martes, 9 de junio de 2020

Beautiful Oblivion: Capítulo 14

—Dije que lo sentía —dijo P.J., mirándome por debajo de sus cejas.

—No estoy molesta.

—Estás un poco molesta.

—No. En serio, no lo estoy —dije, apartando un trozo de mi ensalada de carne marinada de mi plato.

—¿No te gusta la ensalada?

—No, no —dije, muy consciente de mis expresiones faciales y de cada movimiento que hacía. Era agotador tratar de demostrar que no tenía mala cara. P.J. no llegó a casa hasta después de las ocho y media, y no mandó un texto o llamó durante todo el día. Ni siquiera cuando estaba camino a casa.

—¿Quieres probar un poco de mi pescado? —Estaba a dos bocados de terminar su robalo de Alaska, pero empujó el plato hacia delante. Negué con la cabeza. Todo olía maravilloso, pero no tenía ganas de comer, y no tenía nada que ver con P.J.

Nos encontrábamos en una mesa de esquina, contra la pared más lejana del restaurante favorito de P.J. en el vecindario de Brooklyn Girl. Las paredes grises y la decoración simple pero moderna se parecían mucho a su apartamento. Limpio, todo en su lugar y acogedor.

P.J. suspiró y se recostó en su silla.

—Esto no va como yo quería, en absoluto —Se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa—. Trabajo cincuenta horas a la semana, Lali. No tengo tiempo para...

—Mí —dije, terminando la vergonzosa frase por él.

—Cualquier cosa. Casi no veo a mi familia. Te hablo más de lo que les hablo a ellos.

—¿Acción de Gracias?

—Se ve más probable, ya que esta asignación progresa.

Le ofrecí una pequeña sonrisa.

—No me importa que llegues tarde. Sé que trabajas muchas horas. Sabía que no te iba a ver mucho cuando llegué aquí.

—Pero viniste —dijo, alcanzando mi mano a través de la mesa.

Me recosté, poniendo las manos en mi regazo.

—Pero no puedo dejarlo todo cada vez que decides que quieres verme.

Sus hombros cayeron, pero todavía sonreía. Por alguna razón, yo lo entretenía.

—Lo sé. Y eso es justo.

Me incliné hacia delante de nuevo a hurgar mi ensalada con el tenedor.

—Vino al aeropuerto.

—¿Peter?

Asentí.

P.J. guardó silencio por un largo tiempo, y luego finalmente habló.

—¿Qué pasa con ustedes dos?

Me retorcí en mi asiento.

—Te lo dije. Hemos estado pasando mucho tiempo juntos.

—¿Qué clase de tiempo juntos?

Fruncí el ceño.

—Vemos televisión. Holgazaneamos y hablamos. Salimos a comer. Trabajamos juntos.

—¿Trabajan juntos?

—En Skin Deep.

—¿Dejaste el Red? ¿Por qué no me lo dijiste?

—No renuncié. Coby tenía algunos problemas para pagar sus facturas. Tomé un segundo trabajo hasta que salga adelante.

—Lo siento. Por lo de Coby.

Asentí, sin no querer llegar demasiado lejos en ese tema.

—¿Peter hizo eso? —preguntó, bajando la barbilla y mirando mis dedos.

Asentí.

Tomó una respiración profunda, como si comenzara a comprender la realidad de la situación.

—Quieres decir que pasan un montón de tiempo juntos.

Hice una mueca de dolor..

—Sí.

—¿Han pasado la noche?

Negué con la cabeza.

—No. Pero nosotros... él...

P.J. asintió.

—Te besó. Lo mencionaste. ¿Está saliendo con alguien?

—Sólo yo, casi siempre.

P.J. arqueó una ceja.

—¿Ha estado en el Red?

—Sí. Pero no más de lo habitual. Tal vez incluso menos.

—¿Todavía lleva chicas a casa? —dijo, medio en broma.

—No.

—¿No? —preguntó, sorprendido.

—De ningún modo. No desde...

—Que comenzó a perseguirte. —Sacudí la cabeza de nuevo. P.J. bajó la mirada—. Wow —Se rió con incredulidad—. Peter está enamorado... —Me miró—, de ti.

—Actúas sorprendido. Tú me amaste una vez, ya sabes.

