Lali.
Euge se había dormido después de cuatro episodios. Yo no podía decir que no me sentía aliviada. Si tenía que sentarme a ver una escena más de Stefan y Elena iba a gritar. La angustia era demasiado para mí en este momento. Apagué la televisión y saqué una manta que la madre de Euge mantenía enrollada en el centro de entretenimiento y la extendí sobre la silueta dormida de Euge.
Habíamos
dejado un desastre en la cocina y aunque estoy segura de que su madre estaría
encantada de que Euge hubiera cocinado y comido algunas galletas, pero no
quería dejar el lío para que ella lo limpiara.
Recogiendo
el plato grande con las galletas y los dos vasos de leche restantes, me dirigí
a la cocina. Una vez que entré en la puerta vi a Pablo sentado con los codos
apoyados sobre la mesa y la mirada fija en mí, casi grito y dejo caer todo. Me
las arreglé para tragarme el grito de sobresalto en la garganta y evité hacer un lío aún mayor en la cocina.
—¿Qué
estás haciendo aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma a medida que me
acercaba al fregadero y coloqué los vasos en el agua jabonosa para luego colocar el plato de galletas en la barra.
—Esperar hasta que ella se quedara
dormida para poder verte. Es el Día de San Valentín, sabes. He estado esperando
años para pasarlo contigo y hacer que realmente lo recuerdes.
Este iba a ser mi año. Ahora estarías conmigo eternamente si la Muerte no
hubiera perdido la cabeza una vez que llegó a darte un vistazo.
Puse una
mano en mi cadera y lo miré. No me encontraba de humor para esto. No ahora. No
esta semana especialmente.
—Escucha,
Pablo, sabes lo que he pasado esta semana. ¿No puedes respetar eso y sólo
retroceder? —repliqué.
Una mirada de ternura brilló en
sus ojos y bajó la mirada hacia sus manos todavía apoyadas en la mesa frente a
él.
—Siento tu pérdida, Lali. Pero si Peter no lo hubiera jodido con
tu destino nunca hubieras experimentado el dolor de perder a Nico. Los dos tenían
que haber sido las tragedias
que afectaran a nuestra pequeña ciudad en este año escolar.
Mi mente
inmediatamente fue a Euge. Ella nos hubiera perdido a los dos. Oh, Dios, eso la habría devastado
por completo. Se habría derrumbado. Pero Peter detuvo eso. Pudo no haber sido
capaz de detener el destino de Nico, pero él cambió el mío. Yo estaría aquí
para ayudar a sanar a Euge, e iba a estar bien. Ella lo estaría.
—Bueno,
entonces, es algo bueno que Peter decidera que yo valía la pena salvar. Euge
nunca podría haber manejado perder a los dos con únicamente meses de
diferencia.
Pablo
suspiró y se recostó en la silla, dejando caer las manos a su regazo.
—¿Siempre
piensas en los demás en primer lugar, Lali?
Su
pregunta me sorprendió. Por supuesto que no. Sólo una persona desinteresada
pensaría en los demás primero, y yo no era desinteresada. Cuando yo quería
algo, iba tras ello y jodía a quien se interpusiera en mi camino.
—Sólo pongo a
quienes amo primero, pero también lo hacen la mayoría de las personas.
Pablo
negó con la cabeza.
—No, no lo hacen. La mayoría de los humanos se ponen antes
incluso de aquellos a quienes más aman. Es su naturaleza.
Esta
conversación comenzaba a volverse extraña. Quería que Pablo se fuera, para que
así pudiera limpiar la cocina e ir a la cama.
—Sólo di
lo que viniste a decir y vete, por favor. No quiero hablar contigo.
—Te dije
que quería pasar el Día de San Valentín contigo este año. Incluso traje
regalos. —Resplandeció su sonrisa torcida y de la nada sacó una docena de rosas
rojas y negras junto con una muñeca de vudú real con un collar de plata
alrededor de su cuello pequeño. El pendiente que colgaba de ella era un rubí cortado en forma de una luna.
Alcé los
ojos para mirarlo, no estando segura qué pensar de este regalo.
—¿Me
conseguiste una muñeca de vudú y rosas negras? —Le pregunté incrédula.
Pablo se echó a reír y se recostó
en su silla.
—Pensé que te haría reír.
El collar es el verdadero regalo. Y las rosas también. A mí me gustan
las rosas negras. Me recuerdan a casa.
