Resultaba asombroso, pensó Lali a la mañana siguiente, cuando tomó el ascensor de la empresa, que su mundo pudiera verse tan alterado mientras que la mayor parte de la gente que trabajaba en Hammerstead no se sentía afectada por la muerte de Euge. Por supuesto que Cande y Rochi estaban tan afligidas como ella, y que la gente del departamento de Euge estaba entristecida e impresionada, pero la mayoría de las personas con que se tropezó o no lo habían mencionado en absoluto o habían dicho algo así como: <<Sí, ya me he enterado. Es horrible, ¿verdad?>>.
Naturalmente, los locos de los ordenadores no se veían afectados por nada que no tuviera que ver con gigabytes. Aquella mañana, el cartel del ascensor rezaba: RECIENTE COMUNICADO DE PRENSA DEL MINISTERIO DE SANIDAD: LA CARNE ROJA NO ES NOCIVA. LOS RESULTADOS DE LOS ANÁLISIS EFECTUADOS DEMUESTRAN QUE LO QUE ES NOCIVO ES LA CARNE DE COLOR VERDOSO.
Dado aquello de la carne de color verdoso sonaba al contenido habitual del frigorífico del informático medio, probablemente el cartel poseía un profundo significado personal para la mayoría de ellos, pensó Lali. Si fuera cualquier otro día, se habría reído; pero hoy no podía ni siquiera esbozar una sonrisa.
Cande y Rochi tampoco habían trabajado el día anterior. Se habían presentado en casa de ella poco después de las ocho de la mañana, con los ojos en su mismo estado. Ana había cortado más rodajas de su pepino y luego se puso a preparar más tortitas, lo cual resultó tan consolador para sus amigas como lo había sido para Lali.
Ana no conocía a Euge, pero se mostró dispuesta a escuchar hablar de ella, lo cual hicieron durante todo el día. Lloraron mucho, rieron un poco, y perdieron un montón de tiempo proponiendo teorías sobre lo que había sucedido, ya que era innegable que Tacho estaba fuera de toda sospecha. Sabían que no iban a darse de bruces con la verdad, pero servía de ayuda hablar de ello. La muerte de Euge resultaba tan poco increíble que sólo hablando de ella una y otra vez pudieron aceptar poco a poco el hecho de haberla perdido para siempre.
Por una vez, no llegó temprano. El señor deWynter ya estaba allí, e inmediatamente le dijo que acudiera a su despacho.
Lali suspiró. Era la encargada de las nóminas, pero desgraciadamente aquel puesto no entrañaba poder alguno, tan sólo responsabilidad. Al marcharse del trabajo el lunes por la mañana y no haber trabajado hasta el jueves, había dejado la empresa un tanto coja. DeWynter debía de haber sudado lo suyo, sin saber si lograrían tener todo terminado a tiempo; la gente tendía a volverse irrazonable cuando no le llegaba el cheque de la paga en el momento debido.
Lali estaba preparada para aceptar las críticas del jefe, por eso quedó perpleja cuando él le dijo:
—Quiero que sepa cuánto siento lo de su amiga. Es un suceso verdaderamente horrible.
Lali había jurado que aquel día no iba a llorar en el trabajo, pero la inesperada comprensión de deWynter estuvo a punto de hacerla caer. Parpadeó para contener las lágrimas.
—Gracias —respondió—. En efecto, es horrible. Y yo quisiera pedirle disculpas por haberme ido del departamento el lunes sin más...
DeWynter movió la cabeza en un gesto negativo.
—Lo entiendo. Hicimos varias horas extra, pero nadie se ha quejado. ¿Cuándo está previsto el funeral?
—Aún no se ha organizado. La autopsia...
—Oh, por supuesto, por supuesto. Le ruego que me diga cuándo va a tener lugar, en Hammerstead hay mucha gente a la que le gustaría asistir.
Lali lo prometió con un asentimiento de cabeza y escapó de vuelta a su mesa y a la pila de trabajo que la aguardaba.
Sabía que iba a tener un día duro, pero no había esperado que lo fuera tanto. Gina y todas las demás chicas de su departamento tenían que darle sus condolencias, naturalmente, lo cual estuvo a punto de hacerla llorar otra vez. Como no llevaba encima un pepino, tuvo que pasarse el día entero luchando contra las lágrimas.
