No mirar hacia atrás: Capítulo 29
Capítulo 29:
Con el corazón desbocado, mi estómago se revolvió. Acababa de aceptar lo que sentía por él, decirle que lo amaba, y...no podía siquiera terminar ese pensamiento. Necesitaba salir de allí, pensar con claridad, porque no podría ser él...todos menos él.
Peter se removió a mi lado, sentándose lentamente.
- ¿Qué pasa, La?
- Tengo que irme - Mi voz salió en un susurro ronco.
- De acuerdo - Bostezó, pasando la palma de su mano sobre su frente - Déjame acompañarte. Es tarde.
- No, no tienes que tomarte la molestia - Me quité el cobertor y encontré mi vestido en el suelo.
Peter se sentó más recto, balanceando las piernas por el borde de la cama.
- No es ninguna molestia. No quiero que tu... - Se calló, observándome pasar el vestido sobre mi cabeza. Sonriendo, extendió su brazo hacia mí.
Salté hacia atrás, tropezando con sus zapatos. Me apoyé contra la pared.
Su sonrisa se desvaneció.
- ¿Estás bien, La?
- Sí - El pánico me recorrió mientras me las arreglaba para subir la cremallera a mitad de mi espalda - Es tarde. Sólo necesito regresar.
No parecía del todo convencido ahora que estaba totalmente despierto. La preocupación frunció su ceño mientras buscaba mis zapatos, y finalmente me daba por vencida cuando no pude encontrarlos en la oscuridad. Tomé mi bolso de su escritorio, retrocediendo hacia la puerta.
- Yo...te veré después - La emoción obstruía mi garganta, pero no podía permitirme a mí misma pensar en lo que había ocurrido entre nosotros y lo que él podría haber hecho sin remordimientos.
Caminé descalza hasta la puerta, y me tomó mucho control mantener los ojos centrados en su rostro cuando habló.
- Espera. ¿Por qué estás actuando así? ¿La?
Incapaz de decir algo sin echarme a llorar, agarré la manija y tropecé ciegamente por el estrecho pasillo. Choqué con los objetos sombreados, ignoré las punzadas de dolor y corrí hacia la puerta principal. Hice una mueca al oír la puerta crujir al abrirse y salí, cerrándola detrás de mí.
Inhalé bocanadas de aire. Afiladas piedras se clavaban en mis pies, y luego las hojas de hierba fresca amortiguaron mis pasos. ¿Era Peter? ¿Siempre había sido él? Una astilla golpeó mi corazón, y luego otra.
Peter.
Mis pensamientos eran confusos, yendo desde el momento en que lo vi en mi dormitorio hasta el último, a ese beso ardiente que me dio antes de quedarme dormida. Corriendo por el jardín podado, llevé una mano hasta mi boca para ahogar mi llanto. No podía ser él. Confiaba en él más allá de la duda, y había sido tan amable conmigo, a pesar de que estaba segura de que no lo merecía. La duda florecía debajo de mi confusión, intentando afianzarse, pero esas palabras...esas palabras, tenían que ser una advertencia.
- ¡La!
Un sollozo se me escapó. No podía enfrentarlo, no podía siquiera mirarlo sin dejar de controlar todos estos pensamientos.
Peter me alcanzó antes de que pudiera llegar a la mitad del camino. Atrapando mi brazo, me hizo girarme. Estaba desnudo de la cintura para arriba, sus pantalones ni siquiera estaban abrochados en su carrera por alcanzarme.
- ¿Qué pasa, La? - demandó, sus ojos muy abiertos y dilatados.
Intenté liberar mi brazo.
- Por favor, sólo déjame ir. Por favor.
Siguió impidiéndomelo.
- ¿Qué va mal? ¿Hemos ido demasiado rápido? Habla conmigo, La.
Mi respiración se detuvo cuando mis ojos se encontraron con los suyos, y otra espina perforó mi corazón.
- ¿Lo hiciste?
- ¿Hice qué? - Extendió su otra mano libre y apartó mi cabello - Habla conmigo, La. Ayúdame a entender lo que está pasando. Lo que sea, lo solucionaremos.
La ternura de su voz hizo que mi pecho se apretara. ¿Cómo podía actuar así después de lo que había hecho? Esto me parecía increíblemente surrealista.
- Yo...yo recordé algo.
Su confusión fue evidente, era tan sincera que comencé a dudar de él.
- Bien. ¿Qué?
- Se trataba de ti - dije, mi pulso acelerado - Sé que tú le pagabas a Dianna...para hacer trampa en tus exámenes de historia. Se lo conté a Cande, y yo...yo te amenacé en la escuela cuando dejabas la biblioteca. Tú me dijiste que si se lo contaba a alguien, iba a arrepentirme.
