Absurdo Plan: Capítulo 5
Capítulo 5:
Peter se
frotó la cara por millonésima vez aquel día. El mensaje de Lali lo había dejado
descolocado y todavía no había podido hablar con ella.
¿En
qué estaba pensando María? ¿Qué le había dicho a su mujer? No tenía ni una
semana casado y ya debía buscar la forma de mantener a su esposa y a sus
amantes separadas. Peter ni siquiera había hablado con María desde el día en
que puso el anillo en el dedo de Lali. Había intentado llamarla, una única vez,
pero cuando el mayordomo le dijo que su señora no aceptaba llamadas, pensó que
ya no tenían nada más que decirse. Lucía
le había enviado un frío «Llámame cuando te canses de ella».
¿Y
qué había querido decir con «víbora»? Nada bueno, seguro.
Maldita
sea. Si no tuviera que pasarse un día entero volando, ahora mismo se treparía
en su avión privado, aunque tomar decisiones precipitadas nunca había sido su
estilo. El plan era volver a Buenos Aires el domingo por la tarde para recoger
a su mujer y escoltarla de vuelta a Europa.
A
menos que Lali lo necesitara antes, se mantendría fiel al plan original. La
idea de verla seguía despertando en él un sentimiento que lo dejaba sin
respiración. Las conversaciones que mantenía con ella por teléfono le alegraban
el día de una forma que jamás hubiera imaginado. Tanto coqueteo acabaría
convirtiéndose en un problema en cuanto estuvieran en el mismo país. Un océano
de por medio parecía una distancia segura. Quizá por eso últimamente tenía la
sensación de estar abriéndose a ella. Para él, las mujeres siempre habían sido
un juego al que no podía negarse a jugar. Primero a atraerlas, lo cual no le
resultaba difícil, y luego a seducirlas. Aunque hasta entonces nunca se había
marcado un tiempo máximo, sus relaciones solían durar aproximadamente entre
seis meses y un año. Sin embargo, la atracción que sentía por ellas solía
apagarse bastante tiempo antes. Peter no conocía la monogamia, un rasgo que sin
duda había heredado de su padre.
Con
Lali no le hacía falta jugar. Por primera vez en su vida adulta, se sentía
cómodo siendo honesto con el sexo opuesto.
Su
teléfono le avisó de la llegada de un mensaje con un pitido.
—Lali
—susurró Peter, esperanzado.
Pero
no era ella, sino un mensaje del banco informándole de los movimientos de la
tarjeta que le había dado a su mujer.
Tal
vez al final la visita de María serviría para algo, pensó. Comprobó la cantidad
del cargo y sonrió. De pronto recordó el comentario de Lali acerca de que las
mujeres eran criaturas emocionales. Al parecer, su esposa no era del todo inmune.
Las
épocas más traumáticas en la vida de una persona a veces despiertan en ella un
sexto sentido sobre las cosas que la rodean, o al menos eso era lo que creía Lali.
Y es que nadie podía negarle que, a pesar de lo joven que era, había sufrido
más que muchos otros en dos vidas.
Pronto
la prensa rosa la sustituyó por la sensación del momento, una actriz que por
culpa de las drogas y del mal comportamiento había terminado en la cárcel.
Gracias a Dios, se olvidaron de la nueva duquesa que vivía en las afueras de capital,
aunque Lali no dejó de sentirse observada, de notar el peso de unos ojos ajenos
sobre ella.
Y
empezaba a estar harta.
El
último año de libertad de su padre había sido exactamente así. Lali descubrió a
varios estudiantes nuevos en el campus a los que luego nunca veía en clase pero
que se cruzaban con ella continuamente. Autos oscuros seguían al suyo y estacionaban
al otro lado de la calle. Los teléfonos de casa emitían un sonido cada vez que
levantaba el auricular, una especie de click. Llegó al extremo de vestirse en el
baño o en el enorme vestidor de su cuarto como medida de privacidad.
Peter
no le había dado los detalles de quién sería el encargado de vigilar su
matrimonio durante el año siguiente, solo que alguien lo haría. El tiempo que
pasaran juntos debería resultar convincente y el que estuvieran separados,
difícil para ambos. Lali imaginaba que las llamadas diarias de Peter eran una
forma de medir su afecto hacia ella. Al menos en los registros telefónicos
aparecería una llamada cada día.
