sábado, 20 de diciembre de 2014

Walking Disaster: Capítulo 17

Capítulo 17:

—¡Por supuesto que lo harás! ¡No permitiré que eso vuelva a suceder! —Adam estrelló el dinero en mi mano y a continuación chocó sus hombros junto a mí al pasar.


Metí el fajo de billetes en el bolsillo, y le sonreí a Lali. 

—Vas a necesitar más ropa.

—¿En serio vas a hacer que me quede contigo durante un mes?

—¿Habrías hecho que yo no tuviera sexo durante un mes?

Se echó a reír. 

—Será mejor que pasemos por Morgan.

Cualquier intento de cubrir mi gran satisfacción fue un épico fracaso.

—Eso será interesante.

Mientras Adam pasaba, le entregó a Lali algo de dinero antes de desaparecer entre la decreciente multitud.

—¿Apostaste? —pregunté, sorprendido.

—Pensé que debía obtener la experiencia completa —dijo con un encogimiento de hombros.

La tomé de la mano y la llevé hacia la ventana, entonces salté una vez, subiendo. 

Me arrastré por el césped y después de darme la vuelta, me incliné para levantar a Lali.

El paseo a Morgan parecía perfecto. Hacía un calor insoportable y el aire tenía la misma sensación eléctrica como una noche de verano. Intenté no sonreír todo el tiempo como un idiota, pero era difícil no hacerlo.

—¿Por qué quieres que me quede contigo, de todos modos? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Todo es mejor cuando estás cerca.

Agustín y Candela esperaban en el Charger para que pudiéramos aparecer con las cosas extras de Lali. Una vez que tomó todo, fuimos a la zona de aparcamiento y se sentó a horcajadas en la moto. Envolvió sus brazos alrededor de mi pecho y apoyé mi mano sobre la suya.

Respiré hondo.

—Me alegro de que estuvieras allí esta noche, Pidge. Nunca me había divertido tanto en una pelea en mi vida.

El tiempo que se tomó en responder se sintió como una eternidad. Posó su barbilla en mi hombro.

—Eso fue porque estabas tratando de ganar nuestra apuesta.

Me volví hacia ella, mirándola fijamente a los ojos. 

—Maldita sea que así era.

Sus cejas se alzaron. 

—¿Por eso estabas de tan mal humor hoy? ¿Por qué sabías que habían arreglado las calderas, y me iría esta noche?

Me perdí en sus ojos un momento y decidí que era un buen momento para callarme. Arranqué el motor y conduje a casa, más lento de lo que había conducido… nunca. Cuando un semáforo nos pilló, me encontré con una cantidad extraña de alegría al poner mis manos sobre ella, o apoyando mi mano en su rodilla. A ella no parecía importarle y la verdad es que yo estaba jodidamente cerca del cielo.

Llegamos al apartamento, Lali se bajó de la moto como una profesional, y se dirigió a las escaleras.

—Siempre odio cuando han estado en casa durante un rato. Me siento como si fuéramos a interrumpirlos.

—Acostúmbrate. Este será tu hogar por las próximas cuatro semanas —dije, dando la vuelta—. Súbete.

¿Qué?

—Vamos, te cargaré.

Se rió y saltó sobre mi espalda. Agarré sus muslos mientras corría escaleras arriba.

Candela abrió la puerta antes de que llegáramos a la cima y sonrió. 

—Mírense ustedes dos. Si no los conociera mejor...

—Ya basta, Cande —dijo Agustín desde el sofá.

Genial. Agustín estaba en uno de sus estados de ánimo.

Candela sonrió como si hubiera dicho demasiado y seguidamente abrió la puerta para que pudiéramos pasar. Seguí sosteniendo a Pidge, y después la dejé caer frente al sillón reclinable. Gritó cuando me incliné hacia atrás, empujando juguetonamente mi peso contra ella.

—Estás muy alegre esta noche, Pitt. ¿Qué pasa? —apuntó Candela.

—Acabo de ganar una gran cantidad de dinero, Cande. Dos veces más de lo que pensé que ganaría. ¿Por qué no iba a estar feliz?

Candela sonrió. 

