—Qué dramática —dije, observándola tirar con furia veinticinco centavos en su pote de propinas vacío—. ¿Recuerdas la última vez que maldijiste el Círculo? Todos entraron después, nos reventamos el trasero trabajando, y luego fueron sacados a patadas antes de que siquiera pudieran ordenar una bebida.
—Lo recuerdo —dijo Cande, golpeando su mejilla con el lado de arriba de la palma de su mano. Resopló con sus labios y voló hacia arriba su flequillo.
—¡No estés tan triste, nena! —gritó Vico desde el otro lado de la habitación.
Una chica entró corriendo, logrando que Vico reaccionara medio segundo después. Ella habló rápidamente con uno de los cinco chicos en las mesas de billar, tiró de su brazo y ambos salieron corriendo a toda velocidad.
Luego noté que las personas revisaban sus mensajes de texto, y contestaban sus teléfonos y luego salían corriendo.
Cande se dio cuenta, también. Se puso de pie, levantando las cejas.
—Eso es... extraño —le hizo señas a Vico—. ¿Hay una pelea afuera?
Él se echó para atrás, tratando de hacer contacto visual con Gruber en la entrada.
—¿Está pasando algo afuera? —gritó. Su voz resonó, llegando incluso al otro lado del club por encima de la música. Vico negó con la cabeza a Cande—. Nada.
Blian entró corriendo, levantando su teléfono.
—¡Oh Santa Madre de Dios! ¡Está por todo el Facebook! —gritó—. ¡El Keaton Hall se está quemando!
—¿Qué? —Me senté, con cada músculo de mi cuerpo tensándose.
—¡Apaga esa mierda! —le gritó Hank al DJ. La música fue apagada, y Hank sacó el control remoto, encendiendo la pantalla plana que generalmente emitía deportes. Cambió los canales hasta que aparecieron las noticias.
La oscura imagen era inestable, pero finalmente se enfocó. El humo salía del Keaton y estudiantes aterrados corrían por el césped. En la cinta informativa se leía: Video filmado con un teléfono por un aficionado a las afueras del Este de la Universidad Estatal de Keaton Hall.
—No. ¡No! —grité, agarrando mis llaves. Alcé la sección con bisagras de la barra, dando dos pasos antes de que Hank me tirara hacia atrás.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Hank.
—¡Peter está ahí adentro! ¡Él está en la pelea de Thiago! —Luché contra su agarre, pero él no me dejaba ir.
Jorie apareció al lado de nosotros, con ojos vacilantes.
—No puedes entrar ahí, Lali. ¡El lugar está en llamas!
Peleé contra Hank.
—¡Déjame ir! ¡Déjame ir! —grité.
Vico se acercó, pero en lugar de ayudarme a mí, ayudó a Hank a mantenerme quieta. Gruber corrió alrededor de la esquina, pero se detuvo varios metros de distancia, observando con los ojos abiertos como platos.
—Shh —dijo Cande, amablemente alejándome de ellos—. Llámalo —dijo, tendiéndome su teléfono.
Lo tomé, pero mis manos temblaban tanto que no podía presionar los números. Cande tomó el teléfono de mi mano.
—¿Cuál es su número?
Se lo dije, tratando de no enloquecer más de lo que ya lo estaba. Mi corazón intentaba salirse de mi pecho, y me encontraba jadeando en busca de aire después de mi lucha con Hank y Vico.
Esperamos. Nadie se movió. Nadie habló. Los ojos de Cande se movieron por la habitación hasta que finalmente se fijaron en mí. Sacudió su cabeza.
No esperé para darles una oportunidad de retenerme de nuevo. Corrí hacia la entrada y salí por la puerta doble, hacia mi Jeep. Con mis manos todavía temblando, me tomó un par de intentos antes de que colocara la llave en el contacto, pero una vez que prendí el motor, salí a toda velocidad del estacionamiento.