Sin haberlo planeado, Rochi y Cande se presentaron a la hora del almuerzo.
—¿Vamos a Railroad Pizza? —preguntó Rochi, y todas se subieron al coche de Rochi para dirigirse a comer.
Acababan de servirles las pizzas vegetarianas cuando Lali recordó que no les había contado la llamada del maniático que había recibido justo antes de que llegasen ellas el día anterior.
—Por fin he recibido una de esas llamadas que preguntan: <<¿Cuál de las cuatro eres tú?>>.
—¿A que son horripilantes? —Cande mordió la pizza con entusiasmo. Su encantador rostro parecía haber envejecido diez años en los dos últimos días—. Teniendo en cuenta que las demás hemos recibido por lo menos dos llamadas de ésas, me sorprende que ese individuo haya tardado tanto en llamarte a ti.
—Bueno, mi contestador tiene llamadas de muchas personas que han cortado nada más descolgar, pero supuse que se trataba de periodistas.
—Probablemente. Dios sabe que todas hemos recibido montones de ésas. —Rochi se frotó la frente—. La cabeza me va a estallar. Creo que anoche por fin me derrumbé al llegar a casa, y lloré sin parar. Pablo...
Lali levantó la vista.
—Sí, ¿cómo está la cosa con Pablo? ¿Todavía duerme en un motel?
—No. El lunes por la mañana, cuando nos enteramos de lo ocurrido, estaba en el trabajo, pero había llamado varias veces y me había dejado mensajes, y esa noche regresó a casa. Supongo que la situación sigue estando en el aire. Con esto de Euge, no tengo ganas de pelear con él. No ha dicho gran cosa, pero... también ha sido considerado. A lo mejor tiene la esperanza de que yo lo olvide todo. —Dio un bocado casi agresivo a la pizza.
—A mí me parece que no hay muchas posibilidades de que suceda eso —comentó Lali secamente, y Cande sonrió.
—No en esta vida —dijo Rochi—. Pero vamos a hablar de algo interesante, como Peter. —Hubo un destello de malicia en sus ojos—. No me creo que pensaras que ese borracho tan sexy se dedicara a traficar con drogas.
Lali descubrió que ella también era capaz de sonreír ese día.
—¿Qué puedo decir? Lo arregla muy bien. Deberían verlo cuando va con ropa vieja y sucia, sin afeitar, y está de un humor de perros.
—Esos ojos oscuros... En fin . —Cande se abanicó con la mano—. Además, tiene unos hombros más bien impresionantes, por si no te has fijado.
Lali se abstuvo de decir que se había fijado en todo lo que concernía a Peter. Ellas no tenían por qué conocer el episodio de la ventana de la cocina. Era curioso que les hubiera regalado casi a diario contándoles historias de sus displicentes encuentros con él cuando todavía creía que era un miserable borracho, y sin embargo cuando las cosas empezaron a ser más personales entre ellos hubiera dejado de hablar de él.
—Él también está loco por tus huesos —agregó Rochi—. Ese hombre está deseando comerte viva, te lo digo yo.
—Puede —contestó Lali vagamente. No quería hablar de lo mucho que ella deseaba comerlo vivo a él, ni lo cerca que habían estado ya de hacer el amor.
—No hace falta ser vidente para saber eso —dijo Cande a Rochi en tono irónico—. Él mismo vino y lo dijo tal cual.
Rochi se echó a reír.
—Así fue. No es nada tímido, ¿verdad?
No, la timidez no era precisamente un atributo de Peter Lanzani. Descarado, presuntuoso, arrogante, inteligente, sexy, amable... Aquellos eran apelativos que lo describían perfectamente. Pero dudaba que tuviera ni un solo gen de timidez en el cuerpo, gracias a Dios.
En aquel momento sonó el teléfono móvil de Rochi.
—Probablemente será Pablo —dijo suspirando mientras lo sacaba de su bolso. Abrió la lengüeta y pulsó el botón de contestar—. ¿Diga?
Lali observó cómo su semblante se tornaba de color rojo.
