jueves, 20 de junio de 2019

Existence #1: Capítulo 13

Capítulo 13:

Eché un vistazo a mi ID. Mi madre estaría encantada. Esto iba a lucir maravilloso en mis aplicaciones de la universidad. Entre más servicio a la comunidad mejor, bueno, mientras que sea voluntario y no obligatorio. Me habían asignado el deber de leer a los niños hoy, como era  mi primer día y  no tenían a nadie más que pudiera entrenarme para los trabajos más difíciles.


Me bajé del ascensor en la planta de pediatría y tres de las almas que había pasado en la planta anterior se detuvieron a mirarme. Asentí con la cabeza a ellos.

—Hola. —dije, alegremente, y todos ellos parecieron sorprenderse. Me volví y seguí las instrucciones que el voluntario de recepción me había dado. No tardé más que solo unos segundos en darme cuenta de que la planta de pediatría se encontraba llena de almas errantes. Caminé pasando  a  unos  niños en silla de ruedas mirándome con curiosidad. Sonreí y dije hola al pasarlos. Mi corazón empezó a doler por otras razones que la de mi pérdida. Ver las pequeñas sonrisas en sus rostros pálidos no fue fácil. Una niña pequeña con un largo, rizado y rojo cabello llamó mi atención. Se paró en la puerta de su habitación de hospital mirando, no a mí, sino a ambos lados y detrás de mí con curiosidad antes de mirarme directamente a mí. Reduje mi andar y miré hacia atrás, dándome cuenta de que la mayoría de las almas  a  las que les había sonreído comenzaban a seguirme. Ella podía verlos. Me detuve y estudié su pequeño y dulce rostro. Estaba de pie con el uso de lo que parecía ser un andador. Miró hacia las almas de nuevo y sonrió cálidamente, luego sus pequeños ojos me encontraron.

—¿Los ves? —Le pregunté en un susurro, temerosa de que alguien pudiera escucharme y pensar que estoy demente. Asintió con la cabeza, haciendo que todos los rizos rojos rebotaran a su alrededor.

—¿Y tú? —Me preguntó en un fuerte susurro. Yo asentí con la cabeza.

—Genial. —Contestó, sonriente. Le guiñé un ojo y luego seguí mi camino hacia la sala de actividad. No podía pararme a  hablar con una  niña  en los pasillos sobre las almas que ambas podíamos ver, sin llamar la  atención. Yo nunca había conocido a nadie más que pudiera ver a las almas. Fue difícil el solo caminar lejos de su pequeña cara conocedora. 

Pero sabía que la vería de nuevo. Tenía la intención de encontrarla más tarde.   



Encontré la puerta azul cielo con la frase “Hoy tú eres tú, eso es más que cierto. No hay nadie vivo que sea más tú que tú.” Dr. Seuss, en colores brillantes pintado en ella. 

Aquí era donde se suponía que debía estar. La abrí e inmediatamente encontré la estantería de libros a la derecha.

Me di la vuelta y le sonreí a las almas que me habían seguido dentro.

—¿Alguno de ustedes tiene una sugerencia? —Todas me estudiaron y algunas se deslizaron más cerca para mirarme o tocarme. Yo no podía sentirlas—. ¿Nadie? —La habitación permaneció en silencio. Suspiré y me volví a los libros—. Muy bien, voy a elegir uno yo misma.

—Mi favorito es “Donde viven los monstruos” —Giré de nuevo, pensando que un alma por fin había hablado. Todas las almas veían a la pequeña niña de cabellos rojos desde el pasillo. Estaba de pie en la puerta, sonriéndome—. No van a hablarte, ya sabes. No pueden. —dijo al tiempo que entraba.

—¿No pueden hacerlo? —Pregunté mirando hacia abajo, hacia sus ojos que parecían más viejos que su pequeño cuerpo.

Sacudió su cabeza lentamente y suspiró.

—No, yo he tratado de hacer que lo hagan. Les gusta que tú hables con ellos —Hizo una pausa—. Bueno, algunos de ellos les gusta que tú les hables, pero no pueden responder. Son almas luchando por su regreso, así que permanecen aquí vagando sin rumbo —Miró hacia atrás, por encima  de su hombro, hacia las almas, suspirando—. Pero empiezan a olvidar quiénes son o por qué están aquí. Es en verdad triste. Si se hubieran ido a la primera oportunidad, se les habría asignado otro cuerpo y otra vida en lugar de esta existencia sin sentido.

