Las
calles están decoradas
con luces navideñas
en todos los árboles. Los escaparates engalanados con
la alegría de las fiestas. Las calles olían a chocolate caliente y las tiendas
de dulces que exhibían caramelos de bastones, se llenaban en cada esquina. La
nieve se derretía perezosamente y se
pegaba a los abrigos a medida que caminabas por las calles. Nico llevaba cinco
bolsas en sus manos, llenas de compras de Euge. Una brisa helada retumbaba
en mi adormecida nariz. Escondí mi barbilla en la bufanda que había envuelto
alrededor de mi cuello repetidas veces. No estaba acostumbrada a este clima. Nuestros inviernos en Florida, nunca
tenían este frío. Pablo me atrajo hacia su lado.
—Vamos a ese café y pidamos algo que nos ayude a
entrar en calor.
—Buena
idea. Necesito un descanso de estas bolsas y estoy bastante seguro de que
Ruge no encontrará nada allí para comprar.
Me reí
de Nico a través de la bufanda que cubría mi boca. Señalé las bolsas,
mirándolo.
—Tienes
que estar bromeando. Sabes que puede encontrar cualquier cosa en cualquier
tienda en donde entremos. Hasta ahora, hemos estado en cinco tiendas y tienes
en tus manos cinco bolsas.
—Como sea. —dijo Euge, con un
gesto de su peluda mano enguantada—. ¿Para qué están todas estas pequeñas y
lindas tiendas, si no es para comprar cosas?
Pablo se
rió entre dientes detrás de mí y nos
fuimos todos a
una mesa. Suspiré cuando el calor
de la cafetería parecía descongelarme la nariz congelada. Era la única parte del cuerpo que no había sido capaz de cubrir.
—¿Qué quieres? —Preguntó Pablo,
quitándose la bufanda
y colgándola junto a su gran
abrigo negro, en el respaldo de la silla junto a mí.
—Un
Latte caramelo con crema batida. —Contesté. Se dio la vuelta y se unió a Nico en el mostrador y miré a Euge.
—Siento
mi nariz como si hubiera sido enterrada en la nieve. —Me quejé y la froté con las manos enguantadas. Ella asintió con la
cabeza y se frotó la suya también.
—Sé lo
que quieres decir. Ahora que estoy aquí y no centrada en las compras, me siento adormecida.
Empecé a
decir algo más, cuando noté un alma junto al cajero, observando a las personas
con una expresión confusa. Ahora sabía lo que eran y por qué siempre se veían tan perdidos y confundidos, me hubiera
gustado poder hacer algo para ayudarlos. Pudieron haber vivido más vidas si
hubieran seguido adelante. En cambio, el miedo les había retenido y todo lo que
podían aspirar era a vagar, perdidos.
—¿A
quién estás mirando como si tuvieras ganas de llorar? —Preguntó Euge,
asomando la barbilla a lo largo de la bufanda alrededor de su
cuello. Aparté mi vista del alma y le devolví la mirada.
—No,
simplemente estoy perdida en mis pensamientos. —Euge miró por encima del
hombro, pero todo lo que vio fue a Nico y Pablo caminando de regreso hacia
nosotras, sosteniendo unas humeantes tazas de café. Bueno, al menos las de
todos, menos la de Pablo, el suyo sería un chocolate caliente.
—Aquí
vamos. Veamos si podemos hacer que la sangre helada en las venas se ponga de
nuevo en marcha —dijo Nico jovialmente, mientras dejaba el Latte de Euge frente a ella. Tomé el mío de Pablo y le di un pequeño sorbo, necesitando tener
un poco de calidez fluyendo a través de mí cuerpo. Euge tomó la taza y la
acercó a su nariz. Me reí y Nico rodó los ojos.
—Ríete
todo lo que quieras, pero se siente bien. —Estudié mi taza y decidí que
no me importaba lo
tonto que se viera,
quería calentar mi nariz también. El calor de la taza provocaba una sensación maravillosa.
—Ustedes, las chicas de Florida, exageran con un
poco frío.
Miranda
bajó la taza y miró a Pablo con incredulidad.
—¿Un poco de frío? ¿Estás loco?
¡Es como si estuviéramos bajo cero! —Gimió y regresó la taza hasta su nariz.
—Um, no.
En realidad, allí afuera hay sólo diez grados. Ni siquiera se acerca.
Coloqué mi taza sobre la mesa.
—Um, yo diría que es mucho más
frío que un poco de frío. —Euge me sonrió por defenderla y le dedicó a Pablo una sonrisa de suficiencia.