—¿Cómo ha conseguido este número? —exclamó Rochi, y apretó el botón de desconexión—. Hijo de puta —murmuró al tiempo que volvía a guardar el móvil en el bolso.
—Deduzco que no era Pablo —dijo Lali.
—Era ese chiflado. —La voz de Rochi temblaba de rabia—. Me gustaría saber cómo ha conseguido mi número de móvil, porque no suelo dárselo a nadie.
—A lo mejor hay un servicio de información para números de móviles —comentó Cande.
—La factura está a nombre de Pablo, no al mío, por eso me extraña que sepa que yo soy la que lleva encima el móvil.
—¿Qué te ha dicho? —preguntó Lali.
—La mierda de siempre: <<¿Cuál de las cuatro eres tú?>>. Luego ha dicho <<Eugenia>>. Sólo el nombre. Maldita sea, este tipo actúa de forma enfermiza.
Lali dejó su trozo de pizza en el plato. De repente sintió frío por todo el cuerpo y se le erizó el vello de la nuca. Dios santo, ¿y si aquellas llamadas tuvieran algo que ver con el asesinato de Euge? Tal vez fuera una idea absurda, pero tal vez no. A lo mejor se trataba de algún pirado que las odiaba a muerte por lo de la Lista, y ahora iba tras ellas de una en una...
Estaba hiperventilado. Rochi y Cande la miraban fijamente.
—¿Qué sucede? —le preguntó Cande, alarmada.
—Es que se me acaba de ocurrir una idea horrible —susurró Lali—. ¿Y si ese chiflado es el que ha matado a Euge? ¿Y si va detrás de todas nosotras?
Dos expresiones gemelas de puro horror se dibujaron en las caras de Rochi y Cande.
—No puede ser —dijo Cande en un instantáneo rechazo.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no? Porque es impensable. Esas cosas no ocurren. Bueno, quizá les ocurra a los famosos, pero no a la gente normal.
—A Euge la han asesinado —dijo Lali, todavía incapaz de imprimir mucho volumen en su voz—. ¿Es normal eso? —Se estremeció—. A las llamadas recibidas en casa no les he concedido mucha importancia, pero tienes razón, Rochi, ¿cómo habrá conseguido el número de tú móvil? Estoy segura de que existen maneras de averiguarlo, pero la mayoría de la gente no sabe cómo. ¿Nos estarán acechando?
De nuevo las dos la miraron fijamente.
—Ahora sí que estoy asustada —dijo Cande al cabo de unos instantes—. Tú vives sola, yo también, Pablo no llega a casa casi hasta la medianoche, y Euge estaba sola.
—¿Pero cómo iba a saber él eso? Quiero decir que Tacho vivía con ella justo hasta el día antes —protestó Rochi.
Su intuición le provocó a Lali otra punzada en el estómago. Creyó que iba a enfermar.
—Lo decía el periódico... <<no había señales de que hubieran forzado la entrada>>. Y oí a Peter hablar por teléfono. Creían que había sido Tacho porque era su novio y tenía una llave, pero no fue Tacho, de modo que ahora creen que fue alguien a quien Euge conocía. Lo dejó pasar y la mató. —Tragó saliva—. Es alguien al que conocemos todas.
—Oh, Dios mío. —Cande se tapó la boca con ambas manos, con los ojos agrandados por el horror.
Rochi dejó caer su trozo de pizza. Ella también parecía trastornada y aterrorizada de pronto. Probó con una risita temblorosa.
—Nos estamos asustando solas, como si fuéramos niñas contando historias de miedo alrededor de un fuego de campamento.
—Estupendo. Si tenemos miedo, pondremos más cuidado. Yo voy a llamar a Peter en cuanto regrese a la oficina...
Rochi sacó el teléfono móvil del bolso y lo encendió.
—Ten —le dijo, tendiéndoselo a Lali por encima de la mesa—. Llámalo ahora.
Lali hurgó en su bolso en busca del papelito en que había anotado los dos números de Peter. Le temblaban las manos mientras marcaba el primero de ellos. Se estableció la conexión y oyó un timbre. Dos. Tres veces...
—Lanzani.
Aferró el pequeño teléfono con las dos manos.
