—¿Qué quieres con Lali? —Demandé, manteniendo la mirada sobre él. Los señores espíritus quizás podían manipular a los humanos y sus vidas, pero no tenían ningún poder sobre mí. Poseía todas las llaves. Sin mí, el vudú de un señor espíritu sería nada para la muerte. Su poder venía de aquellos que creían en él. Y acababan en mis manos.
—Ella me pertenece. —El arrogante espíritu se centró en mí. Podía ver la advertencia detrás de sus ojos. Sabía que se extralimitaba.
—No, no es.
El señor espíritu se movió hacia atrás. Su movimiento fue más un desliz que un paso poniendo distancia entre nosotros. El gruñido de mi pecho se encontró con mis oídos y de repente entendí su necesidad de espacio.
—La chica está marcada como una restitución. Su madre hizo el trato. Sabe el costo.
¿Qué? Sin querer quitar mi mirada del señor espíritu, miré si Lali nos observaba desde la ventana de su cocina. Le negué el intento de poner distancia entre nosotros y lo fulminé con una fría mirada a los ojos, la cual sólo se podían considerar como un demonio para los seres humanos. El culto y la creencia de los que practicaban el vudú era el único lugar de donde sacaba su poder. Sin ellos, él no existiría.
—Mariana Espósito es mía. Déjala. Nunca te has cruzado conmigo antes, pero puedo asegurarte que un espíritu señor del vudú no es rival para mí. Sabes eso.
La indecisión en la postura del espíritu señor era evidente.
Retrocedió.
—Pero la restitución debe ser hecha.
—NO con Lali, no. Cualquier trato que tengas con su madre es con su madre. Lali no tiene nada que ver con eso.
—Nunca la conocerías si yo no la hubiera salvado. Habrías tomado su alma mientras estuviera tirada en el suelo, muriendo. Es a mí a quien no le gusta ver a los niños morir. A ti no te importa a quien tomes. Está viva por mí. Significa un propósito para mí. La salvé para mi hijo. La ha vigilado durante todos estos años.
Temblando de rabia, controlé mi necesidad de destrucción. Si intentaba aniquilar a un espíritu señor del vudú en el patio trasero de Lali traería a todo el infierno hasta aquí. Este era un lugar seguro para ella. Un lugar sin pesadillas.
—Déjala o trata conmigo.
—La chica tiene que elegir o tomaré mi pago de todos modos —siseó.
—¡Bien! Déjala elegir —Rugí. Luego se marchó y me quedé solo.
¿Qué en el nombre de los dioses había hecho la madre de Lali?
Lali.
—Así que
el chico amante está de gira —Anunció Nico, el novio de Euge y mi amigo de la
infancia, mientras dejaba su bandeja delante de mí. Elegí el rollo porque era
la única cosa en de toda la bandeja que realmente conocía y pellizqué un pedazo
antes de mirarlo.
—Sí —Fue
mi única respuesta antes de hacer estallar un trozo crujiente de pan dentro de
mi boca.
—No le
hables de eso. Está toda depresiva —Le regañó Euge, dándole una palmada en el brazo.
Nico continuó mirándome, lo que era ligeramente
desconcertante.
—¿Qué? —dije, encontrándome con su
mirada. Se encogió de hombros.
—Nada,
sólo pensaba en algo, e iba a preguntarte y bien… Lo he olvidado. —Sacudió la
cabeza como si se la aclarara y cogió su botella de agua.
Pablo.
Había estado pensado en Pablo. Poco a poco se había desvanecido de los recuerdos de todo el
mundo. De todo el mundo, excepto de los míos, por supuesto.
¿Por qué era eso?
—Nico,
¿recuerdas la casa del árbol que construiste y no dejabas que las chicas entraran?
—Nico levantó la mirada de su comida y me sonrió.
—Sí, y
tú estabas tan malditamente enfadada. Creo que colgué ese letrero solo para fastidiarte.
Estoy
segura de que lo hizo. Nico había vivido para hacerme enfadar. Teníamos una
gran batalla de chicos contra chicas en aquel entonces. Euge era feliz jugando
con sus muñecas Bratz, lo que sólo le daba a él más munición. Euge me hacía
quedar mal. Las muñecas hacían que los chicos pensaran que éramos débiles y yo
no era tan débil.
—¿Recuerdas
el árbol en mi patio trasero que trepaste y decías que yo no podía? —Nico
frunció por un minuto y luego una sonrisa rompió en su cara.
—Sí, y tú lo trepaste un día y
caíste, pero un chico te ayudó o algo así.
No lo sé. No me creí tu historia entonces y no me la creo ahora. Parecía un poco descabellado. —Y
continuó y continuó hablando sobre cuán rápido trepaba ese árbol y su obvia
destreza para hacerlo, pero mi mente se encontró en otras cosas.
El chico
tenía que ser real. Ese sueño era un recuerdo. ¿Por qué lo olvidé?
—¿Vas a comerte eso? —La pregunta
de Nico rompió mis pensamientos, y empujé la bandeja hacia él. No estoy segura
a que “eso” se refería, pero todas
“esas” cosas no iban a estar en un lugar cerca de mi boca.
