viernes, 22 de mayo de 2015

No mirar hacia atrás: Capítulo 15 - Parte 1

Capítulo 15:

La Sra. Messer tenía esta cosa con sus gafas. Se las ponía cuando empezaba a hablar, se las quitaba antes de terminar una oración, y luego mordisqueaba la parte que daba a la sien. Dentro de los primeros cinco minutos de la sesión de los miércoles, ya había completado el ciclo cinco veces.



Me deslicé en el asiento, sofocando un bostezo con la mano. Se había pasado la mayor parte de nuestro tiempo juntos comprobando los informes de mis maestros.


Puso los papeles en una carpeta y la dejó a un lado.


- Como era de esperarse, ninguno de los maestros tiene problemas contigo. La verdad es que hasta estás prestando más atención en clase.


- Bueno, supongo que eso es algo bueno.


Su sonrisa lucía tensa.


- ¿Cómo va todo en casa?


Puse el rostro en blanco.


- Todo está bien.


Se puso las gafas.


- Tu madre me contactó ayer. Le preocupa cómo te estás ajustando a todo.


Irguiéndome en el asiento, apreté los labios. Mamá no me había hablado desde la discusión en la noche del lunes. Y estaba bien con ello.


- ¿Ella la llamó?


- Sí. Le preocupa que estuvieras teniendo dificultades para conectar las cosas desde antes del...incidente con tu vida ahora - Se sacó las gafas - ¿Quieres hablar de ello?


Mis dientes dolían por lo duro que apretaba la mandíbula.


- Es más como que está teniendo un problema con la forma en que soy ahora.


La Sra. Messer mordisqueó la parte de la sien.


- ¿Tiene algo que ver con un chico...?


El calor se apoderó de mis mejillas.


- Comía helado con un chico y ella se asustó - ¡No podía creer que mamá la había llamado! No había hecho bien en llamar a un terapeuta real, pero decirle a la consejera de la escuela de por sí era bastante malo. Agarré los brazos de la silla, y tomé una respiración profunda - No soy la misma persona que era antes del incidente. ¿Y sabe qué? Creo que es algo bueno. Era toda una perra antes.


Se puso las gafas una vez más, sus labios temblando como si realmente quisiera sonreír. Y no una de esas falsas y tensas sonrisas que siempre me daba.


- Bueno, si te hace sentir mejor, le expliqué que tendrías cambios en lo que respecta a tu personalidad.


- Apuesto a que lo tomó tan bien -  me quejé - Cree que soy...


- ¿Qué cosa, Mariana?


Empecé a masticar la uña de mi pulgar mientras mi pie golpeteaba el suelo con ansiedad. El impulso de derramar mis secretos me llenó, y quise contárselos.


- No lo sé. Está avergonzada de mí. Creo que siempre lo ha estado.


- Estoy segura de que eso no es verdad - dijo la consejera, mirándome - ¿Has sido capaz de recordar algo más?


Centrándome en la imagen del niño con cara de querubín en la foto de su escritorio, me encogí de hombros.


- Sólo fragmentos, y no tienen mucho sentido. No he recordado nada a pesar de que he estado haciendo lo que me ha dicho. Pensé...pensé que la noticia sobre Cande desencadenaría algo, pero no fue así.


- ¿Y cómo estás manejando la noticia de Candela? ¿Aún sientes apatía hacia ella?


Odiaba cuando decía cosas como esa, a pesar de que entendía lo que quería decir. Mi incapacidad para recordar los sentimientos en torno a mi relación con Cande dificultaba el compartir el dolor que todo el mundo sentía por su repentina muerte.


- Estoy tratando de recordarla.


- Eso no es lo que quise decir - dijo.


Volviendo a la uña de mi pulgar, me negué a contestar.


- ¿Puedo hacerle una pregunta?  


La Sra. Messer asintió.


- ¿Las personas que empiezan a recuperar sus recuerdos ven...cosas raras?


Sus ojos parpadearon lentamente detrás de sus gafas.


- ¿Qué clase de cosas raras?


Me encogí de hombros otra vez.


- No lo sé. Como ver cosas raras o escuchar voces.


