No mirar hacia atrás: Capítulo 21
Capítulo 21:
Había esperado en el piso de abajo mientras Nico reanimaba a Pablo y luego lo sacaba de la casa. Resultó que Nico estuvo en el sótano el tiempo entero, y había cerrado con llave la puerta principal cuando llegó a casa. Lo que significaba que Pablo me mintió otra vez y que muy probablemente tenía una llave. Lo primero en mi lista de cosas por hacer era recuperarla.
Nico me aconsejó dejar eso para él.
- ¿Vas a contarme qué sucedió? - preguntó, sacando una bolsa de arvejas congeladas del congelador.
Me senté en la barra, sintiendo que mis mejillas se sonrojaban.
- Recordé algo.
- Algo lo suficientemente grande como para que quisieras echarlo - Dejó caer la bolsa sobre sus nudillos e hizo una mueca - ¿Qué fue?
- Bueno, ya iba a romper con él antes de que lo recordara.
Se sentó a mí lado, con las cejas arqueadas.
- ¿Esto tiene algo que ver con Pitt?
- ¡No! - Mis mejillas se sonrojaron incluso más.
- De acuerdo - Una sonrisa apareció en sus labios - Entonces, ¿qué sucede?
Masticando la uña de mi meñique, me encogí de hombros.
- Las cosas no eran las mismas entre nosotros. Así que decidí terminarlas. Cuando le devolví el collar, recordé...algo que había sucedido.
Sus cejas se arquearon aún más.
Suspiré.
- Tomó...fotos.
Nico arrugó la cara, como si estuviera a punto de vomitar sobre mí.
- Aquellas fotos...
Allí iban todas las esperanzas de que no las hubiera visto o escuchado de ellas. Dejé caer la cabeza en la encimera y suspiré.
- Es tan vergonzoso. ¡No tenía idea! Quiero decir, no sabía que él las tomaría, para nada, y supuestamente Agustín las encontró y las envió, pero aún así.
Nico maldijo.
- ¿No sabías que las tomaría?
- No - me quejé.
Otra explosión de insultos hizo que saltara un poco.
- Te pregunté sobre esas fotos, La, porque me molestó bastante. Actuaste como si no fuera gran cosa. Si hubiera sabido, le habría dado paliza hace mucho.
Levanté los brazos con impotencia, manteniendo el rostro pegado a la encimera.
- Sí, bueno, al parecer lo superé.
Varios segundos pasaron antes de que hablara.
- Creo que voy a dejarle otro ojo morado.
Tanto como eso me animaba, levanté la cabeza.
- No puedes hacerlo. Sólo déjalo en paz. Se terminó, terminamos - Me cubrí el rostro con las manos - Hombre, ¿cómo puedo siquiera mostrar mi cara?
- La, eso sucedió, como, hace siete meses.
- ¿Y? Lo acabo de recordar - gruñí otra vez - Esto es horrible.
- Todo el mundo lo ha olvidado considerando algo más - dijo amablemente.
- Sí, porque piensan que maté a Cande y que estoy loca - Dejé caer las manos. Nico me observó, pareciendo atrapado entre la diversión y la compasión. Le fruncí el ceño y luego vi lo mucho que se hinchaban sus nudillos por debajo de la bolsa - ¿Duele?
Se encogió de hombros.
- Valió la pena.
- Gracias - dije, removiéndome en la banqueta - Sé que fui una hermana horrible...
- Detente - Ondeó su mano herida, mirando la bolsa - Vuelve a la cosa de "todos piensan que mataste a Candela". Euge me contó lo que decían las chicas en la fiesta hoy. Sabes que sólo están siendo tontas. Nadie piensa eso.
Le di una mirada insulsa. Cambió de tema a lo que Peter y yo habíamos hecho cuando dejamos el granero. Cuando le conté sobre subir al acantilado para ver si recordaba algo, me miró como si quisiera golpearme con la bolsa de arvejas.
- El acantilado es peligroso - se quejó, poniéndose de pie. Llevando la bolsa al cesto de basura, se dio la vuelta - No deberías subir allí.
Fruncí el ceño.
- ¿Por qué no? Podría ayudarme a recordar.
