Lali.
Chiffon negro flotaba encima de mi cabeza cuando abrí mis ojos. Esto era familiar. Había hecho esto antes. Parpadeando varias veces hasta que pude concentrarme, estudié el delicado tejido envuelto sobre mi cabeza. Era encantador pero espeluznante. Velas de todos los diferentes tipos en candelabros de plata presentaban los muebles de la habitación; las llamas llenaron la habitación con un brillo suave.
Había
estado aquí antes. Tratando de concentrarme, me senté y mire a mí alrededor. Las paredes de piedra
que me rodeaban daban a la larga habitación una sensación de oscuridad. Una
lámpara de cristal grande flotaba en el centro de la habitación. El techo era
alto y hecho de piedra, al igual que las paredes. Poco a poco, mi mente
comenzó a trabajar y me acordé que esta era la
habitación de Pablo. Él me trajo aquí antes. Me encontraba en Nueva Orleans.
Esto era bueno. Había una puerta oculta
en algún lugar de estos muros que me pondría en la calle Bourbon. Podría salir
allí y llamaría a Peter. Él vendría por mí, estaré bien.
Me puse
de pie y me quedé inmóvil a medida que más recuerdos comenzaron a brillar en mi
mente. Mi auto volando por la carretera. Había sido incapaz de controlarlo. Pablo
fue quien lo controló.
Giró el volante y nos estrellamos contra
la baranda y luego nosotros... entonces nosotros...
—Estás despierta. —La voz de Pablo
rompió mi concentración y di la vuelta, para verlo entrar por una puerta
oculta. Al otro lado de la habitación.
No es la misma que
recordaba. ¿Cuántas puertas se encontraban en esta habitación?
—Nosotros. Tú, nos estrellamos con
un puente. Sobre el océano. — Pablo asintió con la cabeza y una sonrisa
sencilla. Por lo menos lucía arrepentido por habernos conducido a través del
Golfo de México.
—Sí, lo
hice. Lo siento, pero era la forma más rápida de llegar hasta aquí sin que tenga que
transportarme. La última vez quedé realmente agotado, pero tenía que traerte
aquí en tu forma humana. Tratar de
extraer tu alma sería imposible, considerando que la Muerte nunca te haría eso, tenía que traerte a Vilokan a través de la ruta más cercana…
—¿Vilokan?
¿Qué es Vilokan? ¿No estamos en Nueva Orleans? ¿Y lanzarnos en el océano es la
ruta más cercana a dónde?
Pablo se
echó a reír y se sentó en el borde de la cama. Quería estar enfadada con él,
pero algo en mi mente me recordaba que no podía
echarle la culpa.
—Lo
siento. Vilokan es mi hogar. Es el mundo del espíritu en la religión vudú. Se
encuentra bajo el agua. Es una isla preciosa. No puedo esperar para
enseñártela.
Sacudiendo
la cabeza, me acerqué a la puerta que la última vez me había conducido
directamente a la calle Bourbon. —He estado fuera de esa puerta. Sé lo que hay
allí afuera. Nosotros no estamos bajo el agua. Estamos en un edificio en la
calle Bourbon.
Pablo se
levantó, se acercó a la pared y empujó sobre ella.
—No hay puerta, ves.
—Pero he estado fuera de esa puerta —Insistí.
—Sí,
cuando hice una puerta que salió de la misma. Pero a menos que haga una puerta
allí, entonces no hay. Te fuiste a través de un portal especial que sólo los
espíritus vudú pueden crear. Tenemos tres. Uno en Nueva Orleans, uno en Haití,
y uno en Togo, en África. Todos
estos lugares tienen la mayor
población de creyentes. Nuestros espíritus son
llamados allí y tenemos los portales para traer humanos o almas de aquellas
ciudades en Vilokan.
—¿Estás
manteniéndome aquí? —La comprensión de que esta vez podría estar atrapada en
esta isla bajo el agua comenzó a hundirme.
Pablo
frunció el ceño, entonces la comprensión parecía asomar en su rostro.
—¿No te
acuerdas? Debí haber adivinado que el viaje podría haber confundido tu cabeza
un poco. Todo volverá a ti, pero no voy a sentarme alrededor a esperar por eso.
De pie, Pablo cerró el espacio
entre nosotros y comencé a retroceder cuando él puso sus manos a cada lado de
mi cabeza. Irradiaba calor,
hasta que imágenes poco a poco comenzaron a parpadear en mis ojos.
Entonces, como una pantalla de cine que se creó tras de mis párpados, me acordé de todo. Cada horrible detalle.
Dando un paso atrás, fuera de sus
manos, me tapé la cara con ambas manos.
