domingo, 28 de junio de 2015

No mirar hacia atrás: Capítulo 27

Capítulo 27:

Nos encontramos con Nico y Euge en el Cashtown Inn para la cena. Las reservaciones para el lugar tenían que haber sido difíciles de conseguir, pero papá al parecer había cobrado algunos favores y nos consiguió una mesa a los cuatro en el comedor lleno. Con una cena con velas, todo lo que había estado pasando se desvaneció a un segundo plano.



No me había reído tanto en mucho tiempo y creo que nunca antes me había sentido tan bien, compartiendo una comida demasiado lujosa con mi hermano y su novia, la mano de Peter alrededor de la mía debajo de la mesa.


Y ninguno de los otros niños en el hotel dijo o hizo nada que indicara que habría algún problema. En todo caso, la mayoría parecían sorprendidos cuando Peter y yo salimos tomados de la mano.


- ¿Estás lista para bailar un poco? - preguntó Euge, luciendo sexy en su reluciente vestido.


Asentí, sonriéndole a Peter.


- ¿Qué tal tú?


Se movió detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Bajando su mejilla a la mía, sonrió.


- Iré a donde sea que estés.


Nico nos miró.


- No estoy seguro de si me gusta esto.


- Oh, cállate - Euge agarró su brazo, jalándolo hacia el coche - Es hora de ir de fiesta - Gruñendo, Nico permitió que se lo llevara. Ella miró por encima del hombro, articulando "caliente" antes de que golpeara el trasero de mi hermano.


Reí, apoyándome en Peter. Hizo un sonido que causó un alboroto en mi pecho, y sus brazos se apretaron a mí alrededor.


- Si no nos vamos ahora mismo para el baile - dijo, sus labios rozando mi oído - estoy seguro de que no lo lograremos.


Mis mejillas estuvieron sonrojadas durante todo el camino hasta el hotel celebrando nuestro baile de graduación. Con mi brazo envuelto firmemente en el suyo, pasamos a través de la entrada trasera, siguiendo el ritmo constante de la música y las risas del salón de baile.


Apreté mi agarre en sus brazos una vez que entramos. Candelabros colgaban del techo, proyectando la única luz sobre el montón de cuerpos moviéndose. Lirios adornaban las pequeñas mesas redondas; lo que parecía como guirnaldas de rosas decoraban el escenario bajo la pancarta. Pequeños arbustos y árboles interiores estaban decorados con luces. El lugar era hermoso y surrealista. 


Casi de inmediato, amigos saludaron a Peter. Sonreí, amando la facilidad con la que Peter trataba con las personas, la informalidad y una abierta amistad. La gente gravitaba hacia él y, por ello, hacia mí. Varias miradas sorprendidas nos saludaron, pero no me importó. No había nada que pudiera arruinar esto.


Euge y Nico reaparecieron, y antes de que Peter y yo pudiéramos compartir un baile, me tiró hacia la pista.


- ¡Baila! - demandó, sus brazos en el aire.


Riendo, agradecí y aprendí que no era una mala bailarina. Captando el ritmo con facilidad, me moví con la música, perdiéndome en el ritmo rápido. Una sensación de familiaridad se apoderó de mí y con ello una punzada de culpabilidad, pero me deshice de ella para simplemente disfrutar el momento.


Cuando la canción terminó, nos dirigimos de nuevo a donde habíamos dejado a los chicos. Me tropecé con una rubia con un vestido rojo.


- ¡Lo siento! - grité sobre la música.


Se dio la vuelta, sus ojos muy abiertos con sorpresa.


- ¿Lali? ¿Viniste?


- Rochi, te ves genial - Y era verdad. El vestido rojo se ajustaba a su esbelta figura perfectamente.


Esperaba que me lanzara un insulto, pero me dio un rápido abrazo.


- También tú. ¿Con quién viniste?


- Peter Lanzani - El orgullo me atravesó. Vine con él.


Parpadeó, pero su sonrisa no vaciló.


- Eso es genial - Alguien gritó su nombre y miró hacia otro lado brevemente antes de regresar su mirada hacia mí - ¿Quizás podamos reunirnos pronto? ¿Ver una película?


- Eso me encantaría - dije con sinceridad.


- ¡Estupendo! - Me dio otro abrazo - Nos vemos luego.


Sonriendo, me dirigí de nuevo hacia Peter. Capté un rápido vistazo de Paula rozándose con Agustín en un rincón oscuro. Ambos se veían un poco borrachos. Ignorándolos, deslicé mi brazo alrededor de la cintura de Peter por detrás.


- ¿Bailas?


Se giró, dejando a su grupo de amigos sin decir nada más. Caminamos hacia la pista de baile, encontrando un espacio vacío. Entonces, deslizó un brazo alrededor de mi cintura y me apretó contra su pecho. Nuestros cuerpos se amoldaron mientras envolvía mis brazos alrededor de su cuello.