Lali
convenció a su esposo de que la visita de María no le había afectado. Aquella
era seguramente la única verdad a medias que le había contado hasta la fecha.
No tenía por qué saber hasta qué punto la había hecho ver las cosas desde otra
perspectiva. Claro que la tarjeta de crédito hablaba por sí sola. Lali no tenía
nada que envidiarle al personaje de Julia Roberts en Pretty Woman. Sastres de marca, vestidos, zapatos y carteras. Se
había pasado medio día sentada en un salón de belleza haciéndose las manos, pies,
un tratamiento facial y cortándose el pelo. Un par de sombreros de ala ancha y unos
lentes de sol oscuros la ayudarían a pasar desapercibida, aunque la sensación
de ser observada no la abandonaba en ningún momento.
—Te
estás volviendo una paranoica —se dijo Lali mientras abría las cortinas de su casa
a primera hora de la tarde del viernes.
Miró
el reloj y calculó qué hora sería en Europa. Siempre era Peter quien llamaba,
así que pensó que quedaría bien tomar la iniciativa si, como creía, alguien le
había interceptado el teléfono. Levantó el auricular del fijo y agarró un papel
del escritorio en el que había apuntado el número de su casa.
Un
tono, seguido de un click, y un segundo tono.
Lali
se quedó petrificada.
Conocía
aquel sonido, lo recordaba muy bien. Colgó el auricular y consideró sus
opciones. Llamar a Peter con el celular era una, pero por lo que sabía había
una cámara vigilándola y un micrófono escondido en algún punto de la casa.
Menos mal que la mayoría de sus últimas conversaciones con Peter habían sido en
la calle y siempre por celular.
Salir
de casa para hacer la llamada era otra opción.
Y
luego estaba la número tres. Si la persona que le había interceptado el
teléfono esperaba escuchar una discusión sobre un matrimonio falso, la
decepción sería mayúscula.
El
Gobierno ya había invadido su privacidad en el pasado con resultados terribles
para su familia. Esta vez Lali no se jugaba tanto, pero no tenía intención de
permitir que nadie se quedara con lo que por derecho era de Peter.
Le
gustara o no, Peter era su esposo, y seguiría siéndolo las próximas cincuenta y
tres semanas.
Lali
se quitó los zapatos y volvió a levantar el auricular inalámbrico del teléfono.
Con el celular en la otra mano, primero envió un mensaje.
«¿Estás
en casa?»
El
celular vibró. «Por primera vez en toda la semana.»
Empezó
a marcar de nuevo el número. «Ten tu teléfono cerca y sígueme la corriente.»
Peter
miró la pantalla del teléfono y sacudió la cabeza.
—¿Que
le siga la corriente? ¿Qué se supone que quiere decir eso? —Se disponía a escribir
la pregunta cuando de pronto sonó el teléfono fijo. Lo atendió y oyó la voz de Lali
prácticamente ronroneando al otro lado de la línea.
—Hola,
mi amor.
¿Mi
amor? ¿A qué venía eso? Abrió la boca dispuesto a preguntar, pero Lali siguió
hablando, cada sílaba más insinuante que la anterior.
—¿Qué
tal el día?
—Ocupado.
Tengo ganas de tomarme medio día libre mañana. —El celular de Peter vibró.
«¿Has oído ese clic en la línea?»
Leyó
la pregunta de Lali y empezó a responder en voz alta.
—Lali,
¿qué está...?
—Dios,
no sabes cómo te extraño. Ojalá me llegue pronto el pasaporte y podamos vernos.
Peter
abrió los ojos como platos. No parecía que Lali hubiera estado bebiendo, aunque
le gustaba la idea de que lo hubiera extrañado. Aun así, era capaz de reconocer
una mentira cuando la oía.
«Alguien
me ha interceptado el teléfono. Sigue hablando.»
—¿Qué?
—¿Le habían pinchado el teléfono?
—Dije
que te extraño —respondió la voz entrecortada de Lali.
—Yo
también te extraño —le susurró él mientras tecleaba «¿Qué carajo está pasando?»
Lali
se rió.
—¿Sabes
en qué he pensado todo el día?
Su
voz de línea erótica se confundía con los mensajes de texto y Peter empezaba a
perder el norte. Si alguien le había intervenido el teléfono, eso significaba
que habían estado en su casa. De pronto, empezó a dolerle la mandíbula de la
tensión y sintió un calor muy intenso en su interior. Estaba demasiado lejos
para llegar hasta ella.
