No mirar hacia atrás: Capítulo 28
Capítulo 28:
Al segundo que reconocí la voz, la ira reemplazó al terror. Le di un codazo en el estómago a Pablo con toda mi fuerza. El dolor irradió por mi brazo, pero con un gruñido de sorpresa, me soltó.
Me giré, lista para usar mi bolso como un arma mortal.
- ¿Qué te pasa?
Se agarró el estómago, los ojos muy abiertos.
- Jesús, Lali, eso no era necesario.
Quería golpearlo nuevamente.
- ¿No? ¡Me atacaste y me tapaste la boca con la mano! Jesús, pensé que ibas a...
Se enderezó y se encontró con mi mirada.
- ¿Hacer qué? Tenías que haberme oído caminar detrás de ti. No estaba siendo exactamente sigiloso al respecto.
- Pero... - Pero pensé que no había sido real, sólo otra alucinación auditiva. Ahora quería golpear al Dr. O'Connell. ¿Qué si Pablo era una especia de psicópata? ¿Y simplemente me quedé allí, diciéndome que no era real? Negué con la cabeza - No importa. ¿Qué quieres?
Parecía herido.
- Simplemente quería hablar contigo. Lo prometiste, por cierto.
Metí el teléfono en el bolso.
- No prometí nada, y tú estás aquí con Mery...
- No me importa Mery - Una vena palpitaba en su sien, y di un paso hacia atrás, cansada - Sólo vine con ella porque me has estado evitando, no me has dado oportunidad de hablar contigo - ¿Semanas después y todavía quería arreglar las cosas? Triste...e incluso algo inquietante. Busqué sobre su hombro a Peter, sin embargo el aparcamiento parecía vacío.
- ¿De verdad viniste aquí con Peter? - preguntó Pablo - ¿Cómo en una cita?
Mis ojos se dispararon de nuevo a él. Tras una inspección más cercana, vi que tenía las mejillas rojizas. ¿Temperatura o alcohol?
- Sí. Me lo pidió y le dije que sí.
Pablo negó con la cabeza mientras se pasaba la lengua por la parte frontal de los dientes.
- ¿Así que ahora estás saliendo con Peter?
Nuestra relación recién etiquetada parecía demasiado frágil para explotar el mundo entero, pero antes de que pudiera decir nada, la inmediata falta de respuesta alcanzó un punto sensible en él. Maldijo.
- ¿Peter de todas las personas? Su padre trabaja para tu papá, Lali. Es un oportunista.
- ¡No es un oportunista! - Di un paso adelante, con las manos temblando - Y no me importa. El dinero no compra gustos, personalidad, o decencia común.
Sus ojos se estrecharon.
- ¿Estás diciendo que Peter es mejor que yo?
No quería rebajarlo a ese nivel, pero la ira me hizo hablar.
- Sí, es mejor que tú. ¿Sabes qué? No habría perdido casi cuatro años contigo si hubiera sabido que te convertirías en un perdedor total y absoluto.
Dio otro paso, elevándose por encima de mí. Su furia salió de él en oleadas turbias y oscuras.
- Yo también me habría rebajado por ti. ¡Mientras todo el mundo está llamándote Lali la Loca, te he apoyado, protegido! Mantuve la boca cerrada.
- ¿Mantuviste la boca cerrada sobre qué?
- ¿Qué? ¿No puedes entenderlo? Lo sé, Lali - se burló - Puedes olvidar la lealtad. Ya lo arruinaste. Y no eres nada sin mí.
Retrocedí, herida por el veneno mezclado en sus palabras. ¿Y qué se supone que sabía él? Antes de que pudiera exigir respuestas, otra voz, fría y dura, se metió.
- Mira, ahí es donde te equivocas - dijo Peter de espaldas a él, sorprendiéndonos a ambos - La verdad es que está mil veces mejor sin ti.
Pablo se giró.