El Campus se encontraba a menos de diez minutos de distancia, y pasé sobre varias curvas para pasar el tráfico y llegar al estacionamiento más cercano al Keaton Hall. La escena era incluso más aterradora en persona. El agua de los camiones de bomberos ya había mojado el suelo y había alcanzado el asfalto. Mientras corría por el césped, mis botas chapoteaban en la hierba empapada.
Las luces rojas y azules de las ambulancias parpadeaban en los edificios del alrededor. Lo que parecía como kilómetros de mangueras corrían de la toma de agua hacia varias ventanas y puertas de Keaton, donde los bomberos corrían hacia el peligro. La gente gritaba y lloraba, y llamaba nombres. Docenas de cuerpos yacían en una línea, cubiertos con mantas de lana de color amarillas. Caminé a lo largo de ellos, mirando los zapatos, rezando que no me encontrara con las botas amarillas de trabajo de Peter. Cuando llegué al final de la línea, retrocedí. A un par de pies le faltaba un tacón. El otro pie se encontraba descalzo, mostrando pies perfectamente cuidados. El dedo gordo del pie estaba pintado con una pintura blanca y negra, con un corazón rojo. Quien quiera que fuera, estuvo viva cuando esos dedos fueron pintados, y ahora yacía sin vida en un suelo frío y mojado.
Me cubrí la boca, y luego comencé a buscar entre los rostros a mí alrededor.
—¡Peter! —grité—. ¡Peter Lanzani! —Mientras más tiempo pasaba, más cuerpos eran sacados, y menos personas habían sido salvadas. Se veía como una zona de guerra. Muchos de mis clientes venían a estas peleas... compañeros de clases, de la Universidad y la secundaria. Desde que llegué a la escena, no me había cruzado con ninguno de ellos. No vi a Thiago, o Mar, tampoco, y me preguntaba si ellos se hallaban junto a los muertos también. Incluso si Peter había logrado salir y su hermano no, él estaría devastado. Después de un tiempo, se puso inquietantemente tranquilo. El llanto fue reducido a gemidos, el único sonido era el zumbido de las mangueras, y el ocasional grito entre los bomberos. Me estremecí, y me di cuenta por primera vez que no llevaba puesto un abrigo.
Mi teléfono sonó, y casi lo dejo caer intentando de ponerlo en mi oreja.
—¿Hola? —grité.
—¿Lali? —dijo Cande—. ¡No te muevas de allí! ¡Peter está en camino para allá!
—¿Qué? ¿Hablaste con él?
—¡Sí! ¡Él está bien! ¡No te muevas de allí!
Colgué, y sostuve el teléfono en mi pecho, temblando incontrolablemente, y mirando alrededor, esperando y con la esperanza de que Cande tuviera razón. Peter apareció, a unos cien metros de distancia, corriendo a toda velocidad en mi dirección.
Mis piernas cedieron, y caí sobre mis rodillas, sollozando. Peter cayó en frente de mí, envolviendo sus brazos a mí alrededor.
—¡Te tengo! ¡Estoy aquí!
No podía hablar. No podía hacer nada más que sollozar y agarrar su camiseta. Peter se quitó su chaqueta y la puso sobre mis hombros, y luego sus brazos se encontraban a mí alrededor nuevamente, meciéndome hasta que me calmé.
—Todo está bien, nena —dijo, su voz calmada y relajante. Su rostro manchado con hollín y sudor, y su camiseta estaba sucia. Olía como a humo pero aun así enterré mi rostro en su pecho.
—¿Thiago y Mar? —Finalmente logré decir.
—Ellos están bien. Vamos —dijo, apoyándose en sí mismo para levantarse—. Vamos a llevarte a casa donde está cálido.
Peter condujo el Jeep hacia mi apartamento. Hank había cerrado el bar por respeto, así que Cande y Vico se encontraban acurrucados en el sofá de dos plazas, observando las noticias mientras Peter y yo tomábamos turnos para ducharnos.
En un fresco suéter gris y un par de calcetines descoloridos, me acurruqué con Peter en mi cama. Lo abracé con fuerza, presionando mi sien contra su costado. Mi cabello mojado empapaba su camiseta de Spaceballs, pero a él no le importaba. Todo era demasiado difícil de procesar, así que sólo nos quedamos en silencio, sosteniéndonos el uno al otro hasta que yo espontáneamente me quebranté de nuevo.