—Todavía lo hago.

Cerré los ojos con fuerza.

—¿Cómo? ¿Cómo es posible que te sientas así después de todo lo que te acabo de decir?

Mantuvo la voz baja.

—Sé que no soy bueno para ti en este momento, Lali. No puedo estar allí para ti como tú necesitas que esté, y, probablemente no pueda por mucho tiempo. Es difícil culparte cuando sé que nuestra relación se basa en llamadas telefónicas esporádicas y textos.

—Pero me dijiste esto cuando nos conocimos. Dijiste que iba a ser de esta manera, y te dije que estaba bien. Que yo estaba dispuesta a hacer que funcione.

—¿Es esto lo que estás haciendo? ¿Cumplir con tu palabra? —P.J. buscó en mis ojos por un momento, y luego suspiró. Bebió lo último que quedaba de su vino blanco y luego dejó la copa vacía al lado de su plato.

—¿Lo amas?

Me quedé inmóvil por un momento, sintiéndome como un animal acorralado. Él me había estado interrogando mientras el camarero puso nuestra cena en la mesa, y me agotaba emocionalmente. Verlo por primera vez, y luego quedarme a solas con mis pensamientos todo el día... era demasiado. Era una cobarde sin ningún sitio donde ir. Mi vuelo no salía hasta la mañana siguiente. Por último, me cubrí la cara con las manos. Una vez que cerré los ojos, las lágrimas salieron sobre mis párpados inferiores y por mis mejillas.

P.J. suspiró.

—Diré que eso es un sí.

—¿Conoces cómo saber que amas a alguien? Tienes ese sentimiento que no desaparece. Todavía siento eso por ti.

—Me siento de la misma manera. Pero siempre supe que esto sería demasiado difícil para ti.

—La gente lo hace todo el tiempo.

—Sí, pero hablan más de ocho o nueve veces al mes.

—Entonces, ¿sabías que todo había terminado? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Para decirme que estaba bien que yo no lo hiciera funcionar?

—Pensé que si tal vez estabas aquí conmigo, los dos podíamos tener una idea de lo que realmente te pasaba. Descubrir si esto era muy difícil porque no nos habíamos visto en mucho tiempo o si realmente tenías sentimientos por Peter.

Me puse a llorar en mi servilleta de nuevo. Sospeché que la gente seguramente miraba, pero no me atreví a levantar la mirada para comprobarlo.

—Esto es tan humillante —dije, tratando de contenerme.

—Está bien, cariño. Estamos sólo nosotros.

Bajé mis manos lo suficiente para mirar alrededor. Tenía razón. Éramos los dos últimos clientes en el restaurante. Estaba tan preocupada que ni siquiera me había dado cuenta.

—¿Puedo conseguir algo más para usted, señor? —dijo el camarero. No tuve que verle el rostro para saber que tenía curiosidad por lo que pasaba en nuestra mesa.

—Tráiganos la botella —dijo P.J.

—¿Del blanco?

—Del blanco —dijo P.J. en su voz confiada y suave.

—Sí, señor —dijo. Podía oír sus zapatos repiquetear el suelo mientras se alejaba.

—¿No cierran pronto?

—No por veinte minutos. Podemos terminar una botella para entonces, ¿verdad?

—No es un problema —dije, fingiendo diversión. Por el momento, lo único que me sentía era triste, culpable y avergonzada.

Su pequeña sonrisa artificial se desvaneció.

—Te vas mañana. No tenemos que tomar ninguna decisión esta noche. Ni siquiera mañana. Vamos a disfrutar de nuestro tiempo juntos. —Se inclinó sobre la mesa y entrelazó sus dedos con los míos.

Después de un momento de pausa, me alejé.

—Creo que ambos ya sabemos lo que ha pasado.

Con tristeza en sus ojos, P.J. asintió.


Mis ojos se abrieron de golpe cuando las ruedas del avión tocaron tierra, y miré alrededor, viendo a todos sacar sus teléfonos celulares y mandando mensajes de texto a amigos, familiares o compañeros de trabajo acerca de su llegada. No me molesté en encender mi teléfono de nuevo. Cande estaría en casa de sus padres, y mi familia ni siquiera sabía que me había ido.

