No mirar hacia atrás: Capítulo 20
Capítulo 20:
Estamos destinados a estar juntos.
¿No era eso lo que había dicho Pablo? Y por los destellos de su mundo y el mío, había un montón de expectativas girando en torno a nuestra relación. Lo suficiente como para matar por ello, ¿así una aventura se mantendría oculta? Niños ricos de tercera generación de Secondor, al igual que la realeza...
Tantas veces traté de traer a colación a Cande, y él se había puesto visiblemente incómodo negándose a hablar de ella. El más reciente recuerdo de Cande, era preguntando si ella podría tener a Pablo. ¿Si habían estado durmiendo juntos, ella quería que yo supiera? Ambos atraídos al acantilado, y Pablo, sin saber que yo me encontraba allí, ¿empujó a Cande?
Me sentía enferma.
El viaje de regreso a la casa de Peter fue tenso y silencioso. Ambos estábamos envueltos en oscuros pensamientos. Aparcó el auto en el camino de entrada y apagó el motor. Frente a mí, sus ojos lucían sombríos, los labios bien apretados.
- No puedo creerlo. Tanto como me desagrada, no me lo imagino haciendo algo como eso.
No quería creerlo, tampoco.
- Tal vez fue un accidente.
Se pasó la mano por el pelo.
- Está bien. Si fue un accidente, ¿qué hay sobre ti? ¿Empujó accidentalmente a Cande y luego a ti?
- No lo sé - dije en voz baja alrededor de mi pobre uña. Y Cande cayendo realmente no tenía sentido, cuanto más pensaba en ello. El primer recuerdo que había tenido era de sangre en las rocas: las rocas de color arena plana que cubrían el acantilado.
- Y Pablo no tiene las pelotas para hacer algo como eso - dijo Peter, más para sí mismo.
Hice una mueca, para entonces mi corazón dio un vuelco.
- ¿Yo tengo el coraje para hacer algo así?
Peter se echó a reír, y luego sus ojos se abrieron.
- ¿Estás hablando en serio? ¿Crees que la empujaste a causa de Pablo? - La incredulidad coloreó su tono - La, tú no eres una asesina. Ni ahora ni entonces.
- Pero, ¿qué si estaba loca? ¿Qué pasa si Pablo se fue y me enfrenté a Cande? ¿Y si las cosas se salieron de control? - Cuanto más pensaba en ello, más quería vomitar - Éramos explosivas juntas, ¿verdad? Tal vez yo la empujé por accidente.
- No lo hiciste, La - Me agarró de la muñeca, alejando mi mano de mi boca - No eres ese tipo de persona. Nunca lo fuiste. Y, además, no podría explicar lo que sucedió. ¿La empujaste y luego cambiaste de opinión y saltaste? No fuiste tú.
- Buen punto.
Suspiró, dejando ir mi muñeca.
- No lo crees. ¿Por qué? ¿Porque has estado viendo cosas? ¿Porque un grupo de chicos estúpidos están diciendo cosas de lo que no tienen ninguna idea? Eso no te hace loca, un monstruo, o un asesino. Eres una buena persona. No vuelvas a cuestionar eso.
Mi pecho se hinchó con sus palabras, y las lágrimas llenaron mis ojos. Sin pensarlo, me incliné sobre la palanca de cambios y deposité un breve beso en su mejilla. Peter se puso rígido por un segundo antes de girar la cabeza, acercando sus labios. Un temblor recorrió su cuerpo.
- Gracias - dije en voz baja, probablemente por centésima vez.
Él asintió, su garganta trabajando cuando tragó saliva.
- Lo digo en serio, La. No estoy diciendo esto sólo para hacerte sentir mejor.
Cada palabra que decía hacía que sus labios rozaran mi mejilla, enviando un escalofrío a través de mí. De mala gana, me aparté.
- Lo sé.
Una leve sonrisa apareció.
- ¿Me puedes hacer un favor?
- Lo que sea.
- Realmente no creo que Pablo pudiera haber hecho algo así, pero ten cuidado - Sus ojos se clavaron en los míos - Por favor.
- Lo tendré - No quería preocuparlo, pero hablar con Pablo era algo que tenía que hacer. Y la leve sonrisa en el rostro de Peter, nunca llegó a sus ojos. Estaba preocupado, y tenía buenas razones para estarlo. Si no fuera yo, entonces quien fuera el asesino tenía que estar preocupado de que consiguiera mis recuerdos de regreso.