Peter me soltó el brazo y dio un paso atrás.
- La...
Me estremecí ante el peso de una sola palabra suya.
- Te dije que se lo diría al director.
- ¿Tu...tú crees? - Se pasó una mano por el cabello - ¿Crees que soy yo debido a eso?
- Había una tercera persona allí, y tú...tenías una razón...
Me miró fijamente, el dolor, no ira, contorsionando su rostro, y mi convicción empezó a flaquear aún más.
- No te creo - dijo, aturdido.
- ¿A mí? - Me abracé a mí misma, temblando.
- ¡Sí! ¡A ti! Dios mío, pensé...pensé que habías cambiado, pero sigues siendo la vieja Lali. Saltando de una teoría a otra peor. ¡Todo tiene que tratarse de ti! - Dio un paso adelante, sus ojos parpadeando debajo de la débil luz de la luna - ¿Qué ,mierda pasa contigo, La?
- Pero te vi con ella, le estabas dando dinero y te amenacé. ¡Se lo conté a Candela! Estábamos planeando ir con el director - En cuanto esas palabras salieron de mi boca, tuve un segundo para comprender cuán perra había sido. Claro. hacer trampa estaba mal, pero, Dios.
Peter me miró, luego se rió sin humor.
- No tienes ni idea de lo que viste.
- ¡Entonces dime, porque realmente no quiero creer esto!
Se estremeció, y nuevamente, me golpeó otro pensamiento de dudas. Lucía furioso conmigo, pero no de la manera que pensé que lo estaría, y había demasiado dolor detrás de sus palabras, en sus ojos.
- Sólo me viste pagándole a Dianna. Eso ocurrió. Pero estaba pagándole para ser mi tutora en historia.
Mis brazos cayeron a mis costados.
- ¿Qué? - balbuceé.
- Sí, por eso le pagaba...aun lo hago. Mi padre está trabajando horas extras para el tuyo, y así conseguir ese dinero, limpiando su oficina y haciendo toda esa clase de trabajos tontos, así puedo mantener mi beca.
Recordé lo que mamá me dijo. La culpa me atravesó con latigazos de púas. Oh, Dios mío, ¿cómo pude haber estado tan...equivocada?
- ¿Por qué no me lo dijiste cuando te acusé?
- ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería a ti, entre todas las personas, decirle la verdad en ese entonces? No me hubieras creído - Respiró hondo y maldijo - Jesús, La, ¿pensaste que era yo? ¿Qué empujé a Candela por un precipicio y luego a ti?
Las lágrimas se construyeron en mis ojos mientras apartaba los mechones de cabello agitándose por el viento en mi rostro.
- Pero dijiste que me iba a arrepentir.
Peter se echó hacia atrás como si lo hubiera abofeteado. Y quizás una bofetada hubiera sido mejor. Desde el accidente, Peter había estado allí para mí y nunca dudo de mí ni una vez. Y yo sí.
- Como te arrepientes un día de las cosas que has hecho. No de la manera que tú piensas...espera. ¿En serio pensaste que quería lastimarte? ¿Incluso después de decirte cómo me siento? - Cuando vio la respuesta en mi expresión, maldijo de nuevo - Yo nunca, nunca te lastimaría. Podrías haber ido con el director o quien sea, y no hubiera hecho absolutamente nada al respecto.
- ¿Por qué no fui con el director, ni Cande?
- No lo sé - Tomó una respiración, exhalando con dureza - Me gustaría pensar que tuviste un cambio de corazón, pero lo dudo. Tú y Candela desaparecieron ese fin de semana.
Y entonces, supe que él decía la verdad, y que yo había actuado impulsivamente cuando tuve los recuerdos. No podía ver a través de las lágrimas cuando me acerqué a él ciegamente.
- Peter, yo lo...
- ¿Lo sientes? - Me esquivó, retrocediendo mientras sacudía la cabeza - No tanto como yo.
Mi corazón se rompió en dos.
- Lo siento tanto. Estoy confundida. Sólo recordé...
- ¿Y asumiste automáticamente que yo sería capaz de esas cosas? ¿Por qué? ¿Porque parezco capaz de sobornar, engañar y asesinar a alguien? ¿Luego conquistarte y dormir contigo para después tratar de matarte? - El dolor iba lanzando con sus palabras, como si hubiera abierto una herida fresca - La vieja Lali habría creído esas cosas, pero pensé que había desaparecido. Obviamente, me equivoqué.
- Peter...
