viernes, 21 de junio de 2019

Existence #1: Capítulo 16

Capítulo 16:

El comedor era una gran habitación con cinco largas mesas en las que  se sentaban diez personas en cada una. Un buffet al estilo cafetería se encontraba ubicado donde las enfermeras llenaban los platos  de  los pacientes. Esta era la única habitación con ventanales grandes. Básicamente todo el muro sur se encontraba cubierto por  ventanales  enmarcados  con  vista a la playa. Le di las gracias a la enfermera que me entregó la bandeja   de color rojo brillante llena de macarrones con queso que parecían bastante comestibles, tiras de pollo asado, una ensalada César, judías verdes, un panecillo de trigo grande, y una pequeña porción de algún tipo de crema que ya sabía que no probaría. Las mesas más cercanas a las ventanas parecían   ser las más populares, ya que se encontraban completamente llenas,  y  algunos pacientes discutían sobre lugares específicos. Decidí  sentarme  en una de las mesas lejos de las ventanas. No quería tener que lidiar con problemas si me sentaba en el asiento codiciado de alguien. Tomé una taza   de plástico llena de té helado y me dirigí hacia la última fila de mesas.


—Probablemente quieras ir a buscar algo de esa azúcar. El té no tiene nada de dulce, y así es simplemente desagradable. —Una chica con el pelo fibroso de color marrón, y grandes ojos marrones, se quedó allí de pie con el ceño fruncido hacia la taza en mi mano. Sus dientes parecían sobresalir un poco y tenía la nariz cubierta de pecas. Me recordó a alguien que podrías encontrarte en alguna granja de por allí.

—Oh, eh, gracias, pero yo no tomo azúcar en mi té helado. —Le expliqué y, frunció la nariz.

—Entonces debes ser de Florida. No entiendo porque continúan actuando como si fueran del norte. Ustedes están más al sur de lo  que  estamos en Mississippi, y nosotros sabemos que el    helado  necesita  azúcar.

Me costó entender su acento, pero le sonreí y me giré hacia la mesa  que había elegido, pero me di cuenta de que ahora habían otros dos  ocupantes: la chica con el grueso cabello marrón que  había  cerrado  la  puerta y se había encerrado adentro luego de haberme visto, y Rocío. Vacilé y me pregunté si tal vez debería ir a sentarme en otra mesa, cuando Rocío me lanzó una sonrisa desafiante. Me imaginé que era mejor seguir con mi plan.

Me encogí de hombros.

—No veo por qué no.

Se echó a reír. 

—Porque Rocío es una loca, por eso. Es una completa Looney Toons, te lo digo. —Me mordí para evitar sonreír por el hecho de que este lugar era para enfermos mentales. ¿Acaso no todos  eran  un  poco  Looney Toons en este lugar?

—Um, gracias, pero ya conocí a Rochi y no parece tan mal. —La chica junto a mí se me quedó mirando, como estudiándome cuidadosamente.

—No eres esquizofrénica, ¿cierto? Porque tengo que saberlo. No me siento cómoda alrededor de los esquizofrénicos. —Miré a Rocío y me pregunté si era eso lo que ella era. ¿Tenía esquizofrenia?

Negué con la cabeza. 

—No, tengo trastorno de estrés postraumático. Ella sonrió. —Ah, bueno, puedo lidiar con eso. Son fáciles de manejar.

Yo soy bipolar. Mamá me trajo por haberme intentado matar.

Me puse rígida, mirando a esta amigable persona con aspecto agrícola de niña inocente, preguntándome cómo alguien como ella podría intentar acabar con su vida. 

—¿Por qué? —Me oí preguntar.

Ella se encogió de hombros. 

—A veces me siento tan triste que suena bien. —dijo esto con mucha seriedad, y me estremecí. Nunca me di cuenta que habían chicos de mi edad que parecían normales, pero que por dentro luchaban con mucho más. Coloqué mi bandeja en la mesa, al otro lado de la morena. —Fue bueno hablar contigo, —dijo la chica de campo, sonriendo.