Más tarde esa noche, después de que me pusiera unos pantalones de chándal cómodos y una sudadera con capucha recortada que había encontrado en el armario, me senté en la cama y tomé el collar de Tiffany. Sosteniéndolo de manera que la luz del techo se reflejaba en el diseño de oro blanco, traté de recordar la primera vez que me lo quité.
Nada vino a mí, ni sentimientos, ni pensamientos. Suspiré, dejando el collar en el edredón.
Pasos en el pasillo me llamaron la atención. Levanté la mirada, al ver la sombra antes de que la persona llegara a la puerta abierta. No era alguien que me esperaba.
Pablo.
Se me cortó la respiración cuando se detuvo en la puerta y se apoyó contra el marco. No tenía idea de donde se encontraban mis padres, y estaba bastante segura de que Nico se hallaba en el sótano.
- ¿Cómo llegaste aquí? - le pregunté.
Sus cejas se alzaron.
- La puerta principal no estaba cerrada con llave.
- ¿Y solo entraste por tu cuenta? - La frialdad se deslizó en mi voz.
- Sí - La confusión marcaba su rostro mientras entraba en mi dormitorio. Llevaba los mismo pantalones oscuros y camisa con botones que vistió para el funeral - ¿Desde cuándo ha sido eso...? ¿El collar? - Se detuvo junto a la cama - ¿Te lo quitaste?
Recogiéndolo, ignoré mi nerviosismo.
- Solo lo estaba viendo.
Sus ojos brillaron, no tan cristalinos como habían estado en el granero, pero el olor a alcohol seguía emanando de él.
- Me fui de la fiesta.
- Ah, ¿sí? - Sostuve el corazón con fuerza, el metal mordiendo la parte carnal de mi palma.
- Estás enojada. Lo sé - Se sentó en el borde de la cama, torciendo la cintura por lo que se encontraba frente a mí. Tenía los ojos clavados en mi mano - Mery y Paula estaban bromeando contigo.
Mis cejas se levantaron.
- ¿Bromeando conmigo? Y tú sólo... - Mi voz se apagó. Lo que hizo o no hizo no era el problema aquí, o lo que aún importaba - Pablo...
- No hice nada. Lo sé. Y debería haber hecho que se detuvieran - Respiró, pasándose la palma de la mano por la mandíbula - Lo siento. No me gusta verte avergonzada y herida.
Solté un suspiro cansado mientras lo estudiaba. No podía dejar de verlos a él y a Cande juntos, pero, ¿podía haber sido el responsable de todo esto? Mi instinto me decía que no, pero, ¿cómo podía realmente confiar en eso? Y esa ni siquiera era la razón por la que esto tenía que terminar.
Dejando escapar un suspiro, se acostó al otro lado de mi cama, en su lado.
- ¿No te gusta el collar, Lali? Si no, puedo comprar uno nuevo, algo mejor...Con zafiros. Es tu piedra favorita. Bueno, lo era...
Mis dedos se aflojaron alrededor del collar.
- No necesito un nuevo collar.
Él me miró, con los ojos llenos de incertidumbre.
- Entonces dime lo que tengo que hacer para hacerte feliz. Puedo llevarte a ese restaurante en Filadelfia que hace el sushi de la manera que te gusta. O podemos pasar el fin de semana en los Poconos. Seguro que tus padres estarán de acuerdo con eso.
Hice una mueca. No había nada que pudiera hacer. Mentiras en nuestra relación y mis sospechas a un lado, esto iba a suceder. Sabía hace días que tenía que terminar las cosas con él. Simplemente no me sentía como debería cuando estábamos juntos. Mi respiración no se atascaba. No había aleteos en el pecho. Mi estómago no se ponía loco con solo escuchar su nombre. Todas esas cosas las sentía con otro chico...y era simplemente incorrecto.
Pablo debió haber visto algo en mis ojos, porque se levantó, mirando mi rostro con atención.
- Podemos hacer que esto funcione.
- No creo que podamos - dije en voz baja.
Apartó la mirada, sacudiendo ligeramente la cabeza.
- ¿Es por lo que pasó hoy?
