Lali.
Mis ojos se sentían pesados. No podía recordar por qué. Luché para abrirlos, pero nada. ¿Dónde me encontraba? ¿Dónde está Peter? ¿Por qué no puedo abrir los ojos?
—Shhhh, está bien, Lali. No te preocupes. Te tengo.
Es la voz de Pablo. ¿Por
qué está Pablo aquí?
—¿Pablo?
Dedos anormalmente cálidos
apartaron el cabello de mi rostro y me estremecí mientras la piel de gallina
cubrió mi cuerpo. No fue por placer.
—Sí, estoy aquí —Murmuró y continuó jugando con mi
cabello.
—¿Dónde estoy? ¿Por qué no
puedo abrir los ojos? —El pánico en mi voz fue
evidente.
—Estás
conmigo ahora. Donde perteneces. Donde siempre has pertenecido. Has sido mía
desde el momento en que te elegí, cuando éramos solo niños. Y en cuanto a tus
ojos, podrás abrirlos pronto. Tu cuerpo humano tiene dificultades para tratar
con el viaje; lamento eso. — Nada de lo que decía tenía sentido.
—No entiendo.
—Sólo descansa. Te sentirás mejor pronto.
Utilicé cada onza de fuerza en mi
cuerpo luchando sin fin para abrir mis ojos. Pero no ocurrió nada. Todo quedó
oscuro. Hasta qué, exhausta, me adentré en la oscuridad.
Parpadeando lentamente, levanté la
mirada a lo que parecía ser gasa oscura. Estudiándola con confusión, noté
que caía sobre la cama en que yo estaba recostada. Giré mi cabeza para
observar mí alrededor
y noté que la iluminación era a causa de una tenue luz anaranjada. Me
levanté sobre mis codos y me pregunté si esto era real o si era un sueño. Velas
cubrían la habitación y hacían que la luz parpadeante bailara a través del
techo. Sin embargo, las paredes eran de piedra, el cuarto fue elaboradamente decorado
con candelabros y una araña
de cristal. Tenía que estar soñando. Sacudí mi
cabeza para despejarme, deslicé mi
pie sobre el borde de la cama,
notando por primera vez las sábanas de seda negra en las cuales estuve
durmiendo. La enorme cama de hierro parecía fuera de lugar en una habitación
con paredes de piedra. ¿Dónde
se supone que estoy y cómo llegué
a este lugar?
Me senté
allí, estudiando las pequeñas flamas enfrente de mí y me concentré en lo que
podía recordar: Estuve en el concierto de Peter. Allí estaba una chica… una
chica mala. Una chica que Peter había consolado. Oh, corrí y Pablo me encontró.
Jadeando,
salté de la cama y me di la vuelta, buscando una puerta. Esto no era un sueño.
Necesitaba salir de allí. Algo no andaba bien. Pablo me había raptado. Me drogó. ¿Por qué tengo que ser una reina del drama y huir? Antes de que mis nervios se
volvieran locos, la pared de pierda a la izquierda de la cama comenzó a moverse y una puerta oculta se abrió.
Pablo
entró en la habitación vestido con sus habituales vaqueros y camisa polo.
Parecía tan normal. Se parecía al mariscal de campo del instituto. Su cabello marrón
perfectamente despeinado como si tuviera
estilo. Los ojos azules en los que una vez confié brillaban mientras se
encontraban con los míos. Era tan difícil de creer que era malvado.
—Despertaste —dijo mientras cerró la puerta detrás
de él.
—¿Dónde estamos?
Pablo extendió las manos y sonrió.
—Mi lugar. ¿Te
gusta?
Rompí el
contacto visual con él. No era la respuesta que yo buscaba y él lo sabe.
—¿Por qué estoy aquí, Pablo?
Sonrió,
y arqueó una ceja. No fue una expresión a la que estuviera familiarizada. Pablo
nunca pareció ser engreído.
—Porque me perteneces.
Me
obligué a no dejarme llevar por el pánico mientras me aferraba a mi expresión
de calma, y di otro paso hacia él.
—No te
pertenezco, Pablo. No soy una posesión. Soy una persona. Por favor, regrésame a
casa.
Pablo dejó escapar una fuerte
carcajada que no contenía nada de humor. —Así que, ¿Peter se quedará con lo que yo cree? No lo creo, Lali —Se detuvo y
pasó su mano a través de su desordenado
cabello. Fue un movimiento que lo vi
hacer cientos de veces. De alguna manera, ver ese pequeño gesto humano alivió al miedo al cual me aferraba.