- No - Guardó distancia, su mandíbula apretada fuertemente - No. Sigues siendo la misma vieja Lali. Sólo que no tan mala como solías ser, pero sigue allí. Fui un estúpido por creer que eras diferente.
Disculparme sería estúpido y sin sentido. Lo había acusado de algo terrible, pero no pude evitarlo. Necesitaba que supiera cuán mal me sentía. Caminé hacia él, pero mi pie se enredó con el otro y me tambaleé hacia el frente.
Peter me atrapó entre sus brazos antes de que mi rostro se estrellara contra el duro suelo.
- Jesús, La - dijo con los dientes apretados.
Presioné mi frente contra su pecho desnudo, apenas capaz de respirar a través de las lágrimas.
- Lo siento tanto. Estoy tan confundida.
Sus manos revolotearon alrededor de mis brazos y un segundo después me acercaron contra él, enterrando su rostro en mi cabello. Su abrazo sólo duró unos segundos como mucho, y luego me soltó, dando un paso atrás.
- Ve a casa, La - Su voz era firme, dura - Sólo ve a casa.
Allí de pie, le vi darse la vuelta y marcharse, desapareciendo entre las sombras. Un dolor se abrió en mi pecho, recorriéndome. Podía haber ido detrás de él, pero sabía...sabía que lo perdería antes de siquiera tenerlo.
Cuando desperté a la siguiente mañana, cada parte de mi cuerpo dolía por diferentes razones. Algunas eran buenas. La mayor parte eran malas. No quería abrir mis ojos, ni salir de la cama, pero noté que no estaba sola.
Mi hermano estaba sentado contra la cabecera de mi cama, las piernas cruzadas en los tobillos y el periódico en su regazo, la sección de deportes.
Froté la mano sobre mis ojos hinchados, fruncí el ceño.
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Mmh...preguntas, preguntas. Yo también tengo algunas - Dobló el periódico y lo dejó caer en el suelo - ¿Qué pasó anoche?
Lo miré fijamente, no estaba de humor para una charla fraternal ni compartir mis problemas.
Levantó una mano.
- Tengo curiosidad. Dejaste el baile después de una hora. Peter te llevó a casa, aparentemente. Pablo parecía haber sido golpeado otra vez, pero no fui yo esta vez - Hizo una pausa, enumerando cada oración con sus dedos. El dedo anular era el siguiente - Fui a correr con Peter esta mañana, y todo lo que dijo es que habías recordado algo y que no podía hablar de ello. Y...
- Hay más - gemí, empujando mi rostro en la almohada. Oír el nombre de Peter hacía que mi corazón doliera de una manera que sabía que nunca lo superaría.
- Y a pesar de que Peter y tú se marcharon antes que yo, regresaste a casa después de que yo volviera. ¿Puedes explicarlo?
- No - Mi voz sonó ahogada por la almohada.
Nico se estiró a mi lado.
- No quiero saber los detalles sucios. Me gustaría mantener mi desayuno en mi estómago, pero Peter lleva tanto tiempo secretamente enamorado de ti...
Me levanté, subiendo mis rodillas. Los rizos que aún quedaban de anoche cayeron sobre mi rostro.
- Oh, Dios - Me cubrí la cara con las manos - Mátame ahora.
- ¿Qué pasó? - Apartó mis manos de mi rostro - No pudo haber sido tan malo.
- Oh, sí. Realmente lo fue - Me dejé caer sobre mi espalda - Era horrible antes de perder mi memoria y soy horrible aun después. Acusé a Peter de ser quien lastimó a Cande y a mí.
- Oh, cielos, La, tiene que haber una mejor explicación que esa.
Se lo conté, comenzando con el recuerdo que tuve en el baile y el último de anoche, omitiendo lo que ocurrió con Peter. De acuerdo con mi versión de los hechos, me quedé dormida hablando con él.
Cuando terminé, Nico sacudió la cabeza.
- Va a perdonarte, La.
- No, no lo hará - Porque seriamente, ¿quién perdona ser acusado de asesinato.
- Sí, lo hará. Comprende el que hayas atravesado un montón. Sólo tienes que darle un poco de tiempo.
Levanté los brazos inútilmente.
- Soy una idiota.
- Estoy de acuerdo con eso - Nico se puso de pie - Mira, toma una ducha. Euge y yo iremos a ver una película. Deberías venir con nosotros.
Sentí un poco de interés, pero negué con la cabeza. Necesitaba más tiempo para revolcarme en mi miseria. Nico se fue y me quedé allí por un tiempo, mirando hacia el techo. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Tenía talento en eso, decidí.