Botó la bolsa y abrió lentamente el puño.
- ¿Por qué necesitas recordar? No va a cambiar nada. Candela está muerta.
- Ya lo sé - dije, sin estar segura de por qué estaba tan en contra - Pero necesito saber que sucedió. Probablemente no fue un accidente, y ella merece justicia.
Nico rodó los ojos.
- Candela merece un montón de cosas.
Quedé boquiabierta.
- ¡Nico! Eso no estuvo bien.
Me dio la mirada que le di antes.
- No la recuerdas. No tienes idea de cuán jodida estaba. Y estabas bien hasta que comenzaste a pasar tiempo con ella. Lo siento si no estoy todo triste por ello - Hizo una pausa, exhalando con brusquedad - Bien, eso no estuvo bien - Levantó la mirada hacia el techo - Lo siento, Cande, donde sea que estés.
Me bajé del taburete.
- Tengo que saber la verdad. Es, como, un cierre. No puedo avanzar hasta entonces.
Sus ojos encontraron los míos por unos cuantos segundos, y luego arqueó las cejas, no de forma burlona, sino más con preocupación.
- ¿Qué si la verdad no te gusta, La? ¿Qué si únicamente empeora todo?
Esa era la pregunta del millón. La sensación de haber hecho algo mal salió a la superficie, envolviéndose alrededor de mi interior, apretando hasta que estaba segura que pronto iba a tener algunas úlceras épicas.
- Entonces tendré que lidiar con ello - dije al final, sentándome de nuevo - Pero tengo que saber. Sea bueno o malo.
Nico apartó la mirada, hundiendo los dientes en su labio inferior. Podría decir que esta conversación lo disgustaba, y sabía que se preocupaba de que toda mi búsqueda, tarde o temprano, despertaría algo con lo que no sería capaz de lidiar. Procuré cambiar de tema.
- ¿Papá no está en casa? - pregunté, y sacudió la cabeza - Nunca está realmente en casa, ¿cierto?
- Tal vez está en la oficina. Se queda allí mucho - Se dejó caer en el asiento al lado del mío y apoyó el mentón en su mano buena - Llega tarde a casa.
- ¿Y mamá está siempre en la cama? - Me volteé hacia él.
- Prácticamente está ocultándose en su cuarto, pero sí.
- ¿Siempre ha sido así?
Las cejas de Nico se elevaron mientras parecía reflexionar la pregunta.
- Lo ha sido por los últimos cinco años más o menos. Apenas se hablan o se quedan en el mismo lugar con el otro por más de un par de minutos.
Bajé la mirada.
- ¿Por qué siguen juntos?
- ¿Quieres una respuesta seria a eso? - Cuando asentí, rió en voz baja - Antes de que esto sucediera, sabías el por qué.
- ¿En serio?
Asintió.
- Mamá no se divorciará de papá debido a lo que la gente dirá, a menos que quedarse casada con él fuera peor de alguna forma. Papá lo sabe y nunca abandonará a mamá porque...bueno, le pertenece.
Fruncí el ceño.
- ¿Le pertenece?
- Sin mamá, él no tiene nada - Se rió, pero fue irónico - Todo nuestro dinero está del lado de ella, y estoy seguro que hubo un estúpido pequeño acuerdo pre-nupcial que se refiere a que ella obtiene todo en caso de divorcio y él mantiene lo que tenía cuando se casó, lo cual no era mucho.
- Pero papá trabaja - Negué con la cabeza - Incluso si se divorciaran, tendría todo el dinero de eso.
Nico sonrió con satisfacción.
- Estás olvidando un importante hecho sobre eso: papá trabaja para el lado de la familia de mamá. Si se divorcian, será despedido y nuestro abuelo tiene suficientes contactos para hacerle muy difícil que consiga otro trabajo en esa clase de nivel en una firma de financiamiento.
- Maldita sea - susurré.
- Síp. Si fuera él, preferiría ser un indigente y vivir en una caja, pero a papá le gusta su estilo de vida. No le importó una mierda lo que otras personas pensaran cuando éramos más pequeños, pero ahora...sabe que a mamá le importa, así que aguantará cualquier cosa para mantenerla.
Me recosté.