Retrocediendo
un poco hasta que la barra entera estuvo entre los regalos de miedo muy
extraños y yo, lo vi acercarse. No quería que viniera a ningún lugar cerca de
mí con ese collar. Sabía que el vudú era mayor en talismanes y si eso era un
talismán, no lo quería cerca de mí. Ningún espíritu me iba a tener.
La sonrisa divertida de Pablo cayó
en un ceño fruncido.
—No crees que sea
divertido, ¿verdad? —La muñeca de vudú y las rosas negras se desvanecieron al
instante y sólo una docena de rosas rojas y rosadas se mantuvieron junto con el
collar que me aterrorizaba.
—Um, no, es el collar lo que quiero que
alejes de mí —Expliqué sin apartar mis ojos de él, mientras reposaba sin causar
daño en su mano.
—¿El collar? ¿Tienes miedo del collar? ¿Por qué?
—Porque
no quiero ser poseída por un espíritu maligno —Escupí, retrocediendo un poco
más. Me preguntaba si podría gritar por Rochi y si ella me escucharía. Pero
entonces correría el riesgo de despertar a Euge y esto no era algo que necesitaba ser testigo.
La
comprensión cayó en cuenta y Pablo se echó a reír de nuevo. Esto no era gracioso. ¿Por qué tenía que ser tan gracioso
todo el tiempo?
—¿Crees que este collar es un talismán?
—Sí, no soy estúpida, Pablo. Me la paso con la
Muerte, sabes.
Pablo
suspiró y colocó el collar sobre la mesa.
—Nunca te haría daño. Ya te he dicho
eso, pero te niegas a creerme. —No aparté los ojos de él mientras que él
permanecía allí, extendiendo el collar como si fuera una pieza preciosa, lo
cual sólo me convenció más que estaba lleno de toda clase de mal. Una vez que
lo expuso en la mesa a su gusto,
levantó los ojos a los míos—. Sabes, Lali, el miedo puede dar vuelta al amor.
Me quedé
mirando el collar sobre la mesa sin saber qué hacer con él. Diablos,
hasta tenía miedo de tocar las rosas que había dejado atrás.
¿Podría el tomarlas y tirarlas ser
peligroso? Tal vez debería dejarlas allí e
ir a buscar a Rochi, o mejor aún, a Peter.
Acercándome
a la puerta, me asomé a la sala para ver a Euge aun profundamente dormida. Bien. Tenía tiempo de hacer algo con
estos regalos antes de que ella se despertara.
Peter.
Su voz
me hizo removerme en mi lugar al momento en que me llamó por mi nombre. Al
instante, estuve de pie frente a su casa, preparándome para el enfrentamiento
que iba a tener con su madre cuando su voz me llegó.
Se
encontraba en la casa de Euge, en el
pórtico trasero cuando la alcancé. Un
grito ahogado de sorpresa se le escapó y luego sonrió dejando escapar un
suspiro que debió haber estado
conteniendo.
—Oh, eso fue rápido.
Gracias a Dios —dijo en un apuro y corrió hacia mí, rodeándome con sus brazos
alrededor de mi cuello.
Hasta
ahora esto era bueno. Hubiera estado aquí mucho antes si hubiera sabido que
este era el tipo de recepción que tendría. Empujándola con más fuerza contra mi
pecho, inhalé el aroma de su champú y la besé
en la sien.
—Mmmm, esto es bueno —dije en su cabeza. Ella suspiró en mis brazos y luego se apartó lo suficiente como para ver mi rostro.
—Me temo que todo va cuesta abajo desde aquí
—Explicó.
No es lo
que yo quería oír. Esperaba que el
próximo movimiento fuera ella pidiéndome que la besara y luego tal vez llevarla a su
casa para que yo pudiera acunarme
en la cama con ella.
—Pablo
estuvo aquí —Comenzó, y yo me tensé, apartando mi atención en ella para dejar
que mis sentidos escanearan el área por espíritus. Pero no sentí nada. Salvo
una pequeña helada en algún lugar cercano. No fue lo suficientemente fuerte
para ser un espíritu real, pero no era bueno tampoco. Sosteniendo más
de cerca a Lali, rebusqué aún más la presencia no deseada y noté que algo se
encontraba dentro de la casa.
—¿Quién está dentro?
—pregunté poniendo a Lali detrás de mí y dirigiéndome a la puerta de atrás.