Me acerqué y me senté en la silla frente a ella. 

—¿Cómo sabes eso? — Pregunté, sorprendida de que alguien tan  pequeño  pudiera  saber  mucho  más que yo sobre las almas que he visto toda mi vida.

Se encogió de hombros. 

—Supongo que él no quería que yo tuviera miedo. Ellas le temen, como puedes ver, y no quería que yo le tuviera miedo. Y creo que, tal vez, no quería que yo me convirtiera en algo como ellas.

Sacudí la cabeza tratando de averiguar de quién hablaba. 

—¿A qué te refieres? ¿Quién es él?

Frunció el ceño y las almas que se habían reunido en la habitación se desvanecieron. 

—Tienen miedo de él, como he dicho. Es lo único que recuerdan, porque fue la última cosa que vieron mientras estaban vivos. Tonto, de verdad, eso no es culpa suya. Simplemente les había llegado su hora.   —Me quedé helada ante sus palabras y me aferré al brazo de la silla en la que me encontraba sentada en busca de apoyo.

Tragué mi mal genio ante la mención de la pequeña niña al hablar sobre su muerte.

—¿Quién te lo dijo? —Pregunté otra vez.

Ella sacudió la cabeza. 

—No te pongas tan triste. Dijo que este cuerpo que tengo, está enfermo, y una vez que me muera, voy a  conseguir  un  cuerpo nuevo y una nueva vida. Las almas no están obligadas a vagar por la Tierra. Solo aquellas demasiado asustadas para seguir,  son  dejadas  aquí  para vagar. Si eliges dejar la Tierra, regresarás en un cuerpo nuevo y en una nueva vida. Tú alma será, sin embargo, la misma. Él me dijo que el hombre que escribió mis libros favoritos, Las crónicas de Narnia, dijo que “Tú no eres un cuerpo. Tú tienes un cuerpo. Tú eres un alma.” —Ella sonrió ante la idea, como si fuera brillante.

Respiré hondo, para tranquilizarme antes de preguntar una vez más.

—¿Quién es “él”?

Ella frunció el ceño. 

—¿El autor? C.S. Lewis.

Negué con la cabeza. 

—No, el “él” que te ha dicho todo esto. El “él” al que las almas tanto le temen. —Frunció el ceño y se volvió para irse—. No, por favor, espera… necesito saber quién es. —Le rogué.

Volteó para atrás, mirándome y sacudió la cabeza. 

—Hasta que  te llegue la hora, no puedes saberlo. —Se fue.

Sostuve el libro, “Donde viven los monstruos”, en mis manos, lista para leer cuando los niños se presentaran, pero no vino con ellos. Forcé una sonrisa y un tono alegre al leer las palabras que recordaba de mi infancia. Varios niños pidieron otros libros cuando terminé y, aturdida, tomé cada libro fuera de la estantería y les leí los que me pidieron hasta que las enfermeras insistieron en que era hora de regresar a sus cuartos para la cena. Después de varios abrazos y “gracias”, me dirigí de nuevo por los pasillos. Esta vez no me molesté en sonreírle a las almas. Ellas no me podrían ayudar. Estoy bastante segura de que la única que podría, era la pequeña niña que había hablado con “él” y en el fondo me temía, que yo sabía exactamente quien era “él” y qué era lo que hacía.

                                                 ***

—Tengo una sorpresa para ti. —Pablo anunció mientras paseaba por la sala de mi casa a las siete de la noche. Me asomé desde el libro de texto abierto sobre la mesa y le sonreí. Ver a Pablo ayudó a aliviar el vacío dentro de mí. Se inclino, me besó en los labios suavemente y luego dejó un folleto frente a mí, en la mesa.

—¿Gatlinburg, Tennessee? —Pregunté, leyendo el folleto frente a mí con la imagen de una montaña nevada con un telesilla y las calles festivamente iluminadas.

Sonrió y se sentó en la silla a mi lado. 

