No mirar hacia atrás: Capítulo 25
Capítulo 25:
Las cosas estuvieron más o menos bien durante la siguiente semana.
No hubo más visitas del Detective Ramírez, y mis reuniones con la Sra. Messer se detuvieron desde que empecé a ver al Dr. O'Connell.
Sin embargo, como que la extrañaba, a ella y a sus gafas.
Las píldoras parecían funcionar más rápido de lo esperado. Ya no tenía alucinaciones o recibía notas al azar. Pero encontré el escondite de la libreta de notas legales en la oficina en casa mientras buscaba algunos sujetapapeles. Ver la libreta como que me perturbó. Esa noche fue mala, llena de lágrimas y frustración.
Pero incluso con las píldoras y cómo se habían calmado las cosas a mí alrededor, sentía un creciente malestar dentro de mí, que generalmente empeoraba por la noche, cuando me despertaba, contando las estrellas verde neón para asegurarme de que seguía habiendo cincuenta y seis en el techo. Era como un momento de calma en la tormenta, justo antes de que el caos reinara. Cada noche, después de la práctica, Peter venía para "ver televisión" con Nico, lo que en realidad era sólo una fachada para pasar el rato conmigo sin asustar a mis padres. Parecía estar funcionando, y lo que era una o dos horas en la noche, se había convertido en algo de lo que tenía ganas la mayor parte de los días. Nos sentábamos al lado del otro en el sofá, pretendiendo ver la televisión mientras que Nico fingía que no nos miraba como un halcón. Peter se había puesto creativo en la manera de tocarme accidentalmente, con un roce de mano o pierna. En el momento en que se iba, quería subirme en su regazo y besarlo.
Y no había intentado besarme. Ni siquiera habíamos estado cerca desde el día que me visitó el día del accidente. Tuve la sensación de que no quería apresurar las cosas por todo lo que me había pasado, y no me molestaba.
La graduación se convirtió en el foco de todos en la escuela. Incluso Mery y Paula habían vuelto a sus campañas de difamación en competencia por la corte del baile en mi lugar. Con cada día que pasaba, desaparecía en un segundo plano, y me encantaba.
Pablo se me acercó después de clases el viernes, mientras cambiaba de libros, siguiendo la promesa que no había mantenido.
El ojo morado se había atenuado a un azul muy claro, pero se veía horrible.
- Tenemos que hablar.
Me sentía tan cansada de escuchar esas palabras. Agarrando el libro de trigonometría, lo metí en mi bolso.
- No, no tenemos - Me di la vuelta y me dirigí hacia la entrada trasera.
Caminó a mi lado, tenaz como siempre.
- La gente hablaba en la práctica de ayer.
Podía imaginar de qué. Al abrir la puerta, bajé los peldaños del pabellón rápidamente. Nico me estaría esperando para llevarme a casa antes de regresar para la práctica.
- ¿Ni siquiera quieres saber? - me preguntó, la ira afilando sus palabras.
- En realidad, no.
Se puso delante de mí, bloqueando mi camino entre dos coches.
- ¿Qué te pasa? Estás actuando como si no hubiéramos estado juntos durante casi cuatro años, Lali. Cuatro años, ¿y ni siquiera puedes darme la hora del día?
Había una buena posibilidad de que las píldoras pudieran estar afectándome antes de lo previsto, porque no me sentía molesta. Ni siquiera triste. Mirándolo, no sentí más que decepción en general. Tal vez no eran las píldoras, tal vez sólo era una señal de que estaba superando todo esto. Como todo el mundo parecía estar superando lo de Candela.
Me colgué la mochila al hombro y entrecerré los ojos.
- Lo siento. Sé que pasamos mucho tiempo juntos.
- Pero ya no lo recuerdas, ¿no te importa? Bueno, para mí sí que importa. Lo recuerdo y me importa.
- Eso no es lo que iba a decir - Suspiré, echando un vistazo por encima de mi hombro. Si Nico viera a Pablo bloqueándome así, acabaría con el otro ojo negro - Sé que te preocupas por ese tiempo, y aunque no lo creas, yo también.
- Bien - Sonaba esperanzado - Al menos tenemos un punto en común.
- No de esa manera. Me preocupo por ti, y quizás algún día te perdone por esas fotos, pero incluso si lo hiciera, no vamos a volver.