- N-no, no...En realidad, no - tartamudeé. ¿Había hecho esto antes? Si fuera así, ¿apestaba tanto como ahora? - Lo siento. En serio. Yo solo no...
- Podemos trabajar en esto - Se volvió hacia mí otra vez, con los ojos tan oscuros que casi lucían negros - Sólo se necesita más tiempo.
Encontré su mirada.
- El tiempo no va a cambiar nada. Ya no me siento de esa manera por ti. Seríamos buenos amigos, pero...
- No quiero ser tu amigo - Se echó hacia atrás, con los ojos muy abiertos - No puedo creer que estés haciendo esto después de todo.
Dolió más de lo que esperaba. Envolví los dedos alrededor de su muñeca y puse la mano sobre la suya.
- No - susurró - Lali, no hagas esto...
La humedad se reunió en mis ojos mientras colocaba mi mano sobre la suya, presionando el collar en su palma abierta. En el momento en que mi mano tocó la suya, me estremecí. El recuerdo vino tan rápido que me dejó mareada. Una película gris cayó sobre mis ojos.
- ¡No te atrevas a actuar como si fuera mi culpa! - grité.
- ¡No he dicho nada! Jesús - Se dejó caer en la cama, agarrando el mando a distancia - No sé por qué estás armando tanto escándalo. Te habías divertido mientras lo hacías.
Las lágrimas nublaron mis ojos al bajar la mirada. La humillación ni siquiera cubría lo que sentía mientras miraba las fotos en su teléfono.
Imágenes vinculadas a mensajes de texto que le había enviado a Agustín, que a su vez se las había enviado a todo el mundo
Me senté en el borde de la cama. Era tan estúpida, tan malditamente estúpida. Me quería morir.
Me golpeó en la espalda con el pie descalzo.
- No te enojes conmigo por esto, ¿de acuerdo?
¿No te enojes? Todo el mundo había visto estas fotos. No era de extrañar que Mery pareciese como si hubiera marcado toda la línea de Prada de primavera de esta mañana. Apostaba a que Cande estaba encantada. En este momento, los odiaba a todos.
Murmurando entre dientes, Pablo se sentó y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.
- Mira, todos los chicos piensan que es bastante caliente. Están celosos de mí.
Me puse rígida. Todos los chicos...Todo el equipo de Rugby se había estado enviando estas fotos de ida y vuelta. La mortificación me apretó el pecho, quitándome el aliento. ¿Mi hermano me había visto hacer...hacer esto? ¿También Peter?
Me alejé de su abrazo y me levanté.
- No me toques.
Pablo rodó los ojos.
- Lo que sea.
- No puedo creer que hayas hecho esto - Lancé su teléfono. Chocó contra el piso de madera, rebotando una vez, y luego quebrándose. Un enfermo sentido de justicia me llenó cuando la pantalla se puso gris.
Pablo se levantó de la cama, agarrando su teléfono.
- ¡Maldita sea, Lali! ¿Tienes alguna idea de cuánto me costó?
- ¿Sabes lo mucho que me avergonzó? - Toqué el corazón al final del collar - ¿O acaso te importa?
Levantó la mirada, con los ojos entrecerrados. Lanzando el teléfono a un lado, caminó hacia mí.
- No deberías haber hecho eso.
Tragando, retrocedí.
- Te odio - le susurré.
- No, no lo haces - Me agarró de la mano, apretándola para que el corazón se clavara en mi palma. Hice una mueca - Y no empieces con esa mierda de "voy a romper contigo". Ya sabes que no lo harás. Así que supéralo.
Fui sacada del recuerdo porque no podía respirar. Los brazos de Pablo se encontraban a mi alrededor, abrazándome fuerte contra su pecho. Podía sentir su corazón latiendo tan rápido como el mío.
- Lali, si algo - dijo - Maldita sea, ¿estás bien?
La rabia me llenó. Ahí tenía la explicación sobre las imágenes de las que mamá hablaba. Mi voz salió en un susurro roto.
- No me toques.
Se congeló.
- Lali...
La ira hirvió en mi interior, fuerte y explosiva.
- ¡No me toques! - grité, liberándome de su agarre repentinamente flojo. Bajándome de la cama, me alejé de él, mi pecho subiendo y bajando aceleradamente - ¿Tomaste fotos de mí haciendo eso para ti?