—Soy Lali. Peter... tenemos miedo. Todas hemos recibido llamadas de un chiflado desde que apareció la Lista, pero no lo he mencionado porque ese tipo no nos amenazaba ni nada de eso, sólo nos pregunta cuál de las cuatro somos, ya sabes, A, B, C o D. Pero es que acaba de llamar a Rochi al móvil y ha mencionado el nombre de Euge. ¿Cómo habrá conseguido el número de Rochi? El teléfono está a nombre de su marido, así que ¿cómo va a saber él que es Rochi la que lleva el móvil y no Pablo? Te oí decir a ti que probablemente Euge conocía a su asesino y lo dejó entrar en casa, y el que ha llamado a Rochi la conoce, porque de no ser así no tendría su número, y ya sé que parezco histérica, pero es que estoy asustada y quisiera que tú me dijeras que me estoy dejando llevar por la imaginación...
—¿Dónde estás? —preguntó él en voz baja.
—En Railroad Pizza. Por favor, dime que me estoy dejando dominar por la imaginación.
—Creo que tienes que contratar el servicio de Identificación de Llamadas —repuso Peter en un tono todavía demasiado tranquilo—. Si Rochi y Cande no lo tienen, diles que lo contraten. Hoy mismo. Llamen a la compañía telefónica desde el trabajo para que empiecen ya y de camino a casa compren los aparatos.
Ella aspiró profundamente.
—De acuerdo. Identificación de Llamadas.
—¿Tienes teléfono móvil? ¿O Cande?
—No, sólo Rochi.
—Las dos necesitan tener uno para llevarlo encima todo el tiempo, para que cuenten con una forma de pedir ayuda si no pueden acceder a un teléfono fijo. Y quiero decir encima, en el bolsillo, no en el bolso ni en el coche.
—Teléfonos móviles. De acuerdo. —Iban a hacer varias paradas de camino a casa, pensó.
—¿A alguna de ustedes les ha sonado familiar esa voz?
—No, habla en susurros, pero es como un susurro fuerte. Suena gracioso.
—¿Han notado algún ruido de fondo fácil de identificar?
Lali pasó la pregunta a Rochi y a Cande. Ellas negaron con la cabeza.
—No, nada.
—Está bien. ¿Dónde viven Rochi y Cande?
Lali le proporcionó sus direcciones. Rochi vivía en Mount Clemens, Cande en Royal Oak, ambas localidades situadas en la zona norte de Detroit.
Peter lanzó un juramento.
—Royal Oak está en el condado de Oakland. Eso supone cuatro departamentos distintos en dos condados distintos que habrá que tener vigilados.
—¿No tenías que decirme que estoy loca? —dijo Lali con voz temblorosa, aunque de algún modo sabía que él no se lo iba a decir.
—Eugenia ha muerto —replicó Peter sin ambages—. Las cuatro han recibido el mismo tipo de llamada de un maniático. ¿Quieres seguir pensando que se trata de una coincidencia?
Dicho así, a lo mejor no estaba tan loca. Respiró hondo.
—¿Qué debemos hacer?
—Di a Rochi y a Cande que hasta que descubramos quién está haciendo esas llamadas, no dejen entrar a nadie en casa excepto a sus familiares, que no se suban a un coche con nadie excepto sus familiares, ni siquiera aunque tengan una avería y alguien se ofrezca a llevarlas. Que mantengan cerradas puertas y ventanas, y que si alguna de ellas tiene un garaje de puerta automática, se cerciore de que no entra nadie cuando se levanta la puerta.
—¿Cuánto tiempo se tardará en dar con ese chiflado?
—Depende. Si el que está haciendo esas llamadas no es más que un jodido imbécil, es posible que el servicio de Identificación de Llamadas le eche el guante, a él o al número desde el que llama. Si no, te pincharemos el teléfono.
—Pero si es un jod... —Se interrumpió antes de pronunciar la palabra—. Si es un ya sabes qué, ¿cómo ha conseguido el número móvil de Rochi?
—Como has dicho tú. La conoce.
Cuando Rochi estacionó enfrente de Hammerstead, todas observaron el gran edificio de ladrillo.
—Es probable que sea alguien que trabaja aquí —dijo Lali.
—Casi tendría que ser eso —dijo Cande—. Algún tipejo al que le parece divertido meternos miedo.