—Todo un fin de semana de esquí y compras. Mis abuelos tienen una cabaña allí a la que vamos cada año en esta temporada. Hablé con Euge y ella tiene el visto bueno por parte de su padre. Él cubriría los gastos del viaje de ella y Nico, y  mis padres quieren agradecerte por todo el trabajo duro que hiciste al ayudarme a sacar una A+ en Oratoria. —Sonrió con malicia—. Y porque sabían que yo no iría a menos que tu fueras también.

Irme de vacaciones a esquiar no era algo sobre lo que quería pensar en estos momentos. Emocionalmente, apenas podía sostenerme y necesitaba encontrar a Peter. Simplemente no podía entender cómo iba a encontrarle exactamente.

—Wau. —Forcé una sonrisa. Él tomó mi falsa sonrisa como un estímulo y abrió el folleto. Comenzó a hablar sobre todas las cosas que se podían hacer en la cima de la montaña. Yo daba vueltas en mi cabeza, pensando en cómo podría decirle que no, cuando mi madre entró.

—Hola, Pablo. ¿Has comido? Traje a casa comida china de la reunión con mi agente literario. ¿Alguno de ustedes tiene hambre? —preguntó.

—Estoy muerto de hambre. —dijo Pablo con entusiasmo.

—No, gracias. —Respondí. Pensar en comida me revolvió el estómago. Me di cuenta de que Pablo le hablaba a mi madre sobre el viaje a esquiar y me entró pánico, tratando de pensar en alguna manera de detenerlo.

—Oh, eso sería perfecto, Lali. La tía Margie nos ha pedido ir al rancho por Acción de Gracias, pero odiaría volver a llevarte allí para que seas testigo del llanto de su primer día de Acción de Gracias sin Ted. Ella me necesita y yo podría ir si tú pasaras las vacaciones en las montañas con tus amigos. No me sentiré como que estás sufriendo. Eso es simplemente perfecto. Pablo, gracias. Tengo que llamar a tus padres esta noche para conseguir más detalles. Quiero enviar dinero, sin embargo, no me gusta la idea de que tus padres paguen por ella.

Pablo negó con la cabeza. 

—¡Oh, no, señora! Eso no es necesario. Ellos quieren pagar. Ha sido una respuesta a sus oraciones con mis calificaciones de Oratoria este año. No podrían haber pagado por un mejor tutor. —Me dedicó una sonrisa maliciosa y luego sonrió a mi madre con cortesía.

Lo planeaban como si ya fuera un hecho. Mamá no iba a decirme que no, o a cuestionármelo. No tenía escapatoria, a menos que quisiera herir, no solo a Pablo, quien no lo merecía, sino también a Euge. Ella, sin duda, parecía emocionada por el viaje y, aunque todo lo que yo quería hacer era buscar a Peter, no podía. Por el momento, no estoy segura sobre cómo comenzar. Mi plan había llegado a un interrumpido registro de trayectos. En un súbito estallido de esperanza buscaría en Ebay boletos para Cold Soul pensando que, tal vez, si fuera al concierto, podría verlo y saber que él era real. Podría acabar con todos estos temores revolviéndose dentro de mí, de que él era algo que yo no podía tener o tocar. Incluso, si pudiera comprarme los boletos, no podría financiarme el costo del viaje para llegar a  las  próximas fechas de sus próximos conciertos.

—Supongo que eso es lo que tenemos que hacer mañana. —dijo mamá alegremente. No tenía idea a lo que se refería.

La miré fijamente y fruncí el ceño. 

—¿Qué?

Ella rodó los ojos. 

—Ir a comprar tu equipo para la nieve, tontita. Vas a necesitar ropa de invierno también. ¡Oh, esto va a ser muy divertido! Estoy tan emocionada. Ustedes dos hagan su tarea y yo iré a llamar a Margie y le haré saber que estaré allí en Acción de Gracias. —Mamá nos dejó y Pablo se dio la vuelta, sonriendo triunfante, con una caja de arroz frito en una mano y los palillos en la otra.

—Ella es más que genial, lo juro. Los padres de Nico dieron una pequeña pelea. Ella fue tan fácil —Besó la parte superior de mi cabeza mientras volvía a sentarse frente a la mesa—. Será mejor que llames a Euge y le cuentes las buenas noticias antes de que empecemos. Está esperando saber las noticias —Asentí con la cabeza y alcancé el teléfono. Iba a tener que actuar emocionada por el bien de Pablo, y el de ella. El teléfono sonó una vez antes de que un intenso chillido estallara en la otra línea.