—¿Qué? No, se ha ido. Euge está
ahí durmiendo. —Lali se apresuró para mantenerse detrás de mí, pero ante la mención
de Euge estando sola cerré la distancia más rápido de lo que un humano podría
viajar posiblemente, y abrí la puerta para encontrar la esencia palpitante
oscura tumbada en la mesa de la cocina, en la forma de una luna. La piedra roja casi palpitaba por tanta
maldad. Rosas rojas y rosas negras yacían a su lado, por lo que miré a los
artículos tratando de averiguar qué era lo que veía.
—Es por esto que te llamé
—Resopló Lali después, finalmente, llegando al interior.
—¿El collar? —pregunté.
—Sí, Pablo lo dejó y me da miedo
tocarlo.
Mis ojos se dirigieron de nuevo a las rosas. ¿Pablo
trajo esas también?
—No es un collar. Tiene parte de un espíritu
vudú. No todo el ser, lo justo para que cuando estés cerca de ese espíritu sientas
una adhesión de él.
Escuché el silbido de su respiración mientras Lali
inhalaba.
—Sabía
que era algo así —murmuró con rabia. Ahí estaba mi chica y su coraje. El
príncipe del vudú la había cabreado. Si no estuviera tan molesto por esas
malditas rosas, me reiría.
—¿De dónde vinieron las rosas?
—De Pablo. ¿Por qué? ¿Están llenas de mierda
maligna también?
Así que Pablo
trajo las rosas. Espera. Había algo que tenía que recordar acerca de hoy. Las
cajas de chocolate en forma de corazón que había visto en todas partes hoy mientras recuperaba
las almas.
Era el día de San Valentín. Y me había
olvidado. Pues bien, demonios.
—No,
sólo son rosas —Le contesté. No señalé que eran hermosas rosas. De la clase que
sólo la magia puede producir.
Probablemente nunca mueran.
Serían
eternamente bellas si ella las colocara en un florero en su habitación. Y
entonces yo recordaría el terrible novio que soy cada vez que las viera. ¿Por
qué ese espíritu vudú es mejor en esto que yo
—Aun así no las quiero. ¿Puedo quemarlas?
Mi corazón no se
sentía tan pesado al escuchar su disgusto.
Chasqueé mis dedos y las rosas se incendiaron.
—¡Peter!
¿Qué estás haciendo? Vas a quemar la casa o
por lo menos la mesa —dijo Lali, corriendo al
fregadero y miré hacia atrás para verla llenando un cántaro de agua.
Mi chica no creyó que protegería la
mesa. Chasqueé mis dedos para hacerlo y el fuego se
extinguió sin dejar nada atrás. Ni siquiera un pequeño montón de cenizas.
El agua
se cerró detrás de mí y oí a Lali dejar escapar
una pequeña risa.
—Supongo que vi el fuego y no pensé bien las cosas.
—Fue lindo —Le contesté y ella se sonrojó
adorablemente.
—¿Qué pasa con el collar?
—preguntó con la mirada vacilante en la piedra maligna sobre la mesa.
—Puedo
deshacerme de eso con la misma facilidad, si prometes no correr al grifo por
una jarra de agua en esta ocasión —Bromeé.
Lali se rió y asintió con la cabeza.
—Creo que
puedo refrenarme.
Ni siquiera me molesté en
chasquear esta vez. En cambio, me quedé mirándolo mientras las llamas entraron
en erupción y en cuestión de segundos nada quedó.
Una vez
que ya no quedaba nada atrás de Pablo, volví mi atención completa a Lali.
—Lamento perderme el día de San Valentín.
Ella me
sonrió.
—Está bien. Pasé la mayor parte del día con Euge. Comimos galletas y miramos The Vampire Diaries.
Metiendo
un mechón de cabello tras su oreja, recordé que tenía algo para ella. Había
estado esperando el momento perfecto para enseñárselo y no podía pensar en un
mejor momento que ahora.
—Ven afuera conmigo, tengo algo para ti —Le susurré antes inclinarme hacia abajo y
presionar un casto beso en sus labios.
—Está
bien —Su voz era suave y tenue. Me gustó saber que todavía le afectaba, incluso después de todo lo que le había hecho pasar.
Sosteniendo
su mano, la lleve afuera y bajamos las escaleras del porche trasero hasta que
estuvimos en el jardín de flores ubicado en el rincón más alejado del patio de Euge.
Asentí con la cabeza a uno de los bancos de piedra ornamentados que se alineaban
en el jardín y luego ella llegó a mis espaldas con una sonrisa. La suave
textura crujiente del papel de regalo que había elegido llenó mis manos y se lo
mostré viendo como sus ojos se iluminan al ver el paquete de color azul pálido
tornasolado.
—Bonito truco —Bromeó ella, sonriendo hacia mí.