Cogió mi mano, pero la aparté. El dolor se dibujó en su rostro, pero detrás de esa terquedad, había algo más oscuro y fuerte de lo que quería ver. Al menos sabía que las píldoras no aplastaban totalmente mi brújula emocional.
- ¿No podemos ir a algún lugar y hablar?
Mi boca se secó.
- Tienes práctica.
- A la mierda la práctica. Nuestra relación es más importante que una maldita práctica.
- No soy más importante. El Rugby significa mucho para ti.
- Eso no es cierto - Lucía como si lo hubiera golpeado en la cabeza con un bloque de hormigón, como si no pudiera creer que estuviera en desacuerdo - Tenemos que hablar.
La aprehensión fue creciendo rápidamente, e hizo que ansiara alejarme de él.
- Necesito que entiendas esto, Pablo. No vamos a volver a estar juntos. Ni ahora. Ni en una semana.
- ¿Es verdad, entonces? ¿Lo que escuché en la práctica de ayer? ¿Que vas al baile con Peter?
No iba a responder esa pregunta, porque sabía que sería como abrir la caja de Pandora y soltar un montón de problemas de ira. Por lo que lo bordeé y aceleré el paso. Sólo unas cuantas filas de coches, y me libraría de Pablo. Sólo unos pasos más...
- ¡Maldita sea, Lali!
La ira en su voz me hizo saltar, pero no miré atrás. Él había convertido mi ida al baile con Peter en una competencia. Y Peter no tenía nada que ver con Pablo. Ni siquiera estaban en la misma liga.
¿Por qué estaba tan determinado en arreglar las cosas? Otro misterio que no podía resolver o siquiera comenzar a comprender. Durante el almuerzo la semana pasada, Mery prácticamente se había sentado en su regazo. Era evidente que le gustaba y estaba más que dispuesta a llevar su amistad el siguiente nivel. Una opción mucho mejor que yo, por muchas razones.
Corrí a lo largo de una fila, pasando un polvoriento Jeep rojo, cuando algo pasó por mi visión periférica. Mi corazón se aceleró, y escalofríos recorrieron mi columna vertebral. Un fuerte zumbido llenó mis oídos.
No, no es real.
Una vez más, a mi otro lado, la figura se movió,haciendo coincidir mis pasos. El aire se congeló en mi garganta. El estrés inducía alucinaciones, ataques de pánico. Así fue como el Dr. O'Connell les había llamado. Si me molestaba, empezaría a ver cosas.
Eso era todo. No es real. No está ahí.
Manteniendo los ojos fijos en el sedán negro que Nico había alquilado, rebusqué en mi bolso la botella de píldoras de emergencia.
No tenía nada con que tragar la píldora, pero tenía que hacerlo. Mi corazón latía demasiado rápido, mi visión oscureciéndose en las esquinas.
No es real. No es real. No es real.
Una mano se cerró sobre mi brazo, girándome.
Un grito se quedó atascado en mi garganta, y la botella con las píldoras golpeó la grava. Levantando el brazo, me preparé para atacar.
- ¡Oye! - Nico bloqueó mi brazo - Cálmate, ninja - Apoyé una mano sobre mi corazón desbocado.
- Por Dios, me asustaste.
- Puedo verlo - Frunció el ceño, arrodillándose y recogiendo mi botella. Me la entregó - Te llamé un par de veces. ¿No me oíste?
- No - Nerviosa, desenrosqué la tapa y saqué una pequeña pastilla - No te he oído, pero pensé...
- Toma - Me ofreció su agua - ¿Qué pensaste? - Me bebí la pastilla, haciendo una mueca ante la quemadura mientras se deslizaba por mi garganta.
- Me pareció ver un tipo sombra.
Nico puso un brazo alrededor de mis hombros, llevándome al coche.
- Creo que pude haber sido yo, La. Iba a unos cuantos autos atrás, junto a ti.
Grandioso. Incluso con las pastillas no podía distinguir la diferencia entre la realidad y las alucinaciones.
- Estaba preocupado - continuó, sacando las llaves de su bolsillo - Vi a Pablo en la entrada. Se veía molesto.