- ¿Por qué? Porque está follando... - El puño de Peter se estrelló contra la mandíbula de Pablo. Hubo un sonido carnoso, y a continuación la cabeza de Pablo cayó hacia atrás. Se dobló como una baraja de cartas, golpeando el suelo y rodando sobre su costado, apretando la mandíbula.
- Sabes, me sentí algo celoso cuando me enteré que Nico te puso ese ojo negro - dijo Peter, sacudiendo la mano derecha - Pero luego me pedí a mi mismo ser paciente. Nos darías otra razón para golpearte.
- ¡Qué cosa tan extraña para ser paciente! - murmuré. No me hizo caso.
- Escúchame claramente, Pablo. No hables con ella. Ni siquiera la mires de nuevo. Si lo haces, puedes estar seguro que una mandíbula rota no es nada parecido a lo que te haré. ¿Entendiste? - Pablo gruñó algo en respuesta, algo que sonó sospechosamente como una palabra de seis letras.
Llegando a mi lado, Peter se inclinó, sus labios rozando mi mejilla mientras hablaba.
- Creo que deberíamos salir de aquí antes de que lo golpee de nuevo.
Eché un vistazo sobre su hombro, Pablo se levantaba del suelo, apoyado en un coche. Mi mano encontró la de Peter y la apretó.
- Creo que tienes razón.
A una parte de mí no le sorprendió que la noche terminara con puños siendo lanzados. De camino a casa, le dije a Peter acerca del recuerdo que tuve pero me guardé las críticas palabras de Pablo para mí, porque no sabía lo que significaban. Igualmente que yo, parecía emocionado por este acontecimiento. Al principio.
- Esto es algo bueno. Seguramente estás comenzando a recordar todo... - Se calló, centrándose en la carretera.
Lo estudié en la oscuridad de la cabina del camión.
- ¿Qué pasa?
Negó con la cabeza, y varios minutos pasaron.
- Que recuerdes lo que pasó es peligroso. No me gusta pensar que quienquiera que fue el responsable sea alguien cercano a ti, pero si esa persona sabía que empezaste a reconstruir esa noche...
Tragué saliva, apartando la mirada. Mis recuerdos eran peligrosos, pero también eran la clave de la verdad. Negué con la cabeza como si pudiera sacudirme el miedo comenzando a aferrarse a mi piel.
- Y eso no es todo - admitió posterior a unos minutos.
- ¿No?
Peter me dio una leve sonrisa.
- Me odio por pensar esto, porque sé lo importante que es conseguir que vuelvan tus recuerdos, pero si consigues que vuelvan...
- ¿Seré como ahora o como la vieja Lali? - Terminé por él, inquieta - No sé, Peter. Me gusta pensar que, si cualquier cosa, he recibido una segunda oportunidad para mejorar la personalidad, eso no desaparecerá.
Se rió entre dientes.
- Es bueno saberlo.
Me mordí el labio.
- ¿Todavía te gustaré si me acuerdo de todo?
Sus cejas se fruncieron mientras me miraba.
- La, me gustabas antes de perder tus recuerdo. Es sólo que no lo viste.
- Lo veo ahora - le susurré - y lo veré sin importar lo que recuerde.
Destelló una sonrisa que me calentó hasta el núcleo mientras entraba en el camino que llevaba a nuestras casas. Tomé una respiración profunda.
- No quiero ir a casa.
La sonrisa se congeló en sus labios, e incluso en la oscuridad, pude ver el azul de sus ojos profundizarse, convirtiéndose en el calor de un cielo de verano.
- Es el fin de semana libre de papá. Está visitando a su hermano en Pittsburgh.
¿Casa vacía? Tragué saliva de nuevo, pero por una razón diferente.
- ¿Quieres...quieres pasar el rato un poco más de tiempo?
- ¿Realmente necesitas que responda a eso? - Le di una risa nerviosa mientras mis dedos empezaban a trabajar en las cuentas cosidas de mi bolso. Aparcó el camión en su camino de entrada - Quédate tranquila.
- Bueno - le dije, curiosa.
