martes, 16 de diciembre de 2014

Walking Disaster: Capítulo 16

Capítulo 16:

La expresión de Agustín cambió. Estaba como pez en el agua cuando Adam lo llamó por una nueva pelea. Sus dedos chocaron contra su teléfono, pulsando, enviando mensajes a todas las personas de su lista. Cuando Agustín desapareció detrás de la puerta, los ojos de Candela se ampliaron junto a su sonrisa.


—¡Aquí vamos! ¡Será mejor que nos arreglemos!

Antes de que pudiera decir nada, Candela sacó a Lali por el pasillo. El alboroto era innecesario. Le patearía el culo al chico, valdría la pena por el alquiler y las cuentas de los próximos meses y la vida volvería a la normalidad. Bueno, más o menos normal. Lali se mudaría de nuevo a Morgan Hall y yo me encarcelaría para no matar a Gastón.

Candela le gritaba a Lali que se cambiara, y ahora Agustín estaba con el teléfono apagado y las llaves del Charger en la mano. Se inclinó hacia atrás para mirar por el pasillo y entonces puso los ojos en blanco.

—¡Vamonos! —gritó.

Candela corrió por el pasillo, pero en lugar de unirse a nosotros, se metió en el cuarto de Agustín. Él volvió a poner los ojos en blanco, pero también sonreía.

Unos momentos más tarde, Candela salió de la habitación de Agustín con un corto vestido verde y Lali salió del pasillo con unos vaqueros ajustados y una camiseta amarilla, sus tetas rebotando cada vez que se movía.

—Oh, diablos, no. ¿Estás tratando de matarme? Tienes que cambiarte, Pidge.

—¿Qué? —Bajó la mirada a sus vaqueros. Ese no era el problema.

—Está preciosa, Pitt, ¡déjala en paz! —espetó Candela.

Conduje a Lali por el pasillo. 

—Consigue una camiseta y un par de zapatillas. Algo cómodo.

—¿Qué? —preguntó, con la confusión distorsionando su rostro—. ¿Por qué?

Me detuve en la puerta. 

—Porque voy a estar más preocupado acerca de quién está mirando tus tetas con esa camisa en lugar de Hoffman —dije. Llámenlo sexista, pero era verdad. No sería capaz de concentrarme y no iba a perder una pelea por encima del par de tetas de Lali.

—¿Pensé que habías dicho que no te importaba un comino lo que los demás pensaran? —dijo, echando humo.

Realmente no lo entiende.

—Ese es un escenario diferente, Pigeon. —Miré hacia sus pechos y con orgullo ajustó un sujetador blanco de encaje. De repente, cancelar la pelea se convirtió en una idea tentadora, aunque sólo fuera para pasar el resto de la noche tratando de encontrar una manera de conseguir que estuviera desnuda y contra mi pecho.

Saqué mi vista de sus pechos, haciendo contacto visual de nuevo.

—No puedes llevar esto a la pelea, así que por favor... sólo... por favor, simplemente cámbiate —dije, empujándola hacia la habitación y dejándome afuera antes de que mandara todo a la mierda y la besara.

—Peter —gritó desde el otro lado de la puerta. Se oyeron golpeteos al otro lado de la puerta y después de lo que, probablemente, fueron zapatos volando por la habitación, finalmente la puerta se abrió. Llevaba una camiseta y un par de Converse. Seguía sexy, pero al menos no estaría demasiado preocupado sobre quién estuviera baboseando por ella para ganar mi maldita pelea.

—¿Mejor? —dijo sin aliento.

—¡Sí! ¡Vámonos!

Agustín y Candela ya estaban en el Charger, saliendo de la plaza de aparcamiento. 

Me puse mi casco y esperé hasta que Lali estuviera segura antes de sacar la Harley a las oscuras calles.

Una vez que llegamos a la escuela, pasé por la acera con mis luces apagadas, aparcando detrás de Jefferson.

Cuando llevé a Lali a la entrada trasera, sus ojos se abrieron y se echó a reír. 

—Estás bromeando.

—Esta es la entrada VIP. Debes ver cómo entra todo el mundo. —Salté por la ventana abierta en el sótano y esperé en la oscuridad.

—¡Peter! —Medio gritó, medio susurró.

—Aquí abajo, Pidge. Sólo pon los pies primero, te atraparé.

—¡Estás completamente loco si crees que voy a saltar en la oscuridad!