- Estoy feliz de que me hayas convencido de venir - dije.


Peter sonrió.


- No tan feliz como yo.


Amando cómo siempre parecía saber exactamente qué decir, descansé mi mejilla en su hombro y cerré los ojos. Durante la mayor parte de la canción, nos quedamos así, perdidos en la lenta melodía y en los brazos del otro. No podía recordar ninguno de los otros bailes a los que fui, pero eso no importaba. Este era mi favorito, con él, cuando me sentía como si no estuviera atada a un pasado que no podía recordar.


- Tengo que decirte algo - dijo, girando su cabeza de modo que su mandíbula rozó mi mejilla.


Alcé la cabeza, encontrando su mirada.


- ¿Qué?


- No quiero que esto termine esta noche.


Mi pecho se hinchó.


- ¿Qué es "esto"?


Peter sonrió abiertamente, y me di cuenta de que nos habíamos dejado de mover, a pesar de que los demás bailaban a nuestro alrededor.


- Tú. Yo. Juntos más allá de esta noche. Algo como que te llevaré a almorzar mañana. Mantenerte alrededor para la cena si te portas bien.


Sintiéndome ligera, me reí.


- ¿Si me porto bien?


- Ajá - Presionó su frente contra la mía, sus labios tan embriagadoramente cerca - Y si eres realmente buena, espero verte después de la práctica el lunes. Luego, tal vez una película el martes.


Mis ojos se estrecharon.


- ¿Qué hay del miércoles y los demás días?


- Depende de si eres buena o mala.


- ¿Qué pasa si soy mala?


- Buena pregunta - Sus manos se deslizaron a mis caderas y un montón de calor siguió el movimiento - Tendríamos que idear algún tipo de sistema de castigo. Lo malo podría ser bueno.


Comencé a sonreír.


- Entonces, ¿qué es bueno?


- Bueno es bueno - Movió sus labios sobre mi mejilla, y mi respiración se detuvo - Ves, estaba un poco lleno de ello hace unos segundos. Puedes comportarte o portarte mal. Quiero un miércoles, jueves y viernes contigo. Muchos de ellos, una y otra vez y así sucesivamente.


Un destello de culpabilidad amenazó con arruinar el momento como un invitado no deseado, tratando de clavar sus garras, pero abrí los ojos.


- ¿Me estás pidiendo que sea tu novia?


- Eso parece - Sus ojos brillaron.


- Bueno, me gusta el sonido de eso. Lo ha hecho por probablemente más tiempo de lo que debería admitir.


Sus labios se abrieron y su boca bajó a la mía. El aire se quedó atrapado en mi garganta y mi pulso vibró. Eso era. Iba a besarme. Finalmente. Cada célula en mi cuerpo esperó en dulce anticipación porque sabría que incluso aunque no recordara todos mis otros besos, este los haría echarse al agua.


De la nada, Nico se encontró entre nosotros.


- Creo que hay una regla sobre el espacio entre compañeros. No me obliguen a hacerla valer.


Euge agachó la cabeza con vergüenza.


- Eres tan vergonzoso.


Fruncí el ceño hacia mi hermano, pero Peter se rió entre dientes.


- Vaya manera de matar el ánimo, hermano.


- Para eso estoy aquí - Sonrió descaradamente, alejando a Euge de nosotros.


Peter suspiró.


- Tu hermano...


- ¿Es un adorable idiota? - Con el ambiente arruinado, miré alrededor y me aclaré la garganta - Creo que tengo que...


Besó mi mejilla.


- Iré a conseguirnos algo de beber.


A regañadientes, me solté y dirigí hacia la entrada. Nuestra conversación me había dejado en un fuerte aturdimiento. Mi corazón hacía pequeños saltos mortales, y quería ir a buscar a Euge y decirle que Peter y yo estábamos saliendo. Definitivamente había un chillido construyéndose, exigiendo ser compartido. Justo ahora, era la primera vez para mí y flotaba como si estuviera caminando sobre globos.


Empujé la puerta del baño, y de inmediato deseé haber ido a cualquier otro lugar.


En el lavabo, Mery agarró una toalla de papel café y se restregó debajo de los ojos, limpiando con furia la máscara de pestañas. Empecé a sacar mi trasero de ahí, pero el código de chica me exigió que al menos revisara cómo estaba.


Maldiciéndome en voz baja, dejé que la puerta del baño se cerrara detrás de mí.


- Mery, ¿estás bien?


Alzó la mirada.


- ¿Qué te parece? Estoy fantástica.


Y por eso odiaba el código de chicas. Sacudiendo la cabeza, me di la vuelta hacia la puerta. Tenía que haber otros baños cerca.


- Pensé que realmente le gustaba - dijo con la voz entrecortada - ¿No fui estúpida? Apuesto a que te hace tan malditamente feliz.