El brazo de Pablo se deslizó
alrededor de mí y me permití fingir que mi vida era normal:
que amaba a Pablo y mi corazón
no sufría daños irreparables,
porque estoy enamorada de alguien que no podía encontrar y temía nunca volver a
ver. La risa tintineante de mi mejor amiga y su felicidad al estar rodeada de
amigos y de compras parecía tan normal. Podría fingir que esto era todo. Fingir
que era feliz y pretender que un alma perdida no vagaba a través de la pared
detrás de Nico, buscando a alguien que pudiera tener la respuesta a su
problema. Nadie podía ayudarle ahora. Mi sonrisa falsa era difícil de mantener, pero lo hice,
porque ignorar lo sobrenatural es lo que he estado haciendo toda mi vida.
* * *
—Estoy
pensando en que no deberíamos salir esta noche. Quiero decir, sé que no es
exactamente ideal pasar el rato en una cabaña con tus padres, Pablo, pero hace
mucho frío allí. —Euge fruncía el entrecejo, mientras miraba por la ventana
en su lado de la Hummer, que los padres de Pablo habían alquilado, para que
utilizáramos en nuestra estancia.
—Estamos
dentro de un monstruo, bebé, no te preocupes. —Nico se inclinó y besó el
cuello de Euge, haciéndola reír. Observé el camino delante de mí, lejos de
la feliz pareja a mi espalda.
—Nico tiene
razón, Euge. Mis padres alquilaron este vehículo para poder desplazarse fácilmente en el clima helado. Además,
el Pancake House no es algo que te quieres perder.
Hay pilas de panqueques cubiertos en cualquier
acabado que puedas imaginar. Estoy babeando sólo de pensarlo.—dijo Pablo, con una sonrisa.
—¡Uf!
Voy a tener varios kilos de más
cuando nos vayamos
de aquí. Todo lo que hacemos es
comer. Si me hacen entrar en unas de esas tiendas de dulce, creo que saldré
corriendo en sentido contrario. —Euge hizo un mohín desde el asiento
trasero. Nico se echó a reír.
—O querrás probar todas las muestras que tienen.
Euge le dio un puñetazo en el brazo bromeando.
—Oh, cállate. No me recuerdes mi debilidad y el daño que le he hecho
a mis caderas.
—Me gustan
tus caderas. —Respondió Nico en un susurro ronco,
que se podía escuchar claramente en la
delantera.
—Bueno,
ustedes dos, los haré caminar al restaurante si no se enfrían de nuevo. —Advirtió Pablo, noté su sonrisa en
el espejo retrovisor.
Mantuve mi atención en la carretera,
mientras la nieve que caía, parecía volverse más pesada. Me toqué el
cinturón de seguridad y una pequeña puñalada de dolor me atravesó, mientras
recordaba a Peter de pie en
mi habitación del hospital, diciéndome que mi cinturón de
seguridad había salvado mi vida. Sin embargo, mi madre había dicho que
había sido expulsada por no llevar el cinturón de seguridad y no usarlo había
salvado mi vida. Hubiera sido
aplastada si me hubiera quedado en el interior del coche. El recuerdo de un
gran peso sobre mi pecho, dificultándome respirar, me golpeó. Estuve dentro
del coche cuando
por fin había
dejado de rodar. Pensé que me iba
a asfixiar por la pesadez sobre mí. Entonces, me habían sacado del auto y
dejado en la hierba. El dolor había sido tan intenso que no podía abrir los
ojos. ¿Cómo había salido del auto? Alguien me había sacado. Alguien me había
desabrochado el cinturón de seguridad y me sacó del coche aplastado para
dejarme a salvo en la hierba. Nunca había preguntado
por el cinturón de seguridad otra vez. Ahora, mientras conducíamos por la carretera
helada de la montaña, poco a poco caí en la cuenta. La persona que me había sacado del
accidente, tenía que haber sido la
única persona que sabía que yo había estado usando mi cinturón de seguridad.
¿Por qué no le pregunté de nuevo? Olvidé que él sabía sobre mi cinturón de seguridad. Pablo se había
presentado y me permití olvidar el accidente y los acontecimientos que
condujeron a ello.
—¿Estás bien?
—Pablo deslizó la mano a través de mi pierna y tomó mi
mano entre la suya. Oculte mi dolor y me giré para darle una sonrisa
tranquilizadora.
—Sí.
—Asintió hacia los árboles cubiertos de nieve fuera de mi ventana.
—Es hermoso, ¿No?
Asentí
con la cabeza, porque él tenía razón, lo eran, pero también, porque me dio una
excusa para seguir con la mirada perdida en la oscuridad.
—¡PABLO! ¡CUIDADO! —La voz de Nico rompió
la tranquilidad relajante de la Hummer, como una bala y
Pablo maniobró el vehículo fuera de la carretera y lo deslizó contra la ladera
de la montaña antes de estar a
punto de estrellarnos con un auto
volcado frente a nosotros. Pablo abrió de golpe la puerta.