Se quitó las gafas, plegándolas esa vez.


- Algunos recuerdos pueden volver en forma de voces o imágenes que pueden parecer extrañas. Si me pudieras dar un ejemplo...


Espere a que ella se pusiera las gafas o las mordiera, pero cuando no lo hizo, supe que la había sacado de juego. Lo que no era bueno. Supuse que escuchar y ver cosas raras no era normal.


Cuando no di más detalles, ella continuó, pero sabía que iba a tocar el tema de nuevo, probablemente el viernes.


- El funeral de Candela es el lunes. Puede ser difícil...


- O tal vez me ayudará a recordar algo.


- Tal vez - estuvo de acuerdo, escribiendo algo en su libreta.


Mi sesión terminó. y tuve que apresurarme hacia mi casillero para no llegar tarde. La primera cosa que vi cuando abrí la puerta de metal fue una nota, escrita en papel amarillo, doblada en un triángulo. Mirando alrededor antes de abrirla, me aseguré de que nadie se encontrara cerca.


Estas notas me confundían, y diablos, me asustaban. Si hubiera sido yo...si le hubiera hecho algo a Cande y de alguna manera me hubiera dañado a mí misma en el proceso, ¿explicaría estas notas? ¿Qué era peor? ¿Ser responsable de la muerte de Cande o la posibilidad de que el culpable todavía anduviera por ahí? ¿La misma persona que me acechaba con un suministro interminable de papel legal?


No lo sabía. Suspirando, desplegué la nota.


                    Tú sabes porque se encontraba en el lago.


Una parte de mí quería reír mientras doblaba la nota, añadiéndola a la otra en mi bolsa, pero un malestar familiar recubrió mi garganta. Obviamente, no sabía por qué se encontraba en el lago. El que dejaba estas cosas necesitaba comprender un poco más mi situación, lo que trajo preguntas más grandes.


¿Quién dejaba estas notas, y cuánto sabía?


Cerrando mi casillero, me volví mientras Pablo doblaba la esquina y se acercaba hacia mí. Una pequeña punzada de culpabilidad me recorrió al recordar lo mucho que había querido besar a Peter.


Pablo envolvió su brazo alrededor de mis hombros y me besó en la mejilla antes de retroceder, tirando suavemente mi cola de caballo.


- Te ves cansada. ¿Estás bien?


Pasé la mano por mi pelo tímidamente.


- Realmente no puse mucho esfuerzo en arreglarme hoy...


- Está bien - Envolvió su mano alrededor de la mía mientras caminábamos por el pasillo - Todo el mundo entiende lo que has pasado, y con la noticia de Candela, nadie espera mucho.


Mis cejas se arquearon, pero no dije nada. Deteniéndose fuera de mi clase de matemáticas, me dio un beso de despedida, esta vez en los labios. No estuvo nada mal. Fue cálido, seco y suave. Incluso paciente, pero mis dedos todavía se curvaban por todas las razones equivocadas.


Pablo retrocedió, buscando mis ojos fijamente.


- ¿Segura que sólo estás cansada?


Poniendo a un lado las notas misteriosas, la posibilidad de que pudiera haber sido parte en lo que le sucedió a Cande y esos locos pensamientos que me inundaban, tenía graves problemas con los chicos. Como si mi vida no pudiera complicarse aún más, deseaba a la persona equivocada de acuerdo con todos los demás, el mejor amigo de mi hermano, mientras mi novio esperaba pacientemente para que me recuperara.


Tenía que averiguar como me sentía sobre Pablo y si había alguna esperanza para nosotros, porque atarlo a mí no era justo. Si ya no era la chica que se había enamorado de él, no era correcto mantener esta...esta farsa.


Reflexioné sobre mis opciones durante las clases de la mañana, pero todavía no tenía idea de qué hacer. No sabía que era lo que me mantenía tan persistente. ¿El miedo de dejar ir una de las últimas cosas que me vinculaban a mi última vida? Mi relación con mis viejos amigos era prácticamente inexistente en este punto, dejando a Pablo como el último vestigio de la antigua Lali. Incapaz de decidir lo que sentía, al final aparté esos pensamientos y me concentré en Cande. La nota más reciente no decía nada, pero sí me señalaba la dirección correcta.