P.J. y yo nos acostamos tan pronto como llegamos a la casa adosada la noche anterior, sabiendo que nos teníamos que levantar antes del amanecer para llegar al aeropuerto a tiempo. Me sostuvo en sus brazos toda la noche como si no quisiera dejarme ir, pero a la mañana siguiente en el aeropuerto, me abrazó y me dio un beso de despedida, como si fuera en serio. Fue forzado, triste y distante.

Empujé la palanca de cambios del Pitufo en el estacionamiento, y salí al asfalto. Una parte de mí esperaba que Peter estuviera sentado en la banqueta delante de mi puerta, pero no lo estaba.

San Diego había sido casi templado, y ahora me encontraba de vuelta donde mi aliento era visible. El aire realmente le hizo daño a mi cara. ¿Cómo el aire hiere tu cara?

Abrí la puerta, entrando, dejé que se cerrara de golpe detrás de mí y luego me arrastré a mi dormitorio, cayendo de bruces en mi cama maravillosamente desordenada.

Cande, descalza, caminó sigilosamente por el pasillo.

—¿Cómo te fue? —preguntó desde la puerta.

—No lo sé.

El suelo crujió bajo ella mientras se acercó a la cama y se sentó a mi lado.

—¿Están todavía juntos?

—No.

—Oh. Bueno... eso es bueno, ¿verdad? Quiero decir, a pesar de que P.J. no te habló hasta que Peter te besó, y de pronto te compró un billete a California...

—Esta noche no, Can.

—Peter vino al Red esta noche. Se veía bastante horrible.

—¿Sí? ¿Se fue con alguien? —Me asomé por la almohada.

Cande vaciló.

—Justo antes del último aviso. Estaba muy borracho.

Asentí, y luego enterré mi cara en la almohada.

—Solo... dile —declaró Cande—. Dile acerca de P.J.

—No puedo —dije—. Y tú no puedes, tampoco. Lo prometiste.

—Todavía no entiendo por qué tanto secreto.

—No tienes que entenderlo —dije, mirándola, directamente a los ojos—. Sólo tienes que guardar el secreto.

Cande asintió.

—Lo haré.

Parecía como si apenas hubiera cerrado los ojos cuando Cande me despertó.

Gemí.

—¡Vas a llegar tarde al trabajo, Lali! ¡Mueve el culo!

No me moví.

—Acabas de tomarte dos días libres de última hora. ¡Cal va a despedir tu culo! ¡Levántate! —Sujetó las manos alrededor de mi tobillo y me arrastró hasta que me caí de la cama, con fuerza.

—¡Ay! ¡Maldita sea, Can!

Se inclinó hacia abajo.

—¡Son las once y media! ¡Levántate!

Miré el reloj y luego me levanté de un salto, corriendo alrededor de mi dormitorio y maldiciendo repetidamente. Cepillando apenas mis dientes, recurrí a un moño y gafas. El Pitufo no quería despertar, tampoco, y ronroneó como un gato agonizante antes de finalmente arrancar.

El reloj en la pared de Skin Deep marcaba 12:07 cuando entré por la puerta. Hazel ya se hallaba en el teléfono, y Calvin de pie junto a ella, con el ceño fruncido.

—¿Qué diablos estás vistiendo? —preguntó.

Miré a mis vaqueros ajustados color ciruela y una camisa de manga larga con rayas horizontales en blanco y negro.

—Ropa.

—Te contraté para ser el caliente bombón en el mostrador, y te pareces a mi prima Annette. ¿Qué es este aspecto? —preguntó a Hazel.

—Hipster —dijo brevemente antes de volver a su conversación.

—Sí. Al igual que mi prima hipster Annette. La próxima vez que entres, quiero ver el escote y el cabello de recién follada —dijo, levantando un dedo y luego dos.

—¿Qué diablos es el cabello de recién follada? —pregunté.

Calvin se encogió de hombros.

—Ya sabes. Sucio, pero sexy. Como cuando acabas de tener sexo.

Hazel colgó el teléfono.

—Todo lo que sale de tu boca es ofensivo. ¿Sexy trasero? ¿Escote? ¡Estás caminando directo hacia una demanda de acoso sexual!

Calvin no se inmutó.

