martes, 16 de diciembre de 2014

Walking Disaster: Capítulo 15

Capítulo 15:

—¿Estás bien, Pitt? —preguntó Lali.


—¿Yo? Bien, ¿por qué? —pregunté, tratando de librarme de la sensación de pesadez que se instaló en cada músculo de mi cara.

—Es sólo que has estado callado.

Varios miembros del equipo de Futbol se acercaron a la mesa, riendo a carcajadas. 

Sólo el sonido de sus voces me daba ganas de golpear una pared.

Chris Jenks lanzó una papa frita dentro de mi plato. 

—¿Qué sucede, Pitt? Escuché que te tiraste a Tina Martin. Está barriendo tu nombre por el lodo hoy.

—Cállate, Jenks —dije, manteniendo los ojos en mi comida. Si miraba su ridícula cara de mierda, podría haberlo golpeado fuera de su silla.

Lali se inclinó hacia adelante. 

—Ya basta, Chris.

Miré a Lali, y por una razón que no pude explicar, me convertí instantáneamente en ira. ¿Para qué demonios me defendía? El segundo en que se enterara de lo de Morgan, me dejaría. Nunca volvería a hablarme. A pesar de que era una locura, me sentí traicionado.

—Puedo defenderme solo, Lali.

—Lo siento, yo…

—No quiero que lo sientas. No quiero que hagas nada —exploté. Su expresión fue la gota final. Por supuesto, ella no quería estar cerca de mí. Era un idiota infantil que tenía el control emocional de un niño de tres años. Me aparté de la mesa y empujé la puerta, sin detenerme hasta que me subí a mi moto.

Los agarres de goma en las manillas se quejaron bajo mis palmas mientras las retorcía en mis manos hacia atrás y hacia adelante. El motor rugió y pateé hacia atrás el pie de apoyo antes de despegar como un murciélago fuera del infierno hacia la calle.

Conduje alrededor de una hora, no sintiéndome mejor que antes. Las calles me llevaban a un lugar, sin embargo, y aunque me tomó mucho tiempo ceder y sólo dejarme ir, por fin aparqué en la entrada de la casa mi padre.

Papá salió por la puerta de entrada y se quedó en el porche, dando un breve saludo.

Tomé las dos escaleras del porche de una vez y me detuve justo donde él estaba. 

No dudó en tirar de mí hacia su suave y redondo lado, antes de escoltarme al interior.

—Pensaba que ya era hora de una visita —dijo con una sonrisa cansada. Sus párpados se cernían sobre sus pestañas un poco, y la piel debajo de ellos estaba hinchada, coincidiendo con el resto de su cara redonda.

Papá estuvo fuera de servicio un par de años después de la muerte de mamá. Thomas asumió muchas más responsabilidades de las que un niño de su edad debió tener, pero lo hicimos, y finalmente papá explotó. Él nunca hablaba de ello, pero nunca perdió la oportunidad de hacer las paces con nosotros.

A pesar de que estaba triste y enojado por la mayor parte de mis años de formación, no lo considero un mal padre, sólo se había perdido sin su esposa.

Sabía cómo se sentía ahora. Tal vez sentía una fracción de ello por Pigeon de lo que papá sintió por mamá, y la idea de estar sin ella me hacía sentir enfermo.

Se sentó en el sofá y señaló al sillón desgastado. 

—¿Y bien? Siéntate, ¿quieres? —Me senté, inquieto, mientras trataba de averiguar lo que iba a decir—. ¿Pasa algo hijo?

—Hay una chica, papá.

Sonrió un poco. 

—Una chica.

—Ella como que me odia, y yo como que…

—¿La amas?

—No lo sé, no lo creo. Me refiero, ¿cómo lo sabes?

Su sonrisa se hizo más amplia. 

—Cuando hablas de ella con tu viejo padre es porque no sabes qué más hacer.

Suspiré. 

—Acabo de conocerla. Bueno, hace un mes. No creo que sea amor.

—Está bien.

—¿Está bien?

—Voy a tomar tu palabra —dijo sin juicios.