—Peter dijo que no debíamos creer en las coincidencias. Hasta que sepamos a qué atenernos, deberíamos suponer que el tipo que está haciendo las llamadas es el mismo que ha matado a Euge.
—No puedo creer que estemos trabajando con un asesino —dijo Rochi débilmente—. Es que no puedo. Me resulta demasiado increíble. Tipejos, sí que los hay. No tienen más que fijarse en Bennet Trotter. Euge no podía ni verlo.
—Ni nosotras. —Benner Trotter era oficialmente el tío capullo del lugar. Un fugaz recuerdo hizo que Lali frunciera el ceño al intentar ubicarlo—. La tarde en que elaboramos la Lista... Acuérdense, ¿Euge no nos estaba contando que Kellman le había tocado el culo? ¿No fue Bennett el que comentó algo después?
—Creo que sí —dijo Rochi dubitativa—. No lo recuerdo exactamente.
—Yo, sí —replicó Cande—. Bennett dijo algo acerca de aceptar el lugar de Kellman si Euge estaba tan necesitada.
—Es un gilipollas, pero no me lo imagino asesinando a nadie —dijo Rochi sacudiendo la cabeza.
—Lo cierto es que no lo sabemos, así que tenemos que suponer que todo el mundo es culpable. Cuando Peter averigüe quién ha estado haciendo esas llamadas, si el que sea tiene una coartada, podremos relajarnos. Hasta ese momento, estamos es guardia con todo el mundo.
Lali sintió deseos de sacudir a Rochi. No parecía darse cuenta de que ella también podían correr peligro. Probablemente no era así; esperaba que no fuera así. Pero todo aquello de la última llamada telefónica llevaba las llamadas de aquel chiflado a otro nivel, y ella sentía una profunda inquietud. Una parte de ella estaba de acuerdo con Rochi; aquella suposición era demasiado fantástica, demasiado increíble. Simplemente estaba permitiendo que la dominase su imaginación. Otra parte de su cerebro, más primitiva, le decía que Euge estaba muerta, que había sido asesinada, y que el que la había matado seguía andando por allí. Aquello parecía aún más increíble que lo anterior, y sin embargo era cierto.
Probó con otra táctica.
—Si Peter opina que deberíamos ser mucho más cuidadosas, para mí es suficiente. Él sabe mucho más que nosotras de estas cosas.
—Eso es verdad —dijo Rochi—. Si él está preocupado, deberíamos hacer lo que nos ha dicho.
Lali puso los ojos en blanco mentalmente. Después de que ella le explicó los hechos a Peter por primera vez, Rochi y Cande y hasta Ana habían empezado a actuar como si él fuera el gran jefazo. Bueno, daba igual lo que fuera, con tal de que funcionara; lo más importante era que tenían que ser precavidas.
Entraron juntas en el edificio y después se separaron para dirigirse a sus distintos departamentos. Obedeciendo las instrucciones de Peter, Lali llamó a la compañía telefónica para contratar el servicio de Identificación de Llamadas y todos los demás accesorios, incluido el desvío de llamadas. Se le ocurrió que tal vez le resultara práctico poder transferir sus llamadas entrantes, digamos, a casa de Peter.
Peter llamó al detective Bernsen.
—Roger, me dicen las tripas que tenemos un problema mayor de lo que creíamos.
—¿Cómo es eso?
—Ya sabes que la señorita Suarez era una de las Chicas de la Lista, ¿verdad?
—Sí. ¿Qué pasa con eso, aparte de suponer un poco de carnaza para los periodistas?
—Resulta que las cuatro han estado recibiendo llamadas extrañas de un mismo individuo. Les pregunta cuál de las cuatro son.
—¿Cuál de las cuatro?
—Sí. ¿Has leído la Lista?
—No he tenido ese placer. Por desgracia, mi mujer me ha citado algunas partes.
—Las cuatro mujeres aparecen identificadas como A, B, C y D. De manera que ese tipo les pregunta cuál de ellas es cada una, como si le resultara importante. Hoy, mientras almorzaban, ese tipo llamó al teléfono móvil de Rocío y le formuló la pregunta de siempre, y luego mencionó el nombre de la señorita Suarez. Sin amenazas ni nada parecido, tan sólo el nombre.
