martes, 2 de junio de 2015

No mirar hacia atrás: Capítulo 16

Capítulo 16:

Un pitido molesto y persistente me metió en un mundo en el que mi piel se sentía demasiado tensa, demasiado seca. Y cada, cada, parte de mi cuerpo dolía como si hubiera chocado contra un camión.



Mis ojos se abrieron en delgadas rendijas, pero las luces eran demasiado fuertes. Gemí, inmediatamente cerrándolos. Deseaba poder desaparecer de nuevo en la oscuridad.


- ¿La? - La cama se hundió junto a mí - La, ¿estás despierta? - El sonido de la voz de mi hermano me trajo de regreso, forzando a que mis ojos se abrieran. Su cara se acercó a la mía. Sombras oscuras hacían estragos bajo sus ojos. Su cabello era un desastre, disparado en todas las direcciones.


Sonrió débilmente.


- ¿Me recuerdas?


- Si - dije con voz ronca, haciendo una mueca. Intenté levantar el brazo, pero algo tiró de mi mano dolorosamente. Tubos. Había tubos por todos lados, conectados a la maldita máquina que pitaba. Me humedecí los labios - ¿Qué...qué ocurrió?


- Estuviste en un accidente automovilístico - Se pasó una mano por el cabello - Papá está en el pasillo, hablando con los doctores. La policía cree que perdiste el control en la autopista.


Luché para sentarme, demasiado débil como para levantar la cabeza.


- ¿Qué hay del otro conductor? ¿Ellos están bien?


- No intentes sentarte. Toma - Nico cogió una almohada extra de la silla y luego, con cuidado, deslizó los dedos debajo de mi cabeza, levantándola lentamente mientras ponía la almohada debajo de mí - El otro conductor sufrió el impacto. Están bien.


Mi cabeza protesto ante el movimiento, como lo hizo el resto de mi cuerpo.


- Tu auto...oh, Dios mío, lo siento.


Nico se inclinó hacia atrás, rodando los ojos mientras fijaba la delgada manta del hospital.


- No me importa el estúpido auto. Ya sé están encargando de eso. Voy a alquilar uno en la mañana - Levantó los ojos, encontrando los míos - ¿Cómo te sientes?


- Como si hubiera estado en un accidente automovilístico - dije, levantando la mano libre una vez que descubrí que esa no estaba atada. Me toqué la cabeza con cuidado. Había un vendaje en mi frente - ¿Qué...tan malo es?


- Nada demasiado serio. No es como si necesitaras tu cerebro de todas formas, ¿no? (debo decirlo, cuando lo leí me tenté XD)


Me reí y luego gruñí.


- Auch.


- Tienes un montón de moretones y probablemente van a doler por un tiempo, pero sobrevivirás.


- Eso es bueno - Cerré los ojos, queriendo moverme pero sabiendo que no sería una buena idea. Algo esperaba en la periferia de mis pensamientos. Algo que no pude entender. Un rápido vistazo por la ventana me dijo que la noche había caído completamente - ¿Cuánto tiempo he estado aquí?


Miró sobre mi hombro, suspirando.


- Son cerca de las cinco de la mañana. Has dormido todo el tiempo.


Oh, Dios.


- Creo que oí a los doctores decir que van a mantenerte durante el día de hoy en observación después de...todo lo demás - Sonrió de nuevo, pero había una agudeza allí. Cautela - Así que estarás fuera de la escuela el resto de la semana. Así se hace.


Quería reírme y bromear, pero su sonrisa me fastidiaba.


- ¿Has estado aquí todo el tiempo?


Nico asintió.


- Pablo el idiota vino antes de que terminara el horario de visita. También Euge - Hizo una pausa, una sonrisa verdadera tirando de sus labios - Y después de que le escribí a Peter, vino a los diez minutos. No estuvo feliz cuando no lo dejaron quedarse.


- Peter - murmuré.


- Si, él...estaba realmente preocupado, hermanita. Él y yo vamos a tener que hablar de eso - Una mirada de preocupación erosionó la sonrisa burlona - La, el técnico de emergencias médicas y la policía dicen que estabas hablando cuando llegaron a la escena. Algo sobre...


Papá entró en la habitación, luciendo exactamente como el miembro del club del mes ejemplar. Ningún mechón de cabello estaba fuera de lugar. Vino directamente al otro lado de la cama, sonriéndome.


- ¿Cómo te sientes, princesa? - preguntó. alejando el cabello del vendaje en mi frente.


- Bien - Miré a mí de repente silencioso hermano - ¿Dónde está mamá?