Vico llamó a mi puerta, y luego entró, seguido de Cande. Ella miraba a todas partes excepto a mis ojos.
—La mamá de Baker acaba de ser entrevistada. Él no sobrevivió.
Me encontraba devastada, era todo un mar de lágrimas. Simplemente cerré mis ojos, y mi labios tembló. Peter me abrazó, y ambos saltamos cuando su teléfono sonó.
Él lo miró. Sonó de nuevo.
—Es sólo un número.
—¿Local? —le pregunté. Sonó una tercera vez. Él asintió—. Contesta.
Levantó su teléfono a su oreja, vaciló.
—¿Hola? —Después de una corta pausa, bajó el teléfono a su regazo—. Demasiado tarde.
Vico y Cande se fueron a la cama, pero yo sólo me quedé allí en el regazo de Peter. No quería apagar las luces. Quería verlo, con mis propios ojos, y saber que se encontraba vivo y bien.
Peter pasó sus dedos por mi cabello.
—Yo la dejé —dijo.
Me senté.
—¿A quién?
—A Mar. Thiago no podía llegar a nosotros. Él iba a salir por el camino por el que todos los demás entraron, y Mar nos iba a llevar por una salida de atrás. Nos perdimos, nos cruzamos con un montón de chicas perdidas que seguían a un chico, pero él estaba tan perdido como lo estábamos nosotros. Entré en pánico. —Sacudió la cabeza, mirando a la pared—. Y joder, la abandoné. —Una lágrima cayó por su mejilla y bajó la mirada.
—Ella salió —le dije, tocando su muslo.
—Le prometí a Thiago que cuidaría de ella. Y cuando se trató de una situación de vida o muerte, me acobardé.
Agarré su mentón y lo giré para que me mirara.
—Tú no te acobardaste. Tienes instintos fuertes y tu mamá está en el otro lado cuidándote. ¿Qué le sucedió a ese grupo que pasaste?
—Rompí una ventana y levanté al chico, y luego levanté a las chicas para que pudieran saltar.
—Salvaste sus vidas. De ninguna manera ese chico lo habría hecho por su propia cuenta. Tu mamá ayudó a Thiago a encontrar su camino hacia Mar, y te ayudó a ti a salvar más vidas. Eso no es acobardarse. Eso es ser valiente.
La boca de Peter se levantó ligeramente, y se inclinó hacia mí, besando mis labios.
—Tenía tanto miedo de nunca volverte a ver.
Mi labio comenzó a temblar de nuevo, y presioné mi frente contra la suya, sacudiendo mi cabeza.
—Seguía pensando sobre ese extraño presentimiento que ambos tuvimos temprano. Y luego cuando te fuiste, sentí como si era una despedida. Nunca había estado tan asustada en mi vida, y eso es decir mucho. Mi papá puede ser bastante aterrador.
El teléfono de Peter chirrió. Él lo cogió, leyendo el mensaje de texto.
—Es de Brad en Sig Tau. Hemos perdido tres hasta ahora.
Mis hombres se hundieron.
Peter frunció el ceño a su teléfono, presionó un botón y sostuvo el receptor en su oreja. Me miró.
—Tenía un mensaje de voz de ese número. Nunca envió una alerta.
—¿Quizás porque medio le contestaste?
—Es de ese número extraño.
Una voz femenina dijo, Ugh, y nada más. Peter frunció el ceño, y luego presionó un botón. Podía escucharlo sonar varias veces, y luego la misma voz femenina respondió.
—¿Hola? —gritó—. ¿Peter?
Peter parecía confundido y sorprendido al mismo tiempo.
—¿Mar? ¿Todo está bien?
—Sí, estamos bien. ¿Tú cómo estás?
—He estado sentado con Lali. Está bastante alterada por el incendio. Perdió algunos de sus clientes.
