Lali.
Estaba paralizada. De pie allí, mientras los paramédicos trabajaban incansablemente sobre el cuerpo de Nico, el cual no respondía, yo no podía moverme. Los sollozos y las súplicas de Euge a Nico para que éste despertase sonaban muy lejanas.
Nada se
sentía real. Era casi como si estuviera
observando un hecho fuera de mi cuerpo. Además de mi
abuela, nunca experimenté perder a un ser querido. Seguro que él no moriría. ¿Peter
me lo habría advertido, verdad? ¿Acaso no sabía él estas cosas de antemano?
En el
momento en que escuché su nombre en mis pensamientos, él apareció, quedándose
como un hermoso ángel oscuro detrás del paramédico inclinado sobre Nico,
administrándole el RCP. Preparaba el desfibrilador para reanimar su corazón.
Nada más había funcionado.
Los ojos de Peter encontraron los
míos y pude ver el dolor en aquellas profundidades azules. Eso no podía
significar lo que yo creía que significaba. ¿Solamente vino para
tranquilizarme, verdad? Nico era sencillamente demasiado joven para morir. Él
era mi amigo. No cualquier amigo, sino uno que había tenido durante toda mi
vida, o al menos durante el tiempo que
puedo recordar. Habíamos hecho concursos de comer perritos calientes, y jugado
carreras con motos de cros. Nico fue quien me enseñó a montar en monopatín, y
yo era quien le ponía hígado de pollo de
cebo en su anzuelo siempre que íbamos a pescar. Él odiaba este tipo de cosas. Le daban náuseas. Era una
parte de mi vida, y yo no quería dejarlo ir. ¿Acaso Peter no veía eso?
—Nico,
por favor bebé, por favor, abre los ojos para mí —Sollozó entrecortadamente Euge,
mientras ellos colocaban las dos paletas en
su pecho de la misma forma en que lo había visto
hacer a la gente de Anatomía de Grey. El pecho
de Nico subió y bajó en un rápido movimiento mientras todos parecieron flotar
sobre él, rogándole que respondiera. Pero nada. Los vi hacerlo de nuevo, con
los mismos resultados. No ocurría nada. Entonces, vi cómo el alma de Nico se
levantaba de su cuerpo y se dirigía directamente hacia Peter. Nunca miró hacia
atrás mientras un transportador que nunca antes conocí, dio un paso adelante y en un instante después
desaparecieron. Nico se marchó.
El
horror de lo que acababa de presenciar se sintió como una puñalada en el pecho.
Él había alejado a Nico de mí. ¿Cómo podía alejar a alguien de mí tan fácilmente? Euge cayó al
suelo cuando los paramédicos anunciaron la hora de la muerte como las 8:02. No
me atreví a girarme y ver si Peter seguía allí, presenciando cómo nuestro mundo
se venía abajo. En vez de eso, me acerqué a Euge y me uní a ella en la hierba
húmeda por el rocío mañanero. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo, me dejé llevar por el dolor.
Los
paramédicos pensaban que fue un aneurisma cerebral, pero no se sabría con
certeza hasta después de la autopsia. Ver
el cuerpo de Nico
mientras subían la cremallera de la bolsa de plástico en la que se encontraba
metido, fue el momento más extraño de toda mi vida. Aunque yo sabía que él ya
no estaba allí, entre nosotros, fue un momento raro. Contuve el impulso de
saltar y correr hacia ellos, y exigir que le dejaran salir de ahí.
Él no
sería capaz de respirar en esa bolsa. Odiaba los espacios cerrados. Una vez lo
había metido en mi armario y cerrado la puerta con llave, y para cuando lo dejé
salir le había dado un completo ataque de ansiedad. Y ahora ellos lo encerraban
en esa bolsa de plástico, y dentro de poco estaría enterrado.
Lo
veríamos tumbado en un ataúd y luego lo perderíamos para siempre.
Nada de beca de baloncesto. Nada de NBA.
Nico se había ido.
Euge no había hablado ni comido desde
que su madre se presentó en la escuela, inmediatamente después de recibir la
llamada de aviso. No nos levantamos del suelo cuando su madre llegó. Con
trabajo, me las arregle para
convencer a Euge de levantarse y las
dos subimos a la parte trasera del
Cadillac de su madre hasta su casa.
Ahora, ella estaba tumbada, hecha
una bola, en su mullida cama rosa con el muñeco de peluche que Nico le regaló
por el día de San Valentín el año pasado. Tenía un collar alrededor de su
cuello con un diamante en forma de un pequeño corazón. Él ahorró durante casi
un año para comprárselo. Durante doce meses se detuvo por el pasillo por lo
menos dos veces por semana, susurrándome lo cerca que estaba de conseguirlo. Yo
le sonreía y negaba con mi cabeza, porque ellos eran tan horriblemente dulces.
—¿Cuánto
tiempo piensas seguir aquí? —preguntó Rochi, y yo salté, sorprendida por su
llegada. No esperaba que estuviera aquí.
Fruncí el ceño y miré a Euge,
preguntándome si se había dormido. Sabía que
la pastilla que su madre le dio tan pronto como llegamos era
para que se durmiese.
—Está
durmiendo, pero no puede verme ni escucharme de todas formas. Estoy de
incógnito —Explicó Rochi.
No
quería irme a mi casa. No quería dejarla. Y, honestamente, tampoco quería ver a
Peter. Me sentía confundida y herida, y La Muerte no era precisamente a quien quisiera ver en
este momento. La habitación de Euge era más
segura.
