viernes, 31 de octubre de 2014

Beautiful Disaster: Capítulo 3

Gastón tomó otra calada. El humo fluyó de su nariz en dos chorros. Giré mi cara hacia el sol mientras él me relataba su reciente fin de semana de baile, licor y un nuevo amigo muy persistente.

—Sí él te está acechando, entonces ¿por qué dejas que te compre las bebidas? —Me reí.

—Es muy sencillo, Lali. Estoy en quiebra.

Me reí nuevamente y Gastón me encajó su codo en mi costado cuando alcanzó a ver a Peter caminando hacia nosotros.

—Hey, Peter —cantó alegremente Gastón, guiñándome un ojo.

—Gastón —él asintió. Levantó sus llaves—. Me voy a casa, Pidge. ¿Necesitas un aventón?

—Estaba a punto de entrar —dije, sonriendo a través de mis gafas de sol.

—¿No te vas a quedar conmigo esta noche? —Preguntó, su rostro era una combinación de sorpresa y decepción.

—No, si lo haré. Sólo tengo que tomar algunas cosas que olvidé.

—¿Cómo qué?

—Bueno, para empezar mi máquina de afeitar. ¿Qué te importa?

—Ya es hora de que te afeites las piernas. Están destrozando las mías —dijo con una sonrisa traviesa.

Los ojos de Gastón se agrandaron mientras me dio una rápida mirada, y yo volteé mi cara hacia Peter.

—¡Así es como empiezan los rumores! —Miré a Gastón y sacudí mi cabeza—. Estoy durmiendo en su cama... sólo durmiendo.

—Está bien —dijo Gastón con una sonrisa maliciosa.

Le di un golpe en el brazo a Gastón antes de abrir la puerta y subir por las escaleras. Cuando llegué a la segunda planta, Peter estaba a mi lado.

—Oh, no te enojes. Sólo estaba bromeando.

—Todo el mundo ya asume que estamos teniendo sexo. Lo estás empeorando.

—¿A quién le importa lo que piensan?

—¡A mí, Peter! ¡A mí! —Abrí mi puerta, metí mis cosas en una pequeña bolsa y luego salí violentamente, con Peter detrás de mí. Sonrió mientras tomó la bolsa de mi mano y le lancé una mirada asesina—. No es divertido. ¿Quieres que toda la escuela crea que soy una de tus putas?

Peter frunció el ceño. 

—Nadie piensa eso. Y si lo hacen, será mejor que esperen que yo no me entere.

Mantuvo la puerta abierta para mí y después de atravesarla, me detuve abruptamente delante de él.

—¡Whoa! —dijo, chocando conmigo.

Volteé alrededor.

—¡Oh Dios mío! Probablemente piensan que estamos juntos y tú, con tu falta de vergüenza, continuas con tu... estilo de vida. ¡Debo verme patética! —dije, dándome cuenta de eso mientras hablaba—. No creo que deba quedarme contigo por más tiempo. Deberíamos, simplemente, permanecer alejados uno del otro en general por un tiempo.

Le quité mi bolsa y él me la arrebató de vuelta.

—Nadie piensa que estamos juntos, Pidge. No tienes que dejar de hablarme para probar tu punto.

Estábamos envueltos en un tira y afloja con la bolsa, y cuando él se negó a dejarla ir, gruñí ruidosamente en frustración.

—¿Alguna vez tuviste a una chica, que es una amiga, quedándose contigo? ¿Alguna vez llegas a clases con esas chicas en la escuela? ¿Has comido los almuerzos con ellas todos los días? Nadie sabe qué pensar sobre nosotros, ¡incluso cuando se los decimos!

Caminamos hacia el estacionamiento.

—Voy a arreglar esto, ¿está bien? No quiero que nadie piense menos de ti debido a mí —dijo, con una expresión apenada. Abrió mucho sus ojos y sonrió—. Déjame hacer las pases contigo. ¿Por qué no vamos a The Dutch esta noche?