La boca de Pablo se abrió mientras la sorpresa llenaba su rostro.
- ¿Te acuerdas de eso?
- ¿Cómo pudiste? exigí, la humillación recorriéndome como si hubiera sido ayer. Todo el mundo había visto esas fotos. Todo el mundo - ¿Cómo pude haber estado de acuerdo con eso? ¿Qué diablos estaba mal conmigo? No puedo creer que me quedara contigo. Jesús.
- ¿Te acuerdas de todo? - Se puso de pie, dando un paso hacia mí.
- ¡No te acerques a mí! - Di otro paso hacia atrás, chocando contra la pared - No necesito recordar nada más. Eso fue suficiente.
El alivio destelló en sus ojos tan rápido que pensé que me lo había imaginado. Un agudo sentido de cautela se encontraba allí ahora.
- Lali, me perdonaste por eso.
Me reí con dureza.
- Entonces soy una idiota, porque de lo que recuerdo, no estaba feliz con ello.
Se pasó una mano por el pelo, tirando de los extremos.
- No fue mi culpa. Agus cogió mi teléfono y vio las fotos. Se las envió a sí mismo, y luego todo se salió de control.
- ¿Y se supone que eso lo mejora todo? - Luché con el impulso de golpearlo - ¿Sabía que tú tomaste esas fotos, Pablo? ¡Y no te atrevas a mentirme!
Pablo apartó la mirada, y eso fue todo. La repugnancia me recorrió, y me aferré a ella. Era mejor que el odio que sentía por mí misma. ¿Cómo pude haberme quedado con él después de esa clase de traición? Tenía la sensación de que no mentía, lo había perdonado.
Quería vomitar.
- ¡Fuera de aquí! - le dije, con voz temblorosa.
Su cabeza giró de regreso hacia mí.
- Estás exagerando. Sólo tienes que calmarte. Podemos...
- ¡Ya no hay un nosotros! Esa mierda de "voy a romper contigo" va en serio ahora - Pablo dio otro paso hacia adelante, y grité - ¡Fuera!
- Lali, lo siento. Estuvo mal lo que hice. Lo entiendo. Pero podemos hablar de esto.
Una gran sensación de dejà vu me golpeó. ¿Cuántas veces habíamos estado en este misma situación? Él haría algo. Enloquecería.
Nos pelearíamos. Lo aclararíamos y repetiríamos. Pero esta vez, era diferente, yo era diferente.
- Por favor, vete - dije, mucho más tranquila
Abrió la boca, pero pasos resonaron por el pasillo. Un segundo más tarde, Nico atravesó la puerta, con las mejillas sonrojadas. Le echó un vistazo a Pablo, y luego a mí.
- ¿Qué demonios está pasando aquí? - exigió.
Molestia cruzó las facciones de Pablo.
- Esto no es de tu incumbencia.
Mi hermano entró en la habitación, con las manos apretadas en puños.
- ¿Hablas en serio? - Me miró, con los ojos brillantes y furiosos - ¿Por qué estabas gritando, La?
- Quiero que se vaya - le dije, cruzándome de brazos.
Una adusta sonrisa apareció en el rostro de Nico.
- Entonces será mejor que te marches, Pablo.
La ira sustituyó la molestia, y me acordé de la rabia detrás de la desesperación en mi primer recuerdo de él. Sabía que ser rechazado no era algo a lo que Pablo estaba acostumbrado.
- No hagas esto, Lali - dijo, con la misma mirada.
No comprendía por qué quería seguir con esto, pero no me importaba. No daría marcha atrás. Incluso antes de que el recuerdo resurgiera, ya había decidido acabar con esto. El recuerdo sólo cimentó mi decisión.
- Por favor, vete.
Pablo dio un paso hacia mí, y eso fue todo.
Mi hermano atravesó la habitación, moviéndose como un relámpago. Hubo un breve segundo en el que no estuve segura de lo que iba a hacer, y luego lo vi lanzar hacia atrás el brazo. Su puño se estrelló contra la cara de Pablo, y el chico se desplomó como un saco de patatas, golpeando el suelo con un ruido sordo.
Nico bajó el puño.
- No tienes idea de cuánto tiempo he querido hacer eso.
bien nico! Más más más
ResponderEliminar