Estaba defendiéndome. Inteligente, honesto, talentoso y compasivo. Nunca nadie me había defendido. La rubia tonta en mis brazos dejó escapar un montón de risitas desagradables, similares al sonido de las uñas contra una pizarra. Este no era el lugar donde quería estar. Solo me quedé por Lali. Estar cerca de ella, mirarla, tocarla, eran todas las razones por la que había hecho esta elección. Aun así, aquí estaba forzándome a tolerar a esta molesta chica, cubriendo su cuerpo con el mío.
La puerta del gimnasio se abrió, mientras Lali me disparaba una última mirada y luego desaparecía. ¿En qué pensaba? No necesitaba estar sola. Lo sabía. Miraba molesta hacia el chico que había dejado atrás, casi sentí simpatía por él. No había sido su intención molestarla. Pero el simple hecho de que su pelea fuera por mí, me daba una ridícula cantidad de alegría.
—Ve a jugar con tus amigas por un rato María. —Le ordeno antes de alejarme de sus garras. Necesitaba proteger a Lali.
Si no la conociera juraría que no era real. La brisa del golfo hacía bailar su cabello suavemente por los hombros, dándole un aspecto etéreo. La confusión, la tristeza, la ira daban vueltas a su alrededor. Saber que tenía algo que ver con esas emociones me dolió.
—¿Por qué no estás dentro bailando con tu cita? —Pregunté.
Su cabeza se levantó y el alivio brilló en sus ojos, antes de que se encogiera de hombros y alejara su mirada de la mía para poder mirar a sus pies.
—Se veía bastante triste sentado solo en una mesa. —dije en voz baja, con la esperanza de calmar la verdadera razón por la que estaba aquí. No tenía por qué saber qué tan desesperadamente necesitado por ella me encontraba. Se encogió de hombros y continuó estudiando sus pies. No pude evitar que escapara una risa divertida de mí. Su intento de actuar como si no estuviera tan contenta como yo, de que pudiéramos estar aquí juntos y tenerla toda para mí, solo era lindo—. Así que ¿Has decidido intentar lo de ignorarme para ver si me voy, otra vez?
Mordiéndose el labio inferior, negó con la cabeza.
—Ya sé que no funciona contigo.
—¿Por qué estás aquí, Lali? ¿Qué pasa? —Quería oírselo decir. ¿Por qué? No estoy seguro. Sólo me torturaría más. Pero necesitaba saber que me deseaba también.
Cerré la distancia entre nosotros.
—¿Verme bailar con María no te molesta?
Negó con
la cabeza y su pecho comenzó a subir y bajar de forma errática con cada respiración. Dejé a mis ojos viajar
por su vestido y disfruté el simple hecho de que ella lo había
comprado para mí. Porque yo había sugerido este color.
Este vestido no había sido comprado para el mariscal
de campo. La necesidad de gruñir mi aprobación fue abrumadora.
—Sabía
que el rosa pálido te sentaría bien. La mayoría de las chicas no pueden llevarlo, pero en ti se ve perfecto.
La piel
de su garganta se contrajo mientras tragaba saliva. Yo lograba afectarla. Me
deleité con ese conocimiento.
—¿Crees
que no te quiero tocar de la misma manera en que toco a María? Tienes razón.
Lali dio
un paso atrás. El dolor en sus ojos casi me puso de rodillas. No tenía intención de hacerle daño. Inmediatamente,
extendí mi mano y, agarrando la suya, la atraje fuertemente contra mí. Esto era
lo que había tratado de evitar que ocurriera con todas mis fuerzas. Mientras
más nos tocábamos, más fuerte se volvía mi necesidad de poseerla. Pero en este
momento, necesitaba borrar esa mirada en sus ojos. Nada más importaba.
—Cuando toco a María, mentalmente
me estremezco al tener
que seguir manteniendo la farsa
de estar interesado en ella. Cuando no puedo controlar mi necesidad de ti, si
me permito tocarte, se enciende un monstruo dentro de mí, sobre el que tengo
miedo de perder el control.
Tú me haces sentir cosas que nunca he sentido
antes. Algo pasa, —me detuve y dejé que mi mirada cayera sobre sus
labios llenos de color rosa—. Cuando estoy cerca de ti, de esta manera. —No
podía detenerme. Necesitaba más. Suavemente deslicé mi pulgar sobre su labio
inferior. La sedosa textura provocó que una fuerte, cálida y dolorosa necesidad se apoderara de mí. Cerré los ojos de la vista embriagadora
de su boca y traté de luchar por el control—. Y cuando reaccionas de la forma
de en que lo acabas de hacer, siento en mi interior el arrebato de tomar lo que quiero.