—¡Llamen
al 911! —Nos gritó y Nico saltó del vehículo con él. Llegué a ciegas a mi bolso, sin querer quitar los ojos del
humeante carro en caso de que las viera. Las almas que se alejaban de él, si el
accidente había matado a los pasajeros. Sabría pronto si habrían muerto... ¿O no?
—Ha
habido un accidente muy feo frente a nosotros. —Oí la voz de Euge detrás de
mí y supe que había encontrado su teléfono y había hecho la llamada. Dejé caer
mi bolso y me arrastré hasta el asiento de Pablo, para salir por su puerta, porque
mi lado fue atascado contra la montaña.
Las
chispas comenzaron a volar desde el coche y Nico agarró el brazo de Pablo para
alejarlo.
—No,
hombre, detente. —dijo, y Pablo pareció debatirse en si debía tratar de ayudarles a salir o
mantenerse a salvo. Las chispas y el humo significaban que en cualquier momento
el auto se prendería en llamas y posiblemente
explotaría.
—¡Retrocedan!. —Gritó Miranda,
saltando fuera del coche y corriendo hacia nosotros con el teléfono en la mano.
—La señora en el teléfono dice que retrocedan. El humo y las chispas son una
mala señal y dijo que los paramédicos y
camiones de bomberos se encuentran en camino, pero que no necesitan más accidentados, eso no ayudara
en esta situación.
—Tiene razón, Pablo, vamos. Retrocede. —Pablo miró
frenéticamente hacia mí.
—Retrocede, Lali. —Llamó.
Antes de que nadie pudiera reaccionar, el fuego
aumentó y el coche frente a nosotros ardió en
llamas. Un grito hizo eco en mis oídos y me
estremecí al pensar en las personas en su interior que yo no fui capaz
de ayudar. Congelados por el horror,
todos nos quedamos
allí y miramos, sin poder hacer nada para salvarlos. Los lamentos de
Euge fueron amortiguados por la suave voz de Nico. Los brazos de Pablo llegaron a mí alrededor y me apartó del calor de las llamas. Dejé que me
alejara, pero no aparté los ojos del coche. Necesitaba ver si murieron.
—No mires,
Lali. —Pidió Pablo, en voz baja, en mi oído. Él no entendía por qué tenía que
ver y yo no podía decírselo. Entonces lo vi. Salió de la oscuridad y se dirigió
directamente al fuego. Me liberé del agarre de Pablo y corrí hacia el
fuego. Estaba aquí. Peter estaba aquí.
—Lali. ¡No! —Llamó la voz de Pablo detrás de mí.
—¡Detenla!
—Gritó Euge, con voz de pánico, pero yo no podía parar. ¡Peter estaba aquí!
Él estaba allí. El fuego no le haría daño. Ahora lo comprendía. Unos brazos
aparecieron alrededor de mí y me hicieron retroceder mientras luchaba en contra
de ellos.
—No, déjame,
no puedo… ¡Tengo
que llegar hasta allí! Tengo que ver —
Le rogué mientras luchaba contra los brazos de Pablo, sin apartar la vista del
coche en llamas. Peter surgió con dos personas a su lado. Eran una pareja joven.
Comencé a gritar mientras Pablo me abrazaba con
fuerza en sus
brazos, inflexible. —Por favor, por favor, déjame ir. Tengo que ir. —Le
supliqué, viendo como Peter se detenía y me miraba. Sus ojos eran de un azul
intenso, brillante en la oscuridad, mientras me veía luchar y gritarle desde los brazos de Pablo. Él estaba allí,
tan cerca, y la gente a su lado miraba al coche en llamas del que acababan de
escapar. Apartó la mirada y con un gesto de su mano, los tres desaparecieron.
Vi con horror cómo volvía la oscuridad. El coche seguía ardiendo y escuché los
camiones de bomberos que se
acercaban.
—Vamos, Lali. Vuelve, bebé. —Susurró Pablo, en mi
oído.
—Están muertos. —Le susurré, sabiendo por qué había
venido Peter.
Pablo me
atrajo hacia sí y me sostuvo en un fuerte abrazo. Lo dejé. No tenía ni idea de
lo que acababa de ver. Nadie la tenía. Todo lo que veían era el vehículo en llamas. Acababa de ver la
hermosa alma, que había robado mi corazón, emerger de la oscuridad y tomar las
almas de las personas en el interior del coche en llamas. Él no era un alma
normal. Siempre me había dicho que era diferente. Ahora comprendía lo que
quería decir. Él es diferente.