- Oh.
Después de eso, Nico y yo nos fuimos por distintos caminos. Regresé al piso de arriba y cerré la puerta. Exhausta de todo lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas, sólo quería dormir. Mi cerebro aún daba vueltas a todo lo que había aprendido, e incluso con el recuerdo de las fotos resurgiendo, sabía que había todavía más de mi relación con Pablo. Tenía que existir un buen motivo de por qué me había quedado con él después de algo así. Podría pensar en un par de personas quienes podrían darme una aclaración brutal de nuestra relación, pero aparte de ellos, aquellos que de hecho hablarían conmigo sobre eso, eran limitados.
¿Pablo y yo habríamos recorrido el mismo camino que nuestros padres? ¿Casarse por dinero y porque era lo esperado? No tenía sentido, pues ambos tendríamos acceso a nuestros fondos.
Me dirigí al baño y tomé el cepillo de dientes, captando la vista de mi reflejo en el espejo. Manchas oscuras habían florecido bajo mis ojos. Mientras chorreaba un poco de pasta dental en el cepillo, aparté la mirada por un segundo, tal vez dos.
Cande me devolvía la mirada, con sombras coincidentes bajo sus ojos.
Jadeando, retrocedí sobresaltada. La oscuridad bajo sus ojos se extendía por sus impecables mejillas siguiendo el camino de sus venas, como si alguien las hubiera inyectado con tinta. No podía desviar la mirada mientras ella abría la boca en un grito silencioso que elevó los vellos diminutos de todo mi cuerpo.
No es real. Esto no puede ser real. Apreté los ojos con fuerza, conté hasta diez, y luego los volví a abrir. La imagen en el espejo era la mía.
Apenas respirando, planté las manos en el lavabo y bajé la cabeza, sintiéndome mareada y con náuseas. Varios minutos pasaron antes de que estuviera segura de que no vomitaría.
Arrojé el cepillo de dientes al lavabo y abandoné el baño, temblando incluso por dentro. Apartando las mantas, comencé a deslizarme en la cama cuando vi el borde de algo amarillo saliendo debajo de la caja de música en la mesita de noche.
Con el corazón palpitando como loco, me senté y estiré un brazo, alzando la caja. Un pedazo de papel amarillo doblado en un triángulo me miraba. Una gran parte de mí quería ponerlo de vuelta en la caja y cubrirlo por completo.
En lugar de eso, con la respiración atascada en el pecho, levanté la nota y luego bajé la caja de música. Mis dedos estaban entumecidos mientras la abría, revelando la letra infantil.
No le dejes saber que recuerdas algo.
¿No le dejes saber que recuerdas algo?
¿Hacer saber a quién? La pregunta me mantuvo despierta la mayor parte de la noche, a pesar de que me sentía exhausta. Y todavía había una pregunta más grande: ¿quién dejaba las notas y por qué?
Cuando amaneció, apenas pude salir de la cama y tomar una ducha. El camino a la escuela con Peter y Nico fue silencioso, pero imaginé que no duraría mucho.
Y tenía razón.
Susurros y prolongadas miradas me saludaron en el momento que atravesé las puertas. Las noticias de mi accidente y el posterior fracaso de la fiesta en el granero a aquellos que no habían estado ahí. Todos parecían saber sobre el tipo en el asiento trasero que no pudo haber estado allí.
Cuando me dirigí a mi casillero, divisé a Pablo al final del pasillo. Lucía como si hubiera tenido un encuentro con un boxeador profesional y hubiera perdido.
Su ojo izquierdo entero se encontraba cerrado por la hinchazón, la piel cubierta con un moretón púrpura azulado que parecía doloroso. También estaba consiguiendo un montón de miradas.
Manteniendo la cabeza gacha, con rapidez agarré mis libros para la mañana y me apresuré a desaparecer por la dirección opuesta.
No lo logré.
- ¡Lali! - gritó Pablo, no muy lejos detrás de mí.
Con el corazón en la garganta, seguí caminando. Lo último que necesitaba era una escena. Las personas tenían suficientes motivos para hablar de mí.
- Maldita sea - gruñó, alcanzándome en la escalera. Agarrándome el brazo, me jaló hasta detenerme - ¿Simplemente vas a ignorarme?
