No mirar hacia atrás: Capítulo 22
Capítulo 22:
Mamá me esperaba cuando llegué a casa después de la escuela, con una copa de vino en la mano. Por el gesto de descontento en sus labios, sabía que esto no iba a ser bueno. Yendo a la pequeña sala de estar, dejé caer mi bolso en el sofá y me eché en él.
Ella me siguió.
- La madre de Pablo me ha llamado esta tarde - Tomando una revista, fingí no tener ni idea de lo que me hablaba.
- ¿Tuvieron una charla agradable?
- No realmente - dijo, sentada en el sillón de cuero - Me dijo que Nico lo golpeó. Y qué rompiste con él. Le aseguré que todo esto tenía que ser un malentendido.
Hice una mueca.
- ¿Es que ni siquiera tienes curiosidad de por qué Nico lo golpeó? - La vi sorber de su copa y sentí una oleada de ira - No se quería ir. Y eso pasó después de que tratara de romper con él y enterarme de esas fotos, mamá.
Le temblaba la mano mientras dejaba el vaso sobre la mesita a su lado.
- Mariana...
Girando hacia ella, quise que comprendiera a dónde quería llegar. Tal vez quería que me viera por lo que era ahora.
- Mamá, no sabía que tomó esas fotos. Y no estaba de acuerdo con ello.
Parpadeó, alisando sus pantalones de lino con una mano.
- Es bueno saberlo. No me gustaría creer que te sentías bien con algo tan...asqueroso.
Asqueroso no era la única palabra que lo describía. Sucio. Violación.
- Entonces tienes que entender por qué no puedo estar con él.
- Cariño, lo que hizo estuvo mal, pero cometió un error - Colocó su copa de vino en el mantel - Todo el mundo lo hace.
Sorprendida, la miré fijamente.
Pasando sus dedos a lo largo de los brazaletes de oro que circundaban sus muñecas, se enderezó en el asiento.
- Tu padre ha cometido errores. Y no habríamos estado casados por tanto tiempo si no hubiésemos aprendido a perdonar.
Poco a poco, salí de mi estupor.
- Pablo tomó fotos de mí dándole una mama...
- Ya lo sé, Mariana - Su nariz se arrugó - Pero este incidente sucedió hace mucho tiempo. Y estoy segura de que se siente mal por ello. Debe sentirse mal por ello.
- La verdad es que no me importa si se siente terrible - admití, y me pregunté si debía sentirme mal por eso - No puedo creer que alguna vez estuviera lo suficientemente bien con ello como para seguir con él después de todo.
Mi madre suspiró.
- No estoy de acuerdo con lo que hizo, Mariana, pero es joven y es hombre. Dios sabe que no será la última decisión estúpida que tomará en su vida.
- ¡Será la última decisión estúpida que me involucre!
Hizo caso omiso de eso.
- Tienes toda la razón en estar molesta. No te culpo por eso, pero creo que deberías hablar con él. Su madre y yo estábamos diciendo que después...bueno, después de todo, podrían necesitar algo de tiempo para reencontrarse sin todas estas influencias externas que te confundan.
Había una buena probabilidad de que cuando salí de la escuela hoy, hubiese entrado directamente en la tierra de la locura. Una parte de mí quería reír ante lo absurda que lucía mamá defendiendo a Pablo por hacer algo tan vil, pero la otra parte de mí, la parte más grande, estaba atrapada en algún lugar entre ser regañada y molestada.
- ¿Influencias internas que me confundan?
Asintió.
- Bueno, con Candela y tus recuerdos, es comprensible que te tome un tiempo antes de que...
- ¿Por qué quieres tanto que esté con Pablo? - la interrumpí - No lo entiendo. ¿Esto es normal? ¿Las mamá suelen estar tan involucradas?
Algo destelló en sus ojos, pero desapareció demasiado rápido como para que pudiera saber lo que era.
- Es importante para tu padre y para mí que estés involucrada con alguien que pueda cuidarte y que sea de tu misma...talla.
