lunes, 22 de junio de 2020

Beautiful Oblivion: Capítulo 20

—Y sólo tienes que firmar aquí y aquí, y ya estás listo para irte —dije.

Landen Freeman hizo unos garabatos en cada línea y luego se apoyó en el mostrador con los codos. Lo había visto alrededor del pequeño campus de Eastern State cuando tomaba más clases, pero no lo vi en más de un año y no era de extrañar que no me reconociera.

—¿A qué hora cierra este lugar? —Me miró fijamente a los ojos, con una sonrisa sexy que me imaginé que perfeccionó en un espejo desde su pubertad.

Señalé al texto en la puerta con el bolígrafo y luego a propósito me ocupé de su papeleo.

—A las once.

—¿Te importa si me detengo por aquí? Me encantaría llevarte al Red Door. ¿Has estado ahí?

—¿Lo has estado tú? —le pregunté, un poco divertida.

—De vez en cuando. Estoy cargado de veinte horas al semestre. Tratando de terminar y largarme de aquí lo más rápido que pueda.

—Conozco ese sentimiento —le dije.

—Así que... ¿qué hay acerca de ese trago?

—¿Qué trago? —le pregunté.

—El trago que quiero comprarte.

Peter apareció a mi lado, cogió los papeles y comenzó a mirarlos.

—Si quieres esto gratis, Calvin es tu chico y él no está trabajando hoy.

Landen se encogió de hombros.

—Estoy bien con quien sea. No tiene que se gratis.

—¿Quieres que lo haga yo? —preguntó Peter.

—Sí, quiero decir, he visto tu trabajo en el sitio web. Es rudo.

—Lo haré, pero vas a tener que dejar de mirar las tetas de mi chica.

Estiré mi cuello hacia él. No había atrapado a Landen mirando mi pecho ni una vez.

—Uh... —dijo Landen, tartamudeando.

—Pensándolo bien, es mejor que llames y hagas una cita con Cal. Estoy ocupado. —Peter arrojó las exenciones y llovieron alrededor de nosotros. Giró su gorra para dejarla fuera del centro y yo miraba poco impresionada, mientras Peter caminaba de regreso a su puesto. Caminaba con un contoneo arrogante como lo hacía antes de vencer a alguien.

Landen me miró y luego al pasillo, y luego a mí.

—Yo... lo siento mucho —le dije, entregándole nuestra tarjeta—. Aquí está el número de la tienda. Calvin trabaja los miércoles y jueves, sólo con cita previa.

Landen tomó la tarjeta.

—No lo sabía —dijo, sonriendo tímidamente. La puerta sonó cuando se fue y me volví sobre mis talones, pisando fuerte por el pasillo hasta la habitación de Peter.

—¿Qué demonios fue eso?

—¡Él te invitó a salir!

—¿Y?

—¿Y? ¡Debería haber golpeado su trasero!

Suspiré y cerré los ojos.

—Peter, yo lo manejo. No puedes ahuyentar a los cliente cada vez que coquetean conmigo. Esto es por lo que Cal me contrató.

—No te contrató para que coquetearan contigo. Te contrató...

—Un trasero caliente para trabajar en el mostrador. Un trabajo que tú me ofreciste, no lo olvides.

—¡Él ni siquiera preguntó si estabas soltera! Por lo menos el idiota podría haber comenzado con eso.

—Lo tenía controlado.

—No escuché que lo desanimaras...

Mi nariz se arrugó.

—¡Esquivaba su pregunta! ¡No puedo simplemente desanimarlo mientras está aquí, en la sala de espera! ¡Se llama profesionalismo!

—Oh, ¿es así cómo se llama?

Entrecerré los ojos hacia él.

—Pudiste haberle dicho que tienes un novio.

—¿De eso se trata? ¿Que no estoy sosteniendo mi nueva etiqueta como una pancarta? ¿Qué si me tatúo "La chica de Peter" en la frente?

Su rostro se suavizó y se echó a reír.

—Con mucho gusto te tatúo eso en otro lugar.

Gruñí en frustración y me dirigí de nuevo a la parte delantera. Peter corrió tras de mí.

—No es una idea horrible —dijo, sólo medio en broma.