Su existencia era fría y solitaria. Un
sollozo sacudió mi cuerpo y me estrujé
contra el cuerpo de Pablo. Lloré con la comprensión de que a Peter nunca se le
daría una oportunidad para enamorarse. Vivía dentro de la tristeza. Tenía que caminar de la mano con la
muerte. Escuché la voz de Pablo tratando de consolarme, pero no podía aceptar
sus palabras. Nada de lo que dijo hizo que me sintiera bien. A Peter no se le
dio una oportunidad para vivir y ser feliz. Mi respiración era
entrecortada por los disparos de dolor a través de mi corazón. Todo era
demasiado. Tenía un límite y acababa de sobrepasarlo.
—No,
señor, que no está herida. No estábamos lo
suficientemente cerca cuando
el vehículo se accidentó y todos llevábamos los cinturones de seguridad, tuve que maniobrar para salir de la
carretera. Ella no puede con todo lo que vimos y.... —La voz de Pablo se fue apagando. Una voz desconocida habló desde detrás de mí.
—Tiene que
ser ingresada y
darle algunas medicinas
para calmarla. Ese tipo de trauma emocional puede dejar efectos
devastadores. — Apreté mi cuerpo contra Pablo. No puedo ir al hospital ahora. No
quería ver más almas enfermas o
perdidas. Negué con la cabeza violentamente contra su pecho.
—Está
aterrorizada y no puedo dejarla ir sin mí. No puedo dejarla. — Oí a Pablo discutir.
—Se
puede montar con ella, pero necesita un poco
de atención médica. Esta no es una forma normal de tratar
con algo así. La otra chica está
manejándolo bien, pero ella parece estar perdida.
—Bien, pero no voy a apartarme de ella. —dijo Pablo, con firmeza en su voz.
—No quiero ir a un hospital. —dije , presa del
pánico. Me aparté de Pablo, tratando de escapar, así podría correr hacia una persona
segura, alguien que no me
obligara a ir. Nadie entendía lo que yo había visto. Lo que había visto esta noche.
—No, no.
—Escuché las protestas de Pablo y pensé por un momento que me hablaba a mí pero después sentí el pinchazo de una aguja y
el mundo fue nebuloso, antes de volverse negro.
***
—No, le
dieron un tranquilizante para noquearla. Intenté detenerlos, pero sucedió antes
de que pudiera evitarlo. —Escuché la voz de Pablo en la oscuridad.
—He
llamado a su madre y se ha preocupado muchísimo. Le dije que no viniera. Nos
iremos de aquí en unas pocas horas. —La voz de la señora Espósito sonaba preocupada.
—¿Cómo están Euge y Nico? —Preguntó,
antes de que los dedos de Pablo suavemente acariciaran mi brazo. Sabía que era su tacto.
—Ambos
están muy bien. Euge está bien. Está muy preocupada por Lali. Le aseguré que está descansando —Hubo
unos minutos de silencio. Dejé que la caricia de Pablo me confortara. Ayudándome
a luchar contra el horror que a duras penas podía contener. Sabía que era el
dolor que me esperaba, pero no estaba lista para enfrentarlo.
—Cariño. ¿Es siempre tan
inestable? Sé que fue una cosa horrible de presenciar, pero no para que
enloquezca completamente, bien.¿Crees que tiene algunos
problemas mentales de los cuales
pueden no ser conscientes? —Pablo no dijo nada al
principio, y me pregunté si negaba con la cabeza o se encogía de hombros. Le oí
suspirar.
—No sé, mamá. —dijo en voz baja. Pablo siempre parecía completamente ciego a mis problemas. Siempre me había preguntado si notaba la manera en que yo presenciaba y veía cosas que él no podía ver. Luego, mis cambios de humor, que él siempre parecía pasar por alto. Tal vez había visto más de lo que yo me había dado cuenta. Una oleada de pánico me apretó el pecho cuando noté que podía estar perdiendo a Pablo también. Esta vez no sería capaz de ignorar mis serios problemas. Yo no era normal. Nunca lo había sido.
—Puede que tengas que pensar sobre tu relación con ella. No es saludable involucrarse con alguien que es emocionalmente vulnerable. La gente que es débil emocionalmente puede ser peligrosa. —La mano de Pablo dejó de acariciar mi brazo.
—No pedí tu opinión. No digas cosas como esas sobre Lali nunca más. ¿Me entiendes? No hay nada malo con ella que sea peligroso o nocivo. Sólo siente más que otros. —Pensé en lo mucho que amaba a Peter y no podía discutir con él. Sentía más profundamente de lo que era normal.
—Lo siento, cariño. No debería haber dicho nada, pero es la preocupación de una madre, eso es todo. Quiero lo mejor para ti. Asegúrate de que ella lo sea.
Quería abrir los ojos y decir: "Escucha a tu madre. No soy buena para ti, Pablo" pero no lo hice. Porque era egoísta y me encontraba asustada.
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