Para cuando me levanté, ya era tarde. Nico seguía en el cine con Euge, mamá se había marchado a atender una reunión de caridad o algo, y no tenía idea de dónde estaba papá o si siquiera estaba en casa. Me arrastré hasta el baño. En algún punto, las lágrimas se mezclaron con el agua, e incluso después de secarme y cambiarme, mi rostro seguía húmedo.
Tenía que hacer las paces con Peter, pero no estaba segura de cómo lograrlo. Nadie podía culparlo de no perdonar esto.
Sentada en mi cama, eché un vistazo a la caja de música. El hormigueo, la ardiente sensación subió por mi espina dorsal, y estuve dentro de un recuerdo.
Caminé de un lado a otro frente a la casa de Pablo, mi rostro lleno de lágrimas. ¿Cómo pudo haberme hecho esto? ¿Cómo pudo ella hacerlo? Era su mejor amiga, la única persona que la ayudaba a ocultar tosa su basura, y ella dormía con mi novio.
La odiaba y, lo odiaba a él.
Pablo se acercó a mí.
- Lali, lo siento. Fue un error. Me encontraba borracho, igual que ella.
- ¿Y se supone que por estar borracho eso esté bien? - Me giré hacia él, mis manos temblando - ¡No es así! ¡Te acostaste con mi mejor amiga!
Miró sobre sus hombros con nerviosismo.
- Tranquilízate. Mis padres van a...
- ¡No me importa! - Mi voz era chillona - ¿Esperaron hasta que estuviera desmayada? ¿Te divertiste mucho con ella en Año Nuevo?
- ¡No! No fue así. Lo juro.
Reí sin humor y llevé mi mano hasta alrededor del collar. Con un fuerte tirón, la delicada cadena se abrió y rompió. Se la arrojé.
- Hemos terminado. Esta vez de verdad.
La boca de Pablo cayó abierta.
- No puedes hablar en serio.
Oh, hablaba completamente en serio. No me importaba lo que mis padres pensaran o querían. Y de pronto tenía sentido por qué Cande quería reunirse conmigo en la casa de verano más tarde. Iba a confesarme que durmió con mi novio. Lindo.
- ¡Estoy tan harta de ella haciendo cosas como esta!
Intentó tocarme, pero di un paso fuera de su camino.
- Lali, tienes que calmarte.
Sacudí la cabeza.
- Voy a matarla definitivamente.
Cuando salí del recuerdo, estaba de pie en mi habitación, viendo mi reflejo. El rostro de la chica en el espejo carecía de sangre, sus ojos avellana estaban tan dilatados que parecían ser casi negros por completo. Un temblor recorrió su cuerpo, y su pecho se levantó bruscamente.
Era yo.
Dando un paso atrás, puse mis dedos en mi boca. Pablo me había engañado con Candela. ¿Esa era la razón por la cual me sentía tan atraída por la fotografía de ellos en la víspera de Año Nuevo? ¿Otra parte de mi subconsciente tratando de liberarse, exigiendo que reconociera lo que la foto significaba para mí? Otra vez, Pablo me mintió. No me quité el collar porque quería tomar una ducha. Se lo lancé en el rostro. Había aprendido la lección y rompí con él. Sin embargo, ese pequeño triunfo se perdió en la sombra de todo lo demás.
La ira seguía hirviendo en mis venas, como un veneno infectando mis huesos y tejidos con una enfermedad. Cuando dije que iba a matar a Candela, lo pensé en serio.
Candela había querido reunirse conmigo en la casa del lago, y de acuerdo a Peter, yo fui a casa primero. Y la razón por la que había estado llorando y besé a Peter tenía sentido ahora.
Me reí y luego encogí ante el agudo sonido.
No era de extrañar que Pablo creyera que yo le debía algo. Y había tenido razón. Me había estado persiguiendo. Sólo él sabía cuán molesta estaba con Cande la noche que murió. Pablo conocía la verdad. Probablemente no había una tercera persona en el acantilado, no en el sentido literal, era sólo otra manera en que mi subconsciente trataba de decirme que alguien más sabía la verdad, sabía lo que yo había hecho.
Las notas no tenían sentido, ni como Cande y yo terminamos en el acantilado, pero, ¿qué importaban ahora?
Una avalancha de emociones se abrió, rasgándome como si estuviera hecha de papel de seda. Todos esos momentos en los que yo sospeché de todo el mundo, Pablo, Nico, Peter, y cuando contemplé la idea de que había sido un extraño antes.