—Lo puedes ver, él estaba obligado
a amarte. Eres diferente. Él vio eso. Pero lo que no te explicó fue que eras
diferente porque yo te hice diferente. No él. No el destino. Eres mía. Has sido
moldeada a mi creación. Debes elegirme. —Extendió su mano— Está bien, confía en
mí. Mi tacto nunca te lastimará.
Negando con la cabeza, di varios pasos atrás, hasta
que mi espalda tocó la cabecera de hierro.
—¿Alguna
vez te he lastimado, Lali? Escucha tu alma. Sabe a dónde pertenece. El fuego
relampaguea en tus ojos justo ahora,
es tu alma buscándome —Se detuvo frente a mí y me
sonrió como si tuviera un maravilloso secreto que compartir. Extendió su mano hacia mí—. Dame tu mano.
Mis ojos. Él es la
razón por la cual mis ojos brillan de un raro color naranja, ¿y quiere que le dé mi mano? No lo creo.
Esto es un problema.
—Por favor, llévame a casa. Solo quiero ir a casa
—Rogué.
Frunciendo
el ceño, Pablo dejó caer su mano extendida.
—¿Qué debo hacer para que confíes
en mí? Confías en La Muerte, sin lugar a
dudas. La Muerte, Lali. Él es la Muerte. ¿Cómo
puedes confiar en una creación que toma las almas de la tierra y no confías en
mí? Nunca permitiría que salieras herida. Nunca permitiría que estuvieras sola.
—Pero él
aparece y caes sin sentido bajo su hechizo. ¿Qué hizo para merecerte? No salvó
tu vida. Vino a tomar tu alma cuando eras una niña. Dejó a tu madre llorando la
pérdida de su niña y no tuvo remordimiento. Eso es lo que él hace.
—¿Por qué me salvaste?
Pablo me
dio una pequeña y triste sonrisa y ladeó
la cabeza a un
lado, estudiándome.
—No soy tu más oscuro sueño, Lali. Puedo
caminar en la oscuridad, pero vi una vida digna y la elegí. Mi padre la
eligió. Estuvo de acuerdo en lo que tu significas para mí. Ahora tienes que
aceptar que la vida que siempre tuviste está llegando a su fin. Ya es hora. Se
suponía que morirías ese día en la carretera y cuando la Muerte
viniera, yo tomaría tu alma en su lugar. Debiste confiar en mí. Tu alma
y mi espíritu son uno mismo. Pero la Muerte rompió las reglas —gruñó Pablo, y
caminó hacia uno de los muchos candelabros iluminando la habitación—. Tuve que volverme un poco más
duro. Sabía que la Muerte estaba contigo, pero creí que lo que hacía, era el
mismo interés que mostraba en cualquier otra alma, preparándote. En cambio, el
tonto se enamoró de ti.
Observé horrorizada mientras
alargaba su mano sobre la flama, causando que está creciera hasta que la punta
rozó la palma de su mano. Su puño apretado sobre la flama se giró hacia mí y
abrió su mano para revelar una bola de fuego.
—No
puedo controlar a la Muerte, pero puedo controlar a los muertos. Esos quienes
eligen quedarse en la tierra. Caminan entre la oscuridad bajo el mando de mi
padre. Bajo mi mando. Necesito a alguien para llenar la soledad. Tú has sido mi
compañía por quince años, ni siquiera lo notaste. Pero tus recuerdos lentamente
regresarán. Verás que, de hecho, me perteneces.
Peter es más fuerte que esto. Repetí ese recordatorio en mi cabeza para que mi corazón dejara de
golpear mi pecho. Me encontrará.
Incluso si estoy en lo más profundo
del Infierno. Mirando
a mí alrededor,seriamente dudaba que allí
fuera donde estábamos. Nada en este lugar
me recordó al Infierno. Bueno, excepto
que estaba atrapada aquí con un espíritu Vudú.
—¿Sólo
me raptaste de la tierra? ¿Qué hay con mi madre? No puedo dejarla. —Esa era en
realidad la menor de mis preocupaciones, pero él conocía a mi madre y tenía que
echárselo en su rostro.
Pablo
frunció el ceño y cerró la distancia entre nosotros, causando que
mi cuerpo se pusiera en alerta máxima. Tuve que obligarme mentalmente a no
retroceder por su cercanía. No estaba segura de cómo manejar esto. Aseguraba
que mi alma era suya, pero eso no significaba que yo tenía que hacer todo lo que él quisiera.
—Te
regresaré pronto. Ni siquiera notará que te fuiste. Sólo necesito un lugar donde
hablar contigo. Para explicártelo sin… —Se detuvo y una expresión de amargura
curvó los labios—, esa estúpida transportadora o Peter continuamente
estropeando mis intentos.