Me di la vuelta, aspirando una respiración brusca. De cerca, el ojo moreteado era peor, pero había algo brillando en el ojo bueno. Algo que me dio escalofríos en todos lados que me hizo querer huir.
- Tenemos que hablar - dijo en voz baja.
Sacudí la cabeza.
- No hay nada de que hablar.
Se inclinó, su cabeza a centímetros de la mía. Había un aroma a menta en su aliento.
- Al menos me debes una oportunidad de explicar, en especial después de lo que tu hermano hizo.
Cualquier sentimiento de temor que tenía fue reemplazado con rapidez por la irritación, y liberé mi brazo, sin importarme lo que la gente pensara. ¿Se lo debía?
- No te debo nada, Pablo.
Exhaló.
- Sé que estás enojada y lo entiendo, pero todo lo que quiero hacer es hablar contigo. No puedes simplemente romper conmigo y darlo por terminado. No puedes llamarme así sin darme una posibilidad de arreglarlo.
Mi boca se abrió mientras retrocedía un paso, golpeando el borde de una vitrina llena de placas y metales.
- Mira, lo siento. Quizás Nico no debería haberte golpeado, pero es mi decisión. No necesito tu permiso.
Su mandíbula sobresalió.
- Eso no es lo que quise decir. Sé que no necesitas mi permiso. Estás torciendo todas mis palabras.
Al otro lado de nosotros, unos chicos tenían sus teléfonos en sus manos, escribiendo textos sin parar. Mi corazón se hundió un poco, sabiendo que para el comienzo del primer período, esto estaría rondando por toda la maldita escuela.
- Pablo, no quiero hablar de esto. Tal vez más tarde...
- ¿Más tarde? ¿Lo prometes? - Agarró mi mano otra vez - Dime que lo prometes, y te creeré, ¿de acuerdo? Porque a diferencia de cualquier otro, cuido tu espalda, Lali. Sólo que no te das cuenta.
Abrí la boca, pero nada salió. La desesperación que radiaba de él cubrió mi piel como una sustancia pegajosa y sucia. ¿Por qué estaba tan frenético por salvar esta relación? No era genial antes y, estoy bastante segura que no era algo por lo que valga la pena luchar ahora que había perdido mis recuerdos.
- ¿Está todo bien por aquí? - La voz de la señora Messer salió de la nada - ¿Mariana?
Pablo me soltó la mano, y me giré, tragando.
- Sí, todo está bien.
Sus ojos oscuros se posaron en él.
- ¿Y usted?
Asintió, dando un paso atrás.
- Todo está bien.
- Entonces le sugiero que vaya a clase - respondió con frialdad
Frente a mí, la sonrisa ladeada de Pablo se veía peor con el ojo negro.
- Más tarde.
No dije nada mientras se giraba y se alejaba. La repulsiva sensación seguía cubriendo mi piel, filtrándose a través de mí. Apretando la correa en mi bolsa, me estremecí.
- ¿De verdad está todo bien, Mariana? - preguntó la señora Messer en voz baja, deteniéndose a mi lado.
Asintiendo, intenté nivelar mi voz.
- Sí. Sólo estábamos hablando.
Su mirada no perdió nada.
- ¿Debo preocuparme por cómo lucía su rostro?
- No - dije, sacudiendo la cabeza - Me tengo que ir.
La señora Messer asintió.
- Te veré mañana por la mañana.
No había forma de escapar de nuestros encuentros, pero era mejor que la alternativa: un psiquiatra real fiel a Dios. Apresurándome hasta la sala de clases, me deslicé en mi asiento segundos antes de que sonara la campana. Las dos primeras clases no estuvieron mal. Era la siguiente clase, Literatura, a la que le temía. Mery me esperaba cuando entré, y me dirigí hacia el lugar que había sido mi asiento desde que volví a la escuela. Extendió un brazo delgado, bloqueándome.
- No te puedes sentar aquí.
Por un momento me entretuvo la idea de agarrarla de su dañado cabello y arrastrarla por el suelo.
- ¿Por qué? - exigí.
Torció los labios en una sonrisa fría que me era muy familiar. Paula rió desde su asiento.