Destelló una rápida sonrisa, se bajó de la camioneta y dio la vuelta a mi lado, abriendo la puerta. Entonces me tendió la mano con una reverencia. Justo así, la mayor parte de mi nerviosismo se desvaneció al poner mi mano en la suya.
- No logro recordar la última vez que estuviste en mi casa - dijo mientras abría la puerta principal - Por lo menos seis años más o menos.
- Pasaba mucho tiempo aquí, ¿verdad?
- Prácticamente todos los días - dijo en voz baja.
Los recuerdos de nuestra infancia juntos fueron bloqueados para mí, pero saber que compartimos ese momento calmó el resto de mi ansiedad.
La casa de Peter se encontraba oscura y silenciosa. Con la mano envuelta alrededor de la mía, me guió a través de la sala de estar. Choqué con la parte trasera de un sofá y luego un pequeño escritorio, enviando varias hojas de papel revoloteando al suelo.
Me llevó a su habitación, y mi ritmo cardíaco se aceleró. Dejando ir mi mano, encendió una pequeña lámpara junto a la cama. No había mucha luz, pero conseguía ver un pequeño escritorio en la esquina, una cómoda con un montón de ropa doblada encima. Para ser la habitación de un chico, parecía muy limpia. Puse mi bolso en su escritorio.
Peter se quitó el saco del esmoquin, zapatos y calcetines, poniendo todo en la parte trasera de la silla. Insegura de qué hacer, me quité los zapatos y suspiré con alivio. Mis pobres pies me mataban.
Apagando la lámpara, se movió otra vez hacia mí y se detuvo en seco.
- No conseguimos suficientes bailes.
- No, no lo hicimos.
Deslizó un brazo alrededor de mi cintura, levantándome así mis pies se encontraban encima de los suyos desnudos. Me reí cuando comenzó a balancearse, moviéndonos a ambos en un ritmo silencioso.
- ¿Estás compensada por eso?
- Sí - Le sonreí, apoyando la cabeza en su hombro - Me gusta esto, es mejor.
- ¿Por qué? ¿Porque Nico no está aquí para ser un idiota?
Me eché a reír.
- Esa es una de las razones.
Su mano apretó la mía.
- ¿Te he dicho lo hermosa que te veías esta noche?
Mi sonrisa creció hasta alcanzar proporciones épicas.
- Lo hiciste, pero me lo puedes decir de nuevo, si quieres.
La risa de Peter retumbó a través de mí, y la otra mano se presionó sobre la parte baja de mi espalda, acercándonos. Nuestros pechos se encontraron, como también nuestras caderas y cualquier otro lugar. Un rubor comenzó a extenderse por mi garganta.
- Te ves hermosa - susurró en oído, su mano subiendo por mi columna vertebral hasta apoyarse en mi nuca.
Levanté la cabeza, tirándola hacia atrás para poder ver su rostro. Con sólo la luz de la luna entrando por la ventana sobre su cama, casi no parecía real para mí. Lentamente, levanté la mano y la situé en su mejilla.
- Gracias - le susurré.
No sonrió, pero sus ojos tomaron una caída y relajada cualidad que apretó mi estómago. El anhelo en su mirada coincidía con lo que sentía por dentro, aumentando el deseo hasta que apenas podía soportar la intensidad.
- ¿Finalmente vas a besarme? - le pregunté, mareada con anticipación, y mil cosas más.
Un lado de su boca se levantó.
- Probablemente.
Me incliné, respirando el mismo aire que él.
- No estoy segura de que me guste lo que escucho.
- A mí tampoco - bromeó, su pecho elevándose inestable contra el mío. Dejando ir mi mano, acunó mi mejilla, pasando su pulgar a lo largo de mi mandíbula. Mi mano revoloteó hasta su pecho, y su corazón latía tan rápido como el mío.
Y cuando su cabeza bajó, la expresión de pasión en sus ojos me robó el aliento. Su boca se movió sobre mi frente, dejando un camino a lo largo de mi mejilla. Me estremecí contra él, mis ojos acercándose lentamente. Y finalmente, sus labios rozaron los míos, interrogantes, una vez y luego dos veces. Mis labios se abrieron en respuesta, y el beso suave y aterciopelado se profundizó. Su lengua se movía contra la mía, como si quisiera captar mi esencia con un simple beso.