—¡Te atraparé! ¡Lo prometo! ¡Ahora trae tu culo aquí!

—¡Esto es una locura! —susurró.

En la penumbra, vi sus piernas moverse a través de la pequeña abertura rectangular. 

ncluso después de todas sus cuidadosas maniobras, logró caer en vez de saltar. Un pequeño chillido resonó en las paredes de cemento y, entonces, cayó en mis brazos. Más fácil que nunca de atrapar.

—Caes como una chica —dije, poniéndola en pie.

Caminamos por el oscuro laberinto del sótano hasta que llegamos a la habitación contigua a la sala principal, donde se realizaba la pelea. Adam gritaba por encima del ruido con su megáfono y brazos sobresalían por encima del mar de cabezas, agitando dinero en el aire.

—¿Qué estamos haciendo? —preguntó, sus pequeñas manos envolviéndose apretadamente alrededor de mi bíceps.

—Espera. Adam tiene que dar su presentación antes de entrar.

—¿Debo esperar aquí, o debo entrar? ¿A dónde voy cuando comience la pelea? ¿Dónde están Agus y Cande?

Parecía extremadamente inquieta. Me sentí un poco mal por haberla dejado sola.

—Fueron al otro lado. Sólo sígueme, no te mandaré a ese agujero de tiburones sin mí. Quédate junto a Adam, él evitará que te aplasten. No puedo cuidar de ti y lanzar golpes al mismo tiempo.

—¿Aplastada?

—Va a venir más gente aquí esta noche. Brady Hoffman es de State. Ellos tienen su propio Círculo allí. Será nuestra gente y su gente, así que el lugar será una locura.

—¿Estás nervioso?

Le sonreí. Era especialmente hermosa cuando se preocupaba por mí.

—No. Aunque tú si pareces un poco nerviosa.

—Tal vez —dijo.

Quería inclinarme y besarla. Algo para aliviar esa expresión de corderito asustado en su cara. Me pregunté si estaba preocupada por mí la primera noche que nos conocimos, o si era sólo porque ahora me conocía que se preocupaba por mí.

—Si te hace sentir mejor, no dejaré que me toque. Ni siquiera dejaré que lo haga ni una vez por sus fans.

—¿Cómo vas a lograr eso?

Me encogí de hombros. 

—Normalmente dejo que me den un golpe, para que parezca justo.

—¿Tú...? ¿Dejas que las personas te golpeen?

—¿Qué tan divertido sería si masacro a alguien y nunca consigo que me den un puñetazo? No es bueno para los negocios, nadie apostaría contra mí.

—¡Qué gran mierda! —dijo, cruzando sus brazos.

Levanté una ceja. 

—¿Piensas que estoy bromeando?

—Me cuesta creer que sólo recibas un golpe cuando dejas que te golpeen.

—¿Te gustaría apostar sobre eso, Lali Espósito? —Sonreí. La primera vez que dije las palabras, no era mi intención usarlas a mi favor, pero cuando sonrió de una manera igual de malvada, una de las ideas más malditamente brillantes que jamás se me hubieran ocurrido cruzó por mi mente.

Sonrió.

—Acepto esa apuesta. Creo que él te dará uno.

—¿Y si no lo hace? ¿Qué ganaré? —pregunté. Se encogió de hombros al mismo tiempo que el rugido de la multitud nos rodeaba. Adam mencionaba las reglas a su normal y estúpida manera.

Dejé brotar una ridícula sonrisa en mi cara.

—Si ganas, no tendré sexo por un mes. —Levantó una ceja—. Pero si yo gano, tienes que quedarte conmigo durante un mes.

¿Qué? ¡Me estoy quedando contigo, de todos modos! ¿Qué tipo de apuesta es esa? —gritó por encima del ruido. Ella no lo sabía. Nadie se lo había dicho.

—Hoy arreglaron las calderas de Morgan —dije con una sonrisa y un guiño.

Un lado de su boca apareció. No lo hizo perturbador. 

—Cualquier cosa vale la pena para verte intentar la abstinencia, para variar.

Su respuesta envió una descarga de adrenalina a través de mis venas que sólo había sentido alguna vez durante una pelea. La besé en la mejilla, dejando que mis labios permanecieran contra su piel sólo un momento más antes de caminar hacia la sala. Me sentía como un rey. De ninguna manera ese hijo de puta me iba a tocar.