—No,
¿por qué no me lo cuentas?
«Me
vigilan. Creo que alguien nos escucha ahora mismo.»
—Pues
he estado pensando en esa sonrisa tan sexy que tienes.
Peter
respiró profundamente antes de seguir con el mensaje que estaba escribiendo.
—¿Crees
que mi sonrisa es sexy?
—Sabes
que sí. Extraño ver la sonrisa en tus ojos cuando estamos juntos.
Peter
sabía que aquellas palabras eran para la persona que estaba escuchando la
conversación, pero no por eso tenían menor efecto en él. Lali no era actriz,
pero lo estaba haciendo increíble. «Tengo
que sacarte de ahí.»
—¿Sabes
qué es lo que yo extraño de ti? —preguntó Peter, siguiendo el hilo de la
conversación.
—Dime.
«Estoy
de acuerdo contigo», respondió ella.
Peter
se sorprendió de que accediera sin oponer resistencia.
—¿Qué?
—Que
me digas qué extrañas de mí —le recordó Lali.
Peter
dejó el móvil a un lado y se concentró en sus palabras.
—Extraño
tu pelo salvaje sobre mi almohada. —No era la primera vez que imaginaba aquella
imagen, a pesar de que nunca la había presenciado... todavía—. La forma en que
te humedeces los labios justo antes de besarme.
—¿En
serio? —La voz de Lali era aún más grave.
—Extraño
el olor a lavanda de tu piel. Voy a hacer que los jardineros planten lavanda
para que, cada vez que pase por allí, me acuerde de ti. —¿De dónde había salido
eso? ¿Y desde cuándo era un poeta?
El
teléfono permaneció en silencio unos segundos.
—¿Lali?
¿Sigues ahí? —Miró la pantalla del móvil para comprobar si le había enviado
otro mensaje, pero no era así.
—Sigo
aquí. Es que... necesito tenerte cerca. Tal vez debería mudarme a tu casa.
Peter
sonrió.
—Me
alegro de que al fin estés de acuerdo.
—Todo
ha pasado tan rápido. Pensé que lo mejor sería hacer las cosas poco a poco.
Ahora me parece una tontería.
—Eres
una mujer independiente y lo entiendo, pero pasaremos parte del tiempo en
Europa y parte allí. Lo mejor para ti sería que te sintieras cómoda en ambos
lugares. Así al menos sabré dónde estás cuando estemos separados. —Lo curioso
era que hasta la última palabra de lo que acababa de decir era verdad. Sin
embargo, si no hubiera otro par de orejas escuchando la conversación,
probablemente nunca se lo habría dicho.
—Eres...
¡Mierda! —La palabrota salió de su boca con la fuerza de una explosión.
Peter
sintió que el vello de la nuca se le ponía de punta.
—¿Qué
pasa?
—Me
golpee el dedo chiquito del pie. —Parecía enojada, pero no herida.
El
celular volvió a vibrar. «Encontré una cámara.»
—¿Qué
haces? —preguntó Peter. Se puso de pie y empezó a pasear por la habitación.
—Estoy
escogiendo unos libros para llevármelos a tu casa. ¿A qué hora llegas el
domingo? —Si no hubiese estado atento, no habría percibido el temblor en la voz
de Lali. Buscó el teléfono de Lucas en su celular y le mandó un mensaje
urgente. «¡Busca a Lali ahora mismo! Te llamo en unos minutos.»
—Voy
a reorganizar mis planes para poder viajar antes. —Antes significaba esa misma
noche.
—No
hace falta —dijo ella.
—No
estoy de acuerdo. Llevamos demasiado tiempo separados. —Y era totalmente
cierto, aunque lo hubieran acordado por contrato.
Lali
suspiró.
—Hoy
no vas a conseguir que discuta contigo.
—Te
llamo luego.
—No
hagas ninguna tontería —le dijo Lali—. Estoy bien.
Pero
Peter no lo estaba. Alguien espiaba a su esposa, escuchaba sus conversaciones,
la observaba. Y eso, para alguien cuyo objetivo era atraparlos en una mentira,
significaba llevar las cosas demasiado lejos.
—Estaré
ahí por la mañana.
—Te
espero con los brazos abiertos.
Peter
sonrió y colgó el teléfono.