—Mmm —contestó Roger, lo cual significaba que estaba pensando.
—El móvil de Rocío está a nombre del marido, por eso la mayoría de la gente piensa que lo lleva él. Este tipo no sólo sabía el número, sino también que es Rocío la que lleva el móvil.
—Así que conoce a las chicas o conoce al marido.
—¿Por qué iba un marido a dar el número del teléfono móvil de su mujer a otro hombre?
—Buena pregunta. De acuerdo, el que llama conoce a las chicas. Mmm.
—Es muy posible que Eugenia Suarez conociera al asesino. Le abrió la puerta y lo dejó pasar, ¿no es así?
—Así es. Tenía una mirilla en la puerta. Podía ver al que llamase al timbre.
—El chiflado de las llamadas disfraza la voz, habla sólo en susurros.
—Lo cual quiere decir que si hablara normalmente podrían reconocer su voz. ¿Tú crees que el de las llamadas y el asesino son la misma persona?
—De lo contrario sería una enorme coincidencia.
—Hijo de puta. —Al igual que la mayoría de los policías, Roger no creía en las coincidencias—. ¿De qué las conoce a todas ellas ese tipo? ¿Trabajan juntas o algo así?
—Sí, en Hammerstead Technology, justo al salir de la I-696 en Southfield. Es probable que él también trabaje allí.
—Se trata de alguien que tiene acceso a su información personal. Eso debería estrechar la búsqueda.
—Hammerstead fabrica tecnología informática. Allí hay mucha gente que sabría como acceder a los archivos del personal.
—No podría ser fácil, ¿no? —preguntó Roger con cautela.
—Las tripas me dicen que lo ha provocado algo de esa Lista y que va a ir detrás de las otras tres chicas.
—Dios. Puede que tengas razón. ¿Tienes los nombres y las direcciones de ellas?
—Rocío Igarzábal, Mount Clemens, su marido se llama Pablo. Candela Vetrano, Royal Oak, está soltera y vive sola. —Entregó a Roger las direcciones—. Mariana Esposito, la tercera, es mi vecina de al lado. También está soltera.
—Mmm. ¿Es esa amiga tuya?
—Sí.
—O sea, que estás saliendo con una de las Chicas de la Lista. Tío, eso es tener pelotas. —Roger cayó en la cuenta de su propio chiste y rompió a reír.
—No tienes ni idea. —Peter sonrió abiertamente al pensar en Lali y en su barbilla terca con aquella diminuta hendidura, y en sus leves hoyuelos de las mejillas y aquellos ojos castaños y chispeantes. Lali atacaba la vida, más que dejar que le viniera simplemente; nunca había conocido a nadie que fuera tan irritante, graciosa y aguda. Tenía planes importantes respecto a ella, el más inmediato de todos llevársela a la cama. Por nada del mundo iba a consentir que le ocurriera nada, aunque para ellos tuviera que abandonar su trabajo y convertirse en su guardaespaldas durante las veinticuatro horas del día.
—Está bien, si estás en lo cierto, a menos tenemos un sitio por donde empezar —dijo Roger, regresando rápidamente al tema—. Hammerstead Technology. Me informaré sobre cómo acceder a los archivos del personal para ver lo que cae del árbol, pero si has acertado en lo de los locos de la informática, esto podría llevarnos bastante tiempo. Oficialmente, no sé qué podemos hacer para mantener a salvo a las chicas. Estás hablando de cuatro localidades diferentes...
—Y dos condados. Ya lo sé. —El follón administrativo iba a ser un incordio. A Peter le dolía la cabeza sólo de pensarlo.
—De forma no oficial, sacaremos algo en limpio. Pediremos favores, tal vez logremos que algunos individuos se presten voluntarios para hacer de perros guardianes. Las chicas saben ya que tienen que actuar con cautela, ¿no es así?
—Se supone que hoy mismo tienen que contratar el servicio de Identificación de Llamadas y hacerse con un teléfono móvil. También les he dicho que no dejen entrar a nadie que no sea su familia, que no acepten que nadie las lleve en coche. No quiero que ese hijo de puta consiga acercarse a ellas lo más mínimo.
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