Era más que eso. Lo sabía, pero como todo lo demás, estaba demasiado fuera de mi alcance. Sin saber si siquiera importaba, se lo dije.
- Mamá, no volveré con Pablo. Estoy demasiado molesta con él.
Cogiendo su copa, me miró por encima del borde.
- No has estado pasando tiempo con tus amigos.
- Mis amigos son unos idiotas.
- Mariana - exclamó, mirándome como si estuviera blandiendo una navaja.
Luché con una sonrisa.
- Es cierto. Y también puedes olvidarte de que haga las paces con ellos.
- Creo que estás exagerando - Terminó su copa y sonrió. Pero su sonrisa no eliminó la fría belleza de su rostro - Siempre tuviste una tendencia para hacer esto.
- Me llaman la Loca Lali e insinúan que tuve algo que ver con lo que le pasó a Cande - Mamá se estremeció. Tal vez debería haber suavizado el golpe de mi caída social. Ahora era demasiado tarde - Así que, sí, no estoy exagerando.
Abrió la boca, pero pareció pensárselo dos veces antes de hablar. La estudié en este raro momento, cuando en realidad parecía estar pensando en algo en vez de beber y estar decepcionada conmigo.
Me puse rígida.
Tan pronto como el último pensamiento se formó, sentí esa oleada de familiaridad y angustia. De inmediato supe que estuve en esta posición, antes, con ella. Sin querer que se sintiera decepcionada, y sin tener idea de cómo evitarlo o incluso si podía hacerlo.
Estúpidas lágrimas ardían en la parte trasera de mis ojos, obligándome a bajar la mirada. Su mano libre se cerró en un puño. Sus nudillos se pusieron blancos. Mi garganta se apretó.
- Sé que estás decepcionada.
- No, cariño, no lo estoy - Se levantó y se sentó a mi lado, pero todavía no levantaba la vista, porque no estaba segura de si mentía.
Y como una pieza de un rompecabezas haciendo clic, de repente sabía que su decepción no estaba dirigida sólo a mí, sino que también a sí misma. Era algo que debí saber antes de esa noche en el acantilado.
- Cariño, sólo quiero lo mejor para ti. Eso es todo - Hizo una pausa, quitando un mechón de pelo de mi cara - Y te diriges por un camino del que no estoy segura que será el mejor para ti. Romper con Pablo, alejar a tus amigos...
Negué.
- Esas fueron las decisiones correctas, mamá.
Ella vaciló.
- Y has estado saliendo bastante con Peter, ¿no es así?
Levanté la cabeza de golpe, y quitó rápidamente la mano.
- ¿Y?
- Su padre está limpiando la oficina de tu padre por dinero extra, Mariana. No es exactamente material para cita.
- Bueno, no estoy saliendo con su padre, ¿verdad? - le espeté. Todo este argumento era ridículo - Ni siquiera estoy saliendo con Peter.
- Pero te gusta.
- Sí. Sí que me gusta, mamá. No entiendo por qué tienes tal problema con eso. ¡Te casaste con papá! - Abrió mucho los ojos. La tenía - Él no tenía dinero.
- Tu padre estaba en Yale cuando lo conocí. Eso fue diferente.
- ¿Cómo así? - exigí - No tenía dinero, y Peter va a Penn State.
No respondió de inmediato, y cuando lo hizo, no fue lo que yo esperaba.
- Tu padre...él puso mi mundo patas arriba, Mariana - Una mirada lejana llenó sus ojos, y la máscara que llevaba se desvaneció. Casi me podía imaginar lo que debió haber sido cuando conoció a mi padre - Nos conocimos en un accidente, en una fiesta, y no era como cualquier chico al que estuviera acostumbrada. Y debido a la universidad a la que iba, asumí...bueno, supuse que era como yo. Mi padre no estaba feliz cuando se supo la verdad, y tal vez debería haber...