- ¿Sr. Dase? - Paula levantó la voz, agitando su brazo de un lado a otro - ¿Sr. Dase?
El profesor levantó la vista de la pila de papeles en su escritorio y dejó escapar un fuerte suspiro.
- ¿Sí, Paula?
- ¿Puede poner a Lali en otro asiento? - imploró - No nos sentimos cómodas sentadas con ella.
El fuego quemó mis mejillas cuando una docena de rostros se giraron hacia mí. La que más se destacó fue la del chico gótico. Esperaba que pareciera contento de que se me estuviera devolviendo todo por lo años de abuso que ejercí en él. En cambio, sus ojos almendrados sólo parecían tristes detrás de las puntas de pelo negro.
El profesor Dase enarcó las cejas.
- ¿Por qué no te sientes cómoda, Paula?
- Está bien - dije, odiando la forma en que mi voz tembló cuando me dirigí a un asiento libre en la parte trasera - Me puedo sentar aquí.
Satisfecho con la solución, volvió a revolver sus papeles, pero con el rabillo de mis ojos, vi a Mery lanzarle a Paula una mirada mordaz.
- Sr. Dase - Paula se quejó, agitando su brazo de nuevo.
Tomando asiento, me agarré de los bordes de mi escritorio.
- ¿Sí? - suspiró el señor Dase.
Paula se enderezó, empujando el pecho hacia afuera y arqueando la espalda.
- No me gusta que esté sentada detrás de mí - Su voz se convirtió en un susurro - ¿Sabe que fue la última persona que vio a Candela con vida, no?
Mis nudillos dolían por el grado de tensión de mi agarre sobre el escritorio. Vale. Eso fue todo. Había una buena oportunidad que les haría daño, a una o a ambas.
La expresión de nuestro profesor se mantuvo suave.
- Estoy seguro de que estás perfectamente a salvo donde estás.
Luego prosiguió a pasar lista, y aquello hizo callar a Paula, pero el daño ya estaba hecho. Hirviendo de ira y vergüenza, no tenía ni idea de qué materia se pasó en clases. Cuando sonó la campana, tuve que obligarme a salir de la clase sin confrontarlas. Sus risas me siguieron en la mayoría de las clases.
En biología, pensé que Paula se mantendría tranquila sin Mery estando ahí, y me pregunté si habré sido así en ese entonces, llevando la batuta como Mery. Obligar a que las otras chicas hicieran cosas terribles, por despecho y aburrimiento.
Ahora era una firme creyente en el karma.
Mi día de mierda se puso un poco mejor cuando Peter entró a clase. La sonrisa en mi cara no era forzada o débil. Era grande y estúpidamente real.
No me la devolvió mientras se sentaba a mi lado, y sentí la feliz sensación del desánimo.
- ¿Por qué Nico le dejó el ojo morado a Pablo? Él no me dirá por qué.
- Oh - No es lo que esperaba. Llevando la mirada a la parte delantera de la clase, me di cuenta de que Paula intentaba escuchar. Apretando mi lápiz para evitar convertirlo en un arma de destrucción masiva, mantuve mi voz baja - En verdad, Pablo no hizo nada.
- ¿No? - Su voz era peligrosamente suave - Porque estoy pensando lo peor, y si es así, va a tener el otro ojo a juego para el final del día.
Mis ojos se abrieron.
- No, no, nada de eso. Rompí con él, y luego tuve este recuerdo de algo que hizo. Es como que entramos en esto después de eso, y no se iría. Nico como que se encargó de ello.
- ¿Qué quieres decir con que no se iría? - La ira brilló en sus ojos azules, junto con una actitud ferozmente protectora que me daban ganas de sonreír como una idiota.
- No es una gran cosa. Todo está bien ahora - Con la excepción de Pablo pensando que podía renegociar, de alguna manera, nuestro estado civil.
Peter no se veía muy convencido, pero se acercó más, presionando su rodilla contra la mía.
- ¿Qué es lo que recuerdas?
- Uh, es realmente vergonzoso.
- Puedo tratar con ello - Sonrió.
Mis labios temblaron.