Hizo un sonido profundo con la garganta, y mis dedos se clavaron en su impecable camisa. Todo se desvaneció, y no éramos sólo él y yo, sino la forma en que me besaba, la forma en que me sostenía contra él, como si fuera algo precioso y de gran valor para él.
Y entonces nos movimos. Sus piernas golpearon el borde de su cama, y se doblaron, acercándome. Mis rodillas se hallaban a cada lado de sus caderas, hundiéndose en el colchón. Nuestros besos no se detuvieron. Ni una sola vez, ni siquiera cuando sus dedos se movieron a las correas en mi vestido, deslizándose bajo ellas.
Hizo una pausa, y cuando habló, su voz sonaba ronca.
- ¿Estás bien con esto?
- Sí - Asentí también, por si acaso la palabra no era suficiente.
Los labios de Peter se presionaron contra los míos, una vez más, y con dedos temblorosos, desabroché los botones de su camisa, empujándola a los lados sobre sus hombros. Su piel se sentía caliente bajo mis dedos, tensa y lisa. Mis manos se deslizaron sobre su pecho, por debajo de los músculos de su estómago fibroso. Años de Rugby lo habían formado bien.
Todo esto se sentía como la primera vez para mí, y adquiría un profundo sentimiento de gratitud por eso, porque no hubiera querido compartir este momento con nadie más. Sus labios dejaron los míos, viajando sobre mí barbilla, mi garganta.
- Lali - dijo mi nombre repetidamente somo si fuera una oración o una maldición. No sabía de qué se trataba, pero cada vez que hablaba, mi corazón daba un vuelco de una manera vertiginosa.
Un estremecimiento sacudió su cuerpo al darme un beso en la frente. En ese minuto, supe que había estado esperando, deseando esto por mucho más tiempo de lo que jamás hubiera imaginado. Una oleada de vértigo siguió, y me sentía pesada y ligera en sus brazos, segura y querida. Me entraron ganas de reír, de ir despacio, acelerar, y nunca, nunca parar. La cabeza me dio vueltas cuando sus dedos se deslizaron por mis brazos, trayéndose las correas con ellos. Sus dedos encontraron la pequeña cremallera en la parte posterior de mi vestido, lentamente bajándolo por mis caderas.
Peter me recostó sobre mi espalda, lloviendo besos sobre mi mejilla, labios, garganta y hombros. Su mano vagó por mi estómago y más abajo, prolongándolo hasta que pensé que me saldría de la piel. Curvó una mano alrededor de mi muslo, enganchando mi pierna alrededor de su cintura, y nos movimos uno contra el otro hasta que estábamos sin aliento, cubiertos uno en el otro, ahogándonos juntos.
Perfectos, éramos perfectos juntos. No había un momento de vacilación o duda. Ninguna voz persistente en mi cabeza, y Peter me había dado muchas oportunidades para detenerme, incluso antes de que se detuviera para agarrar la protección.
- ¿Estás segura? - susurró contra mis labios.
- Sí - Las siguientes palabras brotaron de mí apresuradas, sin aliento - Te amo.
Peter se quedó inmóvil. No me sentía segura de que respirara en esos segundos siguientes, y tal vez mañana me patearía en la cara por decir esas dos palabras, pero justo ahora, no quería retractarme, incluso si eran demasiado, demasiado pronto.
Cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro.
- Dilo nuevamente.
- Te amo - Mi voz se elevó, más fuerte - Te amo.
Otro segundo pasó y en aquel momento rozó sus labios sobre los míos.
- No pensé que alguna vez te escucharía decir esas palabras.
Presioné la palma sobre su mejilla.
- Las acabo de decir.
Abrió los ojos, y se bloquearon en los míos.
- Te he amado desde que te conocí, La. Justo como te amo ahora mismo.