—Escoge.
—Dulce, gracias. —Tomó la
bandeja y se la puso delante de él.
Euge se
estremeció mientras bajaba la mirada. Ese había sido exactamente mi
pensamiento.
—Así
que, Lali, ¿cuándo vamos a tener una cita doble contigo y Peter?
—Uh… No lo sé. No sabía que querías.
Euge inclinó la cabeza a un lado y me dio una
mirada incrédula.
—Por
supuesto que queremos. Tú has sido la que ha estado evitándolo.
No. Nico
era amigo de Pablo. Nico no había estado loco por mí y Peter. Sintió como que
estuviera engañando a Pablo, incluso aunque les había contado a todos que Pablo
había roto conmigo. Le eché una mirada a Nico, quien parecía feliz comiendo la
comida que le había dado, esperando mi respuesta. ¿Habían olvidado a Pablo completamente?
—Oh,
vale, bueno, déjame hablar con él. Se ha ido por un tiempo, pero cuando
regrese, seguro.
Nico
sonrió y tomó un sorbo de agua. Cambié mi atención a la mesa detrás de nosotros, donde normalmente se sentaba Pablo
como un rey en su reino. Nadie parecía consternado por su ausencia. Ni siquiera
María, su novia por años antes de que rompiera las cosas con ella este verano.
¿Habían sido realmente una pareja o él sólo había estado jugando con su cabeza?
María
echó su cabeza hacia atrás y rió de algo que uno de los
chicos le había dicho y miré fascinada como coqueteaba abiertamente con ellos.
Agradecida de que hubiera olvidado a Peter una vez que se hubo ido por primera
vez. No había tenido que lidiar con ella flirteando cuando volvió. Era casi
como si no existiera en lo que a ella le concernía. Luego sus ojos atraparon los míos y un destello
de conocimiento me sorprendió antes de que mirara hacia mi derecha y chillara
el nombre de otra
porrista que se acercaba a la mesa. Nadie se preocupaba sobre el
mariscal estrella nunca más.
—Necesito cepillarme los dientes y retocar mi
pintalabios. ¿Vienes? —Me preguntó Euge, levantándose.
Asentí y me levanté para
seguirla fuera de la cafetería.
—Eh, Euge, parece que Nico no está muy enfadado por lo de Pablo —La engatusé,
esperado a ver cómo me contestaba.
Euge me
miró por encima de su hombro.
—¿Quién?
***
Mamá no
se encontraba en casa. Fantástico. Estaba sola. Cerré la puerta detrás de mí y
escaneé la cocina para ver si había algún visitante no deseado, flotando
alrededor. En el caso de Pablo, andando alrededor. La casa parecía limpia, pero
eso no calmaba mucho mis nervios. Dejé la mochila sobre el banco y caminé hacia
la nevera para coger algo de beber y hacerme un
bocadillo.
Una
ensalada de tacos completa y una crujiente tortita estaban envueltas en un
recipiente con una nota en la tapa.
Salí
con Roger. Llegaré tarde.
Ordené tu comida favorita de Tacos. Disfrútala.
Te quiero. Mamá.
Añadiendo
esto a que me dejó sola en casa, podría besar su cara. Seguía muy hambrienta
después de comerme sólo el rollo para comer. Había tenido tutorías con dos
alumnos nuevos después del colegio y no había podido comer entonces. Ahora
eran pasadas de las seis y juro que mi intestino grande se comía al pequeño.
Necesitaba comida. Cogí mi ensalada y una lata de soda y me dirigí al salón.
Después de oír
a Euge hablar sobre el capítulo
de Pequeñas Mentirosas de esta
semana, quería verlo por mí misma.
Hundiéndome
en el sofá puse un pie debajo de mí y encendí la televisión. Gracias al
fantástico Roger, el novio de mamá, teníamos una bonita pantalla de sesenta y
dos pulgadas en nuestra pared.
Roger
era el gerente del distrito con mejores compras en el área, así que obtenía
tratos asesinos. Ya había dejado caer la indirecta en el supermercado que
quería un nuevo portátil. El viejo se dirigía
rápidamente hacia la tumba.
—Lali.
Grité,
dejé caer mi tenedor, escaneando la habitación en busca del propietario de la
voz.
Pablo se
encontraba bajo el marco de la puerta en la cocina. No parecía fantasmagórico o monstruoso. Sólo era
como Pablo. Excepto que se encontraba en mi casa, sin ser invitado.
Y no tenía alma.
—Lali —repitió.
Abrí mi boca para preguntarle qué
demonios, cuando desapareció y Rochi irrumpió por la puerta como si estuviera
en la guerra.
—¿Dónde está él? ¿Dónde está esa pequeña
mierda? Lo puedo sentir. Ahora, ¿DÓNDE
DEMONIOS ESTÁS?
Miré
como Rochi escaneaba el salón y acechaba la cocina.
—Se ha ido. Maldito cobarde —gritó mientras
irrumpía en las escaleras.
