibido de Jeff y la caja de bombones hacia mí.
Confundida, levanté mi mirada hacia él.
—Esto es para ti. Puedes sentir la piel todo lo que
quieras y comer cada uno de esos
bombones todo para ti sola. Lo traje para ti... es decir, si los quieres.
—¿A mí? Pero, ¿por qué a mí? Ni siquiera me conoces —Balbuceé, queriendo desesperadamente acercarme y tomar
los regalos. Tenía
muchas ganas del chocolate.
—Es el Día de San Valentín y bueno, te he estado
observando desde hace mucho tiempo y tú eres la única persona que quiero que
sea mi San Valentín.
Mis ojos
se abrieron y el broche de oro sobre el buró al lado de mi cama brilló con las
corrientes de luz de la madrugada. Me acordé de ese San Valentín. Me sentía mal
porque nadie quería que yo fuera su San Valentín. A todas las niñas en la
escuela les había dado algo un niño. Incluso Nico le había dado algo a Julie
Thursby. Pero yo no había conseguido nada. Nico les había dicho a los niños que
no era una niña porque podía correr más rápido que ellos y golpear un balón más
allá de lo posible. Pero aún me molestaba.
Pablo lo había sabido y me había traído algo.
Había
comido cada uno de esos bombones antes de irme a la cama esa noche.
Milagrosamente, no me había dado un dolor de estómago como el que mamá dijo que
me daría cuando le confesé en la cena que me llené de chocolate. Recuerdos como
éste hacían muy difícil temerle a Pablo. Él realmente ha sido muy bueno conmigo
toda mi vida. Tal vez no eran todos defectos.
Ese hecho me recordó que quería llevar mi alma al
Infierno.
Tal vez
esa no era la forma en que él lo veía, pero era la forma en que
yo lo veía. Y estar cerca de él cuando no estaba en su forma de "ser
humano" me ponía la piel de gallina. Odiaba la sensación que se apoderaba de mí cuando él estaba cerca. Los
vellos de mis brazos y cuello se erizaban y retrocedía al instante.
Pensando en el Día de San Valentín,
recordé el cachorro. Se encontraba en el desván, en algún lugar de una caja. No
había sido capaz de deshacerme de él cuando ya había descartado todos mis
juguetes infantiles. No podía recordar dónde lo había conseguido, pero siempre
me pareció muy especial para mí. Como si no pudiera deshacerme de él. Realmente
tuve un momento difícil al dejarlo en el ático. Ahora la idea de que un regalo
de un espíritu vudú estuviera en mi casa
era inquietante. Tenía que sacarlo. Claro que había dormido
con él durante años, pero eso era antes. Esto es ahora. Lo quería fuera.
Sentada en la cama, decidí que
tendría que esperar y ver si Rochi o Peter se presentaban hoy. Le dije que
tenía la intención de regresar a casa
ayer por la noche, pero que no era seguro. Él piensa que estoy allí con
Euge y dijo que él y Rochi se turnaban para vigilar la casa. Lo dejé esperando a que Rochi se apareciera de la nada, pero ella no lo hizo.
Entonces, me arrastré en la cama y caí dormida.
La puerta de mi dormitorio
se abrió y andando con paso majestuoso entró Rochi.
—Así que
aquí estás. Estoy vigilando la casa de Euge sin prestarle atención a algo de la noche, porque estoy aburrida de
mi maldito ingenio. Luego, me doy cuenta de que definitivamente no te siento
allí. Así que hago una comprobación rápida, ¿Y adivina qué? No te encontrabas
allí, Lali. —Posó su mirada sobre mí, dejándose caer en la silla de la esquina
y cruzando las piernas—. Por lo tanto,
vengo aquí a echarte un ojo y mira, aquí estás. Perdí toda una
noche en el patio trasero de Euge,
cuando podría haber estado comiendo en tu cocina y viendo el patea traseros de
Chuck Bass en la
pantalla de televisión. —Sonrió divertida con ella misma—. Rimé. Patea traseros
de Chuck Bass. — Poniendo mis ojos en blanco, me levanté y me acerqué al
armario para coger un jersey. Si Rochi estaba aquí, entonces, podríamos ir a
buscar ese perrito de peluche a mi ático.
—¿A dónde vas a ir? Acabo de llegar. —Rochi gruñó.
—Vamos al ático. Tengo un
perrito de peluche arriba que me dio Pablo y lo quiero afuera.
—¿Qué?
—Sólo vamos Rochi, te explicaré mientras lo
buscamos.
Peter.
—Peter,
necesito hablar contigo. —Me detuve frente a la casa de Lali y me giré para ver
a Jasyln. La ansiedad en su rostro era alarmante.
Los transportistas normalmente no tenían problemas reales. Rochi era una
excepción porque ella había hecho amistad con un humano. Jasyln era un
transportista típico. Su único objetivo era manejar las
almas.
—¿Qué pasa Jaslyn? No tengo mucho tiempo.
—Me doy
cuenta señor, pero realmente tienes que escuchar lo que tengo que decir o
umm... explicar —Miró nerviosamente hacia la casa—. Tiene que ver con tu um...
el alma, eh...
—Tiene que ver con Lali, la chica que amo. —Terminé
por ella.
Ella no
había estado segura de la terminología, ya que nunca había sentido la emoción.
—Sí, Lali.
Ya ves... —El giro nervioso de sus manos comenzaba a molestarme.
—Escúpelo,
Jaslyn. Si se trata de Lali, entonces necesito saberlo ahora. —Asintió con la
cabeza rápidamente como un niño desobediente que acaba de ser regañado y miró hacia el suelo.
—Verá,
señor, el chico cuya alma tenía que transportar. Él conoce a Lali. Él, eh, no
debía morir. Ese no era su destino. No llegó muy lejos antes de que su alma se
me fuera apartada…
—¿Qué
quieres decir con que no debía morir? Su cuerpo ya no era utilizable. Me sentí
atraído allí. Su alma podía apenas mantenerse en su cuerpo en espera de mi
llegada. ¿Y a qué te refieres con que perdiste su alma? —No pude evitar el
rugido que salió de mi cuerpo. Esto no tenía ningún sentido. ¿Se había vuelto
loca Jaslyn?
—Sí, lo sé, señor, me sentía
atraída allí también. Pero algo sucedió. Otro poder se lo llevó. El poder tiene
el derecho debido a una... una restitución. —El hielo llenó mi coraza vacía con
la comprensión, fue cuando caí en la cuenta. La restitución pedía un alma por
un alma. Una que estuviese pegada cerca del corazón de Lali.
—No. —Repliqué, acechando la
puerta por la que había estado a punto de entrar sólo unos minutos antes. Esto
no podía estar sucediendo. Nico no podía ser un alma de Ghede debido a Lali.
Ella nunca sería capaz de vivir con ello si se enteraba.
Sin embargo, ¿podría alejarla de
esto? Tenía que conseguir el alma de Nico de regreso. Él no podría ser capaz de
volver a esta vida, pero su alma pertenecía al Creador. Nico no había hecho
nada malo. Nunca se había vendido a Ghede.
—Peter, señor, no es todo. —El
suave susurro de
Jaslyn rastrillé sobre mí como cuchillas
de afeitar. Esto no podría ser peor.
—¿Qué? —Susurré mirandola.
—El Creador. Él quiere
verte. Ahora.
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