—¿No vas a sentarte a mi lado, Henrietta? ¿Por qué, Henrietta? Creo que mis sentimientos están heridos. Puedo sentir la necesidad de llorar aquí, delante de la maldita cafetería. —dijo Rochi, sonriendo a la chica de campo.

—Déjala en paz. —Siseó la tupida morena antes de meterse una cucharada llena de macarrones con queso a la boca.

Rochi le devolvió la sonrisa a la tupida morena. 

—Es muy divertido burlarse de Henrietta. A veces, incluso puedes hacerla decir “he tenido suficiente de tus habladurías. Ahora déjame en paz antes de que te delate.”—Rochi imitó perfectamente el habla de Henrietta.

La tupida morena sonrió y tragó su bocado de comida.

—¿Así que no estás loca? Yo soy Jess, siento lo de antes, pero no me gusta mucho conocer a los locos nuevos que ingresan. Estoy suficientemente loca, y no necesito más loqueras a mí alrededor. Es extraño que pase tanto tiempo alrededor de Rochi. —Rochi sonrió y sacó la lengua, que también tenía una barra en ella, pero de plata.

Me sorprendí por cómo lucía su lengua y ella rió a carcajadas.

—Relájate. Lali. No muerdo, al menos no a otras personas. —Se rió de su comentario al igual que su compañera. —Le dije a Jess que no se estresara tanto por ti. Que ya te había visto, y que no había nada malo en ti. Pero eres interesante. No logramos comprender qué es lo que ellos creen que tienes.

Moví la comida en mi plato, pero nada me llamó la atención.

—Trastorno de estrés postraumático —dije, mirándola.

—Ah, así que piensan que has tenido un trauma y que te afectó. Lo que es realmente malo, ya que sabemos que no estás loca. ¿Qué hiciste para conseguir que te enviaran aquí? —Preguntó Jess antes de introducir otra cuchara llena de macarrones con queso a su boca. Miré a las enfermeras que ya habían comenzado a patrullar las mesas laterales.

—Eso no es algo de lo que realmente quiero hablar. —Cogí mi rollo, con la esperanza de que si comenzaba a llenar mi boca, dejarían de esperar que hablara.

Rochi asintió con la cabeza y luego le dio un codazo a Jess. 

—Mira a Roberta. Está a punto de  atacar a Kim por tocar el plato. ¡Ah, maldita sea!   Es esa enfermera Karen. Se está llevando a Roberta para que busque otro  plato y se lave las manos. —Rochi sonrió hacia mí. —Roberta es el mejor tipo de enfermo mental para molestar.

—Ella tiene trastorno obsesivo compulsivo. —Jess terminó, sonriendo. Al parecer, los pobres problemas de Roberta eran una cuestión de entretenimiento. Rochi tiró del anillo de su lengua con los dientes.

—Mierda divertida. —dijo ella, sonriendo.

—Diez minutos mañana, Rocío. —la voz de la enfermera Karen vino detrás de mí.

Jess entornó los ojos. 

—¿Por qué haces eso cuando sabes que puede oírte?

Rochi se encogió de hombros. 

—Porque puedo. O porque no me gusta ir a mi cuarto sola. Tú sabes que las voces en mi cabeza son muy altas cuando estoy sola. —Rochi me dirigió una sonrisa y le dio un mordisco a su pastel de crema.

                                               ***

Me sentí aliviada al llegar a la cama. Después de la cena había sido enviada a salas de reuniones para "Tiempo de Discusión", lo que significaba que animaban a todos a hablar. No quería hablar. No tenía nada que decir.

Se había vuelto tan aburrido, que me encontré a  misma buscando almas errantes con la mirada. Después de que ninguna diese señales por horas, me  di cuenta de que no había visto una desde que puse un pie en la casa. Al parecer, a las almas les asustaba este lugar. No  podía  culparlas.  Afuera  podía escuchar las olas rompiendo, y esperaba que fuera el único sonido que escuchara esta noche.   

Justo en ese momento escuché un grito ahogado. Me estremecí y me hundí en la cama. No era que me dieran miedo, pero sufría por ellos. En verdad trataban con cosas que no podía comprender. Otro grito hizo eco en el pasillo. Alguien había abierto la puerta y soltó su terror. Miré de nuevo a mi puerta para asegurarme de haberla bloqueado. Una enfermera hablaba con el gritón y varias puertas se abrieron y cerraron.