—Eso es una barra de motociclistas —desprecié, viendo como sujetaba mi bolsa a su moto.

—Está bien, entonces vamos al club. Te llevaré a cenar, y luego podemos ir a The Red Door. Yo invito.

—¿Cómo es que salir a cenar y luego a un club arregla el problema? Cuando la gente nos vea salir juntos lo hará peor.

Él se montó en su moto.

—Piénsalo. ¿Yo, borracho, en una habitación llena de mujeres escasamente vestidas? No tomará mucho tiempo para que la gente sepa que no somos una pareja.

—¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Llevar a casa a un chico borracho del bar para probar el punto?

—No me refería a eso. No hay necesidad de enojarse —dijo con el ceño fruncido.

Rodé mis ojos y subí al asiento, pasando mis brazos alrededor de su cintura.

—¿Alguna chica extraña va a seguirnos a la casa desde el bar? ¿Así es cómo vas a arreglar las cosas conmigo?

—¿No estás celosa, o sí, Pigeon?

—¿Celosa de qué? ¿De la imbécil infectada de ETS a quien mandarás al diablo en la mañana?

Peter se rió y entonces encendió su Harley. Voló hacia su apartamento a dos veces el límite de velocidad, y cerré mis ojos para no ver los árboles y los coches que dejábamos atrás.

Después de bajarme de su motocicleta, golpeé su hombro.

—¿Olvidaste que estaba contigo? ¿Estás intentando matarme?

—Es difícil olvidar que estás detrás de mí cuando tus muslos están exprimiendo la vida fuera de mí. —Una sonrisita llegó con su siguiente pensamiento—. No podía pensar de una mejor manera de morir, realmente.

—Hay algo muy mal contigo.

Apenas habíamos entrado cuando Cande salió del dormitorio de Agustín.

—Estábamos pensando salir esta noche. ¿Se unen?

Miré a Peter y sonreí.

—Vamos a pasar por el lugar de sushi antes de ir a Red.

La sonrisa de Cande abarcó desde un lado de su cara al otro.

—¡Agus! —Chilló, corriendo hacia el baño—. ¡Saldremos esta noche!

Fui la última en tomar una ducha, así que Agustín, Cande y Peter estaban de pie impacientes en la puerta cuando yo salí del baño, en un vestido negro y tacones rosas.

Cande silbó.

—¡Maldita sexy, mamacita!

Sonreí en agradecimiento y Peter levantó su mano.

—Lindas piernas.

—¿Mencioné que es una navaja mágica?

—No creo que sea la navaja —sonrió, me jaló hacia la puerta.

Fuimos demasiado ruidosos y molestosos en el bar de sushi y ya habíamos estado bebiendo esa noche antes de poner un pie en The Red Door. Agustín entró en el estacionamiento, tomándose su tiempo para encontrar un lugar.

—Es para esta noche, Agus —murmuró Cande.

—Oye. Tengo que encontrar un espacio amplio. No quiero que algún borracho idiota arruine la pintura.

Una vez que aparcamos, Peter inclinó el asiento hacia adelante y me ayudó a salir.

—Quería preguntarles sobre sus identificaciones. Son perfectas. No las consigues por aquí.

—Sí, las hemos tenido desde hace tiempo. Era necesario... en Wichita —dije.

—¿Es necesario? —preguntó Peter.

—Es algo bueno tener conexiones —dijo Cande.

Ella hipó y cubrió su boca, riendo.

—Dios mujer —dijo Agustín, sosteniendo a Cande del brazo, mientras ella torpemente caminaba a lo largo de la grava—. Creo que ya has terminado por esta noche.

Peter hizo una cara.

—¿De qué estás hablando, Cande? ¿Qué conexiones?

—Lali tiene algunos viejos amigos que...

—Son identificaciones falsas, Pitt —interrumpí—. Tienes que conocer a las personas adecuadas, si quieres que las hagan bien, ¿correcto?

Cande desvió su mirada, intencionadamente, lejos de Peter y esperé.