¿Tal vez debería haber escuchado a su padre? Mamá no lo dijo, pero sabía que era lo que pensaba, y no estaba segura de cómo responder a eso.
Tomando un pequeño respiro, negó.
- Te mereces a alguien que te pueda dar el mundo, alguien que pueda valerse por sí mismo. ¿Me entiendes?
Creo que sí.
- Pero el dinero no te da el mundo, mamá. No todo.
Abrió la boca, pero se abrió una puerta en algún lugar de la casa. Los pasos de mi padre sonaban pesados y rápidos. Mamá se volvió hacia la puerta, y el momento en que entró, sus cejas oscuras se arrugaron y su mandíbula se apretó, sabía que esto era malo.
- ¿Qué sucede, Carlos? - preguntó mamá mientras se levantaba, una vez más fría y distante como siempre.
Papá la miró y luego a mí. Su cabello lucía como si hubiera pasado sus dedos por él, como el día en que entró en la habitación del hospital.
- Majo, no quiero que entres en pánico. Todo va a estar bien. Esto es sólo un procedimiento.
Cruzó sus delgados brazos sobre su pecho.
- Eso no es muy reconfortante.
- Tenemos que llevar a Mariana a la estación de policía - dijo, mirándome, y sonrió. Mi garganta se secó - El detective Ramírez tiene algunas preguntas, y Lincoln ya está esperando allí.
El zumbido en mis oídos bloqueó lo que dijo mamá. Lincoln era el abogado de la familia.
Tragué saliva mientras me levantaba con las piernas débiles.
- Papá - dije con voz ronca.
Se paró frente a mí, apretando mis hombros suavemente.
- Está bien. Sólo quieren hacerte algunas preguntas.
- Pero ya me hicieron preguntas, una y otra vez. Y nunca me hicieron ir allí antes - Eché un vistazo por encima de su hombro. Mamá se había hecho a un lado, sus dedos apretados contra sus sienes.
- No quiero que vaya allí sola - dijo mamá, sorprendiéndome - Yo también iré.
- No - Los hombros de papá se tensaron - Quédate aquí. Yo me encargaré de esto.
- Pero, ¿por qué tengo que ir? - le pregunté.
Una vez más, trató de sonreír.
- Porque así es como se hacen las cosas, cariño. Es mejor si parece como si no tuviéramos nada que ocultar.
- No tenemos nada que ocultar - Antes, cuando Ramírez estuvo aquí, mi padre no lucía dispuesto a discutir en lo más mínimo cualquier cosa con el detective. Algo había cambiado.
***
La sala de interrogatorios no era nada parecida a lo que veía en todos los programas de televisión. No tenía un espejo de cristal de un solo sentido, sólo una muy pequeña habitación con cuatro paredes desprovistas de cualquier decoración, y una mesa con tres sillas.
Thomas Lincoln, abogado extraordinario, se encontraba junto al detective Ramírez y yo. Nos estudió desde el otro lado de la mesa. Con un bloc de notas frente a él y una pluma retorciéndose en su mano. No podía dejar de mirarlo fijamente. En frente de mi abogado estaba la orden de búsqueda que se producía en estos momentos. Los policías estaban registrando la casa, buscando en la porcelana fina de mamá.
Probablemente estaba enloqueciendo en ese momento.
Sabía que me encontraba a punto de hacer lo mismo, especialmente cuando papá se quedó fuera de la habitación. Se le permitió entrar, pero Lincoln aconsejó fuertemente que no lo hiciera.
Todo en lo que podía pensar era en esas notas, pero estaban en mi bolso, que estaba conmigo. ¿Cómo en el mundo podría explicarlas si decidían buscar allí? Ah, sí, no tengo idea de quién está dejando estas notas, pero son raras, ¿verdad? Si, no era bueno.
- ¿Vas a leerle a Mariana sus derechos? - preguntó Lincoln, echándose hacia atrás en su silla.
Ramírez dio unos golpes con la pluma.
- Sólo tengo un par de preguntas, y a menos que la Srta. Espósito lo admita, no veo la necesidad de eso.