—Sólo… no creo que sea bueno para ella. —Papá se inclinó hacia adelante, y tocó con un par de dedos sus labios. Continué—: Creo fue consumida por alguien  antes. Por alguien como yo.

—Te gusta.

—Sí. —Asentí y suspiré. La última cosa que quería admitirle a papá es lo que he estado haciendo.

La puerta principal se cerró de golpe contra la pared. 

—Mira quién decidió volver a casa —dijo Trenton con una amplia sonrisa. Abrazando dos costales de papel marrón a su pecho.

—Hola, Trent —dije, levantándome. Lo seguí a la cocina y le ayudé a poner a un lado los comestibles de papá.

Nos dimos codazos y empujones el uno al otro. Trenton siempre había sido el más duro conmigo en cuanto a patear mi trasero cuando no concordábamos, pero también estaba más cerca de él de lo que estaba con mis otros hermanos.

—Te extrañamos en The Red la otra noche. Cami te envió saludos.

—Estaba ocupado.

—¿Con esa chica con la que Cami te vio la otra noche?

—Sí —dije. Saqué una botella de ketchup vacía y un poco de fruta con moho de la nevera y lo tiré a la basura antes de regresar a la habitación principal.

Trenton rebotó un par de veces y cayó en la cama, golpeándose las rodillas.

—¿Qué has estado haciendo, perdedor?

—Nada —dije, mirando a papá.

Trenton miró a papá, y luego a mí. 

—¿He interrumpido?

—No —dije, sacudiendo la cabeza.

Papá le despidió con un gesto. 

—No, hijo. ¿Cómo fue el trabajo?

—Es una mierda. Dejé el cheque del alquiler en tu aparador esta mañana. ¿Lo viste? —Papá asintió con una sonrisa. Trenton asintió una vez—. ¿Te quedas a la cena, Pitt?

—No —dije, levantándome—. Creo que me voy a casa.

—Me gustaría que te quedaras, hijo.

Mi boca se estiró de un lado. 

—No puedo. Pero, gracias, papá. Te lo agradezco.

—¿Agradeces qué? —preguntó Trenton. Su cabeza giró de lado a lado como si estuviera viendo un partido de tenis—. ¿Qué me perdí?

Miré a mi padre. 

—Ella es una paloma. Sin duda una paloma.

—¿Oh? —dijo papá, sus ojos brillando un poco.

—¿La misma chica?

—Sí, pero fui una especie de idiota con ella antes. Como que me hace sentir muy loco.

La sonrisa de Trenton creció de a poco, y luego, lentamente, se extendió por todo el ancho de su rostro. 

—¡Hermanito!

—Déjalo. —Fruncí el ceño.

Papá golpeó a Trent en la parte posterior de la cabeza.

—¿Qué? —exclamó Trenton—. ¿Qué he dicho?

Papá me siguió hasta la puerta principal y me dio unas palmaditas en el hombro. 

—Vas a averiguarlo. No tengo ninguna duda. Debe de ser algo, sin embargo. No creo haberte visto así.

—Gracias, papá. —Me apoyé, envolviendo mis brazos alrededor de su enorme cuerpo lo mejor que pude, y luego me dirigí a la Harley.

El viaje al apartamento pareció durar una eternidad. Sólo un toque de aire caliente del verano se mantuvo, inusual para la época del año, pero era bienvenido.

El cielo nocturno oscurecía todo a mí alrededor, por lo que temí lo peor. Vi el coche de Candela aparcado en su habitual sitio y estuve inmediatamente nervioso. Cada paso se sentía como un pie más cerca del corredor de la muerte.

Antes de llegar a la puerta, ésta se abrió de golpe y Candela me miró con una expresión en blanco en su rostro.

—¿Lali está aquí?

Candela asintió. 

—Está durmiendo en tu habitación —dijo en voz baja.

Me puse delante de ella y me senté en el sofá. Agustín estaba en el asiento del amor, y Candela se dejó caer a mi lado.

—Está bien —dijo Candela. Su voz era dulce y tranquilizadora.