«Agarra
lo que necesites para hoy y mañana. Lucas está en camino.»
Peter
llamó a su guardaespaldas y le explicó la situación. La siguiente llamada fue
al piloto de su avión privado. Frustrado, se pasó las manos por el pelo una y
otra vez mientras ultimaba los preparativos antes de marcharse. De pronto, su
matrimonio a distancia estaba en peligro. Su cerebro zumbaba con una urgencia
que le hacía golpear repetidamente el suelo con el pie o frotarse las manos
como si quisiera rodear con ellas el cuello de alguien. ¿Sería su primo capaz
de rebajarse a ese nivel? ¿O estaba María tan ofendida que quería vengarse a
cualquier precio? Tampoco podía eliminar a Parker y Parker de la corta lista de
sospechosos porque, en caso de que pudieran descubrir el fraude, ganarían una
cantidad considerable de dinero. Veinte
minutos más tarde, mientras se dirigía hacia el aeropuerto, recibió una
llamada.
—¿Lali?
—Sí,
soy yo. —Parecía agotada, exhausta—. Estoy en tu casa.
—Entonces
podemos hablar. El sistema de alarma detecta la presencia de micrófonos. ¿Cómo estás?
Lali
suspiró.
—Estoy
muy enojada. Pensaba que los días de teléfonos intervenidos y cámaras ocultas
estaban más que superados. ¿Quién está dispuesto a llegar tan lejos, Peter?
—Llevo
haciéndome esa misma pregunta desde que me llamaste. Tengo a mi equipo
trabajando en ello. Lo averiguaremos.
—Si
hay algo en lo que pueda ayudar dímelo. Quienquiera que sea el responsable
tiene en mí a una enemiga.
La chispa
que transmitía su voz era mejor que el tono derrotado de hacía un momento. Su
mujer era capaz de convertirse en un volcán cuando la acorralaban.
—Llegaré
en la madrugada. ¿Qué habitación elegiste?
—Ah,
no... no estaba segura de quién sabe lo nuestro por aquí, así que le pedí a Lucas
que pusiera mis cosas en tu suite —balbuceó Lali—. Puedo mudarme a otro cuarto
si quieres.
Peter
imaginó su cabeza sobre la almohada, los ojos cerrándose lentamente entre las
sábanas de su cama.
—No
te cambies. Tienes razón. Confío en mi personal, pero no creo que debamos avivarlos.
—¿Estás
seguro? —Volvía a parecer vulnerable. El deseo de tenerla entre sus brazos y
rodearla con todas sus fuerzas era tan poderoso que casi resultaba doloroso.
—Por
favor. Insisto.
A
esas alturas ya sabía que lo mejor era no exigir. Lali tomaba sus órdenes y se
las sacaba en cara siempre que podía. Preguntar educadamente era algo nuevo
para él, pero iba mejorando la técnica con el paso de los días.
—Está
bien. Nos vemos por la mañana.
Colgó
y empezó a dar golpecitos con el dedo en el teléfono. La imagen de Lali
enroscada en posición fetal en su cama, con los ojos abiertos de par en par por
culpa del miedo, le parecía asfixiante. Hundió las uñas en las palmas de sus
manos. Quienquiera que fuese el responsable de aquello, había cometido un error
imperdonable. Aplastaría sin miramientos a la persona capaz de violar la
privacidad de su esposa hasta esos extremos. Periodistas en la vía pública,
alguien escuchando una conversación ajena en la fila de una tienda, vaya y pase,
pero ¿esto? ¿Y si también había una cámara en su dormitorio? ¿Y si alguien la
había observado mientras se vestía, mientras se duchaba?
No
era de extrañar que Lali pareciera asustada.
Cuanto
más pensaba en ello, más le costaba mantener la cabeza fría.
A
medio camino entre el recuerdo y el sueño, el cerebro somnoliento de Lali
filtraba imágenes de sí misma caminando por el campus, con una mochila colgando
del hombro.
Alguien
la seguía. No era la primera vez que veía a aquel hombre, pero no conseguía ubicar
su cara. El pánico insuperable había empezado el día en que compartió sus
pensamientos más profundos con su profesor de comercio.
En
lo más profundo de su mente, Lali sabía que estaba soñando. Sabía hacia dónde
se dirigía el sueño e intentó detenerlo por todos los medios.