La infinita ternura en sus ojos brillantes trajo lágrimas a los míos. Las retuve, temiendo que no entendería que no eran lágrimas de tristeza. Su cuerpo se estremeció, y no estaba segura de si era de alivio o anticipación, y entonces ya no pensaba...o posiblemente pensaba demasiado que no podía precisar un pensamiento o una sensación. A una parte de mí le preocupaba que los medicamentos que se habían acumulado en mi sistema de alguna manera lo opacaran todo, pero no lo hicieron. Era mucho, y todo era nuevo para mí, fresco y emocionante.
Cuando las cosas se ralentizaron, mi corazón seguía corriendo, mi aliento entrando y saliendo en un aturdimiento agradable. Músculos débiles, pensamientos como grandes tazones de jalea, le sonreí.
Me dio una sonrisa de medio lado. Su pelo oscuro se sentía húmedo en la frente, curvándose ligeramente.
- ¿Estás bien?
- Perfecta - suspiré.
Peter me besó y luego rodó sobre su espalda, moviendo un brazo alrededor de mí y tirándome contra su costado para que mi cabeza se apoyara en su pecho. Cada respiración era irregular contra mi mejilla sonrojada.
- ¿Qué debo hacer para convencerte de que te quedes?
Me reí.
- No estoy segura que mis padres apreciarían que llegue mañana, no obstante me puedo quedar... - Hice una pausa, por primera vez, sintiendo la incertidumbre sobre mí - Quiero decir, si realmente deseas que me quede un poco más de tiempo.
Volvió la cabeza hacia mí.
- La, no quiero que te vayas. Nunca. Y sé que no quieres irte.
El bulto estúpido pero maravilloso se hallaba de regreso en mi pecho, y podría haber flotado justo en esa cama.
- Está bien.
Su garganta se movió mientras me miraba.
- No hablaba mierda antes, La. Te amo, te amaba. Espero que tu...
- Lo dije en serio - le dije, enredando mis dedos en los suyos - Y creo que...Creo que me sentía así antes, pero jamás lo admití.
Los labios de Peter se levantaron en las esquinas. Nos quedamos en los brazos del otro, hablando de nada importante, riendo calladamente, deteniéndonos para besarnos y acariciarnos, perdiéndonos por algo más de tiempo y dejando transcurrir el tiempo. Debo haberme quedado dormida, porque sabía que soñaba. Tenía esa cualidad difusa en él, casi real, pero no del todo.
Esperaba afuera de la biblioteca en la escuela, con la cabeza inclinada hacia atrás. Satisfacción destilando de mí, disminuyendo los celos que hervían en mi vientre cada vez que lo veía incluso mirando a Candela luego de esa fiesta.
Lo tenía y lo iba a arruinar. Sonaron pasos, y abrí los ojos, ya sonriendo con anticipación. Peter salió, diciéndole algo a Dianna.
Me separé corriendo de la pared, deteniéndome directamente frente a él.
- Tenemos que hablar.
Sus brillantes ojos azules agudizados con cautela. Miró a Dianna.
- Te veré luego.
La chica asintió y rápidamente salió corriendo. Sonreí, inclinando la cabeza hacia un lado.
- ¿Cómo estás, Peter?
- ¿Qué quieres, La? - Comenzó a caminar - Tengo cosas que hacer, y aunque estoy seguro de que esto será interesante, no tengo tiempo.
Mis ojos se estrecharon en él. Los celos estaban allí, pero también la ira. ¿Cómo podía ser siempre tan despectivo hacia mí? Todos los chicos en esta maldita escuela me deseaban. Todo el mundo excepto él.
- Sé algo - le dije.
Se detuvo justo antes de las puertas y rodó los ojos.
- ¿Y...?
- Sé que le estás pagando a Dianna.
- Sí, por sexo. Me atrapaste.
Apreté los labios, molesta de que no se sentía en absoluto intimidado por mí. Probablemente tuvo que ver con el hecho de que había pasado la mayor parte de mi vida corriendo sin camisa con él y mi hermano.