—Correcto —dijo extendiendo su mano para tomar la mía.

Agarré tres de sus dedos y sonreí, sabiendo, por su expresión, que no estaba satisfecho con mi respuesta.

—¡Necesito otro trago! —dije en un segundo de intentar cambiar el tema.

—¡Tragos! —gritó Cande.

Agustín rodó sus ojos.

—Oh, sí. Eso es lo que necesitas, otro trago.

Una vez dentro, Cande inmediatamente me sacó a la pista de baile. Su cabello estaba por todas partes, y me reí de la cara de pato que hacía cuando se movía con la música.

Cuando terminó la canción, nos unimos a los chicos en el bar. Una excesivamente voluptuosa, rubia-platina, ya estaba al lado de Peter y la cara de Cande se descompuso en repulsión.

—Así va a ser toda la noche, Cande. Sólo ignóralos —dijo Agustín, asintiendo hacia un pequeño grupo de chicas paradas a unos metros de distancia. Observé a la rubia, esperando su turno.

—Parece que hay una bandada de buitres —dijo Cande, despreciativamente.

Peter encendió un cigarrillo mientras ordenaba dos cervezas más y la rubia mordió sus brillantes e hinchados labios y sonrió. El camarero quitó las tapas y le tendió las botellas a Peter. La rubia agarró una de las cervezas, pero Peter la arrebató de su mano.

—Uh... no es para ti —le dijo, entregándomela a mí.

Mi idea inicial fue tirar la botella en la basura, pero la mujer parecía tan ofendida que sonreí y tomé un trago.

Ella se fue, dando resoplidos y yo sonreí al ver que Peter no parecía haberlo notado.

—Como si yo fuera a comprar una cerveza para alguna chica en un bar —dijo, sacudiendo su cabeza. Alcé mi cerveza, y él levantó un lado de su boca en una media sonrisa—. Eres diferente.

Chocó mi botella contra la suya.

—Por ser la única chica con la que un chico, que no tiene ningún estándar, no quiere dormir —dije tomando un trago.

—¿Lo dices en serio? —preguntó, retirando la botella de mi boca. Cuando yo no me retracté, él se inclinó hacia mí—. Primero que nada... Tengo estándares. Nunca he estado con una mujer fea. Nunca. Segundo lugar, yo quería dormir contigo. Pensé en tirarte sobre mi sofá de cincuenta maneras diferentes, pero no lo hice porque ya no te veo de esa manera. No es que no me atraigas, simplemente creo que eres mejor que eso.

Yo no pude retener la sonrisa presumida que se deslizó a través de mi cara.

—Crees que soy demasiado buena para ti.

Sonrió burlonamente con mi segundo insulto.

—No se me ocurre ningún solo chico que conozca que sea lo suficientemente bueno para ti.

La petulancia se disolvió y fue reemplazada con una conmovida y agradecida sonrisa.

—Gracias, Pitt —dije colocando mi botella vacía en la barra.

Peter tiró de mi mano.

—¡Vamos! —dijo arrastrándome a través de la multitud en la pista de baile.

—¡He bebido demasiado! ¡Me voy a caer!

Peter sonrió y me acercó a él, agarrándome de las caderas.

—Cállate y baila.

Cande y Agustín aparecieron junto a nosotros. Agustín se movía como si hubiera estado viendo muchos videos de Usher.

Peter me tenía casi aterrorizada con la manera en que se presionaba contra mí. Si utilizaba cualquiera de estos movimientos en el sofá, pude ver por qué tantas chicas se arriesgaban a una humillación en la mañana.

Él acomodó sus manos alrededor de mi cintura y me di cuenta de que su expresión era diferente, casi seria. Recorrí con mis manos su impecable pecho y su abdomen marcado mientras se estiraba y se tensaba bajo su camisa apretada con la música. Me puse a espaldas a él, sonriendo cuando él envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.