—No voy a tatuarme tu nombre en mí —le dije, disgustada de que incluso la entretuviera la idea. Peter ya había llenado las amapolas la primera semana de las vacaciones de Navidad con una cereza rojo llamativo y luego dos días antes de Navidad, había añadido un poco de arte tribal y arremolinado nubes negras y verde brillantes en el mismo brazo. Una semana después de Año Nuevo, tenía una hermosa rosa roja con detalles en amarillo. Y estaba en camino a un intrincado rudo en el brazo. Habíamos empezado a referirnos a nuestras sesiones como la terapia del dolor. Yo hablaría, y Peter dibujaría y escucharía. Me encantaba compartir ese tiempo con él y saber que llevaba una de sus hermosas piezas de arte conmigo a todas partes.

Se sentó en el mostrador, plantando las palmas contra la fórmica.

—Tal vez uno de estos días lo esconda en uno de tus tatuajes.

—Tal vez voy a romper tu máquina en mil pedazos —le dije.

—Wow. ¡La mierda se vuelve real! —dijo, saltando para estar junto a mí—. Siento que estés enfadada de que corriera al chico. No siento haberlo echado, pero sí haberte hecho enfadar. Piénsalo, no iba a tatuarlo después de que se lanzó sobre mi chica. Créeme. Era lo mejor para todos.

—Deja de darle sentido —le espeté.

Peter envolvió los brazos a mí alrededor por la espalda y luego enterró su cara en mi cuello.

—Casi no lo siento por hacerte enojar. Eres jodidamente caliente cuand estás enojada.

En broma le di un codazo en las costillas y la puerta volvió a sonar. Colin y Chase caminaron hacia el mostrador y Chase cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Tatuajes? —pregunté. No les hizo gracia.

El agarre de Peter se relajó.

—¿Cómo podemos ayudarles, chicos?

Colin frunció el ceño.

—Tenemos que hablar Mariana. A solas.

Peter negó con la cabeza.

—No va a suceder.

Chase entrecerró los ojos y se inclinó hacia nosotros.

—Ella es nuestra maldita familia. No estamos pidiendo permiso, Lanzani.

Peter levantó una ceja.

—Lo son, pero todavía no lo saben.

Los ojos de Colin se crisparon.

—Chase está aquí para hablar con su hermana. Esto es un asunto familiar, Peter. Tienes que permanecer fuera de él. Mariana, afuera. Ahora.

—Puedes hablar conmigo aquí, Colin. ¿Qué necesitas?

Él me miró.

—¿De verdad quieres hablar de esto aquí?

—¿Qué es lo que quieres hablar? —le pregunté, tratando de mantener la calma. Estaba segura de que si salimos, Colin o Chase perderían el temperamento y estallaría una lucha. Era más seguro quedarse.

—No apareciste para Acción de Gracias. Papá dijo que tenías que trabajar. Lo que sea. Pero entonces no te presentaste en Navidad. Luego tu solla está vacía en el almuerzo el día de Año Nuevo. ¿Qué mierda está pasando, Mariana? —preguntó Chase, indignado.

—Tengo dos trabajos y estoy tomando clases. Es la forma en que las cosas sucedieron este año.

—El cumpleaños de papá es la próxima semana —dijo Chase—. Más te vale jodidamente que estés ahí.

—¿O qué? —dijo Peter.

—¿Qué es la mierda que acabas de decirme, Lanzani? —espetó Chase.

Peter levantó la barbilla.

—Más le vale estar ahí, ¿o qué? ¿Qué vas a hacer si ella no se presenta?

Chase se apoyó en el mostrador.

—Vamos a ir por ella.

—No, no lo harás —dijo Peter.

Colin se inclinó, también, manteniendo su voz baja cuando habló.

—Sólo voy a decirlo una vez más. Esto es un asunto familiar, Peter. Tienes que mantenerte fuera de él.

La mandíbula de Peter trabajó bajo su piel.

—Lali es mi asunto. Y si sus hermanos comepollas entran en su trabajo para tratar de intimidarla es mi asunto definitivamente.

Colin y Chase miraron a Peter, ambos dando un paso hacia atrás. Colin habló primero, como lo hacía siempre.

