jueves, 11 de junio de 2020

Beautiful Oblivion: Capítulo 15

Mis manos temblaban, y sin ninguna buena razón o excusa, manejé al Pitufo hasta la calzada de Jim Lanzani. Las carreteras estaban densas con granizo y hielo, no tenía problemas al conducir, pero cada giro que daba me llevaba más cerca a Peter. Apagué las luces antes de acercarme a la ventana frontal de la casa, y luego apagué el motor, deteniendo lentamente el Jeep.

Mi teléfono sonó. Era Peter, preguntando si era mi Jeep en la entrada... como si pudiera ser de alguien más. Cuando confirmé sus sospechas, la puerta verde se abrió y Peter bajó los escalones. Llevaba unas pantuflas y unos pantalones cortos de baloncesto de color azul eléctrico, sus brazos cruzados sobre su torso desnudo. Tatuajes gruesos tribales de color negro subían por sus hombros y atravesaban su pecho, y varios tatuajes coloridos se sobreponían uno sobre otro mientras viajaban por sus brazos, cortándose abruptamente en sus muñecas.

Peter se detuvo junto a mi ventana, esperando que girara la manivela. Reacomodó su gorra blanca de béisbol y puso las manos en sus caderas, esperando que hablara.

Mis ojos recorrieron la definición de sus músculos pectorales, y luego viajaron abajo para apreciar todos sus seis hermosos y sobresalientes abdominales.

—¿Te desperté? —pregunté.

Negó con la cabeza.

—Acabo de salir de la bañera.

Mordisqueé mi labio, tratando de pensar en algo que decir.

—¿Qué estás haciendo, Lali?

Mirando hacia delante, sacudí la cabeza y presioné los labios en una dura línea.

—No tengo idea.

Se cruzó de brazos sobre el borde de la puerta y se inclinó hacia adentro.

—¿Te importaría descubrirlo? Está malditamente frío aquí afuera.

—¡Oh Dios! Lo siento —dije, encendiendo el Pitufo. Aumenté la calefacción—. Entra.

—Muévete —dijo Peter.

Trepé sobre el cambio de marcha y la consola, y me balanceé cuando aterricé en el asiento de pasajero. Peter saltó dentro, cerró la puerta, y subió la ventana hasta que solo hubo una grieta.

—¿Tienes cigarrillos? —preguntó. Le entregué mi paquete y sacó dos. Los encendió, y me entregó uno.

Le di una calada y expulsé el humo, observándolo hacer lo mismo. La tensión estaba más densa que el humo girando entre nosotros. Pequeños trozos de hielo golpeaban las ventanas y el marco de metal del Pitufo, luego el cielo se despejó y el sonido de hielo golpeando contra el coche se intensificó.

—Tienes razón. Fui a cada con las chicas —dijo Peter, levantando la voz por encima del ruido del granizo—. Más que solo una vez de las que me viste en el Red.

—No tienes que contarme.

—Necesitaba sacarte de mi mente. —Cuando no respondí, se giró hacia mí—. Dejaría que una chica me rescatara de la tortura cada noche de la semana, pero incluso cuando estaba con alguien más, todo lo que pensaba era en ti.

—Eso no es realmente... un cumplido —dije.

Peter golpeó el volante con la parte inferior de su mano, y luego dejó escapar otra bocanada de humo.

—¡No estoy tratando de hacerte cumplidos! Pensé que enloquecería malditamente pensando en ti estando en California. Me juré que no te llamaría, y cuando regresaste, iba a aceptar tu decisión. Pero manejaste a mi casa. Estás aquí. No sé qué hacer con eso.

—Sólo no quería seguir extrañándote —dije, sin saber que más decir—. Es tan egoísta, lo sé. No debería estar aquí. —Liberé todo el aire de mis pulmones y me hundí de nuevo en el raído asiento tan lejos como pude. Ser tan honesta me hacía sentir tan vulnerable. Era la primera vez que incluso me lo admitía a mi misma.

—¿Qué mierda significa eso?