Junto con el alcohol en mi sistema, cuando él tiró mi cuerpo contra el suyo, las cosas que llegaron a mi mente eran cualquier cosa menos amistosa.

La siguiente canción irrumpió en la que estábamos bailando y Peter no mostró signos de querer volver a la barra.

El sudor resbalaba por la parte trasera de mi cuello y las luces estroboscópicas multicolores me hicieron sentir un poco mareada. Cerré mis ojos e incliné mi cabeza contra su hombro. Agarró mis manos y las llevó alrededor de su cuello. Sus manos recorrieron mis brazos, bajaron por mis costillas, y finalmente regresaron a mis caderas. Cuando sentí sus labios y luego su lengua contra mi cuelo, me alejé de él.

Él sonrió, luciendo un poco sorprendido.

—¿Qué, Pidge?

Mi genio estalló, haciendo que las palabras que quería decir se atoraran en mi garganta. Me retiré de la barra y ordené otra Corona. Peter tomó el asiento junto a mí, levantando su dedo para ordenar una para sí mismo. Tan pronto como el camarero colocó la botella delante de mí, me incliné y bebí la mitad del contenido antes de estamparla contra la barra.

—¿Crees que eso va a cambiar la opinión de alguien sobre nosotros? —dije tirando de mi cabello a un lado, cubriendo el lugar que él había besado.

Soltó una risa.

—No me importa ni una mierda lo que piensan sobre nosotros.

Yo le lancé una mirada asesina y luego me giré hacia el frente.

—Pigeon —dijo tocando mi brazo.

Lo alejé de él.

—No. Yo nunca me pondré lo suficientemente borracha para meterme en ese sofá.

Su rostro se retorció con ira pero, antes de que él pudiera decir algo, una guapa mujer de cabello oscuro con labios gruesos, enormes ojos azules y un gran escote, se acercó a él.

—Bien. ¿No es este Peter Lanzani? —dijo enfatizando en todos los lugares adecuados.

Él tomó la bebida, y luego sus ojos se apartaron de los míos.

—Hola, Megan.

—Preséntame a tu novia. —Ella sonrió. Rodé mis ojos ante lo patéticamente transparente que era.

Peter inclinó su cabeza hacia atrás para terminar su cerveza y luego deslizó su botella vacía por la barra. Todos los que esperaban para ordenar la siguieron con los ojos hasta que cayó en el bote de basura al final.

—Ella no es mi novia.

Agarró la mano de Megan, y ella felizmente lo siguió a la pista de baile. Él solamente la manoseó durante una canción y luego otra y otra. Ellos estaban causando una escena con la forma en que ella permitía que la tocara, y cuando él se inclinó sobre ella les di la espalda.

—Luces molesta —dijo un hombre que se sentó a mi lado—. ¿Es ese tu novio?

—No, sólo es un amigo —murmuré.

—Bien, eso es bueno. Podría haber sido bastante incómodo para ti si lo fuera —se volvió a la pista de baile, sacudiendo su cabeza ante el espectáculo.

—Y que lo digas —dije, bebiendo lo último de mi cerveza. Apenas había saboreado las últimas dos que había dejado a un lado y mis dientes se habían insensibilizado.

—¿Deseas otra? —Preguntó. Volteé a verlo y él sonrió—. Soy Ethan.

—Lali —dije estrechando su mano extendida.

Él levantó dos dedos hacia el barman, y yo sonreí.

—Gracias.

—Así que, ¿vives aquí? —preguntó.

—En Morgan Hall en Eastern.

—Tengo un apartamento en Hinley.

—¿Vas a State? —Le pregunté—. ¿Qué está... como a una hora de distancia? ¿Qué haces aquí?

—Me gradué el pasado mayo. Mi hermana va a Eastern. Me estoy quedando con ella esta semana, en lo que meto solicitudes de trabajo.

—Pff... viviendo en el mundo real, ¿eh?

Ethan se rió.

—Y es todo lo que dicen que es.

Saqué el brillo labial de mi bolsillo y lo unté en mis labios, utilizando el espejo que recubría la pared detrás de la barra.