—Pasaré
aquí la noche. No me iré hasta que ella esté mejor —Le respondí en un tono
cortante. Una parte de mí estaba enfadada también con Rochi. Esto había sido
obra suya después de todo. ¿No se les pasaría por la mente que yo hubiera querido
saber que Nico iba a morir con antelación? Tal vez podría haberlo detenido. Si
hubiera sabido que sufriría una
aneurisma, yo podría haber hecho algo.
—Estás
enfadada con él, ¿verdad? —preguntó Rochi con total naturalidad.
Simplemente asentí con mi cabeza.
—Esto
tenía que suceder tarde o temprano. No puedes amar a La Muerte, Lali, y no
aceptarlo. Es para lo que fue creado. No es sólo un chico sexy que sabe cantar
y tocar la guitarra.
Sabía
eso, por supuesto, pero en este momento no quería hablar de ello. No con ella,
y tampoco con él.
—Sólo dile que necesito tiempo. No quiero que se
aparezca por aquí. No quiero enfrentarme con él en este momento.
Necesito llorar, sola.
Rochi
abrió la boca para protestar, pero la cerró cuando la miré con frialdad.
—Bueno, está bien. Si es así como te sientes…
—Lo es.
—Decir que
está enfadada sería decir poco —dijo Rochi, mientras entraba al patio trasero
de Euge, donde yo había estado esperando desde que se fue a hablar con Lali. No
me hubiese sentido bien interrumpiendo a Lali cuando ella se encontraba en la
habitación de Euge. En vez de eso, envié a Rochi.
—¿Qué te
ha dicho? —El frío temor de haber lastimado los sentimientos que Lali tenía
hacia mí me han estado consumiéndome por
dentro desde que tomé el alma de Nico. Si tan sólo hubiese prestado atención a
la orden del día y reconocer su nombre… pero no lo hice. Esta había sido la
primera vez que había pasado por alto algo como esto. Siempre reconocía a las
almas que representaban algo importante. No podía entender cómo pude haber
perdido el alma de Nico. Su muerte me sorprendió tanto como a los demás. Si lo
hubiera sabido, hubiese preparado a Lali.
Cuando
llegué al campo de fútbol y encontré el cuerpo de Nico, casi me negué a llevarme su alma. Pero mientras estaba allí,
viendo a Lali, me di cuenta de que no
podía. Me habían dado una oportunidad después
de romper las reglas. No me darían otra. Y yo no podía dejarla.
Mi
naturaleza egoísta se impuso. Incapaz de mirarla a los ojos, me agaché y saqué
el alma del cuerpo sin vida. Conocía a esta alma desde antes. El alma de Eugenia
era su pareja. Su dolor sería muy profundo, porque perdió una parte de sí
misma. Odiaba saber que yo tenía algo que ver con eso.
—Está
disgustada, Peter. Ahora mismo, el hecho de que tú seas La Muerte la hace verte y entenderte de forma diferente. Hasta
ahora, nunca se había dado cuenta de tu objetivo, ya que nunca antes
alejaste a alguien de ella. Ahora, lo sabe. Y está
luchando con el hecho de que la mayoría de los seres humanos odian, temen y se
acobardan frente a La Muerte, y está enamorada de ella.
La auto aversión se apoderó de mí,
y agaché mi cabeza. Esto era inevitable. La Muerte no era algo que los humanos
quisiesen. Ahora, mi Lali descubrió lo difícil que era en realidad quererme.
Hoy destrocé su mundo y lo dejé hecho pedazos, y no había ni una maldita cosa
que pudiese hacer para arreglarlo.
—Te ama,
Peter. Sé que lo hace. Pero esto no va a ser fácil de asimilar para ella. Es un
concepto complicado para mí, y no soy humana. Su cerebro humano necesitará un
largo periodo para acostumbrarse a todo esto. Sólo dale tiempo, y espacio.
¿Espacio? ¿Cómo se supone que voy a darle espacio? Apenas puedo estar sin ella unas horas. ¿Cómo puedo
retroceder y esperar?
—¿Cómo? —pregunté, levantando la
vista para mirar a Rochi.
Esperaba que, por una vez en su vida, tuviese
algo inteligente que decir.
—¿Cómo? Pues, demonios, Peter, ¿crees que
me parezco al loco Creador? No lo sé. Simplemente hazlo.
—Que
simplemente lo haga… —Repetí, mirando hacia la ventana, desde donde podía
sentir los latidos del corazón de Lali. Ella estaría a salvo allí. Tendría que
darle tiempo para aceptar lo que soy. Esperaba que no tomase demasiado.
—¿Te
quedarás aquí y cuidarás de ella? —Necesitaba saber que alguien la cuidaría
mientras le dejaba algo de espacio.
Rochi
rodó sus ojos y puso una mano en su cadera.
—Sabes que lo haré. Yo también
estoy preocupada por ella, Peter. No voy a irme a ninguna parte. Y puesto que Lali
ahora mismo no quiere tenerte a su lado como una carga pesada, ¿por qué no te
vas a tratar con algunos espíritus vudú y a patear traseros?
Eso era
lo primero en mi agenda.
—Es lo que pretendo hacer. Después de esto,
enfrentarse a Pablo es lo último que necesita. Tengo que encontrar la forma de
deshacerme de él.
Dejando
escapar un suspiro de alivio, Rochi asintió, estando de acuerdo conmigo.
—Sí,
debes hacerlo, y este es el momento perfecto para ello.
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