—Nunca voy a poder dormir. —Murmuré en la oscuridad. Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana para ver las olas rompiendo contra la costa, iluminadas por la luna. Las olas me recordaban la última noche que había pasado con Peter. Me salvó de las olas que intentaban quitarme la vida. Había estado lista para que sucediera, hasta que su brazo se envolvió a mí alrededor.

El dolor atravesó mi corazón y tuve que sentarme en la cama y apretar fuertemente mi estómago, con el fin de mantenerme en una sola pieza. Otro grito se escuchó a pocas habitaciones. Una lágrima ardiente corrió por mi rostro. Me encontraba sola, por primera vez en mi vida. Me acosté con las rodillas contra mi pecho y mis brazos envueltos con fuerza alrededor de ellas. Mis párpados se volvieron pesados y los gritos comenzaron a ser ahogados de inmediato.

Lentamente me dejé llevar a mis sueños por la música que empezó a tocar. Luché para despertar de nuevo. La familiar tonada era mi canción de una. 

El cansancio del día y mi sensación de soledad parecían desaparecer a medida que la música se reproducía. La calidez de la voz de Peter llenó mi mente, y me dormí.

                                                ***

 —Tienes un visitante y es delicioso, delicioso para lamerse los labios. —dijo Rochi, pavoneándose en la biblioteca. Estaba casi segura de que ella nunca había dedicado un momento a mirar la copia de cuero gastado de Orgullo y Prejuicio que había encontrado entre los estantes de libros que cubrían las paredes.

—¿Tengo un visitante? —Tenía que ser Pablo. —Gracias. —Me levanté y seguí a Rochi de nuevo a la gran sala, donde todas las visitas  tenían  que llevarse a cabo. El ceño fruncido de Pablo se esfumó cuando me vio venir hacia él. Una sonrisa disminuyó la línea de preocupación en su frente.

—Lali. —dijo, caminando y tirando de mí en un abrazo feroz. Me aferré a él con fuerza, tratando de no llorar.

—Estoy tan contenta de que hayas venido. —Le susurré, con la esperanza de que la emoción en mi voz no fuese tan evidente.


 —Te extraño, Lali, mucho. —dijo contra mi pelo, y nos quedamos sosteniéndonos mutuamente hasta que alguien se aclaró la garganta, y de mala gana me retiré. La enfermera Karen frunció el ceño y sacudió la cabeza.

—Oh, vamos zorra Twitter, esto es más entretenido que la mierda que tenemos que ver en la televisión. —Rochi llamó desde su silla.

—Veinte minutos, Rocío. —Respondió la enfermera Karen con aburrimiento.

—Ya he perdido todo mi tiempo de mierda el día de hoy, Enfermera Karen.

Ella la miró y señaló con el dedo hacia Rochi. 

—Veinte minutos mañana  y te perderás todos los privilegios por una semana si  dices  otra  mala  palabra.

Rochi rodó sus ojos y acarició el asiento a su lado. 

—Ven con el Sr. Delicioso aquí para que pueda mirarlo —dijo con un ronroneo en su voz.

—Rocío, anda a ayudar a la Enfermera Ashley con los preparativos del almuerzo.

Rochi miró a Karen y se levantó malhumorada.

 —Iba a jugar limpio, ya sabes, Karen. No eres divertida, en absoluto divertida. —Rochi se lamió los labios al pasar frente de Pablo y me guiñó un ojo. Apreté la mano de Pablo y lo llevé hasta el extremo de la gran sala, donde se podía ver televisión o jugar juegos de mesa Siempre se encontraba vacía.

Pablo me observó con preocupación. 

—¿Todas las personas de aquí son como ella? —Parecía traumatizado. Me reí entre dientes y comencé a sacudir la cabeza, pero lo pensé mejor.