Con una sensación de vacío, la enfrenté.


- ¿Pablo?


- ¿Quién más? - Se rió mientras limpiaba la piel sonrosada debajo de sus ojos - Por fin te dejó y tuve mi oportunidad. Ni siquiera estaba Candela para entrometerse.


Pensé en corregir quién dejó a quién, pero decidí no hacerlo.


- Verte llorar no me hace feliz.


Tiró la toalla al suelo y se dio la vuelta, agarrando el borde del lavabo. Los intrincados rizos encima de su cabeza rebotaron contra sus mejillas manchadas de lágrimas.


- Todo lo que ha hecho es hablar sobre ti. Que simplemente se estaban tomando un tiempo, que volverían a estar juntos. ¡Estoy tan harta de eso!


Estaba atónita.


- No vamos a volver.


- Deberías tratar de decírselo - Mery alzó las manos. Las uñas pintadas para hacer juego con su vestido rojo sangre. Sentí vértigo - No es que importe. Me dijo que sus madres están planeando un viaje para ustedes a los Poconos para arreglar las cosas.


Me quedé boquiabierta. Oh Dios mío, iba a estrangular a esa mujer. Y yo que pensaba que había estado haciendo progresos esta noche. Agh.


- Pablo y yo no iremos a ningún viaje.


Mery comenzó a reírse, pero luego se apagó. Resopló.


- No irán.


- Es todo tuyo si lo quieres, pero en serio, ¿lo quieres?


Me miró como si hubiera sugerido que fuéramos a patear algunos perritos en la calle.


- Todos lo quieren.


- No, no todo el mundo - Una vez más, comencé a darme la vuelta, pero me detuve - Mereces algo mejor que un tipo que se pasa el tiempo hablando sobre otra persona.


Tomando otra toalla de papel, se secó el rostro.


- ¿Por qué estás siendo buena conmigo?


Buena pregunta.


- ¿Por qué no?


Resopló de nuevo, girándose hacia el espejo.


- Como sea.


Después salí del baño y casi choqué contra Paula y una manada de chicas. Oh, por el amor de Dios...


Paula colocó una mano en su cadera.


- ¿Hasta dónde has caído? ¿Saliendo con la ayuda?


- ¿Qué tan desesperada estás tú? - repliqué - ¿Saliendo con el ex novio de tu amiga muerta?


Sus ojos se ampliaron y luego se entrecerraron, pero caminé más allá de las chicas. Me siguieron de vuelta al salón, diciendo basura todo el camino. Me merecía una medalla por no darme la vuelta y golpear a una de ellas.


- ¿Vas a llorar? - canturreó Paula.


- ¿Qué? - Fruncí el ceño, pero seguí caminando. Casi en el salón...casi.


- ¿O vas a enloquecer y necesitarás ver a tu terapeuta?


Me giré.


- ¿Por qué no intentas comportarte como una verdadera amiga y vas a revisar el baño en lugar de seguirme como un patético perrito?


Paula inclinó su cabeza a un lado.


- ¿Qué se supone que significa eso?


- Tú amiga, ¿Mery? Podría necesitarte justo ahora. Está en el baño. No está teniendo un muy buen momento.


Su nariz se arrugó como si le hubiera pedido que averiguara cuál era la raíz cuadrada de tres.


- Probablemente estás alucinando cosas otra vez, ¿verdad? Mery se la está pasando genial. Estará entre las candidatas para reina del baile.


Me di por vencida a ese punto.


- Lo que sea.


- ¡Loca Lali! - dijo Paula, ganándose algunas risitas.


Rodé los ojos.


- Ingenioso, realmente ingenioso.


Inclinó la cabeza mí como una avestruz y luego dio media vuelta, balanceándose. Algunas chicas se quedaron y encontré sus miradas. Algo en mis ojos debió haberles recordado a la vieja Lali porque se dispersaron como cucarachas.


Negándome a que cualquiera de ellas arruinara mi noche de normalidad, entré en el salón y busqué a Peter. Al verlo con mi hermano y otros jugadores de Rugby, me dirigí hacia él.


De repente, un cuerpo alto y delgado apareció frente a mí, vestido de rojo. En un instante, los cuerpos bailando, la música y las luces cegadoras desaparecieron. El mundo se tornó gris.


Candela se encontraba frente a mí.


Su bonito vestido estaba rasgado y colgaba inerte de sus fantasmales brazos pálidos. Una sustancia oscura y aceitosa se filtraba por su rostro. Di un paso hacia adelante. El lado de su cabeza...su forma estaba mal, hundida.


Agrietada. Destrozada.


Bilis subió por mi garganta.


- Cande - susurré.