—Mariana, ven afuera con nosotros, o voy a arruinar este lugar mientras pateo el trasero de tu amigo.

—No soy su amigo. Soy su novio y te noquearé antes de que puedas rasguñar la pintura.

Calvin apareció al otro lado mío. Miré hacia abajo y sus manos estaban en puños.

—¿Dijiste que ibas a arruinar mi tienda?

—¿Qué vas a hacer al respecto? —Chase escupió en el suelo.

—¡Chase, Jesucristo! —grité—. ¿Qué te pasa? —Peter me detuvo, a pesar de que yo no trataba de ir a ninguna parte.

Bishop y Hazel salieron de sus habitaciones, curiosos por el ruido. Bishop se hallaba al otro lado de Calvin y Hazel.

Hazel se cruzó de brazos.

—Puede que no parezca mucho, pero cuando uno de estos grandes chicos te retenga y yo esté rasgando tus ojos, vas a entender por qué estoy aquí. Pero verás... No quiero sacarte los ojos, porque eres de la familia de Lali. Y no queremos hacerle daño. Nunca. Porque es parte de nuestra familia. Y no le harás daño. Familia. Así que toma una lección de nosotros, limpia esos ceños de tu rostro rojizo y vuelve a casa. Cuando te calmes, Chase... hazle una llamada a tu hermana. Y háblale bien. A menos que no desees mantener tus ojos.

—O los brazos —agregó Peter—. Porque si alguna vez hablas con ella con nada menos que un tono respetuoso de nuevo, te voy a rasgar esos hijos de puta y te golpearé con ellos. ¿Nos entendemos?

Colin y Chase miraron nuestro grupo con ojos cautelosos, de Peter a Hazel y todos los demás. Eran superados en número y podía ver en los ojos de Colin que no iba a enfrentarlos.

Chase me miró.

—Te llamaré más tarde. Nos merecemos una explicación de por qué nuestra familia se está desmoronando.

Asentí y los dos se volvieron y empujaron la puerta doble.

Cuando se encendió el motor de Colin, miré hacia abajo, avergonzada.

—Lo siento mucho, Calvin.

—La tienda está bien, amiga, estamos bien. —Regresó a su oficina y Hazel se acercó, deslizando sus brazos entre los míos y apretando su mejilla contra mi pecho.

—Te tenemos —dijo simplemente. Mantuve mis ojos en el suelo, pero cuando era obvio que Hazel no me soltaría, la apreté con fuerza.

Bishop nos miró por un momento.

—Gracias —le dije.

Bishop levantó una ceja.

—Yo no iba a pelear. Estaba aquí para ver. —Volvió a su habitación y me reí

Hazel me soltó y dio un paso atrás.

—Muy bien. El show se acabó. Vuelve al trabajo. —Se fue a su cuarto.

Peter me tomó en sus brazos y tocó sus labios en mi cabello.

—Lo van a lograr con el tiempo.

Levanté la vista hacia él, sin saber a qué se refería.

—Nunca voy a dejar que te intimiden de nuevo.

Apoyé la mejilla contra su pecho de nuevo.

—Es todo lo que saben, Pitt. No puedo culparlos.

—¿Por qué no? Ellos te echan la culpa de todo. Y no son robots. Son adultos, y pueden tomar decisiones diferentes. Eligen seguir con lo que conocen.

—¿Algo así como tus hermanos y tú? —No miré hacia arriba y Peter no respondió de inmediato.

Finalmente tomó una respiración.

—Nosotros no reaccionamos a las cosas, porque es todo lo que conocemos. Es todo lo contrario. No tenemos ni puta idea de lo que hacemos.

—Pero lo intentas —dije, acariciándolo—. Tratas de ser buena persona. Te esfuerzas para ser mejor, más paciente y más comprensivo. Pero sólo porque puedes golpear el trasero de alguien... no significa que debas hacerlo.

Peter rió.

—Sí. —Intenté sin mucho esfuerzo alejarlo. Me abrazó con más fuerza.

—Te voy a hacer carne y arroz esta noche —le dije.

Peter hizo una mueca.

—Me encanta tu cocina, muñeca, pero no puedo seguir comiendo la cena a las tres de la mañana.

Me eché a reír.