La sonrisa de papá titubeó.


- Estuvo aquí más temprano, pero está en casa...descansando.


Parpadeé de regreso las lágrimas que aparecieron en mis ojos. Mamá no se quedó. Yo estaba en el hospital, conectada a máquinas, y mamá se hallaba en casa descansando. Dolía por todas partes, y mi mamá ni siquiera estaba aquí. Y quería, de repente lo necesitaba, que me dijera que me encontraba bien.


Quizás ya no podía mirarme, creyendo que tenía algo que ver con la muerte de Cande, todo se precipitó en aquel entonces.


Yendo a la cabaña, encontrando el lago y el acantilado sobre las cataratas, luego el hombre persiguiéndome, la nota...el auto...mi corazón comenzó a latir más fuerte y la máquina acompañó los latidos.


Luché de nuevo para sentarme, pero Nico y papá me mantuvieron quieta.


- No lo entiendes - jadeé, mi cabeza latía - Había alguien en el auto. Estaba en el asiento trasero. ¿Lo atraparon?


Papá empujó mis hombros suavemente, aclarándose la garganta.


- Mariana, no había nadie en el auto.


Mi frente dolía.


- No. No lo entiendes. Me estaba siguiendo en el bosque, y puso la nota en el auto...


- ¿Qué hacías en la casa de verano? - Los ojos de papá encontraron los míos.


Miré a Nico, tragando. ¿A quién le importa por qué estaba allí? ¿No entendían?


- Pensé que si iba allí...recordaría lo que pasó - Mi garganta se sentía como papel. Cada sonido era como un susurro seco - Papá, me estaba persiguiendo. Entonces se encontraba en el auto. Por eso es que tuve el accidente.


- ¿Quién era? - preguntó Nico.


- Nicolás - advirtió mi padre.


El rostro de mi hermano se oscureció.


- La, ¿quién te seguía?


- No sé quién era - Presioné las palmas de mis manos en la frente - No pude verle bien la cara, pero me ha estado dejando notas - Reconocimiento destelló en sus ojos - Puse la nota en mi bolso...¿dónde está mi bolso?


Entonces Nico miró a papá, quien sacudió la cabeza.


- ¿Qué? - demandé.


- Cariño, deberías descansar - Papá agarró mi mano, sacándola de mi cara - Te estás alterando.


Alejé el brazo. Algo se tensó en mi pecho. 


- ¿Mi bolso sigue en el auto?


- No - respondió Nico, apartando la mirada - Tu bolso estaba en tu habitación. No lo llevaste contigo.


- ¿Qué? - Mi cabeza nadaba en confusión. Eso no tenía sentido - Eso no está bien. Lo llevé conmigo, y puse la nota en él.


Nico sacudió la cabeza, su voz triste.


- La, tuvimos que ir a buscar tu bolso porque no tenías ninguna identificación cuando la policía llegó a la escena. No la tenías contigo.


Me sentía fría mientras lo miraba, pero comencé a sudar.


- Pero había un hombre en el auto...


- No había nadie en el auto - Papá puso la mano sobre la mía.


No. No. No.


- Estaba en el asiento trasero. Y me estaba siguiendo. Yo no... - Una enfermera de cara agria entró, sin decir una palabra mientras se dirigía a los tubos conectados a la intravenosa. Había una aguja en su mano. El pánico estremeció mi interior - ¿Qué está haciendo? ¿Papá?


- Sólo te está dando medicina para el dolor - Palmeó mi mano - Está bien.


La observé presionar la aguja. Un fluido burbujeó en mi intravenosa. Se fue sin mirarme o decir una palabra. Pensaba que se suponía que las enfermeras fueran amables.


- Papá...


- Necesitas descansar.


No quería descansar. Quería que me creyeran. Girando la cabeza encontré los ojos preocupados de mi hermano.


- Nico, alguien me seguía cuando estaba en la cabaña. Y alguien ha estado allí. Había colillas de cigarros frescas y...


- Cariño, esas eran mías - Papá empujó una mano sobre su cabeza - A veces voy allí a fumar. Tu madre no lo sabe. Lo dejé hace años, pero con todo lo que ha ocurrido recientemente...


Lo miré.


- Pero...alguien estaba en el auto. Me asustó y por eso es que perdí el control.


Los ojos de Nico lucían abatidos.


- La, las puertas del auto estaban cerradas cuando la policía llegó - Las siguientes palabras las dijo con lentitud, con cuidado - Él no podría haber trabado el auto antes de dejarlo. La computadora del auto estaba frita. Tuvieron que cortar la puerta para sacarte.