Y entonces me di cuenta que no estaba realmente en pie. De cierto modo, sus brazos y piernas ondeaban a un ritmo lento, como si algo sostuviera su cuerpo. Una parte de mi reconoció lo que veía; Cande flotaba en el lago, lo que explicaba el vacío de tipo muñeca en sus ojos.


Otra forma apareció entre nosotras, abriéndose camino por el aire...o sobre las rocas. La luz de la luna se reflejaba en el cuerpo esbelto. El viento sopló de nuevo largas brisas mientras ella gritaba:


- ¡Cande!


Mi corazón se tambaleó. Era yo, con la mirada fija en el cuerpo de Cande.


Desde la oscuridad, alguien apareció, acercándose a la versión gris de mí. Me giré, el horror y la incredulidad grabada en mi cara. Mi rostro se contrajo mientras me ponía de pie, dando un paso atrás.


La otra persona era más alta, más amplia. La frustración hirvió dentro de mí. ¡No podía ver su rostro.


Alargó su mano hacia mí, y podía saborear el pánico pulsando entre los dos. Mi pie resbaló sobre la roca; mis brazos se agitaban mientras trataba de mantener el equilibrio, para agarrarme de algo, a él. Un grito silencioso separó mis labios cuando mi cuerpo se dobló por la mitad.


Y entonces me caí hacia atrás; desaparecí, cayendo mientras el vacío oscuro se acercó y tiró de mí. Desaparecí.


Me sacudí de la visión cuando un cuerpo chocó contra el mío. Aturdida, me giré.


Un rostro sonrió maliciosamente.


- ¿Qué estás haciendo? Fuera del camino, fenómeno.


Apenas escuchando las palabras, trastabillé hacia las puertas. Tan horrible como sonaba, la excitación pulsaba dentro de mí. No habíamos sido sólo Cande y yo. Alguien más había estado allí con nosotras.


Y entonces, un diferente escenario se metió en mis pensamientos. La otra persona no podría haber empujado a Cande. Yo había sido la que se encontraba al borde del acantilado, gritando su nombre. Él no podría haber estado ahí, siendo testigo de todo. Pero eso no tenía sentido. Si ahí había estado una tercera persona y me había visto, ¿por qué no había ido a la policía?


Tendría que haberlo hecho, a menos que tuviera algo que ocultar. Tenía que hablar con Peter.


Sacando mi celular de la bolsa, le envié a Peter un rápido mensaje, diciendo que saldría para tomar algo de aire, en caso de que empezara a buscarme. Dejando atrás el salón, entré al pasillo poco iluminado que conducía al estacionamiento trasero. Mis tacones chasqueaban contra el suelo, un eco constante que me hacía compañía. Puse mi mano en el frío cristal de la puerta, deteniéndome cuando escalofríos se extendieron por mi piel. Los pequeños vellos en mi nuca se erizaron.


Miré por encima de mi hombro, escaneando el pasillo vacío. No había nadie ahí, pero no podía sacudirme la sensación de ser observada. Se arremolinaba dentro de mí, como tinta oscura derramada en el agua. Abriendo la puerta, salí al aire nocturno y me negué a mirar atrás.


Ignora los sentimientos, no son reales. Los recuerdos estaban, pero todo lo demás era simplemente yo enloqueciéndome...o tratando de comunicarme conmigo misma, lo cual era extraño y sonaba completamente loco.


Caminé a través del estacionamiento mientras cada nervio parecía encenderse al mismo tiempo. Mira hacia atrás. Él está aquí. Esperando y observando. Mi corazón comenzó a latir tan rápido como lo había hecho cuando Peter había estado tan cerca de besarme mientras bailábamos. Solo que no tan agradable.


Mi celular timbró ruidosamente dentro de mi pequeño bolso, haciendo que saltara y que casi comiera asfalto. Colocando la mano sobre mi corazón retumbante, dejé escapar una risa temblorosa. Muerta de miedo por un mensaje de texto. Dios. Deteniéndome al lado de un gran árbol, saqué mi celular. El nombre de Peter parpadeando en mi pantalla. 


Entonces lo oí, los pasos iguales y calculados, pesados y amenazantes, poniendo mi pulso a mil por hora. El hielo formó nudos apretados dentro de mi estómago. No es real. No es real. Uno. Dos. Tres. Los pasos se acercaban más. Mi nuca quemaba con conocimiento.


No podía respirar.


Con mis dedos temblando, los pasé a través de la pantalla de mi celular, abriendo el mensaje de Peter. Estaré ahí en un seg. Mis pulmones se contrajeron, trabajando de nuevo. Peter venía en camino. Estaba bien. Iba a estar...


Los mechones de cabello en mi nuca se agitaron. El calor se movió sobre mi piel.


Una mano rodeo mi brazo desnudo y mi corazón dio un vuelco. Comencé a gritar, pero otra mano se cerró sobre mi boca, sofocando el sonido.


- No grites - dijo él. 

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