—No debí haberle hablado de esa manera —dije—. En un momento la estoy empujando tan lejos como pueda para enojarla, y al siguiente estoy aterrado de que entre en razón y me saque de su vida.

—Dale un poco de crédito. Sabe exactamente lo que estás haciendo. No eres su primer rodeo.

—Exactamente. Se merece algo mejor. Lo sé, y al mismo tiempo no puedo alejarme. No sé por qué —dije con un suspiro, frotándome las sienes—. No tiene sentido. Nada de esto tiene sentido.

—Lali lo entiende, Pitt. No te tortures —dijo Agustín.

Candela me dio un codazo en el brazo. 

—Ya van a ir a la fiesta. ¿Dónde está el daño en invitarla a salir?

—No quiero salir con ella, sólo quiero estar a su alrededor. Ella es… diferente. —Era una mentira. Candela lo sabía y yo lo sabía. La verdad era que si realmente me preocupara por ella, la dejaría malditamente sola.

—¿Cómo diferente? —preguntó Candela, sonando irritada.

—No sigue mis idioteces, es refrescante. Lo dijiste tú misma, Cande. No soy su tipo. Simplemente no es… de esa forma con nosotros. —Incluso si lo fuera, no debería serlo.

—Estás más cerca de ser su tipo de lo que crees —dijo Candela.

Miré a los ojos de Candela. Estaba completamente seria. Candela era como una hermana para Lali, y tan protectora como una madre osa. Nunca se animarían a cualquier cosa la una a la otra que podría ser perjudicial. Por primera vez, sentí un poco de esperanza.

Las tablas de madera crujieron en el pasillo, y nos congelamos. La puerta de mi habitación se cerró, y luego los pasos de Lali resonaron en la sala.

—Hola, Lali —dijo Candela con una sonrisa—. ¿Cómo estuvo tu siesta?

—Estuve inconsciente durante cinco horas. Es más cercano a un coma que a una siesta.

Su máscara estaba corrida debajo de sus ojos, y su pelo estaba enmarañado en su cabeza. Era impresionante. Me sonrió y me levanté, tomé su mano y la llevé directamente a la habitación. Lali me miró confundida y preocupada, haciéndome sentir aún más desesperado por hacer las paces.

—Lo siento, Pidge. Fui un imbécil contigo.

Sus hombros cayeron. 

—No sabía que estabas enojado conmigo.

—No estaba enojado contigo. Es sólo que tengo la mala costumbre de desquitarme con quienes me preocupan. Es una pobre excusa de mierda, lo sé, pero lo siento —dije, envolviéndola en mis brazos.

—¿Por qué estabas enojado? —preguntó, poniendo su mejilla en mi pecho.

Maldita sea, eso se sintió demasiado bien. Si no fuera un idiota, le habría explicado que sabía que las calderas habían sido arregladas, y que la idea de dejarla ir y pasar más tiempo con Gastón me asustaba demasiado, pero no podía hacerlo. No quería arruinar el momento.

—No importa. Lo único que me preocupa eres tú.

Me miró y sonrió. 

—Puedo manejar tus rabietas.

Examiné su rostro durante unos momentos antes de que una pequeña sonrisa se extendiera a través de mis labios. 

—No sé por qué me aguantas, y tampoco sé lo que haría si no lo hicieras.

Sus ojos cayeron lentamente de mis ojos a mis labios, y contuvo el aliento.

Cada vello en mi piel se erizó, y no estaba seguro de si respiraba o no. Me incliné menos de un centímetro esperando a ver si protestaba, pero entonces, sonó mi jodido teléfono. Los dos saltamos.

—Sí —dije con impaciencia.

—Perro loco. Brady estará en Jefferson en noventa.

—¿Hoffman? Jesús… De acuerdo. Será grande y fácil. ¿Jefferson?

—Jefferson —dijo Adam—. ¿Estás dentro?

Miré a Lali y le guiñé un ojo.

—Estaremos ahí. —Colgué, metí el teléfono en el bolsillo y agarré la mano de Lali—. Ven conmigo. —La llevé a la sala de estar—. Era Adam —le dije a Agustín—. Brady Hoffman estará en Jefferson en noventa minutos.

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