—¡No lo sé! —grité—. ¿Alguna vez has querido algo que sabías que no deberías tener? Que estaba mal en todo nivel, ¿pero sabías que lo necesitabas? ¡Me gustaba donde estábamos, Pitt! Y entonces tú... no podemos tener eso de nuevo.

—¡Vamos, Lali! No podía seguir así.

—Sé que no era justo para ti. Para nadie más que para mí... de verdad. Pero todavía lo extraño, porque era preferible a las alternativas: estar contigo bajo falsos pretextos, o perderte completamente —dije, secando mi nariz. Abrí la puerta, saqué mi cigarrillo en el corredor, y luego arrojé la colilla al piso—. Lo siento. Esto era una cosa tan idiota para hacer. Me iré. —Comencé a salir, pero Peter agarró mi brazo.

—Lali, detente. No tiene sentido lo que haces. Vienes aquí. Ahora te marchas. Si no existiera... esta cosa, lo que sea que fuera... ¿Qué harías?

Reí una vez, pero sonó más como un sollozo. 

—Me alejé de ti en el aeropuerto. Y luego pasé los siguientes dos días deseando haberme quedado.

Un destello de felicidad iluminó sus ojos.

—Entonces vamos a...

—Pero es más que eso, Peter. Desearía poder decirte lo que sucede, pero no puedo.

—No tienes que decirme. Si necesitas que siga que estoy bien con lo que sea que no sé, estoy bien con ello. No me importa una mierda —dijo, negando con la cabeza.

—No puedes decir eso. No lo harías si supieras...

—Sé que hay algo que quieres decirme pero no puedes. Si sale a colación más adelante, no importa lo que sea, tomé mi decisión de seguir adelante sin saberlo. Será mi culpa.

—Para todo lo demás, eso sería suficiente.

Peter sacudió su cigarrillo afuera de la ventana.

—Eso no tiene nada de maldito sentido. Nada.

—Lo sé. Lo siento —dije, conteniendo las lágrimas.

Peter frotó su rostro, más allá de la frustración.

—¿Qué quieres de mí? Sigo diciéndote que no me importa el secreto. Te digo que te quiero. No sé qué más decir para convencerte.

—Necesitas ser el que se aleje. Dime que retroceda, y acábalo. Renunciaré a Skin Deep, encuentra un bar diferente. No puedo... tienes que ser tú.

Negó con la cabeza.

—Yo soy el indicado, Lali. Lo soy por ti. Lo sé porque tú lo eres para mí.

—No estás ayudando.

—¡Bien!

Lo observé. suplicándole con mis ojos. Era un sentimiento tan extraño, esperar que alguien rompiera mi corazón. Cuando me di cuenta que iba a ser tan necio como yo de débil, un interruptor dentro de mí cambió.

—De acuerdo, entonces. Lo haré. Tengo que hacerlo. Es mejor que me odies después. Es mejor que dejarte algo que sé que está mal.

—Estoy tan cansado de esta mierda críptica. ¿Sabes lo que creo del bien y el mal? —preguntó, y antes de que pudiera responder agarró cada lado de mi rostro y plantó sus labios en los míos.

Inmediatamente abrí la boca, dejando que su lengua se deslizara dentro. Se aferró a mi piel, tocándome en todos lados, como si no pudiera conseguir suficiente de mí, y luego extendió su mano en busca de la palanca del asiento. El asiento se inclinó hacia atrás con lentitud, y al mismo tiempo, Peter trepó sobre la consola en un suave movimiento. Manteniendo su boca en la mía, agarró cada una de mis rodillas y las subió a sus caderas. Coloqué los pies en el tablero de mandos, y levanté las caderas para encontrar a las suyas. Gimió en mi boca. Sus pantalones cortos no ocultaban su excitación, y presionó la dureza contra el lugar exacto donde deseaba que lo hiciera.

Sus caderas se movieron y rodaron contra las mías mientras me besaba y mordisqueaba mi cuello con sus dientes. Mis bragas estuvieron húmedas al instante, justo cuando deslicé los dedos entre sus pantalones cortos y su piel, su beso se hizo más lento y luego se detuvo.