La esperanza se desató en mi pecho.
- Oh, ya veo. Sólo querías sacarla de su casa así podrían registrarla - dijo Lincoln - Por lo que si encuentras algo, ya la tendrás aquí.
Mi esperanza se estrelló e incendió en una muerte ardiente.
El detective lo ignoró, posando sus oscuros y cansados ojos sobre mí. Dudaba de que tuvieran un montón de sospechosos de asesinato adolescentes por aquí. Tenía que hacerle entender
- Antes de hacerle algunas de las preguntas que tengo, ¿has recordado o descubierto algo desde la última vez que hablamos?
Decirle a Ramírez que mis amigos y ex-novio eran unos bastardos probablemente no era lo que él buscaba.
- Nada - le dije, diciendo sólo una media mentira. Cualquier cosa que recordara no era concreta y apenas tenía sentido - Pero he estado tratando. He ido a la casa de Candela y...
Lincoln me tocó el brazo.
- Mariana, no tienes que decirle eso.
Me senté y crucé de brazos.
Ramírez miró al abogado, sus fosas nasales dilatadas como si oliese algo malo.
- Srta, Espósito, puede decirlo.
- Te sugiero que no lo hagas - dijo Lincoln.
Confundida, miré entre los dos hombres.
- No es la gran cosa. Fui a la casa de Candela una vez e incluso fui al lago y el acantilado - Lincoln se puso tenso a mi lado, pero en serio, no hice nada malo en ir a esos lugares - Tenía la esperanza de que despertara algún tipo de recuerdo, pero no fue así.
- ¿Por qué crees que lo harían? - preguntó Ramírez.
- Mi consejero me dijo que debería rodearme de cosas familiares, pero no ha estado funcionando.
- Interesante - murmuró - ¿Has ido allí sola?
Me cerré.
- Fui al lago por mí misma.
- ¿Y allí fue cuando tuviste el accidente de coche? - Cuando asentí, garabateó algo - ¿Y las otras veces? ¿Estabas sola?
La necesidad de mentir, para proteger a Peter parecía irracional, pero no quería darle su nombre. Sin embargo, el abuelo de Candela estuvo allí.
- Mi amigo me acompañó a la casa de Candela y al acantilado.
- ¿Quién?
Me mordí mi uña.
- Peter Lanzani.
Él asintió, y no pude entender lo que eso significaba.
- ¿Algo más que le gustaría decirme?
Le eché un vistazo a Lincoln, que parecía como si quisiera poner cinta adhesiva en mi boca.
- No.
- Está bien - La sonrisa de Ramírez lucía falta de calidez - Hay un par de cosas que me gustaría saber, cosas sobre las que me gustaría tener tú opinión. Y una vez que mis oficiales vuelvan, serás libre para ir a casa, ¿de acuerdo?
Con el estómago de nervios, asentí.
- Recibimos el informe de la autopsia de la oficina del forense sobre el estado de Candela - Notó mi estremecimiento y continuó - El informe de toxicología demostró que tomaba antidepresivos y tenía fentermina en su sistema.
- ¿Fentermina? - le pregunté.
- Píldoras de dieta - explicó Lincoln, reajustando el botón abrochado sobre su barriga - Además del hecho de que la mayoría de los adolescentes no conocen ese término, mi cliente está sufriendo de amnesia disociativa, de la que estás muy consciente. No estoy seguro de lo que estás insinuando aquí.
- Ya lo sé, pero tenía la esperanza de que tal vez algo de esto sonara familiar para ella - respondió Ramírez, y algo en su tono de vos dijo que no estaba del todo convencido de mi amnesia. Tenía razón - He estado haciendo algunas comprobaciones acerca de este...este trastorno. Parece que la gente en realidad puede fingir...
Mi boca se abrió.
- ¡No estoy fingiendo!
Lincoln me apretó el brazo en señal de advertencia.