Sin querer entrar en detalles, no respondí y esperé a que Nico abriera la puerta. Todavía luchando por controlar mi respiración, me dejé caer en el asiento delantero y apreté los ojos con fuerza, esperando a que el dichoso estupor hiciera su trabajo, y me hiciera sentir normal otra vez. Que me ayudara a olvidar que no todo era perfecto, que Candela todavía estaba muerta y yo todavía era sospechosa, que me ayudara a olvidar la creciente sensación de que algo malo, algo terrible, aguardaba en la esquina.
El sábado, Euge llegó a mi casa. No para salir con Nico, aunque hubo una gran cantidad de acción que incluyó sus lenguas los primeros tres minutos de su visita; sino porque iría a comprar vestidos conmigo.
Una masa de nudos se me había formado en el estómago, y estaba considerando seriamente tomar una de las pastillas para los ataques de pánico, pero me las arreglé para convencerme de que no lo necesitaba. Me sentía atónita e insegura sobre cómo actuar en torno a Euge, así que se produjo un montón de incomodidad.
Euge conducía un sedán oxidado que debería haber muerto hace unos cien kilómetros. Buscando a tientas el cinturón de seguridad, inhalé el aroma a fresa y comida rápida rancia.
Era como una especie de combinación hogareña.
- Está bien - dijo, bordeando el camión del papá de Peter - Tenemos dos opciones. Podemos ir de compras al pueblo o ir directamente a la ciudad.
- Todo depende de ti. Estoy bien con cualquiera de las dos - Papá me había dado su tarjeta de crédito, pero dudaba que me la hubiera dado alegremente si supiera quién era mi cita. En ese momento, pensaban que iría sola. Iba a tener que contarles la verdad.
Sus labios se fruncieron.
- Bueno, la ciudad tiene más opciones, pero lo más probable es que estén fuera de mi rango de precio. Así que, podemos hacer ambos si quieres - Me miró - O puedo mirar escaparates contigo.
- No. Podemos quedarnos en el pueblo. Estoy segura de que voy a encontrar algo aquí.
Euge me miró como si acabara de admitir ser abducida por extraterrestres.
- ¿Estás...segura?
- Sí muy segura - Empecé a morderme la uña del dedo meñique de la mano izquierda - ¿Pasa algo?
- No - Parpadeó y luego jugueteó con la estación de radio - Es sólo que podrías comprarte cualquier vestido.
Pero ella no podía, y no me parecía justo. Me encogí de hombros.
- Un vestido es un vestido, ¿no?
Pisó los frenos a fondo al final de nuestro camino, lanzándome hacia adelante. Mis ojos se abrieron como platos, esperando ver a un animal o algo en el medio de la carretera, pero no había nada. Poco a poco, se volvió hacia mí.
- En serio me estás asustando.
Bieeeeen.
- No lo digo de mala manera - se apresuró a añadir - Es sólo que estás tan, pero tan cambiada. Incluso la La que conocí cuando éramos amigas hubiera exigido que fuéramos a una de las tiendas de diseño de la ciudad si se hubiera hecho con la tarjeta de su padre. Aunque fuera solo por el gusto de hacerlo.
- ¿Deberíamos ir? - Iría, si eso era lo que quería. En el fondo, quería que ella realmente se divirtiera haciendo esto, y tal ves, sólo tal ves, esto pudiera ser el comienzo de una amistad. Tenía grandes esperanzas, lo sabía, pero todo lo que quería era agradarle.
Sacudiendo la cabeza, se echó a reír.
- No. El pueblo está bien. Tal vez podríamos ir a comer algo después.
El optimismo me recorrió, y asentí.
Por supuesto.
El pueblo estaba lleno de turistas cuando aparcamos detrás de una franja de cosas antiguas, convertidas en tiendas de regalos, panaderías y tiendas de segunda mano. Poniéndome un par de gafas de sol que había encontrado en mi habitación antes, salí del coche.
La gente tomaba fotos de cosas históricas y de placas que parecían estar a cada tres metros del pueblo. La más cercana a nosotras fue dedicada a un soldado caído sin nombre. Mi corazón dio un salto ante eso.
- Eso apesta - le dije.
- ¿Qué? - Se dio la vuelta para ver lo que estaba mirando - ¿El monumento?
- Muerto y nadie sabe siquiera quién eres, siendo enterrados sin nombre...o una historia - Apreté los labios - Supongo que es lo mismo que con Candela. Está muerta y nadie sabe por qué. No hay ninguna razón, nada. Eso es todo.
Euge puso una mano en mi brazo y apretó.