Una
imagen del dormitorio de su infancia cruzó su mente. Una conversación inocente
con un amigo en quien confiaba. Su madre, aún con vida, diciéndole que tuviera
cuidado con lo que decía. Vanessa, con un sostén de deporte, riéndose de algo
que Bob, el perro de la familia, hacía.
Todas
esas imágenes mezcladas formaban un nudo en el pecho de Lali.
Dos
hombres vestidos de negro y con una placa en la mano se la llevaban de clase
para interrogarla, solo que en lugar de preguntarle dónde estaba su padre o qué
estaba haciendo, le preguntaban por Peter.
—Lo
que está haciendo es ilegal, Lali. Miles de personas sufren por su culpa.
¡No!
Se enfrentó al sueño, deseando que las imágenes cambiaran.
Pero
no se detuvieron y el miedo se instaló en su corazón.
Lali
se incorporó de un salto respirando entre jadeos y con el corazón latiendo
desbocado. En una décima de segundo, Peter se levantó de la silla en la que
estaba durmiendo y corrió a su lado.
—Lali,
¿estás bien? —le preguntó, mientras la sujetaba por los brazos para calmarla.
Ella
asintió, intentando recuperar el aliento.
—Una
pesadilla.
—Estás
temblando. —Sin saber qué decir, rodeó su cuerpo con los brazos y la atrajo
hacia su pecho.
Alejarse
seguramente habría sido lo mejor, pero Lali se había quedado sin fuerzas.
Respiró el profundo aroma a masculinidad con unas notas de pino, que siempre
seguía a Peter por dondequiera que fuese. Desde tan cerca era mucho más
intenso, más poderoso. Lali se apoyó en él y cerró los ojos. Él le frotó la
espalda y le acarició el pelo.
—No
pasa nada —le susurró.
La
fuerza del sueño le había dejado un hueco imborrable en el corazón. Los
recuerdos de su madre aún viva, de su hermana sana. Todo había desaparecido.
Y
era culpa suya.
Peter
siguió abrazándola durante horas, o eso le pareció a él. Cuando finalmente Lali
retiró la cabeza de su pecho, se dio cuenta de que él iba vestido con una
camisa de vestir y pantalón de pinzas. Tenía una barba incipiente y su mirada emanaba
preocupación. A pesar de su atractivo, esta vez parecía cansado.
—Ya
estoy mejor —le dijo.
Se
había alejado de él, pero Peter no la soltaba y le acariciaba la línea de los
brazos antes de entrelazar los dedos con los suyos.
Una
poderosa sensación de pertenencia, de saberse unida a alguien, se apoderó de
ella. Los ojos de Peter se movían por su cara como si buscaran signos físicos
de agresión. Su preocupación por ella la dejó sin respiración y la atracción
que hasta entonces había sentido creció de pronto en su interior. Se sentía
vulnerable, pero sabía que lo mejor era no tontear con él ni recordarle que
estaban en su cama y que ella solo tenía puesto un pequeño pijama.
Para
romper el contacto visual, Lali miró hacia el otro extremo del dormitorio.
—¿Estabas
durmiendo en esa silla?
—Solo
quería ver cómo estabas. Debí de quedarme dormido.
Pero
sus zapatos estaban junto a la silla y el abrigo sobre el respaldo.
—¿Qué
vamos a hacer? Alguien está tomando medidas desesperadas para descubrir nuestra
mentira.
—Han
ido demasiado lejos —dijo Peter, y sus manos se tensaron sobre las de ella. Lali
le devolvió el apretón.
—¿Y
qué hacemos ahora? Irme de casa no mantendrá alejado por mucho tiempo al que
esté detrás de todo esto. La policía vigiló nuestra casa durante más de un año
mientras investigaban el caso. No tenemos forma de saber si alguien nos vigila
o nos escucha a todas horas. —La posibilidad de tener que pasarse un año
esquivando cámaras y micrófonos ocultos le provocaba dolor de cabeza.
—Descubriré
quién ha hecho esto. Que yo sepa, sigue siendo ilegal meterse en casa de
alguien para grabar su vida.
—Puede
que sea ilegal, pero eso no los va a frenar. Tenemos que convencerlos de que
están perdiendo el tiempo. De lo contrario, en algún sitio, cuando menos lo
esperamos, alguno de los dos meterá la pata y se le escapará que este
matrimonio es algo temporal. Tú perderás tu herencia y será por culpa mía.