—Está bien, te lo voy a dejar preparado. Hay una llave de repuesto debajo de la roca que está delante de la columna de mi puerta. La dejé ahí.

—¿Puedo cambiar el día? Prometí a Olive que la llevaría a Chicken Joe.

Sonreí, pero no me gustaba perderme tiempo con Olive.

—Espera. ¿Acabas de decirme dónde estaba la llave de repuesto?

—¿Sí?

—Entonces, ¿puedo utilizarlo en cualquier momento?

Me encogí de hombros.

—Sí.

Una pequeña sonrisa levantó una de las esquinas de la boca de Peter y luego se extendió por su cara.

—Voy a apostar a la próxima pelea de Thiago. Trataré de recuperar el dinero que perdí con Mar y algo más. Voy a empezar a buscar un lugar para la próxima semana. Quiero que vengas conmigo.

—Está bien —le dije, insegura de por qué tenía esa mirada seria en su rostro. Ya sabía que él trabajaba para conseguir su propio lugar.

La sonrisa de Peter era radiante.

—Es su lucha de fin de año. Mucho dinero. Es probable que tengan algunos luchadores de las artes marciales mixtas como el año pasado.

—¿Quién lo consiguió el año pasado?  

—Kelly Heaton. Perdió el campeonato hace cuatro años. Thiago los venció. —Peter claramente disfrutaba del recuerdo—. Hice mil quinientos. Si este año puedo hacer por lo menos eso, nos estableceremos.

—Tú te establecerás, yo tengo una casa.

—Sí, bueno, tal vez uno de esos días decidas pasar la noche y nunca te irás a casa.

—No cuentes con ello. Me encanta tener mi espacio.

—Puedes tener tu espacio. Puedes tener lo que quieras.

Me levanté sobre las puntas de mis pies, envolví los brazos alrededor de su cuello y besé los labios suaves de Peter.

—Ya tengo lo que quiero.

Me apretó con más fuerza.

—Venga. Sabes que también lo quieres.

—No, gracias. No en el corto plazo.

El rostro de Peter cayó por sólo un segundo, y luego me guiñó un ojo y agarró mis llaves.

—Voy a encender el Jeep. Vuelvo enseguida.

Se puso el abrigo y corrió afuera.

Hazel llegó al frente y sacudió la cabeza.

—Peter te ama, kaibigan. Como... profundamente y para siempre. Nunca lo había visto así, haciendo esta mierda para las chicas —arrullaba casi cada palabra.

Me volví hacia ella.

—¿Qué me has llamado?

Sonrió.

—Te he llamado "amiga", perra. En tagalog. ¿Tienes algún problema con eso?

Me reí y la empujé, apenas lo suficiente para ceder a su pequeño cuerpo.

—No, tengo un problema con el hecho de que ya casi no tengo cigarrillos y no quiero gastar dinero para otro paquete.

—Entonces deja de fumar. Es grave, de todos modos.

—¿No fumas? —le pregunté. Todo el mundo en la tienda fumaba, por lo que supuse que ella también lo haría.

Hazel hizo una mueca.

—No, y nunca saldría contigo, basado sólo en eso. Es repugnante. A nadie le gusta lamer un cenicero.

Llevé un cigarrillo a mi boca. Peter entró corriendo, temblando.

—¡Está caliente, nena! —Tiró el cigarrillo de mi boca y me besó, inclinándome un poco hacia atrás.

Cuando me soltó, me volvió a Hazel.

—A alguien le gusta.

Hazel me sacó la lengua.

—Ven mañana a primera hora. Voy a comenzar tus muestras.

—No, no lo harás.

—Sí, lo haré —canturreó, caminando a su habitación.

—¿Quieres que te lleve al Red? No quiero que la mierda de tus hermanos aparezcan en tu apartamento. Y sean desagradables.

—Agustín está ahí y puedo manejar un poco de nieve. —Había un pie de suciedad, derritiéndose en el suelo y el viento era brutal, pero era mejor que el hielo y nuestra pequeña ciudad era buena para mantener la mayor parte de los caminos despejados.

Las mejillas y la nariz de Peter estaban de color rojo brillante y él todavía temblaba.