—No, pero no es la peor aquí. —Pablo todavía parecía horrorizado. Le sonreí—. Son muy entretenidos cuando te das cuenta de lo inofensivos que son. Me siento muy mal por ellos, Pablo. —Sacudí la cabeza. —De todos modos, dime acerca de la escuela, y de Euge, y de ti. ¿Cómo están todos?

La cara de Pablo se iluminó con una gran sonrisa aliviada. 

—Pareces mejor ya. —Tocó el lado de mi cabeza suavemente. —Dios, te he echado de menos.

—Yo también te extraño. Gracias por venir hoy. Necesitaba hablar con alguien del mundo exterior. Dime, ¿Cómo están todos?

Me dio una triste sonrisa. 

—Estamos preocupados por ti. Te echamos y hablamos de ti todo el tiempo. No está ocurriendo absolutamente nada más. —Quería decirle que también pensaba en ellos todo el tiempo, pero la verdad es que pensaba en Peter. Lo había escuchado la noche anterior. Él había estado allí, en mis sueños.
 —¿Trajiste mi trabajo escolar? —Le pregunté, mirando a la bolsa en sus manos.

—Oh, sí, aquí tienes. ¿En verdad puedes hacerla aquí? —Miró a las  dos chicas que acababan de entrar y comenzaban a jugar al Monopolio. 

Al parecer, tenían un desacuerdo y procedieron a meter el dinero del juego por debajo de sus camisas mientras gritaban. La enfermera Karen corrió  y  empezó a romper la discusión desde arriba. Oí decirles  cuánto  tiempo  a solas habían perdido.

—¿Por qué los mantienen amenazados a todos con el tiempo? ¿Es igual que el tiempo que se obtiene como castigo o algo así?

Me reí y sacudí mi cabeza. 

—No, en realidad es todo lo contrario. Sólo tenemos una hora al día para estar solos en las habitaciones. Es un castigo para reducir tu tiempo. Tiempo a solas en tu habitación para escapar de todo esto es codiciado.

Pablo dejó salir un suspiro irregular y sacudió la cabeza. 

—Tú no perteneces aquí, Lali —dijo, mirándome con el ceño fruncido.

Me encogí de hombros. 

—El hecho de que no arrojo maldiciones a las enfermeras, ni trato con las voces en mi cabeza, no quiere decir que no estoy lidiando con mis propias cosas. —Asintió. Su mano apretó la mía.

—Te amo. No voy a ir a ninguna parte —dijo en un susurro. Las lágrimas brotaron de mis ojos y le regalé una sonrisa.

—Lo sé. —Quería decir algo más, pero sabía que no podía.

—Romeo, Romeo, ¿dónde te encuentras, Romeo? —Rochi llamó desde el pasillo mientras caminaba hacia las escaleras con los brazos llenos de toallas.

Me reí en voz alta. 

—Ella es inofensiva. —Le aseguré a Pablo, y luego pensé en ello un momento. —Bueno, quizás no inofensiva. Pero ella no implica daño alguno en estos momentos. —La mirada de espanto de Pablo regresó.

—¿Bloqueas tu puerta por la noche? —Me preguntó mirando a su alrededor, como si tuviera miedo de que lo escucharan y vinieran por él.

Sonreí y asentí con la cabeza. 

—Pero sólo porque hay muchos gritando y corriendo por la noche. Terrores nocturnos y cosas similares.

Sacudió la cabeza y bajó la mirada hacia mí. 

—Por favor, date prisa y mejórate para que vuelvas a casa. Aquí no es donde perteneces.

—Lo sé.

                                            ***

Los gritos ahogados comenzaron inmediatamente después de que se anunció el apago de las luces. Me cubrí la cabeza y bloqueé el sonido. Había esperado todo el día para volver a la cama y caer en un profundo sueño en el que esperaba oír su música. Pensé en las veces que había cantado para mí y las horas que me había tenido y me había besado. Mis ojos se comenzaron a cerrar y la música empezó. Luché por abrir mis ojos y encontrarlo en mi habitación. Él se encontraba allí. Lo podía sentir. Su guitarra tocaba mi canción de cuna e intenté desesperadamente de abrir los ojos. Era como si un manto oscuro estuviese sobre mí, y no pudiese quitármelo. En lugar de ser presa del pánico, esto me calentaba. La tranquilidad de saber que Peter estaba conmigo era suficiente por ahora. Su voz se unió al rasgueo de la guitarra. Sabía que andaba por aquí y que había venido por mí. Ya no me encontraba sola. Los sonidos amortiguados de los gritos y portazos cesaron, y todo lo que escuché fue la música que ayudó a llenar el vacío dentro de mí. Quería girarme, hacer frente a la fuente de la música y arrojarme a sus brazos. Me quedé dormida, incapaz de luchar contra la somnolencia por más tiempo.