Me acosté en su regazo de nuevo, y todo lo que podía escuchar de la voz de Mar era su charla con voz aguda.
—Sí —dijo Peter—. Es como una zona de guerra allí. ¿Qué es ese sonido? ¿Estás en una galería comercial? —le espetó.
Me senté.
—¿Qué? —dijo, aún más sorprendido. Seguramente no. No podían—. Está bien, ¿con qué? —peguntó—. Mar, deja de jugar. Joder, sólo dime. —Ambos estábamos exhaustos, y cualquiera que fuera el juego que jugaba, Peter no se estaba divirtiendo. Me incliné más cerca del teléfono. Peter lo alejó un poco de su oreja para que yo pudiera escuchar.
—Hubo un montón de personas en la pelea anoche. Un montón de personas murieron. Alguien va a tener que ir a la cárcel por ello.
Me eché para atrás, y Peter y yo intercambiamos miradas. Ella tenía razón. Thiago podría estar en serios problemas.
—¿Estás pensando que va a ser Thiago? —dijo Peter, con voz baja y seria. Ella tenía su completa atención ahora—. ¿Qué vamos a hacer?
Me incliné hacia delante para escuchar.
—Le pedí a Thiago que se casara conmigo.
—Uh... —dijo Peter, él me miró de nuevo. Mis cejas salieron disparadas hacia mi línea de cabello—. Bien, ¿cómo demonios eso va a ayudarlo?
—Estamos en las Vegas...
Me eché hacia atrás para ver la reacción de Peter. Él era el que tenía las cejas elevadas, ahora, y varias líneas profundas en su frente.
—Mar. —Suspiró. Ella habló un poco más, con la voz un poco más alta, sonando más desesperada. Se iban a casar, con la esperanza de que fuera lo suficientemente loco para que los investigadores creyeran que Thiago se encontraba en las Vegas en lugar de Keaton Hall. Mi corazón se rompió por ellos. Tan molesta como me encontraba porque el hombre que amaba casi pierde la vida, ellos tenían el mismo miedo, además del miedo de que fuera el fin para ellos. Y ahora enfrentaban la posibilidad de perderse mutuamente de nuevo.
—Lo siento —dijo Peter—. Él no querría que hicieras esto, tampoco. Él hubiese querido que te casaras con él porque quisieras hacerlo. Si alguna vez lo averiguara, rompería su corazón.
Me incliné hacia delante.
—No sientas lástima, Pitt. Va a funcionar. Al menos le dará una oportunidad. Es una oportunidad, ¿verdad? La mejor posibilidad que tiene.
—Supongo —dijo Peter, sonando derrotado. Mar permaneció en silencio—. Felicidades.
—¡Felicidades! —dije, desesperada por sentir algo que no fuera depresión.
Mar dijo algo, y Peter asintió.
—Lo haremos... y de verdad es jodidamente raro que nuestro hermanito sea el primero en casarse.
Mar se rió, pero sonaba cansada.
—Supéralo.
—Vete a la mierda —dijo Peter—. Y, te quiero. —Colgó, y tiró el teléfono al final de la cama. Después de mirar las puertas rotas de mi armario por un rato, se rió—. Necesito arreglarlas.
—Sí, por favor.
—Thiago se va a casar antes que yo. No sé cómo sentirme respecto a eso.
—Le deseas lo mejor. Podrían estar casados para siempre y tener diez hijos, o podrían divorciarse el próximo año. Y eso si Thiago no termina...
Peter me miró.
—Voy a apostar por el escenario de los diez hijos.
—Yo también —dijo. Echó la cabeza para atrás contra la cabecera de la cama, y cerró los ojos—. Me voy a casar contigo algún día.
Sonreí.
—Cuando los cerdos vuelen.
Él se encogió de hombros.
—Puedo colocar un cerdo en un avión. No hay problema.
—Está bien, cuando le bailes a Britney Spears con una tanga en frente de papá. Ahí es cuando nos vamos a casar.
Tomó una larga y profunda respiración, y luego la dejó salir.
—Desafío aceptado.
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