Me
arrodillé frente a ella y puse la caja en sus manos.
—Sí, bueno, soy bueno para unos cuantos shows de entretenimiento de vez en cuando.
Mordiéndose
el labio inferior con ansiedad lo tomó.
—Casi me da lástima romper el papel. Es hermoso.
—Te voy a comprar un rollo entero, Lali. Sólo
ábrelo.
Asintiendo,
desgarró el costado y el papel quedó en el olvido, a medida que cayó al suelo.
La caja de raso blanco queda asentada en su regazo mientras poco a poco abre la
tapa. No estoy seguro si recordaría exactamente lo que era, pero pensé en
esperar y ver si descubría esto por su cuenta.
Lali levantó el broche de oro pequeño de la caja.
El destello de emoción en su
rostro me dijo que buscaba través de los
recuerdos, buscando donde había visto el broche en su mano. Había estado
guardándolo por más de quince años. Reverentemente tocó las piedras de cristal
de color rosa que decoraban el corazón en forma de filigrana.
—La abuela me lo dio. Yo me
encontraba enferma y en el hospital, y ella había ido a quedarse con mamá en
el hotel
cercano. Se turnaban para estar conmigo. Entonces, la
abuela tuvo que irse a su casa porque su
corazón la molestaba y su médico la quería en casa bajo observación. El
día que se fue me trajo este broche. Lloró tanto cuando me dijo que lo
sostuviera cerca de mi corazón siempre. Así yo siempre sabría que ella me
amaba.
Lali
levantó la mirada asombrada a la mía.
—Entonces, cuando... cuando... —Se calló
sacudiendo la cabeza en frustración. El recuerdo estaba allí. Sabía que lo
estaba y quería que ella lo recordara
sin mi ayuda. Era algo que yo había esperado
pacientemente a que recuerde desde que había descubierto exactamente quién era yo.
Sus ojos
verdes expresivos mostraron emociones tan diferentes. Finalmente, abrió la boca
y susurró:
—Ay dios mío —Y supe que había recordado.
—Entonces
tú, Peter, tú viniste a hablar conmigo. Para decirme que me iba a morir, pero
que obtendría otra vida. Mi cuerpo estaba enfermo. Que cuando regresaras me
enviarías a otro lugar y volvería de nuevo.
—Ay, Dios mío —Lali se detuvo y respiró hondo.
—Yo te
di este broche. Te dije que lo quería llevar conmigo. Dijiste que podrías
arreglarlo y lo metí en tu bolsillo... pero…
—Pero
nunca me volviste a ver. Porque tu alma fue borrada de la lista. La única razón por la que me acordé
de ti fue a causa de este broche. Sabía que había sido un alma que se había
salvado. A veces eso sucede. Es raro, pero a veces el Creador cambia de
opinión. Pensé que te había pasado eso. Así que me aferré a ese broche que me
dio una niña que quería tomar algo de esta vida a su siguiente. Pensé que una
vez que tu nombre apareciera en los libros de nuevo, me aseguraría de que
obtuvieras tu broche justo como lo solicitaste. Sin embargo, tu nombre apareció
mucho antes de lo que esperaba. Eso me intrigó. No podía entender por qué el
Creador detendría tu muerte como una niña para
tomarla sólo unos pocos años más tarde al borde de la edad adulta. Por lo
tanto, vine a verte. Para ver qué pasa
con esta alma que era tan única.
Por qué había roto todos los moldes a los que me había acostumbrado a lo
largo de mi existencia.
La mano
de Lali cubrió su boca cuando un pequeño sollozo escapó. No tenía la intención
de hacerla llorar. Sólo había querido darle algo que una vez fue muy querido.
—Oh, Peter
—Exclamó echándose en mis brazos—. No puedo creer que no te recuerde.
¿Lloraba porque olvidó que conoció a la Muerte cuando era
niña?
Sosteniéndola en mis brazos, me quedé sin palabras. ¿Cómo la consolaba por algo como esto?
—Este es el regalo más precioso y
perfecto que jamás haya recibido una persona. Me diste un recuerdo que
recordaré para siempre. Me diste algo de mi abuela que yo no sabía que tenía. Y
lo guardaste y lo trajiste de nuevo hasta mí. Esto me trajo hasta ti.
Sentí una humedad en mis ojos y
parpadeé confundido por la extraña sensación. Un hilillo de agua corrió por mi
mejilla. Miré en la oscuridad mientras sostenía
en mis brazos a Lali con asombro.
La
Muerte acababa de derramar una lágrima.
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