Me senté congelada,
esperando a que Rochi entrara en la habitación.
Me sentía aún conmocionada por que Pablo estuviera en mi
casa, y Rochi gritara maldiciones mientras buscaba en cada esquina.
Me sentía aún conmocionada por que Pablo estuviera en mi
casa, y Rochi gritara maldiciones mientras buscaba en cada esquina.
—¿Estás
bien? —preguntó, una vez que volvió a la habitación. Intenté asentir, pero no pude. En vez de eso,
forcé que un “mmm” saliera de mi garganta. Mi corazón aún iba tan rápido que
podría atravesar mi pecho.
—Respira
profundamente, Petisa. Toma respiraciones profundas. No dejes que su majestad
haga que llueva en el infierno y a todos los que se interpongan en su camino
sólo porque su novia está cagada de miedo. —Su colorido vocabulario causó que
estallara en risas y pude tomar la profunda respiración que ella sugería.
—Eso es.
Buena chica —Afirmó con una sonrisa satisfecha y se
sentó en el sofá junto a mí.
Bajé la
mirada a mi ensalada, tratando de asumir que Pablo había estado en mi casa.
Sólo apareció de la nada. ¿Sería otra cosa que
se parecía a Pablo? Había sonado
como Pablo, seguro.
—¿Vas a
comerte eso? —Su pregunta sonó más como una demanda cuando señaló hacia el bowl
de ensalada, que milagrosamente no
había sido derramada por el suelo durante el drama.
Necesitaba
comérmelo. No había comido en todo el día, pero el hambre se había ido. Ahora
me sentía ligeramente enferma.
—¿Ese
fue Pablo, verdad? —Le pregunté, girando mi rostro así podía hacerle frente.
—Síp.
Mierdecilla. Mostrándose como un maldito cobarde y asustándote de esa manera.
¿No está tan dulce ahora, verdad?
Miré
hacia atrás, donde él había estado parado. No parecía aterrador. Parecía
preocupado. O quizás culpable.
—Peter
solucionara esto. Deja de preocuparte. Ahora, ¿vas a comerte esto o no? Porque se ve delicioso.
Sacudí
mi cabeza y Rochi me la arrebató e instantáneamente tenía un tenedor en su
mano.
—Bébete la bebida si te sientes
enferma. No quieres entrar en shock. El azúcar ayudara.
Asintiendo, tomé un pequeño sorbo de mi
fría y dulce soda y mi estómago pareció asentarse.
—¿Por
qué vino aquí?
—Porque quería hablar contigo, supongo
—Contestó Rochi, después de meterse otro tenedor lleno de ensalada en su boca.
—Los chicos del colegio, sus padres. Todos lo han
olvidado. Rohci asintió.
—Sí, lo han hecho. Él no tiene alma, Lali.
Recuérdalo, tú la
tienes. Tu cuerpo
es sólo una casa para ella. Aquellos
que tienen alma lo olvidaron porque su alma nunca estuvo vinculada a la suya. No se puede conectar con algo que no hay.
—¿Por
qué yo lo recuerdo? —Mi voz salió en un susurro. Casi tenía miedo de escuchar
la respuesta a esto.
Rochi dejó el tenedor en el bowl y
suspiró. Esto no era bueno.
—Eres
diferente. Él tenía... Había esta… UGH. ¿Por qué diablos Peter no te explicó
esta mierda? —Rochi colocó el casi vacío cuenco con la tortilla en la mesa de
café, rompió un trocito antes de echarse hacia
atrás y mirarme.
—Tu alma
fue marcada cuando eras pequeña. Pablo tiene algún tipo de reclamo sobre tu alma. Ahora, no te
asustes. Peter es más que capaz de arreglar esto antes de que Pablo se vincule a ti.
No me gustó como sonaba eso. ¿Vincular? Me ahogué.
Rochi
asintió y tomó otro trozo de tortita del bowl. Mantenía todo esto de forma
casual. A lo mejor necesitaba calmarme. Ella no parecía preocupada. Pero, ¿vincularme?
—Deja de
fruncir el ceño, Petisa. No es tan malo. Así que, así es la cosa: tu mamá tomó
una mala decisión. Tienes un espíritu oscuro determinado a reclamarte. Las
cosas podrían ser peores —Terminó, con un
encogimiento de hombros.
—¿Cómo?
¿Cómo podrían ser peores? ¿Un espíritu oscuro? — Levanté mi refresco, y mi
estómago se revolvió ante el pensamiento de lo que un espíritu oscuro
significaba realmente.
—¿Cómo
podría ser peor? Bueno, para empezar, podrías estar sin la completa devoción de
la Muerte en persona. Vamos, Petisa. ¿Qué puede hacer un espíritu oscuro contra
la Muerte? Me refiero, enserio — Rochi puso sus ojos en blanco y engulló el
ultimo trozo de tortita del bol que sujetaba.
Me
empapé con sus palabras, deseando que fueran más reconfortantes.
—¿Tienes algo bien grabado en toda
esta cosa? —preguntó, dirigiéndose al mando de la televisión.
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