—¿Son los zapatos? —pregunté, mirando mis botas de combate negras favoritas.

—La bufanda —dijo, señalando sus cuatro dedos en mí—. ¿Cuál es el punto de tener lindas tetas si vas a cubrirlas?

Hazel sonrió.

—Es una linda bufanda. Necesito una negra como la tuya.

Calvin frunció el ceño.

—¡No es linda! ¡No quiero lo linda! Contraté a una sexy, atrevida barman y me dieron una hipster en un moño, sin tatuajes. Puedo manejar que te vayas y llegues cada vez que lo desees, pero está mal caminar por aquí con tu pálida piel sin tatuajes. Se ve mal si nuestros propios empleados no confían en nosotros lo suficiente como para entintarlos.

—¿Has terminado? —dijo Hazel inexpresiva. Me miró—. Su período comenzó esta mañana.

—¡Vete a la mierda, Hazel! —espetó Calvin, pisando fuerte por el pasillo hacia su oficina.

—¡Vete tú a la mierda! —gritó

Calvin asomó la cabeza por la esquina.

—¿Ha venido Bishop?

—¡Maldita sea, Cal! Por tercera vez en el día, ¡no ha venido! —Calvin asintió, y luego desapareció de nuevo. Hazel frunció el ceño durante medio segundo antes de volverse hacia mí con una sonrisa.

—Creo que le mostraré mis dedos hoy. Podría llegar al límite.

—De ninguna manera —dijo—. Déjalo cocerse lentamente —Guardó silencio durante un minuto, claramente tramando algo, y luego me dio un codazo—. Así que... California.

—Sí —dije, ladeando la cabeza mientras me quitaba el bolso. Arrojé el bolso en el mostrador y luego me conecté a la computadora—. Sobre eso...

La puerta sonó, y Peter entró, llevaba un abrigo azul marino y una gorra de béisbol blanca sucia que ocultaba su cara, sombreando sus ojos.

—Buenos días, señoras —dijo, caminando junto a nosotras.

—Buenos días, cielo —dijo Hazel, viéndolo pasar.

Desapareció en su habitación, y Hazel me lanzó una mirada.

—Jodiste su mente tan duro.

Suspiré.

—No fue mi intención.

—Es bueno para él. Ningún hombre debería conseguir a cualquier mujer que quisiera. Mantiene su idiotez a un nivel adorable.

—Yo sólo voy a... —dije, señalando hacia el pasillo. Hazel asintió.

Peter estaba ocupado organizando su equipo cuando entré en la habitación. Cruzando mis brazos y apoyada en el marco de la puerta mientras él me ignoraba fue aceptable los primeros minutos, pero luego comencé a sentirme estúpida.

—¿Piensas que vas a hablar conmigo otra vez? —pregunté.

Mantuvo los ojos en su equipo, y se rió una vez.

—Claro, muñeca. Voy a hablar contigo. ¿Qué pasa?

—Calvin dice que necesito más tinta.

—¿Quieres más tinta?

—Sólo si tú lo haces.

Siguió sin mirarme.

—No sé, Lali, tengo un día muy apretado.

Lo miré por un momento mientras él se ocupaba de organizar paquetes blancos llenos de diversos instrumentos esterilizados.

—Sólo en algún momento. No tiene que ser hoy.

—Sí, claro. No hay problema —dijo, rebuscando en un cajón.

Después de otro minuto de Peter fingiendo que yo no me encontraba allí, me dirigí de nuevo al vestíbulo. Él había dicho la verdad. Tenía un cliente tras otro, pero incluso cuando tenía un poco de tiempo de por medio, venía al mostrador unos minutos, y luego se marchaba para charlar con un nuevo cliente potencial. El resto del día se quedó en su habitación, o habló con Calvin en su oficina. Hazel no parecía preocupada por su comportamiento, pero ella nunca parecía estar perturbada por nada.

Peter no entró al Red esa noche, y el día siguiente fueron otras seis horas de operación Ignorar a Lali, al igual que al día siguiente, y todos los días después durante tres semanas. Pasé mucho más tiempo en trabajos y en estudiar. Cande pasaba más tiempo con Agustín, así que estuve agradecida cuando Coby apareció para hacerme una visita un lunes por la noche.