Tenía que ir a ese lago.


Tal vez el verlo desencadenaría un recuerdo, ayudándome a recordar un detalle importante. Tan egoísta como sonaba, la necesidad de saber lo que sucedió ya no era por Cande. Necesitaba demostrarme a mí misma que no era la única responsable de lo que había sucedido. A ella y a mí.


Un plan se formó lentamente en mi mente, y antes de dirigirme a la mesa de mis amigos en el almuerzo, ya estaba en el proceso de implementación. Me detuve en la mesa de mi hermano.


- ¿Me prestas el auto después de la práctica?


Sus cejas se arquearon.


- No estoy seguro de eso.


Me senté, dispuesta a rogar y suplicar.


- Te prometo que no voy a dejar que le pase nada a tu auto. Sólo tengo que hacer algo después de la escuela.


- ¿Qué? - preguntó, entrecerrando los ojos.


- Algo - le dije - Por favor, Nico.


Euge le sonrió a mi hermano.


- No puedo recordar la última vez que la oí decir por favor, así que tienes que dejarla.


- No estás ayudando - Nico se echó hacia atrás, con los ojos todavía sobre mí - ¿Por qué no dejas que Euge te lleve a donde quieras ir?


- No puedo - dijo ella rápidamente, y después se sonrojó - No es que no quiera, porque como que quiero pasar el rato, La.


- Está bien - Todavía me sentía un poco molesta, a pesar de que no había planeado llevar a alguien conmigo, pero parecía como si ella realmente quisiera que fuéramos amigas de nuevo.


Viéndose aliviada, sonrió.


- Tengo que trabajar en el teatro después de la escuela. Es mi turno hoy.


- Oh, mierda, se me olvidó - Nico suspiró - Está bien. Estaré en casa antes de las cinco. Puedes tomarlo entonces, pero lo juro, si algo le pasa a mi bebé, te patearé el trasero.


Eufórica, me levanté de un salto y me incliné sobre la mesa, abrazándolo.


- Eres el mejor.


La mandíbula de mi hermano cayó. Negó con la cabeza, atónito, y despidiéndome de una Euge igualmente conmocionada, me dirigí a la parte trasera de la cafetería. Sólo cuando dejé mi plato al lado de Rochi, me di cuenta de que Peter no había estado en la mesa. Durante biología, había actuado como si nada hubiese pasado entre nosotros, y eso era probablemente lo mejor. Por lo menos hasta que supiera que iba a hacer con Pablo.


Me sentía mejor de lo que hubiera estado en días. Era como si por fin tuviera un propósito, algo que investigar, en lugar de sentarme sin hacer nada. Me concentré en lo que creía era una rebanada de jamón.


- Te vi hablando con Eugenia - Mery tocó la etiqueta de su botella de agua - ¿Se besaron y reconciliaron?


- Estaba hablando con su hermano - dijo Rochi, sus ojos moviéndose nerviosamente entre nosotras.


- No entiendo por qué su hermano está con ella - dijo Paula - En serio ha caído muy bajo.


Me tragué la ira construyéndose en mi interior.


- ¿Qué tiene Euge? Es muy agradable, y a mi hermano le gusta.


- ¿Que qué tiene? - Paula miró al otro lado de la mesa, hacia Mery - Su padre trabaja en una tienda de cigarros en la ciudad. Y no como si fuera el dueño y sólo trabajara allí, sino que trabaja allí como esclavo, con un salario mínimo.


- ¿En serio? - Fingí sorpresa - Mierda, no puedo creer que la dejen venir a esta escuela.


- ¡Lo sé! - Paula asintió.


Rochi sofocó una carcajada con la mano.


- Estaba siendo sarcástica - explicó Mery, con las mejillas sonrojadas - Dios mío, eres estúpida.


- No soy estúpida - Paula se cruzó de brazos y luego soltó una risita - Está bien. Puede que no sea la galleta más inteligente del almacén.


La miré fijamente.


