domingo, 14 de junio de 2015

Absurdo Plan: Epílogo

Epílogo:

Llamaron a su hijo Juan Manuel Lanzani. Manuel porque a Peter se le había metido entre ceja y ceja llamar al niño así y no hubo forma de convencerlo de lo contrario. Y Juan por su padre, a quien Peter ya no podía odiar porque él era la razón de su primer encuentro con Lali.

            —Eres un duque glotoncete, ¿no que sí?

            Lali miraba a su hijo mientras el pequeño Juanma se terminaba una de las tomas de la tarde. El pediatra no había exagerado al decir que los niños que tomaban el pecho podían llegar a comer cada dos horas. A ella no le importaba. Bueno, para ser sinceros, dar el pecho de madrugada empezaba a afectarle, pero aun así se levantaba todas las noches y le daba de comer a su hijo con una sonrisa en la cara. Peter, por su parte, la ayudaba en lo que podía y siempre estaba preparado para el cambio de pañales. Al principio había intentado quedarse despierto durante las tomas, pero casi siempre se quedaba dormido y era ella quien se ocupaba de las necesidades de su hijo.

            Lali oyó pasos en el dormitorio principal en dirección al cuarto del bebé. Peter apareció en la puerta con una sonrisa bobalicona en los labios.

            —Sabía que los encontraría aquí.
            Juanma oyó la voz de su padre y sonrió, todavía con el pezón de Lali en la boca.

            —¿Oíste a papá?
            Peter entró en la habitación y se arrodilló junto a la mecedora. Juanma abrió sus preciosos ojos verdes y dejó de alimentarse.

            —Justo a tiempo —dijo, mientras agarraba la toallita, que utilizaban para hacerlo eructar, del hombro de Lali y cargaba a su hijo.
            Lali se cubrió el pecho antes de darse cuenta de que su esposo había cambiado su atuendo informal de sábado por la tarde por un terno y una corbata.
            —¿Tienes que ir a la oficina? —Era su aniversario y pensaban quedarse en casa y cenar tranquilamente.

            —¿Qué esposo iría a trabajar en su primer aniversario de casados?
            Juanma eructó.

            —Exacto —dijo Peter.

            —Entonces, ¿por qué te cambiaste de ropa?

            —Es una sorpresa.
            Lali se levantó y puso los ojos en blanco.

            —¿Qué clase de sorpresa?

            —Ya verás.
            La agarró de la mano y se dirigieron escaleras abajo hasta la sala principal.

            Lali olió las flores antes de entrar en la habitación. Y luego los vio. La madre de Peter y Eugenia, Vanessa y la enfermera que habían contratado para cuidar de ella en casa, Agustín, Candela y el personal de la casa a pleno.

            —¿Qué está pasando aquí?

            —¡Sorpresa! —exclamó Vanessa desde su silla de ruedas.

            —Pensaba que las fiestas sorpresa solo eran para los cumpleaños, no para los aniversarios de boda.
            Claudia se acercó a su hijo.

            —¿Dónde está el nieto más bonito del mundo? —Tomó a Juanma de los brazos de Peter y le dio dos besos a Lali a modo de saludo.
            Peter rodeó a su esposa con un brazo.

            —Están aquí para celebrar algo más que un aniversario.

            —¿Ah, sí?

            —Sí. Están aquí para una boda.
            Lali no entendía nada. Miró a su alrededor y vio que nadie tenía pareja. Agustín, Eugenia y Candela eran los únicos solteros de la sala y estaban cada uno en un extremo.

            —¿Quién se casa?

            —Nosotros.

            —Mmm… ya sé que mis neuronas no funcionan igual desde el embarazo, pero la última vez que chequeé ya estábamos casados.
            Peter se inclinó hacia ella y ahuyentó la confusión con un beso. Cuando sus labios se separaron, le explicó qué estaba pasando allí.

            —El año pasado nuestra familia y amigos no pudieron estar presentes cuando nos fugamos. Ambos sabemos por qué... pero no quiero que nadie vuelva a poner en duda nuestro amor. A partir del día de hoy, en el que celebramos nuestro primer aniversario, cada año renovaremos los votos de forma diferente.
            Lali no salía de su asombro.

            —¿Cada año?

            —¿No te parece romántico? —preguntó Eugenia.

            —Y cuando nos quedemos sin ideas, nos las ingeniaremos para buscar nuevas.
            Mientras miraba embelesada a su esposo, el hombre más increíble y cariñoso que jamás había conocido, Lali sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.

            —Estás loco. Lo sabes, ¿no?

            —Yo le dije lo mismo pero con otras palabras —intervino Agustín.

            —Mejor no las repitas, que hay un bebé en la sala. —Candela agitó un dedo hacia Agustín en forma de advertencia y él le guiñó un ojo.

            —¿Una boda en cada aniversario?
            Peter asintió una única vez.

            —Tan sencilla o tan elaborada como tú quieras. Podemos turnarnos cada año para organizarlo todo o buscar a alguien que se encargue de prepararla.
            Eugenia aplaudió entusiasmada.

            —¡Pido el año que viene! Se me ocurrió la temática perfecta.

            —¿Una boda temática?

            —Yo elijo Hawai para el quinto aniversario —propuso Candela.
            Dios mío, no tenían ni idea de dónde se estaban metiendo. Más o menos igual que ella cuando le dijo «Sí, quiero» a Peter por primera vez.

            —Qué demonios, cuenten conmigo.

            —Esa es mi chica —dijo Peter, y la envolvió en un abrazo cálido y reconfortante.

            —Le diré al cura que ya casi estamos listos —dijo Candela marchándose.

            —Yo iré a ver cómo va el catering —dijo Inés, dirigiéndose hacia la cocina.

            —¿Cuándo planeaste todo esto? —preguntó Lali mientras los demás abandonaban la sala de estar.

            —Juanma y tú duermen mucho.
            Lali no pudo contener la risa y un segundo después intentó disimular un bostezo con la mano.

            —El pediatra dice que a partir de los tres meses Juanma debería dormir toda la noche de corrido.
            Peter la besó en la frente.

            —Tú intenta no quedarte dormida antes del «Sí, quiero».
            Lali se paró en puntitas de pie y acarició la mejilla de su esposo.

            —¡Sí, quiero! Una y mil veces, ¡sí, quiero! —Y selló sus votos con un beso capaz de hacer volar mil mariposas. 



                                             Fin.

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