—No, es algo más —dijo, mirando mi mano mientras acariciaba el muslo de Lali.

—Cande—advirtió Agustín.

—Bien. Hablaré de otra cosa. ¿No te invitó Gastón a la fiesta de Sig Tau este fin de semana, Lali?

La ligereza que sentía se fue inmediatamente y me giré hacia Lali.

—¿Er... sí? ¿No vamos a ir todos?

—Yo estaré allí —dijo Agustín, distraído por la televisión.

—Y eso significa que yo también —dijo Candela, mirándome expectante.

Me hostigaba, esperando a que me ofreciera voluntariamente para ir, pero yo estaba más preocupado por Gastón pidiéndole a Lali una cita de mierda.

—¿Él va a pasar a recogerte o algo así? —pregunté.

—No, sólo me habló de la fiesta.

La boca de Candela se extendió en una sonrisa traviesa, casi flotando en la anticipación. 

—Aunque dijo que te vería allí. Es muy lindo.

Le disparé a Candela una mirada irritada y seguidamente miré a Lali.

—¿Irás?

—Le dije que lo haría. —Se encogió de hombros—. ¿Tú?

—Sí —dije sin vacilar. No era una fiesta de citas, después de todo, sólo un fin de semana de cerveza. Lo que no me importa. Y ni de coña iba a dejar que Gastón tuviera toda una noche con ella. Ella habría vuelto... uf, no quiero ni pensarlo. Él habría puesto su sonrisa Abercrombie, o la llevaría al restaurante de sus padres para desfilar su dinero, o encontrado alguna otra manera de deslizarse en sus pantalones.

Agustin me miró. 

—La semana pasada dijiste que no irías.

—He cambiado de opinión, Agus. ¿Cuál es el problema?

—Nada —replicó, retirándose a su habitación.

Candela frunció el ceño.

—Tu sabes cuál es el problema —dijo—. ¿Por qué no dejas de volverlo loco y sólo acabas con eso? —Se unió a Candela en su habitación y sus voces se redujeron a murmullos detrás de la puerta cerrada.

—Bueno, me alegro de que todo el mundo lo sepa —dijo Lali.

Lali no era la única confundida por el comportamiento de Agustín.

Anteriormente, él se burlaba de mí acerca de ella y ahora se comportaba como un renegón. ¿Qué pudo haber pasado entre entonces y ahora para asustarlo? Tal vez se sentiría mejor una vez que me diera cuenta que finalmente había decidido terminar con las otras chicas y sólo quería a Lali. Tal vez el hecho de que hubiera admitido que realmente me preocupaba por ella había hecho que Agustín se preocupara aún más. Yo no tenía exactamente madera de novio. Sí. Eso tenía más sentido.

Me puse de pie. 

—Voy a tomar una ducha rápida.

—¿Les pasa algo? —preguntó Lali.

—No, él sólo está paranoico.

—Es por nosotros —adivinó. Una rara sensación flotante vino sobre mí.
Había dicho nosotros—. ¿Qué? —preguntó, mirándome con suspicacia.

—Tienes razón. Es por nosotros. No te duermas, ¿de acuerdo? Quiero hablar contigo de algo.

Me costó menos de cinco minutos bañarme, pero me quedé bajo el chorro de agua durante por lo menos otro cinco más, planeando qué decirle a Lali. Perder más tiempo no era una opción. Estará aquí por el siguiente mes y era el momento perfecto para demostrarle que yo no era quien ella pensaba. Para ella, al menos, yo era diferente y podríamos pasar las próximas cuatro semanas disipando cualquier sospecha que pudiera tener.

Salí de la ducha y me sequé, emocionado y muy nervioso sobre las posibilidades que podría generar a partir de la conversación que estábamos a punto de tener. Justo antes de abrir la puerta, pude oír una pelea en el pasillo.

Candela dijo algo con voz desesperada. Abrí la puerta y escuché.

—Lo prometiste, Lali. Cuando te dije que tuvieras juicio. ¡No me refería a que ustedes dos se involucraran! ¡Pensé que sólo eran amigos!

—Lo somos —dijo Lali.