Estaría aquí. Por siempre. Nico se había ido por mi culpa. Euge había perdido
tanto de nosotros, por mí culpa. Y Peter, nunca sabría que me pasó. ¿Podría
incluso encontrarme aquí?
—Lo
siento, tuve que hacerlo. Anoche sólo lidiaste con ésta noticia unos pocos
minutos antes de hundirnos. Con el tiempo, estas cosas se curan. Te lo prometo.
El tono
suave de Pablo era tan fuera de lugar como las palabras que salían de su boca.
¿Acaso se notaba que acababa de decir que mi amigo murió por mí? No había nada
que decir. No había nada que decir sobre el hecho de que me encontraba atrapada
aquí eternamente con él, mientras el
chico que amo camina por la tierra buscándome. Mi madre llorando por mí. Euge...
¡Oh,
Dios! No quiero pensar en Euge. No está emocionalmente estable. Esto no es algo
que manejaría con facilidad.
—Sé que
es mucho que procesar en este momento. Pero todas esas cosas son de ese mundo.
Tienes que dejar de lado la vida que conocías. — Pablo me dirigió una sonrisa y
extendió sus brazos a lo ancho, como si me estuviera ofreciendo el mundo—. Lali,
puedes vivir aquí como nunca has vivido antes.
No tenía
una respuesta a eso. Él realmente no lo entiende. La humanidad que pensé que
poseía, al menos un poco, en realidad no
existía, fue una ilusión. Las emociones y pensamientos de Pablo no eran
las de un ser humano normal.
Creía
que me ofrecía un maravilloso mundo, que era mucho más grande, que en el que yo
había nacido. Pero era una prisionera. Siempre sería una prisionera. Me
encontraba aquí, porque no podía permitir que
su padre tomara ningún alma más. Era mi alma, la que había sido
condenada. Era mi alma, la que tendría que pagar.
—Ven
conmigo. Te voy a enseñar la isla. Es hermoso aquí. Te encantara. Es como un paraíso
que otros podrían haber imaginado. Vamos
a caminar a lo largo de la blanca costa y el agua es de un azul cristalino.
Luego está mi padre. Quiere conocerte oficialmente. Y…
—No voy
a salir de esta habitación. —Puede tener el poder para obligarme a permanecer
aquí, pero eso no significaba que tuviera que obedecerlo. Era una maldita
mascota molesta, él podía jugar conmigo. Me quedaría aquí. Tal vez voy a perder
mi cordura y empezare a hablar con amigos imaginarios. Eso sería mucho más
preferible que la realidad.
—Lali, por favor, no actúes de esta
manera. Te aburrirás aquí. Quiero mostrarte todas las cosas que hay en Vikolan,
te gustará. Es tu hogar. Por favor, ven conmigo.
De ninguna manera en el infierno.
Negué con la cabeza y caminé para sentarme en la cama.
—¿Tienes algún libro
aquí? Dudo tener mi iPhone. —Metí la mano en mi bolsillo para ver si mi
teléfono seguía en el último lugar que lo había visto. Pero, por supuesto,
no.
—Tenemos una biblioteca entera.
Llena de todo lo que quieras leer. Ven conmigo. Conseguiremos algunos, no te
puedes llevar todos. —La esperanza en su voz sólo encendió más mi furia.
Sacudiendo mi cabeza, espeté:
—No,
gracias. Sólo dormiré —Le informé, sacudiendo las sabanas de satén negro, le di
la espalda. No iba a ser capaz de dormir, pero tal vez si pensaba que lo hacía,
sería capaz de deshacerme de él, por el
momento. Tenerlo aquí no me ayuda a hacer frente a las cosas. La puerta detrás
de mí, fue abierta y luego cerrada, dejé
escapar un suspiro. Rodando sobre mi espalda, miré fijamente el chiffon negro y
trate de imaginar mi eternidad. Se veía muy triste. Con suerte la locura
llegaría rápidamente.
Debo
haberme quedado dormida porque el sonido de la puerta de piedra moviéndose me
asusto.
Frotándome
los ojos, me senté y observé a Pablo entrando a la habitación.
Su
sonrisa era tentativa cuando sus ojos se encontraron con los míos. Bien, lo ponía nervioso acercarse a mí.
Tal vez
sería la peor "compañera" y me dejaría ir y buscaría una nueva
compañera de juegos.
—¿Te
sientes mejor después de la siesta? —preguntó, deteniéndose en los pies de la cama.
No,
nunca me sentiré mejor de nuevo. Ni siquiera daré una respuesta a esa pregunta tan ridícula. Pablo aceptó mi
silencio, sin mucha preocupación. Trataba con mi actitud demasiado bien. ¿Y por
qué llevaba un esmoquin?