- Es "la mejor herramienta del almacén"


Se encogió de hombros.


- Lo que sea.


- Así que, ¿todos están entusiasmados por el baile? - preguntó Rochi, tratando de disminuir la tensión en la mesa - Está, como, a menos de un mes de distancia. Papá me compró este vestido color champagne...


- Cállate - espetó Mery - A nadie le importa tu maldito vestido.


- ¡Oye! No le hables de esa manera - Apreté el tenedor. Lo bueno es que era de plástico, porque quería enterrárselo en esos labios que suponía estaban operados - Dios.


La piel de Mery se tornó de un desagradable rojo bajo el bronceado.


- Está bien. Estás actuando como una perra, Lali.


- ¿En serio? - Puse el tenedor en el plato, atónita. Me llenó la irritación. La ira tomó el control - No me estoy burlando de alguien porque sus padres no son ricos, o porque no usa Gap Kids. Eso es lo que tú estás haciendo.


- Está bien. Voy a tener que ser sincera contigo - Se giró hacia mí, doblando las manos sobre su regazo. Con esa blusa de cuello largo sobre su suéter gris parecía dispuesta a dar un sermón - Entiendo que hayas tenido algunos problemas...


- ¿Hablas sobre no recordar nada? - respondí.


- Lo que sea. Pero eso no es excusa para la forma en que te has estado comportando. Si sigues vistiéndote como si fueras una chica sin hogar y...  


- ¿Qué pasa con la forma en que me visto? - Llevaba vaqueros y una camisa, por amor de Dios. La mayor parte de mi ropa en casa eran demasiado lindas para utilizarlas en la escuela, y, ¿en serio? ¿Por qué iba a querer usar un maldito vestido o falda todos los días?


Me dio una mirada duh.


- Y si sigues hablando con gente como ellos - Ellos tenían que ser cualquier persona con un ingreso familiar con menos de seis cifras, supuse - vas a acabar como una perdedora. Y ahí vamos a tener serios problemas.


Nuestra pequeña discusión estaba atrayendo la atención de los chicos más cercanos a nosotros, y bien podría haberme callado entonces o levantarme e irme, pero no podía. Estaba tan casada de...de todo: las miradas, los comentarios sarcásticos, y cómo Mery y Paula actuaban como si mi memoria no fuera lo único que me faltara. Y tal vez era más que eso, la frustración de no saber nada, de estar confundida todo el tiempo.


De cualquier manera, me sentía harta de estas perras.


- ¿Sabes qué? Ya tenemos problemas - dije.


Los ojos de Mery se estrecharon.


- ¿En serio?


- ¿Si recuperar mis recuerdos significa convertirme en una gran perra como tú? Sí, creo que paso.


Algunos de los chicos a nuestro alrededor habían dejado de comer. Otros se ahogaron con lo que estaba en sus bocas. Todo mi cuerpo ardía de ira, y quería decir más de eso, pero agarré la bandeja y me levanté.


- No pienses en sentarte aquí de nuevo - dijo Mery, su pecho elevándose rápidamente.


- Me parece muy bien - repliqué


Respirando hondo, se irguió en su asiento.


- Te vas a arrepentir de esto.


- Ya lo hago, cariño - No esperé su respuesta. Bordeando la mesa, me dirigí a la parte delantera de la cafetería. Varios ojos se hallaban puestos en mí, y no me importaba. Un peso se levantó de mi pecho. Me sentía libre, libre de tener que encajar con gente con la que ya no podía relacionarme. La adrenalina puso un toque extra en mi paso mientras me deshacía de mi bandeja. Una parte de mí quería regresar allí y secuestrar a Rochi. Ella era la única decente entre ellos.


A la salida, miré hacia la mesa de mi hermano. Se encontraban demasiado lejos para habernos oído, pero los rumores que volaban alrededor de la cafetería ya habían llegado a ellos. Euge me llamó la atención y sonrió antes de que apoyara la barbilla en el hombro de mi hermano.


Con un poco de tiempo libre antes de que terminara el almuerzo, me dirigí a mi casillero. Al doblar a la esquina, me detuve por completo.







Continuará...







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