Así que
me dejaría irme a casa. No estaría atrapada en esta espeluznante celda para
siempre. Esa fue la mejor noticia que había escuchado desde que él entró en la
habitación. Respirar se volvió más fácil.
—¿Te
preocupaba que te mantuviera prisionera? Vamos, Lali, me conoces mejor que eso. ¿Cuándo no me he asegurado de hacerte feliz?¿Cuándo he intentado
lastimarte? Nunca. —Terminó, alargando su brazo para tomar mi mano y apretarla.
Quería apartarla de golpe y correr al otro lado de la habitación, pero no lo
hice. Enfurecerlo no era la mejor idea. Si planeaba dejarme ir a casa, yo no
iba a hacerlo cambiar de opinión por una discusión.
—¿De qué
es lo que quieres hablar conmigo? —Le pregunté en un suave tono de
no-confrontación. Eso pareció agradarle, sonrió. Este era el Pablo que conocía.
Sólo ver su sonrisa me tranquilizó.
—Eso
está mejor. Tu corazón dejó de acelerarse. No tienes por qué asustarte. Nunca
temas de mí.
Es una
lástima. Yo no era fan de los malvados espíritus, así que siempre le temería.
—Ven a caminar conmigo, por favor.
Podemos caminar un rato mientras te muestro alrededor —dijo, tirando suavemente
de mi brazo. No me sentía de humor para hacer un recorrido por el Infierno,
pero quería irme a casa, así que dejé que me dirigiera a la puerta de piedra
que hacía juego con las paredes perfectamente. Nunca la hubiera descubierto si él no la hubiera usado.
El aire frío y húmedo no me
sorprendió tanto como lo hizo mi entorno. Esto no era el Infierno. A pesar de
que olía muy similar a lo que yo esperaría que si fuera. El vapor que se
elevaba desde la calle de asfalto negro frente a mí era por el húmedo aire de
la noche, lo que debería ser un anormalmente día de invierno cálido
no eran las profundidades del Infierno. Los viejos y destartalados edificios franceses bordeaban la calle llena de bares, discotecas y
tiendas de vudú abiertas. Podría no estar en el infierno, pero era lo más parecido a
él. Una puerta del bar directamente frente a nosotros se abrió y un chico salió
tropezándose porque un hombre más fuerte lo lanzó a la calle para
luego cerrar la puerta firmemente. El chico comenzó maldecir y reírse y hacer
un escándalo.
¿Dónde están los padres de este chico? Debía
ser media noche.
Una
mujer corrió por la calle mientras gritaba riendo, luego se detuvo y levantó su
ya muy pequeño top para que sus pechos quedaran libres y desnudos frente al
hombre que la perseguía. Ella se dio la vuelta y siguió corriendo con sus
tacones de aguja, con sus pechos completamente desnudos a la vista de todos. El
hombre finalmente la atrapó y la hizo girar,
levantándola en sus brazos, enterrando su rostro en algún lugar donde yo no
prefería ver. Apartando mi mirada de ellos y su comportamiento repugnante vi un
viejo carruaje haciendo su camino hacia
nosotros. Me pregunté si esa era la razón por la cual las calles olían a estiércol y vómito.
—Vamos, Lali,
debemos hablar. Vayamos a dar un paseo —Pablo me dirigió hacia el carruaje mientras el
caballo se detenía frente a nosotros.
—¿Iremos
en esto? —Pregunté mientras me levantaba para subirme a la parte trasera del
carruaje.
—Sip
—respondió sonriendo y tomó el asiento frente a mí en vez de sentarse a mi
lado. Agradecí la distancia, pero no me gustó el hecho de que
sus ojos estuvieran frente a los míos.
—Entonces,
¿qué piensas de la calle Bourbon? ¿Es
todo lo que siempre habías imaginado?
Sinceramente, nunca había pensado
en la calle Bourbon en absoluto. Ninguna vez en mi vida
imaginé que sería esto. Ahora, sabía la exacta localización en Luisiana a la
cual Pablo me trajo. Puse mi atención de
regreso a las calles mientras las pasábamos. Luces de
chillantes colores de mujeres
desnudas brillaban en las ventanas, y pizarrones que aseguraban tener los
mejores platillos de la ciudad llenaban las calles, también. Las tiendas de
vudú eran interminables y los pequeños muñecos que siempre me venían a la mente
cuando alguien mencionaba Vudú cubrían
las ventanas. Eso era todo lo que sabía del vudú. Un pequeño muñeco al que
pinchaban agujas si no te agradaba alguien. Era una idea divertida, nada más.
Que equivocada había estado.
—Esas tiendas, las que son de Vudú… —Comencé y Pablo
rió.