Cuencos idénticos de humeante sopa de fideos de pollo se situaban en el bar de desayuno entre nosotros.

—Te ves mejor —dije.

—Me siento mejor. Tenías razón, un programa hace que sea más fácil.

—¿Cómo están? Las cosas en casa —pregunté.

Coby se encogió de hombros.

—Igual.

Cogí los fideos nadando en mi plato.

—Él nunca va a cambiar, ya lo sabes.

—Lo sé. Sólo trato de conseguir arreglar los problemas, así puedo conseguir ahorrar para mi propio lugar.

—Buena idea —dije, tomando un bocado.

—Llevemos esto al sofá y veamos una película —dijo Coby.

Asentí, y Coby puso mi cuenco a su lado en el colchón mientras yo miraba a través de cajas de DVDs. Se me cortó la respiración cuando me encontré con Spaceballs. Peter la había dejado aquí la última vez que la habíamos visto.

—¿Qué? —preguntó Coby.

—Peter me dejó una película.

—¿Dónde ha estado? Me imaginé que estaría aquí.

—Él no... Ya no viene aquí más.

—¿Terminaron?

—Sólo éramos amigos, Coby.

—Nadie piensa eso más que tú.

Levanté la vista hacia él, y después de arrastrarme al sofá de dos plazas, recogí mi plato y luego me senté al lado de mi hermano.

—Él no me quiere.

—Claro que sí.

—Ya no. La cagué.

—¿Cómo?

—Realmente no quiero hablar de ello. Es una larga y aburrida historia.

—Cualquier cosa que tenga que ver con los Lanzani nunca es aburrido. —Se metió la cuchara de la sopa en la boca, y luego esperó. Era un persona diferente cuando estaba limpio. Se preocupaba por las cosas. Escuchaba.

—Habíamos estado pasando casi todos los días juntos.

—Conozco esa parte.

Suspiré.

—Me besó. Me asusté. Luego me dijo que me amaba.

—Qué cosas tan horribles, tan malas —dijo, asintiendo con la cabeza.

—No seas condescendiente conmigo.

—Lo siento.

—Son cosas muy malas. P.J. me reservó un vuelo a California después de que le dijera lo del beso.

—Tiene absoluto sentido desde la perspectiva de un hombre.

—Peter me rogó que no fuera. Me dijo que me amaba en el aeropuerto, y yo me marché. —Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras mi mente repetía la escena, y recordaba la expresión del rostro de Peter—. Mientras yo estaba allí, P.J. y yo nos dimos cuenta de que nos amábamos, pero no había manera de hacer que funcionara.

—Entonces, ¿terminaron?

—Algo. En realidad, no.

—Vamos, Lali. Son adultos. Si estaba implícito...

—No importa —dije, revolviendo una zanahoria troceada alrededor del caldo—. Peter apenas me habla. Me odia.

—¿Le has contado lo que pasó en California?

—No. ¿Qué se supone que tengo que decir? ¿P.J. no me quiere, así que tú puedes tenerme ahora?

—¿Es así como es?

—No, quiero decir, algo así, pero Peter no es el premio de consolación. No quiero que se sienta de esa manera. E incluso si de alguna manera me perdonara, siempre está el hecho de que estaría totalmente mal pasar de uno al otro.

—Son chicos grandes, Lali. Lo resolverán.

Terminamos nuestra comida en silencio, y luego Coby cogió mi plato y lo lavó en el fregadero.

—Tengo que irme. Sólo quería darte esto. —Sacó un cheque de su cartera.

—Gracias —dije. Mis ojos se abrieron cuando vi la cantidad—. No tienes que devolverme todo el dinero a la vez.

—Conseguí un segundo trabajo. No me está afectando.

Lo abracé.

—Te amo. Estoy tan orgullosa de ti, y estoy tan contenta de que vayas a estar bien.

—Todos vamos a estar bien. Ya verás —dijo con una pequeña sonrisa.

El sábado siguiente, Peter entró en Skin Deep con una hora de retraso, con la cara roja y con prisa. La camioneta de su padre se había descompuesto y había tratado de repararla y hacer que funcionara. Peter no fue comunicativo con la información. Si quería enterarme de algo sobre Peter, tenía que preguntarle a Hazel.