Oh, hombre, su auto.


- La compañía de seguros ya está...


Interrumpí a mi padre.


- Había alguien en el auto - Mi voz se elevó. Rompiéndose. Todo había sido muy real para ser una alucinación. Y tuve una visión, un recuerdo de gatear. ¿Cómo podía tener una visión en una alucinación? - ¡No lo imaginé! No lo estoy inventando.


Papá se volvió a sentar, luciendo impotente.


- Sé que no lo estás inventando, cariño. No dudo que creas que había alguien en el auto.


Aspiré una bocanada de aire, comprendiendo lo que no estaba diciendo.


- No estoy loca.


Hizo un sonido extraño, y se veía como si estuviera a punto de romperse, como si estuviera por derrumbarse en miles de pedazos.


- Lo sé, cariño. No estás loca.


Y supe justo entonces, cuando apartó la mirada y un músculo saltó en su mandíbula que no creían en lo que decía.


Los doctores me dejaron salir del hospital esa tarde con una receta de medicamentos para el dolor y la orden de tomármelo con calma durante el próximo par de días. Si no hubiera sido por lo que me puso en el hospital hace un par de semanas, ni siquiera me hubieran mantenido tanto tiempo.


Rosas rojas de Pablo habían sido puestas en el escritorio de mi habitación, llenando la habitación con su nítido y fresco aroma. Una cesta más pequeña de peonías rosas brillantes se asomaba por detrás del jarrón. Esas eran de Mery y las chicas.


Mi bolso estaba en la silla frente a mi escritorio: con las llaves de casa, la billetera, y el teléfono metidos dentro. Eché todo en el asiento. Ninguna nota.


Me sentí enferma.


¿Cómo podía haber alucinado todo eso? Mi piel se sentía entumecida, mis pensamientos apagados. Los analgésicos todavía daban vueltas en mi sistema. Arrastrando los pies, me fui al cuarto de baño. Quitando el vendaje, el moretón púrpura se filtraba desde el nacimiento del pelo, extendiéndose sobre la sien izquierda. Había pequeños rasguños de vidrio en mis brazos. Nada tan malo como lo que me hice el miércoles anterior.


Un nudo subió por mi garganta, y lo tragué. Mis palmas estaban a carne viva. Cambiándome lentamente a una camisa y pantalones cortos, vi que a mis rodillas no les había ido mucho mejor. Al menos toda la cosa de la caída fue real.


En una bruma, me cepillé dos veces los dientes y luego me metí en la cama. Ahí me quedé, obligando a mis ojos a cerrarse. Mamá me vino a ver una vez. No se quedó mucho, pero sus uñas arregladas estaban mordidas hasta la cutícula.


- Me alegra que estés bien - dijo, moviéndose hacia la puerta.


No dije nada.


- Te...te amo cariño.


Ahí no tenía nada que decir. Las palabras estaban en la punta de mi lengua. Luchando o no, recuerdos o no, todavía la amaba, pero nada salió. Me miró con cautela y ojos tristes, y luego se fue.


Ella creía que era capaz de matar a alguien. No se requirieron saltos de la imaginación para suponer que también pensaba que estaba loca.


Nico vino justo antes de las diez, pero tampoco le hablé a él. Fingí dormir, y luego dormí. Dormir no requería pensar. Pensar resultaba en cuestionar mi estado mental.


Un tiempo después, algo suave me acarició la nariz. La esencia me recordó a la primavera y el verano temprano. Abrí los ojos. Una de las rosas de Pablo estaba frente a mi cara, pero los dedos bronceados alrededor del brillante tallo no pertenecían a mi novio.


La sonrisa presumida de Peter fue a un nivel superior.


- Despierta, despierta, huevos y tocineta.


- ¿De verdad estás aquí?


Bajó la rosa.


- Sí, estoy aquí. ¡Por qué preguntarías eso?


Explicar que experimentaba alucinaciones vívidas probablemente no era una ruta posible. Parpadeé para alejar el sueño, y una vez que mi cerebro se puso al día con el hecho de que él de verdad se encontraba aquí, hubo un aleteo en mi pecho. Me decidí por:


- ¿Qué estás haciendo aquí?


Se inclinó contra el cabecero, estirando sus largas piernas. No llevaba zapatos, enseñando un par de calcetines a cuadros.


- Quería verte. Nos diste un buen susto, La. De nuevo.


- Lo siento - murmuré, sentándome. Una ola de mareos rodó por mi cuerpo cuando llevé el edredón hacia mi cuello. Mirando el reloj, vi que apenas posaban las diez de la mañana - ¿Faltando a la escuela?