—Son propiedad de gente que
normalmente estafa a los turistas. Ni uno sólo de ellos tiene algún poder. Me
imagino que si un espíritu vudú real tuviera la gracia de tocar sus puertas, le
cerrarían la puerta y huirían de la ciudad. El vudú no es real en estas calles.
Sólo se puede encontrar muy profundamente por esos elegidos
que los espíritus
quieren que los encuentren.
Oh, fabuloso, ¿Los espíritus malignos son exigentes? Esto
no puede ser peor. Trato de no rodar
los ojos, pero la sonrisa en el rostro de Pablo me dice que él sabe que intento
portarme bien. Los viejos edificios franceses comienzan a dar paso a edificios
más limpios, más elegantes. Me preguntaba si vería una linda parte de Nueva Orleans antes de regresar a casa.
—Este es
el Distrito Jardín. Es una zona
agradable. La mayoría de las mansiones bien
conservadas puedes encontrarlas
aquí mismo. —Sin
importar cuan fascinante fueran, no me interesaban los vecindarios de Nueva Orleans.
—¿De qué
quieres hablar conmigo, Pablo? ¿Por qué estoy aquí? —Pablo se inclinó hacia adelante y apoyó
los codos sobre sus rodillas. Me incorporé en mi asiento con el fin de mantener
una distancia segura de él. Afortunadamente, pareció no darse cuenta.
—Sé que
no entiendes ahora lo que tu madre hizo. Recordarás todas las veces que he
estado entrando a tu vida. Sabrás que estuve
ese día que la vieja reina Vudú
removió la enfermedad de tu cuerpo. Sí, lo hice
y también la petición, mi padre lo requirió, pidió una restitución por ello.
Toda acción viene con un pago. No del tipo monetario como en las tiendas de
vudú de aquí quieren. El Vudú real pide algo más. El pago más caro que puede
ser. Yo quería que vivieras, Lali. Te observé desde el momento en que llegaste
a Nueva Orleans. La enfermera te
observaba porque eras la nieta de la reina vudú. Te trajo a mí para verte desde
el primer día que llegaste. Quedé fascinado por ti. Mi padre buscaba a mi
compañera y yo le pedí que la petición fueras tú. Dijo que teníamos que
esperar. Eso significaba que ocurriría cuando el destino lo decidiera. Cuando
los doctores dijeron que no verías otro día, tu madre fue con la enfermera y te trajo a la vieja reina vudú, quien me llamó.
Se
detuvo, me miró por un momento. Conocía la mayor parte de eso ya, excepto, la
conexión con la enfermera. Después de tomar una respiración profunda, casi un
suspiro, Pablo continuó:
—Una vida no puede darse gratis. El costo es una vida
por otra vida. Salvé tu vida y al hacerlo, compré tu alma. Has sido mía desde
el día que estuviste saludable. He estado cerca de ti desde entonces.
Mi madre vendió mi alma al diablo.
Eso era lo que me decía. Excepto que era
difícil pensar en Pablo como el diablo. Se veía tan normal sentado frente a mí.
Si sólo fuera un chico normal con quien pudiera terminar y luego alejarme de él.
—Nada de esto tiene sentido. ¿Por
qué te volviste humano? ¿Por qué me ignoraste por años? ¿Por qué fingiste? ¿Por
qué me quieres? ¿Por qué sólo no me dejas irme? —Las preguntas salieron de mi
boca. Y Pablo comenzó a abrir la boca otra vez cuando una expresión furiosa
tomó su lugar. Eso era nuevo. No se parecía al Pablo que yo conocía. ¿Por qué escupí todo eso? Oh, Dios, no
dejes que se convierta en un horrible demonio.
—Está aquí. ¿Cómo diablos llegó aquí tan rápido?
—Rugió y el carruaje se detuvo.
Miré a
mí alrededor mientras Pablo se levantaba y saltaba de su asiento y me dejaba
sola. Las luces de la calle se apagaron y encendieron y las muy transitadas calles que recorrimos
se habían ido. Esto era francamente espeluznante. Una mano tomó mi brazo y me
jaló, grité pero al instante me callé, Peter tiraba de mí a sus brazos.
—Está
bien —Me aseguró y dejé escapar un sollozo de alivio. Estaba aquí. Iría a casa.
Pasó su mano por mi cabello—. Shhh, te tengo. Se fue.
—¿Dónde? ¿Estás seguro? —Susurré contra su pecho.
—Sí,
huyó en vez de enfrentarme. Se fue, Lali. Te lo aseguro. — Asentí en su pecho,
envolviendo mis brazos en su cintura e inhalando su aroma. No me importaba que
lastimara mis sentimientos más tarde. Que reaccionara de forma exagerada. Sólo
quería irme de este lugar.
—Vamos a casa —Susurró en mi oído.
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