Así era esto. El destino se había desarrollado según lo planeado y el chico idiota por el que ella se interesaba podía ser la razón por la que saliera hoy. Por primera vez en mi existencia, esto se sentía mal. La atracción de estar ahí. La atracción de tomar su alma. No era más fuerte que mi necesidad de mantenerla con vida.
Me quedé mirándola hablar con su amiga tonta. Lali no escuchaba una palabra de lo que su amiga le decía. En cambio, sus ojos escaneaban el pasillo por el chico. Ver esto era más de lo que yo podía manejar en estos momentos. Tenía una pelea en mis manos y esta era la última cosa que necesitaba presenciar. Decidí esperar afuera. Tal vez sería más fácil de lo que pensaba, cambiar el cursor del destino.
Como en el momento justo, Lali salió del edificio con lágrimas brillando en sus ojos. Esto comenzaba a convertirse en un maldito tren fuera de control que no podía parar. ¡Maldita sea! Tenía que hacer algo. Cambiar las cosas de alguna manera.
—No te vayas. Él no vale la pena. —Oí la súplica en mi voz, mientras me eché a caminar a su lado.
—No me quiero quedar. Estoy enojada y me quiero ir. —Por supuesto que lo hacía. Ese era el gran plan. Tenía que detenerla.
—Por favor, Lali, no entres en tu coche. Vuelve a entrar. Olvídate del estúpido chico y disfruta del resto de tu día. No permitas que ese idiota te haga salir corriendo.
Ella dejó de caminar y la esperanza se disparó dentro de mi pecho. Era una sensación extraña. Era…una emoción. Yo experimentaba una emoción. Una fuerte.
—¿Por qué te importa si me voy? ¿Eres el nuevo monitor del pasillo y perdí mi nota?
Esto era. Yo podría cambiar las cosas. Podría mantenerla con vida.
—Te estoy rogando que vuelvas a la escuela.
—¿Por qué?
Un gruñido de frustración surgió de mi pecho. Era tan testaruda.
—¿Tienes que cuestionar todo? ¿No puedes escuchar, por una vez?
El enojo tomó el lugar del dolor en sus ojos y su
postura se cuadró.
— Me voy de aquí. No puedes detenerme. No tengo que
escucharte. Si no tienes una buena excusa, entonces no hay razón para que me
quede.
Se dio
la vuelta y se dirigió a su coche. Lo había intentado. Nada que no fuera agarrarla y mantenerla aquí le impediría entrar en el maldito coche e irse. La atracción seguía todavía allí.
Nada de lo que yo había hecho cambio algo. Sólo lo había ralentizado.
Iba a
tener que romper las reglas. No estoy seguro de cuál sería la sanción, pero no
sería capaz de continuar si tuviera que tomar el alma de Lali. Ella era tan
joven. Había tantas cosas que no había experimentado todavía. Y…yo era egoísta.
No estoy dispuesto a dejarla ir.
Vi cómo
su coche salía del estacionamiento antes de unirme a ella para cambiar
completamente el destino de su alma.
Me senté
mirándola ansiosamente preguntándome en qué momento iba a suceder el accidente. Cómo iba a suceder. Ella no podía verme sentado en el asiento del pasajero a su
lado. Me aseguré de eso. Si iba a alterar por completo su destino, por lo menos
necesitaba mantener algunas cosas ocultas.
Ella no
iba a parar. La señal de “Alto” se alzaba delante, pero Lali se miraba en el
espejo.
—Lali,
por favor mira la carretera. —Rogué, a pesar de que sabía que no podía oírme. El camión de gran tamaño no estaba frenando.
—LA
CARRETERA. —Rugí una vez más, deseando poder hacerme visible o por lo menos
hablar con su alma, pero sólo empeoraría las cosas si lo hacía. Así que en su lugar, hice lo único
que podía hacer, agarré el volante y
mantuve el coche rodando hacia el lado del terraplén. No quería que su cuerpo
se dañara.
La bocina
del camión sonó y el impacto no fue directamente en el lado de
Lali. Me aseguré
de eso. La puse de frente, empujando
el volante hacia su pecho. Rápidamente, desabroché el
cinturón de seguridad, y la levanté con suavidad del coche.
Jadeando fuerte mientras la
sostenía, me di cuenta de que ella no era capaz de respirar. Maldita sea,
odiaba esto. Quería llevarla a urgencias al hospital, manteniéndola a salvo en
mis brazos. Pero no podía. Ya había hecho demasiado.
La puse suavemente en el suelo y
sostuve su mano susurrándole promesas que sabía que podía mantener mientras
esperaba la ambulancia. Ella no se movió. Sus ojos ni siquiera
aleteaban, pero respiraba. El corazón
le latía. No tomaría esta alma hoy. Un murmullo de pánico se escapó de
sus labios y me agaché para cantar en su oído. No me detuve cuando oí las
sirenas. No me detuve cuando comenzaron a trabajar sobre su cuerpo. No me detuve hasta que la levantaron y la
colocaron de forma segura en la
ambulancia.
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