- Detective Ramírez, nos pusimos de acuerdo para venir y responder estas preguntas, pero si vas a hacer insinuaciones en lo que respecta a la condición médica de Mariana, que puede ser verificada por varios médicos, entonces este interrogatorio ha terminado.
- No sugerí que ella lo fingiera, sino que la condición puede ser falsificada - dijo. Qué mentira más grande, pero bueno - Hacer estas preguntas no puede hacerle daño - prosiguió - No cuando estamos tratando con el asesinato de una niña.
Me enderecé.
- Así que, ¿sin duda fue asesinada? ¿No fue un accidente?
Una extraña mirada cruzó el rostro del detective. Se inclinó hacia delante, poniendo el codo sobre la mesa, la pluma todavía en la mano.
- No. No fue un accidente. La autopsia ha demostrado lo contrario.
La sala se movió hacia la izquierda, y apreté los ojos con fuerza. Cada aliento que tomaba dolía.
Asesinada. Ya no había dudas de lo que sucedió. Candela fue asesinada.
- Quiero saber lo que pasó - Mi voz salió minúscula, ronca.
La mano alrededor de mi brazo se apretó.
- Mariana, no estoy seguro de que quieras saberlo.
Abrí los ojos, y los dos hombres me miraban. Una parte de mí estaba muy aprensiva, no quería saberlo, pero la ignoré.
- Necesito saberlo.
Se produjo una pausa.
- La autopsia mostró que no tenía agua en los pulmones. No se ahogó.
Algo de alivio me recorrió. El ahogamiento era horrible.
- Entonces, ¿que pasó?
- Los resultados mostraron que Candela murió muy probablemente debido a un traumatismo por el golpe de un objeto contundente en el cráneo - Ramírez comenzó a juguetear con su pluma, su analítica y entrenada mirada en mi rostro - Estaba muerta antes de que terminara en ese lago.
- Pero podría haberse caído, ¿no? - Miré a Lincoln. Lucía apopléjico, con la mejillas rojas y todo.
La pluma de Ramírez se congeló.
- El equipo de investigaciones ya ha estado allí. No hay forma de que alguien hubiera subido la colina y caído al lago sin saltar, ser empujado...o lanzado. Y es muy poco probable que se quedara bajo la colina y de alguna manera saliera por encima de la cascada.
- Eso fue lo que pensé - Mi voz sonaba ronca. Maldita sea. ¿Quién sabía que tener la razón podía apestar tanto?
- Mariana - intervino Lincoln - Debo insistir en que no hables.
El detective se aferró a ello como una jauría de perros a un gato de tres patas.
- ¿Qué quieres decir con que eso es lo que pensabas?
Lincoln resopló.
- No respondas.
No le hice caso.
- Es sólo que, cuando fui allí, pensé que sería difícil caer desde allí y golpear el lago sin...ser empujada. Y debí haber caído, porque recuerdo...escalar algo.
- Pensé que no te acordabas de nada - La voz del detective era aguda.
Apreté los dientes, dándome cuenta de lo que parecía.
- No es un recuerdo claro, más como fragmentos y sólo un sentimiento. Ni siquiera sé si es real.
Me miró durante unos momentos.
- ¿Este recuerdo de la escalada? ¿Crees que se trata del acantilado?
- Creo que sí - Bajé los ojos - Realmente no recuerdo nada más - Eso tenía sentido, eso era. Levanté las pestañas, encontrando su afilada mirada - Realmente deseo poder hacerlo. No hay nadie más que quiera saber lo que pasó esa noche más que yo.
- Además de su madre - corrigió, sentándose de nuevo. Su oscura mirada se dirigió al abogado - Obviamente, las dos chicas estaban en el acantilado. Ya hemos establecido eso. Una de ustedes sobrevivió. La otra murió. La pregunta sigue siendo: ¿hubo una tercera persona, Srta. Espósito?
Dejé escapar el aliento que no me había dado cuenta que contenía.
- No lo sé.