—¡No, no lo son! —replicó Agustín.

Candela habló. 

—Bebé, te dije que todo irá bien.

—¿Por qué estás presionando esto, Cande? ¡Te dije lo que va a suceder!

—¡Y yo te dije que no! ¿No confías en mí?

Agustín entró en su habitación dando pisotones. Después de unos segundos de silencio, Candela volvió a hablar. 

—Simplemente no puedo conseguir meterle en la cabeza que si Peter y tú funcionan o no lo hacen, no nos afecta. Pero no me cree.

Maldita sea, Agustín. No es la transición ideal. Abrí la puerta un poco más, lo suficiente para ver el rostro de Lali.

—¿De qué estás hablando, Cande? Peter y yo no estamos juntos. Sólo somos amigos. Ya lo has oído antes... no está interesado en mí de esa manera.

Joder. Esto empeoraba por momentos.

—¿Oíste eso? —preguntó Candela, con evidente sorpresa en su voz.

—Bueno, sí.

—¿Y lo crees?

Lali se encogió de hombros. 

—No importa. Nunca va a suceder. Me dijo que no me ve así. Le tiene una fobia al compromiso, sería difícil para mí encontrar una chica, además de ti, con la que no se haya acostado y no puedo aguantar sus cambios de humor. No puedo creer que Agus piense lo contrario.

Cada pedacito de esperanza se me había escapado con sus palabras. La decepción fue aplastante. Durante unos segundos, el dolor fue incontrolable, hasta que dejé que el enojo se hiciera cargo.

La ira era siempre más fácil de controlar.

—Porque no sólo conoce a Peter… ha hablado con Peter, Lali.

—¿Qué quieres decir?

—¿Cande? —llamó Agustín desde el dormitorio.

Candela suspiró. 

—Eres mi mejor amiga. Creo que te conozco mejor de lo que tú te conoces a veces. Los veo juntos, y la única diferencia entre Agus y yo y Peter y tú, es que nosotros tenemos sexo. ¿Aparte de eso? No hay diferencia.

—Hay una enorme diferencia. ¿Agus trae a casa a diferentes chicas cada noche? ¿Vas a ir a la fiesta mañana para salir con un chico con claras citas potenciales? Sabes que no puedo involucrarme con Peter, Cande. Ni siquiera sé por qué lo estamos discutiendo.

—No estoy viendo cosas, Lali. Tú has pasado casi todo el tiempo con él durante el último mes. Admítelo, sientes algo por él.

No pude escuchar una palabra más. 

—Supéralo, Cande —dije.

Las dos saltaron ante el sonido de mi voz. Los ojos de Lali se encontraron con los míos. No parecía avergonzada ni arrepentida, lo que sólo me molestó más.

Yo me había agarrado el cuello y ella cortaba mi garganta. Antes de decir alguna estupidez, me retiré a mi habitación.

Sentarse no ayudó. Tampoco estar de pie, caminando o haciendo flexiones. Las paredes se acercaban más a mí a cada segundo. La rabia hirvió dentro de mí como un producto químico inestable, listo para explotar.

Salir del apartamento era mi única opción, para aclarar mi cabeza y tratar de relajarme con unos tragos. The Red. Podría ir a The Red. Cami trabajaba en el bar.

Podría decirme qué hacer.

Ella siempre supo cómo hablar para calmarme. A Trenton le gustaba por la misma razón. Era la hermana mayor de tres hijos y no se inmutó cuando se trataba en cuestiones de nuestros problemas de ira.

Me puse una camiseta y unos vaqueros, agarré unas gafas de sol, las llaves de mi motocicleta y la chaqueta, y luego metí los pies dentro de las botas antes de regresar por el pasillo.

Los ojos de Lali se abrieron como platos cuando me vio dando la vuelta la esquina. Gracias a Dios que estaba en la sombra. No quería que viera el dolor en mis ojos.

—¿Saldrás? —preguntó, sentándose—. ¿A dónde vas?

Me negaba a reconocer la súplica en su voz.



— A fuera.                                                                                                                      

Las tenía bastante abandonadas, así que les voy a subir tres capítulos más de WD para compensarlas:3



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