Las suaves y cálidas respiraciones
contra mi pulgar bien podrían haber sido barrotes de hierro envolviéndose a mí
alrededor, tirando de mí hacia ella. Haciéndome suyo. Abriendo mis ojos la miré
directamente. Necesitaba que entendiera. Para dejarme ir.
—Tú eres
lo único que más quiero en el mundo y sin embargo lo único que no puedo tener.
Porque tenerte completamente sería imposible. No puedes ir hacia donde voy. —Incapaz de
alejarme siquiera un paso, acuné su rostro entre mis manos—. El propósito de mi
existencia no es tener una pareja. Es solitario y frío. Hasta ahora ha sido todo lo
que he conocido. Entonces te convertiste en el designio y todo cambió.
Algo irreparable sucedía. No podía
hacerle daño. No estaba destinado para ella. Aterrorizado, había ido demasiado
lejos, arriesgué su vida con mi obsesiva necesidad, rápidamente me aparté de
ella. Desesperado por salvarla de mí mismo.
—Vete, Lali. Corre, por favor,
corre. No soy lo que tú crees que soy. No soy "inteligente, honesto, talentoso, y compasivo", aunque oírte
decir esas palabras en mi defensa, se sentía como calor líquido fluyendo a
través de mis frías venas. Quieres
saber lo que soy y no puedo decirte. Si lo supieras, no tendría que pedirte que corras.
Tenía
que irme ahora. Esto fue un error. A medida que caminaba lejos, la oí corriendo
detrás de mí. ¿No me escuchó?, le había dicho mucho más de lo que debería saber. Deteniéndome,
lentamente me volví y la miré. Tal vez el miedo era la única solución. Pero en
el instante en que lo vi parpadear en su rostro, retrocedí. No podía asustarla.
Las almas me temían. Pero ella no.
Nunca ella. Eso no era lo que quería.
—No me
importa lo que eres. —Afirmó con fuerza, dando un paso hacia mí—. No puedes
asustarme, no voy a salir corriendo. ¿Qué es lo que dice la canción que me cantas?
Sin embargo, te quedas. Aferrándote a mí, sin embargo, te quedas, extendiendo
la mano que empujo lejos. El frío no es para ti, sin embargo te quedas, te
quedas, te quedas. Cuando yo sé que no es justo para ti.
Había
memorizado mis palabras para ella. Mi pecho se sentía como si alguien lo
hubiera partido en dos.
—Vete, Lali.
Ahora. No me puedo controlar mucho más tiempo. — Me las arreglé para susurrar a
través de mi dolor.
En cambio, dio un paso cauteloso
hacia mí. La mirada suplicante de sus ojos era mi perdición. ¿Cómo podría
resistirme? Un gruñido surgió de mi pecho y me apoderé de ella en un movimiento
rápido. Mi boca estaba sobre la suya al
instante. Necesitaba conocer su sabor. Experimentarlo. Esta era la única
oportunidad que tendría de probarla y lo quería todo. Mordisqueé su labio
inferior luego, suavemente, calmé la mordida con mi lengua. Era deliciosa. Era
exótica. Necesitaba más. Sus pequeñas manos agarraron un puñado de mi camisa y quise rugir en señal de triunfo. Ya no
tenía el control de mis
decisiones. Lali lo hacía. Haría cualquier cosa para quedarme con ella. El dulce sabor al que no podía darle ningún
nombre porque era exclusivamente suyo, me consumía.
En algún lugar de la bruma del
éxtasis sentí el peligro. Pero ahora Lali
me controlaba. Su alma me pertenecía. Empecé a saborear la suave piel
a lo largo de su cuello mientras las palabras —La muerte nunca debería
comprometerse con nadie—se derramaban de mis labios. El toque de sus manos
envió un temblor a través de mí mientras agarraba mi cara y reclamaba
mi boca. Más. Necesitaba más. Mía. Era mía. Entonces me di cuenta del peligro. Su alma se había liberado
de su cuerpo. Con cada toque hambriento de La Muerte, renunciaba a sí misma por mí. El
terror se apoderó de mí mientras salía de su abrazo y daba un paso atrás.
—No puedo, Lali.
Quiero esto tan condenadamente. Pero no puedo.
Antes que pudiera detenerme, desaparecí.
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