- Dudo que necesites pagarle a nadie por sexo. Si bien me sorprendió que en realidad lo hicieras con Cande sin que te pagara.
Sus ojos se posaron en mí, inmutables e incontenibles. Amaba y odiabas sus ojos.
- ¿Es de lo que querías hablar? ¿Del hecho de que conecté con Candela hace meses?
- No - Mis manos se curvaron en puños. Los celos era una perra, pero también lo era yo. Y sabía que lo que estaba a punto de hacer era muy malo, pero no me importó. Sólo no me importó - Pero tiene que ver con el hecho de que le estás pagando a la hija de tu profesor de historia. Hmm... - Golpeteé mi barbilla - Me pregunto para qué. Espera. ¿No compartes esa clase con Cande?
Peter se cruzó de brazos.
- Sí.
- Y ella dijo que estás fallando esa clase. Por lo que me pregunto porque podrías posiblemente estar pagándole a Dianna.
- Vaya, no sé, pero estoy seguro de que me dirás.
La ira enrojeció mi piel, afilando mi lengua.
- Se que le estás pagando a Dianna para tener sus pequeñas manos en las pruebas de su papá y te está ayudando a hacer trampa.
Se me quedó mirando un largo segundo, luego se rió.
- De acuerdo. Me atrapaste. ¿Qué vas a hacer, Nancy Drew?
Mis manos picaban por darle una bofetada.
- Cande sabe, y tú sabes lo terrible que es para guardar un secreto.
Su mandíbula se movió.
- Estoy segura de que un pajarito lo pondrá en los oídos de la directora muy pronto, y entonces sabes lo que sucederá - Entonces sonreí, amando la manera en que su atención se centraba completamente en mí, mala atención, pero la tenía, lo tenía - Ellos toman el engaño seriamente por estos lares. Por lo que, ¿oigo de Penn State?
Los labios de Peter se apretaron.
- Jesús, La...
Abrí la puerta, saliendo al aire fresco de marzo.
- Puedes decir a esa beca adiós. Qué pena.
- Eres tan...
- ¿Qué? ¿Una perra? - Miré sobre mi hombro, encontrándome con sus ojos - Ouch.
- No. No eres una perra - Me siguió afuera, con los ojos protegidos - Es patético, realmente, cuando pienso en lo que solías ser.
No era lo que había estado buscando, y debajo de la ira, el dolor esperaba.
- No soy patética.
Sus labios se torcieron en una sonrisa burlona.
- Sí, lo eres. Haz lo que quieras, La. Y te arrepentirás.
Sacudiéndome, halé las mantas a mi pecho. Presión se cerró sobre mi garganta, en el pecho. Las oscuras paredes cubiertas de pósteres de la habitación de Peter cambiaron vacilantes.
No fue un sueño. Oh dios, no, fue un recuerdo. Lo sabía en mis huesos, en cada célula. Peter había estado pagándole a Dianna para hacer sus ensayos, para arreglar sus exámenes para la clase que fallaba. Y de alguna manera yo lo había averiguado, le había dicho a Cande y lo había amenazado con delatarlo, arruinar su beca de Rugby y su vida.
Haz lo que quieras...y te arrepentirás.
La náusea se elevó en mi garganta. ¿Había...pudo haber sido la tercera persona en el acantilado? Todo mi cuerpo se puso frío. No podía ser.
Oh, Dios mío...
De todos, él tenía una razón para hacernos callar. De pronto, recordé la sensación de desconfianza en su mirada cuando me vio el primer día de regreso a casa, la forma en que en realidad no tuvo nada bueno que decir de Cande, cómo conocía el acantilado tan bien como yo, y cuán firme era en que no había sido la única en herir a Cande. Las notas que me dejé a mí misma...No le dejes saber que recuerdas nada. ¿Había sido mi subconsciente intentando avisarme? ¿Para advertirme que no permita que Peter sepa?
aw no! Se arruino el momento sabía que algo así iba a pasar! Más más más
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