—Ese es un color lindo —dijo viéndome presionar mis labios juntos.

Sonreí, sintiendo el enojo hacia Peter y la pesadez del alcohol.

—Quizás puedas probarlo más tarde.

Los ojos de Ethan se ampliaron cuando me incliné más cera de él y yo sonreí cuando él tocó mi rodilla. Retiró su mano cuando Peter se paró entre nosotros.

—¿Estás lista, Pidge?

—Estoy hablando, Peter —dije empujándolo. Su camisa estaba húmeda del circo en la pista de baile y yo hice un espectáculo limpiando mi mano en mi falda.

Peter hizo una cara.

—¿Ni siquiera conoces a este chico?

—Este es Ethan —dije enviándole a mi nuevo amigo la mejor sonrisa coqueta que pude hacer.

Él me guiñó un ojo y luego miró a Peter, extendiéndole su mano.

—Un placer conocerte.

Peter me dio una mirada gélida y yo suspiré.

—Ethan, este es Peter —murmuré.

—Peter Lanzani —dijo mirando fijamente la mano de Ethan como si quisiera arrancarla.

Los ojos de Ethan se ampliaron y él retiró torpemente su mano.

—¿Peter Lanzani? ¿Peter Lanzani de Eastern?

Descansé mi mejilla en mi puño, temiendo por el inevitable intercambio de historias, llenas de testosterona, que pronto ocurriría.

Peter estiró su brazo detrás de mí, sujetando la barra.

—Sí, ¿qué con eso?

—Te vi luchar contra Shawn Jenks el año pasado, hombre. ¡Pensé que iba a presenciar la muerte de alguien!

Peter lo miró con ira.

—¿Quieres verlo otra vez?

Ethan rió una vez, sus ojos pasaron entre nosotros. Cuando se dio cuenta de que Peter hablaba en serio, sonrió disculpándose y se fue.

—¿Estás lista, ahora? —preguntó bruscamente.

—Eres un completo idiota, ¿sabes?

—Me han llamado peor —dijo ayudándome a levantarme.

Seguimos a Cande y a Agustín al coche y cuando Peter intentó agarrar mi mano para dirigirme a través del estacionamiento la tiré lejos de un jalón. Él se dio la vuelta para encararme y yo me detuve de pronto, inclinándome hacia atrás cuando él estuvo a pocos centímetros de mi cara.

—¡Debería simplemente besarte y superarlo! —gritó—. ¡Estás siendo ridícula! Besé tu cuello, ¿y qué?

Pude oler la cerveza y los cigarrillos en su aliento y lo empujé.

—No soy una amiga para fornicar, Peter.

Él sacudió su cabeza en incredulidad.

—¡Nunca dije que lo fueras! ¡Estás conmigo las veinticuatro horas del día, duermes en mi cama, pero la mitad del tiempo actúas como si no quisieras que te vieran conmigo!

—¡Vine aquí contigo!

—Nunca te he tratado con algo más que respeto, Pidge.

Me quedé quieta.

—No, sólo me tratas como tú propiedad. ¡No tenías derecho a ahuyentar a Ethan así!

—¿Sabes quién es Ethan? —preguntó. Cuando sacudí mi cabeza, él se inclinó más cerca—. Yo sí. Fue arrestado el año pasado por agresión sexual, pero los cargos fueron retirados.

Crucé mis brazos.

—Oh, ¿así que tienen algo en común?

Los ojos de Peter se redujeron y los músculos de su mandíbula se estremecieron bajo su piel.

—¿Me estás llamando violador? —dijo en un tono frío y bajo.

Apreté mis labios juntos, incluso más enojada porque tenía razón. Lo había llevado demasiado lejos.

—No, ¡yo sólo estoy molesta contigo!

—He estado bebiendo, ¿de acuerdo? Tu piel estaba a tres centímetros de mi cara, eres hermosa y hueles malditamente increíble cuando sudas. ¡Te besé! ¡Lo siento! ¡Supéralo!