Para el final de la primera semana de noviembre, P.J. sólo había llamado una vez para decir que estaba en la ciudad para trabajar, pero que no sería capaz de saludarme, y Peter y yo apenas habíamos hablado. Había venido al Red un puñado de veces, pidiendo sus bebidas a Cande, Blia o Jorie, y todas las noches, justo antes de la última llamada, lo vi marchándose con una chica diferente.

Traté de no comportarme de manera diferente en Skin Deep. Técnicamente, no necesitaba un segundo trabajo, pero me gustaba trabajar allí y el dinero extra, y me gustaba ver a Peter demasiado como para renunciar, incluso si me ignoraba.

Era fácil engañar a Calvin, pero Hazel lo sabía todo. Pasaba el tiempo con Peter en su habitación, y luego me guiñaba un ojo cuando salía. No estaba segura de si pretendía tranquilizarme o pensaba que compartíamos alguna información privilegiada de la que yo no estaba al tanto.

La puerta sonó, y entraron Thiago y Nico.

—Hola, chicos. —Sonreí.

—¿Estás prestando tu belleza a los mejores lugares en la ciudad? —preguntó Thiago, lanzando su sonrisa más encantadora.

—Alguien está de buen humor —dije—. ¿Qué podemos hacer por ti?

—No preguntes —dijo Nico. Él estaba lo más definitivamente posible en un no buen estado de ánimo.

—Me voy a poner un par de tatuajes. ¿Dónde está ese cabrón de mi hermano?

Peter asomó la cabeza fuera de su habitación.

—¡Imbécil!

Comprobé a Thiago, y una vez que firmó los formularios, los Lanzani regresaron a la habitación de Peter.

—¡Estás bromeando! —gritó Peter, aullando de risa—. ¡Eres un marica!

—Cállate, cabrón, y ¡hazlo!

Hazel salió al pasillo y se detuvo en la puerta de Peter. Pronto ella se reía también. La máquina del tatuaje comenzó a zumbar, y durante la siguiente hora, la habitación de Peter estaba llena de risas e insultos juguetones.

Cuando se encontraron de nuevo en el mostrador, Thiago tenía un vendaje sobre su muñeca. Él estaba radiante. Nico no.

—Esto me ha jodido de tantas maneras —se quejó.

Peter abofeteó y luego agarró los hombros de Nico.

—Oh, Nico. Todo va a estar bien. Thiago va a trabajar su magia, y Mar va a estar bien con ella.

—¿Mar? ¡Estoy hablando de Euge! —dijo—. ¿Y si está enfadada porque no me he tatuado su nombre? ¿Qué pasa si a Mar no le gusta, se pelea con Thiago, y entonces eso causa problemas con Euge y conmigo? ¡Estoy jodido!

Los hermanos se echaron a reír, y Nico se burló de ellos, claramente no divirtiéndose con su falta de preocupación.

Peter sonrió a su hermano pequeño.

—Me alegro mucho por ti.

Thiago no pudo contener la amplia sonrisa que iluminaba todo su rostro.

—¡Gracias, imbécil! —Un abrazo de hermanos de hombro a hombro comenzó, y luego Thiago y Nico entraron en el Charger y se fueron.

Peter sonreía cuando se dio la vuelta, pero en el momento en que sus ojos se posaron en mí, su sonrisa se desvaneció, y volvió a su habitación.

Me senté sola en el mostrador, escuchando su murmullo y el de Hazel. Me puse de pie y caminé de regreso a su habitación. Él limpiaba a silla. Hazel se sentaba con la espalda recta, con los ojos reunidos con los de Peter y luego mirándome para indicarle que yo estaba allí.

—¿Qué estás murmurando? —pregunté, tratando de sonreír.

—¿Mi próximo cliente no llega en breve? —preguntó Hazel.

Miré el pequeño reloj de metal en la pared.

—En once minutos. Pitt, tú no tienes una cita pronto. A menos que alguien entre, sería un buen momento para iniciar el borrador del que hablamos hace un tiempo.

Me miró mientras limpiaba, y luego negó con la cabeza.

—Hoy no puedo, Lali.

—¿Por qué no? —pregunté.

Hazel se marchó, permitiéndonos estar solos.