—A mi padre le gustaría que te unieras con nosotros
para la cena.
—No. —Nunca.
—Lali,
no puedes rechazar a Ghede. No puedo protegerte de cualquier castigo que él
decida que mereces. Por favor, no le
desobedezcas.
Tenía
que estar bromeando. ¿Estoy atascada en la versión vudú del infierno y piensa
que me haré pis por su estúpido papi?
—No —repetí.
La fría
determinación de Pablo comenzó a resquebrajarse un poco. Pude ver la
frustración en sus ojos y me pregunté si en verdad podría molestarlo, al punto
que decida deshacerme de mí. Por supuesto, no esperaba que me enviara de vuelta
a la tierra, pero me tiraría a su fosa de fuego o algo así ¿Tendrían incluso
uno de esos?
—Está bien, escucha. Si haces esto
por mí yo... Voy a enviar el alma de Nico a ti. Incluso serías capaz de hablar
con él. Su alma es diferente cuando no está en la tierra. Una vez que un alma
sin cuerpo deja la tierra y habita en
el más allá, puede hablar. Es sólo en la tierra que se requiere un cuerpo para la comunicación. Sin embargo,
cuando te hable va a ser diferente. No lo hará con su boca. La voz de Nico
estará en tu cabeza. Su alma hablara con tu alma.
Nico. Podría ver y hablar con Nico.
Me puse de pie y caminé alrededor de la cama hacia la puerta. —Bueno, vamos a
hacer esto.
Pablo se
echó a reír detrás de mí.
—Tengo que tomar nota de esto. Sólo tengo que encontrar el incentivo adecuado para ponerte en
marcha y en movimiento. Ojalá hubiera pensado antes en Nico. Y no puedes llevar eso a la cena. Ghede exige respeto. Necesitas vestirte de
acuerdo a sus deseos.
—Bueno,
Ghede tendrá que superarlo porque cuando me lanzó del maldito puente sólo tenía
un par de pantalones vaqueros, un suéter y una chaqueta de cuero. No sabía
exactamente que empacar para esta
excursión. —Sonriendo, Pablo hizo un gesto con su mano, que más bien
parecía un patético intento de espantar a una mosca.
—Te ves hermosa y mi padre estará satisfecho.
Al bajar
la mirada, contuve el aliento. Sabía que tenía algo de busto, pero el apretado
escote del vestido ridículamente extravagante, había hecho subir mis pechos a
mi nariz. O al menos eso parecía. La falda del vestido estaba a mí alrededor como un aro. ¿Qué era esto, 1800?
—¿Por qué acabas
de ponerme en un vestido
de Scarlett O'Hara? ¿Eres consciente de que nos trasladamos
a la moda hace más de cien años?
Pablo se
rió entre dientes y me ofreció su codo.
—Mi padre disfrutará de la fiesta.
Mardi Gras es su
época favorita del año. Hoy en día, el Mardi Gras está en su apogeo a lo largo
de las calles de Nueva Orleans, de modo que mi padre tiene sus propias
celebraciones aquí. Lo más probable es que él lance cuentas de rosario en la mesa
y nos sirva King Cake. Te gustará de verdad. Es conocido por ser el alma de las fiestas.
—¿En
serio? Y yo que pensaba que él era conocido por ser el espíritu maligno del mal de los muertos.
Tonta de mí.
Pablo
sacudió la cabeza hacia mí.
—No puedes decir esas cosas, Lali. No lo va a aprobar. No puedo evitar que
se te castigue. Por favor, escucha lo que dices. Si no lo haces, no seré capaz
de traer a Nico para ti esta noche.
Eso fue
suficiente para hacerme callar. Tengo que morder mi lengua y negociar con él.
Bajando la mirada, el vestido lavanda y púrpura oscuro con perlas que
adornaban, me pregunté si tendría que soportar este ridículo vestido todas las
noches. Si es así, ¿significa eso que conseguiré ver a Nico?
—Vamos. La cena espera y debes estar hambrienta.
Mi estómago gruñó en respuesta y Pablo
sonrió antes de abrir la puerta y permitirme salir. Esta vez, no había calles
malolientes. En cambio, el amplio
pasillo se encontraba adornado con lámparas de gas y algunas esculturas con máscaras
a lo largo de las paredes. Eran el tipo de máscaras que se ven en los bailes de disfraces.
Elegante y bueno… exquisitas eran las únicas maneras de describirlas.
—Estos
son recuerdos del Mardi Gras pasado. Cada año, mi padre hace una fiesta de
disfraces el Fat Tuesday y cada máscara es la asistencia que siempre es recordada por estas paredes.
Si no
despreciara todo lo relacionado con este lugar podría encontrarlo interesante.
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