Tal como había anticipado, era sólo una sala donde estaban de pie, y empujones y gritos se ampliaron una vez que entramos. Asentí a Adam en dirección a Lali, para señalarle que estuviera atento a ella. Lo comprendió de inmediato. Adam era un bastardo codicioso, pero una vez fue el monstruo invicto en el Círculo. No tenía nada de qué preocuparme siempre y cuando la vigilara. Él lo haría, así que no me distraería. Adam haría cualquier cosa, siempre y cuando eso significara hacer una tonelada de dinero.

Se hizo un camino despejado mientras caminaba hacia el Círculo y, entonces, la puerta humana se cerró detrás de mí. Brady se puso cara a cara conmigo, jadeando y temblando como si acabara de tomarse un Red Bull y un Mountain Dew.

Por lo general, no tomaba esta mierda en serio y hacía un juego de mentalizar a mis adversarios, pero la pelea de esa noche era importante, así que puse mi cara de jugador.

Adam hizo sonar la bocina. Me equilibré, di unos pasos hacia atrás y esperé a que Brady cometiera su primer error. Esquivé su primer golpe y luego otro.

Adam extrajo algo de atrás. Estaba insatisfecho, pero lo había previsto. A Adam le gustan las peleas para entretener. Era la mejor manera de obtener más cabezas en los sótanos. Más gente significaba más dinero.

Incliné mi codo y envié mi primer golpe a la nariz de Brady, duro y rápido. En una noche normal de pelea, la contendría, pero quería terminar con esto y pasar el resto de la noche celebrándolo con Lali.

Golpeé a Hoffman otra vez, y después esquivé algunos golpes suyos, cuidándome de no estar tan emocionado para dejar que me golpeara y cagarlo todo. Brady tomó un segundo impulso y volvió por mí, pero no le llevó mucho tiempo lanzarme otro golpe que no pudo aterrizar. Esquivaba golpes de Trenton de forma más rápida de lo que esta perra podía lanzar.

Mi paciencia se había acabado y atraje a Hoffman a la columna de cemento en el centro de la sala. Me paré frente a esta, vacilando sólo lo suficiente para que mi oponente pensara que tenía una ventaja para clavar mi cara con un golpe devastador. Lo esquivé mientras ponía todo en su último lanzamiento y golpeó con el puño directo al pilar. La sorpresa se registró en los ojos de Hoffman justo antes de que se doblara.

Esa fue mi señal. Inmediatamente lo ataqué. Un ruido sordo señaló que Hoffman finalmente cayó al suelo y después de un breve silencio, la sala estalló.

Adam lanzó una bandera roja en el rostro de Hoffman y, a continuación, me vi rodeado de gente. La mayor parte del tiempo disfruto de la atención y las malditas felicitaciones de los que apuestan por mí, pero esta vez sólo estaban siendo un obstáculo. Intenté mirar a través del mar de gente para encontrar a Lali, pero cuando por fin eché un vistazo a donde se suponía que debía estar, se me encogió el estómago. Se había ido.

Las sonrisas se volvían caras de sorpresa mientras empujaba a la gente fuera de mi camino.

—¡Maldita sea, muévanse! —grité, empujando más fuerte cuando el pánico se apoderó de mí.

Finalmente, llegué a la sala de lámparas, buscando desesperadamente a Lali en la oscuridad.

 —¡Pigeon!

—¡Estoy aquí! —Su cuerpo se estrelló contra el mío y eché mis brazos alrededor de ella. En un segundo me sentí aliviado y al siguiente estaba irritado.

—¡Casi me matas del susto! ¡Casi tuve que empezar otra pelea para llegar a ti! ¡Finalmente llego y te has ido!

—Me alegro de que hayas vuelto. No tenía ganas de tratar de encontrar mi camino en la oscuridad.

Su sonrisa me hizo olvidar todo lo demás y recordé que era mía. Al menos por un mes más.

—Creo que has perdido la apuesta.

Adam entró pisando fuerte, miró a Lali y luego a mí, fijamente. 

—Tenemos que hablar.

Le guiñé un ojo a Lali. 

—No te muevas. Ya regreso. —Seguí a Adam a la habitación de al lado—. Sé lo que vas a decir...

—No, no —gruñó Adam—. No sé lo que estás haciendo con ella, pero no jodas con mi dinero.

Me reí una vez. 

—Esta noche hiciste una cuenta. Te lo compensaré.

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