Peter se estiró y metió la mano en el tazón de caramelos colocado en el mostrador más cercano a él. Desenvolvió uno pequeño y se lo metió en la boca.

—Agustín dijo que podría venir por la tarde si salía del entrenamiento a tiempo.

Fruncí el ceño.

—Sólo di que no quieres, Pitt. No mientas. —Me alejé y me senté en el taburete detrás del mostrador con una rabieta. No diez minutos más tarde, un camión se detuvo en el estacionamiento, y Agustín Sierra entró campante por la puerta.

—¿Está Peter ocupado? —preguntó.

Me encorvé y me hundí en mi asiento. Toda mi cara se sentía como si se hubiera incendiado mientras la adrenalina de la pura humillación quemaba por mis venas.

—¿Estás bien? —preguntó Agustín.

—Sí —dije—. Está en su habitación.

Día tras día, Peter me ignoraba, pero no me atreví a enfrentarlo después de eso. Era particularmente dañino porque su relación con Hazel no había cambiado, y él estaba más que hablador con Cande cuando iba al Red. Deliberadamente me daba la espalda, y lo odiaba.

El segundo sábado de noviembre, Peter entró en el Red solo y se sentó en su nuevo asiento favorito frente a Cande. Ella estaba ocupada con su asiduo, Marty, pero Peter se sentó allí con paciencia, sin mirarme ni una vez. Mi corazón se hundió. Las últimas semanas de estar cerca de Peter me habían enseñado una apreciación por la miseria que Vico pasó todos los miércoles a domingo por la noche cuando él y Cande rompieron. Miré a Vico, viéndolo mirar en la dirección de Cande con ojos tristes. Lo hacía docenas de veces cada noche.

Mi asiduo, Baker, tenia una jarra llena helada, así que me dirigí hacia el lado del bar de Cande, abrí la cerveza favorita de Peter, y se la entregué.

Él asintió y luego alzó el brazo para alcanzarla, pero algo se apoderó de mí, y la alejé. Los ojos de Peter saltaron para encontrarse con los míos por menos de un segundo, una combinación de sorpresa y confusión en su rostro.

—Está bien, Lanzani. Han pasado cinco semanas.

—¿Cinco semanas de qué? —preguntó Peter.

—Miller Lite —llamó un tipo desde detrás de Peter. Lo reconocí con una inclinación de cabeza, y luego bajé la barbilla hacia Peter, cruzando los brazos y dejando que su botella de cerveza se colocara cómodamente en el hueco de mi brazo.

—Cinco semanas fingiendo —dije.

Peter miró hacia atrás a cada lado, y a todas partes, menos a mí. Negó con la cabeza un par de veces.

—No sabes de lo que estás hablando.

—Vale. Así que me odias. —Las palabras sonaron como un veneno que salía de mi boca—. ¿Quieres que deje Skin Deep?

—¿Qué? —dijo, finalmente mirándome por primera vez en semanas.

—Puedo hacerlo si eso es lo que necesitas.

—¿Por qué te irías? —preguntó.

—Tu respuesta a mi pregunta, en primer lugar.

—¿Qué pregunta?

—¿Me odias?

—Lali, yo nunca podría odiarte. Incluso si quisiera. Confía en mí, lo he intentado.

—Entonces, ¿por qué no vas a hablar conmigo?

Su rostro se retorció con repugnancia. Empezó a hablar, y luego cambió de opinión. Encendió un cigarrillo y le dio una calada.

Lo saqué de entre sus dedos y lo partí por la mitad.

—¡Vamos, Lali!

—Lo siento, ¿de acuerdo? ¿Al menos podemos hablar de esto?

—¡No! —dijo, cada vez más agitado por segundos—. ¿Qué jodido sentido tiene?

—Wow. Gracias.

—Te fuiste, Lali.

—No merezco que me hables, lo pillo. Le diré de mi renuncia a Cal mañana.

El rostro de Peter se contorsionó.

—Eso es jodidamente estúpido.

—Los dos somos miserables. No me gusta esto más que a ti, pero es estúpido estar cerca el uno del otro cuando no tiene por qué ser así.

—Está bien.

—¿Está bien? —No estaba segura de lo que esperaba que dijera, pero no era eso. Traté de ahogar el nudo que se formó en mi garganta, pero en vez de eso, se amplió y las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos.