- La policía lo descubrirá. Siempre lo hacen de una manera u otra. Conseguirá justicia.
Mi estómago se asentó, y me obligué a sonreír.
- Sí, siempre lo hacen. Por lo menos en la televisión, ¿no?
Asintió, me apretó el brazo una vez más, y suspiró.
- Está bien. Hay una tienda de segunda mano por esta calle que vende vestidos de esa época, no de la guerra civil, de la era antigua.
Me eché a reír, olvidando a Candela y todo por el momento.
- Espero que no. Dudo que aparecer en un vestido de fiesta sea genial.
- Nico estaría enojado. Nunca habría averiguado cómo quitarlo.
- Ugh - me lamenté.
Enganchando su brazo al mío, se rió.
- Hay un vestido que he visto en la tienda, y he estado, como, ahorrando para comprarlo - Sus ojos se iluminaron de emoción y el tipo de amor que solo el vestido perfecto podría traer, y como que lo comprendía - Es, como, un vestido al estilo flapper, con falda, pero sin corsé. Súper coqueto y bastante lindo. Espero que todavía lo tengan.
- No sé que comprarme - admití - O lo que me gusta, para ser honesta.
- Bueno, la malvada Lali - me dedicó una sonrisa - elegiría algo que mostrara la mayor cantidad de pecho y piernas como sea humanamente posible.
- Genial - Sonó la campanilla sobre la puerta mientas entrábamos en la tienda, que era como una laberinto de estanterías - ¿Qué con la adorable Lali?
Euge me echó un vistazo con el ceño fruncido.
- Mmh, buena pregunta. Desde que tenías como once, me gustaría que no enseñaras tanto pecho, y en realidad...en realidad, no usabas un montón de vestidos en ese entonces. Eras más de vaqueros y camisetas.
- Eso ayuda tanto - Sonreí, siguiéndola hacia la parte trasera, donde había vestidos colgados en las paredes, y llenando los estantes. Había algunas otras chicas allí - Entonces, ¿de qué vestido estás enamorada?
Levantándose de puntillas, tomó un vestido metido bien atrás. Me enamoré de él al instante. Plateado y reluciente, era como si un millar de estrellas hubieran sido cosidas en el vestido, y cuando lo sostuvo en alto, la luz del techo los hizo brillar.
Poniéndose a mi lado, sonrió.
- La verdad es que lo escondí detrás de los otros vestidos.
- Puedo ver por qué. Es hermoso.
- ¿No es así? - Lucía como si quisiera salir con el vestido - Lo único malo es que si compro esto, no voy a tener tiempo suficiente para ahorrar y comprar un par de zapatos. Y no tengo nada en mi armario que le haga justicia a este bebé.
Pasé los dedos sobre las cuentas intrincadas.
- En realidad, creo que tengo un par de tacones de plata que combinarían con este vestido. Son de tiras - Los ojos de Euge se ampliaron con asombro - Y los tacones son como de cuatro centímetros, pero si quieres usarlos, te los presto.
- Creo que te amo - respondió.
Sonriendo, me encogí de hombros.
- Tu cariño es fácil de ganar.
- ¿Cuándo se trata de zapatos asesinos? Sí - Aferró el vestido contra su pecho y chilló - Me lo he probado tantas veces que creo que el dueño de la tienda va a empezar a cobrarme. ¡Oh! Estoy pensando en usar una peluca que he guardado desde la obra de la escuela el año pasado. Es corta, y me quedaría perfectamente.
¿Actuaba en obras de teatro?
- Sí, iría con todo el estilo flapper.
- Y por no hablar que a Nico le encantaría - Sus ojos brillaban con picardía - Es como si estuviera engañándome conmigo.
Me reí a carcajadas con eso y volví a mirar los estantes. Caminando hacia los vestidos más largos, pasé por varios de color rojo y negro antes de que mis dedos se detuvieran en uno de un pálido tono verde que me recordaba a la espuma del mar. Desenganché el vestido, y lo levanté.
El material era flexible, y había una banda apretada del mismo color debajo del pecho. La parte superior, con su escote, me recordó al famoso vestido de Marilyn Monroe. No podía dejar de tocarlo.
- Oh, se vería perfecto con tu cabello y cutis - comentó Euge.
Mi sonrisa era vacilante.
- ¿Eso crees?
- Sí. Definitivamente deberías probártelo.