- Síp - Apoyó la rosa en su muslo y luego dobló los brazos bajo su cabeza.


- ¿Cómo entraste?


La sonrisa presumida estaba de regreso, y tenía problemas manteniendo la mirada en otra cosa que no fueran sus apetitosos labios.


- Papá está trabajando en la sala de juegos, instalando pisos nuevos. Esperé hasta que tu mamá se fuera y me colé.


Lo miré fijamente.


Un poco de indecisión se metió en sus profundos ojos azules.


- Nico sabe que estoy aquí.


No tenía ninguna palabra para la avalancha que se construía en mí, hinchándose con cada respiración. Las emociones se arremolinaban y azotaban como aves planeadoras, emocionantes, esperanzadas. y tan, tan confusas.


- Me...puedo ir si tú quieres.


- No - dije rápidamente - No. No tienes que irte. Solo estoy sorprendida.


Sus ojos encontraron y sostuvieron mi mirada.


- Tus padres no dejaban que nadie te viera - Hizo una pausa, apartando la mirada. Parte de la informalidad dejó su postura, apretando los bíceps - Nico está preocupado.


Mi puño se clavó en el edredón con decepción.


- Entonces, ¿por eso estás aquí? ¿Por qué mi hermano está preocupado?


La cabeza de Peter giró bruscamente hacia mí. Sus cejas bajas, con una expresión seria.


- La, estoy aquí porque yo estaba preocupado.


- Oh - Mis mejillas se ruborizaron mientras bajaba la mirada a sus labios...Maldición - Estoy bien.


- ¿Lo estás? - La mirada seria seguí allí mientras buscaba intensamente en mi rostro.


Asentí.


Lentamente, bajó los brazos y se estiró cuidadosamente para pasar los dedos por el horrible moretón en mi frente.


- ¿Qué ocurrió?


El breve contacto envió escalofríos por mi piel.


- Tuve un accidente de auto.


Su mirada se volvió divertida mientras ponía los brazos de nuevo bajo su cabeza.


- Me enteré de eso.


Mordí mi labio seco mientras miraba el asiento. El contenido de mi bolso seguía ahí. Ninguna nota. Ningún chico en el asiento trasero. Y había una buena probabilidad de que no hubiera ningún hombre en el bosque.


Con la garganta seca, le eché un vistazo.


- ¿Te quedas?


Peter arqueó una ceja.


- No me iré a ningún lado.


Mi mente se sintió confundida por lo feliz que eso hizo a mi corazón y cuerpo. Asintiendo, quité el edredón, me bajé de la cama, y me dirigí a mi baño. Me cepillé los dientes y me lavé rápidamente la cara. Cuando salí del baño, Peter se encontraba donde lo había dejado. Tomé una botella de agua del escritorio y tomé dos aspirinas en lugar de los analgésicos. Empecé a preguntarle si quería algo de beber, pero tenía una bebida energética en el suelo junto a la cama.


Sus ojos me siguieron de regreso a la cama, y me di cuenta que sólo usaba un par de pequeños pantalones para dormir y una fina camiseta. Tenía la sensación de que la vieja Lali hubiera desacelerado o balanceado las caderas, pero me apresuré a la cama y me deslicé bajo el edredón en lugar de las mantas, enrojeciendo de pies a cabeza.


Peter se rió entre dientes.


- Cállate - murmuré.


Se volvió sobre su costado, enfrentándome, con los ojos brillando con malicia.


- ¿Qué? Me gusta la vista.


Rodé los ojos y me acurruqué.


- ¿Estás aquí para hablar de pijamas?


- No, pero no es una mala conversación para empezar - Peter se deslizó hacia abajo de modo que estaba tendido junto a mí. Con sólo el edredón entre nosotros, se sentía tan extraño estar acostada en la cama junto a él. Extraño pero bueno - ¿Me vas a contar qué ocurrió?


- ¿Mi hermano te contó algo?


Peter sonrió débilmente.


- No.


La urgencia estaba ahí, como con la Sra. Messer el miércoles. Quería, necesitab, decirle a alguien, y estaba el nivel de confianza explícita con Peter. Y se encontraba aquí, porque le importaba. Pablo podría haberse colado si estuviera verdaderamente preocupado. Eso no era justo, y lo sabía, pero era la verdad.


Peter estaba aquí.


Aquí incluso después de que pasé unos buenos cinco o seis años siendo una idiota con él. Ya había visto lo peor de mí. Mis errores estuvieron expuestos a él como un cable de alta tensión.


Respiré profundo.


- Creo que estoy loca.

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