Extendió la mano hacia mí.

—¿Puedo tener mi cerveza ahora?

Me reí una vez, con incredulidad.

—Querías una reacción cuando me besaste y tuviste una.

—Si hubiera sabido que ibas a volar a California y follar con alguien más unas pocas horas más tarde, podría haberlo reconsiderado.

—¿De verdad quieres hablar ha estado follando últimamente? —coloqué su cerveza en la barra y comencé a caminar de regreso a mi puesto.

—¡Estoy tratando de manejar esto!

Me doy la vuelta.

—Bueno, ¡apestas en eso!

Cande nos miraba gritar, junto con todos los demás a poca distancia.

—¡Ya viste a Thiago en Halloween! ¡Está fuera de control por esta chica! ¡Se fue por la mañana después de él tomara su primera vez sin decirle adiós, y destrozó su puto apartamento! Confía en mí, me gustaría golpear a alguien o a algo, pero no tengo ese lujo, Lali. ¡Tengo que mantener la calma! ¡No necesito que juzgues lo que hago para mantener mi mente alejada de ti!

—No pongas excusas. Especialmente no estúpidas, es simplemente insultante.

—Tú... Yo... ¡Señor, jodida mierda, Lali! ¡Pensaba que eso era lo que querías!

—¿Por qué querría eso? ¡Eres mi mejor amigo! —Sentí una lágrima por mi mejilla, y rápidamente la limpié.

—¡Porque has vuelto con el bastardo de California!

—¿Volver con él? Si hubieras hablado conmigo, podríamos haber aclarado esto. Podríamos...

—No es que alguna vez hayas estado con él —se quejó, deslizando la botella de la barra. Tomó un trago, murmurando algo entre dientes.

—¿Qué? —espeté.

—¡Dije que si te gusta ser un plan B, está bien para mí!

—¡Miller Late, Lali! —gritó el chico otra vez, esta vez menos paciente.

Miré a Peter.

—¿Plan B? ¿Estás jodidamente bromeando en este momento? ¡Todo lo que te involucra a ti está en planes B! ¿Con cuántas de esas con las que te has marchado el último mes lo tienen?

Las mejillas de Peter se sonrojaron. Se puso de pie, pateando el taburete hacia atrás, enviándolo volando casi todo el camino hasta la pista de baile.

—¡No eres un jodido plan B, Lali! ¿Por qué dejas que alguien te trate como tal?

—¡Él no me está tratando como cualquier cosa! ¡No he hablado con él en semanas!

—Oh, así que ahora que lo estás ignorando, ¿soy lo suficientemente bueno para ser tu amigo?

—Lo siento, ¡pensaba que ya éramos amigos!

—¡Miller Late! ¿Alguno de ustedes va a hacer su maldito trabajo? —gritó el chico de nuevo.

Peter se dio la vuelta, y señaló en la cara del tipo.

—Hablas con ella de esa manera otra vez y te voy a hacer papilla.

Comenzando con una sonrisa irónica, el chico empezó a decir algo más, pero Peter no le dio la oportunidad. Se lanzó, cogiendo al chico por el cuello. Cayeron al suelo, y los perdí de vista. Una multitud se formó rápidamente en un círculo alrededor del punto donde cayeron, y después de unos segundos, la audiencia de Peter se estremeció, cubrió su boca y gritó:

—¡Oh! —Al unísono.

En cuestión de segundos, Vico y Gruber descendieron sobre ellos. De repente Peter estaba de pie y pareciendo como si nunca hubiera estado en una pelea. Ni siquiera respiraba con dificultad. Él volvió a su cerveza y bebió un trago. Su camiseta fue arrancada unos pocos centímetros en el cuello y su cuello y sus mejillas estaban salpicadas de sangre.

Gruber sacó a la víctima de Peter por la entrada lateral, y Vico estaba junto a Peter, sin aliento.

—Lo siento, Peter. Ya conocer las reglas. Tengo que pedirte que te vayas.

Peter asintió, tomó un último trago, y luego se alejó. Vico lo siguió. Abrí la boca para llamarlo pero no estaba segura de qué más decir.

Cande estuvo a mi lado.

—¡Wow!

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