—Por favor, di que ella dijo que sí, por favor, por favor, por favor. —La voz de Euge cantó desde la otra línea.

—Dijo que sí. —Le respondí, dedicándole una sonrisa a Pablo.

—¡FANTABULOSO! Vamos a pasárnosla tan bien. De compras en la nieve. ¿Qué tan romántico es eso? Quiero decir ¿Hay realmente algo mejor que la nieve sobre las pequeñas calles llenas de tiendas? No, no lo hay. Sin embargo, te advierto en este momento que no pondré mi pie en un esquí. De ninguna manera. Quiero ir de compras, no a visitar la sala de emergencias. ¿Tú vas a esquiar? —Miré a Pablo, quien obviamente podía escuchar la voz desde el teléfono. Asentía con una gran sonrisa en su rostro.

—No creo que tenga elección. —Respondí.

—Uf, bueno, yo sí, y no lo haré. Quiero decir, te caes y tu trasero queda completamente húmedo. De ninguna manera. No lo haré.

Pablo se rió entre dientes. 

—Llevarás puesto un traje de nieve Euge, eso mantiene tu trasero seco. —Gritó en voz alta.

—Lo que sea, sigo sin hacerlo. Oh, tengo que llamar a Nico y decirle. Tenemos que ir a comprar verdadera ropa de invierno. Vas a tener que hacer  a un lado tu servicio comunitario por una tarde o quizá dos. ¡De acuerdo, bien! Hablaré contigo mas tarde. —Colgó.

Cerré mi teléfono y lo puse sobre la mesa. 

—Será un poco difícil vivir con ella las próximas dos semanas. —dije, bromeando.

Pablo asintió. 

—Creo que tienes razón —Se recostó en su silla—. Así que dime. ¿Qué paso con ese servicio comunitario?

No quería hablar con él acerca de esto. Miré hacia abajo, en el block de notas frente a mí.

—Bueno, estoy trabajando como voluntaria en el hospital. Hoy leí libros a los niños. —Esperaba que esa fuera toda la información que él necesitaba. Levanté la vista, mirándolo y la admiración en sus ojos me hizo sentir como una terrible persona. No había ido como voluntaria porque estuviera preocupada por otros. Había ido a encontrar respuestas. Sin embargo, había encontrado todas las respuestas que me era posible conseguir allí. Ella había sido solo una niña, pero había hablado como si supiera exactamente a lo que se refería. Pensé en mañana hablar con las personas mayores que sabía que no les quedaba mucho tiempo para ver si alguno de ellos me decía si había visto a ese “él” al que se refería.

—Eres una chica especial, Lali Espósito, y yo soy increíblemente afortunado. —dijo Pablo, mirándome con una emoción en sus ojos que yo no merecía.

Negué con la cabeza. 

—No, soy tan normal como las demás. Confía en mí. Ahora, vamos a terminar algunos deberes —Necesitaba cambiar el tema antes de romper en llanto y admitir qué clase de horrible persona era yo realmente. Usé a Pablo como consuelo y lo tuve por tanto tiempo. Ahora, utilizaba gente enferma para encontrar a Peter. ¿Me detendría ante algo para encontrarlo? ¿El amor debe ser tan intenso?

—Bien, esta semana nos enfrentamos a la desafiante pregunta: ¿Deberían los estudiantes de secundaria apoyarse en la ayuda de beber café por las mañanas? Realmente profundo ¿eh? —Dejé escapar una risa que no sentía y alcancé mi portátil.

—Creo que tenemos que buscar esta. Porque por lo menos yo pienso que el café es el néctar de los Dioses y, sí, lo necesitamos desesperadamente. Sin embargo, estoy pensando que tu profesor opina diferente.

Pablo se encogió de hombros. 

—Odio esta cosa, así que no soy de ayuda. ¿Realmente crees que el Internet va a tener información sobre esto?

Lo miré al presionar la tecla enter. 

—Um, sí, lo creo. Tendremos los argumentos de los grupos preocupados por la salud y los argumentos de Starbucks, ambos en nuestras manos en tan solo un segundo.


Pablo se inclinó, miró la pantalla, y sonrió. 

—Genial, así que. ¿De qué lado debo estar para este discurso?

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