—Agustín no puede manejar a tus hermanos —dijo frunciendo el ceño.

Me reí y agarré mi pesado abrigo negro y bolso.

—Gracias por encender el Jeep. Quédate aquí donde hace calor.

Me devolvió el cigarrillo, pero no antes de darme un último beso.

—San Valentín es en una semana.

—Sí. En exactamente una semana a partir de hoy. Así que es un sábado. Bueno para todos los demás, malo para nosotros.

—Pregunta si puedes descansar. Trabajaste en Acción de Gracias.

—Voy a pensarlo.

Peter se quedó en la puerta mientras me retiré del estacionamiento. Volví a casa sin ningún problema. Cerré la puerta detrás de mí, lancé las llaves en el mostrador y me fui directamente al baño. Estar de pie bajo una ducha de agua caliente se sentía glorioso, pero al segundo que cerré el agua, pude oír a Agustín y Cande discutir. Para el momento en que me lavé los dientes, me envolví en mi bata blanca y salí al pasillo, habían llevado su pelea a la puerta principal.

Agustín me vio y suspiró.

—Iré, Cande. Les dije que iba a estar ahí y voy a ir.

—Pero teníamos planes. ¡No está bien que canceles planes conmigo para ir a beber con tus hermanos de fraternidad! ¿Por qué no lo entiendes?

Agustín bajó su gorra hasta los ojos, subió la cremallera de la chaqueta y se fue.

Cande se dirigió directamente a mi habitación y se sentó en mi cama. Me senté en el suelo delante de un espejo de tamaño completo y abrí la cremallera de mi bolsa de maquillaje.

—¡Es un imbécil! —dijo golpeando el colchón con los puños.

—Él no está listo para una relación. Quiere los beneficios de una novia sin el compromiso.

Negó con la cabeza.

—Entonces él acaba de sacar un Thiago Lanzani y joder con todo lo que tenga una vagina hasta que encuentre la indicada, en lugar de intentar tanto para hacer que las cosas funcionen conmigo.

Levanté una ceja.

—Él no quiere que seas feliz con alguien más.

La expresión de enojo de Cande se volvió triste.

—Hoy me llamó Vico. Está preocupado por los caminos y quiere recogerme para el trabajo. Tuvimos nuestras peleas estúpidas, pero lo extraño.

Pinté mis ojos y los labios, y luego conecté mi secador de pelo y lo encendí.

—¿Qué estás esperando, Cande? —dije en voz alta, por encima del ruido.

No respondió, en lugar de eso sólo me vio volar mi pelo por todo el lugar. Cuando terminé, se encogió de hombros.

—Agustín me dejó antes de la última fiesta de este año. Compré un vestido, le dije a todos que me pidió ir. Voy a ir a esa maldita fiesta.

Miré en el espejo, viendo su reflejo con incredulidad.

—¿Estás bromeando? ¿Aceptaste a este chico de fraternidad para ir a una fiesta?

—¡Compré un vestido! —dijo—. No lo entenderías.

—Tienes razón. No lo haría.

El timbre sonó y Cande me miró fijamente.

—Tal vez es Agustín —dijo.

—Colin y Chase vinieron a Skin Deep. Casi tienen una pelea con Peter... y todos los demás.

—Mierda, ¿crees que sean ellos? —preguntó.

Me puse de pie, me arrastré hacia la puerta y miré por la mirilla. Puse mis ojos en blanco y saqué la cadena, abriendo la puerta. Vico se encontraba ahí de pie, envuelto en un abrigo de lana, bufanda, guantes y gorro.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Cande, saliendo de la sala.

—Está empeorando, Can. No creo que sea una buena idea que manejes. Ninguna de las dos.

Ella miró hacia abajo.

—Todavía no estoy lista para trabajar.

Vico cayó sobre el sofá para dos.

—Esperaré. Dejé la camioneta en marcha así está caliente el entrar.

Cande reprimió una sonrisa y luego corrió a su habitación y cerró la puerta.

—Acabo de llegar a casa hace menos de veinte minutos. No es tan malo —le dije con una sonrisa.

—Shh —dijo Vico—. Ella no necesita saberlo.

—Eres bueno —dije, caminando de regreso a mi habitación.

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