- Estoy segura de que sí, pero no creo que yo pueda - Lo observé mientras esperaba, suspirando cuando me di cuenta que no lo iba a dejar pasar - Estoy segura de que ya sabes. Tiene que ver con...fotos en un teléfono.
Una ceja se arqueó, y luego se apoyó en el respaldo mientras lo procesaba.
- ¿Es algo que sucedió alrededor de hace siete meses?
Asentí mientras toda mi cara enrojecía.
- Sí, bueno, no tenía ni idea de que había tomado esas fotos mientras...ocurría - Centrándome en la parte posterior de la cabeza de Paula, continué casi dolorosamente - No sé por qué lo perdoné. Ni siquiera puedo pensar en ello. Es repugnante.
- ¿Así que no estabas de acuerdo con esto?
- No que yo recuerde. Estaba muy enojada - Lo miré fijamente debajo de mis pestañas - Así que...¿las viste?
Me observó por un tiempo bastante largo. Una breve e indiscernible emoción cruzó su rostro.
- Sí, las vi.
- Muy bien - Metí un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, en busca de un cambio muy necesario de tema - Recibí otra nota ayer por la noche, después de que Pablo se fuera.
- ¿Que decía? - Parecía aliviado por el cambio de tema, también.
Saqué la nota, mostrándosela. Una vez más, otra expresión confusa apareció mientras leía.
- Sería bueno saber quién es él - dijo, doblándola y devolviéndomela otra vez - ¿Quién crees que está dejando estas notas?
- No lo sé - dije en voz baja, guardando la nota de nuevo en mi bolso - Tendría que ser alguien que tiene acceso a mi casa. Eso sí que limita todo el grupo de sospechosos.
Peter estuvo de acuerdo, y no tuvimos más tiempo para discutir los posibles sospechosos. La clase comenzó, y tuvimos que examinar el crecimiento celular en las plantas con un microscopio común. Los hormigueos se disparaban por mi brazo cada vez que nuestras manos se rozaban cuando intercambiamos diapositivas.
Después de la clase, me acompañó a mi casillero, esperando a que estuviera lista para ir a la cafetería. No tenía la certeza de si él mantenía un ojo en mi por Pablo, o si se encontraba tan reacio como yo a separarnos después de biología.
Mientras nos acercábamos a la puerta y a la habitación llena de gente, me detuve.
- Estaré allí en pocos minutos.
- Está bien - Parecía escéptico a irse, pero sonreí y luego asintió, caminando a mi alrededor, y desapareció.
Esperé a que la persona que esperaba se adelantara, haciendo caso omiso de las miradas de los que pasaban por delante de mí. Observé a Euge adelantarse. Su larga falda llegaba alrededor de sus tobillos mientras caminaba por el pasillo. Sus labios se extendieron en una sonrisa cuando me vio, pero se desvaneció con rapidez cuando agarré su brazo.
- Oye - dijo, mirando a su alrededor - ¿qué pasa?
- ¿Podemos hablar en algún lugar privado?
La cola de caballo de Euge se balanceaba mientras asentía.
- Podríamos ir a la sala de computación. Nadie está allí durante el almuerzo.
Perfecto. La seguí por el pasillo, más allá de la biblioteca y en la fría y silenciosa sala. Dejó caer su bolso en una silla.
- ¿Qué está pasando?
Tomé una profunda respiración, y luego dije algo que debería haber dicho, no hace días, sino semanas.
- No quiero ponerme toda loca contigo, pero antes que nada, lo lamento por todo lo que pude haberte hecho o dicho - Sentí el calor arrastrándose por mis mejillas - No fue justo por muchas razones, y tengo la sensación de que, probablemente, eras la única amiga verdadera que tenía, y lo arruiné todo.
Euge vaciló.
- La, podría tomar hasta una semana entera para enumerar toda la mierda que has hecho, pero, ¿hablando en serio? No eres la misma. Cuando Nico me dijo que tú...habías cambiado no le creí, pero me di cuenta de que era verdad el día que te sentaste en la mesa, y todavía es verdad. En la forma de hablar, la forma en que te comportas y miras a la gente. Me recuerdas a cómo solías ser, y es suficiente como disculpa. De todos modos, está en el pasado. Lo he superado.
