Dos semanas. Eso era todo lo que me quedaba para, ya fuera, disfrutar el tiempo que nos quedaba juntos, o de algún modo demostrarle a Lali que yo podía ser quién ella necesitaba.
El día no comenzó bien. Lali estaba en alguna parte con Candela, tratando de disuadirla de no dejar a Agustín, y Agustín estaba comiéndose sus uñas en la sala, esperando a que Lali hiciera un milagro.
Lali no se quedó en el baño mucho tiempo. En realidad, no podía dejar el apartamento lo suficientemente rápido. Traté de no dejar que me afecte. Lali generalmente se volvía loca cada vez que algo serio ocurría.
Menos de una semana después, había vaciado mi segunda botella de whisky. Entre lidiar con Lali pasando más y más tiempo con Gastón, y que me pidiera que la libere de la apuesta para poder irse, mis labios tocaban la boca de la botella más de lo que mis cigarrillos lo hacían.
Volver a casa solo, en el asiento trasero del Charger de Agustín, era poco estimulante. Candela tiró sus tacones y rió mientras tocaba la mejilla de Agustín con su dedo gordo. Debía de estar locamente enamorado de ella, ya que él sólo sonrió, divertido con su risa contagiosa.
No le tomó mucho tiempo a Cami averiguar que yo no era buena compañía. Sostuvo las próximas cervezas mientras me sentaba en mi silla habitual en el bar The Red. Las luces de colores se perseguían unas a otras por la sala, y la música era casi lo suficientemente fuerte como para ahogar mis pensamientos.
—¡Por supuesto que lo harás! ¡No permitiré que eso vuelva a suceder! —Adam estrelló el dinero en mi mano y a continuación chocó sus hombros junto a mí al pasar.
La expresión de Agustín cambió. Estaba como pez en el agua cuando Adam lo llamó por una nueva pelea. Sus dedos chocaron contra su teléfono, pulsando, enviando mensajes a todas las personas de su lista. Cuando Agustín desapareció detrás de la puerta, los ojos de Candela se ampliaron junto a su sonrisa.
Lali se durmió antes que yo. Su respiración era calmada y su cuerpo se encontraba relajado contra el mío. Era cálida, y su nariz hacía el zumbido más mínimo y dulce cuando inhalaba. Su cuerpo en mis brazos se sentía demasiado bien. Era algo a lo que me podía acostumbrar con mucha facilidad. Tan asustado como eso me hacía sentir, no me podía mover.
Antes de llegar a la barra, Candela sacó a su mejor amiga a la pista de baile. Los calientes tacones de aguja rosa de Lali brillaban en la luz negra, y sonreí cuando se rió de los salvajes movimientos de baile de Candela. Mis ojos viajaron debajo de su vestido negro, deteniéndome en su cadera. Tenía buenos movimientos, le admitiría eso. Un pensamiento sexual apareció en mi mente, y tuve que apartar la mirada.
Las chicas terminaron de prepararse y se fueron temprano para su clase de las ocho. Agustín volvió a ocuparse de los platos, feliz de por fin haberse salido con la suya.
El sol acababa de empezar a arrojar sombras sobre las paredes de mi habitación cuando abrí los ojos. El pelo de Lali estaba enredado y desordenado, cubriendo mi cara. Respiré profundamente por la nariz.
La sexoadicta estaba en el baño, vistiéndose y arreglándose. No dijo mucho después de haber terminado, y pensé que iba a tener que conseguir su número y ponerla en la lista muy corta de las chicas, como Megan, que no requerían una relación para tener sexo, y que también merecían la pena repetir.
La decisión fue loca, pero también liberadora. Al día siguiente entré a la cafetería y sin pensarlo dos veces, me senté en el asiento libre frente a Lali.
Esperé un minuto, tratando de pensar algo que decir. Quería peguntarle a Lali si quería venir a casa después, pero sería lamentable después del comentario de Candela. Una idea brillante apareció en mi cabeza, y no dudé.