                                               ***

—¿No te sientes un poco sola Miss Popularidad? —Rochi se paseaba por el pasillo hacia mi habitación cuando salí luego de una siesta de media hora. Si no fuese por las noches cuando la música llegaba y Peter se encontraba conmigo, perdería la cabeza por la monotonía de este lugar.

—¿Tengo un visitante? —Le pregunté a Rochi cuando volvía a su dormitorio.

—Sí. —dijo y cerró la puerta detrás de ella. No había manera de que Rochi tuviese un momento a solas hoy. Personalmente había escuchado a la Enfermera Karen quitarle minutos por dos días, desde el desayuno. Alguien podría estar buscándola en pocos minutos.

Me dirigí escaleras abajo, ansiosa por ver quién había venido a verme. Me eché a correr en el momento en que mis ojos se encontraron con Euge, de pie en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho en forma defensiva.

—¿Te dijo Rocío que tenías una visita? —Preguntó la enfermera Karen, frunciendo el ceño y mirando detrás de mí. Asentí con la cabeza, no  queriendo delatar a Rochi por ir a su habitación. —¿Dónde está? —Preguntó.

Levanté las cejas y me encogí de hombros. 

—Parece que volvió de nuevo aquí. —La enfermera Karen miró por el pasillo, con el ceño fruncido, como si pensara que había perdido a Rochi al regresar. Asintió con la cabeza y volvió a escribir en el ordenador.

Euge echó sus brazos a mi alrededor tan pronto como llegué hasta ella. Se sentía tan bien verla. 

—Por favor, márchate conmigo. —Susurró en  mi oído.

Me reí entre dientes. 

—No puedo.

—Te ayudaré a salir. Chica, esta gente está loca, tienes que salir. —Me mordí la risa. —La chica, Rocío, es una demente y no volvió a bajar las escaleras. Me encontraba mirándola. Si ella no volvía a bajar contigo de inmediato yo iba a subir para vengar tu muerte. —Me reí en voz alta un momento.

—Vamos por aquí y podremos hablar. —Le tomé la mano y la llevé donde me había sentado con Pablo dos días atrás.

Euge volvió a mirar hacia las escaleras. 

—Todavía no ha bajado. Tal vez tengas que decirle a la enfermera. —Susurró Euge detrás de mí. Me senté en una silla y señalé otra que había a mi lado.

—No, no le voy a decir nada a Karen. Rochi no es mala. A ella le gusta dejar una buena impresión. Es más  acerca de la atención con ella. Y no quiero ser el que la delate. Me gusta y me gustaría mantenerlo  de  esa  manera. He visto lo que hace a la gente que no le gusta. —Los ojos marrones de Euge crecieron grandes y redondos. Le sonreí tranquilizadoramente. — Cosas que un matón de escuela podría hacer, no un asesino  en  serie,  cálmate.

Euge pareció relajarse un poco y cruzó las piernas delante de ella, luego se inclinó para mirarme de cerca.

 —Por lo tanto, ¿Están siendo buenos aquí? ¿Ni los locos ni nadie te están maltratando? Porque si lo  están  haciendo, voy a hacerlos caer. No existe un enfermo mental por acá que vaya a meterse con mi chica. Yo te protegeré. —Su expresión feroz me calentó.

Le sonreí. 

—Todos son agradables, pero gracias por el apoyo.

Ella miró por encima de mi hombro a la enfermera Karen: 

—Espero que las otras enfermeras presten más atención a los enfermos mentales que ella. ¿Sabías que está metida en Twitter?

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