Mis rodillas apenas podían mantenerse unidas, mis respiraciones saliendo en cortos jadeos. Tenía que ser yo, siempre había sido yo. Tenía una razón para lastimar a Cande, más que nadie, y esa ira, esa terrible ira destructora surgiendo de mí, aún seguía dentro de mí. ¿Realmente quería matarla más a ella que a Pablo?
Dios, me odiaba más a mí misma que antes.
Me di la vuelta, las lágrimas nublando mi visión mientras agarraba la caja de música de la mesa de noche y la lanzaba contra el espejo. Una nota desarticulada chirrió desde la caja. El espejo se rompió en una docena de piezas, cayendo y cayendo. Yo era ese espejo, esa caja, destruida, rota en un montón de pedazos afilados.
La caja golpeó el suelo, la pequeña bailarina en su tutú destrozada, pero la base seguía firme. Hizo otro débil sonido, como un pequeño maullido.
Una luz relampagueó detrás de mis ojos, seguida por un fuerte dolor entre mis sienes como si alguien las apuñalara con un destornillador. Me doblé, apretando mi cabeza, preguntándome si me corté con algunas de las piezas del sádico espejo.
Y entonces sucedió.
Los mareos me atravesaron como olas tumultuosas estrellándose y erosionando contra la orilla. Con cada marea, un nuevo recuerdo se liberaba. Saltando desde el medio de las escaleras, abrazando a Nico, riéndome mientras él me gritaba. Mamá remplazándolo, abrazándome fuertemente mientras el doctor comprobaba mi muñeca rota, sus palabras tranquilizadoras calmando mis lágrimas. Otro de mí sentada con las piernas cruzadas en la casa del árbol, mirando a un Peter de diez años.
- Verdad o reto - gritó.
- Reto.
- Te reto a que me beses - sonrió.
Todo eso fue sustituido por la primera vez que conocí a Cande. Como me sentía tan atraída a ella, como si estuviera mirando mi propio reflejo. Las dos corriendo lejos de los chicos, riéndonos cuando nos tropezábamos, vistiéndonos con los zapatos y vestidos de su madre. Uno a uno, llegaron, retrocediendo el tiempo y luego avanzaron hasta cuando teníamos quince años, sentadas en su dormitorio.
- Tienes tanta suerte - dijo en voz baja - Lo tienes todo.
No lo había entendido entonces, pero la había observado deslizando un trozo doblado de pergamino sobre su caja de música, asegurándose de que estuviera en la ranura oculta.
Y luego todo se fue, dejándome perdida en una creciente oleada de recuerdos. Mi vida, las cosas que hice y dije a las personas. De golpe, todo regresó a mí. Mi infancia pasándola detrás de mi hermano y Peter alrededor, Peter. Una emoción diferente debilitó mis rodillas. La casi obsesiva amistad que tuve con Cande y como se había tragado mi vida entera. Recuerdos de mí siendo presentada a Pablo en una fiesta de la compañía, prácticamente siendo empujados por nuestros padres, pincharon mi piel y corazón. Tanta presión por ser perfecta, por ser mejor que los demás. La ira se arremolinaba como avispas en mi pecho. Había estado tan enojada, tan amargada debajo de mi fachada. Tan desesperada por dirigir mi propia vida que me convertí en una persona malvada, lastimando a los demás para sentirme mejor, para tener algún tipo de control.
Pero era así...porque podía serlo. Porque nadie se atrevía a detenerme. No había excusa real para mi comportamiento, por lo que le permití a Pablo hacerme, por permitir que Candela fuera como mi propia madre, dirigiendo mi vida. Cometí tantos, tantos errores, pero esa noche...
Había ido a la casa, atrapada en una tormenta de emociones. Acababa de romper con Pablo y besado a Peter, y mi mejor amiga era una perra traidora. Otro mensaje de ella me llevó hasta el acantilado. Saqué mi teléfono de nuevo del bolsillo trasero de mis vaqueros antes de lanzarlo hacia el árbol más cercano. Estaba tan furiosa, incluso más irritada por el hecho de que tenía que encontrar mi camino por el bosque en la oscuridad sin matarme a mí misma. No sabía qué haría cuando pusiera mis manos sobre ella, pero igual que Pablo, nuestra amistad estaba terminada. Robar mi ropa y joyería era una cosa, ¿pero mi novio? Eso era todo. Iba a acabar con ella.
Pero lo que apareció en vista cuando me acercaba a la orilla del bosque y del acantilado no era algo que esperaba o algo que realmente pudiera comprender, pero lo más importante, lo que recordaba.
Vi el rostro del asesino de Candela.
pablooooooo
ResponderEliminarEstás desaparecida D: Estoy con toda la intriga, sube sube sube
ResponderEliminar