Tomando el vestido del mostrador, esperé a que el cajero me dejara entrar en los pequeños vestuarios en la parte de atrás. Estaba de espaldas a la ventana, y de repente, tenía esta sensación...como si me diera la vuelta, alguien estaría parado justo allí.
Lo ignoré, mirando a la señora detrás del mostrador terminando con la cuenta de un par de chicas.
La sensación persistió. Me froté la parte trasera del cuello mientras mi ritmo cardíaco se aceleraba. Al darme cuenta de que no había traído ninguna de mis píldoras conmigo, me concentré en mantener un ritmo lento y constante, mientras Euge hurgaba entre las cosas antiguas.
Después de lo que pareció una eternidad, la señora me llevó de vuelta a los vestuarios y la sensación de ser observada disminuyó hasta desaparecer por completo. Sintiéndome bien al tener el control de mi propia mente, me desnudé en el pequeño puesto y deslicé el vestido por encima de mi cabeza.
Moviéndome, el material se deslizó contra mi piel como el satén. El dobladillo cayó alrededor de mis pies y la espalda se hundió...al igual que la delantera. De puntillas, me imaginé la mirada en la cara de Peter.
Mis mejillas se sonrojaron.
- ¡Déjame ver! - Euge golpeó la puerta.
Al abrir la puerta, salí y me di vuelta.
- ¿Qué piensas?
- Guau - Euge suspiró, arreglando el vestido en mi hombro - Se ve muy bien. Y realmente muestra las chicas.
En serio lo hacía.
- ¿Es demasiado?
- No, en lo absoluto - Miró por encima de mi hombro - No puedo ver nada si miro hacia abajo. Tu cita probablemente estará decepcionada, pero sin duda atraerá la mirada.
Me reí, dudando que Peter estuviera demasiado decepcionado. ¿Qué diría? Algo ridículamente sexy, estaba segura. ¿Y si finalmente me besaba? Dios, lo esperaba.
- Deberías usar el cabello recogido - Euge levantó un par de largos mechones, torciéndolos por encima de mis hombros - Muestra tu cuello.
Una vez comprado el vestido, me cambié rápidamente y salimos con Euge. Pensé que el vestido era un poco caro, pero creía que papá se sorprendería gratamente cuando se enterara de que no quebré al banco.
Pusimos nuestros vestidos en el coche y luego nos dirigimos a un restaurante en la calle. Mientras esperábamos por nuestras comidas, Euge me contó acerca de sus planes para el verano y cómo Nico iba a llevarla para hacer paracaidismo después de la graduación. Sería la primera vez para ambos. Al parecer, yo ya lo había hecho, pero no me acordaba. Euge me invitó, y la vieja chispa de interés se vio impulsada una vez más.
Casi al final de nuestro almuerzo, Euge se enderezó y cruzó los brazos.
- ¿Así que, realmente vas a ir al baile con Peter?
Terminé el resto de mi hamburguesa con quedo, asintiendo.
- ¿Por qué es tan impactante?
Me dio una mirada de duh.
- ¿Te gusta o simplemente saldrás con él porque ya no quieres a Pablo?
Una parte de mí se sintió irritada por la pregunta, pero entendía su punto. Mi atracción por Peter era toda una sorpresa. Era la única que no estaba sorprendida por ello.
- Me gusta, Euge. Realmente, realmente me gusta. Y no puedo entender por qué no lo vi antes.
- Te puedo dar algunas ideas - se ofreció alegremente.
- Paso - Me recosté contra el asiento, sonriendo - Pero, en serio, creo que es perfecto.
Euge se echó a reír mientras apoyaba los codos sobre la mesa.
- ¡Realmente te gusta! Mira tus mejillas. ¡Están todas rojas!
- ¡Oh, cállate! - Le lancé mi servilleta.
Sonrió.
- Creo que es genial. No le digas a tu hermano que dije esto, pero Peter es ardiente. Tiene toda esa sangre latina.
- Oh, cielos - Poniendo las manos contra mis sonrojadas mejillas, me reí.
- Sin embargo, ¿hablando en serio? La verdad es que Peter es un gran tipo. Es todo un protector - Se echó hacia atrás, agarrando la cuenta - Y hay otra ventaja de ir con él.
Mi mente se fue directo al territorio calificado como X.
- ¿Detalles?