Su excusa hizo que las comisuras de mi boca se elevaran.

—¿Crees que soy hermosa?

Él frunció el ceño con disgusto.

—Eres guapísima y lo sabes. ¿Por qué estás sonriendo?

Traté de sofocar mi diversión en vano.

—Nada. Vámonos.

Peter rió una vez y sacudió la cabeza.

—¿Que...? ¿Tú...? ¡Tú eres un grano en el trasero! —Gritó, dándome una mirada asesina. No podía dejar de sonreír, y tras unos segundos, la boca de Peter se curvó. Él sacudió su cabeza una vez más y entonces pasó su brazo alrededor de mi cuello—. Me estás volviendo loco. ¿Sabías?


En el apartamento, todos entramos tropezándonos por la puerta. Fui directamente al baño, a lavarme el humo del cabello. Cuando salí de la ducha, vi que Peter me había traído una de sus camisetas y un par de sus bóxers para cambiarme.

La camiseta me engulló y los bóxers desaparecieron bajo la camisa. Me aventé a la cama y suspiré, todavía sonriendo por lo que me había dicho en el estacionamiento.

Peter me miró fijamente por un momento y sentí una punzada en mi pecho. Tuve unas ganas casi ansiosas de agarrar su rostro y estampar mi boca sobre la suya, pero luché contra el alcohol y las hormonas que corrían a través de mi sangre.

—Buenas noches, Pidge —susurró, girándose.

Me moví nerviosamente, aún no estaba lista para irme a dormir.

—¿Pitt? —dije, inclinándome hasta descansar mi mentón en su hombro.

—¿Sí?

—Sé que estoy borracha y acabamos de tener una enorme pelea sobre esto, pero...

—No voy a tener sexo contigo, así que deja de preguntar —dijo, aún dándome la espalda.

—¿Qué? ¡No! —Chillé.

Peter se rió y se giró, mirándome con una expresión suave.

—¿Qué, Pigeon?

Suspiré.

—Esto... —dije, recostando mi cabeza sobre su espalda y pasando mis brazos a través de su cintura, acurrucándome contra él lo más que me fue posible.

Él se puso tenso y levantó sus manos, como si no supiera cómo reaccionar.

—Estás borracha.

—Lo sé —dije, demasiado intoxicada para estar avergonzada.

Él relajó una mano contra mi espalda y la otra sobre mi cabello mojado y luego presionó sus labios en mi frente.

—Eres la mujer más confusa que he conocido.

—Es lo menos que puedes hacer después de asustar al único chico que se me acercó esta noche.

—¿Te refieres a Ethan el violador? Sí, te debo una por eso.

—No importa —dije, sintiendo el comienzo de un rechazo venir.

Agarró mi brazo y lo sostuvo en su estómago para evitar que me alejara.

—No, lo digo en serio. Tienes que ser más cuidadosa. Si no estuviera ahí... Ni siquiera quiero pensar en ello. ¿Y ahora esperas que me disculpe por ahuyentarlo?

—No quiero que te disculpes. Ni siquiera es por eso.

—Entonces, ¿por qué es? —preguntó, buscando en mis ojos algo. Su rostro estaba a pocos centímetros del mío y pude sentir su aliento en mi boca.

Fruncí el ceño.

—Estoy borracha, Peter. Es la única excusa que tengo.

—¿Quieres que te abrace hasta que te quedes dormida?

No contesté.

Él giró para mirarme directamente a los ojos.

—Debería decir que no para probar un punto —dije, sus cejas se juntaron—. Pero me odiaría a mi misma más tarde si digo que no y nunca me preguntas otra vez.

Recosté mi mejilla contra su pecho, y sus brazos me apretaron, suspirando.

—No necesitas una excusa, Pigeon. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.