***
Cuando llegué a casa, mi habitación era un desastre. El saber que extraños hurgaron en mi ropa interior me enloqueció. Me sentí violada. Nada se había salvado en la investigación. Ni siquiera mi cama. ¿Qué creían que escondía allí? Mi portátil tampoco se encontraba. Los forenses. Según Ramírez tendrían que volver en una semana.
Realmente esperaba no tener una adicción a la pornografía de la que me hubiese olvidado.
Me tomó la mayor parte de la noche limpiar mi habitación. Sobre todo porque la visita constante de mi madre desaceleró las cosas. Pálida y afligida, me dejó sólo para volver con un sándwich frío, y cortado para mí. El acto me sorprendió y también me aterró. Podía ver que no le preocupaba lo que sus estúpidos amigos fueran a pensar.
Estaba preocupada, pero esta vez era por mí.
Eso no me hacía sentir mejor, porque sabía que tenía una razón para estar preocupada. Mi interrogatorio fue de mal en peor después de que Ramírez preguntara quién era la tercera persona. Siguió haciendo las mismas preguntas en diferentes formas, tratando de hacerme tropezar. Se hizo evidente que él creía que fingía o no le decía todo.
Lincoln enseñó sus dientes de abogado. Quería pruebas. El detective Ramírez las aclaró rápidamente. Yo fui la última persona en estar con ella. Mi "pérdida de memoria" era mi única defensa, la única cosa "en el camino de la justicia". Cualquier prueba que la policía tenía era circunstancial, pero la gente había sido condenada con mucho menos. Lincoln y papá dijeron después que nunca llegaría a ese punto. Quería creerle, pero mi paranoia alcanzaba niveles épicos.
Una de ustedes vivió. Una de ustedes murió.
Caminando por la longitud de mi dormitorio en las últimas horas, me encontraba nerviosa, un desastre sudoroso para el momento en que me deslicé entre las sábanas, tirando de ellas por encima de mi cabeza como una niña. Allí, en la seguridad y el aislamiento de la manta, juzgaba las cosas.
Candela fue asesinada. Cráneo aplastado antes de que fuera enviada por el acantilado. O tal vez en el camino hacia abajo. De cualquier manera, fue empujada. Hubo poca o ninguna evidencia de apoyo de que había saltado. Era obvio que la policía no cree que se trataba de un suicidio. No tenía agua en los pulmones. Una de las dos cosas que sucedió: La golpeé con algo, luego la empujé y entonces de alguna manera caí por el acantilado yo misma, o allí estuvo otra persona quién era el responsable de todo. Golpeó a Candela con algo, la empujó por el acantilado, y luego hizo lo mismo conmigo, o al menos intentó. O pudo golpearse la cabeza en el camino.
Una de ustedes vivió. La otra murió.
De alguna manera, me sentí más cerca de Candela de lo que nunca estuve antes. Todavía estábamos unidas por el secreto de esa noche, un recuerdo que no podía alcanzar.
En algún momento me quedé dormida y soñé con el acantilado, con Candela y una tercera persona manteniendo su estancia fuera de mi línea de visión, ocultando su identidad de mí. Me desperté, mi piel pegajosa con el sudor y las sábanas torcidas alrededor de mis caderas. Las lágrimas se aferraban a mis pestañas.
Pasaron los minutos, y me quedé con los ojos fuertemente cerrados. Traté de contar hasta cien, pero sólo lo hice hasta veinte antes de que diminutas protuberancias se extendieran a través de mi piel. Un estremecimiento de conciencia me alertó sobre algo poco natural en la habitación.
Mi respiración se filtró lentamente a través de mis labios mientras mis músculos se tensaban. Había alguien en la habitación conmigo. Cada célula de mi cuerpo lo sabía. Demasiado temerosa como para abrir los ojos, me quedé inmóvil.
Un aliento helado se movía sobre mi frente, por mi mejilla.
Tragué la saliva, mis ojos abriéndose de golpe y en contra de mi voluntad, y solté un grito. No estaba sola.
peter? Pablo? Subí más
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