La travesura llenó sus ojos mientras inclinaba la cabeza hacia un lado, lanzando largos mechones rubios por encima del hombro.
- La expresión en los rostros de tus padres cuando se enteren de las noticias.
Un sonido subió por mi garganta, tanto de risa como de queja.
- Mamá va a...
- Enloquecer - terminó Euge por mí. La simpatía atravesó su rostro cuando vio mi mirada - No te preocupes. Lo superará. Con el tiempo. Sólo tardó, como, un año para que me aceptara a mí.
- Eso es muy tranquilizador - Puse la tarjeta de crédito sobre la mesa - Pero, ¿sabes qué? La verdad es que no me importa. Peter...vale la pena.
- Sólo...
Una delgada sombra cayó sobre nuestra mesa. Me volví, y mi sonrisa se congeló en mi rostro. Casi no la reconocí, con el corto y liso cabello castaño, y el perfecto rostro desfigurado por el cansancio y esa tristeza que no podía empezar a comprender.
- Srta. Vetrano - dijo Euge, enderezándose. Sus ojos se deslizaron hacia mí, su mirada cautelosa - ¿Cómo...cómo está?
Sus apagados ojos azules se desplazaron de Euge a mí.
- Estoy muy bien, teniendo en cuenta que mi hija fue asesinada.
Mi cerebro quedó en blanco. Sorprendida ante su repentina aparición, no pude hacer más que mirarla fijamente. La madre de Candela. La mamá de mi mejor amiga. Con la cara pálida, Euge se removió. Quería voltearme, cerrar los ojos con desesperación. Mi boca no funcionaba. Y sabía que tenía que decir algo. Tenía que hacerlo.
Al final, mi cerebro regresó a la normalidad y mi voz salió ahogada y ronca.
- Srta. Vetrano, siento tanto, tanto lo de Cande.
La pena oscureció sus ojos, pero algo más oscuro y fuerte se batía detrás de ella.
- ¿En serio? ¿Ambas?
- Sí, señora - estuvo de acuerdo Euge - Es terrible...
La Srta. Vetrano sonrió forzadamente. Su labio inferior temblaba por el esfuerzo.
- Se veían muy tristes mientras compraban vestidos.
¿La sensación de ser observada había sido a causa de ella, de la madre de Cande? ¿Qué hacía, mirándonos furtivamente mientras comprábamos? Prosiguió antes de que pudiera digerirlo realmente.
- ¿Se divirtieron? ¿Disfrutaban hacer planes para el baile? - Tenía los ojos fijos en mí - Supongo que vas con Pablo.
Mi boca se abrió, pero Euge me interrumpió.
- En realidad - dijo - La y Pablo ya no están juntos.
La Srta. Vetrano no parecía sorprendida.
- ¿La? Dime, La, ¿cómo es que estás aquí, comprando vestidos para el baile, mientras mi hija está en un ataúd?
- Yo...
- Eres igual que él - dijo, con los ojos brillando - Le dije que no se relacionara contigo, pero no me hizo caso.
Me estremecí.
- ¿Cómo quién? ¿A quién me parezco?
El abuelo de Candela apareció de repente, agarrando el brazo de la Srta. Vetrano.
- Es suficiente. Estás haciendo una escena.
- No me importa - le espetó en respuesta, liberando su brazo. Sí que estaba haciendo una escena. Todo el mundo en el acogedor comedor nos miraba. Los locales. Los turistas. Sin duda, esto estaría por toda la escuela el lunes. Quería desaparecer en el cojín, pero también quería que respondiera mi pregunta.
Euge comenzó a levantarse.
- Creo que deberíamos irnos, La.
Me levanté, con las piernas débiles.
- Srta. Vetrano, si me acordara de algo, le juro que se lo diría...
- ¿Cómo puedes no recordarlo?
- Yo no...
Su mano salió disparada hacia afuera, conectando con mi mejilla. El golpe resonó en el restaurante, y el aguijón ardía un montón. Con los ojos llorosos, me llevé una mano a la mejilla, aturdida.
Las lágrimas corrían por el rostro de la madre de Candela.
- Mi bebé tenía problemas, pero no se merecía eso. Fuiste su mejor amiga, su única amiga de verdad. Y ahora ella está muerta, y tú estás comprando vestidos de fiesta. ¿Cómo puedes vivir contigo misma?
Uh que duro que fea situacion más más más
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