Ambos respirábamos con fuerza, mirándonos a los ojos. Cada ventana del Jeep empañada.

—¿Qué? —pregunté.

Negó con la cabeza, bajó la mirada, y luego rió una vez antes de mirar hacia arriba para encontrar mis ojos.

—Voy a odiarme después, pero no lo haré en un coche, y definitivamente no con pantuflas.

—Quítatelas —dije, dejando una docena de besos pequeños en su cuello y en su hombro.

Medio gimió, medio suspiró.

—Solo sería tan malo como cada imbécil que no te trata de la manera en que te lo mereces. —Se alejó de mis labios, dándome otro pico dulce—. Voy a calentar el Intrepid.

—¿Por qué?

—No quiero que conduzcas a casa en esta mierda, y el Inteprid tiene tracción delantera. Se maneja mejor. Dejaré tu Jeep antes de que despiertes en la mañana. —Tiró de la manilla de la puerta y saltó, corriendo hacia la casa por un  par de minutos, y luego apareció de nuevo, esta vez con deportivas, una sudadera, y las llaves en su mano. Encendió el Intrepid, y luego corrió devuelta al Pitufo, saltando y frotando sus manos—. ¡Mierda!

—Está helando —dije, asintiendo.

—Eso no es todo. —Me miró—. No quiero que te vayas.

Sonreí, y se inclinó, pasando los pulgares por mis labios. Después de un momento, de mala gana salimos del Pitufo y nos subimos a su coche.

Tan feliz como pensé estaba descansando en la cama de P.J. hace un par de semanas atrás, estar sentada junto a Peter en su destartalado Intrepid mientras me llevaba a casa era mucho mejor. Su mano se encontraba en mi rodilla, y tuvo una increíble sonrisa satisfecha todo el camino hasta mi apartamento.

—¿Estás seguro de que no quieres entrar? —pregunté cuando aparcamos.

—No —dijo, pero claramente no estaba feliz con su respuesta. Se inclinó y me besó con los labios más suaves, lento al principio, y luego ambos comenzamos a tirar de la ropa del otro de nuevo. Los pantalones cortos de Peter, se elevaban prestando toda su atención y sus dedos se enredaron ligeramente en mi cabello, pero finalmente se alejó—. Maldición —dijo, sin aliento—. Te voy a llevar a una verdadera cita primero aunque me mate.

Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás contra el apoyacabezas, y levanté la mirada, frustrada.

—Bien. Puedes llevar a cualquier chica al azar a cada del Red cuarenta y cinco minutos después de que la hayas conocido, y yo consigo que me rechaces.

—No te rechazo, cariño. Ni de cerca.

Lo miré, y mis cejas se juntaron. Quería fingir que todo estaría bien, y que podía olvidar lo que sabía, pero tenía que advertirle una última vez. 

—No sé lo que es. Pero sé que si supieras toda la historia, Peter, te alejarías de mí y nunca mirarías atrás.

Inclinó la cabeza contra el apoyo, y luego sostuvo la palma contra mi mejilla.

—No quiero toda la historia. Te quiero a ti.

Negué con la cabeza, lágrimas amenazando con inundar mis ojos por tercera vez ese día.

—No. Mereces saberlo. Algunas cosas en nuestra vida son tan frágiles... y, ¿tú y yo, Peter? Podríamos arruinarlo todo.

Negó con la cabeza.

—Escucha lo que digo, Lali. Si esto me detiene de estar contigo, sé lo que es.

Lo miré, mi corazón aleteando contra mi pecho, más fuerte incluso que el granizo que chocaba con el parabrisas o el sonido estruendoso del silenciador del Intrepid.

—¿Oh, sí? ¿Qué es?

—Está en el camino. —Se inclinó hacia mí, y tocó mi mejilla con su mano al mismo tiempo que sus labios tocaron los míos.

—Solo recuerda luego que lo siento por lo que pase después de esto, y lamento que cuando te alejaste como te lo pedí, no te dejé ir —dije.