Peter
entornó los ojos e inclinó la cabeza.
—¿Por
qué culpa tuya? Los dos dijimos «Sí, quiero» por los motivos equivocados.
Lali
temía que pudiera intuir los pecados del pasado en sus ojos, así que retiró las
manos de las de Peter y se llevó las rodillas al pecho.
—Tal
vez no sea todo culpa mía... —dijo, con la mirada perdida a lo lejos.
Peter
se interpuso en su campo de visión y apoyó una mano en su rodilla. El calor que
desprendía su piel subió por la pierna de Lali hasta que toda su atención se
concentró en su marido, el hombre que estaba sentado junto a ella.
—Ahora
que conocemos las reglas del juego, tenemos que ganar utilizando sus métodos.
Usaremos las cámaras para demostrarles lo equivocados que están.
—¿Y
cómo sugieres que hagamos eso?
Peter
disimuló una sonrisa. La preocupación había empezado a desvanecerse en los ojos
de Lali.
—Iremos
los dos a tu casa a recoger tus cosas. Antes enviaré a un equipo para que
averigüe si hay más cámaras escondidas.
—¿No
será demasiado evidente?
—¿Fue
evidente cuando ellos se metieron en tu casa para instalarlas?
Lali
llevaba toda la noche pensando en ello. Los tipos de la compañía de teléfono
eran los únicos que habían entrado en su casa desde que Peter y ella se habían
casado.
—No.
—Encontraremos
las cámaras y actuaremos para ellos.
—¿Actuaremos
para ellos? —repitió ella, sintiendo que se le aceleraba el pulso.
Peter
le cogió un mechón de pelo y lo sujetó detrás de su oreja. El contacto de sus
dedos sobre la piel levantó chispas, una corriente eléctrica que también él
sintió. Podía verlo en sus hermosos ojos.
—¿Tan
duro te resultaría volver a besarme? ¿Para la cámara?
Lali
se humedeció los labios sin dejar de mirarlo fijamente mientras hablaba.
—¿Un
beso?
La
mano de Peter le acarició la mejilla.
—Tal
vez unas caricias subidas de tono. Seguro que en la habitación hay algún punto
donde escondernos de las cámaras. Que la persona que esté viendo las imágenes
se imagine el resto.
Lali
se preguntaba cómo sería estar entre sus brazos. Había pensado en la
posibilidad de volver a besarlo desde el día de la boda.
—¿Y
qué demostraríamos con eso? —preguntó, ignorando el pulgar de Peter, que le
acariciaba la mejilla y traía imágenes eróticas de sus manos sobre otras partes
de su cuerpo.
—Demostraría
que hay intimidad entre nosotros, que disfrutamos el uno del otro lejos de las
miradas de la gente. Mientras crean que no sabemos nada de las cámaras, estoy
seguro de que funcionará. ¿Qué me dices, Lali? ¿Aceptas el reto?
Ella
apartó los ojos de sus labios y descubrió que la estaba mirando. Sabía cómo engancharla
en su causa y prepararla para la batalla.
—Cuenta
conmigo.
La
suave curva en los labios de Peter se convirtió en una sonrisa de oreja a
oreja.
—Esa
es mi chica. Ahora, ¿por qué no le pides a la cocinera que te prepare el
desayuno mientras yo intento recuperar un par de horas de sueño? Cuando me
levante haremos una escapada a tu casa. Así mis hombres tendrán el tiempo suficiente
para encontrar los micrófonos.
Apoyó
una mano en la cama y se levantó de un salto.
—Peter,
¿y qué pasará mañana? ¿Y pasado? ¿Cómo vamos a mantener esto durante todo un
año?
—Día
a día, preciosa. Somos dos personas inteligentes con un mismo objetivo. Algo se
nos ocurrirá.
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ResponderEliminarmas
ResponderEliminarMAS
ResponderEliminarSabes Tengo Una Duda, Está Más Que Claro Que No Te Llamas Carpe Diem Asi Que ¿CUÁL ES TU NOMBRE VERDADERO?
ResponderEliminarjajajajajjajajaja XD
EliminarMe llamo Scarleth:D
que lindo nombre!
EliminarEstaba en mi casa muy aburrida después de llegar de la escuela y me digo, ¡veremos si carpe ha subido! Me meto al pc y me doy cuenta de que has subido muchos capítulos jaja alabada seas xd
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