Me estremecí debido a la luz del sol que pasaba a través de la ventana y la alarma sonando en mi oído. Peter aún estaba dormido, rodeándome con sus brazos y sus piernas. Maniobré un brazo libre para alcanzar el botón de dormitar. Pasé mis manos por mi cara, volteé a verlo, durmiendo sonoramente a dos centímetros de mi cara.

—Oh, Dios mío —susurré, preguntándome cómo habíamos conseguido estar tan enredados. Tomé una respiración profunda y la contuve, mientras trabajaba en librarme de sus garras.

—Detente, Pidge, estoy dormido —balbuceó, apretándome contra él.

Después de varios intentos, finalmente me deshice de su agarre y me senté al borde de la cama, mirando hacia su cuerpo medio desnudo envuelto entre las cobijas. Lo observé por un momento y suspiré.

Las líneas se estaban haciendo borrosas y era mi culpa.

Su mano se deslizó a través de las sábanas y tocó mis dedos.

—¿Qué pasa, Pigeon? —dijo apenas abriendo los ojos.

—Voy por un vaso de agua, ¿quieres algo?

Peter sacudió su cabeza y cerró los ojos, aplastando su mejilla contra el colchón.

—Buenos días, Lali —dijo Agustín desde el sillón reclinable cuando di vuelta en la esquina.

—¿Dónde está Cande?

—Todavía durmiendo. ¿Qué haces despierta tan temprano —preguntó mirando el reloj.

—Sonó la alarma, peros siempre me despierto temprano después que bebo. Es una maldición.

—Yo también —asintió.

—Será mejor que levantes a Cande. Tenemos clase en una hora —dije, abriendo el grifo e inclinándome para tomar un sorbo.

Agustín asintió.

—Sólo iba a dejar que durmiera.

Sacudí mi cabeza.

—No lo hagas. Ella se molestara mucho si no asiste.

—Oh —dijo, poniéndose de pie—. Creo que será mejor despertarla, entonces —dio la vuelta—. ¿Oye, Lali?

—¿Sí?

—No sé que está pasando contigo y Peter, pero sé que él va a hacer algo estúpido para molestarte. Es un tic que tiene. Él no se encariña con alguien muy a menudo y por el motivo que sea a ti te lo está permitiendo. Pero tienes que pasar por alto sus demonios. Es la única manera que él lo sabrá.

—¿Sabrá qué? —Le pregunté, elevando una ceja ante su discurso melodramático.

—Si vas a subir por la pared —respondió simplemente.

Sacudí mi cabeza y reí.

—Lo que tú digas, Agus.

Agustín se encogió de hombros y luego desapareció en su dormitorio. Escuché murmullos suaves, un gemido de protesta y, a continuación, la dulce risa de Cande.

Removí la avena en mi plato y apreté el jarabe de chocolate mientras lo revolvía.

—Eso es asqueroso, Pidge —dijo Peter, vistiendo sólo un par de bóxers verdes. Frotó sus ojos y sacó una caja de cereales del gabinete.

—Buenos días, también para ti —dije cerrando la tapa de la botella.

—He oído que se aproxima tu cumpleaños. Lo último de tu adolescencia —sonrió, sus ojos estaban rojos e hinchados.

—Sí... No soy una gran persona de cumpleaños. Creo que Cande me llevara a cenar o algo —sonreí—. Puedes venir si quieres.

—Está bien —se encogió de hombros—. ¿Es de este domingo en ocho?

—Sí. ¿Cuándo es tu cumpleaños?

Vertió la leche, moviendo la cereal con su cuchara.

—No hasta abril. El primero de abril.

—Cállate.

—No, lo digo en serio —dijo, masticando.

—¿Tu cumpleaños es el día de los inocentes? —Le pregunté, una vez más, elevando una ceja.

Él se rió.

—¡Sí! Vas a llegar tarde. Mejor vístete.

—Viajo con Cande.

Podría decir que él estaba actuando intencionalmente calmado cuando se encogió de hombros.

—Como sea —dijo, dándome la espalda para terminar su cereal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenten, todas sus opiniones cuentan:3