—Yo no, y nunca lo haré. —La piel alrededor de sus ojos se alisó cuando miró justo a los míos. Realmente creía lo que decía y me hacía querer creerlo también.

Corrí a mi apartamento, cerré la puerta y me incliné contra ella hasta que escuché al Intrepid alejarse. Era irresponsable o egoísta, pero una parte de mí quería creer en Peter cuando dijo que lo que no sabía no importaría.

Justo antes de que el sol ascendiera, y antes de que abriera los ojos, sentí algo cálido recorriendo la extensión de mi cuerpo. Me moví solo un centímetro hacia lo que sea que fuera, solo para asegurarme que mi mente no jugaba conmigo.

Parpadeé un par de veces, y luego me concentré observando una figura en las sombras recostada a mi lado. El reloj en mi casa de noche leía 6:00 a.m. El apartamento se encontraba oscuro y silencioso, al igual que siempre a esa hora de la mañana. Pero en el segundo en que los recuerdos de ayer en la mañana llegaron a mi mente, todo se sintió diferente.

Oh, Dios. ¿Qué había hecho? Había cruzado el límite y no había vuelta atrás o hacia adelante sin consecuencias reales. Creí desde el momento que Peter tomó asiento en mi mesa en Red, podía manejar lo que sea que arrojara en mi camino, pero era como arenas movedizas. Mientras más luchaba, más profundo me hundía.

Estaba justo al borde de la cama y traté de moverme lentamente sin éxito.

—¿Por qué estás en mi cama, Can? —pregunté.

—¿Eh? —dijo Peter, su voz profunda y rasposa.

Una sacudida recorrió mi cuerpo, y solté un chillido cuando me caí de la cama. Peter se apresuró hacia el borde, buscándome, pero fue muy tarde. Ya estaba en el piso.

—¡Oh! ¡Mierda! ¿Estás bien?

Con mi espalda presionada contra la pared, rápidamente alejé mi cabello de mi rostro. Cuando asimilé la situación, golpeé el piso con ambos puños.

—¿Qué demonios haces en mi cama? ¿Cómo siquiera llegaste ahí?

Peter hizo una mueca.

—Traje el Jeep hace una hora. Agustín por casualidad dejaba a Cande, y me dejó entrar.

—Así que solo... ¿trepaste en mi cama? —Mi voz tenía un tono alto y bordeaba un chillido.

—Dije que no iba a entrar, y luego lo hice. Y luego me dije que dormiría en el piso, pero luego no lo hice. Yo solo... tenía que estar a tu lado. Solo estaba acostado ahí despierto en la casa de mi papá. —Se inclinó, buscándome con una mano. Sus músculos bailaron debajo de su suave brazo tatuado. Su mano agarró la mía, y luego tiró de mí a su lado en la cama—. Espero que eso esté bien.

—¿Importa en este punto?

La mitad de la boca de Peter se elevó. Estaba claramente divertido por mi rabieta mañanera.

Cande se apresuró por el pasillo y giró en la esquina, sus ojos abiertos.

—¿Por qué estás gritando?

—¿Lo dejaste entrar?

—Sí, ¿eso está bien? —dijo, sin aliento. Su cabello era salvaje y su máscara se corrió debajo de sus ojos.

—¿Por qué todos me preguntan eso? ¡No! ¡No está bien!

—¿Quieres que me marche? —preguntó Peter, todavía sonriendo.

Lo miré, luego a Cande, y de nuevo a él.

—¡No! ¡Solo no quiero que te cueles en mi habitación mientras estoy dormida!

Cande rodó los ojos y caminó de regreso al pasillo, cerrando la puerta.

Peter cerró los brazos a mí alrededor y me tiró contra él, enterrando su rostro entre mi cuello y la almohada. Permanecí quieta, mirando el cielo raso, atrapada entre querer desesperadamente enredar mis brazos y piernas con las suyas, y saber que desde ese momento en adelante, si hacía algo más y lo echaba y nunca le hablaba de nuevo, nadie tendría la culpa si no yo.

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