Las lágrimas llegaron a mis ojos. No era un discurso de absolución, pero se acercaba, por lo que lo acepté.
- Está bien. Quiero preguntarte algo y quiero que seas honesta.
Tomó su cola de caballo y comenzó a retorcer en sus dedos el final de sus mechones.
- De acuerdo.
- Recordé algo anoche sobre Pablo y yo. Había tomado unas fotos de mí...
- ¿En las que le dabas una mamada como una estrella porno?
Hice una mueca.
- Sí, gracias. pero no sabía que estaba tomándolas. Debí haber escuchado de ellas después de los hechos, y exploté.
- ¿No lo sabías? - Se apoyó en el borde de la mesa, con los ojos entrecerrados - ¡Qué idiota!
- Mis exactos pensamientos - me apoyé contra la mesa a su lado - pero lo perdoné y no sé por qué lo habría hecho. Esperaba que pudieras decirme...cómo era yo cuando salía con Pablo.
- Oh, vaya - parpadeó Euge - ¿En serio?
Asentí.
Soltó una breve carcajada.
- Ni siquiera estoy segura de si en verdad lo amabas, o si solo se esperaba que estuvieran juntos. Sus familias son las más ricas del condado. Ambos eran muy populares y apuestos. Se asumía que serían pareja...Bueno, o bien tú o Candela, cuando su madre volvió, pero no creo que nadie realmente lo creyó hasta que se hizo mayor.
- ¿Ella quería salir con Pablo?
- A mi parecer, quería todo lo que tenías - Continuó enrollando su pelo alrededor de su mano - La verdad, fue extraño lo mucho que trató de ser como tú. Siempre pensé que estaba a punto de perseguirte a todos lados. Nico también lo pensó.
- Entonces, ¿crees que estuve con Pablo sólo porque todo el mundo esperaba que estuviéramos juntos? - Mi cerebro se rebeló en contra de la idea. Todas las razones que había escuchado eran tan poco profundas, que era patético.
- Creo que sí - Me enfrentó, inclinando la cabeza hacia un lado - Cuando éramos más pequeñas, en la primaria, tuviste un gran flechazo por Peter.
Mi estómago dio un vuelco al oír su nombre.
- Pasaban juntos mucho tiempo, pero luego Candela apareció - dijo, casi con tristeza.
- Y después Pablo.
La vergüenza y la culpa se arremolinaban en mi estómago, y bajé mi barbilla.
- No entiendo donde comencé a cambiar. ¿Cómo pude alejarme de la gente, y estar bien con lo que Pablo hizo?
- No creo que estuvieras bien con ello. Solo actuaste como si lo estuvieras - suspiró - pero sabía más que eso. Sentiste vergüenza cuando las fotos comenzaron a esparcirse. Y me molestó tanto cuando actuaste como si estuvieras bien con ello. Eras tan pasiva, y quería darte un puñetazo. En serio.
- Tal vez debiste haberlo hecho.
Euge se echó a reír.
- Lo tendré en cuenta.
Sonreí.
- No pueden solo haber sido Pablo y Candela lo que me cambió.
- No creo que lo fuera - Se alejó de la mesa - Creo que tu madre tuvo mucho que ver con eso. Odiaba nuestra amistad porque no estoy en un club de campo o algo así - dijo, rodando los ojos - y Dios sabe que odia que Nico me quiera. Tu papá parece estar bien con eso, o por lo menos es bueno fingiéndolo. De todos modos, te convertiste en tu mamá. Realmente no sé cómo Nico resultó ser tan diferente - Soltó su coleta, arrojándola por encima del hombro mientras agarraba su bolso - Actuaste como tus padres, La. Ellos harían cualquier cosa para dar una buena impresión. Incluso si eso significaba mentir para salvar su reputación, lo cual eso hiciste cuando las fotos salieron a la luz. Actuaste como ellos, y tengo la certeza de que si tu mamá pensara que podría salir inmune por matarme y esconder mi cuerpo en algún lugar para asegurarse que su hijo ya no esté saliendo con una plebeya, lo haría.
Me entraron ganas de reír, pero no estaba segura de si bromeaba o no.
más más más
ResponderEliminar